Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14. Los últimos guardianes

ADVERTENCIA:  Este capítulo contiene menciones de violencia física, menciones de asesinato y odio.

━━━━━━✧❃✧━━━━━━

El día del solsticio de invierno, cuando el sol comenzó a morir, se preparó en la entrada de la Cámara del Tesoro Negro junto a su maestra con las espadas desvainadas y apuntando al suelo. El maestro mayor, por su parte, hacía guardias cerca de la entrada del templo.

Cuando la luz comenzó a descender y entró por el ojo del halcón hasta tocar el espejo del suelo, los engranajes comenzaron a moverse como todos los años del último milenio. Cuando escuchó el repiqueteo, apretó la empuñadura de la espada y con su mano libre reajustó su capa a su cuello y sopló aire caliente en su mano.

El Tesoro Negro siempre le había parecido extraño, en general, la Cámara del Tesoro Negro era el lugar más raro del templo. Rara vez se había puesto a pensar antes que aquel era el único salón con un único vitral dividido en tres, el único vitral sin alguna escena de Kirán y el único vitral del que jamás había escuchado explicación o palabra de los maestros. Era el único lugar donde había escuchado los repiqueteos de los mecanismos, y a pesar de jamás haberlos visto, los dibujos de los guardianes anteriores y las explicaciones eran diferentes a todo lo que había visto.

Recordó los trazos de carbón: círculos que embonaban unos con otros, pero que no explicaban cómo lograban moverse solo con el haz de luz del solsticio de invierno. Nunca había logrado entender cómo cosas así habían existido mil años atrás, ni cómo los colocaron para que duraran tanto tiempo.

Las puertas rugieron detrás de él como si algo antiguo —quizá más que el Sol—, algo enterrado en la Tierra hubiera despertado de nuevo. Enderezó la espalda y sus brazos se tensaron. Sintió la mirada de su maestra, y luego escuchó su pequeña voz en el silencio que venía de la Cámara:

—Recuerda no mirar atrás.

—Sí.

Como todos los años, era una lucha con uno mismo estar parado dándole la espalda a la Cámara. Algo llamaba atrás de ellos, algo irradiaba, cosquilleaba en su nuca y susurraba. Alguien lo miraba, quizá con ojos tan profundos como la noche, quizá sin ojos. Era como estar al borde de un precipicio a punto de perder el balance y caer. Inhaló.

—¿Nunca te has preguntado qué hay ahí? —preguntó su maestra con la voz temblorosa.

La miró de reojo, pero no le respondió. Siempre había tenido curiosidad de mirar, curiosidad de preguntar, pero en aquel momento... Realmente no entendía a qué iba la pregunta de la maestra.

—La maestra... La maestra mayor decía que hay cosas peligrosas que Kirán recolectó para proteger a la humanidad.

Él frunció el ceño. Aquello no tenía sentido, ¿por qué si era tan peligroso lo había guardado en un lugar que se abría de vez en cuando?

—¿Por qué se abre en solsticio? —preguntó con voz ronca.

—Eso... —suspiró—. No lo sé. No hay registros de nada...

La nieve había comenzado a caer afuera, contra los últimos rayos del Sol, y las montañas del Viento Oeste se contornearon con límites negros detrás del vitral.

—Cuando era una niña, leí en el registro de uno de los maestros mayores, mucho antes de que los maestros mayores que conociste ocuparan sus cargos, que había algo malvado en la Cámara.

Miró a su maestra, y ella sonrió un poco.

—Decía que...

Se interrumpió. Alzaron las espadas de inmediato luego de escuchar un ruido seco, y aguardaron, pero nada sucedió, nada entró a la cámara en un rato. Y con las espadas en alto, el sol comenzó a morir con sus últimos rayos del otoño. La cámara chirrió como un animal moribundo, como los conejos antes de morir como... Sacudió la cabeza, no iba a seguir con ese hilo de pensamientos.

Las puertas se cerraron con un estruendo y por fin había acabado otro año de espera por ese día.

La maestra inhaló y exhaló un vaho.

—Decía que ahí yacía la fuente del poder de los phens, los siete phens perdidos y los enemigos de Kirán. También dicen que su espada está ahí para evitar que salga algo terrible, según lo que creía el maestro mayor.

Analizó sus palabras. ¿En serio ahí se encontraban los otros siete phens? Le habían enseñado que existían 22 en total, pero nunca se enseñaban todos. Si un guardián quería aprender uno en específico, era necesario buscar en el registro de un guardián o en algún libro para aprender cómo se usaba y cómo trazarlo.

Cuando era menor, le habían enseñado el de fuego, agua, claridad y curación, él había aprendido por su cuenta el de agilidad, protección y unión, pero cada vez que había aprendido uno nuevo, siempre encontraba listas donde faltaban siete. Si se habían perdido en el tiempo, quizá no eran útiles, si Kirán los había escondido, quizá tenía razón en hacerlo. Quizá eso era a lo que su maestra se refería.

Al final, cuando solo quedó el cielo azul con nubes de nieve y la pálida luz de las lámparas de Sol, dejó salir un suspiro y tanto él como su maestra envainaron sus espadas y fueron a buscar a su maestro. Cuando lo encontraron cerca de las puertas, les estaba dando la espalda mientras estaba recargado en una pared.

—Hacer el vago no es tu trabajo, no tengo porque decírtelo —dijo la maestra cuando lo vieron.

—No me digas qué hacer —gruñó el maestro y quitó la mano apoyada a la pared antes de caminar hacia ellos.

—¿No sucedió nada? Escuchamos un ruido.

—No... Seguro fue tu imaginación. ¿Y en la Cámara?

La maestra hizo una mueca, pero igual negó con la cabeza. La maestra entrecerró los ojos y sin decir nada más, el maestro y la maestra guiaron el camino al Santuario de Buitres.

Mientras ellos caminaban con sus capas hondeando detrás de sus hombros frente a él, miró su andar. Caminaban con descuido y sus zapatos sonaban demasiado, ni siquiera iban al unísono. «Es porque son inútiles», habría dicho la maestra mayor. Igual, le pareció extraño ver como el maestro estaba cojeando. No le importó más, ¿por qué debería preocuparle?

Cuando abrieron las puertas al Santuario de Buitres, el recuerdo dolió en su espalda, pero fingió que no... Igual solo era dolor y marcas, algo del pasado.

Se arrodillaron y rezaron como todos los años frente a Kirán. Inclinaron la cabeza sin que su frente tocara el suelo, sus espadas reposaron frente a ellos, y el frío del invierno anunció su llegada al helar sus palmas contra el suelo, y recitaron la plegaria de toda la vida:

«El cuerpo impuro en el mundo, a las alturas del cielo, el alma se alza con el Sol».

Luego, en silencio se levantaron, salieron del templo y se fueron a sus habitaciones sin dirigirse ni una sola mirada ni palabra. No había nada más que hacer en realidad, habían terminado la lista que la maestra mayor había dejado...

Cuando se quitó la capa y las botas, y se echó sobre su espalda, algo se sintió diferente. No supo si fue el silencio, la pesadez de las tareas o el vacío de no tener ninguna, pero no duró mucho en la cama antes de levantarse e ir a la Cámara del Tesoro Negro con su espada, su capa y su diario.

Se sentó en las escaleras, con la espalda al vitral y miró las puertas de metal negro. En la oscuridad, más que puertas, lucían como un agujero, como vacío y en ese vacío había algo que llamaba, algo que sonreía y esperaba por él. Fuera bueno o malo, sabía que no debía irse de ahí aquella noche, así que sacó la espada de su funda y aguardó en las escaleras.

No sucedió nada. Las lámparas de sol siguieron alumbrando las orillas del lugar con su brillo mortecino mientras la oscuridad de las puertas permanecía sin un rayo de luz. Frotó sus manos, sus pies también se habían enfriado, así que plegó las piernas contra su pecho y se envolvió en su capa. Nada cambió, y de todas formas, permaneció ahí.

Inhaló despacio y cerró los ojos un momento, cabeceó y abrió los ojos de nuevo. Apretó de nuevo la espada en su mano. No sabía cuánto había pasado, pero no podía irse aún. Inhaló despacio y cerró los ojos de nuevo.

El taconeo cuidadoso, pero rítmico fue lo que lo despertó. Abrió los ojos de inmediato y al mirar al suelo frente a él, encontró botas oscuras como el carbón con una pequeña elevación. Apretó la espada en su mano, apartó la capa de inmediato, se levantó y su espada fue a dar al pecho del extraño. El filo tocó la tela y se detuvo antes de entrar a la carne, su mano temblaba. Cuando alzó la cabeza y entendió el rostro en la oscuridad, se dio cuenta de quién era. Su mano tembló aún más, abrió la boca y retrocedió.

Ella no permitió que se alejara más, tomó el filo de la espada con su mano desnuda, la jaló hacia ella. Él dio trompicones hasta que la distancia fue tan poco que podía escuchar su respiración. Ella rio, dibujó una sonrisa con locura y susurró:

—Deberías estar mil días en el Santuario rezando perdón y suplicando por tu vida de nuevo...

Él negó con la cabeza y apretó los labios, pero ella alargó sus manos, una de ellas cubierta de sangre por el filo de la espada, y abrazó su cabeza.

—Me mataste.

»¿Se sintió bien?

Se removió entre sus brazos, y cuando ella tomó su rostro entre sus manos ensangrentadas y lo alejó para mirarlo a los ojos, vio el rostro de la maestra mayor. Su cara estaba como si nada, pero sus facciones se veían flojas y artificiales, como si estuviera ocultando algo detrás de ese rostro, como si estuviera luchando por mantener la piel en su lugar. Y entonces el olor a carne chamuscada inundó su boca.

—Sabía que estabas viéndome... Y no me ayudaste.

Trató de alejarla, pero sus brazos no respondieron, apretó la mandíbula, sus ojos se humedecieron y la imagen se distorsionó. La mano en su espada tembló un segundo, y se aferró a ella en otro, y alzó la espada a la maestra. Y abrió los ojos.

Su respiración era pesada. Miró en todas direcciones, se levantó y el metal de su espada resonó al caer sobre las escaleras. No le importó y buscó a la maestra mayor en la oscuridad, buscó su sombra, trató de escuchar sus pasos... La había visto, estaba ahí.

Miró sus manos, estaba temblando.

—Cálmate —dijo Leifhite.

Apretó los ojos, se inclinó por la espada y salió de ahí.

¿Por qué seguía queriendo huir de ahí?

━━━━━━✧❃✧━━━━━━

—Lee el registro de la maestra mayor —ordenó su maestra mientras limpiaban los libreros de la Cámara del Tesoro Blanco.

Los libros en sus manos cayeron al suelo con un ruido sordo y ella le dio una mirada de soslayo, pero no dijo nada. Él se recompuso como pudo: los recogió, los limpió y los guardó, y pretendió que aquella orden no le había afectado.

Más tarde, mientras limpiaba el polvo de las ventanas, su maestra llegó con el diario en mano, se lo tendió y le dijo:

—Revísalo. Decide si deberíamos guardarlo o no.

—¿Si no lo guardamos qué harás?

—No preguntes.

Se mordió la lengua, sacudió la cabeza y luego asintió. No entendía por qué había preguntado eso, no era como si le importara el diario de la maestra mayor...

—Yo me ocuparé —dijo su maestra—. Algún día te diré dónde se deben de clasificar, pero hoy no. Comienza en cuanto termines de limpiar y tus tardeas del día.

Cuando los rayos de un sol que caía tiñeron la nieve de color naranja, se sentó en la cama de su cuarto y cerró la puerta con seguro. Realmente no quería que alguno de los maestros lo viera mientras leía eso, sobre todo porque sus manos seguían temblando desde que supo que era hora de leerlo. Inhaló despacio para deshacerse de la opresión de su pecho. Limpió el sudor de sus manos en su regazo y tomó el diario...

¿Por qué después de todo sentía que abrir aquel pedazo de cuero y papel era el peor acto que podía hacer? Si siguiera viva... Pero ella ya no estaba viva. Inhaló, era su deber revisar el diario.

Fue a la última fecha, justo unos días antes del solsticio de invierno, una semana y tres días antes, y encontró dos pequeñas frases:

«Sigo arrepentida, porque a pesar de todo el daño que he hecho, no puedo reunir el valor para arrodillarme y pedir disculpas. Solo puedo escribir esto esperando que quien lo tenga que leer sepa que soy un monstruo».

Apretó los labios.

«Kirán jamás me perdonara. Nadie lo hará».

Siguió leyendo hacia fechas anteriores para ver si encontraba algo más, algo útil, algo para que al menos las palabras de la maestra mayor se conservaran en ese templo, para que ella no fuera otro guardián más olvidado junto a miles más. Y era su forma de olvidarse de ella...

«Casi lo mato. No entiendo que sucedió conmigo, pero casi lo mato. No es mi culpa, ¿verdad? Es él y su sangre perversa... Además, él tubo la culpa de que robaran el silbato y el mapa. No. Estoy convencida de que él entregó esas cosas y dejó que se marcharan. Dejó que él se marchara. Si ese guardián no hubiera estado ahí, si él no hubiera nacido, nada de esto hubiera sucedido. Obviamente es su culpa... Pero no entiendo por qué sus gritos siguen en mi cabeza, y por qué siento que ella me odiaría si supiera esto».

«Espero que despierte pronto, si no lo hace... Kirán, si lees esto, cambia su vida por la mía. Debe quedarse en el Templo, él tiene motivos por los cuáles quedarse, yo no. No quiero seguir otro día aquí».

Sus manos temblaron, pero decidió seguir leyendo más fechas anteriores.

«Este nuevo niño... Ojalá jamás hubiera nacido. No obedece nada de lo que se le ordena. Juega, hace travesuras y rara vez hace los deberes. ¡Hoy lo vi molestando a las gallinas en lugar de recoger los huevos! Jamás debimos aceptarlo, su sangre corrompida no lo hace apto para ser un guardián... Cada vez que lo veo, la ira me invade al recordar lo que sucedió y de dónde viene este malcriado, pero hice una promesa».

«Me recuerda a mí, pero sigo preguntándome si logrará sobrevivir en este Templo en las montañas. Tal vez si lo educo como hicieron conmigo, tenga una oportunidad de que su sangre se redima. Le pediré al maestro mayor que me deje su educación a mí a partir de mañana, solo espero que no se enoje y me castigue por pedir esto».

Frunció el ceño y retrocedió más páginas. Llegó a una fecha antes de que él naciera, 16 años antes aproximadamente, y leyó:

«Reportar esto está prohibido. Si me descubren, me mataran, y cuando este muerta, arrojaran mi diario a las brasas y mi voz se perderá. Sin embargo, no puedo evitarlo, jamás me había sentido así, hasta puedo olvidar todo lo que pasó con el maestro mayor años atrás, y al joven niño guardián. Entre los pasillos lúgubres desde la muerte de la maestra mayor, y de todos los que conocí y me cuidaron, hay una sonrisa en mi rostro.

La vida, aunque este sea un templo de muerte, siempre llega. Una mujer embarazada llegó hace unas semanas con un pequeño burrito viejo. Dijo que iba al oeste y que decidió atravesar las montañas para evitar los bandidos en el desierto. También dijo que no sabía que aquí había un templo. No puedo dejar de pensar lo afortunada que fue... Quizá es Kirán ayudándola.

Ella es joven, tiene el cabello negro como las plumas primarias de los buitres, y los ojos castaños como los árboles en el invierno. Siempre que hablo con ella, tiene una sonrisa en los labios, y cuando estoy libre, me enseña recetas de su pueblo. Justo hoy me ha enseñado a preparar un fermentado que alegra el corazón, y aunque el mío no se compara con el suyo, pude ver una sonrisa en el maestro mayor cuando lo probó.

Su nombre es totalmente diferente al de todos los que han venido antes y al de Kirán. Se llama Morgunstarna, siendo sincera, su nombre me parece hermoso... Ojalá tuviera un nombre como ella».

Pasó otra página.

«Hoy llevé a Morgunstjarna al techo junto a una guardiana mucho más joven que las dos, y las tres miramos el amanecer desde ahí. La mirada de Morgunstjarna mientras miraba el sol no fue la que esperaba, primero su rostro se iluminó al ver los colores en las nubes, y cuando vio el sol salir, sus labios se sellaron y miró al vacío... Me pareció que quería llorar.

Cuando terminamos y bajamos, le pregunté y dijo que la vista le recordaba a su hogar en el sur durante el verano y la primavera. Dijo que ella era del Confín del mundo, de la Oscuridad Menguante. También dijo que en invierno había luces verdes y azules que tocaban la tierra para que las almas se elevaran del suelo y desaparecieran.

Siempre pensé que solo en el Confín habitaban espíritus malvados y oscuridad, un lugar donde el Sol jamás caminaba. Jamás había escuchado de alguien que viviera en las tierras donde yacen todos los males del mundo, pero eso no importa. Yo no creo que venir de ahí sea malo, y tampoco creo que sea malo que ella no crea en Kirán.

Solo espero que el maestro mayor todavía no se haya enterado de que subimos juntas».

«Morgunstjarna me habló de sus tradiciones. Al parecer, envuelven a sus muertos en telas blancas y plantan árboles sobre ellos. Las ramas terminan creciendo tan alto que las luces de colores parecen tocar sus copas. Y luego, sus almas se alzan y desaparecen de nuevo. No van al sol como nosotros ni se quedan en la impureza. Ojalá pudiera decirle esto a alguien más, pero me golpearan si repito profanidades.

No creo que Morgunstjarna sea profana, solo viene de otro lugar».

«Hoy Morgunstjarna me contó por qué huye. Es terrible que una mujer tan joven haya terminado así. Se enamoró de alguien externo a su tribu. Cuando descubrió su embarazo, la echaron y el hombre la abandonó, por eso va al oeste, lejos de Istralandia, lejos de su pasado. Dice que escuchó que Miriasia es un buen lugar para vivir, y quiere que su hijo tenga una buena vida. También dijo que, ya que ella no se quedó en su tribu, su alma volverá a nacer y jamás descansará...

No puedo creer que siga sonriendo después de ser exiliada y rechazada, pero incluso si lo hace, no puedo evitar un tono de tristeza en su voz cada vez que menciona algo de su pasado».

«Decidí huir con Morgunstjarna en cuanto nazca su hija o hijo. Renunciaré a todo, lucharé contra todo, podré morir en el fango, podré jamás regresar al Sol, pero al menos estaré con ella y sabré que está bien. Puede que Kirán y mis maestros me odien, puede que mi cuerpo impuro manche el fuego y la tierra, pero no importa. Quiero hacer algo y eso es ir con ella. Quiero verla feliz al ver un amanecer».

«Nació por fin. La luz del otoño iluminó su rostro justo cuando lloró por primera vez, y por la noche, comenzó a nevar. Todavía es pequeño, pero sus pequeñas manitas se agarran con fuerza a lo que tenga cerca. Llora demasiado también, pero a ninguno de los maestros parece molestarles. Los entiendo, ver a alguien nacer en el lugar donde todo viene a morir es hermoso y una buena señal.

Sin embargo, Morgunstjarna no ha sonreído desde que nació, y cuando lo toma entre sus brazos, su mirada se pierde a través de la ventana. Cuando le pregunto qué sucede, ella responde que nada. Me preocupa».

«Hoy Morgunstjarna me hizo prometerle que cuidaría y protegería a su hijo pasara lo que pasara. Acepté, pero no quiso explicarme por qué me pide algo así. También le pregunté por qué no le ha dado un nombre, no quiso responder».

«No he escrito en semanas. Los moretones de los golpes en mis manos y espalda dolían bastante como para sentarme siquiera. Incluso ahora, mis manos no han saado por completo y me cuesta escribir, y concentrarme, porque él llora, y llora y sigue llorando. Sigue buscando a su madre sin saber que es del Confín, que es una ladrona, una traicionera, una mentirosa, y que ya no está aquí. Debí saberlo cuando dijo que venía del Confín. Solo el mal viene de ahí, solo los Ashyan y sus hijos de sangre putrefacta viven ahí. Soy una idiota.

No le he dicho nada al maestro mayor, que sigue dudando acerca de qué hacer. Su madre robó cosas de Kirán, cosas únicas que nadie debía de tocar, cosas que valen más que la vida misma de este niño sin nombre. Pero si además de los pecados que él y su madre cometieron se enteran de dónde venía ella, entonces el niño dejará de llorar, y tal vez también este sea mi último aliento.

Soy una tonta. Debí decir algo en cuanto pude, e incluso yo misma haría que el niño dejara de llorar, pero fui tonta, hice una promesa... Ahora estoy atrapada con mi propia espada apuntando a mi cuello.

Ciertamente no entiendo. No entiendo por qué Morgunstjarna hizo eso y dejó un mapa y un silbato. No entiendo por qué dejó a su hijo. No entiendo por qué fui tan tonta como para confiar en alguien de la Oscuridad Menguante. No entiendo por qué fui tan tonta como para querer huir con un demonio. Lo que dejó... No compensa nada. Ojalá estuviera muerta».

«Mis manos han mejorado, ya puedo sostener cosas sin problemas, pero el llanto... Cada vez que lo escucho, pienso en tomar una almohada y hacer algo, pero no puedo. Hoy el maestro mayor sugirió ofrecer el niño a Kirán, y yo solo quiero gritarle que está cometiendo un pecado, que está trayendo sangre maldita a un templo sagrado, que es mejor matar al niño que causó que ella se fuera... Si los demás supieran que él no puede ser guardián, lo llevarían a que los buitres se lo comieran vivo...

La extraño. Si no hubiera nacido, Morgunstjarna seguiría aquí, conmigo, no me hubiera mentido, seguiríamos cocinando juntas, no se habría ido. No me habría abandonado a que me destruyeran. Pero la odio al mismo tiempo...».

«Es mi deber quedarme y cumplir la promesa que le hice, pero cada vez que veo los ojos de su hijo la ira se apodera de mí... No entiendo. Morgunstjarna, ¿por qué te fuiste? ¿Por qué me mentiste? ¿Por qué los ojos de tu hijo se ven exactamente iguales a los tuyos?».

«Estoy segura de que si me viera, ella me odiaría, y seguro me seguirá odiando incluso después de la muerte. Yo la sigo odiando».

«Odio ver esos ojos y ese rostro. Cada vez que lo veo entiendo por qué los maestros me golpeaban hasta sangrar: por su bien. Ojalá así aprenda cuál es su lugar en este templo, ojalá deje de ser igual de inútil, ojalá algún día pueda entender todo. Pero hoy, viendo su rostro, deseé con todas mis ganas que este niño hubiera muerto cuando nació».

No quiso seguir leyendo más. 

━━━━━━✧❃✧━━━━━━

N/A ~ 12 de marzo del 2022

Hey, soy yo, esperando que no me odien mucho por la tardanza en las actualizaciones y por este capítulo en general. Esta es la cuarta vez que editw los pensamientos de la maestra mayor, y sinceramente, creo que faltó mucho por cubrir, y que esta fue una manera un tanto floja para contar algo en la historia, pero quise experimentar.

Hay cosas de lo que escribió que no me convencen y que dudé mucho, pero una vez que este capítulo sea publicado y cuando lleguen a esta nota, será difícil convencerles de algo diferente si lo edito. Me ha costado mucho encontrar motivos por los cuáles el odio de la maestra esté justificado o explicado, por más que he pensado, es un personaje con el cuál me cuesta simpatizar. No creo que le haya dado justicia a su personaje, y no creo lograr hacerlo por más que corrija y trate de entenderla.

¿Por qué hizo lo que hizo? ¿Por qué dijo lo que dijo? Con otras de mis historias, me ha sido más fácil descubrir motivos por los cuáles los personajes se comportan de cierta manera, aquí... me cuesta trabajo. Después de escribir todo lo que ella ha hecho sufrir a la gente a su alrededor, aunque mi cerebro entiende que está rota, no puedo entender por qué siguió los patrones que le enseñaron antes y antes por más que lea, investigue y pregunte. Es uno de esos personajes en mis listas de personajes que simplemente no entiendo.

Esto, por supuesto, no justifica el capítulo que salió. Sigue siendo un capítulo que a ojos más experimentados lucirá como amateur, como de principiante o como de un escritor que usa recursos flojos. Seguro soy las tres, pero honestamente, quiero creer que no me importa. Quiero aprender y experimentar en la escritura, y esta historia fue mi pequeño campo experimental de escritura y ahora lo es de edición. Me ha costado mucho trabajo publicar capítulo tras capítulo, por el tipo de texto que subo, porque no es lo que subía antes (I mean, look at what I wrote 7 years ago xD), pero creo que subir la historia me ha ayudado mucho a ver otras cosas en mis historias.

Anyways, ese es mi pequeño mensaje por ahora. También quería aprovechar este espacio para explicar más o menos la dinámica y jerarquía de los guardianes, porque creo que no queda muy clara, y me da hueva explicarla en la historia porque sí soy una escritora floja, ¿va?. 

Tenemos tres roles, ¿por así decirlo?: Maestre mayor, maestre, y discípule/guardián. El último no ha sido mencionado explícitamente durante la historia, pero bueno. Estos roles no son fijos y no son asignados a cierta edad, sino que funcionan similar a los honoríficos (?) O también similar a los roles familiares. Si hicieramos una comparación, el maestre mayor sería como un abuelo, el maestre sería como un padre y el discípule como un hijo.

Estos roles no se asignan del todo con la edad, porque si notan, el guardián llama a su hermano como un igual y no como a otro maestro a pesar de la diferencia de edades. ¿Pero entonces cómo funciona? Por generaciones, por así decirlo. El guardián y su hermano crecieron juntos y fueron educados juntos, por lo que se consideran hermanos, pero quiénes se educaron antes que ellos y que también los educaron son sus maestros y quienes educaron a sus maestros son los maestros mayores. ¿Y luego? Si hay alguien vivo que sea un maestro del maestro mayor del discípulo, también cae en la categoría de maestro mayor.

Es como si a sus tatarabuelos les llamaran abuelos también. 

¿Y siempre hay solo dos? ¿Un maestro y una maestra? No y no. Creo que lo mencioné en otros capítulos, espero, porque si no cree un agujero, pero antes había más guardianes, muchos más, entonces las generaciones eran más grandes. Y la otra pregunta, si el hermano se hubiera quedado, y hubieran tenido más discípulos, ellos dos serían maestros.  

Bueno, lamento esta mega explicación tan poco profesional, pero meh, si tienen quejas la borraré para que ahora no entiendan nada :DDDD Jaja. 

En fin, bais. Si votan y comentan me ayudaría mucho, gente bonita c:

-Rithio fuera



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro