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Capítulo 9

Las condiciones en las que Alan debía trabajar no eran las mejores, sin mencionar que, mientras a los otros integrantes de su grupo les dieron habitaciones cómodas, él fue obligado a quedarse en el cuarto de limpieza del edificio. No había cama y sólo tenía una manta y el piso frío.

—Este es el desodorante de piso que Nara utiliza para limpiar los pisos del museo —se dijo a sí mismo al reconocer el aroma que siempre permanecía en la ropa de su esposa.

Al día siguiente Ayaka fue la encargada de ir a despertar al discapacitado, encontrándolo acurrucado en el suelo mientras abrazaba un artículo de limpieza. La imagen hizo que frunciera el ceño y pateó al rubio un par de veces para despertarlo.

—Despierta, ya amaneció —le dijo para luego salir el pequeño cuarto. Quería dejar ese lugar lo más antes posible para ir por su desayuno de categoría.

Mientras Alexis, Ayaka y Charlotte desayunaban en el salón principal del hotel, el cual no era para nada barato, Alan debió tomar un café frío junto a unas medialunas viejas en la cocina. Suspiró e imaginó que Narahi había hecho el desayuno para ambos, eso le dio ánimos para digerir aquello.

Al terminar fue al estacionamiento porque recibió un mensaje. Irían a interrogar a cada plasmiomorfo de la lista negra. Al ser cuatro, cada uno hablaría con 5 de ellos para terminar lo más pronto posible y obtener más información a cerca de los desaparecidos. Alan nuevamente se encontró dentro de la camioneta junto a esas personas insoportables. Ayaka estaba haciendo un vivo en ese momento para sus fans, Charlotte se estaba haciendo un tratamiento de belleza con crema exfoliante para la piel. Alexis era el peor porque continuaba comiendo y las migas estaban cayendo sobre Alan al encontrarse sentado a su lado.

—Mastica con la boca cerrada —susurró al sacudir su ropa.

—Cállate, ella está transmitiendo —lo calló porque él sabía lo molesto que podía ser que alguien te interrumpiera en plena charla con tus fans y seguidores.

El viaje fue incómodo, Ayaka hacía cosas extrañas mientras hablaba en otros idiomas y el lugar olía a miel y almendras debido a los productos que Charlotte untaba en su cuerpo. Alan sólo quería arrojarse por la ventana del vehículo en movimiento.

Al llegar a la edificio, el cual tenía la fachada de una gran farmacéutica, los asistentes que trabajaban para Venegas les indicaron donde ir. Los guiaron hasta las salas de interrogación, allí debían esperar a que traigan a los plasmiomorfos problemáticos.

—Al menos mi sala de interrogatorio es igual a las demás —pensó mientras estaba sentado en una de las sillas que se encontraba a los extremos de la mesa. No había más muebles y una intensa luz iluminaba todo desde arriba.

Pronto el primer detenido ingresó a la sala. Alan inmediatamente rodó los ojos ya que conocía al joven que se sentó en la otra silla. Confiaba en que él hablaría con alguno de los otros integrantes del equipo pero no fue así.

—Profesor Serrano, cuanto tiempo sin vernos —lo saludó con alegría—. Oh, ese uniforme te sienta bien.

—Hola Seo —respondió simplemente. Ejecutivamente Seo había sido uno de sus alumnos hace años pero gracias a él también tuvo a personal de Venegas siguiéndolo durante un año.

—¿Qué están buscando exactamente? —preguntó el muchacho al ladear la cabeza.

—Nada, es un control que implementarán a partir de hoy —Alan y sus compañeros debían decir eso para que nadie sospeche y así mantener tranquilo al asesino para que no escape. El responsable de las desapariciones podría tener informantes infiltrados—. Si cumplen con todas las condiciones habría la posibilidad de quitarte de la lista negra —agregó para luego mirar a Seo. El muchacho sonrió de lado, su expresión era de incredulidad y sorpresa.

—Wou, eso sería muy bueno. Dejaría de tener vigilancia todo el tiempo y podría viajar. Quiero conocer el mar -comentó Seo emocionado, sin embargo su expresión cambió—. ¿No estarán engañándome?

—¿Eh?

—El Alan que conozco nunca trabajaría con Venegas... Él los odia tanto como yo.

—Idiota, mira quién habla de engañar —él extendió su cola y golpeó a Seo, inmovilizando su cabeza contra la mesa—. Por tu culpa Venegas estuvo persiguiéndome por un año, todo porque a ti se te ocurrió hacerte pasar por un animal exótico para vivir en un zoológico sin preocupaciones.

—Arg... S-Si eres tú —apenas respondió. Había provocado la ira de Alan.

Luego de graduarse, Seo había pensado que no habría problema hacerse pasar por un ciervo albino en vías de extinción. Los humanos al verlo supuestamente herido, lo llevaron a un zoológico donde cuidaron de él. Tenía comida, extensos campos para correr y era como una celebridad. No debía trabajar al tener una forma animal, todo era perfecto hasta que Venegas lo descubrió.

Los humanos que visitaban el zoológico se preguntaron qué había pasado con el ciervo albino y la justificación fue que los cazadores furtivos habían pagado una gran suma de dinero a los cuidadores para que les dejaran dispararle al ciervo dentro de su propio habitad.

—Les dije una y mil veces que no tenías nada que ver —comentó Seo luego de que Alan lo soltara.

—Te advertí de que si te quedabas en la Tierra debías vivir como un humano —respondió mientras el joven apartaba la mirada con recelo.

—Dejemos de hablar de mí, ¿qué haces trabajando con Venegas? ¿Tiene algo que ver con las desapariciones?

—¿Cómo sabes de eso? —cuestionó el rubio.

—Los rumores se esparcen rápido y además Venegas reunió a todos los de la lista negra. No hace falta ser un genio para saber que algo grande está pasando —concluyó Seo, intentando descifrar qué ocultaba la mirada seria y fría de Alan—. Lo más impresionante es que cooperes con ellos, ¿qué está sucediendo?

—Estamos buscando a los desaparecidos —se limitó a responder—. Venegas sospecha que alguno de los plasmiomorfos problemáticos está relacionado.

—Yo no, mis Mediadores son testigos. Vivo con ellos y controlan mis horarios las 24 horas.

—Está bien, Venegas revisara la información para quitarte de la lista de sospechosos —comentó Alan.

—Me gustaría salir de la lista negra. Ya pasó mucho tiempo —murmuró Seo cabizbajo.

—Intenta convencer a tus Mediadores. Pasaron años y tienes buen comportamiento, tal vez te lleven a conocer el mar al menos —le aconsejó el rubio. Haciendo que Seo levante la mirada y sonría.

—Es una buena idea, gracias profesor.

—Ya puedes irte, yo esperaré al siguiente —Alan le indicó la puerta, restándole importancia al agradecimiento. No era para tanto.

—De verdad gracias —insistió su ex alumno—, y ten cuidado, todos sabemos como Venegas trata a los discapacitados.

Alan sintió, Seo tal vez ya estaba consciente de su situación. Lo conocía y era cierto, ambos odiaban a Venegas. La intimidación y las amenazas eran recurrentes si no obedecías sus reglas o si sólo naciste diferente. El último caso era el más injusto.

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