Capítulo 8
Mateo y Mael recibieron a uno de los portavoz de Venegas, ya estaban listos para eliminar a la humana. Sin embargo se sorprendieron al tener que llevarla a un departamento que estaba bajo el control de la organización. Allí estaría incomunicada, vigilada en todo momento aunque también estaría cómoda y sería alimentada.
—Genial, vamos a tener un humano de mascota —comentó Mateo, claramente frustrado y desanimado.
—Deja de quejarte, además estamos juntos en esto, ¿no? —respondió Mael mientras alzaba a la mujer inconsciente en sus brazos. Ellos la habían sedado para transportarla de manera fácil y segura.
—Si... juntos —comentó Mateo en un tono desanimado, detalle que pasó desapercibido por su compañero.
Ambos dejaron de hablar para enfocarse en su trabajo. Mientras uno llevaba a la humana al departamento, el otro debía encargarse del tedioso papeleo. Mateo fue el pobre desgraciado que debió hacer la parte más difícil, teniendo que ir a hablar con el jefe de la mujer y además debía hacer las malditas compras. La situación era frustrante porque no estaba acostumbrado a cuidar de alguien además de él y ahora, de un día para el otro, debía ser el guardián de una humana. Había caído muy bajo por culpa de Alan.
Mientras esperaba su turno en una de las largas filas, comenzó a imaginar cómo serían las cosas si cambiara a su forma bestial en ese instante. ¿Qué pasaría si decidiera acabar con todos los presentes? No habrían más filas, no tendría que hacer las compras.
—Me sentiría... libre —susurró para sí mismo.
Mateo fue regresado a la realidad cuando algo tocó su brazo, al mirar notó que se trataba de un niñito que jalaba de su camisa. La madre se dio cuenta y lo alejó de manera cuidadosa.
—Lo siento —se disculpó con el castaño para luego decirle al pequeño que no debía molestar a los demás. Mateo los observó por un momento para luego apartarse, dejándole el camino libre a la madre.
—Hay una mujer con su bebé en brazos —alzó la voz y llamó la atención de las demás personas. Todos le cedieron el lugar a la madre, haciendo que llegara a la caja rápidamente.
Mientras tanto, su compañero tampoco tenía un trabajo fácil, Mael debía lidiar con la humana y el sedante ya estaba perdiendo efecto. Él entró a la habitación y dejó a la mujer sobre la cama, debido a esto su cabello quedó revuelto así que se dispuso a peinarse ante el espejo del armario. Sus rizos oscuros eran difíciles de controlar aunque no imposible y, al terminar de peinarse, observó a la humana moverse levemente.
Él tuvo una idea para cambiar la primera impresión que ella tenía, por lo que esperó pacientemente unos minutos. La mujer ya comenzaba a abrir sus ojos con pesadez y vio una sombra sobre ella.
—¡Ahhh! —gritó cuando su vista se aclaró y pudo distinguir a Mael sobre su cuerpo. Él sostenía el peso con los brazos, los cuales estaban a cada lado de su cabeza.
Narahi todavía sentía su cuerpo adormecido, no podía moverse y su corazón latía rápidamente por el miedo. La sensación era parecida a sufrir una parálisis de sueño, aunque ella sabía que el monstruo si era real.
—Este es tu nuevo habitad a partir de ahora —le dijo al inclinarse, provocando que el pecho de la mujer subiera y bajara al encontrarse muy agitada. Mael estaba conforme con esa reacción, se deleitaba—. Vamos a llevarnos bien, ¿de acuerdo?
Narahi ya estaba muy pálida y sólo asintió con la esperanza de que la dejara en paz de una vez. Lo vio sonreír luego de su respuesta más no se apartó.
—No te oí, ya todos sabemos que no eres muda —comentó llevando su mano al delgado cuello de la mujer—. Usa tu voz ahora que puedes —agregó haciendo un poco de presión.
—E-Está... bien —Narahi hizo un esfuerzo y llevó las manos hacia el agarre de su cuello. Apena pudo responder y comenzaba a faltarle el aire.
—Bien —Mael ya estaba satisfecho por lo que la soltó, sin embargo un vector se interpuso entre él y la mujer, arrojándolo fuertemente contra la pared de la habitación. Mateo ya había regresado y estaba furioso, demostrándolo con la fuerza con la que inmovilizaba a su compañero contra la pared.
—¿Qué carajo estás haciendo? —preguntó en un tono severo y amenazante—. Si llegaste a hacerle una marca, Venegas nos castrará a ambos.
—Volverían a crecer —respondió el rizado de manera despreocupada para luego apartar a Mateo, el vector contra su pecho ya comenzaba a quitarle el aire.
—Eso no importa, me preocupa nuestra reputación idiota —le recriminó—. Años de un trabajo impecable arruinados por tu estupidez.
Mateo le dio un vistazo a Narahi, notando que había presencia la discusión sin embargo se mantuvo a raya. Él pudo observa las marcas que Mael había dejado en su cuello, las mismas comenzaban a ser más notables. Debido a ello tomó al rizado con uno de sus vectores y lo arrastró fuera de la habitación.
—Nos vemos después, Mateo necesita liberar un poco de estrés —le dijo Mael, mostrándose indiferente a la situación ya que era algo que pasaba normalmente.
Su compañero constantemente descargaba su frustración en él, era su saco de boxeo y sólo debía soportar unos minutos de dolor hasta que Mateo volvía a sentirse bien. Esa vez no sería diferente por lo que lo llevó a la ducha del departamento, para que limpiar sea sencillo si algo de sangre salpicaba.
Mateo comenzó arrojándolo al suelo cubierto de azulejos blancos, repitiéndole que no vuelva a tocar a la humana o él mismo lo entregaría a Venegas. No le importaría los años de amistad que tenían, para él, el trabajo estaba antes que nada.
—¿Q-Qué fue... e-esta vez? —le preguntó mientras recibía repetidas patadas en sus costillas. Mael sólo podía relajar el cuerpo y esperar a que terminara—. ¿Tráfico? ¿U-Una fila interminable? ¿Huma-nos insoportables o el i-irritante llanto... de los niños? —él es interrumpido por una patada que rompió su mandíbula.
Para ese momento Mateo se encontraba agitado y se detuvo. Mael se incorporó lentamente mientras sentía que sus huesos se había convertido en engranes viejos y oxidados. El rizado se acercó al espejo del baño para observar su rostro, llevó su mano a la mandíbula y acomodó su quijada. Ésta, al igual que el resto de sus heridas, sanaron en cuestión de segundos sin siquiera dejar cicatrices. Su habilidad de cambiar de forma también le daba la ventaja de sanar cualquier tipo de herida.
—¿Eso es todo? —comentó mientras tronaba su cuello. El rizado recordaba perfectamente como la última vez su brazo derecho había sido cortado repetidas veces hasta el hueso y sus piernas acabaron rotas.
—La humana puede escucharnos —Mateo dejó el cuarto de baño tras decir eso, ya que debía preparar la cena para la detenida.
En la habitación, Narahi se encontraba abrazando sus piernas. Conteniendo sus lágrimas al no saber qué había pasado con ella mientras estaba inconsciente. Al no haber probado agua por horas, ella no pudo contenerse y bebió el vaso de agua que ellos le ofrecieron. A los pocos minutos comenzó a perder el control y todo se volvió negro, para luego despertar y presenciar todo aquello.
No podía conservar la calma, su instinto de supervivencia le ordenaba huir de ese lugar, correr a donde sea. Pero estaba segura que sería cazada, además Alan estaba esforzándose mucho y él consiguió que no los ejecutaran. También debía ser paciente y confiar en que todo volvía a ser como antes.
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Datos de los personajes
Cuando Narahi tiene problemas para dormir, su gato Cocito, duerme en su almohada para relajarla con sus ronroneos.
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