Capítulo 5
Venegas ordenó a los Mediadores de Alan Serrano llevarlo a un centro comercial para ponerlo a prueba. Todo dependía de él para que Narahi fuera liberada de su sentencia, según Mateo debía identificar a todos los plasmiomorfos del lugar y su ubicación luego de recorrer las instalaciones.
—Me sorprendes Alan, pensaba que ya no podía esperar nada más de ti —comentó Mateo, él y su compañero caminaban junto a Serrano de forma casual por el centro comercial, tal y como lo harían los amigos—. Pero... ¿Formar el enlace con un ser humano? Eso está a otro nivel.
—¿Funcionó? —preguntó Mael curioso.
—No —contestó Alan. Él siempre le había advertido a sus alumnos acerca del enlace, una conexión que individuos de su especie realizan para compartir información a través del pensamiento, se establece a base de confianza, amistad o amor con un beso. Pero si los involucrados no son compatibles podría resultar muy mal.
Luego de tantos años Alan deseó formar el enlace con Narahi pero, como si fuera una broma cruel del destino, no fue posible. Sólo podía guardar en su memoria lo que sintió con aquel beso. Sin embargo se consoló con su casamiento, tenían esa conexión pero tampoco podía llevar su alianza.
Él es regresado a la realidad cuando Mateo palmeó su espalda, diciéndole que no se sienta triste, después de todo a él nunca le interesó el enlace y lo consideraba un peligro para el bienestar mental.
—Podemos comer algo mientras hacemos esto —propuso Mael, después de todo no tenían un límite de tiempo y llamarían la atención si sólo llegarán y se fueran tan rápido del centro comercial.
—Está bien —respondió Mateo.
—Genial, haré el mal tercio —murmuró Alan, haciendo que los otros dos lo golpearan.
Actuando como amigos, ellos van a comer en la plaza de comidas, Alan no comió nada porque no estaba de ánimos. Muy al contrario, sus acompañantes se encontraban animados, hablando de cosas triviales de sus vidas humanas.
Después del almuerzo reanudaron el recorrido, visitaron tiendas y fingieron comprar algo antes de marcharse. Alan en todo momento se mantuvo callado, no le apetecía hablar con alguien más hasta que regresaron frente a Venegas. Nuevamente él se encontraba en la sala de reuniones, todos esperaban a que el líder hablara.
—Bien Alan, ¿cuántos plasmioformos se encontraban en el centro comercial? —cuestionó, a lo que todas las miradas cayeron sobre el rubio.
—Sin contarnos a los Mediadores y a mí, habían 6. Uno como guardia de seguridad, dos en el patio de comidas, había uno en el cine y los otros dos eran trabajadores de tiendas de ropa —comentó Alan con seguridad, Venegas tenía los datos en la mesa y efectivamente él tenía razón.
—Ya que Alan Serrano fue capaz de probar que tiene la habilidad de identificar a los de nuestra especie, podemos considerar su propuesta de buscar a los desaparecidos a cambio de liberar a la humana de su sentencia. ¿Quién está a favor?
El líder esperó un momento, dándole tiempo a los demás integrantes para decidir. Con la mayoría de los votos a favor y otros en contra, Venegas finalmente revocó la sentencia de Narahi. Pero sólo por un mes, le darían ese tiempo a Alan para que cumpla con el objetivo, mientras tanto mantendrían a la humana detenida.
A pedido del rubio, él visita una vez más a Narahi. Ella se veía mucho más preocupada, sin embargo la tranquilizó con un abrazo.
—Hay buenas noticias, no van a ejecutarnos —le dijo, viendo unas cuantas lágrimas de alegría en sus ojos café—. Pero a cambio debo trabajar para ellos, te mantendrán aquí hasta que yo cumpla con sus expectativas.
—¿Trabajar? ¿En qué?
—Te lo explicaré luego, mis Mediadores, Mateo y Mael se encargarán de cuidarte mientras no estoy —al oír esto Narahi se aferró a él en un abrazo apretado.
—¿A dónde irás? No te soltaré hasta que respondas —le aseguró, por lo que Alan le dio una sonrisa.
—Estaré bien, lo prometo —murmuró al separarse lentamente luego de darle un último abrazo como despedida—. Piensa que estas son vacaciones durante un mes, ellos se encargaran de hablar con tu jefe.
Narahi simplemente asintió para luego verlo salir de la habitación, él parecía triste, sin embargo notó algo alrededor de su cuello. Se trataba de su alianza transformada en collar con un cordón, Alan no pudo evitar sonreír ante ese adorable gesto. Usó el cordón de una de sus zapatillas... que hábil, pensó.
—Te ves muy feliz, para estar a punto de ir a una misión suicida —le dijo Mael—. Sabes perfectamente que para Venegas eres carne de cañón.
—Lo sé —respondió mientras caminaban por los pasillos—. Si algo le sucede a la humana, yo personalmente buscaré el pozo en donde tú y Mateo se esconderán para destrozarlos. Esperaré a que sus extremidades se regeneren para desmembrarlos una y otra vez, cuando me canse de torturarlos puede que piense en asesinarlos.
—Es una amenaza muy rebuscada —comentó sin darle importancia.
—Lo mismo para Venegas —murmuró con los dientes apretados.
—Te sugiero que no agregues más delitos a tu expediente.
Por su lado Narahi soltó un suspiro, no sabía qué haría con ella, si bien confiaba en las palabras de Alan no podía confiar en los otros plasmiomorfos. No los conocía y ya le había quedado claro que discriminaban a los humanos.
Ella se arrinconó en una esquina de la habitación cuando abrieron la puerta. Esta vez se trataba del castaño de ojos verdes llamado Mateo. Él sólo la tomó del brazo y la jaló con fuerza para sacarla del cuarto.
—¿A dónde m-me llevas? Ah —dijo al sentir que el agarre se hacía más fuerte cuando ponía resistencia—. Puedo caminar sola.
—Mientras Alan trabaja deberás quedarte en las instalaciones, no hablarás con nadie, no podrás tener celulares u otro objeto de comunicación —comentó, ignorando las preguntas de la mujer acerca de qué pasaría con su trabajo—. Tendrás tres comidas al día, un baño y una cama —finalizó al hacerla entrar a otra habitación, era un poco más grande que el otro cuarto pero seguía cautiva.
—Oh sí, gracias —respondió ella en un tono sarcástico.
—Desde ya Venegas espera que cooperes con nosotros así como Alan lo está haciendo.
—¿En que podría servirles? —cuestionó desconfiada, mirando cómo Mateo se sentó en la silla de la habitación junto a una grabadora. Él la acciona y comienza a hablar.
—No podemos dañarte ni nada por el estilo. Pero Venegas quiere saber sobre tu relación con Alan Serrano, seguramente ya estás consciente de lo que significa que uno de nosotros haya contraído matrimonio con un ser humano —el castaño dio una pausa, esperando que ella agregara algo pero no pasó—. El solo hecho de saber de la existencia de nuestra especie en tu planeta ya es algo insólito.
—Sin subestimar sus habilidades de infiltración, es imposible que sea la primera humana que haya descubierto su secreto.
—Corrección, el único ser humano que continúa con vida —dijo con una media sonrisa—. Por favor responde con la verdad todas las preguntas personales que te haré a continuación; ¿cuánto tiempo llevan casados exactamente?
—5 años —respondió con algo de duda en sus palabras.
—¿Cuántos años llevan de conocerse?
—Unos 15 años más o menos —murmuró, no sabía si contaban también los meses en los que ella sospechaba y lo seguía para asegurarse de que no era humano.
—¿Cuánto tiempo llevan conviviendo?
—Apenas un par de meses —dijo cabizbaja, repitiéndose una y otra vez que no debió insistir en convivir.
—¿Ya intimaron?
—No.
—Los humanos tienen un libido muy activo o alto, no tienen temporadas de celo y eso los hace más erráticos e impredecibles —le explicó en un tono serio.
—No tuvimos relaciones —aclaró la mujer entre dientes.
—¿Por qué no? Nuestra especie puede replicar a la perfección a los humanos, incluyendo los órganos sexuales —dijo Mateo, hablando con absoluta normalidad. Eso incomodaba un poco a Narahi pero mantuvo la calma.
—Soy asexual, Alan lo sabe y me aceptó como soy —contestó a la defensiva. Mateo la miró fijamente en silencio, observando sus ojos en busca de un ápice de mentira o engaño.
—Lástima —soltó el castaño, dejándola confundida—. Si hubieran tenido un bebé, Venegas podría haber experimentado con él.
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