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Capítulo 9

30 de Mayo de 2024
Zaragoza, España.

¿Quien carajo eres? —gritó con furia, mostrando el arma. —Responde joder, porque te pegaré un tiro en la frente.

Permitanme contarles, de que forma he llegado, a esta situación.
Fue descuido creo, o demasiada curiosidad.

La noche anterior, me encontraba saliendo del hospital, le he dicho a Nicolas que iría a apoyar en una consulta psiquiátrica fuera de la ciudad.

¿Se enojaria conmigo al enterarse la verdad? Definitivamente.

Pero antes de que me odien, dejenme adelantarles que lo he llamado tres horas luego, y la conversación ha sido la siguiente.

—Valeria. —atendió el celular, sonando algo cansado.

—No iré a una consulta, estoy caminó a Zaragoza. —solté, manejando.

—¿Que carajos? —inquirió, su voz había cambiado. —Valeria, por favor dime que planeas hacer.

—Tengo información de Julia. —mencioné.

—Joder Valeria, envíame tú ubicación, salgo para allí. —suspiró.

—Yo puedo sola. —aseguré. —Te lo he dicho para evitar mentirte.

—¡Que no! ¡Que no puedes sola! —gritó. —Deja de ser tan terca y permítete recibir ayuda.

—Te mandó la ubicación. Estoy entrando al lugar. —murmuré y colgué el teléfono, luego le envié la ubicación en tiempo real.

¿Pedí su ayuda tarde? Si.
¿Me arrepentiría? Toda una vida.

Estacione el auto, algo lejos del lugar, no quisiera que alguien le tome los datos, aunque eso no sería lo peor que podría pasarme.

La ubicación me ha llevado a un callejón, donde al entrar se encontraba un edificio abandonado, en ruinas, cayéndose a pedazos, y la suciedad era inaguantable.

—Joder. ¿En estos lugares se ha metido Julia? —cuestioné.

Minutos luego, solo escuché gritos, y un dolor inmenso.
Desperté una hora luego creo, atada, en el suelo, y con una cinta en mi boca.

Comencé a moverme con desesperación, tal vez con la esperanza que al menos, me saquen la cinta.

Así lo hicieron.
Dolió.

—¿Quien carajo eres? —gritó con furia, mostrando el arma. —Responde joder, porque te pegaré un tiro en la frente.

—¡Por favor! Se lo puedo explicar. —balbuce.

—Es tan bella. ¿De verdad la matarás? —preguntó otro de los hombres, quien se inclinó, hasta llegar a mi altura. —Mira, esos ojos.

Joder, prefiero la muerte antes de que mi cuerpo se vea atacado, por alguno de ellos.

¿Existe un Dios? Si es así, solo le ruego, algo de piedad.

—Escucha cariño, te quitaremos la venda de la boca, y nos responderás algunas preguntas. —murmuró el hombre a mi lado. —No alzaras la voz, estarás tranquila.

Asentí con rapidez, a los pocos segundos tal y como dijeron, me quitaron la venda.

—¿Quien eres? —preguntó, el hombre quien me apuntaba con el arma. —¿Quien te envió?

—Soy Valeria Saavedra. —solté, rápidamente.

¿Enserio les he dicho mi nombre? Vaya gilipollas.

—Saavedra... —susurró. —¿Eres la hermana de Julia?

—Si. —respondí. —¿Me dejarán ir?

—Sabes que, ella nos ha hablado de que tenía una hermana, quien era perfecta. —contó el hombre a mi lado. —Un gusto conocer a la menor de las Saavedra.

No han contestado a mi pregunta. ¿Me dejarán ir?

—¿Por que estas aquí? —cuestionó. —No es lugar para alguien como tú... Joven, y profesional.

—He hablado con Pablo Garcia. —aseguré. —Les prometo que si me dejan ir, no volverán a saber de mi.

—¿Donde esta ese imbécil? —inquirió.

Aquí la pregunta es...

¿Que sucede si les digo la verdad?

¿Seré egoista?

¿Tengo que elegir?

¿El o yo?

Tal vez tiene familia.

Tal vez alguien lo espera, fuera de ese hospital.

Tal vez, el tiene algo que perder.

Tal vez...

—Hablamos hace bastante tiempo, no se absolutamente nada de su paradero. —confesé.

—Baja el arma, amigo. —pidió el chico. —Esta siendo una buena chica.

El otro hombre aceptó y bajo el arma.

Al fin... Me dejarían ir.

¿O no?

—Julia no nos ha mentido. —murmuró. —La menor de las hermanas, es perfecta.

—¿Que saben de Julia? —volví a insistir.

—Tú hermana se ha metido en este mundo. —contó y guardo el arma.

—¿Que mundo? —lo miré, mientras que en mi cuello, se hacían presente algunos besos, y las manos de aquel hombre, se perdían en mi cuerpo.

Joder, no.

—Drogas, contrabando, delitos. —respondió, suspirando. —Saavedra, usted no pertenece aquí, la dejaré ir solo por Julia. Pero no vuelve a aparecerse por aquí. ¿Estamos?

Asentí, mientras mis lágrimas caían.

He tenido que soportar a ese hombre aprovechándose de mi vulnerabilidad, hasta que me ha dejado ir.

Me han desatado, entregaron el celular y se fueron.

Con mis manos temblorosas, he prendido el celular, varías llamadas perdidas de Nicolas, y un mensaje que me ha enviado cinco minutos antes.

Me ha dicho que le falta poco para llegar.

Con dificultad me he ido del lugar, conduje hasta un hotel, en el cual he conseguido una habitación, al menos hasta la tarde.

Me encontraba en la habitación, esperando que Nicolas llegué pronto, y así fue.

—¡Valeria! —exclamó un hombre, entrando y cerrando la puerta tras el.

—Nico. —nombré, para acercarme hacía el y abrazarlo.

—Joder, cariño. —mencionó asustado. —¿Como estás?

¿Que le diría?

Confío plenamente en mi pareja, se que intenta protegerme, también soy consciente que estos actos lo estan dañando.

Pero, ¿Como le diré lo que acaba de suceder?

Ha manejado tres horas, en plena madrugada solo para cuidarme.

¿Merezco que me quieran de esta forma?

Tan sana.

Tan completa.

Tan sincera.

—¿Por que haces esto? —pregunté. —¿Por que sigues conmigo?

—Valeria, te mereces las cosas más bellas de este universo. Aunque a veces no lo creas, eres un ángel, eres lo más sincero y mágico que alguien puede experimentar. —confesó.







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