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Capítulo 6

29 de Abril de 2024
Madrid, España

—¿Creen que si llegue? —preguntó Martinez.

—La planilla lo marca como el médico de guardia. —avisé.

Minutos luego, Alejandro entró al cuarto médico, llevándose la sorpresa por su cumpleaños.

Nuestro regalo se baso en una botella de vino, una gabardina de la cual nos ha hablado y una carta firmada por el equipo.

—Vaya, que no me la esperaba. —mencionó. —Muchas gracias.

Nos abrazo a cada uno, agradeciendo nuevamente el gesto, sacamos algunas fotos, que Martinez insistió...

—Mi regalo era mejor. —burló Martinez.

—Martinez quería hacerte un striptease. —conté.

—Me gustaría haber visto eso. —respondió Ale.

—Los dejaré solos... —dije. —Iré a ver pacientes.

El día siguió con normalidad, hasta un momento en particular, donde las cosas se complicaron.

No estaba bien, no me sentía bien, quería llorar, gritar, romper las cosas, de verdad ya no podía. Me he guardado tanto, que ahora no encontraba la manera de expresarlo.

Me encerré en el cuarto de suministros, comencé a llamar a Nicolas, hablamos y a los pocos minutos, comenzaron a golpear la puerta.

—¡Saavedra, abre! —gritó Martinez.

—Saavedra. —golpeó Alejandro. —Abre la maldita puerta, porque juro que la tiraré.

Cuando Alejandro hablaba por el apellido, significaba que estaba enojado.
Me levanté del piso y saque la tranca, para luego alejarme de la puerta. Al instante se abrió, luego la volvieron a cerrar.

—Valeria. —Nombró Alejandro, acercándose. —No estas sola.

Fue ahí, donde lloré nuevamente, esta vez sentada en el piso, con mis manos agarrando mi cabeza.

—Saavedra. —irrumpió Martinez, para luego colocarse delante mío y tomarme de las manos.

—No puedo respirar. —solté desesperada, agitada. —No puedo.

—Joder. —susurró Alejandro. —Ven aquí. —Estiró sus brazos, con la intención de cargarme.

—¿Quieres que busque una camilla? —inquirió Martinez.

—Que no. —repitió Alejandro y con facilidad me cargo en sus brazos. —Abre.

Al salir de ese cuarto, solo podía ver a los demás mirando, algunos de los médicos y enfermeras se acercaban, pero Alejandro se encargaba de quitarlos.
Mi respiración era agitada, buscando alguna forma de volver a la normalidad.

Estaba casi corriendo, cargando con el peso de mi cuerpo en sus brazos. Al llegar a la sala de urgencias, me recostó en una camilla, cerró las cortinas, mientras que Martinez, preparaba todo para colocarme oxígeno.

—Tranquila, estoy aquí. —murmuró Alejandro mirándome. —Estarás bien.

A los pocos minutos estaba con el oxígeno, aún llorando, de verdad la estaba pasando mal.

Entre llantos, pedí que me administraran algo para calmar mi ansiedad, lo necesitaba.

Martinez se fue y a los pocos segundos llegó con una pastilla.

—Es benzodiacepina, te hara bien. —murmuró Martinez, alcanzandome un vaso de agua junto a la pastilla.

Minutos después, me quité la mascara de oxígeno y los miré.

—¿Como sabían que estaba triste? —pregunté.

—No importa eso. —respondió Ale.

—Nicolas nos llamó y dijo que fueramos a verte. —contó Martinez.

—Martinez, tú eres gilipollas. —insultó Alejandro.

—¿Donde esta el? —cuestioné.

—Esta en camino, llegará en unos minutos. —contestó Martinez. —Descansa. Estamos aquí, no nos iremos.

La medicación me ha hecho calmarme, y logré cerrar los ojos para descansar, aunque luché para permanecer despierta.

Me desperté horas luego, cuando abría los ojos logré visibilizar a Nicolas, quien estaba a mi lado, tomándome de la mano.

—¿Cuando llegaste? —pregunté.

—Cariño. —murmuró. —Hace unas horas, pero te he dejado descansar.

—¿Donde estoy? —cuestioné nuevamente.

—Estas en una de las habitaciones, Alejandro te trajo hasta aquí luego de que te has dormido. —respondió Nico. —¿Como te has despertado?

—Tengo que seguir investigando. —dije.

—Te he dicho que te diría si necesitas parar, es el momento. —afirmó. —Por favor.

Cuando estaba a punto de responder, entró Alejandro con una bandeja de comida.

—Te he traido algo de comer. —avisó, entrando. —¿Quieres pasar la noche aquí o volver a tú casa?

Nicolas me miro, esperando una respuesta de mi parte.

—No quiero volver a mi casa. —recalque. —Pero no quiero que nadie sepa que estoy aquí.

—No te preocupes, nadie lo sabrá. —aseguró Ale.

A los pocos minutos, Martinez entró a la habitación, cerrando la puerta tras el.

—Tengo malas noticias. —contó. —Tal vez tú madre esta dando vueltas en el hospital.

—¿Enserio, Martinez? —inquirió sarcásticamente Alejandro.

Segundos luego...La puerta se abrió, era mi madre. ¿Como me encontró?

—Una enfermera me ha dicho que te vio aquí, pero no quise creerle. —demandó, para luego mirar a Alejandro. —¿Tú eres quien esta cumpliendo años?

—Si, señora. —respondió.

—Feliz cumpleaños. —felicitó Carmen.

—Gracias, señora. —habló nuevamente Alejandro.

—¿Que haces aquí? —irrumpí.

—¿Que te ocurre? —preguntó. —Yo se de que forma puedes estar de ánimo.

—¿Como? —pregunté.

—¿Ustedes han tenido intimidad en el último tiempo? —cuestionó, sin ningún tipo de vergüenza. —Eso implica mucho en el estado de ánimo de alguien, y ustedes son jóvenes...

—Basta mamá. —demandé. —No responderé a esa pregunta.

—Desperdiciaste años de tú vida estudiando psiquiatría y estas así... —suspiró Carmen. —No lo comprendo.

—Si quieres leo mis libros de la universidad nuevamente, tal vez haya algo de como evitar la tristeza. —respondí sarcásticamente.

—Señora... No quiero sonar entrometido. —comenzó hablando Martinez.

—Dejeme decirle que suena exactamente así. —irrumpió Carmen.

—¡Carajo, mamá! —grité.

—La doctora Saavedra necesita descansar... Ha sido un día difícil. —terminó. —Puedo invitarla a retirarse...

—¿Me esta echando? ¿Quien se cree? —enfrentó mi madre, enojada.

—El médico a cargo de la salud de su hija. Así que por favor, le pido amablemente que se retiré, o tendré que llamar a seguridad. —respondió Alejandro, sonando firme y seguro en sus palabras.

—Nicolas... Iniciare una demanda en contra de este médico. —afirmó Carmen.  —Vamos.

—Yo no participaré en nada legal, que involucre a Valeria. —aseguró. —Vayase, por favor.

—Esto terminará mal, se los puedo asegurar. —finalizó Carmen y se fue, azotando la puerta.

—Estuviste firme ante ella, lo hiciste bien. —elogió Martinez.

—Se lo agradezco, Martinez. —sonrió Alejandro, mirándolo.

¿Acabo de presenciar un elogio de Martinez hacía Alejandro? ¿Y el, sonrió? Vaya, que día raro.

Al caer la noche, me trajeron la medicación que debía tomar.
Antes de hacerlo, pensé en demasiadas cosas.

Mi hermana, mi trabajo, y en como esto afectaría mi vida en general. La pregunta era ¿Me arriesgo y sigo investigando? ¿O dejo la investigación por aquí?

La respuesta era evidente... Hubiese deseado que sea diferente.

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