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Capítulo 4

Al otro día, tal y como Nicolas prometió, me acompañó al hospital.

—Valeria, buen día. —saludó Alejandro.

—Buen día. —mencioné. —¿Has tenido guardia?

—No, acabo de llegar. —contestó y miró a Nico. —Buen día, Nicolas. Un gusto volver a verte.

—¿Como estas, Ale? —preguntó mi pareja.

—A ver si convences a tú novia de asistir a la cena médica. —bromeó Ale.

—No te preocupes que lo haré. —respondió.

—¿Estas por algo malo? —inquirió mi colega.

—Me ha venido a acompañar. —mencioné. —Iré a hablar con Pablo.

—¿Quieres que vaya contigo? —inquirió Nico.

—Cualquier cosa te la hare saber. —suspiré.

—Nico, te invitó con un café. —dijo Ale y paso su mano por el hombro de Nicolas.

Ambos se fueron, no sin antes hacerme saber que cualquier cosa los llamé.
Caminé hasta la habitación de Pablo, y entré.

—Buen día Saavedra. —habló Martinez, sin quitar la vista del expediente.

—¿Como sabías que era yo? —pregunté, riendo.

—Las pisadas de tus botas, son inconfundibles, además siempre sueles hacer una pausa de exactamente veinte segundos antes de entrar a cualquier sitio. —confesó y me miró.

—¿Eh?

—Que es broma Saavedra, no me mires así. —expresó. —Acaba de pedir por ti, creí que ya te llamaron.

—Nadie me ha llamado. —mencioné y tome mi celular, en ese momento le entró una llamada, era el número del hospital. —Ahora me están llamando.

Atendí y les hice saber que estaba en el hospital, que me habían avisado y pasaría a ver a Pablo.

—Bueno, los dejo. —mencionó Martinez. —Nos vemos luego.

Martinez se retiró, yo quedé a solas con Pablo.

—Buen día. —saludé. —¿Como te encuentras hoy? Has pedido por mi.

—Por favor, déjeme ir. —pidió. —Ya no aguanto más esta cama de hospital.

—Por el momento no te voy a dar el alta médica, no te veo listo para la vida fuera, no por el momento. —comenté.

—Debía llegar a usted de alguna forma, el intento de suicidio fue planeado, sabía que no iba a morir. —confesó.

—¿Como es eso? —pregunté.

—Eres igual a Julia... —suspiró y se levantó de la cama.

—¿Conociste a Julia? —cuestioné, aún alejandome.

—Ella no se suicidó, no se deje engañar. —mencionó, acercándose aún más. —Ve a donde era su apartamento, encontrarás algo allí.

—Gracias, Pablo. —lo miré.

A pesar de agradecer, el paciente no se alejó, se acercaba aún más, mientras mi espalda tocaba la pared.

—Julia. —nombró.

Mi espalda tocó el botón de emergencia, donde le avisaría a médicos y enfermeras.

—Ese cuerpo... Vaya, eres igual. —comentó, colocando sus manos en mi cintura.

Tomé sus manos y lo alejé, cuando quise salir del lugar, volvió a acorralarme, esta vez con más violencia, ya no era tan fácil irme, sus manos apretaron mi cuello.

—Quieta.

En menos de dos minutos, han llegado Alejandro junto al doctor Martinez, detrás de ellos estaba Nicolas.

—Saavedra. —gritó Martinez y se acercó para quitar a Pablo, quien se mostraba con cierta resistencia.

Segundos después han llegado las enfermeras, lograron inyectar a Pablo, por unas horas estaría tranquilo.

—Mi amor. —suspiró Nico, acercándose, me abrazo. —Tranquila, estoy aquí.

—Nicolas, llévala a la habitación 324, esta libre. —pidió Alejandro. —Iremos al resolver que hacer con Garcia.

—Puedo hacerle el pase médico para una clínica de salud mental. —comenté.

—No volveras a arriesgarte. —aseguró Martinez. —Quedas fuera de la atención de este paciente.

Dicho eso, Nicolas me llevó a la habitación, cerró la puerta e hizo que tomará asiento en la cama.

—El no dejaba de acercarse, me paralice. —solté, con mis lágrimas cayendo.

—Lo se, cariño. —tranquilizó Nico. —¿Que te dijo?

—Conoció a Julia, me dijo que vaya al que era su apartamento. —conté.

Nicolas estaba a punto de responder, pero Alejandro Interrumpió.

—Martinez se quedó completando el expediente y charlando con el psiquiatra de guardia. —mencionó Ale. —¿Como te sientes?

—Estoy bien. —dije.

—Valeria, escucha. —suspiró y me miró. —Si te hizo algo, podemos buscar ayuda. Pero no te lo guardes.

—No me hizo nada, de verdad. —asegure.

Alejandro simplemente me dedicó una mirada tranquilizadora, mientras que Nicolas me abrazo.

—¿Quieres el día libre mañana? —inquirió Alejandro.

—Estoy bien.

—Necesitas parar. —susurró Nicolas. —Por favor.

Al fin y al cabo accedí, con Nicolas nos retiramos casi enseguida a nuestra casa, al llegar, a los pocos minutos nos sorprendió la visita de mi madre.

Vaya día.

—Que maldita costumbre de desaparecer por días, Valeria. —reclamó mi madre. —Me tienes sin dormir.

—Buenas tardes para ti también. —mencioné, sarcásticamente.

—¿Como tú no le dices nada de esas actitudes? —preguntó y miró a Nicolas.

—Déjalo en paz, joder. —pedí.

—Vaya carácter. —bufó Carmen.

Sin esperar un segundo más, me fui a mi habitación, Nicolas me siguió.

—¿Quieres que le diga que vuelva en otro momento? —preguntó.

—Hazlo. —Respondí.

Nicolas se fue nuevamente al living, yo me asomé para escuchar lo que decía, pero no me esperaba para nada, el comentario de mi madre hacía mi pareja.

—Carmen, ¿Puedes venir otro día? Debemos salir y vamos tarde. —mencionó amablemente mi novio.

—Nicolas, mi hija no te merece. —confesó Carmen. —Tú eres demasiado para ella.

—Su hija merece lo mejor de este mundo, y tal vez no lo soy, pero lo intento todos los días. —respondió. —Y yo, merezco alguien como ella.

—Estas equivocado, querido.

—Le voy a pedir amablemente, que esos comentarios sean fuera de la casa que comparto con su hija. —suspiró Nicolas, abriendo la puerta. —Que tenga buena tarde.

—Terminarás sufriendo, hazme caso. —insistió y se fue.

Nicolas volvió a entrar, yo me acerqué lentamente hacía el.

—Escuche todo. —conté. Con lagrimas en los ojos.

—Ven aquí. —susurró, para luego rodearme en un cálido abrazo. —Te amo, ella no sabe lo que dice, tú madre no sabe la excelente persona que eres, y como me haces sentir.

Mi vida fue más completa desde que Nicolas esta en ella, me demostró un amor inmenso, una paciencia que nadie la ha tenido antes, y me genera seguridad.
Es el amor más puro que puede existir.

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