Capítulo 11
30 de Junio de 2024
Madrid, España.
La noche había llegado, con ella traía fin a tan horrible día.
Salí del hospital y llegué a mi casa.
Mi vehículo en la puerta. Bien
Abro la puerta y lo que me encuentra es...
—¡Ha llegado! La psiquiatra de la familia. —mencionó Carmen, irónicamente.
—Mamá. —solté. —¿Podemos hablar?
Le hice señas a Nicolas de que se fuera y así lo hizo.
—Te necesito mamá. —confesó. —No puedo más.
—Mi pequeña de cabello rubio. —suspiró y me abrazo. —Podrás con todo lo que se presente.
El abrazo de mi madre, era lo que necesitaba. Sentir un amor maternal.
Solo sentía, la extraña necesidad de despedirme, o anticiparme a si algo malo me pasa, y estaba en lo correcto.
—¿Me permites un consejo? —preguntó Carmen.
—Claro, mamá. —asentí, emocionada. Mi madre me aconsejaría.
—Terapia sexual, por favor. —lanzó. —Hay buenos especialistas, deben charlar esas incomodidades en la cama.
—Nuestra vida sexual es excelente, joder, de verdad lo es. —conté. —No iríamos a un terapeuta sexual, no haremos gastos innecesarios, y sobre todo. Deja de meterte en mi vida, joder.
Horas después, tocaron el timbre y me dirigí a abrir. Nicolas y Carmen estaban en el segundo piso, pues mi pareja insistió en saber la opinión de mi madre, respecto a una decoración.
—Un gusto, Doctora. —susurró un hombre.
No entendía nada, hasta que me han tapado la cabeza y llevado a un lugar, no se a cual.
Espero que noten pronto mi ausencia.
—Mire doctora, estamos en frente a su casa, así que no tiene porque preocuparse. —comenzó.
—Nos hemos enterado que esta revolviendo mierda, lo cual no le conviene. —siguió. —¿Me entiende?
—No volverá a suceder. —Prometí.
—No caeremos dos veces en ese juego, tú hermana repetía lo mismo. —contó.
—¿Usted la mato? —pregunté. Con miedo a la respuesta.
—Doctora Saavedra, tú hermana se suicidó, para evitar que nosotros y los demás, matemos a toda su familia.
—Joder.
—Saavedra, no vamos a tener piedad ni compasión, te has metido en un mundo realmente jodido, del cual no podrás escapar. Eres nuestra. ¿Entendido? —artículo.
Solo asentí ante aquella ¿Amenaza? Me dejaron ir, y volví corriendo a mi casa.
—Nico. —llamé.
—Amor, ¿Donde estabas? Desapareciste de la nada. —cuestionó Nico, preocupado.
—Debo ir al hospital. —avisé.
Esa conversación fue oída por mi madre.
—¿Me invitas a tú casa y luego te vas de la nada? ¿Que clase de anfitriona eres? —suspiró, pero tomó sus cosas y se fue, aunque antes de salir. —Tú no eras así Valeria, esto terminará mal.
No la escuche, pero en el fondo, muy en el fondo, sabía que cargaba con algo de razón, pero nunca se la otorgaría.
Mi madre se fue, mi pareja quedaría trabajando en algunos casos en los cuales necesitaba concentración, aunque antes de irme...
—Con que terapeuta sexual. —mencionó Nico.
—Mejor cállate. —amenace.
—Podrías callarme. -demandó Nico y se acercó. —¿Puedo?
—Joder, Nico. —suspiré.
Sus manos hicieron contacto con mi cuerpo.
—Para. —demandé.
—Perdóname cariño, aún no te sientes lista. —reconoció. —Fue mi error.
—No tienes la culpa.
Nos despedimos y abrazamos.
Yo me fui al hospital, necesitaba información.
Soy consciente que no podré ir a ver a Pablo tan fácilmente, pero usaré una técnica, la cual, espero que funcione.
Convenci al guardia de seguridad de que me debe permitir entrar al sanatorio de salud mental, ya que debía firmar planillas importantes y ver algunos pacientes.
Me permitieron el paso, era fácil al figurar como una psiquiatra que puede entrar y salir en todo momento.
Mi mejor amiga trabaja como enfermera en tal lugar, ella me ayudaría. Me guió donde Pablo.
—Pablo. Soy la doctora Saavedra. —irrumpí. —¿Por que se suicidó mi hermana?
—La han vuelto loca, la perseguían, amenazaban, y ella temía por su vida, pero también por la de usted. —respondió. —Doctora, si a usted le sucede lo mismo... Créame, ese mundo no tiene una salida. Cuídese.
Agradecí las palabras y me fui, en shock, claro. Fui al baño a lavarme la cara, tenía que demostrar tranquilidad ante todo.
Luego, cuando entré al cuarto médico, solo estaban Alejandro y Martinez.
Martinez revisando el refrigerador, al fin y al cabo se decidió por una manzana, mientras que Alejandro, leía el diario y tomaba un café.
—Saavedra. —saludó. Con una manzana en su mano.
—Buen día. —devolví aquel saludo y tome asiento al lado de Alejandro.
—¿Cómo estas? —inquirió, preocupado.
—Estoy bien, de verdad. —solté. —¿Y tú?
—Bien, nada nuevo que contar. —tomó un sorbo de café y se encogió de hombros.
—Oye, Martinez y tú... Ya sabes. —pregunté. Así, suelto.
—Ah si, nos casaremos por civil la próxima semana. —contó Ale.
—¿Enserio? —suspiré. —Vaya, es decir. Estoy feliz, yo...
Antes de seguir con un discurso, el cual estaba siendo elaborado en este momento, Alejandro comenzó a reir.
—No nos casaremos Valeria, dios santo. —finalizó. —Debo irme, tengo un interno a mi cargo.
Minutos luego de que Alejandro cerró la puerta, el otro médico presente, se acercó.
—Te notó diferente... —soltó.
—¿Es bueno o malo? —pregunté.
—No lo sé. —suspiró y se encogió de hombros. —Saavedra, solo deseo verte bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro