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Capítulo 1

Madrid, España
15 de Abril de 2024

Ese día marcó mi vida, ver un ataud, con el cuerpo de mi hermana dentro, me hizo darme cuenta de lo rápido que se pasa la vida, y de como nunca vamos a obtener todas las respuestas.

—Que horrible, una chica tan joven. —expresó una mujer.

—Su hermana es psiquiatra, ¿Como es que no notó algo mal en ella? —inquirió otra de las mujeres.

Me acerqué suavemente a mi madre, toque con delicadeza su hombro, cuando ella volteó, hable.

—Las echaré yo, sino lo haces tú.

—Valeria, es el velorio de tú hermana, déjala descansar en paz.

—Dile eso a ellas. —me quejé.

—Nicolas, querido. —habló mi madre. —Llévate a Valeria a tomar aire.

Mi pareja se acercó, me miró, y me alejó de tal ambiente, al momento de salir, comenzó a pedirme calma.

—¿Escuchaste lo que dijeron?

—Si, pero no debes dejar guiarte por esas palabras. —mencionó. —¿Podrías calmarte? Tú hermana no quisiera verte así.

Ignoré sus últimas palabras, me encogí de hombros y volví a entrar al lugar, pasando entre la gente, hasta llegar al ataud nuevamente.

No puedo decir con claridad cuantas horas pasaron, a decir verdad, se me hizo eterno el día, pero ya la noche había llegado.

—Compré pasta para cenar. —dijo Nico.

Le dedique una sonrisa sin dientes, para luego volver mi vista a la laptop.

—¿Que haces? —preguntó y se acercó, para luego colocarse detrás. —¿Estas leyendo los mensajes de tú hermana?

—Pensarás que estoy loca, pero me parece imposible creer que se suicidó.

—La psiquiatra aquí eres tú. —respondió. —Pero en mi opinión, no sigas buscando algo que no vas a encontrar.

—¿Crees que no encontraré nada?

—Valeria, por favor. Lee las conversaciones. —pidió. —Son charlas completamente normales.

—Supongo.

—Ahora deja la computadora de lado, que luego no puedes dormir.

Al fin y al cabo, Nicolas contaba con algo de razón, pero yo cargaba con el peso de saber que mi hermana murió y no pude ayudarla.

Seguramente no encontraría nada sorprendente, pero me sentiría tranquila conmigo misma si puedo saber lo que le ocurría.

Por otra parte, con Nico tomamos la decisión de posponer el compromiso hasta que esto sea más ligero de sobrellevar.

Al otro día.

—¿Todo bien? —preguntó Nico, mirando su reloj. —Es algo temprano para ti.

—Debo ir al hospital. —avisé.

Nicolas se solía levantar una hora antes que yo, por lo que se sorprendió al verme despierta.

—Valeria, no quiero cuestionarte. —comenzó. —Ayer enterraste a tú hermana.

—Los pacientes me necesitan.

—¿En tú profesión no conocen el luto? —demandó.

—Nicolas, por favor.

—La psiquiatra aquí eres tú. —repitió.

Nuestras charlas siempre terminaban de la misma forma, "La psiquiatra aquí eres tú".

Me acerqué, le di un pequeño beso, y tomé mis cosas.

—Cuídate, por favor. —pidió. —Te amo.

—También te amo.

Conduje durante unos quince minutos, hasta llegar al hospital.

—Doctora, mi más sentido pesame. —mencionó un médico, al verme entrar y me abrazo.

—Se lo agradezco.

—Tengo que dejarla, tengo pacientes. —mencionó. —La veo luego.

—¡Nos vemos!

Luego de despedirme, me dirigí al cuarto médico, donde al entrar, la mayoría de médicos estaban allí, algunos preparándose, otros almorzando.

—Valeria. —comentó un doctor. —Querida, mi más sentido pesame.

—Gracias.

Los abrazos y las palabras de consuelo no tardaron en hacerse presentes, las cuales agradecí.

Me coloqué mi bata, la cual tenía mi nombre grabado, junto con la especialidad debajo y caminé hasta uno de los consultorios, golpeé la puerta y a los segundos me hicieron pasar.

—Doctor Rodriguez. ¿Como le va?

—Valeria. —llamó. —Mucha fuerza, por el difícil momento que estas pasando.

—Se lo agradezco. Necesito hablar con usted, no le robare mucho tiempo, se que tiene pacientes.

—Pero por favor, tome asiento. —pidió.

—Hay algo que debo pedirle, pero necesito discreción.

—Así será.

—Mi hermana en algunas ocasiones se ha atendido con usted. —empecé. —Quiero su historia clinica.

—Valeria, eres doctora aquí, puedes solicitarla. —dijo.

—Ya lo sé, pero prefiero no hacerlo yo. Es un favor personal lo que le estoy pidiendo.

—Lo haré, no se preocupe.

Al empezar la charla le dije que no le robaría tanto tiempo, pero la verdad es que pasaron cerca de dos horas, donde charlamos, me pidió una segunda opinión en algunos pacientes y nos pusimos al día.

Con el doctor Rodriguez, siempre fuimos muy unidos, somos buenos amigos y colegas.

Al cabo de unos minutos, le trajeron la historia clinica que solicitó.

—Alejandro, te lo agradezco profundamente.

—Hasta que me twitteas. —mencionó. —Nada que agradecer, Valeria. Estoy a las ordenes, como siempre.

—Un gusto volver a verte.

Salí con la historia clinica en mis manos, al llegar al cuarto médico, ya no había nadie, todos estaban cumpliendo con su labor, tomé mis cosas y me preparaba para irme.

—Doctora Saavedra, que suerte que la encuentro. —dijo una de las enfermeras, entrando.

—¿Que paso? —pregunté.

—Se que no debería molestarla el día de hoy, pero tenemos una emergencia, hay alguien que pide por usted. —contó.

—¿Alguien que pide por mi? —cuestioné. —Claro, vamos.

Nos dirigimos a la sala de urgencias, donde más de un médico llamó la atención de la enfermera.

—Quedamos en que no llamaríamos a la doctora Saavedra. —mencionó molesto otro enfermero.

—No se preocupe, esta bien. —informé.

Nos acercamos a la camilla, donde un médico general, se encontraba hablando con el paciente.

—Doctora. ¿Que hace usted aquí? ¿Quien la llamó para molestarla? —inquirió.

—Ya estaba aquí, vine por unas cosas. Cuentame.

—Pablo Garcia, cuarenta y tres años, fue ingresado hace algunas horas, por un intento de suicidio. Intentamos llamar al psiquiatra de guardia, pero insiste en hablar con usted.

—¿Me permite un momento a solas con el? —pregunté.

—Claro. —accedió y se acercó. —Doctora, por favor, si necesita retirarse o algo, no dude en hacérnoslo saber, reitero que no me parece buena idea esto y no estoy de acuerdo con la actitud de la enfermera.

—Martinez, hicieron bien en llamarme, no se preocupe. —repetí.

El doctor Martinez accedió en dejarme tratar al paciente, al cual me acerqué y comencé a hablarle.

—Pablo, un gusto presentarme, soy Valeria Saavedra, doctora en psiquiatría. —mencioné. —¿Nos hemos visto en alguna oportunidad?

—No doctora. Escuché decir que es muy buena.

—Entiendo, cuéntame. ¿Que te llevo a esto?

—La desesperación, creo. —comenzó. —La he pasado mal últimamente, esto no tiene solución, no la tiene.

No podría hablar de toda la conversación con aquel paciente, pero puedo asegurar que fueron demasiadas horas y preguntas, luego todo se volvió tenso y problemático, el hombre no estaba bien, fue ingresado a un centro de salud mental, yo firme como la psiquiatra responsable de aquel ingreso.

Volví a la sala médica, al entrar, mire el reloj que estaba en la pared.

—¿Como que ya son las dos de la tarde? —demandé. —Vaya, que rápido se me fue la mañana.

—¿Usted como se encuentra?

—Estoy bien. —repetí.

Antes de que la ronda de preguntas incómodas siguiese, un doctor entró, casi azotando la puerta.

—Mañana difícil. —mencioné.

—Ni que lo digas, no aguantaré tantas horas.

—Tómate un café, es necesario. —recomendé.

—Eso haré. —suspiró y se acerco para prepararlo. —Escuche que las cosas estuvieron algo difíciles en urgencias.

—Una mañana bastante agitada, en este momento las cosas se han calmado un poco. —conté.

—Te admiró, has visto casos peores que los mios.

—Tú eres el que ha tenido peores casos en lo que va del año. —dije, riendo.

La charla acabó luego de unos minutos, tomé mis cosas, junto a la historia clinica de mi hermana y me retiré del hospital, al llegar al auto volví a encender el celular, me sentí culpable al ver tantas llamadas perdidas de Nicolas, sumándole mensajes.

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