CAPÍTULO XXXVII
Se escuchó el rumor en la aldea de la montaña que un viajero había ingresado, lo más extraño de las palabras que se oían era que aquella persona había nacido entre las montañas blancas, pertenecía a ese pueblo.
Dael estaba entrenando a solas cuando escuchó la emoción del pueblo, todos corrían a encontrarse con el recién llegado, tantos los grandes y pequeños, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, todos estaban emocionados.
Mara se acercó a ella, llevaba una tela en sus manos, parecía que era más blanca que la misma nieve y brillaba como la luna en todo su apogeo. Al estar frente a Dael se arrodilló ante su presencia y le ofrecía, al alzar sus brazos, lo que llevaba.
—Ahora te pertenece.
Dael la miraba dudosa y tomó la prenda en sus manos, no era áspera como la otras telas del lugar, era suave y a la vez gruesa.
—Pertenecía a tu madre y ahora que tu ocuparás su lugar, te corresponde llevarla.
Era un vestido, sin nada en especial, no llevaba adornos que resultarán estorbosos o tela de demás que solo estropearan la prenda.
—No se si exista una ocasión perfecta para llevar tal regalo -hablo Dael mientras doblaba el obsequio- pero sería egoísta el no aceptar lo más valioso que me dejó mi madre.
Caminaron de regreso a su choza y al ingresar una silueta se encontraba entre las sombras, no le generó miedo o desconfianza, se sintió tranquila y muy sorprendida al ver de quien se trataba.
—¿Samuel?
—Líder, es un honor estar en su presencia y pido disculpas si mi atrevimiento a llegado lejos al estar en su refugio.
Y antes que Dael pronunciara otra palabra, Samuel se había arrodillado frente a ella, como lo había hecho Mara anteriormente.
—Sabes que odio esas formalidades - comentó Dael seriamente- tengo otra vida no muy diferente a la anterior, pero sigo siendo la misma mujer que siempre.
El rostro de Samuel estaba sereno y suspiro tranquilo al escuchar esas palabras, pero sabía que la tranquilidad de la antigua princesa escondía grandes preguntas y más ahora al verlo.
—¿Es cierto lo que se rumora entre la gente? ¿Qué clase de hombre oculta su origen frente al rey?
Samuel sabía que ese momento, que en algún instante lo lleno de duda, tendría que ocurrir. No encontraba las palabras adecuadas para dar inicio a un conversación, misma que relataba una historia algo vieja y posiblemente olvidada.
—No encuentro las palabras idóneas o por donde empezar -se disculpo.
—Las historias deben tener un inicio, debes empezar por allí.
Dael no quería retrasar más aquello, tenía la respuesta más importante, pero habían otras que debían ser aclaradas.
—Nací en esta tierra hace muchos años y mis padres me designaron una tarea, instruir a la última descendiente de los primeros hombres y prepararla para las múltiples batallas que debía enfrentar; conocí a tu madre cuando ella aprendía a caminar y a una edad temprana, cuando sus manos tuvieran las fuerzas necesarias para empuñar la espada y una mente segura para manejar los elementos, iniciaría mi enseñanza en ella.
—Así que fuiste muy cercano a ella y nunca me hablaste... te confíe mis sueños y nunca...
Las palabras querían salir de su boca, pero no quería seguir haciendose daño con sus pensamientos, Dael sentía que otra persona la había traicionado y estaba pesando en no volver a confiar.
—Poco tiempo después cuando tu madre conoció a tu padre fui desinagdo a otras tareas, mi trabajo como maestro había terminado sin retrasos y de manera limpia; poco tiempo después nuestra madre me pidió un último trabajo, acercarme al Rey Roberth y su padre, quien aún vivía.
—Al parecer nuestra madre sabía lo que sucedería -por primera vez en esa conversación Mara intervino- aseguró tu vida enviando a un maestro a casa de los reyes, solo para protegerte y ser un fiel testigo del cumplimiento de una promesa.
No había alguna duda en las palabras que escuchaba, Dael aún sentía grandes dudas, pero sabía que no debía recriminar a su tutor por sus secretos. Se acercó a él y lo abrazo, no era de mostrar su afecto directamente, pero sentía que lo necesitaba.
—Gracias por estar pendiente de mi, por estar cuando más lo necesite y por ayudarme a ser lo que ahora soy y estoy segura que mis padres así lo quisieron.
Decidieron salir de la estructura que protegía, pero al mirar al azul cielo se percataron de incesante vuelo de múltiples aves que cantaban lastimeros.
—Es una señal -se dijo a su misma.
No sabía cómo, pero en Dael sentía que podía entender el vuelo demás aves, los movimientos de la brisa o los gestos de muchos animales, recordó que ale atar pequeña su hermano Daniel se había burlado de su supuesta habilidad, pero a ver como ella se había acercado a un potro salvaje y llegar a el sin que le atacará, le creyó.
Pronto el cielo empezó a oscurecerse y las aves seguían volando, hasta que una de ellas bajó de las alturas y se posó en sus hombros; una imagen penetró su mente y el frío comenzó a ser más fuerte.
—Mamá.
Se dirigió de nuevo a Samuel y le preguntó.
—¿Cómo se encuentra la reina?
—Antes de mi salida no logre hablar con ella, pero Nathan estaba muy preocupado.
Como si aquellas palabras la impulsarán a salir del lugar, busco a Storm, pero fue detenida por Samuel.
—No puedes volver, tu presencia allí está prohibida.
—Nada de eso me puede importar en este momento, es mi madre quien le necesita ahora y si no voy, no sabre cuando la pueda ver de nuevo con vida.
—Debes llevar esto si quieres verla.
Mara había desaparecido brevemente, mientras todos salían fuera de la campaña y en sus manos llevaba una capa negra.
—¿Aún no abres los cofres que te dejaron tus padres? -le preguntó divertida- eres muy curiosa como para dejarlo pasar. Esta es una capa mítica, tu padre la trajo consigo desde el primer momento, desde que sus pies pisaron estos blancos suelos.
—¿Qué la hace tan especial?
Dael ignoro el hecho de Mara al burlarse de ella por su inocencia y respeto hacia las pertenecientes de Aroh y Dalaeily, y se centro en lo que veía.
—Te oculta de tus enemigos y permite que te acerques a ellos, no te hace invisible, todo el mundo te puede ver, pero olvidan lo que eres y representas, una gran arma en las manos correctas y ahora...
—Me pertenece.
Mara sonrió con total satisfacción, por fin Dael entendía la responsabilidad y legado que recaía en sus manos, talves no era una vida llena de promesas que hablaban de la felicidad eterna, era todo lo contrario, era una lucha incesante donde la vida y la muerte se parecían tanto que no se encontraba la diferencia entre las dos.
Dael se cubrió con aquel manto, busco a su aconpañante perfecto quien resoplo al verla llegar y movia su cabeza para así recibir una caricia. Los segundos eran valiosos y con un solo movimiento de su mano, partieron en busca de un consuelo a la verdad, aquel terrible acontecimiento que se aproximaba. Storm corría con gran velocidad, moviéndose con gran agilidad entre los árboles, sentía la angustia de su ama, y se seguro su corazón latía tan rápido como el de ella.
El camino fue algo largo, la luz que antes alumbraba el horizonte se estaba apagando y el negro color de la noche se estaba abriendo paso entre las nubes, la luna ya se encontraba en lo alto del cielo, viendo al mundo que llegaba a adorarla. Al ver los dos grandes torreones, Dael respiró, estaba muy cerca de su destino; decidió parar y ocultar a su amado caballo en un lugar seguro, talves ella no sería reconocida, pero no sabía si su aconpañante corría con la misma suerte, una parte le decía que exagerada, pero ella no quería correr el riego de ser descubierta por su animal.
—Trataré de agilizar mi salida en aquel lugar -Dael acarició el suave pelaje de Storm- puedes comer algo y si ves algo de tu desagrado puedes irte.
Muro por última ves a su amigo y partió a su destino. Al estar cerca del pueblo notó que éste estaba vacío, a excepción de algunos guardas reales y hombres que parecían vigilar todo a su alrededor, al pasar a su lado decidieron ignorarla y Dael sonrió con suficiencia. Llegar al castillo fue fácil y Dael no pudo sentirse mal por eso, si ella podía entrar como si nada pasara cualquiera podía hacerlo.
Una sensación vieja y nostálgica recorrió el cuerpo de Dael, podía ver frente a ella el pasado de su vida en ese lugar, las reuniones con sus padres, las travesuras con sus jóvenes hermanos, las enseñanzas con su antigua y odiada institutriz; todo pasó por sus ojos y un nudo en su garganta pesaba, así con sus lágrimas. Subió laca escalón y recorrió los pasillos hasta llegar a su objetivo.
Al entrar a las alcoba de los reyes, dsel observó un cuerpo débil y enfermizo entre las mantas de la gran cama, no pudo ocultar su asombró al ver a la reina apagarse a cada segundo; sus párpados amenazaban con cerrarse a cada paso, su respiración corta y agonizante, el brillo en su rostro se había marchitado, pero al estar a su lado y tocar su mano, sus ojos la miraban con mucho amor y gran alegría al saber que su hija se encontraba presente.
—Eres la niña bella que siempre imagine; el día que llegaste a mi vida me enseñaste a ser madre sin la necesidad de llevarte en mi vientre -cada palabra salía de una manera muy dolorosa y cada vez que hablaba era como si el aire en su pecho se escapara cruelmente- te amo cada día más.
—Por favor no sigas más, cada palabra que sale de tu cuerpo es como un puñal entrando a tu pecho. Eres la mujer que siempre querré ser -Dael sabía que esas serían sus últimas palabras- aunque no lleve tu sangre y éste apellido me sea ajeno.
—Ese apellido siempre te correpondará, solo prometeme que nunca negaras de el -la reina pronunció desesperada esas palabras, era un apellido que creció en ella cada día y las lágrimas rodaban por sus ojos y se perdían al bajar por sus mejillas.
—Este apellido llevaré con orgullo, con el crecí y con el moriré, en el momento de la batalla a él me aferrare y será recordado a través de los años, ya que en el tú estarás presente y al pronunciarlo será tu voz la que se escuche hasta el fin de mis días.
Dicho aquello, dsel salió de la alcoba, su tiempo en el castillo se había acabado. Necesitaba pensar e ir más allá; pronto la reina dormiría para siempre y su recuerdo perduraría por la eternidad.
Las lágrimas no le eran ajenas, no ahora; salir del castillo le había dolido más que antes, llegar a Storm fue rápido y tan pronto como había subido a el, escuchó el sonar de las trompetas, mismas que anunciaban una muerte, cada sonido eran los gritos de un pueblo que lloraban la partida de la mujer más sabia y amada del reino, su reina se había ido.
Gracias a todas las personas por llegar hasta acá, creo que en dos o tres capítulos se acaba (por fin XD) esta historia (llega la nostalgia). Nos vemos en los capítulos definitivos.
♥
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