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CAPÍTULO XXX

—Lamento mucho lo que haya pasado con tu padre, estoy segura que las historias de dos personas distintas se asemejan, de seguro ignoramos lo que ocurrió allí pero eso no significa que me pueda pasar lo mismo.

—La señorita tiene razón, toma -la madre del chico se acercó a Dael y le entregó su bolsa, notó que pesaba un poco y miró dentro de ella- vi que no llevabas nada de tomar, ahora tienes una pequeña cantimplora, le pertenecía a mi esposo  pero creo que la necesitas más que nosotros y un abrigo, esas montañas son muy heladas y podrías enfermar si no te abrigas bien; mi hija estaría muy feliz de entregártela después de lo que hiciste por una familia que desconoces.

—No tenia que hacer eso, pero sería una tonta si no lo tomo, le agradezco.

Mientras Dael seguía su camino tres personas esperaban que ella volviera con bien, y al devolver la vista atrás la más pequeña movía su mano rápidamente, despidiéndose de ella y con una gran sonrisa en su rostro mientras la madre de la niña sujetaba su otra mano y se dirigían dentro de su sencillo hogar. Ellos no sabían si en un futuro lograrán verla de nuevo, pero lo que sí sabían era que aquella joven era fuerte y decidida con un gran destino en sus manos.

El camino le era desconocido y a su vez muy familiar, como si lo hubiera recorrido en múltiples ocasiones; tomó el abrigo en sus manos y cubrió su pecho con el, el frío empezaba a ser más fuerte y constante, pensó en los comentarios que había escuchado sobre ese lugar, inhóspito y salvaje, mientras avanzaba logró ver a algunos venados que la miraban de manera alarmada, y en la lejanía se podía ver los grandes osos junto con sus crías, al aparecer era uns nuevos época para su salida, la primavera en medio de la nieve era un rato y mágico acontecimiento, nadie creía en ella pero no significaba que no existiera. Se podía escuchar el viaje del viento por entre los árboles, como un ligero silbido que anunciaba la caída de la temperatura y llevaba los mensajes indescifrables de la naturaleza.

Dael aumentó la marcha de Storm y algunos animales a su alrededor huyeron asustados. Mientras se adentraban a los bosques de las altas montañas la energía cambió drásticamente, provocando que Storm detuviera sus pasos y se alzara alarmado.

— ¡Pero que diablos te pasa Storm!

Era la primera vez que eso pasaba, Dael trato de calmarlo, pero la actitud de su caballo parecía indomable, si el seguía moviéndose de esa manera provocaría su caída. Los árboles empezaron a moverse con mayor rapidez, parecía como si una tormenta arremetiera contra ellos y en medio del forcejeo salvaje de Storm, Dael cayó al suelo provocando que las antiguas heridas volvieran a abrircen.

—Maldición.

El dolor volvía de manera desgarradora y en medio de sus jadeos de dolor, escuchó aquella voz de nuevo, pero esta vez no estaba sola.

—Estas son tierras sagradas y no se permite que la profanes con tus palabras negras y oscuras.

Parecían que nacían del suelo blanco, que su cuerpo estaba unido a los tallos de los árboles. Sus atuendos parecían ser hechos con la misma nieve, todos ellos se asemejaban entre sí, como Mara lo hacía con ellos.

—Parece que todo vuelve a repetirse.

Mara se acerca a Dael y la ayuda a incorporarse pero al notar como una leve línea rojiza cruza su rostro y algunas marchas carmesí empiezan a ser vistas en su camisa hace una seña a unos de los hombres que la acompañan y rápidamente recibe en sus manos un pequeño frasco con un líquido verde de apariencia viscosa.

—Debes tomarlo.

—Cuál crees que debe ser el motivo para que acepte lo que me estás dando.

—El dolor pronto se incrementará y estoy segura que no querrás repetirlo.

A pesar de su negación, Dael tomo de aquel líquido que al inicio presentaba un desagradable sabor y textura pero finalmente cumplió con su objetivo, el dolor parecía desaparecer en poco tiempo después de tomado. Al estar totalmente de pie fue llevada al encuentro con los demás hombres que la miraban celosamente, pero al estar de cerca se inclinaron hacia ella, aquel era un gesto que conocía muy bien, representa una señal de respeto hacia sus superiores omy líderes, temía que ellos la identificarán como la hija de los Reyes de Rellintogn.

— ¿Por qué estos hombres hacen eso?¿Acaso saben quien soy?

—Ellos saben quien eres realmente, desde el momento en el cual te enfrestaste a una orden del Rey y saliste del castillo dejaste de ser una princesa; ahora te doy la bienvenida a tu verdadero hogar, la tierra Dalechz cuna de grandes guerreros y de la magia.

* * * * *

—Qué puedes decirnos sobre ellos.

Se había convocado a una reunión de manera urgente, después de tantos días de espera finalmente Frederick estaba de regreso, esperaron durante la noche y parte de la madrugada para asegurarse que él se encontrara bien para así, casi de inmediato dar inicio a el interrogatorio.

—Se encuentran bien preparados, el lugar en el cual nos encontrábamos solo era un sitio de paso por lo que logré escuchar el campamento principal se encuentra fuera de Rellintogn, hay varios grupos pero se encuentran dispersos en nuestros condados; poseen un fuerte armamento y los hombres que conforman los grupos, al parecer, están bien entrenados. Nada lo han dejado al azar sabían bien en qué momento atacar y el golpe definitivo estar por llegar.

Un silencio invadió el salón, nadie se atrevía a hablar después de lo que habían escuchado; los representantes de los diversos condados estaban impactados, muchos de ellos ya habían perdido todo, si tierra, sus recursos y la vida de aldeanos.

— ¿Has escuchado sobre la persona que los dirige?

Un gran estruendo se escucho por los pasillos haciendo que la reunión se silenciara, los pasos aumentaban y se acercaban al salón y si previo aviso tres guardias armados entraron alterando al rey y sus acompañantes, entre ellos el príncipe, quien se levantó colérico de su puesto.

— ¡Cómo se atreven a interrumpir! Es algo que no perdonaré...

—La prisionera a escapado señor.

Los murmullos se acrecentaban, y el rey dirigió su mirada hacia su hijo pero él también se encontraba desconcertado por la noticia. Daniel se acercó a los hombres, tomó su espada y la dirigió a unos de los recién llegados.

—Os advertí que no permitiria cualquier tipo de abuso hacia mi hermana, su único trabajo era custodiarla y si era necesario protegerla ¡Son unos inútiles!

— ¡Basta Daniel! ¿Por qué no se me notificó que ella se encontraba aquí?

Daniel bajó su espada, evito mirar a su padre y volvió a su lugar, se encontraba enojado pro no podía reflejar ese sentimiento frente al rey, de lo contrario él se encontraría en serios problemas.

—La Reina Maritza tenía conocimiento acerca de su llegada, ella nos guió a una habitación con escasos muebles y pidió que allí se encerrara hasta previo aviso, pensamos que no era necesario dirigirnos frente a usted…

— ¡Acaso se les pidió que pensaran!

El rey Roberth salió afanoso del recinto y seguido de él su hijo, el Príncipe Daniel quienes se dirigían a la alcoba real. El rey sabía que algo no estaba bien, su esposa en los últimos días actuaba de manera extraña, en un inicio pensó que se debía a su enfermedad, aunque él se sentía culpable de ello, ya no se encontraba en el castillo o dormían juntos, su relación se basaba en verse en las mañanas antes de volver a salir. Al entrar la atmósfera de la recámara era algo fría y oscura, y en la cama acostada se encontraba la reina, parecía que dormía.

—Tú eres el rey y puedes gritarme todo lo que desees, pero no permitiré que molestes a mi madre ahora que se encuentra muy enferma, creo que estas perdiendo el derecho de hablarle al estar tan ausente todos estos días.

Cuando vio como su hija lo traicionaba sintió que su corazón se destruía por el dolor, ahora sentía rabia hacia otro de sus hijos, su ego era más grande que su razón y antes que él mismo se diera cuenta había golpeado a Daniel en el rostro provocando que su labio sangrara, sintió terror en lo profundo de su alma, nunca antes había golpeado a un miembro de su familia, a excepción de Marco, pero eso era otra historia.

Se escuchó el llanto detras de ellos, y al mirar de quien se trataba los dos hombres se congelaron en sus puestos, el pequeño Rob derrabama lágrimas que empañabam su tierno rostro, sus manos temblaban ante aquella escena y antes que su padre se atreviera a acercarse entro corriendo y subió a la cama de su madre, despertandola de inmediato.

— ¡Dios mío! Rob, dime que te pasa.

La Reina Maritza miró con asombro a su alrededor, primeramente vio a su hijo, aunque no podía ver su rostro con claridad sabía que estaba mal y por ultimo su esposo, no había expresión alguna, pero no necesitaba verlo, sentirlo o hablar con él.

—Será mejor que salgas de esta habitación, no se en qué te estás convirtiendo, pero de lo que sí estoy segura es que no quiero que sigas lastimando a mis hijos, al parecer se te olvido ser padre, Daniel y Rob tienen una madre que está dispuesta a dar su vida por ellos si es necesario; si me respetas un poco te iras de aquí.

Con sus manos empuñadas y desesperación en su espíritu salió de su cuarto, provocando un sobresalto en la Reina cuando cerró la puerta tras de si. Maritza miró a su hijo y de forma silenciosa le pidió que se acercara, se acostó a su lado, le acarició su cabello, beso su frente y con su mano limpio la sangre de su boca, arrullo al pequeño Rob entre sus brazos y lloró, pensó que era lo único que hacía, llorar por las personas que tanto quería y sentía iba a perder.

—La ayudaste, no es así.

—Es mi hija sin importar que, no permití que sufriera más, esta no es su verdadera vida y…

Daniel acarició el pálido rostro de su madre y ella logró ver de cerca a su hijo, se lleno de rabia a su labio hinchado y se odio a sí misma por permitir que aquello pasara, sabía que había sido su esposo quien originó esa herida y no podía perdonar lo que había hecho, Rob seguía temblando a su lado, aunque su llanto había cesado el tenía miedo, lo peor de todo es que ese miedo lo había provocado su propio padre, el hombre que tanto amaba y que sin duda estaba perdiendo.

—…si en mis manos esta el poder ayudarlos en lo que necesiten lo haré, tu y yo sabemos que Dael logrará salir de todo esto, pero no será fácil y quiero que tu la ayudes como siempre lo has hecho, sabes que no estaré con ustedes toda la vida pero quiero saber, antes de mi partida, que estarás a su lado y la corregiras si es necesario, ella te escuchara.

—Madre, no debes decir eso -Daniel se alarmó al escuchar aquellas palabras, se levantó de inmediato- voy en busca de Nathan y…

—Solo necesito tu apoyo, tu ayuda y saber que harás lo que te estoy pidiendo.

—Eso no tienes que pedirlo.

Miro por última vez a su madre y salió en busca de su médico, no estaba preparado para verla partir, sentía que había perdido a su hermana y no estaba dispuesto a perder a alguien me amaba.

¿Quién podrá tener la razón?
Las guerras no son sólo aquellas donde hay sangre y muerte, también lo son aquellas que fragmentan un hogar sin saber su hay alguna solución.
Preparen sus corazones.

Nos leemos.

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