La muerte de Kirito
Estaba siendo sujetado por dos hombres, se notaban de muy alto nivel, casi comparado con el mío, tal vez unos cinco niveles más abajo.
Habían saqueado mi inventario, estaba desarmado, ellos tenían espadas sumamente poderosas. Nos encontrábamos en una mazmorra mugrienta, llena de ratas y goteras. Incluso pisé una rata muerta que terminó por desvanecerse.
-Comandante. –Escuché decir a una voz conocida desde una celda por la que pasábamos. -¿También a usted?
-Sí, también a mí. –Le respondí, viendo como Lyev se sentó en su celda, conteniendo el llanto.
Seguimos avanzando hasta llegar a una puerta metálica, donde nos detuvimos.
-Pásate de listo y no llegaras al descanso. –Me advirtió uno de los jugadores rojos, el cual sacó una llave dorada con la que abrió la puerta, empujándola con todas sus fuerzas. Había exhalado hondo al abrirla bien, se notaba que la puerta era pesada.
Bajamos entonces por unas escaleras de caracol pobremente iluminadas con luz de velas en los huecos donde faltaba un ladrillo en la pared.
-Ya es aquí. –Me avisaron. –Espera a que el alto mando dicte tu fallo. –No respondí.
Los dos jugadores rojos abrieron la puerta nuevamente para dejar ver dos sillas de madera y una mesa de color negro. Estaba iluminado por la luz de la luna, la cual entraba por una ventana con barrotes, además de unas velas que estaban sobre la infernal mesa.
-Véndale los ojos. –Ordenó el que parecía ser de más alto rango.
Eso hizo, me vendaron los ojos. Nunca había creído en Dios hasta ese momento. Recé mal el Padre Nuestro y el Ave María, tratando de encontrar consuelo alguno en el que pensé eran mis últimos segundos de vida.
Me llevaron nuevamente de las muñecas, mi respiración se estaba acelerando al escuchar cómo se afilaba un cuchillo.
Me sentaron, no tenía las manos amarradas para mi sorpresa. Escuché como los jugadores rojos se iban, cerrando la puerta. Tragué saliva.
-Quítate la venda. –Me ordenó una voz que me sacó un susto, pero accedí, mirando al hombre que estaba frente a mí, a un lado de la puerta. –Kirito, ¿no?
-Si...justamente.
-Johnny Black. Yo y otro colega fuimos los que ordenamos tu captura.
-Dime tu nombre real. Al menos quiero saber el nombre verdadero de mi asesino.
-Kanemoto Atsushi. –Suspiró él. –Nunca supe a que se debía tu "enorme fama". ¿Qué hiciste para que te dijeran "héroe Dorado"?
-En realidad tengo muchos apodos: "El héroe Dorado", "Comandante heroico", "El libertador de los 10, 000". Ninguno me gustó, siendo honesto.
Para iniciar con mi historia, debemos remontarnos dos años atrás, cuando todo comenzó.
Yo me aliste en la línea delantera puesto que conocía mucho del juego por ser beta-tester. Antes de cada combate con los jefes yo instruía a los más novatos, dándoles posiciones estratégicas donde pudiera cubrirse.
Vi morir a varios, pero así aprendí a afrontar la muerte, sobre todo en la batalla con el Demonio de los ojos azules, donde resulté tan herido que casi muero.
Noté que Atsushi no dejaba de verme, mostrando verdadero interés en mi historia, así que continúe.
Al ser quien comandaba las batallas más importantes, siempre saliendo victorioso, gané mucha popularidad, respeto y estima de los demás jugadores, tanto así que me empezaron a llamar "El comandante heroico". Luego, conforme mi fama iba subiendo al igual que los niveles del Aincrad, me comenzaron a llamar "El libertador de los 10 000", nombre que siempre odié.
-¿Por qué? –Me preguntó Atsushi. –Es el mejor apodo que haya escuchado.
-No iba a libertar a 10 000...quizá a menos de 6500. Imagínate, "El libertador de los 6500". Tch, que basura.
Me hice compañero y amigo de la vicecomandante Asuna "la destello veloz". Puede que ella fuera del gremio de Los Caballeros de la Hermandad de Sangre, pero éramos muy buenos estrategas los dos. Convivimos muchas veces, nos cuidábamos el uno al otro. Ella me salvó de un intento de asesinato.
-El que falló Kuradeel...si, también lo ordenamos nosotros.
-Hum, hijo de puta. –Reí. –No les pude dar gusto desde entonces.
Desde ese día, Asuna y yo nos casamos, fue maravilloso, la verdad. Ella me advirtió que no peleara contra los Ataúd Risueño, puesto que era peligroso. No me importó y por ello terminé aquí. –Me quedé callado, en espera de una respuesta.
-Naturalmente... -Toc, toc. Tocaron la puerta.
-Ya dieron orden de ejecutar al prisionero.
Al escuchar esas palabras, pude sentir como la sangre se me bajó a los pies, como mis manos se pusieron frías como la nieve. Mi respiración se agitó como nunca antes y lloré sin lágrimas, cerrando los ojos al tiempo que hacía un gesto de negación.
-Yo ordené su captura, yo decido cuando es hora. –Gritó Atsushi. Los pasos del jugador rojo retirándose se escucharon.
-Gracias... -Dije de corazón.
-¿Por qué me agradeces? –preguntó Atsushi.
-Por alargar mi vida unos minutos, ¿puedo fumar mi pipa?
-¿Usará el truco mexicano del cigarro?
-No sé cuál sea.
Aquel "truco mexicano del cigarro" era como última voluntad pedir un cigarro de hoja de arroz antes de la ejecución, fumar lo más lento posible y así alargar la vida unos minutos. En el caso de Atsushi y yo fue pura casualidad.
De regreso a la historia, Asuna me dijo, incluso lo recuerdo de memoria; "No vayas, están tendiéndote una trampa". Yo le respondí: "Ni un millar de ellos podría atraparme vivo, primero me atrapan muerto". Ella no se lo tomó a bien, claramente, a pesar de que lo decía en broma.
-Cuando me dijeron que lo tenían vivo no me lo creí hasta que vi su gamertag al momento de que lo sentaron ahí.
-Yo tampoco me lo creí. –Di una bocanada pesada a mi pipa.
-¿Cómo es que capturaron al Comandante heroico?
Estábamos en una montaña boscosa en el piso 72, llena de árboles. Nos encontramos a tres miembros de los Ataúd Risueño. Naturalmente mis hombres y yo corrimos por ellos, no con la intención de matarlos, los queríamos vivos para interrogarlos.
Corrimos bastante, nos arrogamos dagas para tratar de herirnos, hasta que los acorralamos debajo de una cascada. Les dije que se rindieran. Lo hicieron muy a mi sorpresa, pensé que iban a luchar tratando de matar a uno o dos. Pero no, soltaron sus espadas. "Muy bien, revísenlos, quiero saber que tenían para jugar. Buena caza, muchachos".
Uno de mis hombres cayó al suelo, desvaneciéndose al instante, y luego fue otro y otro hasta que solo quedamos cuatro de los diez. "Alto" gritó una voz desde arriba de la cascada, varios jugadores rojos salieron de atrás de nosotros, unos con espadas y otros con dagas para lanzar. De arriba salieron diez más, todos con cuchillos. "Bingo, lo tenemos" dijo el que parecía ser el comandante.
Ya había acabado mi pipa al igual que la historia, solo restaba esperar mi muerte.
-Tenga. –Me dijo Atsushi al tiempo que me ofrecía un cigarro. –Hagamos el truco del que le platiqué.
-De acuerdo. –Tomé el cigarro y Atsushi lo prendió. –Sabe bien.
-Es tabaco del piso 25...ahora, ¿quiere algo para sus amigos?...¿para su esposa?
-Un mensaje...para ella solamente.
Me habían dado una caja de audio que le enviarían a Asuna por correo. Tenía tres minutos de audio.
-Hola preciosa, ¿tu día estuvo bien? Sigh, sabes que nunca me ando con juegos, tenías razón...me capturaron y en cuanto termine esta grabación me van a matar. No te preocupes, no suena tan mal como parece, al menos no me torturaron. Te amo y lo sabes bien, quería hacerte el amor en la vida real, tocar tu mano en la vida real...verte sonreír en la vida real. Perdóname por no haberte hecho caso, ja, como de costumbre tenías razón. Una vez más, y por qué quiero que sea la última palabra que escuches de mis labios: te amo más que a mi propia vida, Asuna...adiós.
-Que romántico. Supongo que ella no merece menos. –Confesó Atsushi.
-ya me acabé el cigarro, si vas a... -Se escuchó como un cuerpo caía al suelo...luego como un objeto se desvanecía; habían matado a Lyev. Tragué saliva, temblando de miedo. –Hazlo ya...
-Un honor haberlo entrevistado, Comandante. –Atsushi me tendió la mano, yo la estreche sin rencores.
Observé como sacó cuatro dagas arrojadizas, la primera me dio en el centro del pecho, caí tras la silla, mis pies habían levantado la mesa, tumbándola.
La segunda daga me dio en el hígado, doliéndome mucho más que la primera. Ya tenía los HP bajos...vi como mi barra de vida bajó a cero. "Estás muerto" fue lo último que pude leer.
El Comandante heroico estaba muerto en el suelo, desvaneciéndose entre pixeles. Atsushi dio un pesado suspiro, guardó las dos dagas restantes, abrió la puerta y subió por las escaleras de caracol.
Asuna recibió la noticia, todo Aincrad escuchó lo mismo que ella: "Kirito, El Libertador de los 10 000, ha muerto".
Las fotografías de su captura circulaban por todos los correos de todos los jugadores de SAO. Aincrad decía una cosa y solo una cosa: "es mentira que el comandante haya muerto". Pero la verdad fue contada por Asuna, unas horas tras el asesinato de Kirito le había llegado la caja de audio, la cual circuló entre los jugadores, los cuales lloraban la muerte del Comandante.
Las esperanzas de escapar del juego habían muerto junto con él...
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Pues no se, de la nada me dio la idea de escribir este One-Shot de SAO, la inspiración me asaltó y pues me dio por escribir. Si llegaste hasta aquí, nuevo lector, déjame hacerte un poco de spam :v. Puedes pasarte por mis demás historias, estas si ya son largas pero tienen buenos comentarios, así que seguro te encantan. Nos vemos en otra historia si decides leerme, y para los que ya me conocen: nos vemos el miércoles.
Siempre tuyo:
-Arturo Reyes.
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