3. Yeray
—Así que tu nombre es Nathen Hazzel, ¿cierto? —inició el interrogatorio Mike una vez que nos sentamos frente al chico.
Me sentía inseguro después de lo que hicimos la noche anterior, pues tampoco era algo habitual para mí. Nunca había tenido un encuentro sexual tan a la ligera con un desconocido que, encima de eso, era un chico menor a mí y un testigo en un caso de trabajo.
—S-Sí —dijo Nathen con una voz tímida y claramente cansada. Podía ver que estaba agotado y, por sus ojos hinchados, podía apostar que había llorado unas horas atrás.
—Bien, entonces habla —le pidió Mike.
—Eh... pues justo como le dije al primer oficial, no estuve en casa la noche del sábado 15.
—Un hotel —leí en voz alta las notas del jefe Chuy del área de documentación y archivo.
—S-Sí.
—Que coincidencia. —Mike cruzó los brazos y se recargó en la mesa para intimidar al muchacho.
Me percaté de que él agachó el rostro y suspiró con tal profundidad que parecía inseguro. ¡Joder! ¿Realmente conocía más de lo que le ocurrió a la víctima? ¿Estaba mintiendo? ¡Mierda! Si era así, yo había actuado como un idiota.
—Estuve con un hombre esa noche —reveló Nathen.
—¿Con un hombre? ¿Un amante? —cuestionó Mike levemente ofuscado.
—F-Fue sólo para tener sexo casual.
—¿Cómo se llama? ¿Cuál es el nombre del hotel? ¿Alguien más te vio?
—Mike —interrumpí a mi compañero y él me miró—. Vamos —agregué un poco molesto—, tampoco es un sospechoso. Sólo queremos saber si vio a Jonathan. —Observé al joven y él levantó la cabeza para contemplarme—. ¿Cuándo fue la última vez que viste a Jonathan?
—El viernes 14, por la mañana.
Mike comenzó a escribir en su clásica libreta de notas que guardaba en su chamarra.
—¿Viste algo inusual en él?
—Cuándo nos saludamos fue muy amable.
—¿Cómo que amable? —cuestionó Mike más tranquilo.
—Lo conocí el día en que me mudé a la ciudad —habló sin mostrar cambio alguno. Era probable que no estaba mintiendo—. La primera vez que nos vimos solamente me dijo un simple 'hola'. Los días siguientes fueron iguales, excepto este viernes pasado.
—¿Cómo te saludó?
—P-Pues... —Otra vez bajó la mirada y aguardó unos segundos largos antes de replicar—. Me preguntó mi nombre y me dijo que haría una fiesta el sábado con unos amigos de la universidad.
—¿Tú estudias? —lo interrumpí. Ni siquiera teníamos información básica del protocolo respecto al chico.
—No. Terminé la escuela hace un año.
Mike y yo nos miramos rápidamente y luego seguimos con el interrogatorio. Nathen lucía demasiado joven para haber terminado la universidad, pues era muy obvio que debía ser de la misma edad que Jonathan o quizá dos años mayor a lo mucho.
—Espera un momento —pronunció Mike con su tono que parecía interesado en la situación—, ¿tú no estudias en la universidad? ¿Pues cuántos años tienes?
Nathen negó con la cabeza viéndonos de frente.
—Todavía tengo veinte, pero en un par de semanas cumpliré los veintiuno, y no soy estudiante de ninguna universidad —nos confesó.
—Los idiotas de documentación no investigaron más —renegó mi compañero— y hasta pusieron en el reporte que este muchacho va a la universidad.
—No. —Fue Nathen el que confirmó—. Yo... terminé mis estudios en... otra escuela de otro lado. Actualmente trabajo en el Museo de Arqueología de Cristal, en el área de restauración.
A pesar de que la información que Nathen nos daba, teníamos que enfocarnos en la nueva pista: la supuesta fiesta del sábado 15. Ninguno de los vecinos escuchó nada como música ruidosa ni vio entrar a más personas además de la susodicha amiga de la víctima.
—¿Por qué Jonathan te invitaría tan de repente a una fiesta que nunca ocurrió? — Mike reinició el interrogatorio.
—La noche del sábado 8, nos topamos en la parada de autobús —nos explicó con un rostro lleno de tranquilidad. Esto me hizo sentir que era honesto al contarnos su historia—. Él estaba con un chico y nos saludamos. Como yo noté que iban de la mano, les pregunté si eran novios, a lo que él me respondió a la defensiva, pero le expliqué que yo también soy gay. Al decirle esto cambió su actitud y me confirmó que eran pareja.
Como nadie del equipo había corroborado la sexualidad de Jonathan, nadie había investigado a su verdadera pareja. Era algo que me molestaba mucho, pues no era la primera vez que pasaba. Por culpa de la 'creencia' tan normalizada de que 'todos' somos heterosexuales, la gente hacía inferencias erróneas y esto era una equivocación fatal para alguien en mi posición.
—¿Cómo era su novio? ¿Lo recuerdas? —indagué a toda prisa—. ¿Puedes describirlo?
—Lo que recuerdo es que era alto, moreno y de ojos claros con el rostro lleno de arracadas y piercings. Iba vestido como esos cantantes de rock popular.
—¿Jonathan no te dijo su nombre? —agregó Mike.
—No. Después de esa vez, nos vimos el viernes y fue cuando me invitó a la fiesta. Le dije que no podría porque... B-Bueno... T-Tenía otros planes.
—Sí, sí, en el hotel con un hombre —repitió mi compañero como si se mofara.
—S-Sí... N-No como tal con un hombre determinado, pero sí deseaba estar... h-hacer algo diferente que conocer chicos universitarios.
Mike se burló, luego cambió la postura al recargarse de lleno en la silla y negó con la cabeza.
—Entonces te gustan mayores.
—Mike —recriminé un poco—, el chico nos está dando pistas reales, así que no tienes porqué hacer ese tipo de comentarios.
—Sí, sí, ya... —Mike se puso de pie y yo lo seguí—. Te llamaremos de nuevo cuando tengamos fotografías de los sospechosos. ¿Crees poder reconocer al novio?
Nathen afirmó moviendo la cabeza.
—Puedes irte —le dije amablemente.
El muchacho se levantó y salió una vez que Mike abrió la puerta. Nosotros nos dirigimos al pasillo de la derecha para llegar al área de documentación. Me sentí menos denso y estresado porque pensaba que Nathen no era un sospechoso. Claro que todavía me sentía avergonzado, pues era tan poco profesional lo que yo había hecho que deseaba que nadie se enterara de ello.
—Iremos a la morgue. Ya han examinado el cuerpo —Mike rompió el silencio con su voz seria. ¿Ahora sí tenía interés en el caso?—. Una vez que localicemos al novio, haremos la papelería necesaria. Intenta de nuevo con los padres. Ya está en los medios locales la noticia, así que estoy seguro de que lo verán por la tele.
—Voy a llamarlos otra vez —acepté—. Los de archivo no tuvieron respuesta, y el domicilio que tenemos de ellos parecía bien cerrado. Creen que tal vez están de viaje o algo así.
Cuando llegamos a documentación, le dimos la información a Ana de nuestro equipo. Ella buscaría en la base de datos rostros sospechosos que encajaran con la descripción obtenida y nos daría las fotografías.
—Quiero que investiguemos al muchacho un poco más —me dijo Mike mientras salía al pasillo principal—, hay algo en él que no me convence del todo. Lo vio con el novio, pero nunca con la amiga, ¿no te parece extraño? Además, ¿por qué Jonathan le mencionaría lo de la fiesta cuando nadie más se presentó? Ningún vecino vio a nadie más.
—Sí, tienes razón —acepté preocupado y creyendo que no sería necesario interrogar a Nathen—. Tal vez nos mintió —opiné vagamente.
Deseaba que no fuera así, aunque no pude aceptarlo en estos momentos, pero estaba decidido a ignorar el encuentro con él para resolver el caso.
—¿Por qué ningún vecino vio al novio? —insistió él—. ¿Y dónde carajos está la amiga?
—Voy a buscar su información en la computadora —le informé.
—Sí, sólo no te esfuerces tanto. La cita con Lara fue un fiasco, así que invité a Rosita a cenar hoy.
¿Rosita? Todavía batallaba para recordar los nombres de las chicas de archivo, así que supuse que era mejor seguir la conversación en lugar de preguntar quién era.
—Suerte con ella.
—¿Y tú? —Para cuando Mike me cuestionó, ya estábamos en el estacionamiento y parados frente al auto.
Subí al asiento del copiloto y él al del piloto. Encendió el auto y manejó por la avenida Soleros.
—¿No tienes... novio? —importunó pronunciando distinto la última palabra.
—No —dije renuente.
—¿Algún prospecto?
—No.
—Vamos, Campbell, eres un tipo bien parecido, con un gran cuerpo, ¿cómo es que no tienes con quién follar?
No repliqué. En algún otro momento habría aceptado sus comentarios, pero ahora tenía la impresión de que se guaseaba de mí. Obviamente no iba a iniciar una discusión por algo que la mayoría consideraba como una actitud normal, así que me quedé en silencio el resto del camino.
***
—Esto es lo que quedó de la víctima —dijo el doctor que nos recibió en la morgue. Era un sujeto de edad media, con lentes grandes y un rostro muy amigable—, pero le falta el corazón.
El primer reporte sólo mencionaba que el cuerpo de la víctima fue encontrado en pésimo estado, pero no se explicaba nada respecto a un órgano perdido.
El doctor sacó la tarja donde se hallaban los restos de Jonathan y abrió la bolsa protectora. No pude evitar soltar una expresión de asco ante la imagen. Jonathan, o lo que quedaba de él, tenía el torso destrozado con algunos órganos colgando de lo que era tejido muscular. Su cabeza estaba torcida hasta atrás, por lo que el cuello tenía los huesos de la tráquea salidos. La parte inferior estaba tan mutilada que de la pelvis para abajo lo único notorio eran las piernas quebradas hacia adelante. Por si no fuera suficiente, la expresión del chico era horrenda, con la boca abierta como un grito y los orificios oculares vacíos.
—¿Y los ojos? —Mike fue el primero en preguntar.
—Los encontraron fuera del cuerpo —nos informó el doctor—. Uno muy aplastado y el otro perfectamente extraído.
La imagen de la víctima era mucho más que un homicidio ordinario. Quién quiera que lo había hecho, parecía que dejaba un mensaje como diciendo: 'miren, todos, me vale una mierda la vida humana y la puedo blasfemar como me plazca'.
—¿Algo más, doctor? —pregunté creyendo que obtendría una respuesta alentadora de todo esto.
—Aunque el cuerpo muestra toda una destrucción inhumana, no encontramos trazos de cortadas hechas con un objeto punzocortante. No hay rastros de marcas de otro tipo de lesión, más allá de los moretones en el rostro y piernas.
Sentí la mirada de Mike en dirección a mí, pero no la reciproqué. Por lo que entendía, el doctor decía que Jonathan había sido descuartizado por algo más que un machete.
—¿Qué quiere decir? —Supuse que Mike tuvo el valor de cuestionar devolviendo la mirada al cuerpo.
—Que el muchacho sufrió el abuso en vida, oficial, pero no fue hecho con armas convencionales. No sabemos todavía cómo. —El hombre mostró una consternación tan real que parecía que sentía el dolor de la víctima—. Sin poder determinar el objeto con el que se hizo todo este daño, no podemos asegurar qué tipo de arma se usó... No hay manera de corroborarlo por ahora.
—Gracias. Lo tomaremos en cuenta. Anda, Campbell —me ordenó Mike.
Los dos nos despedimos y salimos por el recibidor común. Ninguno dijo nada hasta que subimos al auto.
—¿Todavía crees que fue un crimen pasional? —Finalmente tuve las agallas de cuestionar lo que no podía ignorar en mis pensamientos después de ver al occiso.
—No, no lo es. Esto es algo más. Incluso más que un crimen de odio. Esto es mórbido e inhumano. ¿Sabes? —Giró la cabeza y me observó. Casi creí que revelaba una decepción profunda—. No voy a mentirte, nuevo. Sé que este caso puede transformarse en algo personal para ti, pues nadie del equipo tuvo la lógica para profundizar en la vida de Jonathan, excepto tú. Creo que por tu sexualidad, sientes que esto es un atentando contra las personas como tú, pero es más que eso. Lo que le hicieron a Jonathan parece como un maldito juego sádico realizado por algún loco de mierda que se cree intocable. He visto casos de homicidio por odio a las personas de la comunidad gay y te puedo asegurar que esto es algo más profundo.
—Es aterrador —opiné levemente sorprendido.
—Más que eso. ¿Acaso no sentiste la piel de gallina al mirar al pobre chico? Joder, hasta le sacaron los ojos y le destrozaron el cuerpo. Sólo los pinches narcos son capaces de tanta mierda. ¿Qué clase de enfermo le haría esto?
Asentí empático. No había esperado encontrar una imagen tan desgarradora, a pesar de que leí el informe. Los de forense habían intuido erróneamente por las salpicaduras de sangre indicando que fue mutilado con un hacha o un machete, pero la autopsia revelaba algo más.
Antes de que Mike pudiera prender el auto, su teléfono timbró desesperadamente. Contestó y escuchó atento por unos minutos.
—Comprendo, Juarez —replicó serio—. Lo revisaremos llegando. —Colgó y soltó un suspiro como si estuviera preocupado en demasía.
—¿Qué? —le pregunté impaciente.
—La supuesta amiga de Jonathan ni siquiera lo conoce.
—¿Qué? —cuestioné otra vez, pero ahora confundido—. ¿A qué te refieres?
—Su nombre es Clarisa Larson, estudiante de la universidad BOW. Está siendo interrogada en la comisaría, pero su coartada fue corroborada. Ella estuvo con sus amigos la noche del 15 y, al ver una foto de Jonathan, negó conocer al chico.
—Pero la vieron los vecinos.
—Y el del 11 no. Nunca la mencionó en su revelación.
Mike encendió el coche y manejó de prisa. No conversamos más. Estaba seguro de que él también comenzaba a dudar de todo esto, de los testimonios obtenidos, los rostros involucrados y hasta de la ausencia de los padres.
Cuando llegamos a la comisaría, hablamos con el equipo de Chuy, el jefe de documentación y archivo, para revisar el interrogatorio de Clarisa Larson. Aunque la chica encajaba con la descripción correcta, su revelación era cierta. No tenía ninguna conexión con Jonathan. Incluso nos mostró en su teléfono fotografías de la fiesta universitaria a la que asistió en compañía de sus amigos la noche del 15.
Entonces, busqué en las pistas recolectadas en la escena del crimen y saqué el cuadro que los de forense guardaron. La foto no mentía, pues la joven junto a Jonathan era Clarisa Larson. ¿Qué carajos estaba pasando?
Obviamente le mostré a Mike todo lo que teníamos a disposición, y él también denotó confusión. Algo en todo esto estaba mal, muy mal.
—Por desgracia el edificio no tiene cámaras —expresó Mike la misma consternación que yo—, así que estamos jodidos.
Ya estábamos en nuestra oficina cuando los noticieros anunciaron el caso del asesinato de Jonathan DiMori. Los dos ocupábamos nuestros respectivos lugares y veíamos la televisión.
—¿Intentaste con los padres de nuevo? —me interrogó.
—Lo haré otra vez en estos momentos —resolví ocultando mi sospecha—. Los chicos de contacto no tuvieron suerte ni en el domicilio que tenemos de ellos.
—¿No los encontraron en casa?
—No, y no hay más familia. Los únicos dos ciudadanos con el apellido DiMori son sus padres.
—Tratemos ahora. —Mike sujetó el teléfono de base, lo puso en la parte donde nuestros escritorios se juntaban y lo descolgó. Marcó el número que teníamos registrado en la base central de datos de la ciudadanía y esperó.
La línea comenzó a sonar con el tono de marcado, pero yo dudé de algo más. Todavía no se encontraba el teléfono de Jonathan, pues este y su computadora eran los únicos faltantes de sus pertenencias. El maldito asesino los había tomado, o eso creía.
—¿Hola? —se escuchó una voz masculina por la bocina.
"¡Por fin nos responden!", pensé esperanzado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro