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Capitulos 6 a 12

Capitulo 6

El automóvil policial salió a alta velocidad del pueblo con destino a la ruta.

El Capitán ceñudo hacia las preguntas.

- ¿Cuándo lo encontraron?

- Recién nos avisan - dijo con algún temor el oficial

 El hombre ofuscado repitió - ¿cuándo lo encontraron?

- Unos pescadores reportaron a la policía local el auto abandonado hace quince minutos.

El Capitán hizo una mueca de fastidio

- ¿Ortega donde esta?

- Unos minutos adelante nuestro, ya di la orden de acordonar el perímetro - dijo el oficial tratando de mostrarse eficiente.

- ¿Alguna otra información que quiera darme?

El oficial palideció y tragando saliva dijo escuetamente:

- Hay mucha sangre.

Capitulo 7

Ortega, un hombre atlético de unos cuarenta y cinco años era el oficial forense más capaz que tenia la Policía Federal. En sus años jóvenes había sobresalido como alumno extranjero en la academia que el FBI posee en Quantico, Virginia, EEUU, De hecho, a la sazón era profesor honorario de dicha academia en análisis de escenas de crimen. No existía en el país y quizás en toda Latinoamérica un detective más experimentado.

Ortega descendió del vehículo e inmediatamente hizo retirar a todo el personal de la escena. Les pidió a los oficiales presentes  y a los pescadores que habían reportado el auto abandonado que se descalzaran y que dejaran sus zapatos al lado del automóvil policial. Inmediatamente ordenó que se ampliara el área de estudio y mientras memorizaba la suelas de los zapatos comenzó sus preguntas.

- ¿Quien descubrió el auto?  

- Nosotros - Dijo un pescador - Esta mañana.

- ¿A qué hora? - Sería como a las diez - Dijo el pescador más joven.

Ortega entorno los ojos y miro rápidamente a su reloj digital que indicaba las  11:05 am.

- ¿Tocaron el auto?

los dos enmudecieron , luego el más joven dijo - Yo toque el capot, solo quería ver si había pasado la noche allí.

- ¿En qué parte lo tocó?

El joven sonrió nervioso

- Ya le dije, en el capot - Luego viendo la seriedad de Ortega aclaró señalando con el índice

- Allí, al medio

- ¿Tocaron algo más?

  - No - Dijeron al unísono - Solo observamos si había alguien durmiendo adentro, y, al no ver a nadie supusimos que alguien había salido a pasear por la ribera y nos fuimos a pescar al muelle.

En ese momento otro  auto llegó a la escena.

Del mismo bajó el Capitán, miro a Ortega y asintió seriamente.

Ortega devolvió el saludo y volviendo a los pescadores prosiguió.

- ¿Cuando llamaron a la policía?

- Cuando vimos la sangre en el muelle.

- ¿A qué hora?

- Creo que eran las diez y media... el joven reviso su teléfono móvil y corrigió - 10:28:36 , aquí está la llamada -  Señaló mostrando la pantalla de su celular.

Diego! - Ordenó Ortega uno de sus detectives - Obtenga las huellas del teléfono y guárdelo como evidencia; compárelas con las del capot del auto. Se dirigió  al fotógrafo y le ordenó que, tras fotografiar todas las suelas de los zapatos lo siguiera y registrara todo lo que le indicara.

 - Asimismo busquen todas las huellas que encuentren en el vehículo, fundamentalmente en el volante. Y que lleven estos hombres a la comisaria para que los fichen. - ordenó con tono imperioso.

Se puso unos guantes quirúrgicos, se calzó un cubre zapatos de nylon y se aproximó al vehículo abandonado. Sus hombres hicieron lo mismo siguiendo cuidadosamente sus pasos.

Ortega caminó con cuidado revisando el automóvil abandonado y las inmediaciones del terreno deteniéndose ante todas la huellas en el piso. Luego se dirigió al muelle observando cada detalle con detenimiento, mientras caminaba ordenaba a sus agentes.

- Huella, molde, profundidad - anteojos, evidencia... - Las palabras sonaban, más que como órdenes, como un conjunto de pensamientos aleatorios.

Ya sobre el muelle se detuvo mirando a todos lados.

la sangre cubría una extensa área. - muestras, evidencia - repitió mecánicamente. Pasó unos minutos observando el rio y en un remanso sobre la costa, aguas abajo, descubrió una colorida tela que se movía enganchada en unos arbustos.

- Posible evidencia, retírenla sin dañarla.- Ordenó

El fotógrafo lo seguía disparando fotos por doquier.

Al volver sobre sus pasos encontró el cuchillo. lo tomó con cuidado y observó que aún tenía sangre en la hoja a pesar de estar parcialmente cubierto de lodo.

Alcanzo el arma a Diego y sin mirarlo ordenó

- Huellas, evidencia.

- Capitán creo que ha habido un asesinato... - Dijo cuando volvió donde estaba el resto del la tropa policial. - Deberíamos barrer el río aunque con esta corriente estimo que el cuerpo debe estar ya a varios kilómetros. Tampoco es seguro de que lo encontremos; esta es zona de palometas y pirañas... Sabremos mas cuando el laboratorio nos estime la hora del derrame de sangre.

El capitán asintió lúgubremente. Un búho sobrevoló el área y se posó en una rama de un sauce cercano.

De pronto, a sus espaldas se escucho un gemido. José mirando las gafas y la camisa, entre lágrimas lloriqueaba. - Son los lentes de Charlie y su camisa, yo mismo se la regalé para su cumpleaños...

Capitulo 8

El chofer descendió con sus documentos mientras explicaba que solo llevaba arena para una obra en Corrientes de una importante empresa.

Charlie se esforzaba por escuchar el dialogo cuando notó que el policía se aprestaba a abordar la caja de carga.

La voz en la radio lo detuvo. Un llamado y una orden.

- Comprendido, levantamos el puesto, perdón señor, ¿apareció el vehículo y el señor Wilson?

- Comprendido Señor, Cambio y fuera.

- Parece que se lo llevó el río en Esquina. dijo dirigiéndose al cabo -  Bueno Jiménez, levante el bloqueo.

 - Ud. puede proseguir - fue la instrucción para el chofer.

Capitulo 9

El laboratorio del hospital de Esquina fue literalmente expropiado por personal de la Policía Federal.

Parte de las muestras subían al helicóptero con rumbo a Buenos Aires, mientras las otras se analizaban febrilmente.

Ortega se encerró en la oficina del comisario de Esquina con las fotos. Afuera, el capitán aguardaba caminando de ida y vuelta por el pasillo.

Pasado el medio día mientras un camión llegaba al depósito de una empresa constructora en un barrio en las afueras de Corrientes, un hombre saltaba disimuladamente del mismo en un badén sin ser visto. Al mismo tiempo el oficial Ortega le dijo a el Capitán que estaba preparado para explicar su teoría. Enseguida se reunieron en la sala mayor de la comisaría.

Ortega carraspeo, ordenó las fotos en el pizarrón y comenzó.

- Antes que nada y solo por la gravedad del caso voy a dar este informe  que - recalcó -, es solo preliminar.

Por las huellas y los análisis básicos de la coagulación de la sangre encontrada, podemos deducir que presumimos que el automóvil se detuvo en ese lugar en algún momento entre las tres y las cuatro de la mañana de hoy, asimismo podemos afirmar por la profundidad de las huellas del vehículo que tenía la carga equivalente a dos hombres adultos.

Suponemos que el conductor descendió del vehículo, se dirigió al baúl y allí extrajo el cuerpo de la posible víctima. No podemos determinar si la víctima se hallaba ya muerta, aunque suponemos que por lo menos estaba inconsciente. Se hallaron pelos y algunas gotas de sangre en el piso del baúl, probablemente por un golpe en la cabeza. - Ortega se detuvo unos segundos y continuó.

- Supuestamente el conductor y posible asesino cargó sobre sus hombros a la víctima y lo llevo al muelle, probablemente en el camino los lentes de la víctima cayeron al piso y el asesino en la noche no lo advirtió. Allí en el extremo del muelle le clavó un puñal en el pecho. La cantidad de sangre sobre los tablones es grande aunque suponemos que la mayor parte se filtró al río y la llevó la corriente. Luego arrojó el cuerpo al río, es probable que la camisa se enganchara con unas ramas y luego el cuerpo quedara liberado por presión de la corriente. Al retirase el asesino se deshizo del cuchillo y caminó hasta la ruta y allí se pierde el rastro. El tajo y las manchas de sangre en la camisa son consistentes con la hoja del cuchillo encontrado.

El capitán preguntó - ¿huellas del asesino?.

- Hasta ahora ninguna, y esto es raro, la ausencia absoluta de huellas en el volante, la puerta y el cuchillo solo hacen presuponer la existencia de otra persona muy cuidadosa, quizás un asesino profesional.

- ¿Podría tratarse de un suicidio o un secuestro?

Ortega lo miró condescendiente

 - Si fuera así, ¿quien se volvió caminando a la ruta?. Además las huellas de las botas son de distinta profundidad, claramente es visible que el asesino cargó un cuerpo desde al auto hasta el muelle, pero luego no hay mas huellas en el tramo de vuelta, salvo las del conductor del auto. Podría haber un cómplice en una lancha para secuestrarlo, pero, entonces otra vez: ¿Por qué se arriesgaría el asesino a volver sobre sus pasos y salir a la ruta en vez de subirse también a la lancha?

El capitán enmudeció molesto unos segundos y luego pregunto.

- ¿Alguna noticia del laboratorio?

- Solo el preliminar: que la sangre coincide con el grupo del Señor Wilson, B+, Aún restan otros estudios pero esto es lo que hay por ahora.

El Capitán lo miró con tristeza.

- Gracias Ortega, ahora debo llamar a Buenos Aires.

Capitulo 10.

Charlie se calzó los lentes para el sol y caminó en dirección a un barrio de viviendas a estrenar, en seguida identificó la casa. La observo unos minutos y luego recorrió unas ocho cuadras. Ingreso a una sala de cine y se acomodó atrás, en una butaca de última fila. Enseguida se durmió.

Esa película ya la había visto.

Capitulo 11.

Al caer la noche, todos los noticiosos del país y la región daban cuenta de la desaparición del empresario Wilson. José era trasladado a Buenos Aires en Helicóptero para desde allí proveerle transporte a Córdoba mientras la búsqueda organizada por prefectura naval "peinaba" el río Corrientes y el Paraná desde Esquina hasta la Paz en la provincia de Entre Ríos.

En la central de policía el Capitán mantenía contacto permanente con directivos del holding y miembros del gobierno nacional. Ortega, en la oficina del comisario, desplegaba fotos y buscaba información en la computadora portátil, solo se levantaba para buscar café o llamar al laboratorio.

Le preocupaba mucho este caso; para su olfato y experiencia lo notaba demasiado simple.

Diego apareció en el despacho con una bandeja y una botella de agua.

- Señor, le traje unos bocaditos y un poco de agua, debe comer algo, son las once de la noche.

Ortega le dirigió una mirada complaciente y luego volvió a su cuaderno de notas sobre las fotos. Mientras que Diego, al cerrar la puerta al salir le pareció oír un "gracias"... 

Capitulo 12

Charlie esperó pacientemente hasta que el guardia dobló la esquina. Corrió unos metros en las sombras y con su llave abrió la casita numero 38.

Tres semanas antes había supervisado personalmente con el Gerente de obra la construcción. Sonrió al recordar las circunstancias que le permitieron obtener la llave.

- Excelente trabajo Jorge

- Gracias señor, me alegro que este complacido, ¿Cuándo inauguramos las viviendas?.

- No hasta el mes que viene Jorge, Algunos directores quieren viajar desde Canadá para la inauguración. Dieron unos pasos más y Charlie incómodo le preguntó:

- ¿Jorge?, ¿las instalaciones sanitarias están operativas?

- claro señor, ¿por qué?

- Tengo la urgente necesidad de estrenar una ahora...¿me comprende?

 Jorge titubeo ante la franqueza de su superior y luego abrió sonriendo con complicidad  la vivienda 38.

- Déjeme la llave Jorge, yo después cierro, nos veremos en unos minutos en el obrador. ¡Gracias!

Tomar un molde de la llave le tomó solo unos segundos. Esconder parte de lo que llevaba en su habitual mochila dentro de la vivienda, le costó un poco más.

Ya dentro de la vivienda y a oscuras se guió por los recuerdos. En el cuarto de baño, tapó la pequeña ventana con su campera de pesca y encendió la linterna que siempre llevaba en su mochila, tanteó con aprensión el hueco de la columna del lavatorio y allí encontró el pequeño sobre y la apretada bolsa de ropa. Suspiro aliviado. Luego abrió su mochila, introdujo dentro de la misma el sobre y extrajo unas maquinillas afeitadoras descartables, en silencio procedió a afeitarse totalmente la cabeza, luego extrajo una pequeña cajita de la que retiró una aguja. Las gotas de sangre cayeron en el lavatorio. Quince minutos después, un llamativo aro de colores con el tradicional símbolo de paz pendía de su oreja derecha. Se desinfecto nuevamente con alcohol y por las dudas tomo una pastilla de antibióticos. Sacó de la bolsa una gastada camiseta blanca con la cara del "Che", calzó unas viejas alpargatas que junto con sus gastados jeans y una campera de igual tela le infundieron una imagen que lo hizo reír.

La metamorfosis estaba completa, solo quedaba despegarse del pasado. Limpió meticulosamente el lavatorio,  revisó dos veces el cuarto guardó su linterna y  también la ropa que lo vinculaba con el pasado en la bolsa ahora vacía.

Salió y cerró la vivienda sin ser notado.

La campera de pesca quedo en un contenedor de basura, sus zapatillas en la vereda frente a un edificio de departamentos, la llave de la vivienda en una alcantarilla junto con las hojas de afeitar y la aguja de perforación de aro, sus documentos de identidad ardieron en el baño de un bar de mala muerte. Era pasada la medianoche cuando en un tugurio nocturno en las afueras de Corrientes un extraño personaje solicitaba le practicaran un vistoso tatuaje en el cuello.

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