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II-Perdiendo la Timidez

Kyomoto Ryuunosuke, profesor de ética periodística de la Universidad de Meiji, había sido periodista profesional dese hace veinticinco años y profesor desde hace diez años. Era conocido por ser un ávido crítico de las noticias amarillistas, considerándolas como basuras llenas de desinformación que no aportaban nada positivo a la sociedad y siempre les advertía a sus alumnos el evitarlas a toda costa, incluso si eso les costaba sus empleos, porque un verdadero periodista tiene como meta central el siempre contar la verdad en base a los hechos y las evidencias.

Como profesor, era una persona bastante amable y sincera, que respondía todas las dudas de sus alumnos y les hacía las mejores recomendaciones en cuanto a libros y páginas de internet que pueden consultar para exámenes, tareas, etc. También era alegre y positivo, siempre que entraba a dar clases, saludaba con las misma frase: "chicos, buenos días, ¡hoy es un día maravilloso! ¡La vida es maravillosa!". Era un hombre bastante abierto y sabio, por lo que tampoco era raro que sus alumnos también le consultaran sobre otros temas que no tenían que ver con la clase, únicamente para tener otro punto de vista de la situación.

En los minutos finales de su clase se acomodó sus lentes de armazón negro y acomodó sus papeles.

—Clase, pueden retirarse —anunció al escuchar la campana sonar—. Recuerden consultar los libros de Fujino y Nakaba, porque mucha de su teoría irá en el examen de la siguiente semana. 

Kyomoto Ryuunosuke guardó sus papeles en su maletín y se dispuso salir del salón al ritmo que su pierna prostética le permitía. Hace ocho años había perdido su pierna en un accidente automovilístico, pero eso no lo había detenido de seguir ejerciendo sus profesiones, él solo seguía adelante, paso a paso.

En la salida del salón fue interceptado por su alumna, una de las más brillantes que había tenido, junto a otros dos que eran su orgullo, esa era Kugisaki Rui.

—Kyomoto-sensei, gracias por la clase de hoy, ha sido muy iluminadora —le sonrió.

—Me alegra que le gustara, Kugisaki-san y espero que siga manteniendo el nivel que ha demostrado hasta ahora, es una chica brillante. Aunque tiene que trabajar más en su lenguaje corporal, lo único que me dice es que usted es como un gatito asustado todo el tiempo —señaló con humor.

El rostro de Rui se sonrojó por completo.

—Lo siento, estoy tratando de mejorar en eso —musitó algo apenada, para luego sacar de su bolsillo un papel—. Profesor, quería preguntarle algo, ¿conoce a una chica que se ve como así?

Kyomoto se acomodó los lentes, viendo con atención el garabato tan tosco que Rui había dibujado. "He visto mejores dibujos en Shin-Chan", pensó tratando de aguantar la risa. Se esforzó un poquito en identificar a la persona que buscaba Rui, su foco se encendió al fijarse en el mechón que le cubría el ojo derecho.

—Creo que puede ser Saito Yumeko, está en segundo año, en esta hora ya debe estar con las prácticas del equipo de baloncesto —reveló con las manos en los bolsillos—. Fue de mis mejores alumnas en el año pasado, bastante inteligente y diligente en lo que hacía y si me lo pregunta, Kugisaki-san, usted no está lejos de ella.

—En serio le agradezco sus elogios y la ayuda que me ha brindado, Kyomoto-sensei —Rui bajó la cabeza en señal de agradecimiento y respeto—. Prometo traerle un regalo la próxima clase que tengamos.

Kyomoto soltó una pequeña risa.

—¡No hace falta, no hace falta! Es el deber de un profesor siempre ayudar a sus alumnos en todo, no solo en los estudios y recuerde muy bien, Kugisaki-san —el profesor le tomó de la mano, alzándola junto a la de él—: ¡La vida es maravillosa!

—¡Yeeey! —soltó Rui, con una sonrisa de oreja a oreja.

Despidiéndose de su profesor, Rui fue hacia la cancha de baloncesto de las instalaciones, tenía tiempo antes de que iniciara su siguiente clase. 

Entró en silencio, sin querer interrumpir la práctica del equipo. Los zapatos rechinaban en el suelo, junto con el constante sonido del balón al rebotar. Rui se sentó en la parte más alta de las gradas y allí la vio a ella, Saito Yumeko.

El sudor brillaba como perlas en su rostro, su cabello largo estaba atado en una cola de caballo, pero aquel mechón todavía cubría el ojo derecho, esto último parecía no importarle mucho, porque su manejo del balón era asombroso, sus movimientos y pases estaban a la par con una profesional en el deporte, tal y como Rui había visto cuando vivía con sus padres por la televisión. 

Con solo verla, los nervios y la timidez se volvían a apoderar de Rui, sus manos le temblaban y su pierna se movía de arriba a abajo sin parar.

"Mierda... aquí viene de nuevo", pensó jugando con sus dedos para calmarse, "¿Por qué me tiene que pasar esto ahora?... ¡concéntrate Rui! ¡Esta es la chica que te salvó la vida! No podemos acobardarnos ahora". 

El ruido la hizo volver a la realidad, ella vio como Yumeko daba un gran salto, encestando directamente en el aro, con una sonrisa salvaje que adornaba su bello rostro, para Rui, parecía una escena sacada del anime Slam Dunk. Tras agarrarse unos segundos del aro, bajo como si nada y la entrenadora del equipo sonar su silbato, ordenando un descanso de diez minutos. Era la oportunidad de Rui.

Yumeko salió de la cancha para ir a beber agua afuera, en los bebedores.

—Saito-senpai —le llamó.

La mayor alzó la mirada, viéndola directa a los ojos, con esa misma mirada penetrante de antes.

—¿Nos hemos visto antes? —preguntó arqueando una ceja.

—S-Sí, el viernes por la noche —respondió haciendo un esfuerzo sobrehumano por no desviar la mirada—. Tú me salvaste.

—¡Ah! ¡Ya recuerdo! —chasqueó los dedos, su cerebro había hecho "click"—. Eres la chica tartamuda.

—Perdón, es que cu-cuando me pongo nerviosa me pasa eso —confesó rascándose la mejilla con pena—. Yo... ehm... t-te quería devolver algo.

Rui sacó de su bolso el libro que se le había caído a Yumeko la noche del viernes, entregándoselo.

—¡Mi libro! Pensé que lo había perdido, gracias —replicó jovial—. Al menos ya no tendré que usar los apuntes de ese idiota, no le entiendo su letra en lo absoluto. ¿Cómo te llamas?

—Ku-Kugisaki Rui, estoy en primer año.

—Oh, entonces eres mi kouhai —comentó dándole un pequeño toque en la frente—. Tienes mis agradecimientos, kouhai. Nos vemos.

—¡Saito-senpai! Yo... me gustaría que intercambiáramos números... por favor —pidió cabizbaja, para ocultar su sonrojo.

Yumeko le miró arqueando una ceja, en su mente, se debatía lo que debía hacer.

"Esta chica... podría meterme en problemas, pero tampoco quiero ser descortés con ella. Seiya seguro se molestaría conmigo por eso. Hmmmmm, bueno, tampoco es que fuera la primera vez que lidio con alguien así, no creo que sea nada del otro mundo".

—Ok, dame tu teléfono.

—¡S-Sí! Aquí tienes.

Rui se lo desbloqueó antes de entregárselo. Yumeko soltó una pequeña risa al ver que el fondo de pantalla de su kouhai era la de un Kuriboh, un monstruo de la franquicia Yu-Gi-Oh. "Es adorable", pensó mientras le guardaba su número. 

—Listo, ya tienes mi número —dijo al devolverle el teléfono—. Envíame un mensaje más tarde para que pueda registrar el tuyo, ahorita mismo tengo el mío en los vestidores.

—¡Muchas gracias, Saito-senpai! Yo... promete devolverte algún día lo que hiciste por mí esa noche.

—Hmpf, realmente no hace falta, pero si eso deseas, ¿quién soy yo para detenerte? —Yumeko negó divertida—. Tengo que volver a la cancha para seguir con la práctica, nos vemos, Kouhai.

—Hasta luego, Saito-senpai —se despidió. Sus mejillas se sonrojaron cuando Yumeko volvió a darle un toque en la frente, como el de aquella noche, para luego irse.

Una vez que se aseguró de que estaba completamente sola, Rui empezó a dar pequeños saltitos de felicidad, acababa de dar un enorme paso para perder la timidez y finalmente había hablado con una compañera de felicidad sin acobardarse, era el mejor de su vida universitaria hasta la fecha. Rui fue a sus contactos y vio el número de Saito Yumeko, el cual estaba registrado como "La Fabulosa Yumeko".

 —Es una chica muy llamativa y que reboza tanta confianza que me dan ganas de mendigarle un poco —pensó en voz alta, regresando a las instalaciones de la universidad para su siguiente clase—. Hmmm... ¿Qué tanto tendría que esperar para pedirle salir juntas como amigas? Creo que esperaré hasta la siguiente semana, primero tenemos que conocernos mejor.

Mientras Rui regresaba a clases, las prácticas de Yumeko se reanudaron y con el sonido del silbato, el juego inició.

—Bien, bien, veamos... que buen tablero tenemos, ¿eh?, Uzaki-senpai, siga mi ritmo ¿ok? —indicó mientras hacia rebotar el balón y caminaban lentamente hacia el centro de la cancha.

Dos chicas le bloquearon el paso, ella sonrió, parecía que a pasar el balón hacia su mano izquierda por la espalda, pero en realidad lo lanzó con su codo hacia su senpai, quien estaba hacia su derecha, dándole así vía libre para que avanzara mientras era cubierta por Yumeko. Cuando estaban cerca del aro, Uzaki miró hacia la chica con el mechón, quien le asintió y con un pase, el balón pasó a manos de Wakatsuki Ren, otra de las kouhais de Yumeko, quien logró asestar un tiro de dos puntos. Las chicas del equipo chocaron los cinco con Yumeko, quien parecía divertirse como nunca siempre que se trataba de baloncesto.

—Saito-senpai, escuché que realmente no quiere dedicarse a esto de forma profesional, ¿por qué? —preguntó Ren, curiosa.

—Esto es solo un pasatiempo para mí —respondió, secándose el sudor con su camisa—. Tengo otro objetivo en mente, quiero ser la mejor periodista de investigación criminal del país, alguien tiene que traer al público lo más aterrador e impactante que ocurre, ¿no son fascinantes los crímenes cuanto más horribles son?

La forma tan natural en que Yumeko lo decía, junto con la sonrisa endemoniada que adornaba su rostro, le provocaron escalofríos a Ren.

"Es cierto, a veces se me olvida lo aterradora que puede llegar a ser Saito-senpai", pensó ocultando la mitad del rostro con el balón, "agregándole el hecho de pocas personas saben algo de ella, la única persona cercana a ella es Senpai Kurumada. Diablos, esta chica impone respeto y miedo a la vez".

Después de las prácticas y de una ducha para quitarse todo el mal olor del cuerpo, Yumeko tomó sus cosas para irse, tenía unas tres clases más durante el día. Revisó su teléfono, encontrándose con un mensaje de Kugisaki Rui.

"Buenas tardes, Saito-senpai, espero que haya tenido una buena práctica, aunque por lo poco que vi estoy segura de que le fue bien, jajaja. Me preguntaba si podíamos seguir charlando mañana, para conocernos mejor".

Yumeko sonrió con una ceja arqueada.

"¿Qué está pensando esta chica? Uhmmmm, podría embriagarme si estoy cerca de ella y podría volverme extraña, ¿tendría que pedirle a Seiya que esté cerca?", se preguntaba para sus adentros, dándose pequeños golpecitos con el dedo índice en la barbilla, "Bueno, da igual, Seiya quería que empezara a ser más abierta con los demás, no creo que ocurra nada si mantengo mi autocontrol".

"Claro, ¿por qué no? Hablemos después de clases".

De camino a su departamento, Rui vio la respuesta de Yumeko, sonriendo con emoción de solo pensar el  seguir hablando con ella.

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