Lecciones de etiqueta, práctica de baile, desayuno y almuerzo con su corte y demás obligaciones mantuvieron a Lady Marian con la mente ocupada y lejos de su habitación. 

En pleno examen de gramática unos toques en la puerta interrumpieron el estado de concentración de la estudiante. Lady Rohesia atendió la puerta. 

- Disculpe, mi Lady - dijo una criada - El príncipe me ha pedido que informe a Lady Marian que Lord Gudfred estará presente en la cena esta noche, y le pide que ella asista con sus mejores galas. 

- Gracias, le informaré. 

Apenas la puerta se cerró Marian entregó el examen, Lady Rohesia lo leyó y al no encontrar nada erróneo abrió la puerta y permitiéndole salir. 

La cena con Gudfred le daría un tiempo de paz y descanso, al menos así era normalmente. 

Una carta sin remitente descansaba en su tocador. Marian cerró la puerta despacio, llegó hasta el taburete frente al espejó y soltó el aire que mantenía contenido desde que su temor regresó al ver la misiva. 

En su interior decía: 

Desde Nottingham, Inglaterra, a la obstinada Lady Marian. 

Mi querida princesa, me he enterado de que ha desobedecido mis órdenes directas, no puedo pasarlo por alto y estaremos de acuerdo en que el castigo que recibirá es merecido. Lamento mucho llegar a este punto, debo enfatizar que no era mi intención causarle daño pero no me deja alternativa. 

Esta noche habrá una cena en el palacio con Lord Gudfred, y puede ser, si usted lo decide, su oportunidad de redimirse. Demuéstreme que está sinceramente preocupada por sus seres queridos y evite el envenenamiento del príncipe Juan. Si juzga prudente seguir mis instrucciones aquí están: No deberá, por ningún motivo, decirle a su primo ni a nadie que recibe mis cartas, tampoco confesará que es usted la responsable del veneno en el vino, simplemente deberá tomarlo y dirigirse a su habitación cuando se sienta indispuesta, no permita que nadie más lo pruebe. 

Si decide obedecer el antídoto estará en su habitación tan pronto como lo necesite si juzgo valerosos sus actos. 

Con afecto y ansias por conocer su elección, su leal súbdita. 

La carta se quedó en el tocador todo el tiempo que a Marian le tomó arreglarse y en todo momento trató de evitar mirarla, como si la fantasmal mirada de su autora estuviera presente a través de ella y evaluara cada movimiento suyo. Incluso cuando a su apariencia no le hacían falta cambios ni retoques la evitaba. Quizá fue un pánico creciente el que la llevó a huirle a un objeto inanimado que de otro modo le resultaría indiferente. 

Sobreponiéndose a sus propios miedos logró doblarla y una vez hecho esto se acercó con normalidad. La llevó al libro donde descansaba su compañera y cuando lo cerró su cuerpo entero se relajó. 

- Scarlett debería ocultarse aquí - dijo, contemplando el estante que sostenía su biblioteca personal - Pero podría hacerle daño. Me pregunto si mi primo fuera más amable conmigo si supiera lo que estoy a punto de hacer por él. 

509 palabras 💚💙