Capítulo 7 ✡
Kelly:
Despierto sobre una cómoda cama y vuelvo a sentir que mil camiones me atropellaron sin piedad alguna. Estiro mis extremidades y suelto un bostezo antes de abrir los ojos. Estoy en la habitación de la misión Sallow.
Los recuerdos del día anterior me golpean y hago una mueca. Casi destruyo el pueblo, genial. Miro mis manos y frunzo el ceño, están igual que siempre. Todo es tan extraño.
Nunca había hecho una cosa como esa. Es como si algo se apoderara de mí, y pide sangre a gritos. Una voz en mi cabeza no deja de repetir que quiere destrucción, y al ser débil le concedo lo que quiere.
Hace mucho tiempo no era débil, claramente mis padres son un tema delicado y él lo sabe. Algo me dice que esa persona está detrás de mis ataques de ira incontenible.
Me levanto a duras penas, mi cuerpo aun duele. A los pies de la cama hay un conjunto de ropa. Miro mi aspecto y reconozco la camiseta de Seth. Se encargó de traerme hasta aquí y acostarme.
Ese chico es un ángel conmigo.
Me encamino al baño de la habitación dispuesta a darme una ducha. Miro mi reflejo en el espejo y no hay rastro de sangre en mi rostro. También se encargaron de quitarla, leves ojeras adornan mi rostro. Dejo de mirar mi deplorable aspecto y me meto en la ducha. El agua caliente hace que mis músculos se relajen, lavo rápidamente mi cabello y salgo de ahí. Me visto y cepillo mi cabello con las manos.
Tengo que salir de esta casa cuanto antes, nada me asegura que no volveré a descontrolarme.
Salgo del baño rumbo al balcón, esta vez intentare no torcerme el tobillo. Tomo un par de inspiraciones y salto hacia el pasto. Una vez allí comienzo a caminar rumbo a mi casa, para mi buena suerte esta vez nadie me sigue.
Cuando voy llegando a mi hogar desearía haber ido a otro lado. El auto de Aiden está estacionado afuera. Agudizo mi olfato y puedo sentir el olor de mis dos hermanos mayores, mi día acaba de mejorar.
Suelto un suspiro antes de encaminarme a la puerta. Estoy por tocar cuando esta se abre de golpe.
Los ojos azules de Evan me observan con reproche, sabe lo del incidente del bosque y no está para nada contento.
—Puedo explicarlo.
—Te escuchamos —dice Aiden a sus espaldas.
—Me descontrole, no podía detenerme por más que quisiera. Solo quería soltar mi ira y lo hice de la peor forma. Lo lamento.
La mirada del hermano menor Patterson se suaviza, incluso se acerca a mí y me envuelve en un gran abrazo. Se siente bien estar protegida, ayer lo único que quería era estar así. Sus abrazos me reconfortan y me hace sentir que no soy un monstruo.
Ante sus ojos nunca lo seré.
Nos separamos y fijo mi vista en mi otro hermano, él no está para nada feliz. Su mirada es cargada de reproche. Aquí viene el sermón.
—No tienes idea de lo que te podría haber pasado —Evan casi echa humo—. ¿Cómo fuiste tan estúpida? ¡Es lo más peligroso que has hecho en tu maldita vida!
Aiden pone una mano en su hombro para intentar calmarlo. Este la aparta de un fuerte manotazo. Llevamos la agresividad en las venas.
—Evan, no hay necesidad de…
—¡No vuelvas a hacer este tipo de cosas! —le interrumpe.
Mi boca se abre debido al shock y alzo ambas cejas.
—¿Me estás diciendo lo que debo o no debo hacer? —respondo, alterada—. ¿Quién demonios te crees para hacer eso? No eres mi maldito padre.
—¡Soy tu hermano mayor! Me preocupo por ti.
Estoy por responder, pero Aiden interfiere.
—Cálmense —nos señala, se da cuenta de que ambos tenemos la intención de replicar—. ¡Basta de peleas absurdas! Intentemos hablar como gente civilizada.
Aprieto los puños, para mi sorpresa Evan hace lo mismo.
—Con él no se puede hablar —señalo a Evan—. ¡Yo me voy!
Me doy la vuelta dispuesta a salir de aquí, una mano se enreda en mi antebrazo y lucho por zafarme. Es inútil, tiene más fuerza de la que recordaba.
—¿Qué parte de que todo esto es peligroso para ti aun no entiendes, pequeña rubia?
Entrecierro los ojos en su dirección, me suelto de su agarre.
—Me perdí en la parte donde comenzaste a gritarme como un maldito loco.
Aiden suelta una carcajada y ambos lo miramos con furia.
—Se me olvidaba lo molesto que puede ser tenerlo a ustedes en una misma habitación cuando están enojados.
—Me voy —afirmo—. Voy a dar una vuelta, necesito despejarme.
Deja de reírse y me mira preocupado
—Kelly…
—Estaré bien, solo déjenme sola —mascullo, irritada—. Necesito espacio, y estar lejos de un furioso Evan.
Antes lo último ninguno dice nada. Saben que tengo razón, si Evan y yo estamos enojados puede haber una catástrofe peor que la de ayer. Ninguno da su brazo a torcer.
Ni siquiera me molesto en preguntar por mi mejor amigo, supongo que estará bien o ya me lo habrían dicho. Suena feo, pero las malas noticias son las primeras que se saben.
Me alejo caminando, en cuanto me doy cuenta que no me están viendo corro como si me persiguiera el diablo. No puedo creer que Evan en vez de preguntar si estaba bien se pone a regañarme como si tuviera tres años.
Su lado sobreprotector parece intensificarse con los años.
Luego de unos minutos llego a una parte del lago en donde hay varias rocas y decido sentarme en una de ella. Fijo mi vista en el lago y suelto un suspiro. Por mi culpa esto casi desaparece ayer.
Es un paisaje realmente hermoso, fuera de las tragedias que ocurren, es hermoso. Y estuvo a nada de quedar destrozado. No sé cómo lo hicieron mis hermanos o Seth para arreglar lo que cause, ya no hay muchos rastros de la tormenta.
Un rico olor inunda mis fosas nasales y cierro mis ojos. Me transmite paz, algo que me falta en cantidades inimaginables.
—¿Puedo sentarme? —dice una voz varonil.
Abro mis ojos y lo veo. Está parado a mi lado, viste unos vaqueros negros y una camiseta blanca. Sus ojos avellana me miran expectantes y ahí es cuando lo recuerdo.
El beso.
Mark Sallow me beso ayer, y gracias a eso pude controlar mi magia.
Las palabras de Dorothee resuenan en mi cabeza una y otra vez como un disco rayado:
Una persona llegara para ayudarte con tu oscuridad.
Debes dejar entrar a ese chico a tu vida, créeme cuando te digo que será de mucha ayuda.
¿Será Mark ese chico? Niego con la cabeza, no puede ser cierto. Nadie puede ayudarme a controlar la tormenta que hay en mi interior sin salir dañado en el proceso.
—¿Qué haces aquí, Mark?
—Solo quiero sentarme —señala la roca a mi lado—. ¿Puedo?
—Es un bosque, y no soy su dueña —respondo neutral—. Puedes hacer lo que se te dé la gana.
Nos quedamos en un silencio incómodo y comienzo a lanzar piedritas al lago. Quería estar sola para pensar y llega este chico a invadir mi espacio.
Nunca nada sale como quiero.
—Te estaba buscando —rompe el silencio—. Quería hablar contigo.
—¿Cómo demonios supiste donde estaba? —Frunzo el ceño—. No se lo dije a nadie.
Se acerca a mi rostro, nuestras narices se rozan y nuestros alientos se mezclan. Por extraño que suene no quiero alejarme, aunque sé que esto no es correcto. No puedo dejar entrar a más personas a mi vida.
Inclina su cara hacia mi cuello, mis vellos se erizan al sentir su respiración, creo que está oliéndome. Sujeta el collar que cuelga de mi cuello entre sus dedos.
—Solo seguí tu olor, es extraño y me gusta. Está enloqueciéndome —me mira fijamente—. Y creo que esto hace que sea extraño —eleva el collar—. ¿O me equivoco?
Pongo ambas manos a la altura de su pecho y lo aparto de mí con tal brusquedad que casi se cae de la roca, ¿quién se cree que es para estar tan cerca de mí?
—Espacio personal, Sallow —lo miro desafiante—. Déjame en paz, no tengo nada que ver contigo. Olvida lo que paso ayer.
—No puedo hacer eso —responde tranquilamente—. No quiero hacerlo.
—¿Por qué? No tengo buena fama y casi destruyo tu pueblo, deberías odiarme y tenerme miedo.
—Siento la necesidad de estar cerca de ti desde que te vi por primera vez en la cafetería de mi hermana —su voz suena como un susurro—. Y hay una explicación para eso.
No lo miro, simplemente espero a que siga hablando. Sé que si lo miro despertara algún tipo de emoción en mi oscuro corazón, y no quiero que eso ocurra.
Ya tengo suficientes hombres complicados en mi vida.
Mark:
Analizo su rostro tiene la mirada perdida en el lago, sus hermosos ojos azules no tiene ningún tipo de brillo, parecen sin vida. No luce como una chica inocente, al contrario, luce como estas chicas que sabes que te harán volar la cabeza y aun así quieres tenerlas en tu vida. Y lo sabe, ella sabe lo poderosa que es y lo aprovecha.
Ayer fui testigo de eso.
Hay muchas brujas en el mundo, sin embargo existe muy pocas con el poder que posee Kelly. Diría que están extintas.
Su olor me atrae demasiado, tiene leves toques a cítricos. Su piel desprende calidez, una calidez reconfortante. Sus labios están entreabiertos mientras su pecho sube y baja lentamente.
Ayer evite las preguntas de mamá a toda costa cuando llegamos con ella a casa. Se veía muy mal, su rostro estaba cubierto de sangre y tuvimos que cambiarle la ropa. A pesar de que no podemos resfriarnos, era mejor que durmiera con otra cosa.
Su mejor amigo no se despegó ni un segundo de ella, cosa que molesto levemente a mi hermana. Cuando encuentras a tu compañero tu lado posesivo sale a la luz, aunque lo ocultamos lo más que podemos. O por lo menos lo intentamos.
En la noche mientras ella dormía fui a su habitación, la observe durante un tiempo corto y me pude dar cuenta de algo. Necesito confirmar eso de algún modo.
Sé que no existen las coincidencias.
Puedo sentir sus emociones y su olor me fascina porque es mi compañera. Lo que me parece extraño es que ella no lo nota, o tal vez ni siquiera sabe que eso existe.
—¿Puedes acompañarme a mi casa?
Suelta una carcajada y me observa con diversión.
—Estás loco, ¿por qué demonios haría algo así?
Estoy por responder cuando otra voz masculina lo hace.
—Porque hay cosas que debes saber, Sunshine.
Su mirada se traspasa a su amigo y se ilumina. En menos de un segundo están fundidos en un gran abrazo. Mi hermana los observa desde lejos, ella ya le comento a Seth sobre esto. Está de más decir que no se lo tomo muy bien, así que yo también temo la reacción de Kelly.
—Vamos a casa —se separan, ella sigue sonriendo—. Evan está allí, llego para ayudar.
¿Quién es ese tal Evan? Sueno como un loco celoso.
—Supongo que él hermano impulsivo puede esperarte unos segundos —Seth suena algo serio—. Es importante.
Ante su tono acepta sin oponerse. Comenzamos a caminar hasta la mansión, ellos dos van adelante. Todos estamos sumidos en nuestros pensamientos.
—«Si esto es una trampa, te juro que acabaré con tu familia».
Frunzo el ceño. Creo que acabo de escuchar la voz de Kelly en mi cabeza.
—«Si eso es lo que acaba de pasar, Mark».
—¿Cómo…
Se da vuelta y me da una mirada que no logro descifrar, pero ya es tarde para preguntar. Estamos frente a la mansión Sallow. Trago saliva, a mi madre no le gustara tenerla de nuevo en casa.
—Sigo creyendo que esto es una completa locura —le dice a su mejor amigo—. Sin embargo ya estamos aquí, no tenemos nada que perder.
Entramos a la casa y no hay nadie en el salón. Los chicos observan el lugar con expresión despreocupada.
—Bienvenidos, otra vez —saluda mi padre entrando al lugar.
—Gracias por dejarme quedar anoche —la rubia sonríe—. Fue muy gentil de su parte, no creo que haya sido idea de su esposa.
Papá suelta una leve risa.
—No hay de qué —fija su vista en mí y luego en Kelly—. Creo que debemos hablar algo, los tres.
La nombrada esta por responder, pero su mejor amigo se adelante.
—Es mejor que yo hable con ella sobre eso. La conozco y sé cómo decirle.
—¿Decirme que? —Solo obtiene silencio—. Seth Hunt, respóndeme.
—Pueden ir a la habitación que utilizaron ayer —ofrece Mila—. Para que tengan privacidad.
—Vamos, Sunshine —le toma la mano, claramente ella se resiste—. No seas terca, hazme caso aunque sea una vez en tu vida.
De mala gana su mejor amiga lo sigue escaleras arriba. Con mi hermana seguimos a mi padre hasta su despacho. Se la charla que se viene ahora, dijo que no los quería más en la casa para no tener problemas con mamá.
—Creo haber sido muy claro con ambos, no pueden venir a esta casa —se sienta en la silla detrás de su escritorio—. He visto la forma en la que miran a esos chicos, y no está bien. Ambos son más peligrosos de lo que creen.
—Tengo dieciocho años, papá —la molestia en la voz de Mila es notoria—. Puedo hacer lo que yo quiera…
—No podemos evitarlo —la interrumpo antes de que comiencen a pelear—. Por lo menos yo…
—¿Tu qué? —Interrumpe mamá entrando en el lugar—. Dije que no quería a esos dos en mi casa.
Mi hermana la mira con clara molestia.
—Seth es mi compañero.
Mis padres se miran entre si y luego a ella. No lo pueden creer, yo tampoco podía creerlo. Para mis padres Mila sigue siendo una niña a la cual deben proteger de todo, es la única hija que tienen.
—Dime que es una broma —Mamá es la primera en reaccionar—. Mila Sallow, respóndeme.
Alza la cabeza y la mira directo a los ojos.
—No lo es. Y si no pueden aceptarlo, olvídense de mí.
Nuestro padre niega con la cabeza.
—Hija, ¿estás segura?
Asiente con la cabeza, nadie dice nada más. Me da una última mirada antes de salir seguida de mi madre. Ahora la parte un poco más difícil, mi hermana reconoció a Seth de inmediato por su olor, en cambio el olor de Kelly me confunde.
—¿Y tú también tienes algo que decir? —Su voz no suena para nada a reproche—. Algo sobre la chica Deveraux, anoche fuiste a su habitación y te quedaste ahí un rato.
Suelto un suspiro.
—Su olor es muy confuso y a la vez adictivo, debe ser por el collar que lleva siempre. Hace un rato escuche su voz en mi cabeza y puedo sentir todos sus emociones, son leves, pero las siento. Y cuando la bese, fue como si ningún otro beso hubiera tenido sentido —sonrío al recordarlo—. Ayer cuando se todo se estaba saliendo de control pude ayudarla a recuperar el control de su cuerpo y evitar que destruyera todo Darkwood, sabes que esas cosas son posibles cuando encuentras a tu compañera.
Apoya sus codos en la mesa y me observa atento.
—Sé que uno la reconoce en cuanto la ve como le paso a mi hermana, pero esa chica realmente me confunde. Y me está volviendo loco el no saber qué pasa.
—¿No has visto el anillo que lleva? Es igual que su collar, esta con mucha protección. Se debe a eso, esos amuletos esconde tu olor y otras cosas.
No me había dado cuenta que también llevaba un anillo. ¿Para qué necesita tanta protección?
—¿Cómo es posible todo esto? Es una completa rareza en la naturaleza.
—Se supone que la diosa de la luna elige a nuestras compañeras por un motivo. Incluso ha escogido un cazador para tu hermana —hace una pausa—. Aprovecha que tienes a tu compañera, algunos licántropos tardan años en encontrarla y yo al contrario de tu madre pienso que es buena chica habla con ella antes de que sea tarde.
—Los cazadores y licántropos se odian —le recuerdo—. Es imposible que Mila y Seth sean compañeros, debe ser una confusión.
Me da una sonrisa.
—En este mundo todo es posible. Hasta hace unos días creíamos que no se podía ser licántropo, bruja y vampiro a la vez.
—Tienes razón.
—Tu deber es protegerla, aunque por lo visto ella puede cuidarse muy bien sola. Es una chica muy fuerte que ha pasado por mucho, es un milagro que siga cuerda.
Asiento de acuerdo con él. No sé cómo reaccionaría yo si de un día para otro perdiera a toda mi familia por culpa de unos desconocidos.
—Solo te pido que intentes controlarla, tú puedes hacer eso ya que eres su compañero. Demostró ser muy impulsiva y sus emociones la ciegan —suena serio—. Ambos vimos de lo que es capaz, y algo me dice que eso no es ni la mitad de su poder.
—En eso tienes razón, mi hermanita es mucho más fuerte de lo que vieron —dice una voz desconocida—. Puede romper tu cuello mientras arranca el corazón de tu esposa ¿Dónde está ella? Si no me dicen los matare a todos, partiendo por usted, alcalde.
Mi padre se levanta de su silla rápidamente y yo volteo. Un chico de unos veinticinco años de cabello rubio y ojos azules nos observa desafiante. Su olor a vampiro inunda mis fosas nasales. Su mirada es dura y fría, al parecer carece de emociones.
—Cuantas veces te he dicho que debemos confiar en Kelly, ella puede cuidarse sola. Nosotros la entrenamos para eso —Aiden aparece detrás del chico—. Eres un maldito paranoico, Evan.
—Mi paranoia nos ha salvado de la muerte más veces de las que quieres admitir —gruñe en su dirección, vuelve a mirarnos—. Repito, ¿dónde está ella? Estoy comenzando a perder la paciencia, y eso no es para nada bueno.
Aiden sacuda la cabeza y mira a mi padre con clara incomodidad.
—Disculpen a mi hermano mayor, es un poco sobreprotector con Kelly —se disculpa, su personalidad es muy distinta a la de su hermano—. Es nuestra única familia, y la cuidamos mucho.
—¿Siempre tienes que ser tan amable? —su hermano suena molesto—. Es insoportable, ¿cómo cabe tanta amabilidad en un asesino?
—Lo lleva en la sangre, no todos son amargados como Seth, intimidantes como tú o impacientes como yo —Kelly se abre paso entre sus hermanos y mira a mi padre—. Lo siento, alcalde. Me llevaré a los locos de mis hermanos antes que empiecen a pelear, no se toleran mucho.
—Nosotros debemos hablar sobre algo —paso la mano por mi cabello—. Es importante.
—Lo sé —sus ojos azules me observan. Reflejan muchas emociones—. Seth alcanzo a comentarme algo.
—Debemos irnos —demanda, Evan—. Ahora.
—Evan, puedo cuidarme sola —su hermana adoptiva suena molesta—. Además deje bien claro que no quería estar cerca de ti, por ahora.
—Nosotros nos vamos, y Seth viene con nosotros —expone Aiden—. Cuídala, Mark. Si algo malo le pasa estando en tu terreno me olvidare de la amabilidad.
Asiento confundido. Los veo salir por la puerta, los dos chicos deben sacar a rastras a ese tal Evan del lugar. Hasta hace un par de minutos nadie sabía que Aiden tenía un hermano de sangre, al parecer no sabemos nada sobre ellos.
—Yo los dejare para que conversen. Iré a ver a tu madre —apoya una mano sobre mi hombro—. Suerte y felicidades, es una gran chica.
Le doy una sonrisa antes de verlo salir de su despacho. La rubia observa el lugar con detención, si hay algo que he notado en ella, es que siempre analiza su entorno con detalle. Como si ideara mil formas de salir de aquí en caso de que ocurriera algo malo, o como si quisiera saber los secretos que se esconden en estas paredes.
Se detiene frente a un cuadro familiar que hay detrás del escritorio. Desliza su índice sobre el vidrio del marco por el contorno de mi familia. En esa foto yo tenía unos siete años, es de las pocas fotos familiares que tenemos.
—Linda foto, eras tierno —detiene su dedo cerca de mi rostro—. Se ven muy contentos. Desearía haber tenido una infancia normal, o feliz como se ve en esta fotografía.
Me acerco a ella con lentitud y me quedo a su lado. Puedo ver sus ojos cristalizados, pestañea para evitar derramar lágrimas. Eso me rompe el corazón, ha sufrido mucho más de lo que creí.
Al verla así de frágil me dan ganas de abrazarla y no soltarla nunca, evitar que vuelvan a dañarla. Protegerla y quererla como nadie lo ha hecho. Gira su rostro y me pilla observándola completamente embobado.
Me da una sonrisa engreída.
—¿Qué es lo que ocurre, Mark? Sé que soy hermosa, pero me miras demasiado.
—Nada es solo que… —me aclaro la garganta—. Eres fabulosa.
Desvía la mirada y se muerde el labio inferior.
—Y… ¿Qué me querías decir? —Se sienta en la silla de papá—. Seth no alcanzo a decirme mucho, porque llegaron mis hermanos. Menciono algo sobre… ¿compañeros de vida?
Sus ojos azules me observan impacientes, es de las chicas que ama saber y controlar absolutamente todo a su alrededor. El no saber lo que son los compañeros de vida la está poniendo de los nervios, y debo mantenerla calmada.
—¿Me lo vas a decir? —Frunce el ceño—. ¿O debo averiguarlo por mi propia cuenta?
—Cuando los licántropos cumplimos dieciocho años podemos encontrar a nuestra compañera de vida, y lo deseamos mucho. Si te digo que la he buscado seria mentirte, adoraba mi soltería, hasta que llegaste tú —la confusión tiñe su rostro—. Luego de nuestra primera charla soñé con tu sonrisa y con el sonido de tu voz. Nuestra atracción no puede ser más evidente…
—Alto ahí. Déjame procesar lo que acabas de decir —eleva una mano—. Admito que yo también quería volver a verte, pero pensé que solo era un capricho mío.
—Puedes comunicarte conmigo a través de tus pensamientos.
—Hago eso con todo el mundo —se levanta de la silla—. Es una extraño don que tengo desde que nací, puedo saber lo que está pensado Dylan en su cuarto y decirle que baje a saludarme. Puedo leer mentes y comunicarme de ese modo.
Me acerco a ella y la tomo de la cintura. Se sobresalta, mis manos se aferran a su cuerpo. Alza la vista y me observa confusa y nerviosa.
—Pero a él no lo necesitas como a mí, no quieres besarlo como a mí —acerco mi cara a su rostro—. Fuimos hechos el uno para el otro, eres mi compañera.
Abre la boca intentando decir algo, no emite ningún sonido por lo que vuelve a cerrarla. Su ceño esta fruncido y traga saliva con dificultad. Suelta una risa nerviosa.
—No puedo ser tu compañera, eso es imposible —niega con la cabeza—. Debes estar confundido, tal vez es mi collar el que me hace desprender ese olor.
—Tú mejor que nadie sabes que nada es imposible —le recuerdo—. ¿No sentiste nada al besarme ayer?
—Tú me besaste —enfatiza—. Y no debo responder a todas tus malditas preguntas, Mark.
Se aparta de mí y comienza a caminar en círculos con las manos en su cabeza. Su labio inferior tiembla.
—Debo irme —tartamudea—. Quedarme aquí fue una mala idea, Evan tenía razón.
Algo dentro de mí quebró al escuchar esas palabras, al parecer no va a aceptar esto nunca. Sabía que reaccionaria mal, no pensé que tan mal. Se encamina a la puerta, toma la perilla y la abre con rapidez. Está por salir, pero se detiene y voltea en mi dirección.
—No es tan malo tener un compañero —intento razonar con ella—. Tengo defectos como todos, pero podemos solucionar esto. Irte sin dejarme explicarte todo es un error…
—Huye de mí antes de que sea demasiado tarde, Mark —advierte—. No soy buena para ti, ni para nadie.
—Eso no es cierto, eres buena persona. Solo has sufrido mucho.
Suelta una risa sin gracia.
—Una persona que solo conoce el dolor, puede provocar dolor —musita—. Y en este lazo esa persona soy yo. Todo lo que me rodea es peligroso, no quiero arrastrarte a ello.
—Tienes que dejar que yo decida eso…
—No, ni siquiera nos conocemos, Mark —suelta un bufido—. No sabes nada sobre mí, ni yo sobre ti. Esto es ridículo.
—Nuestra atracción es inevitable, princesa —le doy una media sonrisa—. Tarde o temprano lo comprenderás.
—No me esperes, eso no pasara.
Luego de decir eso sale del despacho y cierra la puerta de golpe. A los minutos mi hermano Dylan aparece en el lugar, me observa con cautela.
—¿Cómo salió todo?
—¿Cómo crees que salió, genio? —respondo molesto—. No quiere saber nada sobre el lazo, ni sobre mí.
—Lo aceptara, sabes que es algo inevitable —intenta animarme—. Dale tiempo para procesarlo, no es fácil saber que vas a compartir toda tu vida con alguien como tú.
Lo miro mal y estalla en carcajadas. Si hay algo que me gusta es la confianza que nos tenemos, no es como con Max ya que él es más alocado. Aunque eso no quiere decir que no ame a todos mis hermanos.
Kelly:
¿Compañeros de vida?
Sí, claro. Debe estar confundiéndome con otra persona, no puedo ser parte de eso, ¿o sí?
Más preguntas sin respuestas para agregar a mi lista.
Camino a paso decido hasta la puerta de la mansión Sallow, necesito salir de aquí cuanto antes o me descontrolare. Ha sido mucho para procesar en tan pocos minutos. Evan tenía razón, debí haberme ido con él y resolver los problemas de mi vida, no agregar más.
Nunca hago caso a lo que me dicen, es uno de mis mayores defectos.
—Eres igual a tu madre —comenta Agatha Sallow, bebe de su copa de vino—. Tu cabello es más claro, pero son muy parecidas.
Un mar de emociones me invaden, una opresión se instala en mi pecho y aprieto los puños para mantener la calma. Hace mucho tiempo que no me hablaban de mamá, mis hermanos nunca lo hacen.
—¿Conociste a mi madre?
—Todos conocían a Keyla Deveraux —volver a oír su nombre es extraño—. Era una gran mujer, madre, amiga y esposa. No merecía morir así.
Ignoro el tono de reproche en su último comentario. Ya tengo suficiente con mi carga como para que vengan otros a restregarme en la cara que todo es mi culpa.
—Lo sé —concuerdo—. Mamá era genial, era perfecta.
—No podía creer lo que Mark me dijo —prosigue, me tenso—. Estar aquí es riesgoso para la poca familia que te queda.
«Gracias por recordarme que estoy a nada de quedarme sola contra el mundo».
—¿Qué fue lo que te dijo tu adorable hijo?
Hace un gesto con la mano para restarle importancia.
—Eso no importa. Debes irte del pueblo.
—No me iré hasta saber la verdad de la muerte de mis padres —estoy a nada de perder los estribos—. Nadie puede echarme del pueblo, tengo derecho a estar aquí.
—En eso te pareces a tu padre —me da una sonrisa que dura poco—. Físicamente igual a Keyla y psicológicamente igual a Vicent. ¿En que más te pareces a ellos?
—Esta conversación ha llegado a su fin —gruño—. Adiós, Agatha.
—¿Por qué tan a la defensiva? Todos en esta casa sabemos que eres la responsable de la tormenta, eres impulsiva y destructiva. No te quiero cerca de mis hijos.
Salgo de la casa sin responderle nada, no quiero perder el control y causar más daño. Ella solo quiere provocarme, nunca menciono conocer a mis padres hasta ahora, ¿por qué?
Decido no ir a casa aun. Me desvío del camino y me encamino a la salida del pueblo. Es algo que he estado evitando desde que llegue a Darkwood, pero tarde o temprano debo ir a visitarlos.
Luego de una media hora caminando llego al lugar, trago saliva al leer el cartel en la entrada: “Cementerio de Darkwood”. El lugar es escalofriante, una leve capa de niebla lo cubre y solo escucha el ruido de mi respiración.
Meto las manos en los bolsillos de mi short y comienzo a caminar por el camino designado, no quiero pasar por encima de alguna tumba. Me detengo frente a dos tumbas limpias, alguna rosas las adornan.
Me pongo en cuclillas y me quedo observando sus lapidas sin decir absolutamente nada. Tampoco sé que podría decir.
«Lamento que hayan muerto por mi culpa».
«Debería haber sido yo».
«Perdón por arruinar su futuro».
Nada de lo que diga podrá traerlos devuelta o retroceder el tiempo. Aunque haría lo que fuera por tenerlos de nuevo conmigo, lo que fuera. Lágrimas silenciosas ruedan por mis mejillas, no me molesto en apártalas.
Solo me decido a llorar durante segundos, minutos, horas. Ni siquiera me importa que este oscuro y el paisaje sea completamente aterrador. Quiero fundirme en la tierra y no volver a salir a ver la luz del sol. La culpa es mucha para mí.
—No esperaba encontrarte aquí —dice una voz masculina—. Pero luego recordé que te gusta estar sola y en lugares algo extraños.
Me levanto, no le dirijo la mirada. Se posiciona a mi lado y siento sus ojos sobre mí. No esperaba ser encontrada de este modo, casi nadie viene a este lugar a estar horas.
—¿Por qué llorar, Solecito? —Apoya una mano en mi hombro y me da un leve apretón—. Puedes desahogarte, estoy aquí para eso y para cuidarte.
—¿Cuidarme?
Me da una de sus características sonrisas llenas de maldad. Gira sobre sus pies y queda dándome la espalda. Frunzo el ceño.
—¿Está todo bien? —No obtengo respuesta—. Ares.
Lo que pasa me deja en shock.
Su camiseta se rompe, de sus omoplatos se desprenden dos hermosas alas de color negro, rozan el suelo y causan que mi cabello se alborote con su movimiento. Desprende maldad y peligro. Mis instintos me dicen que huya, pero mi corazón confía en él a pesar de conocerlo hace menos de una semana.
Se da vuelta dejando ver unos abdominales marcados, sus ojos adquieren un color rojizo y me sonríe con malicia, tanta malicia que me da escalofríos.
—Sorprendida —masculla.
—¿Eres un demonio? —susurro, él asiente—. ¿Por qué no te tengo miedo?
—La gran Kelly no le teme a nada, ni siquiera a los demonios como yo —responde—. No quiero hacerte daño, solo quiero protegerte.
—¿De qué? No confío en ti.
—Te suena familiar esto: Mi deber es cuidarte, no asesinarte. Fui enviado para mantenerte a salvo, y sabes que tenemos una conexión o ya habrías salido huyendo.
—¿Qué quieres realmente conmigo, Kingston?
—Soy un demonio.
—No me digas —respondo irónicamente.
—Siempre has sido así, creo que eso es lo que más me gusta de ti —frunzo el ceño—. No le temes a nada, Solecito.
—Explica eso de siempre.
—Te conozco desde que eres una linda bebé de ojos azules.
Me estremezco levemente, no quiero que note que me intimida un poco. Al parecer me conoce de toda la vida, por eso la sensación familiar ¿Lo habré visto yo antes?
—Te he cuidado desde las sombras dieciocho años, tus primeros pasos, primeras palabras, primer beso…
—Te das cuentas de que suenas como un verdadero psicópata.
Rueda los ojos.
—Soy un guardián no un psicópata.
¿Guardián? Por eso confío en él y me siento a gusto con su compañía. Veo como sus alas desaparecen de su espalda, dejando ver las cicatrices de estas. El ojo humano no las vería.
—¿Qué sabes sobre los guardianes? —me acerco rápidamente a él.
—Todo a su tiempo, Solecito. No quiero llenar tu cerebro de información tan rápido.
—Llevo dieciocho años esperando, Ares —le recuerdo—. Creo que estoy preparada.
—Tú crees que lo estas pero no es así, cuando sepas toda la verdad no pensaras lo mismo.
Estoy perdiendo la paciencia con este demonio, cosa que pasa a mundo cuando estoy con él. Sabe cosas que pueden servir y no las quiere decir.
«¿Qué escondes?».
—Ares…
—Te contare una historia —se sienta en el pasto junto a las lapidas y yo lo imito.
—No tengo tres años, quiero realidad no cuentos.
—Muchos dicen que Perséfone fue secuestrada por Hades el rey del inframundo para gobernar juntos, cuando la diosa estaba en el infierno la tierra sufría, por así decirlo. Las historias no son lo mío —se excusa—. Hay una leyenda parecida en nuestro mundo.
—Habla de una vez, sin leyendas, sin cuentos y sin mitos. Esto no es un juego Ares.
—Yo mejor que nadie sé que esto no es un juego —responde serio—. Te contare la historia quieras o no.
—Supongo que no tengo opción.
Me da una sonrisa de suficiencia antes de ponerse a hablar.
—Había una vez un rey muy poderoso y despiadado que necesitaba descendencia así que sedujo a una hermosa mujer oscura y tuvo dos gemelos, quiso más al primogénito ya que él sería su heredero —ignora mi cara de confusión—. Desterró a la mujer y al hijo menor. Con el paso de los años el heredero se revelo y dejo solo a su padre, mientras que con ayuda de unas brujas el menor puso una maldición a su padre antes de ser asesinado por este.
—Ares, no sé qué a que quieres llegar con todo esto.
Sin duda cuando tenga hijos con Mark no los dejare a cargo del loco de Ares, sus historias son para tener pesadillas. Espera, no. Yo no quiero tener hijos con él, debe ser el estúpido lazo del que me hablo. Decido concentrarme en el extraño relato del demonio para ver si puedo sacar algo útil.
«Tener hijos con Mark. Te estás volviendo loca, Kelly».
—¿Cuál era la maldición? —escrudiño.
—Cuando la primera hija mujer de su hermano mayor naciera el rey comenzaría a perder su poder. Su nieta seria su perdición y también su salvación, ya que como toda maldición tiene una solución —me mira fijamente, su mirada sí que es intensa—. Ella será la única que podrá reinar su imperio. Desde ese entonces el rey ha estado buscando a la princesa, y no descansara hasta encontrarla.
Decido seguirle el juego ya que por lo visto no hablara claro.
—¿Y cuál es el final del cuento?
—Eso aún no se sabe —arranca un puñado de pasto y lo lanza—. La princesa deberá elegir su bando, pero lo que sí sé es que falta muy poco para saber el final.
—En resumen, no entendí nada.
Me observa con diversión. Toma mi barbilla con una mano y con la otra acaricia mi mejilla. Me quedo quieta, nunca habíamos tenido tanto acercamiento. Aunque no tengo las ganas de besarlo como a Mark en el despacho de su padre.
Demonios, necesito sacarme a ese chico de la cabeza.
—Tú eres esa princesa, Solecito —su voz me trae devuelta a la realidad.
Se me escapa una risa. Me debe estar tomando el pelo. Yo no soy ninguna princesa y mi padre no era heredero de nada, ni mucho menos tenía un hermano.
—Yo no soy una princesa.
—Te dije que no estabas lista para escucharme —rueda los ojos—. Pero eres taaan terca.
—Me lo dicen a menudo —entrecierro los ojos—. Ahora dime, ¿cómo es eso de que soy una princesa?
—¿Qué hacías aquí en la tumba de tus padres, Solecito malhumorado?
—¿Cómo sabes que son sus tumbas? —contraataco.
—Te conozco de toda la vida, lo olvidas. Ahora responde mi pregunta, por favor.
—Vaya, el demonio tiene modales —ironizo—. No debo responderte nada, olvídalo.
—Te sientes culpable. La culpa es una mierda, ¿o no?
No le respondo. Me quedo observando la luna llena. Debo regresar a casa pronto o se preocuparan.
—Tengo que irme —me levanto, imita mi acción—. Gracias por la historia rara, me dejaste con más dudas que antes.
—Fue un placer, Solecito.
—Púdrete, Kingston.
Me doy la media vuelta y camino en dirección a la salida, me abrazo a mí misma ya que hay mucho viento y ando algo desabrigada. Siento unos pasos a mi espalda, no hay que ser un genio para saber que es Ares.
—Déjame sola, demonio.
—¿Esa última palabra debería ofenderme? Te aviso que no lo hace, estoy muy orgulloso de lo que soy.
—Aja —respondo desinteresada—. Entonces llévate tu orgullo lejos de mí, gracias.
—Me temo que eso no puede ser posible —llega a mi lado—. Te dije que debo cuidarte…
—Que conmovedor —dice una voz desconocida, el rubio voltea de inmediato—. No te preocupes, solo queremos a la chica.
Volteo con el ceño fruncido. Son alrededor de diez vampiros los que me miran fijamente. Trago duro. Siempre es por mí, me quieren a mí.
¡Maldición!
—Lárguense—gruñe el demonio—. O tendrán problemas.
Las carcajadas de nuestros contrincantes no tardan en aparecer. Aprieto los puños e intento mantener la calma. Están locos si creen que voy a dejarme secuestrar o dejar que hieran a Ares, porque puede ser un demonio mentiroso, pero en el fondo me importa.
Me importa más de lo que me gustaría admitir.
«Y cierto chico gruñón también te importa más de lo que te gustaría», estúpida consciencia.
—Solo danos a la chica y te dejaremos en paz —responde el que parece ser el líder—. Tampoco queremos problemas.
—¡Claro! —Exclama Ares con sarcasmo—. ¿Quieres te la envuelva y le ponga una linda cintita de regalo? ¿De qué color la quieren? O puede ser sin cinta si lo desean.
Reprimo una risa. Este chico sí que está loco, cada minuto me agrada más. Y los idiotas acaban de firmar su sentencia de muerte.
—Intentamos por las buenas…
—Quiero ver como lo intentan por las malas —la confianza en mi voz es notoria—. Que tétrico que deban morir en un cementerio, pero ustedes se lo buscaron.
Ares extiende sus manos y de estas se desprenden serpientes de todos colores, hacen lo que él quiere. Inmovilizan a un par de vampiros. Sin dudarlo me abalanzo sobre un par y arranco sus corazones sin piedad, los tiro al piso como si se trataran de una simple piedra.
Cuando se trata de matar soy la persona más fría del universo.
Un idiota me agarra del cuello y me estampa contra el muro del cementerio, escucho mi espalda crujir y hago una mueca. Otros dos me inmovilizan las extremidades, saben que soy bruja. Busco al demonio con la mirada, está bastante ocupado intentando que no le arranquen el corazón.
Tendré que usar mis poderes psíquicos, lastima por ellos. Es broma, no siendo lastima por las basuras que intentan asesinarme o a asesinar a mis amigos.
Me concentro en sus vasos sanguíneos, pienso en como estallan una y otra vez sin pausas. Les provoco múltiples aneurismas y caen de rodillas al piso mientras se agarran la cabeza con las manos, gritos de dolor salen de sus labios. Es un dolor desesperante, lo he vivido, parece que te estalla el cerebro y solo quieres que se acabe. Terminaré con su tortura, meto mis manos en sus pechos y arranco sus corazones.
Volteo a ver a los que atacan al rubio, con un solo pensamiento los elevo del suelo dejándolos suspendidos en el aire. Elevo mi mano en su dirección y la hago un puño, escucho como cada uno de sus huesos crujen y los lanzo al piso. El demonio se acerca y clava estacas en cada uno de ellos.
—Nos volveremos a ver querida, Perséfone —dice la voz del bosque a mis espaldas—. Volveremos por ti, eres nuestra.
Me doy vuelta como la niña del exorcista, no hay nadie. ¿Hasta cuándo va a esconderse? ¿Tan cobarde es?
Bajo la vista a mis manos y suelto un grito de horror. Las abro y las cierro repetidas veces, nada. Están de un color negro carbón, desde la punta de los dedos y me cubre todo el antebrazo, incluso mis uñas están de un color negro ¿A esto se refería Mila ayer?
—Mis manos… —balbuceo—. ¡Ares!
El nombrado deja de alimentarse de los cuerpos y me observa con el ceño fruncido. Tiene la cara llena de sangre, y sus manos igual. Al parecer la comida de los demonios son cuerpos de otras personas, genial.
—¿Qué ocurre? —Se acerca cautela—. Interrumpiste mi festín.
—Mira mis manos —se las enseño—. ¿Qué me pasa?
Su cara se transforma a una de horror. Traga saliva con dificultada. Toma mis manos entre las suyas y las examina con detención, deja rastros de sangre por toda mi piel.
—¿Y bien?
—Ya comenzó —murmura—. Debemos volver a tu casa, ahora.
—Explícame que es lo que pasa, ¿qué comenzó?
De su espalda se desprenden las dos hermosas alas y las agita repetidas veces. Me hace un gesto para me acerque y lo hago dudosa. Me toma de la cintura con firmeza y me mira a los ojos.
—Afírmate, te llevare a casa.
Me aferro a su cuerpo como una garrapata a un perro y hundo mi cabeza en el hueco de su cuello.
—No se te ocurra soltarte —comienza a elevarse—. Las caídas son muy feas, Solecito.
La verdad no sé cuánto tiempo transcurre hasta que por fin aterrizamos. Sigo abrazada a él, no quiero ver mis manos. Me aparta con delicadeza y veo como sus alas vuelven a desaparecer. Se acerca y toca el timbre de mi casa repetidas veces.
La persona menos pensada sale a recibirnos: Mila Sallow.
—Todos estabamos preocupados por ti, Kelly —me da una sonrisa sincera, es una chica agradable—. Me alegro que te encuentres bien.
Me da una última mirada y se adentra en la casa, ¿qué hace ella aquí? Entro a mi casa rápidamente y veo que el chico se queda apoyado en el marco de la puerta con expresión divertida.
—¿Qué esperas? Dijiste que era importante.
—Necesito que invites a entrar, recuerda lo que soy —hace una mueca—. ¿Me dejarías entrar a tu hermoso hogar, Solecito?
Niego con la cabeza.
—Adelante, eres bienvenido.
Eleva un pie con lentitud y lo pone dentro de la casa, cuando se da cuenta que puede entrar libremente camina a paso rápido hasta la sala. Nunca me acostumbrare a su rareza.
Al llegar al salón me congelo.
No solo esta Mila, sino que también Mark y Dylan Sallow. Oddie descansa en los brazos del pelinegro, Dylan bebe jugo, Mila está junto Seth, este último fuma un cigarrillo. Mis hermanos están bebiendo whiskey con expresión preocupada.
Miro la hora en el reloj, mierda van a ser las dos de la madrugada.
—Ya veo porque tardabas tanto —la molestia en la voz de Evan es evidente—. Intentamos cuidarte y tú no hace más que desobedecernos.
La ira me invade.
—No puedes tenerme prisionera en mi casa por culpa de los peligros del exterior, hace muchos años que me canse de eso.
—¿Dónde estabas? —Aiden suena más calmado—. Te llame un montón de veces.
—Se me acabo la batería…
—Y unos vampiros locos nos atacaron —me interrumpe el demonio—. Sus manos están negras, por eso volvimos.
Mark frunce el ceño en su dirección.
—¿Y tú que pintas en todo esto?
Los celos del licántropo parecen divertir a Ares, le da una amplia sonrisa.
—Soy su…
—Es mi amigo, y guardián —enfatizo—. ¿O me van a decir que no saben nada sobre los guardianes, hermanos Patterson?
Silencio.
Seth me da una mirada de interrogatorio, lo ignoro. No quiero hablar con él.
—Respóndame —exijo, nadie dice nada—. ¡Hablen, no se queden callados!
—Solecito, debes calmarte —Ares me toma de los hombros—. Enojarte no sirve de nada, ellos te contaran lo que saben, ¿no es así?
Aiden suelta un suspiro.
—Llego la hora de que sepan un par de cosas —accede—. Cosas no tan lindas, y si no te lo contamos antes es porque tus padres…
—Ellos están muertos —le recuerdo dolida—. Deberían haberme contado todo hace años.
Evan bebe de su vaso antes de hablar.
—Querían que tuvieras una vida normal, pequeña rubia.
—¿Normal? —espeto, molesta—. Mudarse cada seis meses no es tener una vida normal, es agobiante…
El menor de los Patterson me da una mirada para que lo deje hablar.
—Te contaremos todo, solo debes escucharnos, cariño.
—¿Me dirán la verdad? —no pueden culparme por desconfiar.
Asiente.
—Lo que sabemos, no es tanto, pero sirve —señala el sofá donde está sentado Mark—. Es mejor que te sientes.
Acepto a regañadientes. Una vez allí, mi mascota se sale de sus brazos y se acomoda en mis piernas. Hace mucho que no paso tiempo de calidad con él. Lo he dejado de lado debido al tema de mis orígenes, soy una pésima dueña de no ser por Aiden estaría perdida.
—Tienes mucho más potencial del que crees —masculla Aiden—. Por eso te han estado buscado desde que naciste. Y tus manos son una prueba de ello.
Redes sociales:
Instagram: Kote_wattpad
Twitter: Kote_Cailler
Subo adelantos todas las semanas!🖤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro