Capítulo 3 ✡
Kelly:
Oscuridad, calor, mucho calor y… muerte.
¿Cómo demonios llegue aquí? ¿Qué me paso?
Mi cabeza palpita y mi vista es borrosa. Mis músculos duelen y se me hace difícil respirar. Estoy aterrada, no sé qué está pasando.
Por primera vez en mucho tiempo mi voz suena débil y temblorosa.
—¿Hola? ¿Hay alguien aquí?
El silencio es perturbador.
Siento unas pisadas a los lejos y debo parpadear un par de veces para enfocar mejor. Una chica de cabello rubio corre rápidamente mientras es perseguida por una silueta oscura.
Cuando los ojos de la chica se encuentran con los míos quedo petrificada.
Soy yo...
Alguien me persigue.
—No podrás huir para siempre, Kelly —la voz de la figura suena distorsionada—. No puedes huir de tu destino.
La figura deja de perseguir a mi otra yo y se fija en mí. Mierda. Intento moverme, pero no puedo. Mis piernas no reaccionan y el pánico se hace más grande con cada paso que se acerca.
Su rostro está cubierto con una manta negra y densa de oscuridad, igual que todo su cuerpo. Lo más terrorífico es su sonrisa burlona, presiente mi miedo y lo disfruta.
Su mano acaricia mi mejilla, volteo la cara de inmediato. Una risa macabra brota de su garganta, intento no temblar.
—Volveré por ti —susurra—. Nadie impedirá tu destino.
Saco valentía de algún lugar de mi cuerpo y hablo con furia.
—Vete al puto demonio.
Mala decisión.
Sus manos se aferran a mi cuello con firmeza y comienza a asfixiarme, sus manos queman mi piel. Me levanta unos centímetros del suelo y lágrimas comienzan a caer por mis mejillas. Intento patalear y mover mis manos, pero mis extremidades no responden.
Si bien esto no me matará, me dejara inconsciente y no sé qué pueda hacer él conmigo.
Luego de unos segundos siento como mis parpados pesan y el aire ya no llega a mis pulmones.
—Dulces sueños, Kelly.
Todo se vuelve negro.
✡ ✡ ✡
Despierto llorando y gritando, mi almohada está húmeda debido a mis sollozos. Intento respirar, sin embargo se me hace difícil.
Soy patética.
Toco mi cuello en busca de dolor, nada. Tomo el espejo de la mesita de noche para mirarme, tampoco hay marcas.
—¿Qué mierda? —Frunzo el ceño—. Se sentía tan… real.
Aún recuerdo la sensación de sus manos quemando la piel de mi cuello y apretándolo. Recuerdo mi falta de aire…
La puerta de mi habitación se abre de golpe, me sobresalto de inmediato. Aiden se acerca a paso seguro y se siento a mi lado en la cama.
—¿Qué anda mal, cariño? —la preocupación es notable en su voz.
—No lo sé…
El pánico aún sigue en mi sistema, dijo que vendría por mí. ¿Quién era él?
¿Será la persona de la cual Dorothee me advirtió?
—Tuviste otra pesadilla —deduce.
Niego con la cabeza repetidas veces.
—Era tan real —susurro con la voz rota—. Dijo que volvería por mí, me asfixio y sus manos quemaban mi piel.
Sus brazos me rodean por los hombros y besa mi cabeza.
—Nadie te hará daño —acaricia mi espalda—. No mientras estés con nosotros.
—No puedes huir de tu destino, fueron sus palabras —comento pensativa—. ¿A qué destino se refiere?
—No lo sé —dice con cautela—. Solo fue un mal sueño, más conocidas como pesadillas.
—No creo que sea solo eso, estoy segura que era una advertencia…
—Olvídate de eso, cariño —frunce el ceño—. Hoy es tu día.
Ahora soy yo la que frunce el ceño claramente confundida.
—¡Feliz cumpleaños, tonta! —exclama, para luego darme un abrazo.
Cierto, hoy es veintitrés de octubre. Mi cumpleaños número dieciocho, por poco lo olvido.
—Gracias…
El ruido de mi celular interrumpe nuestro momento fraternal. Me da una sonrisa de boca cerrada antes de salir de la habitación a una velocidad impresionante. Miro la pantalla y mi corazón comienza a latir con fuerza.
Evan…
No he hablado con él desde el día en que discutimos en la cena.
Trago saliva antes de contestar.
—Feliz cumpleaños, pequeña fugitiva —escucho su voz al otro lado de la línea.
—Evan…
Escucho su risa y frunzo el ceño.
—Aiden me llamo en cuanto pusiste un pie en Darkwood —admite entre risas—. No estaría tan tranquilo sin saber tu paradero.
Ahora yo suelto una risa. Tiene razón, es muy paranoico y sobreprotector como para no haberme buscado hasta debajo de las rocas.
—Siento haberme ido así, pero…
—No te preocupes —me interrumpe—. Sé que estas en buenas manos.
Nos quedamos en silencio durante un largo rato, solo se escuchan nuestras respiraciones y los latidos frenéticos de mi corazón.
—Será tu primer cumpleaños sin mí —susurra—. Es… extraño.
—Puedes venir —sugiero—. Hay espacio para otro hermano loco.
Suelta un sonoro suspiro.
—No creo que sea buena idea que vaya… aún.
—Está bien —hago una mueca—. Como quieras.
—Ten un lindo cumpleaños número dieciocho. Procura no enojarte mucho, desde ahora eres más fuerte que antes.
—Lo haré, te quiero.
—Te… —deja la frase suspendida—. Te quiero, pequeña rubia.
Sin dejarme decir nada más finaliza la llamada. Paso mis manos por la cara frustrada. Ahora soy más destructiva que antes, si es que eso es posible. Miro la hora en el reloj de la mesa y me levanto como resorte. Es casi medio día, nunca duermo tanto.
Corro hasta el baño, ni siquiera me molesto en mirarme al espejo. Me quito la ropa y me meto en la ducha. El agua helada que cae en mi espalda me hace soltar un chillido y cierro el grifo de inmediato.
Escucho una risa detrás de la puerta. Hijo de…
—Se acabó el gas, Kelly —Aiden sigue riendo—. Se me olvido decirte.
—Si mi ilvidi dicirti —imito su voz—. ¡Eres un maldito estúpido! Casi muero de hipotermia.
—No podemos morir de eso, y lo sabes.
—Vete a la mierda, Aiden.
—Gran inicio de cumpleaños —canturrea—. Te dejo con tu problemita antes de que me quemes la cara.
Ruedo los ojos y suelto un bufido.
Me armo de valor y vuelvo a abrir la llave. El agua helada vuelve a hacer contacto con mi piel y esta se eriza. Lavo mi cabello y cuerpo con rapidez. Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla.
Escojo un short azul y top blanco, lo acompaño con unas sandalias de tacón. Amo los tacones. Cepillo mi cabello con calma mientras insulto a mi hermano en mis pensamientos.
Cuando vivíamos juntos cada vez que alguno de nosotros estaba de cumpleaños le jugábamos alguna broma para iniciar el día. El año pasado no obtuve ninguna por lo cual se me había olvidado, veo que a mi queridísimo hermano mayor no.
Bajo las escaleras rápidamente, el primero en recibirme es Odie. Mueve su cola mientras camina a mí alrededor. Lo tomo en brazos y acaricio su cabeza. Babea mi cara con efusividad.
—Como estuvo ese maravilloso baño de cumpleaños —escucho su voz burlona.
—Agradece que eres mi hermano y que te tengo cariño —entrecierro los ojos en su dirección—. O ya serías hibrido muerto.
Me da una sonrisa divertida.
—Mira como tiemblo —me provoca.
—Cuida lo que dices, Patterson —advierto—. No sabes de lo que soy capaz.
Finge temblar.
—Estoy muerto de miedo.
Dejo a Odie en el suelo con delicadeza. Sin darle tiempo de reaccionar lo tomo del cuello y estampo su espalda contra la pared, un par de cuadros se mueven el proceso.
Suelta una carcajada en mi cara.
—¿Qué es lo chistoso? —aprieto su cuello, suelta una tos.
—Sigues teniendo la misma personalidad —suspira aliviado—. Creí que habías perdido tu toque.
Frunzo el ceño.
—Ahora tienes una mascota, y dejas que babee tu rostro —rueda los ojos—. Por un instante pensé que ya no eras la misma de antes.
—Hay cosas que nunca cambian —suelto su cuello—. Evan dijo que no es bueno que me enoje, debes tener cuidado.
—Evan dice muchas cosas —hace un gesto con la mano—. Pero en eso tiene razón, procura mantener la calma.
—Es difícil cuando cierto hibrido me hace enojar.
—Qué persona más terrible —masculla—. A pesar de ello es un gran hermano, ¿o no?
—¿Uhm? —hago una mueca fingiendo pensar—. Tal vez.
Alza ambas cejas rubias oscuras completamente indignado, ahora yo soy la que ríe.
—Eres el mejor hermano, junto a Evan —sonrío—. Han hecho demasiado por mí, y ni siquiera somos hermanos…
—Lo somos —me interrumpe—. ¿Cuándo nos ha importado la sangre?
—Nunca.
—Exacto —alza sus cejas—. Prepararé el almuerzo, ¿me ayudas?
Niego con horror.
—La cocina y yo no somos buenas amigas —hago una mueca y lo sigo hasta la cocina—. ¿Conseguiste mi vestido?
—Por supuesto —abre el refrigerador, saca algunas verduras y las pone en la mesa—. Escogí tres, tú ves cual te gusta más.
Me acerco a él y beso su mejilla. Sonríe mientras comienza a picar los vegetales.
—Gracias, eres genial.
Saco una botella de sangre bajo su atenta mirada.
—¿Tienes hambre? —cuestiona preocupado.
—Algo —bebo un sorbo, amo la sangre—. Es mi desayuno.
Me señala con el cuchillo.
—Es mejor que lleves una bolsa de sangre en tu auto, por seguridad.
Saco la lengua y apoyo mi dedo índice en ella en señal de asco.
—La sangre tibia es horrible cuando está en bolsa, y lo sabes.
—Prefiero que bebas eso a que mates a un humano —suena serio—. No esta discusión, Kelly.
Ruedo los ojos y me siento de mala gana frente a él.
—Aguafiestas.
—Aja —me mira desafiante.
Hago un puchero infantil y él pone los ojos en blanco.
—Ya no caigo antes tus falsos pucheros —pone las verduras en el sartén—. Ni siquiera lo intentes. Mejor saca el pollo del refrigerador.
Me levanto de mala gana y hago lo que me pide. Aunque por dentro estoy feliz de estar con él después de tanto tiempo.
Los segundos que paso con las personas que amo son extremadamente valiosos y aprovecho cada uno de ellos, mi familia siempre será lo primero para mí. Están por sobre todo, incluso sobre mi misma.
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La elección de vestido fue extremadamente difícil. Sin duda Aiden conoce mis gustos, no sabía cuál de los tres me gustaba más. Gracias a mi demora en escoger ya estábamos un poco retrasados, pero a él no le importo mucho. Después de todo es mi cumpleaños.
Me miro por última vez en el espejo.
Llevo puesto un vestido largo dorado pegado al cuerpo, resaltando mis curvas. Tiene una abertura en la pierna izquierda que llega a más de medio muslo. Los hombros son caídos y el escote es en forma de corazón. Los tacones son del mismo color y los accesorios igual.
Hice algunos rulos en las puntas de mi cabello, no tan marcados para hacerlos ver naturales. Y el maquillaje es sencillo, casi ni me coloque.
Tomo la cartera negra que hay encima de mi cama. Me despido de Odie, el cual duerme plácidamente en su cama junto a la ventana. Bajo las escaleras a paso lento, al llegar a la sal veo a Aiden mirándose en el espejo.
—¿Cómo me veo, hermanito?
Se gira en mi dirección y sonríe.
—Asombrosa se queda corto.
—Gracias —le devuelvo la sonrisa—. Tu igual te ves excelente.
Se acomoda la corbata, pero no logra que quede correctamente. Ruedo los ojos mientras me acerco a él. Aprieto un poco más el nudo y la posiciono al medio. Él lleva un traje completamente negro con una corbata del mismo color de mi vestido.
—Si alguien pregunta por tu nombre…
—Kelly Patterson —lo interrumpo —. Ya lo sé, no debes preocuparte.
Asiente mientras desordena un poco su cabello. Toma los antifaces de la mesita y caminamos a la salida.
—¿Iremos en tu auto?
—Soy el conductor designada —alza las llaves de su auto mientras salimos de la casa—. Si lo deseas puedes beberte hasta el agua del florero.
Suelto una carcajada ante eso, sabe mi gusto por el alcohol y también lo rápido que se va de nuestro sistema.
Nos subimos a su antiguo Chevrolet Camaro de color negro, él ama los autos clásicos. Mientras Aiden conduce decido poner música. Muevo la cabeza al ritmo de la melodía, miro por la ventana perdida en mis pensamientos.
¿Quién será él?
¿Qué querrá de mí?
O peor, ¿qué me hará si me encuentra?
Minutos más tarde nos detenemos en la plaza del pueblo; el lugar está completamente iluminado y se ven muchos autos estacionados alrededor, ninguna persona se ve en la calle. Al bajar el olor a alcohol y cigarro inunda mis fosas nasales.
De mala gana me coloco mi antifaz dorado y mi hermano el suyo. Mientras camino colgada del brazo de Aiden hacia el lugar donde se realizan los eventos me siento como una chica normal, una chica que lo pasará genial en la mascarada con la compañía de su hermano mayor.
—Vamos a donar una cantidad de dinero —informa mi acompañante al llegar a la puerta.
—Lo que tú digas, querido.
Al entrar al salón me doy cuenta de que efectivamente veníamos tarde y todos ya están aquí. Nosotros, como siempre, llegamos tarde a todos los lugares. Las miradas de los presentes se posan en nosotros, más bien dicho en la chica misteriosa colgada del brazo del gran Aiden Patterson.
—Te presentaría a algunas personas, pero no eres ese tipo da chica.
Suelto una risa.
—Sí que me conoces, Patterson.
—Hola, Aiden —saluda un señor de cabello negro que no reconozco—. ¿Podemos hablar?
Mi hermano me mira dudoso, sé que no quiere dejarme sola entre tantos desconocidos. Siento una mirada sobre mí y la busco. Me encuentro con unos ojos amarillos, reconozco de inmediato al dueño a pesar de llevar un antifaz negro.
—No te preocupes por mí —sonrío—. Los dejo solos.
Beso la mejilla del híbrido. Me dirijo hacia Ares a paso seguro y a la vez coqueto. Ignoro todas las miradas curiosas.
—¿Quién es ella?
—¿Por qué vino con Aiden? Se supone que él nunca sale con nadie.
—Es muy hermosa, que envidia.
—Ese vestido es increíble, debí elegir algo así.
—La elegancia con la que camina es hipnotizante.
—Todo en ellos grita dinero y lujos.
Son algunos de los murmullos de las mujeres y hombres del lugar. Ilusos, creen que no los escucho.
Llego al lado del rubio, me espera con una gran sonrisa en el rostro.
—Viniste —dice asombrado—. Te ves hermosa, Solecito.
Alzo una ceja.
—¿Solecito?
Se inclina hacia mí y se acerca a mi oído como su fuera a decirme un gran secreto. Su aliento hace que la piel de mi cuello se erice.
—Eres la única chica que ilumina este lugar sin esforzarse —comenta—. Para mí eres como el Sol, siempre brilla y destaca en el cielo.
—Gracias, es muy lindo —respondo confusa.
Se separa de mí y suelto un suspiro.
—¿Algún chico te espera en…
—Denver, vengo de allá —termino su frase.
Asiente.
—Entonces, ¿algún chico afortunado? —pregunta con una sonrisa pícara.
—Cero —arrugo la nariz—. Me gusta mi soltería.
En eso siempre soy sincera. No soy como la mayoría de las adolescentes que tienen o han tenido novio. Mi vida está muy jodida para pensar en tener una relación, prefiero mis encuentros casuales y sin nada de sentimientos.
A mis celosos hermanos no les agrada mucho eso, pero prefieren aquello a que tenga una pareja estable.
No estoy dispuesta a jugar a la familia perfecta y feliz con algún chico.
—Amor… —suspira—. La mayor parte del tiempo solo te trae dolores de cabeza.
Asiento completamente de acuerdo con él.
Además creo que no merezco ser feliz después de todo lo que me ha pasado. La culpa me dice que la felicidad es algo que nunca podré permitirme. Y siendo sinceros tampoco me he esforzado mucho por encontrarla.
—¿Quieres bailar conmigo o beber un trago?
Remojo mis labios.
—Lo segundo suena más llamativo.
—Excelente decisión, Solecito —comenzamos a caminar a la barra—. La invitación a bailar fue solo por cortesía, tengo dos pies izquierdos. Ya sabes que soy todo un caballero.
—Muy caballero —ironizo.
Nos sentamos en los taburetes y comenzamos a beber vodka mientras hablamos de cosas sin importancia. Me siento muy cómoda con su compañía, es un chico muy agradable y me hace olvidar que estamos en un lugar con música aburrida.
El resto de la noche transcurre normal. Parejas bailando, músicos tocando sus instrumentos, algunas personas bebiendo champagne y algún borracho haciendo show.
Lo he pasado muy bien con la compañía de Ares, me hace reír mucho y también perder los estribos. Le encanta molestarme.
—Debo contestar —señala su teléfono mientras hace una mueca—. Nos vemos luego, Solecito.
Lo veo perderse entre la gente y no dudo ni un segundo en alejarme de la barra. No me gustan los espacios donde hay muchas personas de este estilo: elegantes y un tanto conservadoras.
Me encuentro con una señora rubia que parece una Barbie, debe tener unos treinta y cinco o cuarenta años. Luce un vestido negro y tacones del mismo color. Un hermoso collar de diamantes decora su cuello y sus pendientes son igual de elegantes. El olor a licántropo inunda mis fosas nasales.
—Bienvenida a Darkwood —me sonríe falsamente—. Mi nombre es Agatha Sallow.
—Un gusto, señora Sallow —le devuelvo la sonrisa falsa—. Soy Kelly Patterson.
A su lado llega un hombre alto, cabello negro y ojos avellana. Es el mismo que me robo a Aiden cuanto llegamos. Luce un costoso traje azul y camisa blanca. Se imponente y su mirada es fría, sin embargo no me intimida.
La abraza por la cintura, puedo ver los anillos de ambos. Son esposos, y ambos licántropos.
—Soy Richard Sallow —extiende su mano.
Dudo, pero termino aceptándola.
—Mucho gusto —doy un leve apretón.
Mark:
Por ser el hijo mayor del alcalde debo estar en este aburrido baile. La compañía de mis hermanos y de mi mejor amiga Ivonne lo hace más tolerable. Este traje ya me está incomodando por lo que decido quitarme la corbata y el antifaz.
Hace un rato vi una cabellera rubia sentada en la barra, por una extraña razón siento curiosidad sobre ella. Quiero estar cerca de ella desde que la vi en la cafetería de mi hermana acompañada de Ares Kingston.
Ese chico no me inspira confianza.
El olor de la chica es raro, y mis hermanos igual lo notaron. No es una humana normal, o si lo es debe tener algún tipo de amuleto. Nuestros sentidos son mejorados gracias a la licantropía que heredamos de nuestros progenitores.
—Allí esta —dice Mila, mi hermanita menor—. Esta charlando con papá y mamá.
Max, mi otro hermano sonríe de forma coqueta.
—Pues vayamos a ver —alza sus cejas rubia—. Quiero conocer a la misteriosa chica de la cual todos hablan.
—No le veo nada interesante —murmura Iv—. Es una chica normal.
Mi hermano Dylan rueda los ojos. Nunca le ha caído bien la rubia.
—Al parecer alguien está celosa —dice con burla—. Ella te robo los reflectores, Ivonne.
A pesar de llevar un antifaz sé que es la chica de la cafetería. No olvidaría ese hermoso color azul de sus ojos. Veo como le da la mano a mi padre algo desconfiada.
«¿Quién eres en realidad, chica?».
Sin darnos cuenta Max ya está llegando a ellos, decidimos seguirlo no sin antes ponerme mi antifaz. Estúpido mujeriego. Al llegar la chica nos da una repasada poco discreta y me siento algo intimidado con su mirada.
—Así que —habla mamá—. ¿Desde cuándo se conocen tú y Aiden?
Frunzo el ceño en su dirección, ¿serán novios? Le doy una mirada a mi padre y él asiente como si pudiera saber lo que estoy pensando.
—De toda la vida —sonríe, mostrando su perfecta dentadura y una margarita en su mejilla izquierda.
De cerca es mucho más hermosa…
—Soy Max Sallow —se presenta—. Mucho gusto.
—Kelly, hermana de Aiden.
La sorpresa en el rostro de todos es evidente, y algo de alegría inunda mi corazón al saber que no es su novia. Pero eso también significaría que es una vampira, y siendo sinceros no queremos a más en el pueblo.
—Nunca menciono que tuviera una hermana —dice papá intrigado.
—Aiden no presume a su hermanita adoptiva —sonríe de lado—. Es un poco reservado cuando se trata de su vida privada, ambos lo somos.
—Entiendo —murmura mamá.
—Ahora si me disculpan iré a tomar aire fresco —le da la mano a papá—. No soy mucho de esta clase de eventos. Nos vemos luego.
Se va contoneando sus caderas de forma elegante y a la vez seductora. No puedo dejar de observarla hasta que sale en dirección al jardín. Algo en ella llama mi atención y me hace querer seguirla.
—Y, ¿quién era ella, padre? —cuestiona Dylan al llegar a nuestro lado.
—Kelly Patterson —responde pensativo—. Es hermana adoptiva de Aiden, pero creo que no es como él.
Todos sabemos que se refiere al hecho de que Aiden es un vampiro de más de cien años, aunque parece de veinte. Eterna juventud es una las cualidades que compartimos con esos bebedores de sangre.
—Kelly Patterson —pruebo su nombre en mis labios—. Es un lindo nombre —admito.
Max niega con la cabeza.
—Es una linda chica —me corrige—. Muy linda.
Niego con la cabeza.
—Voy al baño —miento.
Me alejo de mi loca familia y me dispongo a buscar a la famosa Kelly. Parte de mí no asume que sea hermana de ese… monstruo.
Kelly:
Me sentí algo incómoda ante tantas miradas, de hecho no pude detallar a ninguno como me habría gustado. Solo reconocí a la chica rubia llamada Ivonne. Que preguntaran sobre mi relación con Aiden solo empeoro la situación, odio hablar sobre mí con los demás.
Le informo a mi hermano que saldré a tomar aire y asiente despreocupado, sabe que puedo defenderme. Camino en la dirección que él me indico y me encuentro con un precioso jardín. Cierro la puerta a mis espaldas, me quito el estúpido antifaz dorado. Me abrazo a mí misma debido al viento mientras avanzo a paso lento.
Todo parece normal, pero no lo es. En la oscuridad del paisaje se ocultan bestias cambia formas, bebedores de sangre y practicantes de todo tipo de magia.
Incluida yo.
Apoyo mis codos en la baranda que rodea el lugar. Una ráfaga de viento alborota mi cabello y suelto un bufido, odio que se enrede porque después me da pereza peinarlo. Un aroma fresco inunda mis fosas nasales y me siento en… paz.
Eso es extraño ya que la mayor parte del tiempo estoy estresada, enojada, irritada o cosas por el estilo.
¿Qué es ese rico aroma?
Un carraspeo hace que me de vuelta de inmediato. Veo al chico de ojos color avellana de la cafetería apoyado en el tronco de un árbol cercano.
—¿Me estas siguiendo? —alza sus cejas oscuras.
No lleva antifaz y tiene su corbata en la mano. Ahora lo puedo observar con más detalle. Es alto y algo robusto. Me golpea el olor que desprende, es extrañamente fascinante.
Su actitud arrogante le quita todo lo guapo.
—No, solo estas en mi camino —respondo neutral—. O tal vez el que me sigue ere tú.
Sonríe mostrando sus dientes blancos y perfectos.
—¿Qué haces aquí tan sola?
Cruzo los brazos a la altura de mi pecho y tomo mi postura intimidante. Ruedo los ojos antes su pregunta.
—No lo sé, tal vez estoy tomando sol para lograr el bronceado perfecto —el sarcasmo en mi voz es notorio—. Tomo algo de aire fresco, ¿acaso no puedo, señor gruñón?
Abre la boca sorprendido antes su nuevo apodo y entrecierra los ojos.
—Es peligroso, muy peligroso —intento concentrarme, pero el sonido de su voz me distrae—. Eres nueva, ¿verdad?
¿Por qué demonios no puedo quitarle la vista de encima?
Debe rondar los veinte, sus ojos brillan mientras me observa detenidamente, como si me estuviera analizando. Sus facciones son varoniles, su cabello es oscuro como la noche y algunos mechones caen por su frente. Me siento pequeña a su lado, debe medir un metro noventa y yo unos veinte centímetros menos en este instante.
«Gracias por eso tacones».
Viste un traje negro, pero su aura es pura luz. Su aroma me enloquece como nunca otro lo había hecho. El latido de su corazón y la sangre que corra por sus venas es tentadora. Tengo que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad por no saltar a su cuello y beber su sangre.
Me siento hipnotizada.
«¿Qué demonios te pasa, Kelly? Es solo un chico, has visto mucho en tu vida y la mayoría han estado desnudos. Concéntrate».
No sé en qué minuto se comenzó a acercar, pero ya está demasiado cerca para mi gusto. El espacio personal es algo muy importante en mi vida.
—Se autodefensa desde los cincos años, no me hagas utilizar lo que sé contigo —lo señalo amenazante—. Así que con todo el respeto del mundo te invito a irte a la mierda.
Sus ojos color avellana me observan con diversión y se oscurecen un par de tonos. Aprieto la mandíbula.
—¿Qué es lo gracioso, gruñón?
Niega con la cabeza sin borrar su estúpida sonrisa.
—Solo quería presentarme —extiende su mano en mi dirección—. Mark Sallow, hijo del alcalde.
Otro licántropo en el pueblo, interesante.
Acepto su mano y la aprieto con fuerza, no tanta para demostrar que soy un ser sobrenatural. Mi mano arde ante el contacto piel con piel y siento un cosquilleo recorrer mi brazo, algo que nunca había sentido antes.
Claramente disimulo esa extraña sensación.
—Podrías ser el mismísimo Lucifer y me daría igual —sonrío con arrogancia—. La oferta de irte a la mierda expira en… —miro el inexistente reloj en mi muñeca—. Tres minutos, Sallow.
—No me dirás tu nombre —hace una mueca de dolor—. Eso no es muy amable.
—La palabra amabilidad no va de la mano de Kelly Patterson —respondo—. Y creo que nunca estarán vinculadas.
Su sonrisa se vuelve tensa antes la mención de mi segundo apellido. Su mirada se oscurece y lo veo apretar la mandíbula. ¿Qué mierda?
—¿Patterson? —indaga—. ¿Cómo Aiden y Evan Patterson?
—Así es —remojo mis labios—. Fui adoptada por ellos.
Esta por responder, pero el ruido de la puerta nos alerta.
—¡Mark! —reconozco esa voz un poco chillona, es Ivonne —. Estuve buscándote por todo el lugar…
La sonrisa de la chica decae al verme. Lleva un vestido algo recatado de color rojo y tacones negros. Al parecer me acabo de ganar una nueva enemiga sin mover un solo dedo, estupendo.
Me remuevo en mi lugar claramente incómoda. El pelinegro se aclara la garganta.
—Salí a tomar aire —sonríe como si se hubiera ganado la lotería—. Y tuve el placer de conocer a Kelly Patterson.
Estúpido bipolar. Hace un rato estaba molesto y ahora sonríe.
—La novia de Aiden, ¿no es así? —El desprecio por mi hermano es notorio, ya me cae mal—. Un placer, soy Ivonne. Conozco a Mark de toda la vida.
«Sería genial si te hubiera preguntado tu relación con el chico».
Ivonne hace de cuenta que nunca nos hemos visto ni cruzado palabra, extraño. Entrelaza su brazo con el de Mark
«¿Por qué todo el mundo se empeña en decir que soy la maldita novia de Aiden cuando ya dije que no lo era?».
—No soy la maldita novia de Aiden —aclaro, molesta—. Es mi hermano, y si estoy en este aburrido lugar es por él.
—¿Aburrido? —suena ofendida.
Me meto en su mente y me entero que ella fue la que ayudo a organizar todo. Creo que dañe su orgullo.
—Claro —la arrogancia vuelve a teñir mi voz—. Preferiría estar teniendo sexo que estar aquí.
Ambos abren los ojos sorprendidos por mi declaración. ¡Demonios! Es solo sexo, introducir una parte del cuerpo en un agujero de otro, ya está.
—Desgraciadamente uno no puede tener todo lo que quiere en la vida —dramatizo y pongo una mano en mi pecho—. Diría que fue un placer conocerlos, sin embargo no lo fue. Debo volver a la fiesta. Adiós, tortolitos.
Me doy la vuelta y veo una figura masculina apoyada en el marco de la puerta. Sonrío de inmediato al reconocerlo. ¿Qué es lo que me pasa? Yo no soy así de alegre.
—Así aquí estabas, Solecito escurridizo —se acerca a paso seguro, no puedo negar que es muy guapo—. Este lugar es aburrido sin ti.
—Lo mismo opino, Kingston —juego con el antifaz en mis manos—. Mejor volvamos, Aiden debe estar esperándome.
La incomodidad es mucha. Mark no deja de fulminar con la mirada a Ares, este sonríe con suficiencia. Ivonne me mata con la mirada y yo solo quiero salir de aquí.
No sería bueno que me enojara y destrozara todo…
—De hecho, te estaba buscando porque es hora de irse —la voz del rubio interrumpe mis pensamientos—. Son las cuatro de la madrugada.
—Vamos —entrelazo nuestros brazos—. Hasta pronto.
Estamos por entrar, sin embargo detiene el paso y se gira en dirección a los licántropos.
—Hacen una muy linda pareja, chicos.
Frunzo el ceño al ver la sonrisa de la rubia, Mark desvía la mirada al piso. Ruedo los ojos y seguimos caminando.
Efectivamente ya no quedan muchas personas en el lugar. Encuentro a Aiden y me despido de Ares con un beso en la mejilla. Mi hermano se despide del alcalde y su familia mientras yo lo espero en la entrada del lugar.
Nos dirigimos a su auto y me dejo caer el asiento cansada. Fue una velada larga, pero no fue tan aburrida como pensaba.
«Vaya noche, por lo menos nadie murió».
Además descubrí que el alcalde y su familia son licántropos. Puede servir para más adelante ya que lo más seguro es que conocieron a mis padres.
Mis párpados pesan y poco a poco me voy quedando dormida en el asiento del coche. Aiden se encargara de despertarme luego.
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Besos, Kote🖤
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