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Capítulo 2 ✡

Kelly:

Llego pasado las nueve de la mañana a Darkwood, y muero de hambre. Lo primero que haré será encontrar una cafetería o algo por el estilo, ya que hincarle los dientes a un transeúnte no es opción.

Bueno si la es, pero no ando con ánimos y no quiero levantar sospechas.
Luego debo ir a la dirección que se me de memoria, mi ex-casa. Un escalofrío recorre mi columna vertebral al pensar que tendré que dormir en la misma casa donde murieron mis padres.

—Gire a la derecha —instruye la voz robótica, a veces me da escalofríos.

Miro a mi acompañante peludo, ha dormido todo el camino y se ve en paz. Solo queda un poco de sangre seca en su pelaje color canela, aunque de lejos casi ni se nota y eso que tengo vista mejorada.

Mirándolo con detención reconozco la raza: Husky Siberiano.

Avanzo con lentitud siguiendo las indicaciones de mi GPS, al doblar donde me indico me encuentro con un lugar sin salida rodeado de pasto, ni siquiera hay árboles. ¿Dónde mierda estoy?

Darkwood está muy cambiado, tampoco es como que recuerde este lugar detalladamente ya que solo tenía cinco años.

—Recalculando ruta —escucho la voz robótica—. Avance cinco metros y luego gire a la izquierda.

—¡Vete a la mierda! —Pierdo la paciencia—. Aquí solo hay pasto y más pasto, voz estúpida.

Las ganas de tomar mi teléfono y arrojarlo lejos son muchas, pero me controlo. Soy muy temperamental, siempre lo he sido y eso no es para nada bueno.

Bajo la ventanilla en busca de aire para ayudar a calmarme. El olor a pasto recién cortado se cuela por mi nariz y sonrío, amo la naturaleza. Nos mudamos aquí cuando tenía meses de vida ya que nací en Italia. Cuando era pequeña me encantaba vivir aquí por sus bosques, parecía el lugar perfecto para establecerse hasta el suceso que arruino mi existencia. Desde ese entonces el lugar se volvió oscuro y lleno de misteriosas muertes.

Giro el volante con brusquedad, doy vuelta en U para largarme de aquí. Avanzo un poco más y encuentro un lugar para estacionar, freno en seco y me bajo del auto.

—Vine por respuestas, padres —miro al cielo luego de estirarme—. No me iré sin ellas, aunque eso termine matándome.

Acaricio el collar en forma de corazón con un zafiro que cuelga en mi cuello desde que nací, me siento protegida con él y me recuerda a mamá. Está hecho para ocultar mi aroma a otros seres sobrenaturales y los confunde, o me hace pasar como una simple humana.

—¿Hola? —Escucho una voz chillona a mis espaldas, me encuentro con una chica rubia—. ¿Eres nueva y estás perdida?

—¿Se nota mucho? —intento ser amble, claramente fallo.

Sus ojos marrones me observan con diversión y a la vez como si estuviera examinándome. Su olor a licántropo está mezclado con otro que no logro reconocer.

—Entonces… ¿puedo ayudarte en algo?
Suelto un suspiro.

—En realidad te lo agradecería mucho —admito—. Busco alguna cafetería o algún lugar para comprar comida.

—¿Turista o visita a familiar? —cuestiona sin borrar su sonrisa.

¿Por qué sonríe tanto? Es irritante. Además mis motivos para estar aquí no le incumben, ni siquiera la conozco.

—¿Qué hay de malo en ser turista? —contraataco, molesta.

Niega con la cabeza.

—Ya nadie visita este lugar, las muertes y desapariciones nos han dado mala fama —dice como si fuera lo más obvio—. Todo comenzó con la tragedia en la mansión Deveraux hace más de diez años, fue… horrible.

Me estremezco levemente ante la mención de mi apellido, no dejo que se note.

—¿Muertes misteriosas? —desvío el tema.

—Deberías revisar las reseñas en internet antes de ir a un lugar de vacaciones —aconseja—. Es lo que yo haría.

«No te pregunte lo que tu harías, chillona».

«Si tan solo supieras que se casi todo sobre este lugar y también soy la única sobreviviente de la primera tragedia», muerdo mi lengua para evitar hacer algún comentario sarcástico.

—Tengo demasiada hambre —insisto con impaciencia—. Luego veré si me quedo o me voy.

Asiente poco convencida.

—El centro queda a unas… siete cuadras de aquí, allí encontraras la cafetería Mila's. es muy buena —recomienda—. Suerte, la necesitaras.
Frunzo el ceño ante lo último. ¿Cuántas advertencias más recibiré?

—Gracias, supongo…

—Soy Ivonne —se presenta—. Puedes preguntar por mí si necesitas alguna cosa, todos aquí me conocen.

—Estaré bien —digo tajante—. No te preocupes.

Me dedica una mirada molesta antes de alejarse en dirección al centro del pueblo. Vuelvo a mi vehículo y me pongo en marcha. Luego de unos diez minutos llego al dichoso café.

—Estás llegando a tu destino —informa mi GPS.

—Como si no lo supiera —ruedo los ojos.

Detengo el auto frente a una linda cafetería en frente a la plaza, hay varias personas en su interior. A simple vista cuesta creer que aquí pasan cosas terribles.

—Vamos, Oddie —abro su puerta—. Comeremos un poco y luego conocerás al tío Aiden, o eso espero.

Una señora me observa como si estuviera loca por hablarle a mi mascota, me da igual su opinión.

El canino baja y me ignora para estirar sus patas, sacude su cuerpo y suelta un bostezo. Parece un oso en hibernación.

Alzo la vista y veo una tienda de accesorios para animales a dos locales del café. Gracias destino. Me dirijo hacia allá a comprar lo necesario para mi nueva mascota. Al abrir la puerta suena una dichosa melodía indicando mi llegada al chico detrás del mostrador.

Odio ese maldito ruido, en general odio muchas cosas.

—Bienvenida —saluda formalmente—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Buenos días, busco una correa y alimento para él —señalo al husky—. Y… los accesorios que tengas.

Se levanta del mostrador y camina en dirección a unas repisas, toma dos bolsas de alimento para cachorro, algunos juguetes, platos para la comida y agua, un collar y una linda correa de color negro con toques dorado.

—Gracias por su compra —dice luego de recibir el dinero—. Que tengas buen día.

—Adiós, igualmente.

Salgo de la tienda con una mano sosteniendo una bolsa y la correa de Odie. Me dirijo al local del cual sale un rico olor a café en grano. Sonrío al ver un cartel: se permiten mascotas.

Al entrar al lugar todas las miradas se posan en mí, espectacular. La decoración es linda y sencilla, aunque un poco cargada al rosa. Me siento en una mesa vacía junto a la ventana. El cachorro se acurruca en mis pies y se vuelve a dormir.

Sigo insistiendo en que parece más un oso hibernando que un perro.

—Buenos días —saluda una mesera—. ¿Qué desea ordenar?

Fijo mi vista en la vitrina al lado del mostrador. Hay tanto cosas dulces como saladas. Podría pedir todo. Luego de unos segundos de inspección me decido.

—Quiero un jugo natural de naranja, dos donas cubiertas de chocolate, una tarda de frambuesas y un sándwich de pollo, por favor.

Estoy muerta de hambre y se nota. Si fuera por mi saltaría en su yugular, nada me alimenta como la sangre humana, pero la comida humana no está nada mal.

—¿Es todo para ti? —cuestiona la chica mirando mi físico.

«¿Acaso ves a otra persona junto a mí, chica?».

—Esa no es información relevante para pedir un poco de comida —respondo tajante—. ¿O si lo es?

Sus mejillas se ponen de un color rojo intenso, murmura unas disculpas antes de volver a la cocina. Fui una completa perra, lo admito. Me molesto que me haya inspeccionado.

Soy delgada y tengo algunas curvas. En mi opinión eso no te define como persona, además la comida está hecha para ser ingerida, ¿qué le interesa a ella si como igual que un cerdo?

Estúpidos estereotipos y estúpida la gente que te juzga.

La amable mesera vuelve con mi pedido y se va de inmediato como si me tuviera miedo, pues así bien en huir de mí. Comienzo a comer mi sándwich y debo admitir que está muy rico.

—Comes como una bestia, chica rubia —escucho una voz masculina a mis espaldas.

A los segundo un chico rubio de hermosos ojos dorados aparece en mi campo de visión. Me quedo mirando ese iris ya que nunca había visto unos de ese color. Viste una chaqueta negra de cuero y jeans del mismo color, se pasa la mano por el cabello esperando a que salga de mi inspección.

—Tal vez soy una bestia disfrazada de una sexy mujer rubia —sonrío juguetona—. O tal vez soy solo una chica que le gusta comer como si no hubiera mañana.

Suelta una carcajada ronca, me agrada su risa.

—Soy Ares Kingston, un placer —me tiende su mano.

Dudo unos instantes antes de aceptar. Otra cosa que no hacemos es hablar más de lo necesario con extraños ya que nunca se sabe sus intenciones y es mejor no confiar, lo digo por experiencia.

Con él es distinto, me siento… cómoda, y eso es bastante raro.

—Kelly Patterson, el gusto es mío —uso mi segundo apellido.

Señala la silla vacía frente a mí.

—Puedo…

—Claro.

Siento una mirada fuerte sobra mí, como si me quemara. Aparto la vista del rubio y me encuentro con unos ojos avellana mirándome fijamente, a su lado está la chica con la cual me encontré al llegar al pueblo y otras personas.

¿Por qué ese chico me mira tanto?
Y lo más importante, ¿por qué siento una pizca de celos y enojo al verlo con Ivonne?

—¿Eres nueva en el pueblo? —La voz varonil de Ares me saca de mis extraños pensamientos—. No te había visto por aquí, no es como si no conociera a todo el mundo, pero supongo que me comprendes.

Asiento.

—Vengo a visitar a un viejo amigo —miento—. ¿Y tú desde cuando vives aquí?

—Volví hace poco a mi hogar —me quita una dona y le da un mordisco—. Me fui hace unos años, supongo que ya era de volver.

—Comprendo…

Paso por alto el hecho de que haya robado mi comida, después de todo no soy tan egoísta.

—La mayoría de las veces uno vuelve al lugar donde fue feliz —comenta pensativo.

—¿Es tu caso? —curioseo.

Suelta un risa.

—No, este lugar no tiene la mejor fama —hace una mueca—. Dudo que alguien pueda ser feliz aquí.

—Ya veo —suspiro.

—Ten, bebe un poco —me tiende su taza.

Frunzo el ceño.

—Nunca aceptes cosas de extraños, no sabes lo que pueden intentar hacerte, pequeña rubia —la voz de Evan resuena en mi cabeza.

Al parecer mi hermano mayor me pego su estúpida paranoia.

—¿Qué es eso? —la desconfianza tiñe mi voz.

Me da una sonrisa tranquilizadora, que extrañamente me hace bajar un poco las paredes a mí alrededor.

«¿Quién eres realmente, Ares, y por qué me siento así contigo?».

—El mejor vainilla latte que podrías probar en tu vida —asegura—. Esa chica —señala a una castaña frente a Ivonne—. Es la dueña del lugar y prepara esto ella misma, tienes que probarlo.

—Hace calor —le recuerdo.

—Eso no es impedimento —alza sus cejas—. Sé que puede ser raro, si quieres puedo ir a pedirte uno para que no tomes de mi taza.

Se levanta de su silla sin darme tiempo de responder, sí que es rápido. Lo retengo antes de que pase por mi lado y le sonrío.

¿Qué me hará? Después de todo es comida, y soy un ser sobrenatural.

—Está bien, lo probare.

Tomo la taza de la mesa y bebo un sorbo. Un sonido de satisfacción se escapa de mis labios sin que pueda retenerlo, esto sí que está bueno. Nunca me gustó mucho esta bebida caliente, pero esta sabe delicioso.

—¿Y qué me dices? —Vuelve a sentarse y apoya los codos en la mesa—. Delicioso, ¿o no?

Asiento con la cabeza.

—Tenías razón, Kingston.

—Claro que la tengo —dice con autosuficiencia—. Soy Ares Kingston, siempre tengo la razón.

Ruedo los ojos dramáticamente.

—Tu ego es un poquito grande.

—Si yo no me amo, ¿cómo lo van a hacer los demás? —me mira fijamente—. Linda mascota.

Miro hacia el lugar donde señala y veo a mi cacharro profundamente dormido.

—Gracias —remojo mis labios—. ¿Te gustan los animales?

—Adoro los caballos —sonríe.

Abro los ojos con clara sorpresa.

—Siempre he querido tener uno —admito—. Nunca tuve la oportunidad, me mudaba demasiado.

No aparta la vista de mis ojos, y me pone nerviosa. Por primera vez estoy nerviosa ante en un chico, ¿pero quién no? Ares debe tener a todas las de este pueblo babeando. Su belleza parece tallada por Dios, sus facciones masculinas son marcadas y acompañadas de algunos lunares. Todo él grita misterio, oscuridad y algo de peligro.

Nuestros ojos hacen contacto por un largo tiempo sin pestañear, y siento como si lo conociera de toda la maldita vida por lo que se me escapa una sonrisa. Para mi sorpresa el me la devuelve.

—Nunca es tarde para cumplir nuestros sueños, Kelly —musita—. Aun somos jóvenes y tenemos una vida por delante.

«Si tan solo supieras lo jodida que esta mi vida no opinarías lo mismo, querido Ares».

—De hecho tú puedes cumplir uno de mis sueños —admite.

—¿Yo? —cuestiono confusa.

Asiente mientras se muerde el labio inferior. Tomo un sorbo de jugo para apartar la mirada de él.

—Ven mañana a una fiesta, es más bien un aburrido baile —rueda los ojos—. Pero sería menos aburrido contigo allí.

—¿Baile? —Hago una mueca—. Odio esas cosas, son para morirse de sueño.

—Es una mascarada a beneficio de familias pobres.

—Interesante —murmuro—. Me lo pensaré.

Dejo un par de billetes en la mesa y me levanto de mi asiento, Odie despierta de inmediato y se aleja de Ares para posicionarse detrás de mí.

—Estaré esperando a una sexy chica rubia que come igual que una bestia —sonríe con diversión—. Nos vemos luego, Kelly.

—Nos vemos, Ares.

Me doy media vuelta y salgo de allí, una vez en la calle suelto el aire estaba reteniendo y comienzo a caminar hacia mi auto.

Una mascarada no suena mal…

                           ✡  ✡  ✡

Detengo el auto frente a una mansión de color crema frente a un gran lago, el olor a vampiro se cuela por mis fosas nasales, ahí es cuando me doy cuenta este es territorio vampírico. Cuando era pequeña todas las especies vivían juntas, veo que las cosas han cambiado.

Bajo del auto y fijo mi vista en el lago, se ven algunas cabañas del otro lado y niños jugando. Abro el maletero y saco mi equipaje, luego bajo a Odie y su comida. Arrastro la maleta al porche sin dificultas alguna gracias a mi fuerza. Toco el timbre con impaciencia.

Varios recuerdos llegan a mi mente, decido alejarlos o esto enserio se pondrá feo.

Vuelvo a tocar el timbre con desesperación al no obtener respuesta la primera vez.

—¡Ya voy! —Grita una voz conocida desde el interior.

Luego de unos segundo la puerta se abre y mi corazón a latir tan rápido que creo que se va a salir de mi pecho. Un chico rubio aparece en mi campo de visión, su torso está desnudo dejando ver sus abdominales marcados y lleva un pantalón de buzo gris.

Su expresión es de completa sorpresa.
—¿Kelly? —Pestañea un par de veces—. ¿Eres tú?

—La misma —intento sonreír, fracaso totalmente—. Es lindo volver a verte, Aiden.

Sale de su trance y me ayuda con el equipaje. La casa está muy distinta a como la recuerdo. Cambio el color y el material de las paredes, también las distribuciones. Lo que me sorprende es que los muebles son idénticos, hizo una copia exacta de los que se quemaron.

—Creí que estabas en Denver, con Evan —comenta al llegar al salón—. Me tomaste por sorpresa.

Me siento de mala en el sofá de color negro.

—Claro que lo hice —responde brusca—. ¿Si te hubiera dicho que sabía dónde vivías me habrías dejado venir a visitarte?

Silencio absoluto, era la respuesta que imagine.

—Lo ves.

—Kelly, siempre hay una explicación para todo —se sienta a mi lado—. Si no te dijimos sobre esto es por tu bien.

—¡¿Por mi bien?! Estas jodiéndome —gruño furiosa—. ¿Por qué conservaron la casa y no me dijeron nada?
Suelta un suspiro.

—Conservar su memoria, los recuerdos y sentirme más cerca de ellos —confiesa—. Sé que parece una locura, pero así lo siento.

Él al igual que Evan sufrió mucho con la muerte de mis padres. Todos éramos como una rara familia, y lo seguimos siendo solo que sin ellos.

Tomo un par de inspiraciones para calmarme, alterarme no me sirve de nada. Y lo que menos quiero es perder el control y hacerle daño intencionalmente a mi hermano.

—Podrían habérmelo dicho —un nudo se instala en mi garganta—. Tenía derecho a saberlo, eran mis padres y esta también es mi casa.

—Lo sé, lo lamento —agacha la cabeza—. A veces tomamos decisiones por proteger a los que amamos, y esas decisiones no son siempre las correctas.

Se crea un gran silencio y aprovecho de inspeccionar el lugar. La casa tiene dos niveles, las habitaciones de nosotros deben estar en el segundo piso, como antes. Las paredes son de madera y tiene detalles elegantes, como Aiden. Los muebles son igual de sofisticados. Hay una hermosa chimenea en la sala que antes no estaba y una gran alfombra beige en nuestros pies. Lo que más llama mi atención es el ambiente hogareño y el delicioso olor a comida casera.

Aiden es el mejor cocinero del mundo, y el único que cocina en la familia. Los demás somos un asco, se nos quema hasta el agua.

—¿Quién es tu nuevo amigo? —señala al can.

—Se llama Oddie —sonrío de inmediato—. Lo atropelle casi al llegar aquí.

Hace una mueca de horror.

—Cuantas veces te he dicho que conduzcas con cuidado, no todo el mundo es inmortal.

Ruedo los ojos. En eso se parece a Evan, me sobreprotegen como no se imaginan.

—Lo sane con magia —explico—. En unas pocas horas se ganó mi corazón.

—¿Qué clase de pacto con el diablo hiciste para lograr eso? —acaricia la cabeza de mi perro.

—¡Aiden! —le pego un manotazo juguetón—. Tampoco soy un monstruo sin corazón.

Suelta una carcajada y yo lo fulmino con la mirada.

—¿Lo conservaras?

—¿Te molestaría? —rebato.

Niega de inmediato.

—¿Puedes mostrarme mi habitación —trago duro—. Mi estadía es indefinida.
—Claro, sígueme.

Subimos las escaleras, él lleva mi equipaje y yo a mi cachorro. Avanzamos por el pasillo y nos detenemos en una puerta blanca, sé que es mi habitación por la letra K colgada en la madera. Abre la puerta y me deja entrar primero. No puedo quejarme; es una gran habitación de color blanca con toques dorados, muebles negros, una cama matrimonial y un sofá cerca de la ventana. Todo está muy limpio y ordenado.

—¿Limpiaste?

Me da una sonrisa entre nostálgica y alegre.

—Siempre limpio tu habitación como si vivieras conmigo —se rasca la nunca en un acto nervioso—. Parte de mi lo hace porque presentía este momento.

Arqueo una ceja, no comprendo lo que dice.

—Eres inteligente, cariño. Sabía que tarde o temprano descubrirías donde vivo —explica despreocupado—. Y quería estar preparado.

—Oh…

—Siendo sinceros nunca creí que ese momento fuera tan luego —suelta una risa—. Puedes ponerte cómoda, también es tu casa.

—Gracias, por todo —señalo el cuarto.

Me acerco a darle un cálido abrazo, me estruja con fuerza y me levanta unos centímetros del suelo provocando una risa de mi parte. Extrañaba esto; su olor, su calidez y sus abrazos. Un año sin ver a una de las personas que más amas es un completo infierno.

Nos separamos luego de unos segundos, ambos con los ojos algo cristalizados.

—Te eche de menos —susurro.

—Y yo a ti, cariño —acaricia mi mejilla—. No te imaginas cuanto…

Le doy una sonrisa de boca cerrada, no sé qué responder a eso ya que en parte es su culpa por no visitarme o dejar que yo lo visitara.

—¿Necesitas algo más? —Inquiere al ver mi silencio—. ¿Tienes hambre?

—No, gracias —respondo—. Ya comí.

—De acuerdo, te dejare para que te instales —dice él—. Estaré en la cocina.

Murmuro una afirmación y él se retira junto a Oddie, mi mascota quiere conseguir su atención. Abro la maleta y comienzo a guardar todo en el armario, dejo mi maquillaje y útiles de aseo en el baño.

Hago mis necesidades y tiro la cadena. Mientras me lavo las manos miro mi reflejo en el espejo, tengo unas leves ojeras y mis ojos carecen de brillo. Nunca volveré a ser la Kelly soñadora que fui cuando niña. Cierro la llave del agua y decido darme una ducha, después de todo no me vendría mal después de tantas horas de viaje. Me desnudo sin prisa y minutos después estoy dentro de la ducha, el vapor llena el lugar y mis músculos se relajan con el agua caliente. Lavo mi cabello con shampoo lentamente y luego me aplico acondicionador.

Cierro los ojos y dejo que el agua caiga de lleno en mi rostro durante un par de segundos, enjabono mi cuerpo rápidamente. Unos cinco minutos después cierro el grifo y me envuelvo en una toalla.

Al salir saco el vapor del espejo y vuelvo a mirarme en él. Una chica de lindos ojos azulados me devuelve la mirada, el agua que gotea en mi cabello corre hasta las puntas de mi lisa cabellera y por mi frente. Ver mi rostro muchas veces se me hace difícil, y no porque me considere fea sino porque siento odio hacia mí misma.

Si yo no hubiera nacido ellos seguirían vivos, me aborrezco por ello.

Suelto un sonoro suspiro y salgo del baño, no puedo seguir lamentándome. Voy hacia el armario y escojo un lindo vestido veraniego de color azul eléctrico, lo combino con unos tacones del mismo color. Desenredo mi cabello con delicadeza, me aplico un poco de labial y perfume.

Tomo mi mochila y salgo de mi habitación dispuesta a conseguir respuestas, no puedo perder mi tiempo. Después de todo a eso vine.

Bajo rápidamente las escaleras y mis tacones hacen eco mientras lo hago, todo está muy silencioso. Llego a la sala y veo una tierna escena que hace que mi corazón se estruje.

Aiden está jugando con Oddie, el cual tiene su pelaje un poco húmedo. El perro mueve su cola con efusividad mientras espera que mi hermano vuelva a lanzarle la pelota.

Carraspeo llamando su atención.

—Lo bañe para quitarle la sangre seca, además como era callejero no olía muy bien —hace una mueca.

Suelto una carcajada ya que tiene razón, no olía para nada bien y nuestro desarrollado olfato no ayuda.

—¿Te gustaría hacer algo o tal vez mañana? —Cuestiona sin dejar de jugar con la mascota—. Me gustaría darte la bienvenida como se debe y también celebrar tu cumpleaños número dieciocho.

—No es necesario —le hago un gesto con la mano—. No hay mucho que festejar.

Desde la muerte de mis padres que no he celebrado mi cumpleaños en grande, no recuerdo mucho como eran los cumpleaños con ellos. Mi cumpleaños numero diecisiete lo pase en un bar de Denver junto a mis dos mejores amigos.

—Está bien —si hay algo que me gusta de Aiden es que siempre respeta mis decisiones, lo contrario a su hermano mayor—. Mañana hay una mascarada de beneficencia, ¿podrías ir conmigo?

Ya sabía sobre ello gracias a Ares. Nunca me han gustado mucho esos eventos, nada bueno pasa en ellos cuando eres del mundo sobrenatural.

—¿Vas a esas tonterías? —me siento en el piso junto a él.

—Soy alguien importante, debo ir —aclara con orgullo—. Soy el que se encarga del lado vampírico.

—Eso es genial…

—Entonces —sonríe—. ¿Mascarada para tus dieciocho?

Esa estúpida sonrisa puede lograr que mis “no” se conviertan fácilmente en “si”.

—Está bien —bufo resignada—. Me tienes que conseguir un vestido, de preferencia dorado y un antifaz.

—Hecho, ¿ibas a alguna parte?

Muerdo mi labio inferior con fuerza, es una manía que tengo. Lo hago casi siempre, cuando estoy furiosa, nerviosa, confusa, alegre, etc.

Me levanto rápidamente y él imita mi acción.

—A conseguir respuestas —admito sin titubear—. Quiero saber que me hace especial y que saben sobre la muerte de mis padres.

—Kelly, no hagas tonterías —dice serio—. Te meterás en problemas si vas por ahí preguntando…

—¿Por qué ocultas tantos secretos, Aiden? —lo interrumpo, enojada.

Niega con la cabeza.

—Nunca debiste venir si era para eso —me ignora—. Cometes un grave error.

—Si tuvieras la maldita decencia de decirme la verdad no estaría aquí, y lo sabes —lo señalo acusatoriamente—. Los secretos de los hombres que más amo en mi vida me obligaron a volver a este puto infierno, porque eso es para mí estar aquí.

—Cariño…

—Murieron aquí, Aiden, ¿piensas que no me duele estar en esta casa?

Agacha la cabeza y se queda en silencio.

—¿Me dirás la verdad?

—No sé a qué verdad te refieres, Kelly.

—Deja esta mierda de teatro de lado por una vez, Aiden Patterson —sueno furiosa y dolida—. Sé que estás aquí por una razón, no vendrías a vivir aquí sin motivo.

—Yo…

Ningún otro sonido sale de su boca. Niego con la cabeza repetidas veces. Él no me dirá nada y Evan tampoco, es solo una pérdida de tiempo.

—Esa es toda la confianza que me tienes, hermano —entrecierro los ojos—. Gracias, de verdad. Muchas gracias.

Me doy la vuelta dispuesta a salir de ahí, una figura aparece en mi campo de visión a una velocidad impresionante sin darme tiempo de reaccionar sus brazos rodean mi cintura y me aprieta con fuerza. Hunde su cabeza en el hueco de mi cuello, yo aún sigo inmóvil.

Parte de mi quiere quedarse aquí en casa, en sus brazos como en los viejos tiempos. Pero estoy cansada de las mentiras.

—Hagas lo que hagas, solo cuídate —una lágrima cae en mi piel, está llorando—. No quiero perderte, hermanita.

—Lo haré, no te prometo que estaré bien porque sabes que no soy así —trago saliva con dificultad—. Pero luchare por mi vida de ser necesario, después de todo soy una Deveraux Patterson.

—Tengo algo para ti —saca de su bolsillo un sencillo anillo de plata con una pequeña piedra azul.

—No me pedirás que me case contigo, ¿o sí? —sonrío burlona—. Eso no sería correcto, aunque no seamos hermanos de sangre sería raro.

Suelta una risa, amo hacer reír a los que amo.

—Ayuda a ocultar tu olor a otros seres —lo coloca en mi índice—. No te lo quites, ¿vale?

Asiento confusa.

—Tengo mi collar —le recuerdo—. El que me regalo mamá cuando era solo una bebé.

—Lo sé —suspira—. Nunca está de más tener otra protección.

—Tú tienes el tuyo, ¿verdad? —cuestiono temerosa.

Alza su mano izquierda dejando ver su anillo con una piedra del mismo color que el mío.

—Y… —carraspea—. ¿Evan también usa el suyo?

—Claro —respondo sonriente.

Aun peleados se cuidan el uno al otro, eso es familia. Nos cuidamos a pesar de todo.

Estos anillos los hizo Rayna, una bruja amiga de mamá, para ocultar nuestro olor a otros seres. Yo tengo el collar gracias a ella, mi madre se lo pidió y ella lo hizo gustosa. Nos ayuda a ocultarnos de los locos que me buscan, ya que solo saben mi nombre y poderes. Nada sobre mi aspecto físico, o eso espero.

—Recuerda matar a quien intente lastimarte —su voz es seria—. No tengas piedad por los que quieren matarte, son ellos o tú.

—Lo sé, no te preocupes por eso.

Le doy una última sonrisa antes de salir por la puerta. Empiezo a caminar hacia el centro del pueblo, no tengo ganas de conducir. Luego de unos quince minutos comienzo a ver niños jugando con alegría y entusiasmo.

Todo se tan normal que parece irreal…

—Hola, ¿podrías darme algo? —dice una voz infantil a mis espaldas.

Me volteo y veo a una niña de máximo siete años con una sonrisa tímida en el rostro. Su cabello castaño está amarrado en dos coletas.

—¿Disculpa? —mascullo confusa—. ¿Estás perdida?

Niega tímidamente.

—No tengo dinero  —susurra con la cabeza gacha—. Y… tengo un poco de hambre.

Pocas veces la humanidad logra que mi corazón se apiade, esta es una de ellas. Saco un par de billetes de mi mochila y se los entrego.

Sonríe ampliamente dejando ver que le faltan algunos dientes.

—Gracias.

—No hay de que, pequeña —aprieto su mejilla.

—Pareces un ángel caído del cielo.

Le doy una sonrisa tensa y se va feliz corriendo.

Estoy segura que soy de todo menos un ángel.

Luego de ello sigo mi camino. En este lugar recibieron muchos turistas y periodistas cuando murieron mis padres, sentían curiosidad por todas las tragedias. Cuando comenzaron a ser más horripilantes dejaron de venir por miedo, toda persona que llegara nunca volvía a salir.

Aterrador.

Cualquier persona sensata y normal no vendría aquí, yo estoy medio loca y soy un ser sobrenatural.

Verifico la dirección que tengo en el celular y me detengo frente a una pequeña cabaña. Toco el timbre y me balanceo impaciente en el porche. Un chico moreno de mi edad abre la puerta. Ignoro el olor a licántropo que desprende y decido hablar.

—Hola, busco a Dorothee Moore —comienzo segura—. Quisiera hablar con ella.

Me mira de pies a cabeza con expresión seria.

—¿Quién la busca?

—Kelly… —busco algún apellido en mi mente—. Hunt, si es posible me encantaría hablar con ella.

—No reconozco ni tú nombre ni tu cara —espeta con brusquedad—. ¿Qué quieres realmente con mi abuela?

«No lo sé, tal vez hacerle preguntas sobre el asesinato de mis padres ya que ella hablaba mucho con mamá».

—Solo hacerle un par de preguntas, mi madre la conocía —explico breve—. Falleció hace algunos años.

Alza ambas cejas, supongo que no me cree ni una mierda.

—No será mucho tiempo, solo quiero saber un poco más sobre mi madre.

Algo cambia en su rostro cuando vuelvo a mencionar la muerte de mi madre. Suaviza su mirada.

—Adelante —se hace un lado y entro a la casa—. Soy Samuel Moore, lamento haber sido un tanto brusco.

Hago un gesto con la mano restándole importancia.

—Yo haría lo mismo en tu lugar —admito—. Cuidaría a mi familia de todo.

La casa al igual que la mía es de madera y los muebles también lo son. Me guía hasta el salón y me indica que me siente en el sofá. Miro mis uñas mientras espero a Dorothee, ella es una médium.

Una señora de unos setenta años aparece en mi campo de visión, su cabello blanco le llega a los hombros, me sonríe con dulzura mientras se sienta en el sillón frente a mí.

—Samuel, anda a comprar algo para cenar —ordena.

El chico se muestra en desacuerdo de inmediato.

—Abuela…

—Vete, yo estaré bien —le asegura—. Es una vieja conocida, y debemos hablar en privado.

El chico acepta a regañadientes y se va, no sin antes darme una mirada de advertencia. Es valiente, nadie me amenaza sin recibir las consecuencias. La señora espera a que salga para comenzar a hablar.

—Kelly Deveraux —murmura—. Vaya sorpresa.

—Lamento haber venido sin avisar.

Me sonríe con un poco de burla.

—Ya sabía que vendrías, recuerda que tengo poderes especiales —enfatiza—. ¿Cuál es el motivo de tu visita?

—Estoy segura que también sabes eso, Dorothee.

—Quiero escucharlo de tu boca, Kelly.
Suelto un suspiro.

—¿Qué me hace tan especial? —cuestiono.

—Eres el primer ser sobrenatural que es una mezcla de las especies más fuertes del mundo —dice lo que ya sé—. Eso te hace muy… especial, letal y a la vez oscura.

Se queda pensativa un rato y al ver que no dice nada vuelvo a hablar. Trago duro antes de hacerlo.

—La muerte de mis padres.

—Un suceso trágico, muy trágico —niega con la cabeza—. Ellos no murieron por tu culpa, linda. Debes dejar de culparte, ellos no quieren eso para ti.

Lágrimas pican mis ojos, las aparto enseguida.

—¿Por qué murieron? ¿De quién me protegían?

—Hay cosas que ni siquiera yo puedo ver —hace una mueca apenada—. La mejor amiga de tu madre sabe más de lo que dice, ella puede tener las respuestas a tus preguntas.

—¿Algún consejo? —arqueo una ceja.
Asiente.

—Cuídate de él, no dejes que te lleve a la oscuridad —su voz es seria—. Recuerda que el diablo es un ser hermoso, convincente y puede ser la persona que menos te lo esperes.

Muerdo mi labio inferior esperando a que continúe.

—Una persona llegara para ayudarte con tu oscuridad —hace comillas en lo último.

No oculto mi sorpresa. Solo mis hermanos saben que llamo así a mis… ataques.

—Debes dejar entrar a ese chico a tu vida, créeme cuando te digo que será de mucha ayuda —afirma—. Y para tus amigos igual.

Si hay algo que no me gusta de las médium que he conocido son sus raros acertijos, nunca dicen nada claro.

—Debes estar preparada para lo que viene luego de tu cumpleaños número dieciocho —advierte—. Necesitaras a tu familia más que nunca.

Me levanto de mi asiento. Tomo mi cartera y me dirijo a la puerta. Antes de salir volteo en su dirección.

—Gracias por las respuestas —sonrío—. Si necesitas cualquier cosa, sabes dónde encontrarme.

Asiente mientras se despide con la mano. Salgo de la cabaña confundida y un poco temerosa. Mi madre siempre confió en su palabra, así que supongo que yo también lo haré.



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