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Capítulo 11 ✡

Mark:

Rayna me entrego la carta que Keyla había escrito hace un tiempo, luego de leerla me dispuse a buscar a mi compañera.

Debe estar destrozada, cualquiera lo estaría al enterarse de que es un demonio.

Yo sigo creyendo que es una buena chica que ha sufrido mucho, y no tiene la culpa de sus orígenes. Sigo su extraño olor por el bosque hasta llegar a un acantilado, me aleje mucho de la finca, pero ella lo vale.

Lo que presencian mis ojos hacen que me den ganas de vomitar, y creo que me voy a desmayar en cualquier instante.

Kelly está alimentándose de los cuerpos inertes de esos licántropos. Estos están desmembrados, y si no es porque vi una pierna pensaría que son restos de animal.

Son muchos trozos de carne y restos de huesos esparcidos por el suelo.

Solo les dreno la sangre...

Aunque suene macabro me alegra que sea así, por un segundo pensé que se estaba comiendo sus cuerpos, como una caníbal.

Lágrimas caen por sus mejillas, su rostro y manos están cubiertos de sangre. Sus ojos son como los del día que se enfrentó a Tristán.

Horripilantes...

Puedes ver el maldito infiernos en los ojos que antes te mostraban el mismísimo cielo.

Cualquiera huiría, pero yo no puedo moverme, ni siquiera sé si respiro. Parece un animal salvaje en descontrol y lleno de rabia. Hace una bola de fuego en su mano y la lanza cerca de los cuerpos, los cuales se incineran de a poco.

Sus ojos vuelven a ser azules y se encuentran con los míos, dolor es lo que se refleja en ellos y mi corazón se quiebra. Se levanta del piso y puedo ver su ropa llena de sangre.

La realidad me golpea de lleno, no fueron sus primeras víctimas...

—¿Qué haces aquí? —Su tono es brusco, mi corazón late con fuerza—. Deberías estar en la finca, afuera es peligroso.

—Estaba preocupado por ti...

—No necesito que te preocupes —me interrumpe, ofendida—. Estoy perfectamente bien, ¿acaso no lo ves?

Esta no es mi Kelly, es la chica envuelta en una coraza de hierro para ocultar toda emoción. Es la chica fría y distante que llego a Darkwood.

—¿Qué ocurrió con esas... —Trago duro—. Personas.

Rueda lo ojos en un acto de impaciencia, se mira las uñas despreocupadamente antes de hablar con la mayor indiferencia del mundo.

—Los mate, así de simple. Dejaron de respirar por mi culpa.

Quedo sorprendido ante su respuesta. No le interesa, no le importa matar a quien se le cruce. Es como si no tuviera ninguna emoción, y debo admitir eso me aterra.

—Kelly, eran personas. Tenían el derecho de vivir.

—¿Y qué quieres que haga, Mark? —Se encoje de hombros—. Ya murieron, no van a volver. Supéralo, ni que los hubieras conocido.

Revuelvo mi cabello con desesperación.

—No se trata de eso ¡Los mataste, maldita sea! ¿Te das cuenta de que te convertiste en una asesina?

Una risa irónica brota de su garganta.

—Princesa, esto no es un chiste. ¿No sientes remordimiento?

Sus ojos inyectados en rabia me miran como si quisieran matarme, retrocedo por instinto, aunque no parece importarle.

—De eso se trata, ¿quieres que me sienta mal por esas personas? —su mandíbula esta tensa—. ¿Se supone que debo sentirme culpable por arrebatarles la maldita vida? Entonces lo lamento

No me pasa desapercibido el tono irónico en esa ultima frase. Decido ignorar su enojo, no sirve de nada si los dos nos alteramos.

—Sé que lo que leíste te afecto, pero no te da derecho a...

—¡No sabes una mierda de mí! —Suelta el primer sollozo dejándome atónito—. ¡Soy una asesina, no son las primeras personas que mato en mi vida! ¡Las personas que mataron a mis padres tampoco tenían derecho de arrebatármelos!

Lágrimas gruesas caen por sus mejillas como cascadas, y yo me quedo inmóvil. Nunca creí que vería a esta chica fuerte y decidida así de rota.

—¡Mi vida nunca ha sido justa! ¿Por qué las de los demás sí? ¡Era una maldita niña cuando me quitaron todo! Y ahora llegas tú diciéndome que debo sentirme mal por esos idiotas. No sabes ni la mitad de mi vida, Sallow.

Una punzada de dolor se instala en mi pecho al escuchar que me llama de ese modo.

—Eran inocentes —intento razonar con ella.

—¡Mis padres igual! Nunca le hicimos daño a nadie —hace una pausa—. ¿Y sabes que es lo peor de todo esto?

Niego con la cabeza ya que no confió en mi voz para hablar.

—Que desde que tú llegaste a mi vida mis emociones están alteradas —admite con una risa sin gracia—. Antes de conocerte no habría sentido nada de esto, no sería una maldita sentimental. Una estúpida voz en mi cabeza siempre quiso protegerte, incluso de mí misma.

Se acerca a mí rápidamente y no me da tiempo de reaccionar, roza su nariz con la mía. Contengo el aliento, cierra sus ojos. Me concentro e intento entrar en sus pensamientos, no puedo. Kelly los oculta de mí, no sé cómo aprendió a hacer eso, sin embargo no me agrada mucho.

—Soy maligna —susurra con la voz rota—. Soy un maldito monstruo...

—No digas idioteces —acuno su rostro entre mis manos, limpio sus lágrimas—. No eres un monstruo.

Sonríe, pero le sale más como una mueca.

—No me conoces lo suficiente para decir eso...

—Amas a tu familia y estás dispuesta a hacer lo que sea por ellos —la interrumpo, dejo un breve beso en sus labios. —. Besas muy bien, adoras controlar todo, eres fuerte y te gustan los animales.

Niega con la cabeza.

—Soy un demonio, el mal está en mi sangre, Mark. No te hago bien.

Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro.

—También eres muy terca.

—Solo digo la verdad. Soy un demonio sin control que arrasa con todo a su paso, y lo disfruto. El matar a esas personas me da poder, y yo amo el poder.

Muerdo mi labio inferior. Tiene razón, ella disfruta ser así de destructiva, sin embargo, eso no quiere decir que sea una mala persona.

—Recuerda que soy oscuridad. No te hago bien y nunca...

—¡Basta! Deja de decir eso —sueno dolido—. Seré la luz que opaca tu oscuridad, pero no me pidas que me aleje.

—Mark...

—Voy a estar a tu lado siempre, pase lo que pase —la interrumpo—. Siempre me tendrás.

Acorta la poca distancia entre nosotros y me da un abrazo. Su aroma a frutos silvestres inunda mis fosas nasales y sonrío, es perfecta.

—Creo que no sé qué haría si ti.

—¿No habías dicho que podías sobrevivir sin mí? —bromeo, se tensa—. No eres la única que invade mentes.

—Oh, cállate —se ríe contra mi pecho, adoro el sonido de su risa—. Puedo hacerlo, solo que no quiere no soltarte.

—Entonces no me sueltes.

Se aferra más a mi cuerpo y sonrío. Ella es perfecta para mí, no podría haber encontrado a alguien mejor. Se separa de mí y me da una sonrisa radiante, amo verla sonreír. Su corazón bombea a la misma velocidad que el mío.

Su sonrisa decae casi de inmediato.

—De-debo irme —tartamudea—. Por lo que más quieras no me sigas, necesito unos minutos para estar sola.

Por primera vez desde que la conozco la escucho así de nerviosa. No alcanzo a decir nada ya que se convierte en una hermosa loba de color blanco y sale corriendo lejos de mí. Suelto un suspiro, cada vez que nos acercamos hay algo que nos hace alejarnos.


Kelly:

Asesina...

Decir que no disfrute matando a esos humanos asquerosos seria mentir. Las duras palabras de Mark aún resuenan en mi cabeza, pero no puedo pensar en eso.

No cuando lo vi a él detrás de la persona que se ha vuelto muy importante para mí.

Su estúpida sonrisa torcida me recibe en cuanto llego a la orilla del río.

—Transfórmate, debemos hablar —su voz refleja impaciencia—. Te traje ropa.

Vuelvo a mi forma humana completamente desnuda y sonríe con diversión, pero mira hacia otro lado.

—Hades, dame la maldita ropa —intento sonar calmada—. ¡Hades!

No me gusta andar desnuda por todos lados. Luego de vestirme lo observo apreciar la naturaleza como si fuera un niño de cinco años en un parque de diversiones.

¿Será la primera vez que sale de ese horrible lugar?

¿Cómo habrá muerto?

¿Habrá sufrido mucho?

Alejo esos pensamientos de mi mente, la compañía de Mark me esta afecto a tal grado de sentir compasión por este vampiro idiota. Hades me quiere arruinar la vida, no puede sentir pena por él.

—¿Cómo saliste de ese lugar?

—Tengo mis contactos —se encoje de hombros—. Pero ese no es el punto de mi visita...

—¿Visita?

—Debes ser más paciente, Kells.

Frunzo el ceño.

—Primero Perséfone y ahora Kells. Mi nombre es Kelly...

—Kelly Anne Deveraux Patterson —me interrumpe—. Sé cuál es tu nombre, pero prefiero decirte Kells.

No oculto mi sorpresa en cuanto mi nombre sale de sus labios. Solo mi familia sabe mi nombre completo, ¿por qué él sí?

—Se muchas cosas sobre ti, Kells—remarca mi apodo, ruedo los ojos—. Naciste un veintitrés de octubre a las tres treinta y tres de la madrugada. Fue extraño ya que no lloraste, ni una sola lágrima fue derramada por esos hermosos ojos azules.

Muda, metafóricamente me quede muda. Eso es completamente cierto, mis padres estaban extrañados al no verme llorar, al contrario, un atisbo de sonrisa se había asomado en mi rostro ese día a las tres treinta y tres de la madrugada.

La conocida hora del diablo...

Suena un poco macabro nacer a esa hora, más cuando me mi madre estuvo casi veinticuatro horas en labor de parto y yo decidí nacer justo a esa bendita hora.

—Mataste a tu primera víctima a los diez años en tu forma vampírica —prosigue, noto rencor en su mirada—. Bebiste hasta la última gota de sangre de su cuerpo, y nadie te dijo nada. No recibiste ningún castigo por eso, ni por los que siguieron en la lista.

Sus ojos azules me barren de pies a cabeza, como si estuviera intentando ver a través de mí. Dudo que lo logre, ya que soy de todo menos un libro abierto, a mis hermanos siempre se les ha hecho difícil leerme.

Puedo estar rota por dentro, pero por fuera siempre se ven mis piezas intactas.

Lo único que no puedo disimular es mi enojo, es como si una fuerza mayor se apoderara de mí y todo el que me rodea siempre sabe cuándo estoy enojada.

Pero ahora no estoy enojada, me siento... expuesta y vulnerable por primera vez en mucho tiempo. Hades sabe cosas sobre mí que solo saben mis hermanos, y eso me aterra.

Hay cosas que es mejor dejar en el pasado.

Sonríe satisfecho por mi reacción, estúpido vampiro.

—No revelare más secretos tuyos... por el momento.

La paciencia se me está agotando.

—¿Qué haces aquí?

—Vengo a advertirte...

—¿Advertirme o amenazarme?

—Siempre a la defensiva, eres inteligente —se remoja los labios—. No quiero hacerte daño, por ahora. Ten cuidado en quien confías y cree en tus instintos, te mantendrán con vida.

¿Instintos? ¿Mantenerme con vida? ¿Confianza? Estoy confusa, no sé qué quiere decir con esto.

—Fueron a la finca a hacer una invitación a una fiesta de Halloween, es hoy en noche —me saca de mis pensamientos—. Debes ir y estar atenta a quien se te acerca.

Me acerco a él peligrosamente.

—¿Y si no voy qué? No puedes obligarme o algo por el estilo.

Estoy harta de las adivinanzas de todo el mundo, y de que todos intenten decirme que hacer. Se sentiría tan bien romper su cuello ahora mismo, verlo suplicar por su miserable vida.

—Puede que a esa fiesta vaya alguien relacionado con la muerte de Vicent y Keyla.

Escuchar los nombres de su boca provoca que mi estómago se revuelva. Hades no es para nada el chico bueno de las historias que intenta ayudar a la protagonista, al contrario, es el chico que quiere acabar con su vida, o en este caso con mi cordura.

—No vuelvas a decir el nombre de mis padres —siseo entre dientes—. O te va a ir mal.

—Además puedo ayudarte con otra cosa que tanto deseas —ignora mi petición.

—¿En qué me podrías ayudar tú?

—A controlar tu oscuridad —sonríe, frunzo el ceño—. Tú la llamas de ese modo, ¿no es así?

Asiento confundida, coloca un mecho de mi cabello rubio detrás de la oreja y luego se acerca. Siento su aliento rozar mi cuello, aprieto los puños.

—Digamos que yo tengo algo parecido a eso —susurra en mi oído—. Y estaría encantado de ayudarte, Kells.

Sin pensarlo dos veces aparto su cuerpo de un empujón. Le doy una mirada asesina.

—Me gusta tener espacio personal.

Niega con la cabeza y suelta un bufido. Sus ojos se vuelven rojos y me observan con impaciencia. Al parecer al señor vampiro no le gusta que lo desafíen. Pues que pena, a Kelly Deveraux tampoco le gusta eso.

—Te ofrezco mi ayuda y tú te enojas, eres jodidamente irritante.

Sonrió con suficiencia.

—Dime algo que no sepa —le guiño un ojo.

—Te veré luego, Kells —suelta un bostezo fingido—. Te ayudaré quieras o no. Y por cierto eres la única que puede verme, no querrás hacer el loco enfrente de tu familia —dice lo último en tono de burla.

Lo veo caminar hacia el centro del bosque, me dedica una de sus características sonrisas ladeadas antes de desaparecer como por arte de magia.

Y lo digo enserio.

Un segundo estaba ahí y al otro parecía como si lo hubiera llevado el viento.

«¿Qué escondes Hades? Y lo más importante ¿Por qué quieres ayudarme?».

Supongo que lo descubriré dentro de unos días, cuando se digne a aparecer.

Hecho un vistazo a mi vestuario en el reflejo de agua. Luzco mejor que hace un rato gracias a la ropa que me entrego Hades, sinceramente no sé de dónde se la robo ya que mía no es.

Y Y Y

Al llegar a la casa de Rayna no me pasan desapercibidas las miradas de compasión.

Genial, ahora todo el mundo sabe que soy destructiva al punto de matar a alguien sin siquiera pensarlo. Saben que tengo parte demoniaca. Agradezco que Ares no me mire así, al contrario, él se mostró fascinado al descubrir que yo era.

Maldito demonio.

Ahora tenemos más cosas en común, Solecito —fueron sus palabras cuando hablamos sobre el tema.

Mi vista viaja hacia la pelirroja que esta junto a Max, y ahí es cuando recuerdo su integración a la familia. La conexión que sentí con mis demás guardianes vuelve a hacerse presente, al parecer lo nota porque fija su vista en mí.

—Hola —dice en un tono casi inaudible—. Gracias por lo de hace un rato.

—No hay de que, Leah —me encojo de hombros—. Estamos para servir.

—¿Cómo estás, Sunshine? —Seth suena preocupado.

Fuerzo una sonrisa creíble.

—En perfecto estado, pequeño cazador.

Me da una mirada de "no te creo absolutamente nada, pero lo dejaré pasar porque hay más personas en la sala".

—¿Podemos hablar unos minutos? —pide Leah, un poco más segura que hace unos segundos—. A solas, si es que se puede.

Sonrío.

—¿Quieres dar una vuelta?

Asiente y se levanta del sofá, Max besa su mejilla y ella se ruboriza. No he querido mirar a Mark, pero siento el peso de mirada en mi nuca en cuanto me doy vuelta. Sé que está confuso por mi reacción de hace un rato, pero no puedo decirle sobre el vampiro. De hecho, no puedo mencionarlo ante nadie, debo saber sus verdaderas intenciones primero.

—¡Solecito, espera!

Nos detenemos en seco justo antes de salir por la puerta.

—Habla, Kingston —le apuro, no tengo ganas de nada—. Debo hablar con Leah.

—Estamos invitados a una fiesta de Halloween en la noche —me guiña un ojo con picardía—. Supongo que iremos...

Estoy por decir que no estoy de ánimo para una estúpida fiesta de disfraces cuando recuerdo las palabras de Hades.

—Puede que a esa fiesta vaya alguien relacionado con la muerte de Vicent y Keyla.

No puedo creer que ese vampiro idiota me haya convencido de ir.

—Iremos —sueno firme, asiente satisfecho—. Nunca me pierdo una fiesta

Se acerca a besar mi frente y quedo estática. Ese simple gesto me recuerda a Evan, es la única muestra de afecto que me dedica en público.

¿Cómo estará? ¿Se estarán llevando bien con Aiden? ¿Habrán encontrado alguna pista? ¿Sabrán lo peligrosa que soy?

Ese último pensamiento hace que mi corazón se encoja, no soportaría el rechazo de los dos hombres a los cuales más amo.

Un carraspeo me saca de mis miserables pensamientos y veo a Leah esperando a que me mueva. Suelto un suspiro y salimos de la casa. Espero que le hayan dicho que es bruja, porque lo que menos tengo es filtro al decir las cosas.

Caminamos durante unos minutos en completo silencio, me vuelvo a encontrar en el lugar donde converse con Hades. Nos sentamos en el pasto frente al lago.

La chica decide romper el silencio:

—Esto es de locos.

—¿Qué cosa? —Lanzo piedritas al lago—. ¿El hecho de que eres una bruja o que eres compañera de un licántropo?

Sonríe tímidamente.

—Ambas —admite—. ¿Tú eres una mezcla?

—Sí, soy una mezcla de cuatro especies —me observa atenta, finjo que no lo noto—. Licántropo, vampiro, bruja y... demonio.

La última palabra hace que la bilis suba a mi garganta. Odio ser un demonio, me enfurece llevar el mal en mi sangre y todo lo que esto conlleva.

—¿Cómo es eso posible?

—Herencia —respondo simplemente—. Legado sanguíneo, como quieras decirle.

Asiente varias veces.

—¿Cuál es tu edad? —pregunto luego de un rato.

—Diecisiete.

—¿Por qué estabas allí?

—Me escape del orfanato en el que estaba, queda a unos minutos de aquí. De pronto sentí la necesidad de venir hasta aquí —admite—. Te vi en sueños, Kelly. ¿Por qué?

—Es algo complicado y difícil de procesar en tan solo unas horas...

—Quiero saberlo —me interrumpe impaciente—. Necesito saberlo.

Paso mi mano por la cara en un acto de frustración. No saco nada con alargar lo inevitable. Además se dé primera fuente lo frustrante y lo mal que se siente no saber las cosas.

—Hay personas que quieren matarme y otras utilizar mi poder desde que tengo memoria —miro hacia el agua—. Unas personas mataron a mis padres cuando tenía cinco años, querían secuestrarme. Me he cambiado de país más veces de las que puedo recordar.

—Eso es horrible...

«Si supieras que yo soy un monstruo, y tal vez el peor de todos».

—El punto es que la naturaleza me designo guardianes —juego con mis dedos—. Ellos están encargados de protegerme, y supongo que eres inteligente como para saber el resto.

Giro mi cabeza en su dirección, desde aquí puedo ver como sus neuronas trabajan por descifrar el mensaje no tan oculto de mi relato. Pasan un par de segundos antes de que responda.

—Soy una de tus guardianas, ¿no es así?

Sonrió de inmediato, es inteligente, será un placer trabajar con ella.

—Así es, Leah.

—¿Cuándo empezaremos a... —intenta buscar la palabra correcta

—Entrenar —termino por ella, sus labios se curvan en una sonrisa—. Eres impaciente, todo es a su debido tiempo —recuerdo las palabras de Evan.

La desilusión abunda su rostro y ruedo los ojos por lo que estoy a punto de hacer.

—Pero... —sus ojos se iluminan—. Puedo mostrarte un poco de lo que somos capaces.

—¡Claro!

Usare uno de los elementos que menos ocupo ya que lo tengo a la mano, además lo que menos quiero es asustarla al incendiar un árbol.

Kelly Deveraux no quiere asustar a alguien.

«¿Qué demonios pasa conmigo?».

Me concentro en el sonido del agua, en su forma y lo que pesa. Elevo mi mano lentamente en dirección al lago, veo como el líquido comienza a elevarse hasta la altura de un árbol. Luego de unos segundos chasqueo mis dedos, el agua cae como llovizna a nuestro alrededor. Nuestras ropas están levemente mojadas y Leah tiene la boca abierta por la impresión.

—¡Eso es increíble! Muéstrame que otras cosas puedes hacer.

Le doy una sonrisa divertida.

—Puedo enseñarte a hacer muchas cosas como estas, pero creo que debemos esperar.

—Por favor —suplica.

Suspiro derrotada, después de todo quien soy para negarle esto.

—Solo una cosa más y volvemos a casa, se preocuparán.

La confusión tiñe su rostro, pero no logra decir nada ya que pequeños temblores comienzan a sentirse debajo de nuestros pies. Me concentro en cosas positivas para no causar un terremoto, no quiero que ocurra lo mismo que en Darkwood. El agua del lago se mueve levemente al igual que los árboles.

Una sonrisa se dibuja en su rostro en el momento en que el viento se hace presente y nuestros cabellos nublan nuestra vista levemente, y las hojas de los arboles forman leves remolinos.

—¡Eres increíble!

Niego con la cabeza antes de devolver todo a la normalidad.

—¿Tenemos que volver?

—Sí, mis amigos deben sospechar que fui yo porque tengo un ligero historial de mal carácter y deben temer por tu integridad.

—No creo que seas mala persona.

—Vamos, pequeña brujita.

Paso mi brazo por sus hombros, la siento tensarse sin embargo lo ignoro cuando me regala una sonrisa. Caminamos devuelta a la finca. Al entrar por la puerta Max se abalanza sobre mi acompañante y ruedo los ojos.

—No le haría daño a Leah —suelto un bufido.

Ares me sonríe ampliamente, intenta demostrarme confianza y lo logra a medias. Es el único que me sigue viendo como antes.

—Nadie dijo eso, Solecito.

—No lo dijeron, lo pensaron —espeto, todos me observan atónitos—. Leo mentes, se les olvida.

Sin decir nada más me encamino a la cocina decepcionada, nunca pensé que los que considero familia me tuvieran miedo.

Por primera vez en mi vida desearía no haber podido leer sus mentes.

Una mano fría se envuelve en mi muñeca haciéndome detener el paso.

—Para mí siempre serás la misma chica —dice en un hilo de voz—. Esa que no le tiene miedo a nada y que ama a su familia con locura, la que guarda mi secreto y no me mira como si fuera un monstruo.

Sonrío ante sus palabras, tuve un día de mierda y nadie ha intentado hacerme sentir mejor.

Nadie excepto él.

Y estoy consciente de que prácticamente los aleje a todos, pero yo siempre insisto cuando sé que alguien no se encuentra bien.

«Tal vez espero mucho a cambio...».

Besa mi cabello con una ternura nunca vista, parece que las paredes frías de Ares Kingston se derriten poco a poco.

—Siempre serás mi Solecito malhumorado.

—Deberías tenerme miedo.

—He visto cosas peores en todos mis años de vida —me guiña un ojo—. Nunca podrías asustarme, además sabes que soy peor que tu...

Instintivamente lo abrazo, se paraliza en su lugar unos segundos antes de envolver sus musculosos brazos en mi cintura y trazar caricias en mi espalda. Me siento segura en sus brazos, sé que él no me juzga y eso me hace sentir bien conmigo misma.

—Gracias por llegar a mi vida, Kingston.

Lo siento negar con la cabeza y podría jurar que está rodando los ojos.

—Gracias a ti, Solecito.

No sé cuánto rato estamos juntos, pero nos separamos al escuchar un carraspeo.

—¿Podemos hablar? —pregunta Mark.

—No estoy de humor.

Mackenzie entra a la cocina, sabe lo que ocurre con mi compañero e intenta salvarme de esta situación. Tengo una gran mejor amiga.

—Tenemos que preparar nuestros disfraces para esta noche, anda di que sí —me toma del brazo para apartarme del demonio—. A no ser que quieras ir a una tienda y comprarlos.

«Tenemos que hablar sobre todo» —escucho la voz de Mark en mi cabeza, pero la ignoro.

—Cuenta conmigo, Mack.

Entrelaza su brazo con el mío no sin antes darle una mirada cargada de furia a Mark. Le hace un gesto a Leah y Mila para que nos sigan.

A Mackenzie Patterson le gusta todo lo que tiene que ver con moda, ella diseña su ropa cuando tiene tiempo y es una diosa maquillando. Al entrar a al cuarto su perfume inunda mis fosas nasales, huele a cítricos.

—Sin ofender, pero Mark es un imbécil —dice mi mejor amiga luego de cerrar la puerta, fija su vista en Mila—. Y sé que es tu hermano, sin embargo, sabes que en esta ocasión tengo razón.

—Solo está asustado —responde la castaña.

La vampira rueda los ojos.

—¿Asustado de qué? ¿De Kelly? Eso es completamente estúpido, ella nunca nos dañaría y todos lo saben.

La tomo por los hombros para intentar calmarla, no quiero que la convivencia sea así por mi culpa. Además puede ser un poco intensa cuando se lo propone, y lo que menos quiero es que se ponga a pelear con Mila.

—Solo déjalo estar, Mack. Estoy bien.

—No me toques —se suelta de mi agarre—. Mi mejor amiga es la persona más fuerte y con más autocontrol que conozco, desearía poder tener su control.

Mila se encoje en su lugar. Mack está furiosa, sus colmillos están afuera, sus ojos rojos y venas amoratadas son visibles.

—La persiguen desde antes de nacer, perdió a sus padres, se enteró que existe esta mierda de los compañeros —exclama—. Para nosotros nada de esto era importante porque no lo conocíamos, podíamos vivir sin ellos y sigo creyendo que puedo vivir sin tu hermano.

Espera... ¿Todo esto es por Dylan?

—Chicas pueden dejarnos un rato a solas —les pido—. Tenemos cosas que hablar...

—¡Hablar y una mierda! —me interrumpe la vampiresa.

Sale por la puerta de la habitación hecha una furia. Sin pensarlo dos veces salgo detrás de ella. Un segundo portazo se escucha cuando voy llegando al final de la escalera.

—¿Qué es lo que ocurrió, Dylan? —sueno furiosa.

El nombrado se encoje en su lugar debido a mi tono de voz, pero es lo que menos me importa. Mi mejor amiga está mal y él tiene que ver con eso.

—No lo sé.

—Oh, claro que lo sabes —aprieto los dientes—. ¿Qué fue lo que ocurrió?

—Iré por ella —agrega Seth.

—Yo también voy, no pienso quedarme un segundo más aquí.

Salgo hecha un rayo por la puerta, estoy por correr cuando recuerdo que Seth no tiene una velocidad inhumana.

—Me transformare y te subirás a mi lomo.

Asiente de inmediato.

Siento como mis huesos crujen y caigo en cuatro patas, un peso es instalado en mi lomo y comienzo a correr siguiendo su olor de vampiro. Esto de los compañeros nos tiene a todos algo sorprendidos, pero no creí que llegáramos al punto de pelearnos.

Y eso que aún falta la bendita fiesta de Halloween, espero que nada de esto ocurra allí, somos una familia y tenemos que estar más unidos que nunca.



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