XXVI
Jimin
—Buenas noches, señor Jimin.
Entrando al hotel llegó a mi nariz el temor que sentían todos los presentes. Se había esparcido el rumor, al parecer, de la muerte del primero de mis hombres. Se extendió también el motivo de mi causa y la verdad no me importaba, eso estaba convocando a más gente. El respeto va de la mano con el miedo, y ahora lo puedo ver.
Todo se abrió a mi paso al avanzar, más dorado que nunca.
—Buenas noches, señor Jimin —repitió el botones que se disponía a llevarme a mi cuarto.
Abotoné mi chaqueta negra y asentí en su dirección solo una vez.
Si mi nombre se estaba haciendo conocido, no podía darme el lujo de permanecer en un mismo lugar mucho tiempo. Abandoné todas mis pertenencias en el antiguo departamento; reponerlas rápidamente no es problema.
Acabo de matar a uno de los sabuesos de Jungkook, debo desaparecer ahora al menos unos días. Lo único que me tranquiliza es haber dejado a uno de los míos de punto fijo en ese lugar para que me informe qué pasa... al menos a grandes rasgos.
Hace poco había adquirido un teléfono prepago para que no me rastrearan, y este vibró en mi bolsillo antes de que pusiera un pie en esa suite. Lo ignoré porque el trato con mi espía era insistir solo si se trataba de algo urgente.
—Gracias. —Dejé un billete alto en la mano del valet y se le iluminaron los ojos.
—A usted, señor —respondió junto a una reverencia de noventa grados.
Encendí la calefacción en cuanto él salió del cuarto. La bonita vista que este lugar me ofrecía al lago Naru fue suficiente para detener un minuto mis pensamientos. A través de esa gran ventana distinguía el titilante destello de todas las casas, de toda esta ciudad que ahora lo pasa mal.
Era vasta, infinita la posibilidad de todo lo que podría sucederme dentro de este mundo. De pronto me sentí pequeño, diminuto. Sin poder creer lo lejos que había llegado por mi propósito; tuve miedo, pero al mismo tiempo me sentí orgulloso.
Vibró de nuevo entonces el celular en mi pantalón y gruñí por la molestia. Iba a arrepentirse si no era algo de veras importante. Deslicé el dedo por la pantalla y me llevé el teléfono al oído.
—Rápido —espeté.
—Señor —saludó el chico con la respiración agitada.
—¿Estás corriendo?
—Tuve que alejarme para llamarlo, todas las señales aquí están interceptadas.
—Bien... cuéntame.
—Señor. —Respiró profundo—. Acabo de ver algo, señor, algo muy malo —hizo una pausa y el nudo que se formó en mi pecho ni siquiera me dejó presionarlo—. Estoy seguro de que era la señorita Nora. Era extranjera, rubia y delgada. La vi a la distancia, en un balcón. Primero estaba sola y... después no.
Se detuvo como para oírme, pero yo no pude hablar.
—Llegó un tipo de cabello oscuro. No era Jungkook porque no... no t-tenía tatuajes, pero la agarró de muy mala manera y luego... la tocó ahí en la intemperie —suspiró y se quejó como si fuera doloroso plasmar la imagen en su mente—. Llegaron a ayudarla, llegó un matón. Pero ella colapsó, l-lloró y gritó muy fuerte. No sé si constantemente la están abusando, señor, pero lo que vi no fue nada alentador.
En seco tragué el nudo de emociones que obstruía mi voz en mi garganta y sentí con fuerza el palpitar de mi corazón en mis oídos.
—Gracias —fue lo único que dije antes de colgarle.
El mero atisbo de esa imagen amenazó con hacerme enloquecer. Envolví mi cabeza con las manos para contener mis sesos, que parecían querer derretirse sobre mí. Su cuerpo en peligro me vuelve débil. Después miré mis dedos, odiando cada segundo que me separaba de ella como siempre. El tiempo discurre por mi piel como arena que se dispersa, como agua que eventualmente se seca.
Se habían confirmado mis sospechas. Eso me acercaba a ella, pero no tenía idea qué tan mala su situación era.
Me contuve de estrellar el teléfono contra la muralla y solo lo dejé caer con fuerza a la cama. Debía a como dé lugar conservar mi trémula calma para poder pensar.
Ya no puedo seguir calculando tanto. El esmero impuesto ha sido suficiente y su falta de respuesta solo me contesta aquello que no quiero escuchar.
Es hora de dar inicio a mi plan. Uno por uno. A todos los responsables de esta tragedia los voy a matar; me he sacudido de encima tal pecado, y lo mejor de todo es que ya sé por dónde empezar.
• ────── ✾ ────── •
El origen de todo gran problema siempre es la traición. Por eso quizás el Gato ya sabe que iré por él; ahora mi poder sobrepasa a su poder y por fin nos veremos las caras otra vez.
No fue demasiado difícil atraparlo en un momento a solas. Bastó que mis hombres vigilaran su rutina un par de días para dar en el blanco con la hora.
La fuerza bruta de Jake fue suficiente para derribar a los enclenques guardias que vigilaban. No quise gastar dinero en que me acompañara nadie más. Yo me encargué de derribar la puerta de una patada, con un impulso agresivo que brotó desde mi cadera. Fue sencillo irrumpir en su maldita choza de drogadicto.
La palidez de su rostro lo dijo todo. Parecía estar esperando este momento. Corrió sobre los endebles tablones de madera hacia la cocina y extrajo un cuchillo de carne con el que intento apuñalarme.
Fui más rápido gracias a los infinitos entrenos de Jake y lo esquivé. Su desbordado carácter y poca expertiz lo hicieron perder el equilibrio, y yo entonces aproveché de dejar un seco golpe en su quijada. No me apetecía ver más tiempo su indiscutible debilidad. Tomé su cabello para que me mirara, y en cuanto abrió sus aturdidos ojos azules, yo de un puñetazo se los volví a cerrar.
—Eso pensabas —le dije—... Mandar a tus hombres a golpearme solo demuestra que tú no sabes pelear.
—N-no.
Débilmente me golpeó la pierna y me pareció más bien el empujón que te da un pequeño perro cuando se apoya sobre ti, y tuve que reírme.
—¿Sabes quién soy yo? —indagué sintiendo mi pecho henchirse. Por primera vez fui consciente de mi aumento de tamaño—, ¿sabes quién soy ahora?
Levanté el cuchillo del suelo porque en realidad no me interesaba escuchar su respuesta. Lo ubiqué precisamente en su pecho y con ímpetu lo atravesé.
—Agradece que no te hice comer ratones, gatito —espeté mientras apretaba su mandíbula, haciendo que mordiera su propia lengua cuando trató de protestar.
Retiré el cuchillo y se lo volví a clavar. Esta vez temblé por el vigor de estar poniendo todo en su lugar. El mango se resbalaba en mi guante negro, pero aún así no lo podía soltar.
—Yo creo que ya está, Jimin —me dijo Jake desde atrás.
Obedecí a su voz porque no pensaba con claridad. Lo solté y su cuerpo cayó tieso hacia un lado. No pude dejar de recordar todo el daño, todo el dolor que su imbécil estrategia ha causado y anulé todo remordimiento con eso en mente, con filo en mano.
• ────── ✾ ────── •
La siguiente parada era un poco más obvia que la anterior. No quería hacerla, pero era necesaria. Imprescindible, de hecho, para mantener el cauce de este río que he creado.
Estacioné frente al local y le dije a Jake que me esperara en el auto. Tomé prestada su pistola, pues la mía estaba descargada. La enfundé en mi pantalón, y me bajé con las palmas sudadas.
Los chicos que fumaban hierba en la esquina salieron corriendo al verme, y vacilé antes de entrar. Pasé las manos por mi cabello también transpirado para poder disipar un poco, y envolví la mitad de mi rostro con un pañuelo negro para protegerme de una posible cámara de seguridad. Esperé unos minutos a que la cuadra estuviera vacía a esa hora de la mañana y empujé la puerta entonces, haciendo sonar la campanita.
La señora Hyori me miró con los ojos muy abiertos detrás del mostrador. Su cara leyó a la mía, y lentamente se desfiguró. Parecía saberlo también, pero cabía aún la esperanza en su mirada perdida. Con sus temblorosas y arrugadas manos se aferró a su silla y solamente me observó.
Yo me recargué en el mueble donde mantenía los víveres de alimentos y me tomé un momento para frotar mi rostro con ambas manos.
—Yo te ayudé —dijo ella sin más, en un hilo de voz.
—Usted sabe que esto es por haber entregado a Nora.
—¡Yo los ayudé! —gritó, ahora con lágrimas en los ojos—. Sin todo lo que yo sé ustedes dos estarían muertos, sin esperanza.
Guardé silencio y dejé que protestara. Restregué un poco más mis ojos escuchándola, de alguna manera, agonizar.
—Te conseguí gente... reuní a todos los que pude...
—No fue suficiente.
—¿Suficiente?, ¡¿quién en esta maldita ciudad sabe lo que es suficiente?! Di todo lo que pude para conseguir al...
Deslicé la pistola desde mi cinturón y rápidamente le disparé en la frente, sin dejar que terminara de hablar. Sus arrugados ojos se hundieron más de la cuenta, pero no me quedé a observar.
Abrí bruscamente la puerta de su local escuchando otra vez la campanilla. Tragué con fuerza el nudo en mi garganta cuando comenzó la lluvia de arrepentimientos. Quizás no es sano, ni inteligente estar solo en esto. Mis hombres solo seguirán las órdenes que broten de mi intelecto, por eso tal vez sea hora de explotar todo el crédito de mi influencia y recurrir a quien de todas maneras sabrá cómo proceder. Y ahora sí que me va a escuchar, lo sé.
• ────── ✾ ────── •
Nora
—Voy a salir —me dijo Jungkook suavemente, tomando mi rostro entre sus manos—. Tengo que salir, pero volveré de inmediato.
Recorrí con la vista lo que era mi cuarto, desorientada por el sueño, también porque era demasiado temprano. Me senté en la cama y acaricié un poco mis ojos con las mangas del enorme polerón de Jungkook que me cubría. Sentía mis párpados hinchados de tanto llorar y la piel de mi entrepierna seguía siendo dolorosamente extraña hasta para mí.
Asentí y el entrecejo de Jungkook se unió antes de inclinarse a dejar un beso en mi frente.
—Quiero quedarme aquí —musité como pude, refiriéndome a la habitación.
—Por supuesto.
Tomó su chaqueta desde la silla junto al escritorio y cerró la puerta tras de sí, con llave. Prefería eso a que me sucediera otra vez aquello que no quiero volver a pensar, así que solo me resigné. Me recargué en el aterciopelado respaldo de la cama y dormité con los ojos ardiendo.
Jungkook había pasado la noche junto a mí, aquí. Me enrolló entre sus brazos en todo momento y contuvo cada uno de mis sollozos con éxito.
No sabía qué pensar, sin embargo, respecto a eso. Es debido a él y a sus costumbres que no dejan de sucederme cosas que no comprendo. No me siento segura a su lado, a pesar de su fútil intento. Quizás es mi paranoia, pero tras mi colapso no creo poder seguir calculando cosas dentro de este juego; me ha quedado grande, he llegado a un nivel que no puedo superar.
A través del medio metro que quedó desprovisto de cortina en la ventana, pude de pronto distinguir a Hobi. Caminó lento a través de ese espacio, como para que no me asustara por su llegada. Y no lo hice, aún cuando no fue nada amable para abrirse paso a través del ventanal, igual que la última vez.
Ni un solo atisbo de ánimo me quedaba para protestar, así que solo le dediqué un breve ademán de cabeza para saludarlo, pero él no correspondió.
Aflojó el nudo de su corbata hasta quitarla por completo cuando se sentó frente a mí. Ahora sí era un sábado por la mañana, y él estaba aquí, en el edredón de la cama. Recargó sus codos en sus rodillas y frotó un poco su entrecejo con una mano.
—Cómo lo siento, señorita —inició, pero yo no quería su compasión.
—No es tu culpa.
—Sí lo es, no debí dejarla sola —replicó con la impotencia tatuada en su voz—. Nunca la he dejado sola.
Un cosquilleo en mi pecho me hizo hablar con cierto desdén.
—Nunca es una palabra muy fuerte, Hobi.
Buscó entonces mi mirada, pero yo la desvié. Quería oírlo decir cosas, a lo mejor solo para calmar mi interior.
—Soy yo el que siempre vela por su seguridad —articuló con lentitud—. Yo, y nadie más. Si esta es la primera noche en mucho tiempo que pasa aquí en su habitación, yo no puedo hacer mucho más.
Fruncí el ceño y volteé a mirarlo.
—¿A qué te refieres con eso?
—Usted sabe perfectamente a lo que me refiero con eso.
Podía imaginarlo, pero no quería creer que era cierto. Sus brazos se recargaron a cada lado de mis piernas como dos columnas de un fuerte impenetrable, exigiendo mi atención.
—Yo la cuido —musitó más cerca, con ahínco—, y aun así... prefiere al malo, al villano.
—¿Qué estás diciéndome, Hobi? —protesté con fervientes lágrimas en mis ojos—. ¿Acaso ves que tenga otra opción? Muéstrame otro camino y te juro que lo tomaré.
Resopló con angustia y su ceño se frunció. La cercanía de su cuerpo, no miento, me hizo sentir mejor. Su presencia desde el principio ha supuesto un analgésico en cada situación, y me siento en un letargo de sueño bajo su protección. La seguridad tomaba un nuevo significado junto a él.
Su rostro de finas facciones se aproximó más al mío y mi vulnerabilidad me hizo cerrar los ojos sin remedio bajo su alero. No quise que lo interpretara de esa forma... aunque luego ya no estaba segura de eso.
Sus labios se unieron tímidos a los míos en un sonoro y casto beso. Alcancé a entreabrir los ojos antes de verlo analizar fugazmente mi expresión y volverse a acercar. De nuevo fue sonoro y casto, pero más largo, y ya no pude pensar. El olor de su perfume, su cuerpo y su propio miedo me embargó en totalidad y correspondí al sonido una vez. De nuevo se separó para evaluar mis gestos y no pude controlarlos. Mis ojos encontraron a los suyos y viajaron por todo su rostro hasta el deseo de sus labios.
Sus manos se posaron en mis caderas y entreabrí mi boca cuando él así lo hizo también. Apretó mi labio inferior con sus dientes en un momento de retraimiento antes de deslizar su lengua junto a la mía por completo.
Fue un beso doloroso, breve, culposo. En una búsqueda de motivos recordé a su esposa y corregí un poco mi dirección para que su boca atrapara ahora mi comisura.
Hobi, no obstante, subió una mano para regresarme a sus labios y no fui capaz de oponer resistencia bajo ese toque. Ida en lo absoluto por el nuevo cariño que se estaba manifestando, solo me separé para mirar de nuevo sus ojos y dejar una lenta seguidilla de nuevos besos castos.
Sin embargo, y como el más terrible de los deja vùs, el tintineo de unas llaves sobre la puerta nos alertó. Ahogué un grito del más dominante temor y en un abrir y cerrar de ojos comencé a ver a Hobi desesperarse antes de que por la puerta entrara Jungkook.
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