Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXIX

Jimin

Ya estaba cerrado el trato. Recargado en la pared lo observé largamente. No soy de fumar, pero me dieron muchas ganas cuando lo vi encender un cigarro antes de salir de aquella celda con una naturalidad tal como si nunca hubiera estado ahí.

Había logrado conseguir el dinero, pero resultó ser un monto exuberante que no deseo volver a mencionar. Agoté casi todos mis fondos, así que espero que él ahora vaya a ayudarme.

Lo veo pálido y recogido como un fruto seco. Sus ojos lo indican así y no su cuerpo. Es indispensable que ahora me convierta en una parte de él para darle el rumbo correcto a lo que queremos.

No quería que me viera aún, pero debía monitorear todos los pormenores de su salida.

El sol me da de lleno cuando cruzo la reja de la cárcel detrás de él, y me siento como un rey. De lejos veo cómo los policías se toman la molestia de abrirle la puerta del auto para que se suba, y me reí por lo bajo de mí mismo, por haber querido convertirme en uno de ellos alguna vez.

Esperé a que ese Volvo negro se fuera y me subí a mi propio auto para seguirlo a la distancia. Quizás sospechaba de mi presencia, pero quería darle el beneficio de la duda para averiguar cómo actuaba cuando nadie lo estaba mirando.

Su rumbo solo fue el del hotel, y usando una mascarilla se bajó del vehículo. Ordenó whisky en la recepción y subió por el ascensor sin que nadie le hiciera ninguna pregunta.

Sentí que debía adoptar cierto papel antes de ir a hablar con él. Su ira en conjunto con su libertad ponían en riesgo todo lo que yo creía dominar. Algo también me decía que iba a conocer mucho respecto a su personalidad, y no era eso lo que quería hacer.

Tras unos minutos entré al hotel con eso en mente y sostuve mi rumbo hacia la habitación con la cabeza a mil. Abrí sin titubear y lo vi absorto en la vista del balcón.

—¿Todo bien en el viaje?

—Sí te vi —espetó de inmediato, sosteniendo un cigarro entre su índice y pulgar—. Tienes buen control, hijo, pero solo te respetan por el dinero.

Me quité la chaqueta y desde el minibar extraje un vaso pequeño de soju para servirme. Guardando el silencio respectivo a su consejo.

—Debes dejar que se corra la voz, no esconderte. Que todos sepan que tú asesinaste a ese narco y a la vieja porque se interpusieron en tu camino —señaló con énfasis en un torpe inglés—. Tampoco expreses tus sentimientos con tu gente. Húndete a solas o empezarán a tenerte lástima.

—No pienso seguir en esto mucho más, a diferencia de usted, señor —repliqué—, yo solo tengo un propósito.

—Me da igual lo que hagas, estoy hablando del rescate de Nora. No voy a dejar pasar los detalles. —Dio otro sorbo largo a su vaso—. Pero descuida que ya llegué, y eso se va a arreglar en breve.

Guardé un silencio que él sostuvo. No quería ni podía ahondar en lo que significaban sus palabras. La certeza en su voz plantaban temor en cualquier persona que lo escuchara.

—Necesito mejorar el tiro a distancia —añadí después, como pensando en voz alta—. De esa forma deberemos atacar primero.

—Desde luego.

—La casa es una fortaleza.

—Já, y apuesto a que no es ni un cuarto de la mía —dijo en voz baja, soltando luego otra pequeña carcajada.

Durante toda la tarde traté de seguir el paso de cuánto él bebía. Quise vanagloriarme del heredado aguante de mi nación, mi genética, pero fue inútil. Sentado junto a él en la mesa de la terraza, y bajo el oscuro cielo, aplacé lo más que pude mi evidente borrachera con el ávido viento de la madrugada.

Cuando él mencionaba a Nora se me llenaban los ojos de lágrimas. Pensar en cómo estaría se había vuelto un tormento sin nombre.

—¿Qué tanto hiciste con ella? —indagó de pronto con la vista fija en una azotea, dejando entrever un dejo desesperado.

—Solo la besé —contesté y fui sincero—, la besé mucho.

Asintió y suspiró. Con soltura respondí debido al alcohol, pero enseguida me arrepentí. No lo demostré, sin embargo, y me aventuré a extraer un cigarro de su cajetilla para consumirlo y que eso me hiciera olvidar.

• ────── ✾ ────── •

A la mañana siguiente, Carlo me obligó a levantarme a las siete de la mañana sacudiendo mi cama con una violencia innecesaria. Habíamos quedado en eso anoche, pero creí que se había anulado al yo quedar fuera de combate. Obedecí sin más, tragándome en el baño dos ibuprofenos para poder funcionar.

Convoqué a mi grupo de ataque a reunirse en un campo de tiro abandonado que Jake me mostró, enviándoles a todos las coordenadas por mensaje de texto. Les advertí la presencia de Muscatello, y que por ende debían comportarse.

Casi todos fueron puntuales, pero eso es algo que dejamos pasar. Vi a Carlo cruzado de brazos y caminando de un lado a otro, entendí que no podían faltarle los cigarros y así todo iría mejor.

—¿Qué con madrugar? —alegó Jake, llegando atrasado—. Los disparos se escuchan igual.

—No hay más tiempo que perder —respondí seco.

Resopló y descolgó el pesado bolso con las armas de hoy adentro. Lo dejó frente a nosotros y saludó con un gesto a Carlo. Luego, descansó ambas manos en su cadera y negó con la cabeza al ver los blancos plásticos a la distancia.

—Jimin, te vas a demorar medio siglo en rozar bala con esas cosas —se burló.

Carlo aclaró su garganta y dio un paso hacia él, por delante de mí. Lo analizó de pies a cabeza con desdén y desabrochó su chaqueta.

—¿Te crees dueño de algo para venir a cuestionar? —le preguntó, haciéndolo palidecer cuando desenfundó su arma desde la cintura.

—Soy...

Su última palabra quedó suspendida en el aire al igual que sus sesos. Ese espontáneo zumbido en mi oído quizás me indicaba que su insolencia le costaría la vida en esta circunstancia.

—Sin olvidar su lugar, ¿de acuerdo? —añadió Carlo con naturalidad para los demás, para aliviar el shock de todos—. Aquí ustedes solo siguen órdenes. Comencemos.

Me hormigueó todo el cuerpo por ver el de Jake tendido y rendido como si nunca se hubiera movido en realidad, la sangre se repartió libre por el suelo y sentí el corazón empujarme la boca cuando intenté hablar.

—E-es mi compañero —fue lo único que tardíamente pude decir luego de una prolongada pausa.

—Yo soy tu compañero ahora. Los dos enanos que limpien esto —indicó Carlo, tomando una sub y entregándomela con brusquedad—. Tómala firme. Comencemos.

Mi mente y mi cuerpo habían entrado en un modo de supervivencia, poco pude pensar en la súbita partida de Jake con esa bruma en mi cabeza. Él ya no estaba, y Carlo lo hizo parecer muy simple. Hizo las veces de severa advertencia para los demás, pero jamás podré olvidar el cambio que hubo en todos esos rostros ese día.

Fue el primero que creyó en mí por amplia voluntad, y por su carácter ya no está más. No descarté nunca su deceso, así como tampoco descarto el mío, pero jamás imaginé que fuera de esta manera.

En ese campo improvisado disparamos toda la tarde, como en trance. Practicamos puntería bajo un ímpetu enfermizo; a veces los tintes de su mirada ante un recuerdo respondían más a los de un amante que a los de un padre, y sus comentarios tampoco ayudaban.

Sentí revolverse mi estómago cuando logré sacar una conclusión que quizás no era la más adecuada. Y al anochecer, cuando se quitó la camisa para cambiarse, me estremecí de leer "Eleonora" con tinta roja en su pecho, como si eso confirmara mis sospechas.

A pesar de los ardientes tres días en que Carlo apostó en el casino del hotel con ancianos ricos y turistas, no bajó la intensidad de la práctica y llegó a hacerse cerca de dos millones de dólares. Balas y dinero eran las dos cosas que aparecían hasta en mis sueños.

Ya se había fijado la fecha de lo que él catalogó como 'la noche del terror'. Riéndose con un tono macabro. Vaya que lo sería, pensé con ironía. Vi su sonrisa de pederasta hace horas atrás. Después me encargaré de también alejarla de él, primero es el uno y debo usarlo para mi beneficio.

—Eso es desagradable —comentó luego de que me viera inhalar una delgada línea de coca para el vigor antes de partir.

Nos pusimos en marcha aquella noche que cambió todo para siempre, con eso en mi mente, marcando irónicamente el fin de este inicio.

• ────── ✾ ────── •

Nora

Se sentía demasiado agradable la constante presión en mi entrepierna cada vez un poco más húmeda. Me acomodé sobre él para oírlo gimotear. La silla detrás de su escritorio era lo suficientemente amplia como para moverme con facilidad.

—Trabajo y más trabajo —me quejé—, nunca tienes tiempo para mí.

Me reí por lo bajo después de decir eso. Con ello di inicio a la serie de frases melosas con las que conseguía cualquier cosa que yo quisiera con mi papá. Jungkook dejó caer el cuello hacia atrás y pude ver lo blanco de sus ojos durante un momento.

—No digas eso —replicó en voz baja, apretando mi trasero con ambas manos.

No sé si era por la luna, pero esa noche mi cuerpo tenía un deseo animal. Quizás él se veía muy bien, quizás la capa de sudor que cubría a su rostro me estaba haciendo desvariar.

Me había puesto un diminuto vestido negro, para que lo que yo quería encontrara su camino fácilmente. Ya no me avergonzaba que me vieran por la casa vestida de esa forma, era Jungkook el que estaba levantando aún más la barrera entre el mundo y yo.

—Estoy para ti —insistió atrapando mi boca, deslizándose sobre ella con mucha saliva—. ¿Te gusta así?

—Sí.

Sus dedos frotaron mi empapada feminidad con suavidad y mi gemido emergió con sabor a vino. La oficina estaba fría, así que busqué refugio en sus cálidos y musculosos brazos que no demoraron en rodearme.

—Quiero estar contigo —gemí sobre sus labios.

—¿Pegada a mí?

—Sí.

Me erguí un poco para verlo reírse de medio lado. Hace un par de días que había asumido cuán enamorada me tenía su sonrisa. La acaricié con cuidado y aflojé el segundo botón de su camisa para tocar un poco la piel de su pecho.

—Estoy vacío, preciosa —confesó riéndose y supe a lo que se refería.

—Eso es mentira —reclamé entre risas igualmente.

Hubo dos golpes en la puerta de la oficina y rápido me levanté de su regazo para que no me vieran de esa manera. Corregí el largo de aquel vestido Cartier que apenas cubría mi trasero, como si eso fuera a hacer alguna diferencia.

—¡Adelante! —exclamó Jungkook y enseguida vi asomarse a Hobi por la curva de la oficina.

Sus ojos se pasearon por mi silueta a la velocidad de la luz y luego se posaron sobre su jefe.

—Señor —comenzó luego de aclarar su garganta—, debería oír lo que ayer trataron de decirle los demás Bangtan. Hay un tipo nuevo por ahí que está causando muchos problemas. También oí hablar de él el fin de semana.

—Siempre habrá de esos —respondió Jungkook con un suspiro—. Aunque sí debería ir a echarle un vistazo...

Con disimulo me limpié la saliva residual de Jungkook en mis comisuras y ahogué una pequeña risa que no tuvo ningún motivo de ser. Capturé sin querer la atención de ambos y Jungkook me tomó la mano, aún sentado en su silla, para juguetear con ella.

—Si toca nuestro territorio que ellos se encarguen por una vez, para eso les pago —reformó después—. Hoy ya es tarde.

—Ay, me cae bien él —le dije a Jungkook con una suave risa ebria, viendo a Hobi comenzar a alejarse con las mejillas encendidas.

—Puedes quedarte, Hobi, sírveme un vaso de agua, por favor —instó con la lengua traposa de tanto ocuparla, y se puso de pie—. Uno para Nora tamb...

Agarré las mejillas de Jungkook con una mano y me puse de puntillas para atrapar su boca y hacerlo callar, a ver si su saliva calmaba mi deshidratación. Mientras, me fascinó el que Hobi me estuviera mirando. Jungkook gruñó por lo bajo y yo también lo hice al besarlo; muy cerca se oía un chorro de agua caer sobre un vaso.

Hobi soltó una pequeña risa de diversión y se paró cerca de nosotros, junto al escritorio.

—Puede ser peligroso, señor —agregó, respecto al tema anterior.

—Todo lo que hacen ustedes dos es peligroso —intervine volteando para mirar fijamente a Hobi, atrapando el encendido recuerdo de su beso hace unos días—, incluyéndome.

Respiré hondo cuando los vi a ambos observarme muy profundamente -a mi rostro y a mi aprisionado escote-. Por mi mente cruzó un pensamiento imposible que ahora no me parecía así.

De pronto, Hobi analizó un instante los ojos de Jungkook antes de atreverse a elevar una mano y acariciar un mechón de mi largo cabello.

Cuando creí que Jungkook desataría su furia, solo me tomó por la cintura y se mantuvo atento a mis expresiones. Me hormigueó el estómago al ver posible lo que hasta el momento solo podía fantasear.

Hobi bajó su mano y soltó otra risa nerviosa, como a la espera de una encriptada autorización. Pero entonces mi atención se desvió. Un zumbido lejano en mi oído me molestó y me llevó a fruncir un poco el ceño.

—Ay, ¿qué es eso? —pregunté con una voz acalorada y aguda que no pude controlar. Aquello los hizo sonreír y al parecer instó a Hobi a acercarse un poco más.

Sin embargo, aquel zumbido se tornó más intenso, llamando la atención de ellos igual. Mi vista decayó hacia el vaso servido de Jungkook, notando cómo el agua formaba ondas diminutas, constantes y casi rítmicas. Froté un poco mis ojos para corroborar que mi estado de ebriedad no me estaba haciendo ver mal.

Nuestras miradas se posaron por inercia en un ventanal, y ambos se tensaron cuando el sonido se transformó en una vibración que sacudió ligeramente toda la oficina, desde el suelo hasta el cielo.

—¿Qué es eso? —repetí, esta vez con mucho miedo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro