Cap. 9.- La fiesta
Tras la charla medité un poco mejor las cosas, tuve una semana para meditarlo completamente. Al final, Nora y yo asistimos a la fiesta. Perdón. Mi novia y yo asistimos a la fiesta.
Solo que justo ahora aquí estoy solo yo. Iba a ir a recogerla, pero dijo que no, que podía llegar sola, que funciona muy bien de forma completamente independiente y discutir con Nora no es algo que se me venga bien, ni que disfrute mucho, la verdad. Lo que importa aquí es ella.
Ella y ese horrible vestido que tiene, pero por alguna razón se lo veo puesto y solo puedo pensar en lo linda que luce, lo adorable y sexy que se ve con cada movimiento.
Quizá de ella me gusta más su aura, lo que proyecta, lo que es y no lo que lleva puesto en el instante. No digo que me guste solo sin ropa, no, solo digo que su forma de ser hace que cualquier cosa a su alrededor tome un nuevo brillo.
Al menos eso creo antes de que mi cabeza consiga traer un montón de recuerdos innecesarios que solo me recuerdan que una vez no funcionó y debo dejar de darle importancia. "Los recuerdos no te dañan." repite la voz de mi tío dentro de mi cabeza. Bien, lo que tengo con ella son heridas a las que me aferro, pero ella es el recuerdo en persona.
Quiero abrazarla y amarla, pero no puedo soltar todo ese daño anterior y por eso estoy aquí y ella allá. Suspiro. Camino hacia una pared y me reclino sobre ella cerrando los ojos.
Te pongo en contexto de forma rápida.
Estoy en un salón de eventos, todo está lleno de globos, de personas, mesas, música en un nivel adecuado para dejarte hablar sin necesidad de gritar, de hecho es perfecto, hay una mesa en el centro con un pastel enorme y dulces a montón. Algunos niños corren hacia ella y agarran todos los dulces que pueden antes de volver con sus padres.
Ellos son los únicos que parecen disfrutar de verdad una fiesta.
Mi mirada recae en un grupo de chicas las cuales me observan a lo lejos. Les sonrío y ellas me devuelven el gesto. No dejan de verme y me siento algo incómodo. No soy mucho de estar en contacto con personas y cuando capto la atención de una por más de diez minutos tiendo a huir.
Ahora imagina cómo me sentí con cinco mujeres viéndome fijamente, creo que sin parpadear. No les culpo. ¿Adivinan qué me puse? Un traje de corbata. No, aunque parezca, no lo escogí pensando en que así le gusta a ella.
El salón en el que estamos es bastante conocido y lo administra un amigo de la familia, entonces obviamente me conocen y ya no quiero ser sticker de nada. Gracias.
Es cuestión de estar así un rato y ya, solo es por imagen. Una imagen que nunca debí cuidar junto a ella. No, no debería pensar en eso, ¿verdad? Pero es lo único en lo que puedo pensar justo ahora, en Amanda. En que con ella pocas veces debí sentirme así. Que con ella no era sencillo, nada sencillo, todo lo complicábamos, pero podía ser yo mismo a su lado. Yo era un niño pequeño a su lado, era libre, era feliz.
Bien, también lloraba mucho, teníamos muchas cosas en las cuales no nos poníamos de acuerdo, pero yo era feliz. Traté de ser mi mejor versión a su lado y aunque no me salió... sé que dimos lo mejor de ambos.
Cierro los ojos al notar aún la mirada del grupo de chicas sobre mí, pero es una idea de la que me arrepiento de inmediato porque ni bien todo queda oscuro y de fondo comienza a sonar una canción de Sam Smith, que supongo, no debería estar en ese playlist, mi cabeza trae consigo una de esas heridas, la trae de forma tan tangible que incluso me dan ganas de llorar.
— Eres un cobarde, Williams. —Dice, con enojo, en mi recuerdo
— Prefiero eso a tener problemas paternales como tú, Reyes. —Respondo con el mismo tono, con la misma rabia recorriendo mi cuerpo.
Fuimos idiotas los dos, ¿bien? Yo más. La verdad, no recuerdo si me disculpé por haber dicho eso. La verdad, no creo que me haya perdonado nunca. La verdad, creo que yo tampoco perdoné nada de esa plática. Ambos nos sentíamos atacados en ese instante, no pensamos nada de lo que dijimos, pero quizá en el fondo lo sentíamos así.
Necesitaba disculparme.
— Oye —escuché su voz y pude reconocerla al instante, abrí los ojos casi de inmediato y enfoqué toda mi atención en ella. Amanda—. ¿Aún te gusta la sandía? —Sonreí tras su pregunta y asentí.
— Claro.
Ella me estaba hablando. A mí. ME ESTÁ HABLANDO. Calma, Jandry. Calma.
— ¿Quieres? —Pregunta y mi cabeza solo puede imaginar todo lo que quiero. Quiero sujetar su nuca y besarla, quiero hundir los dedos en su cabello, quiero sonreír mientras le muerdo los labios, quiero tocar nuevamente su cintura y sentir cómo se estremece entre mis brazos, quiero lamerle el cuello, morderle los hombros, quiero desvestirla en ese mismo instante— Jandry.
Al escuchar nuevamente mi nombre logro parpadear un poco y solo puedo interrumpir mis pensamientos para, ahora sí, enfocarme en ella.
En sus labios rosados y carnosos, sus mejillas, sus pómulos, la parte de su rostro, justo al final de las comisuras, donde se le crean los hoyuelos. Sus lunares, cada marca en su piel que yo conozco de memoria, pero que desearía volver a ver... solo para comprobar si siguen ahí.
— Jandry —repite ya casi entre risas y le sonrío.
— Mande.
— ¿Qué si quieres?
— Claro que quiero.
— ¿Sabes de qué hablo?
— ¡No! —Reímos y logro sentirme bien otra vez—, pero igual quiero. —Contigo lo quiero todo. Es algo que no le puedo decir.
— Sandia, Williams.
— ¿Imaginas a alguien llamado así, Sandía Williams? Me caso.
— ¡Williams!
— Reyes.
Nos sonreímos, nos observamos, quiero pensar que en nuestras mentes nos besamos. Quizá en la mía ya nos fuimos de ese lugar y nos besamos en cada esquina, contra cada pared y en todos los lugares donde la luz nos dé, nos besamos mucho y con ganas. Pero no, pasa que de pronto todo el mundo se emociona, todos corren, las luces se apagan, la música baja y la puerta se abre.
Por el brillo de afuera se logran proyectar dos siluetas y aún antes de escucharla hablar, sé a quién pertenece una de ellas.
— No, él cree de verdad que los dinosaurios existieron —sonrío al escuchar la voz de Nora la cual parece ya haber creado un lazo de confianza mutua con Nicholas
— ¡Sorpresa! —Gritan algunas personas, todas a excepción de mí. Las luces se encienden y todos se emocionan, menos yo.
Amanda salta sobre él y lo besa. Y mi corazón se encoge, algo me duele, todo me duele. Quiero irme otra vez. No debí venir. Volteo tratando de no ver eso, nuevamente mi mirada recae en el grupo de mujeres, una rubia me mira a mí aunque la mirada de todos los demás se centra en la pareja protagonista.
Y con más ganas quiero salir corriendo.
— Hey —menciona mientras sus manos cubren mis ojos, puedo sentir que está de puntillas, aunque no la pueda ver— ¿Quién soy?
— No sé, una niña muy tonta, fea y sin estilo.
— ¡Eso sí me ofendió! —Se aparta y doy vuelta para verla. Nora me sonríe.
— ¿Qué cosa?
— Lo de que no tengo estilo.
— No me tomes en serio, los hombres mienten.
— Me alegra que lo reconozcas.
— No creas nada de lo que ves o escuchas cuando se trata de mí.
— Tampoco te trates tan mal, ¿qué sucede? —Niego.
— ¿Nicholas es agradable?
— Yo le doy un siete u ocho, he visto mejores. ¿Es por él que estás así?
— Joder, no te quemes la cabeza, estoy bien —. Siento que alzo la voz y la veo cruzar los brazos sobre su pecho. Las canciones movidas vuelven a sonar y yo suspiro.
— Nos han invitado mañana a un café, he dicho que iríamos. Así que me alegra mucho que el problema no sea él.
— Sabes que no tomo café. ¿Por qué hiciste eso? —Copio su acción anterior, me cruzo de brazos y solo la miro.
— Porque es agradable. Dime si te molesta y lo dejamos.
— Yo no tomo café —repito y Nora asiente.
— Bien, entonces no vamos.
— No vamos.
— Ya.
— Ya.
Le doy la espalda, trato de respirar y ordenar mis ideas antes de decir algo, no me gustaría discutir más con Nora, pues conozco de memoria que con ella nos gana el orgullo y somos capaces de no hablarnos más. Volteo nuevamente de forma decidida, justo en el momento en que ella lo hace.
— Perdón —. Decimos al mismo tiempo y se nos sale una risa.
Doy un paso hacia adelante, acercándome a ella y me recibe con un abrazo. Acaricia mi espalda y yo beso su frente. Suspiramos y no decimos nada durante un minuto, bueno, varios, los suficientes para que suenen tres canciones más y un niño llore en una esquina.
— No debí hacerlo, perdón —dice, finalmente, separándose y dando por terminado el abrazo—. Solo me pareció bien, pero debí preguntarte. Si quieres lo cancelamos.
— No, vamos. No dejaré que se vea que me afecta todo esto. Vamos.
— ¿Seguro?
— No, pero prefiero quedarme con la anécdota. Por cierto, ¿por qué has tardado? —Me sonríe de una forma que logro reconocer y sé que grita: malas noticias.
— Mateo fue a mi casa, me llevó flores.
Muy malas noticias.
— Los hombres mienten. Ten cuidado con ese tipo.
— Lo prometo. Ahora vamos a comer un poco y después salgamos de aquí, está horrible.
— Sí, por favor. Es tan perfecto que una hora será suficiente para volverme loco.
— Apuesto que en quince minutos ya comenzarás a ver linda la cerámica y los centros de mesa.
— Jodete, con amor, pero jodete.
— El mundo no puede joderme más, Williams.
La fiesta siguió. No volví a cruzarme con Reyes. Ella estaba con su novio, el cumpleañero. Con Nora nos quedamos un par de minutos, robamos comida, ella hizo un amigo, a mí me cayó mal el niño aunque tuviera unos nueve años. Nos burlamos del peinado de una señora. Y nos fuimos. Antes del pastel. Fingimos bailar hasta que dimos con la salida. Fuimos a casa y pasamos el resto de la tarde viendo series.
En la noche, cuando todo parecía haber pasado al fin. Cuando Augusto había dejado a Nora en su casa, cuando ya todos estaban en cama y el silencio era lo único que reinaba ahí, me llegó el último mensaje del día.
De: Amanda Reyes.
Para: Jandry Williams.
Asunto: Buenas noches, sol.
Fue muy lindo verte hoy, aunque te hayas perdido al final. Nicholas me ha contado que quedaron con tu novia para reunirnos mañana. A un café. No sabía que ya tomabas café. En fin, gracias por sí asistir, llegué a pensar que no te vería. Seguro ya estás durmiendo, así que descansa Dry, sueña con burro y Sid.
Nath. R
Sonreí. Y esa noche dormí feliz. Ansioso de que llegase la mañana.
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