Cap. 23.- Nicholas
— Me arrepiento de todo —me quejo contra la almohada que cubre mi rostro.
— ¿Y qué planeas hacer? —Pregunta la voz ahogada de Amy.
— No sé.
— No es una respuesta lógica —añade Alana y suelto otro quejido.
Tiene razón, pero es la única respuesta que tengo. Sé que debo hacer algo, pero la cabeza me da vueltas y el rostro me arde, no he sido capaz de verme en un espejo porque soy consciente de que tengo alguna marca morada en el rostro. Odio los hematomas, sobretodo, me odio a mí porque soy fácil de volverme morado con el más mínimo roce. Entonces, solo puedo pensar en el rostro de Farquaad, ella lloraba, lloraba con ganas, con dolor, con sorpresa, con todo.
Ella lloraba por mi culpa, otra vez. Yo debía solucionarlo a cualquier costo, debía devolverle aquello que le quité. Remendar el vínculo, como Mérida.
— ¡Ya sé! —Exclamo y me siento de improviso.
— ¿Qué cosa? —Cuestiona mi hermana, sentada en el borde de mi cama.
— ¿Puedes conseguir el número de Nicholas?
— Sí, pero ¿para qué lo querrías? —Se cruza de brazos, no muy convencida de mis decisiones.
— ¿Planeas hacer de héroe? —Interroga Alana y niego.
— Soy un caballero, no un héroe. Y como buen caballero, debo arreglar los desastres que hice.
— Arreglar desastres no debería ser sinónimo de hacerte cargo de cosas que no puedes alterar —se queja mi hermana.
— ¡Exacto! Pero es esto sí que lo puedo alterar, yo le dañé la relación a Reyes, seré yo el que se la reconstruya.
— Sí, harás de héroe —insiste Alana y suspiro.
— ¿Podrían confiar en mí por una vez?
— ¡No! —Responden ambas a la misma voz y niego.
— Deberían —me pongo de pie—. Amy, consigue el número de Nicholas. Alana, ayúdame a salir sin que Augusto me mate.
Ambas se quedan viendo durante un segundo, no confían en lo que hago y no las culpo, soy de actuar por impulso y hasta el momento eso no me ha traído nada bueno.
— Por favor, chicas, necesito ayuda en esto, no puedo hacerlo solo —imploro sabiendo que aquello las hará ceder. El ser humano es mejor ayudando cuando siente que tiene el control de una situación—. Sin ustedes... no me creo capaz, se los ruego.
Cuando las veo sonreír sé que ya gané. Ellas piensan que soy un perrito perdido sin ellas, pero tú y yo sabemos que acabo de ganar yo. El papel de siervo herido siempre te saca de apuros, créeme.
— Bien, ayudaremos, pero si no funciona te alejarás de Reyes para siempre —añade Amy y no sé cómo interpretar el cambio de control en esto.
— Trato —tú y yo sabemos que no.
— Promételo, Williams —exige Alana.
— Lo juro.
— No. Promételo, para ti vale mil veces más una promesa que un juramento —replica la morena. Va. Admito que había olvidado que ellas me conocen.
— Lo prometo.
Ambas salen de mi habitación y no puedo creer lo que prometí. Debo solucionarlo a como dé lugar.
Unas dos horas después, Amy ya tiene el número y me niego a preguntar cómo. A veces mi familia parece alguna secta malvada o sacada de una película de mafiosos, pero me niego a quejarme, amo mi loca y particular familia, lo importante es que al final Nicholas accede de vernos en un café para hablar.
Oh, el moretón no está tan feo, hasta creo que me queda bien. Ayuda con esos aires de chico malo que a veces me invaden. Me pongo una camisa negra y me dejo el cabello despeinado, solo para hacer contraste. Pocas veces me siento tan bien con cómo luzco, hay que aprovechar los ataques de autoestima. Alana le pidió a Augusto que la vaya a dejar al parque o algo así, el punto es que se los llevó de aquí.
Salgo en el auto, aprovechando que mamá trabaja (aunque como habrás notado, no nos hace falta, pero ella necesita mantenerse ocupada para no enloquecer). No hay nadie en casa hoy, pero en la noche todos llegarán y estarán como locos organizando todo para nochebuena. Déjame añadir, también, que no hemos puesto el arbolito, pero seguro mamá sabrá desesperarse por eso apenas llegue. Yo me reúno con Nicholas. En el café donde quedamos ya se siente la llegada de la navidad. Hay muchos adornos y un café especial por la época, las tazas tienen estampado de arbolito con sus regalos, en la puerta de entrada hay un muérdago para las parejas o personas que buscan excusas de robar besos. Con la nieve todo parece sacado de una película.
La verdad me estoy muriendo de frío por no usar suéter, pero primero me congelo antes de arruinar mi outfit.
— ¿Qué quieres? —Pregunta de inmediato apenas me siento.
— Hablar. Disculparme —admito.
— ¿Disculparte? Ayer no parecías arrepentido.
— Y no lo estoy —confieso—. Pero Amanda no merece que por mis acciones se termine su relación.
— Los vi —es todo lo que dice, tras algunos minutos de silencio.
— ¿Disculpa?
— Los vi, Jandry. El día de la librería, los vi y tienes razón, si ella me amara no hubiera aceptado esa cercanía dos veces —suspira—. Amanda no me ama y no puedo cambiar eso por muy buena que sea nuestra relación.
— Yo... me disculpo —trato de decir, pero me frena su voz.
— No, no te disculpes. No eres el único culpable. Además, Nora me advirtió, debí suponerlo o al menos verlo venir.
— ¿Nora? —Cuestiono y él asiente.
— Tu amiga. ¿Sabes? Es increíble que enamores a dos chicas y no parezcas interesado en corresponderle a ninguna, pero quieras estar con las dos.
— Suena feo cuando lo dices así —comento y él sonríe.
— El punto aquí es que debo agradecerte —me observa y no sé cómo reaccionar.
— ¿Te has dañado, verdad? ¿Cómo que agradecerme?
— No, no me dañé —suelta una risa—. Me hiciste darme cuenta de que no puedo estar con una chica a la que le doy todo para que se sienta segura y amada, pero ella elige al chico que tiene pinta de romper corazones cada que se lo propone.
— Te juro que me sale natural —confieso con algo de nervios—. Y tampoco salgo bien de eso, un corazón roto se protege con los filos que le quedan y hiere a quien lo rompió.
— Entonces sana para que ya no la hieras, para que la ames como quieres amarla.
— ¿Hablas en serio? —Lo veo asentir mientras se pone de pie.
— Sí, me duele, pero no merezco estar con alguien que no supera a su ex. ¿Sin rencores? —Extiende su mano hacia mí y sonrío.
— Sin rencores —sujeto su mano y halo despacio de él para acercarme a su oído y susurrarle—, pero me debes un golpe.
— Y tú una novia —suelta entre risas y nos separamos.
— Eres agradable —le digo.
— Y ustedes tóxicos, vayan a terapia.
— Lo tendré en cuenta, gracias.
— Feliz Navidad —me dice, pasa a un lado mío y sale sin decir nada más. Esa fue su despedida, ¿no?
Suspiro tratando de ordenar todo lo que acaba de pasar. El golpe me lo merecía. Debí suponer que él había visto aquel momento en la librería, joder, si solo llegó un par de minutos después, está claro que tuvo que vernos. Y es obvio que de algo habló con Nora porque el día de su cumpleaños ellos llegaron hablando... Debía hablar con mi amiga.
El chico ahora más que nunca me resultaba perfecto, era un gran oyente y bueno platicando, era muy sano emocional y mentalmente, además sabía poner límites y sabía cuándo irse.
Dios, ¿Cuánto amor por mí te faltó para que me hicieras así? Es que encima era guapo y sensible, joder. Afortunada la persona que pudiera tenerlo en su vida. Mi nueva meta debía ser así..., pero tú y yo sabemos que me queda mejor ser yo. Perdería mi encanto si yo fuera así de perfecto.
Salgo de la cafetería deseándoles una feliz navidad a las pocas personas que se encuentran ahí. No, no conozco a nadie, pero igual. Recibo una llamada de mamá y la respondo de inmediato.
— Ven. ¿Dónde estás? ¡Hoy es la cena de Navidad! Y no tenemos ni el árbol, necesito ayuda —río, finalizando la llamada.
Sabía que sucedería.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro