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Cap. 22.- Vísperas de nochebuena

Primero, cabe aclarar que cuando llegué a casa tuve que enviarle un correo a Reyes para informarle de la "fiesta" que había organizado Darla. Segundo, tuve que invitar a Nora porque... ¿cómo no iba a invitar a mi mejor amiga? Ella le informó a Gonzalo y a los demás. 

Yo... Yo invité a Alana, dijo que bajaría para mi cumpleaños, pero necesitaba tenerla ahí para navidad. Por suerte, ella aceptó.

La fecha programada llegó, estaba jodidamente nervioso, con Amanda no habíamos hablado después de aquella escena en el auto. Ahora que lo pienso, tuve sexo en el auto de mi padre, sin duda, lo que yo hacía con y para Farquaad lograba sorprenderme. Tampoco le había contado a nadie lo sucedido, ni a mis hermanos, ni a mis mejores amigos, ni a mi tío, ni a mi psicóloga personal. A nadie. Ni Augusto lo sabía. 

Un secreto entre dos no ocasiona problemas, pero un secreto a voces podía generarle y generarme muchos inconvenientes con Nicholas y Nora. Así que ni una palabra había salido de mi boca.

— ¿A qué hora volverás? —Pregunta mamá mientras ingresa a mi habitación.

— Antes de medianoche, te lo aseguro.

— ¿Vas con Augusto? —Asiento.

— Claro, Agus y Charles se ofrecieron a llevarme y sabes que es más seguro así.

— ¿Y va Nora?

— Sí —la observo— ¿Por qué tantas preguntas mamá?

— No sé, solo me aseguro de que estarás bien —sonríe.

— Estaré bien, va Amy y Darla. Me cuidarán.

— ¿Quién es Darla?

— Una modelo de Amy, ahora es mi amiga —ella entrecierra los ojos como si mi respuesta no la convenciera en lo absoluto—. También van Alana y Gonzalo.

— Bien, estoy más calmada —responde en un suspiro y sonrío. Esa mujer confía más en mis amigos que en mí.

Veo el inconfundible cabello rubio de Max detrás de ella. Él rodea el cuerpo de mi madre con sus brazos y apoya el mentón sobre su hombro. Me sonríe a modo de saludo y le devuelvo el gesto. 

A veces su presencia aún me causa incomodidad, pero mi madre se ve feliz junto a él. Lo más feliz que ha podido ser tras la muerte de mi padre, así que no me quejo.

— ¿Y va la chica del centro comercial? —Cuestiona él y la pregunta me agarra tan desprevenido que me quedo quieto un segundo tratando de asimilarla—. Creo que eso es un sí.

— Oh, cállate —le digo y veo a mamá cruzarse de brazos.

— Jandry, con tus mayores no, lo sabes.

— Lo siento, mamá — agacho la cabeza y suelto un suspiro.

— ¡Déjalo! —Suelta con una pequeña risa el rubio—. Me está hablando, ¿cada cuánto sucede eso?

— No lo excuses, Maximiliano, no está bien que Jandry se dirija así hacia sus mayores —responde ella y yo me vuelvo un mero espectador, como un pez en un cine, jaja, ¿entiendes el chiste? Pasar tiempo con Reyes ya me está cobrando factura.

— No lo hago, Lau, pero vamos, Jandry ya no es un niño. Debe tenerle respeto a los hombres ya mucho mayores, a mí me hace sentir viejo que me trate como un mayor. Va cumplir dieciocho y yo a mis cuarenta y seis estoy en la flor de mi juventud.

Mamá y yo reímos tras escucharlo. Max se separa de mamá y parece indignado, se cruza de brazos y niega con lentitud.

— Me ofende mucho que me crean viejo —se queja.

— Eres muy joven, Maximus —añado.

— Gracias —sonríe.

Mamá se lo lleva y tengo el día libre. Hasta que llega la noche. A las 6pm yo comienzo a desesperarme. No sé qué ponerme y por primera vez entiendo a las mujeres cuando me dicen eso.

Finalmente, escojo los mismos vaqueros rasgados de siempre y una camisa verde. Hace unos días que ya no uso camisas negras. No va acorde a mi nuevo estado de ánimo. Llamo a Augusto, me despido de mi madre la cual me da una que otra paleta, en caso me haga falta azúcar. Max es más convencional, me da una tira de condones y ambos recibimos un golpe de mi madre. Reímos restándole importancia.

En menos de veinte minutos me encuentro dentro del mismo estudio que la última vez, Amy dio su espacio para que se organizara ahí. Es nuevo e inquietante, seguro por eso luego exige algún tipo de favor para cada uno de sus invitados, pero al menos nos acepta.

Lo primero que veo al entrar es a mis amigos. Alana y Gonzalo parecen discutir en una esquina, Oswaldo charla de algo con David y unas cuántas chicas parecen esperando a alguien, quizá a Darla, todos parecen ocupados en algo y seguro nos divertiremos mucho; sin embargo, mi mirada se detiene en la chica vestida de azul. Lleva un lazo naranja en la parte trasera de su cabello, parece princesa. Le sonrío, pero no me le acerco, pues está junto a su novio y es mejor no molestar mucho. 

Camino hacia mis amigos que discuten en una esquina. Alana enfoca su mirada en mí y con una seña hace callar a su Gonzalo. Parpadeo algo confundido al notar esa reacción.

— ¿Todo en orden? —Le doy la mano a mi amigo y un beso en la frente a Alana. Ambos me observan, solo niegan.

— ¿Cuándo comienza esto? —Alana luce tranquila, pero el tono de su voz acaba de revelar lo molesta que se encuentra.

— Seguro pronto, falta que llegue Amy, Nora y Darla —menciono y la veo removerse incómoda.

Observo a Gonzalo en busca de respuestas, pero él evade mi mirada y suspiro. Hizo molestar a la única persona, después de Farquaad y Nora, que odio ver molesta. 

Si siendo dulce Alana es un grano en el culo, imagínala molesta. Se vuelve peor que un calambre de esos que llegan de la nada, los que te impiden moverte y solo te causan gran molestia, de los que no sabes deshacerte, pero tampoco sabes si deseas que se vayan y aun así eres consciente de que no es normal. O quizá soy muy masoquista hasta con los calambres.

— Creo que me voy —es todo lo que alcanza a decir antes de pasar frente a nosotros captando la atención de todos. Alana ignora al que se le atraviese y David corre hacia Gonzalo, quizá también deseando que le cuente lo ocurrido.

— Espera, Alana —la sigo unos pasos hasta que se detiene frente a la puerta justo en el momento en que la presencia de Darla llena la habitación.

Ambas se quedan viendo y no sé exactamente cuáles son sus reacciones, pues me encuentro tras Alana y solo viendo medio rostro de Darla, pero al menos la chica que veo, sonríe.

— ¿Te vas tan pronto? —Menciona con un tono carismático.

— No ¿Yo? ¿Qué? No..., no —responde Alana.

— Me alegra —extiende la mano—. Soy Darla, un placer.

— ... —Alana no responde nada, solo sujeta la mano de su contraria, puedo jurar que temblando. Durante un segundo llego a sonreír porque esas mismas reacciones tenía Gonzalo con David, su novio, antes de aceptar que le gustaba... ¿Cuál era la posibilidad?

— ¿Te ha comido la lengua el gato? —La risa nerviosa de ambas se hace presente y sonrío. Me acerco a ellas y paso un brazo sobre los hombros de Alana la cual parece no estar ahí.

— Darla. Te presento a Alana Friedman, una amiga y conocida mía. Más de Amy, creció en Italia, pero es una diseñadora innata, está a nada de sacar una nueva línea y seguro necesitará modelos, podrías convencerla de que te contrate —señalo y algo en sus ojos se ilumina. No, no es interés en el trabajo, es más como la oportunidad de entablar una charla con la chica que no parece poder ni respirar.

— Yo estaría encantada de hacer tratos con la señorita Friedman —presiono el brazo de Alana con suavidad y parece que regresa a la realidad.

— Podamos organizarnos lo más pronto posible —añade la morena y los tres asentimos.

Finalmente, Darla logra llevársela de ahí y parece estar todo bajo control. Tras unos veinte minutos jugando Pou porque nadie más parece dispuesto a llegar... aparecen Amy y Nora. La última lleva un vestido amarillo que es adornado por un cinturón azul, es sencillo, pero puedo jurar que ese diseño yo lo había visto antes. Creo que era uno de los modelos que Amy iba a sacar. No le tomo importancia y me acerco a mi amiga, sujeto su mano y beso el dorso de ésta. 

Ella sonríe y alzo de su mano para que dé una vuelta, la veo cerrar los ojos mientras gira sobre su propio eje, al finalizar clava su mirada en mí, me mira de pies a cabeza y parpadea con lentitud.

— Estás muy guapo —dice.

— Lo sé —río—. Trato de parecerme a ti, chiquita hermosa —tras ese comentario recibo un golpe en el pecho y aquello solo me saca una carcajada.

— ¡Basta, me pones nerviosa! —Se queja aunque también ríe conmigo.

No vuelvo a hacer más comentarios porque comienza a sonar música muy movida y de la nada hay más gente, mucha más gente, no conozco ni a la mitad por lo que me quedo cerca de Nora. Gonzalo toma la mano de su chico y se lo lleva. Alana y Darla no le prestan atención a nadie el resto de la noche. Poco después llega el cara de lémur, Jacobo, bueno, Jacob para su familia y "novio" de mi hermana. Es un chico muy agradable, tiene el cabello negro como su madre y los ojos tan verdes como su padre. Los conozco, eran amigos de mi padre, pero la historia de Alan y Paola no es algo de lo que yo tenga gran conocimiento. 

Con Nora, por alguna razón, nos juntamos a Oswaldo, el cual va solo porque según sus palabras no necesita de nadie para disfrutar, oh, también nos juntamos a Nicholas y Amanda. Admito que me pierde cada movimiento que hace Reyes, luce feliz y eso le sienta de maravilla. Es demasiado sexy y hermosa cuando está disfrutando de verdad, como... mierda. 

El recuerdo de su cuerpo bajo el mío de pronto se hace presente y siento el calor torturándome, recuerdo sus ojos cerrados y sus dedos acariciando mi espalda mientras se tensaba y gemía... santísima mierda.

Como si supiera exactamente lo que me causa, ella detiene su mirada en mí y el mundo se detiene. De pronto solo somos los dos, algo sudados y rodeados de gente, agitados y jadeantes, con una música que ni llegamos a escuchar, con el silencio y el ruido abrumando cada espacio de nuestras conciencias. 

Doy un paso hacia ella, acercándome. Te mentiría diciendo que sé lo que hago. Quizá luego puedo culpar al alcohol. Extiendo la mano en su dirección cuando siento la melodía cambiar por una más lenta, no es romántica, pero sí lo suficientemente lenta como para confundirse. Es... una bachata. Ella sujeta mi mano mientras los acordes y la letra lo envuelven todo a nuestro alrededor. 

Sé que el momento mágico solo ocurre en mi cabeza, pero se siente bien y no deseo que termine. Halo de su mano y quedamos uno frente al otro, estamos muy cerca. Mi otra mano desciende hasta su cintura y en un impulso que conozco de memoria, me acerco a su rostro hasta que nuestras frentes se tocan. Quiero besarla, pero antes de poder concretar algo siento una fuerza extraña que nos separa de golpe, de pronto siento mi rostro arder, mi mejilla duele y caigo al suelo. 

La música corta de golpe y alguien grita. Cierro los ojos y por inercia acaricio la zona donde recibí el golpe. Mierda, me golpearon. Las luces se encienden y siento la mirada de muchas personas sobre mí, alzo la cabeza y veo los ojos color miel de Nicholas. Arden en celos. Le regalo una sonrisa a la vez que me pongo de pie.

— ¿Qué mierda pasa contigo? —Grita mi hermana con algo de desespero.

— ¡El idiota de tu hermano se quiere besar a mi novia! —Reclama él y a Amy parece no importarle mucho.

— Quizá porque tú como novio no vales la pena —añado.

— ¡¿Tú quién te crees para decir eso?! —Lo veo acercarse y no retrocedo, de pronto siento que algo en mí grita que solo así aprenderé.

— ¡Soy el chico que casi se besa a tu novia! Piénsalo, si valieras la pena. Si ella te amara, ¿no debía alejarse?

Lo veo más cerca, parece realmente molesto y por alguna razón disfruto eso. Los celos hablan por mí. Justo cuando pienso que me romperán la cara, veo al hombre canoso, pero fornido, que ingresa en mi auxilio. Sujeta la mano de Nicholas justo antes de que me toque. Charles ingresa justo detrás, lleva puesta gafas oscuras, lo cual es raro porque estamos de noche. Se para frente a mí y hace una señal con su mano.

— Señor y señorita Williams, al carro, ahora —ordena con voz fuerte y firme.

— ¡Pero Charles! —reprocho.

— ¡Dijo que ahora! —Grita Augusto tras soltar a Nicholas. Ladeo la cabeza y Amy agarra la mano de su novio antes de salir. Repito su acción, pero con Nora. Más, antes de irme, observo al pelinegro.

Puedo jurar que me odia. Me quedo ahí, inmóvil. Muevo la mirada hacia Amanda, ella parece llorar a una distancia prudente del alboroto, me siento mal porque yo no deseaba nada de esto para ninguno. Alcanzo a susurrarle un: lo lamento, mientras Nora tira de mí para que salga.

— ¡Terminamos! —Escucho gritar a Nicholas y me odio.

Farquaad había encontrado algo sano y mutuo... y se lo arrebaté. Tenía que arreglarlo, pero no iba a poder hacerlo esa noche. Subimos al auto, Augusto nos vio mal todo el trayecto. Nadie dijo ni una palabra. Dejamos a Nora. Dejamos a Jacob. Me carcomía la culpa. Amy solo me dio una palmada suave en el hombro y cuando llegamos fue la primera en bajar. Mamá, por suerte, se había dormido viendo una película, pero Max sí me vio.

— Tienes cara, literalmente, de que no fue una buena noche —mencionó al verme llegar y negué en respuesta— ¿Ha pasado algo malo con la chica? —Asentí— ¿Su novio está metido en eso? —Me sorprendió lo bien que conocía la situación.

— Sí —admití.

— Se veía venir. ¿Te darás por vencido?

— La he metido en problemas. Hablaré con su novio, me disculparé y me alejaré, ella no merece que yo le quite la posibilidad de tener algo lindo.

— A lo mejor ella quiere algo lindo contigo.

— No puedo dárselo —le digo y él niega.

— No, pero si lo intentas, podría sorprenderte de lo que eres capaz.

— No vale la pena.

— ¿Ella o la relación?

— Yo —suspiro.

— No digas eso, si le dices a tu cabeza que no vales la pena, se lo va a creer. Mejor dile que es cosa de prepararse y mejorar. Cambiar no es imposible, porque hasta la ropa cambia su color con el paso del tiempo, para bien o para mal.

— Gracias, tendré en cuenta el consejo, Max —añado ya queriendo irme.

— Suerte, campeón, no te rindas.

Asiento y parpadeo despacio, los ojos se me nublan porque se llenan de lágrimas. No, no por lo sucedido hoy. Porque Maximus es el padre que ya no tengo, pero mamá me consiguió y en momentos así agradezco completamente que hayan llegado a la vida del otro.

Debo solucionar lo de Reyes y Nicholas. Cagué muchas cosas en una noche... A vísperas de nochebuena.

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