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Cap. 21.- Canciones 2/2

Reyes vuelve a sollozar y desvío la mirada del camino una fracción de segundo para poder verla. Se abraza a sí misma, suspiro al no saber cómo ayudar. Soy malo en eso de comprender las emociones y ayudar. Con Nora es sencillo, a ella le gusta resolver sus emociones sola, solo necesita un abrazo, helado y quedarse sola. Con Amanda siempre fue más íntimo y emocional.

«Intimo», la mirada de Nora en mis labios. La forma en que me veía y su mano descansando sobre mi pecho. ¿Así de íntimo? Debo dejar de pensar en eso. Quizá con ella uno puntos donde no hay... Y ya sé dónde llevarla.

— ¿Quieres contarme qué pasó? —Comienzo a indagar mientras cambio el rumbo de mi trayecto.

— Problemas, Williams.

— ¿Con Nicholas? —Con el rabillo del ojo puedo verla negar—. ¿Con tu madre? —Y suspira. Bingo.

— No quiero hablar de eso.

— Lo entiendo y lo respeto, pero sabes que si deseas hablar estoy aquí, ¿verdad?

— Claro, gracias —responde con un tono suave y sonrío.

— ¿Y Nicholas?

— Tuvo que irse.

— ¿Le vas a contar lo que pasó? —Una nueva sensación se apoderó de mí al realizar esa pregunta, un malestar algo fuerte me invadió al imaginar que era otra persona la que ahora podía apoyarla en momentos así. Ya no era yo y eso me jodía.

— ¿Por qué debería?

— No sé, para que te apoye, hay cosas por las que no se deberían pasar sin compañía.

— No quiero sobrecargarlo de mis problemas. Lo hice una vez con alguien... —el silencio se apodera de todo un segundo pues la canción cambia generando un gran vacío—. No deseo que nadie se entere.

— Yo me enteré —respondo tras tomar una salida que me conduce directamente por el camino arbolado que me llevará hacia aquel lugar especial que en algún momento compartimos.

Ella no responde. Nuevos recuerdos aparecen en mi cabeza, momentos donde perdía la paciencia entre tanta discusión y terminábamos mal ambos.

— ¿Soy yo? —Pregunto, ganando su atención.

— ¿Cómo?

— Dijiste que sobrecargabas a alguien antes. ¿Crees que fue a mí? —No necesita responder, la simple mirada que le da a la ventana me da una respuesta.

Tras largos veinte minutos de silencio, exceptuando las canciones que cambiaban cada dos o tres minutos y lograban ambientar el tenso ambiente, llegamos al "mirador". Es un parque muy a las afueras, está casi que abandonado y aunque aún recibe mantenimiento, son muy pocas las personas que lo usan de verdad. 

Ahí solíamos ir nosotros. 

Nos recostábamos en el césped o en los bancos, algo incomodos cabe señalar, para observar las estrellas y soñar que en algún lugar una estrella llevaba el nombre de ambos y era la prueba de nuestro amor.

— ¿Qué hacemos aquí? —Señala y me encojo de hombros.

— Respirar lejos de la civilización y de los problemas, Reyes —digo como si fuera obvio.

Bajamos y nos sentamos bajo uno de los únicos cinco árboles que hay en el lugar. Por alguna razón decidimos mantener nuestra distancia, me resulta algo extraño ya que hace unas horas podía jurar que terminaríamos besándonos porque no deseábamos estar lejos el uno del otro. Tenemos una distancia prudente entre ambos. No hay gente, es un lugar solitario, a veces disfrutaba yendo allá yo solo.

Aunque, por lo general, me inundaba la melancolía y terminaba llorando mientras le rogaba a Augusto que me sacara de ahí.

— ¿Ella ya ha venido? —Cuestiona dando por terminado el silencio sepulcral que se había formado. Niego— Ya.

Tras su última respuesta no digo nada, suspiro ya con algo de tedio en mí. Otra vez nos quedamos callados solo que ahora el ambiente se vuelve denso, demasiado denso. Ahora deseo irme. Genial. Gracias por arruinar todo, Reyes.

Parpadeo con lentitud al escuchar mis propios pensamientos los cuales insultan en mil idiomas a Amanda, algo en mí la culpa por mi reciente incomodidad.

— ¿Por qué te interesa tanto hablar de ella? —Me atrevo a preguntar.

— Porque son novios. La amas.

— No —niego—. Tú y tu noviecito se aman, con Nora no nos amamos.

— Ya —paso las manos por mi cabello con frustración tras escucharla.

— ¿Ya? ¿Es todo?

— ¿Qué quieres, Williams? Los escuché el día de la dulcería. Dijo que te amaba y si tú no la amas... —relame sus labios y suspiro. Una parte de mí siempre supo que terminaríamos tocando el tema—. Deberías porque ella te ama y se le ve en la sonrisa, en la forma en que te mira, en lo mucho que te conoce.

— Entonces a ti Nicholas no te ama —menciono—. Porque no te conoce como yo.

— Y tú no me amas. No desde que está ella.

— Joder. Sabes que no es así. Sabes que yo...

— La escogiste —su voz suena más baja que la mía, pero logra tener mayor impacto—. Siempre fue así, siempre escogiste a cualquier persona antes que a mí.

Siento mi garganta cerrarse y me ordeno mentalmente no llorar. ¿Es que para ella nada era suficiente? La escogí incluso sobre mí, pero claro, eso ella no lo veía porque estaba muy ocupada viendo todo en lo que yo fallaba, porque estaba ocupada tachándome de malo, ¡porque para ella siempre fue malditamente insuficiente!

Doblo las rodillas contra el pecho y me abrazo a mí mismo. Fue mala idea ir hasta allá. Ahora un lugar que me traía siempre nostalgia, también me recordaría ese cruel y horrible momento. No volvería a ir nunca.

— Perdón —susurro, anhelando ser escuchado.

— Perdón —repite y ambos nos callamos.

— No debí haberte traído. Vámonos —siento mi voz quebrarse y me fuerzo a esconder ese sentimiento al ponerme en pie y dirigirme al auto.

— Dry..., perdón —la escucho a mi espalda y niego.

— ¿Perdonar qué? —No volteo a verla, solo me encojo un poco, de pronto temo a que diga algo y aquello duela—. Aquí no ha pasado nada. Vámonos.

Avanzo sin prestarle atención. Sacudo la cabeza un poco, como si aquello fuese a deshacer el nudo en mi pecho y la angustia de mi corazón.

— Jandry —vuelve a llamar y volteo, quizá con enojo, quizá con dolor, quizá en automático o quizá con una determinación impresionante. Quizá todo.

— Perdón, ¿bien? Perdón por haberla escogido, pero dime cómo hago para escogerte a ti si cada que intento ayudar y hacer algo bien porque me nace, como ahora, terminas sacando temas de donde sea y nos sentimos mal, dime ¿cómo escojo eso?

— ¿Dices que es mi culpa?

— ¡No! No, mierda, claro que no, digo que... Ya no sé qué estoy diciendo, solo quiero estar un minuto contigo sin que hablemos de cosas que duelan. Reyes, quiero besarte, abrazarte y quererte, pero no te dejas querer. No me dejas cuidarte.

— Quizá no necesito que me cuides —admite y asiento.

— Perdón, pues, por no darte ni hacer lo que necesitas.

La verdad, para ese momento todo se me había salido de las manos. Avancé sin detenerme a escuchar ni una palabra más. Me fui al otro lado del coche, donde ella no me veía, y me apoyé contra el capó. Expiré solo para poder ver el vaho que escapó de mis labios al instante. Solté una pequeña risa y así, de a poco, me fui tranquilizando. Inspiré y me estremecí cuando el aire frío llenó mis pulmones. 

Observé los pequeños rastros de nieve que llenaban el lugar, seguro para la mañana siguiente la nieve ocuparía ya todo el lugar visible y así lograría exigir su lugar. Pasaron unos minutos, quizá veinte, quizá treinta. Pero sentí su presencia cuando se acomodó a mi lado. No dijimos nada durante al menos diez minutos más.

— ¿Escuchamos música? —Pregunta y asiento.

— Aunque primero deberíamos hablar, ¿no crees?

— ¿Quieres hacerlo?

— Lo que más me gustaría es arreglarlo —admito con sinceridad.

Subimos a la parte trasera del automóvil, en los asientos compartidos. El ambiente dentro está incluso el doble de frío. La veo removerse, a lo mejor guardando un poco de calor. Bajo, subo adelante, enciendo el motor y activo la calefacción, sin mi autorización la música comienza a sonar de forma automática. Y, como todo ser humano normal, me salto sobre la división que mantiene separada la parte delantera y trasera, es algo complicado porque estoy mucho más grande que la última vez que lo hice (como a los seis). 

Reímos cuando caigo peor que costal sobre el asiento. Nos observamos y me deshago de mi suéter para dárselo. Acaricio despacio su cabello y le sonrío. Le tiembla el labio inferior y durante un instante recuerdo que ella lloraba cuando llegué a verla.

— Siento mucho que todo terminara así, sobretodo porque no te sentías bien —añado al finalizar las risas.

— Yo también, no quería decir nada que se pudiera malinterpretar, después de todo, me trajiste aquí y tratabas de distraerme.

— ¿Abrazo? —Pregunto.

Ella asiente y sin esperar más de su parte, me acerco y la abrazo. Corresponde al instante y el frío ya no se siente frío. A su lado nada se siente como debería sentirse, si soy honesto.

Beso su frente y logro captar su atención.

Bien, tenemos muchas cosas que solucionar, pero son cosas pequeñas, ¿no lo crees? Nos falta comunicación, incluso confianza, pero nada imposible y tampoco nada que no se pueda con solo un poco de esfuerzo. Aunque vamos, más fácil vuela un cerdo antes de que nosotros volvamos. 

Ella besa mi nariz y un cosquilleo se hace presente sobre el nudo que antes tenía en el pecho. Beso su mejilla y ella suelta un suspiro. 

Te mentiría diciendo que me alejé. La realidad es que le volví a besar la mejilla y cuando una de sus manos se perdió tras mi nuca y sentí sus dedos en mi cabello... perdí. Perdí como ya lo había hecho antes, como siempre. Lo único que me permitiré contarte es que salieron canciones muy buenas aunque no recuerdo ninguna, quizá la que sonaba ya al final. I Will Always Love You. Era nuestro ambientador mientras yo besaba su cabello y ella enredaba nuestras piernas, solo nos cubríamos con nuestros suéteres, los cuales no hacían mucho, pero lo bueno es que el interior del carro se mantenía caliente y no resultaba un gran problema. 

Espero puedas imaginar lo que pasó ahí, yo cierro los ojos y lo imagino a cada segundo.

Ese día no nos arrepentimos de nada de lo que sucedió. Nos vestimos como si nada hubiera pasado, besé su mano y nos fuimos. Cantamos, hablamos, reímos, nos besamos en cada semáforo en rojo que cruzamos camino a su casa y la dejé ahí. Y fue una de las mejores decisiones de mi vida. Algunas cosas pasan tan rápido que debes enfocarte en ellas y dejar pasar lo demás. 

Si la vida es una hoja en blanco... deberíamos poder llenarla a nuestro antojo.

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