Cap. 19.- Haberla besado
La verdad, Nora tenía razón. Comenzó a nevar. Creí que nevaría desde Septiembre, pero al parecer el cielo esperó hasta el último momento para avisar que el invierno había comenzado. Tan lindo, ¿verdad? En fin, a lo que iba.
Nos reunimos nuevamente con Reyes, aunque ninguno de los dos tocó el tema de lo ocurrido en la dulcería, al menos no por correo. Planeamos ir a pasear, quizá tomar un chocolate caliente y aprovechar los descuentos por la fecha. Yo quería libros y conocía una librería muy buena donde seguro las promociones ya estaban disponibles. Pero no fue tan sencillo.
Cuando llegué al lugar señalado y bajé tras asegurarle a Augusto que estaría bien y pedirle a Charles que al mínimo mensaje que reciba de mí fuesen a verme, los vi. Sí, no la vi. Los vi. Nicholas se había metido en los planes.
— ¡Hey, amigo! —me recibió de buena manera cuando estuve frente a ellos.
Extendió su mano hacia mí y la sujeté con toda la fuerza y seguridad que pude. No estaba nada seguro. ¿Qué hacía él ahí?
— Amigo —repetí tratando de verme conforme y lo vi acercarse un poco hacia mi.
— Mi novia —dijo remarcando cada letra y sonreí. Estaba celoso.
— Reyes —le seguí a mi manera.
— Dijo que era una salida de amigos y pensé en unirme, ¿sabes? Escuché que hay buenas promociones y descuentos por Navidad. Espero no les incomode mi presencia.
— Claro que no. Cuando estamos con Amanda nada nos incomoda —solté y me arrepentí de inmediato, pero él no mencionó nada contra lo que dije.
— Me alegra, igual, ni sentirán que estoy aquí.
— Lo dudo, pero bueno.
Suelta mi mano y se aleja. Entonces caigo en cuenta de que estábamos susurrando. Hago mi mejor esfuerzo para evitar reír, paso frente a él y me acerco a la pelinegra que nos observaba hasta hace un minuto.
— Girasol —menciono y sonrío.
— Dry —suena tan bonito cuando lo dice que tengo que desviar la mirada para no reír.
¿Sabes cómo se le llama a esto? Ponerse nervioso por todo. Quiero reírme y siento mi rostro arder. Por un segundo la mirada perdida que tenía Nora sobre mis labios regresa a mi cabeza de forma tan directa que me preocupa. El recuerdo me abruma un poco y de pronto siento como si estuviera en piloto automático.
— ¿Estás bien? —Pregunta y cuando clavo la mirada en ella solo puedo fijarme en el chico que tiene a lado y le sujeta la mano.
— ¿Podemos ir a una librería?
Asiente y comienzan a seguirme. Nadie dice nada, solo me adelanto para poderlos guiar. Al avanzar me siento extrañamente solo, como si no hubiera ido yo con Reyes, como si ellos fuesen completos desconocidos y yo no supiera qué hacer, quizá no sé porque mi cabeza está en aquellos «te amo» que no nos dimos con mala intención una castaña y yo hace menos de cinco días.
Pienso en la primera vez que le dije a Amanda que la amaba. Yo no la amaba, solo lo decía de juego y era parte de mi solución para ayudarla a que se olvidara de otra persona que no valía la pena en lo más mínimo. Pero cuando lo dije, no lo sentía.
Pienso en la primera vez que se lo dije a Nora. Le había dicho que la quería mucho y entre risas solté que la amaba. Ella dijo que compartía mi sentimiento, pues me amaba de igual manera. Recuerdo el cosquilleo en mi pecho ese día, el sonrojo y la sonrisa de idiota que nos siguió a ambos.
Con Reyes no había sido tan sencillo. Cuando se enteró que no era enserio, me tachó de idiota, cosa que merecía si te soy honesto.
¿No es increíble cómo los sentimientos, las reacciones y todo, básicamente, puede cambiar cuando cambia la persona?
— ¿Jan? —Escucho una voz que me resulta conocida y freno de golpe.
No me animo a voltear, quizá si finjo que no la escuché se olvide de mí,
— Williams —insiste y me veo obligado a girar en su dirección.
Tiene los brazos cruzados sobre el pecho. Detrás de ella están Maximiliano y mamá. Mi mamá.
— Hermanita hermosa —trato de no sonar tan incómodo.
Siento sus manos alrededor de mi brazo. Me hala hacia su cuerpo y me susurra: — Dime que esa no es Reyes. Y que ese no es su novio.
Me alejo con una sonrisa, la más inocente que puedo poner en ese momento de tensión. Doy un paso hacia atrás y veo a mi madre. Es momento de ser honestos.
— Mamá. Amy. Maximus —los llamo y veo a Maximiliano sonreír. No es mi culpa que Max me recuerde al caballo de Rapunzel— ¿Recuerdan a Amanda?
La mencionada sale detrás de mí. Lo bueno es que a su lado, pegado como chicle, sale Nicholas sujetando su mano.
— Señora Williams —saluda Amanda y mi madre solo la observa.
— Este —señalo al de ojos claros—. Es su novio, Nicholas. Llevan casi cuatro meses juntos, ¿no es lindo eso?
— Ajá —responde mi madre y Amy no menciona nada—. Un gusto Nicholas.
— Un placer, señora.
— ¿A dónde iban? —Pregunta y me encojo de hombros.
— A la librería. Ando buscando Eterno para completar la saga Boulevard.
— ¿Ellos también completan la saga?
— Ellos me hacen compañía.
— ¿Y Nora? Hoy fue a casa preguntando por ti.
— Con Nora estuve el miércoles, ¿recuerdas? Te dije que iría sin chofer y accediste. Estuvimos en su casa y también hablé con Alana. Además, el jueves me la encontré en la dulcería, fui con Gonzalo.
— Bien. Espero verla en la fiesta de Navidad —su mirada se posa en la Farquaad detrás de mí. Se acerca a ella y le extiende la mano— Espero verte a ti también, Amanda.
— Estaremos ahí, gracias —responde con gentileza.
— Contigo —me mira y sonrío— hablo en casa.
Mierda.
Se acerca a Maximiliano el cual me hace un gesto de que ya valí queso. Amy se me acerca y me abraza.
— Llevaré flores a tu tumba, Jandry de Reyes —susurra lo último a mi oído y río.
— Maldita.
— Igual a mi hermanito mayor.
Los veo alejarse. Parece que mamá se va quejando de algo y Maximiliano trata de calmarla. Suspiro y volteo nuevamente para observar a la pareja en cuestión.
— Bueno, nos vamos ¿no? —Asienten y retomamos nuestro camino.
Un poco más adelante, Nicholas nos notifica que debe hacer una parada y separarse de nosotros. No ponemos reclamo alguno y lo dejamos pasar. Cuando da vuelta tras una vitrina, mi mirada recae en Amanda la cual me sonríe. Sujeto su mano y como si fuéramos dos amantes imprudentes, salimos corriendo de escena, por alguna razón nos reímos a medida que avanzamos con paso acelerado hacia la librería. Al llegar nuestras manos se encuentran entrelazadas y nosotros demasiado cerca. No me preocupa ni me molesta.
Comenzamos a movernos sobre los pequeños libreros, observo los libros con gran entusiasmo y ella hace lo mismo sin separarse de mi lado. No nos soltamos las manos, caminamos juntos y observamos todos los libros así. Encuentro el libro que quiero e incluso dos más. Ella también ve libros que le gustan, pero no se anima a comprarlos ni a pedírmelos. Yo anoto mentalmente el nombre de los libros para volver después a comprarlos. Sería un buen regalo de Navidad, algo que le gusta.
— ¿De verdad quieres verme en esa cena de Navidad? —Incómoda, Amanda me cuestiona mientras yo pago los libros.
Conseguí Eterno, también uno de Paulo Coelho y El Principito, pero con ilustraciones.
— ¿Por qué no querría verte? —Respondo a su interrogante y siento su mano sudar.
— Faltan cuatro días para Navidad, quizá es muy inoportuno.
— ¿Desde cuándo tú eres oportuna? —Río y me arrepiento de mi pregunta porque siento que pudo haber sonado mal.
— ¿Gracias?
— No lo digo de malo, Reyes. Solo piénsalo —y, si te soy honesto, en ese momento perdí el control sobre mis palabras—. Llegaste a mi vida cuando menos lo quería y lo necesitaba, te quedaste cuando más desee que te fueras, me amaste cuando ni yo me amaba, me enseñaste a querer cuando no estaba en mis planes querer a nadie, fuiste en mi contra al darme confianza y conocerme tanto aun cuando no era lo que yo anhelaba. Siempre has sido muy poco oportuna en mi vida.
Suelto lo último en una carcajada y un calor extraño me inunda el pecho, no me quema, no me arde ni me hace desear irme, me hace bien. Me vuelve consciente y feliz. Termino de pagar, me entregan una bolsa de papel con unos separadores y de cortesía me dan una pequeña lámina con adhesivos de colores que me servirán para marcar al leer.
Sí, soy la clase de loco que raya en los libros.
— Gracias —me atrevo a mencionar cuando es obvio que ella no planea responder, sé que logro captar su atención cuando siento su mano presionando la mía.
— ¿Por qué? —Salimos de la librería y me permito observarla.
— Por ser inoportuna, has sido el inconveniente más lindo que llegó a mi vida y desde entonces no has salido de mi cabeza ni un segundo.
— ¿Cómo piojo? —Pregunta y solo logro pestañear tratando de comprender lo que dice. ¿De verdad dijo eso?
— Joder, Reyes. A veces me cuestiono seriamente el por qué me enamoré de ti.
Reímos. Halo de su mano y la abrazo. Siento su rostro en mi pecho y una parte de mí desea quedarse en ese momento para siempre. Vivir así. Otra parte de mí piensa que a lo mejor así hubiera sido si no nos hubiéramos dejado y lo hubiéramos dado por perdido.
A lo mejor hubieran sido navidades uno junto al otro, comprando libros, tomando chocolate, viendo películas, abrazándonos y siendo solo nosotros.
Y extrañé eso. No lo que fuimos, sino lo que no pudimos ser y no sabía si seríamos en algún momento.
Nos separamos un poco y mi mirada recayó en sus ojos. Nos quedamos viendo fijamente y fui testigo de cómo, con suma delicadeza, ambos descendimos nuestro punto de visión hasta que fuimos plenamente conscientes de querer besarnos. Suspiré y subí mi mano hasta su mejilla en un acto reflejo. La suavidad de su rostro me pareció tan conocido que me desconcertó el haber creído que lo olvidé.
— Amanda —suspiré ya contra sus labios.
Podía sentir el calor que emanaba su cuerpo mezclarse con el mío. Nuestras manos seguían agarradas, con la bolsa en medio de ambas. Nos negábamos a soltarnos.
— Jandry —cerró sus ojos como respuesta cuando nuestros labios se rozaron.
Un escalofrío bastante satisfactorio me atravesó el cuerpo entero. Fui cerrando los ojos con lentitud para poder sellar el beso de una vez y demostrarle lo loco que seguía estando por ella, pero justo en ese momento alguien tocó mi brazo. Volteé para encontrarme con la chica que me había cobrado los libros.
— Están interrumpiendo el paso, lamento interrumpirlos a ustedes.
— No te preocupes, gracias.
Negué mientras le daba las gracias y la insultaba en mi mente. Farquaad y yo nos observamos, quizá era la impresión, quizá el frío que nos volvió al cuerpo en ese instante, no sé, pero estábamos muy agitados. ¿Lo bueno? Nos detuvimos justo a tiempo porque en menos de cinco minutos Nicholas llegó... Llegó con rosas y un helado de coco. Tremendo idiota. Si solo supiera que Amanda es alérgica.
Si solo la conociera.
— Gracias, bonito.
No te voy a negar el ataque de celos que me dio.
— Todo para mi princesa —respondió y suspiré.
— Mi princisi —repetí por lo bajo.
— ¿Dijiste algo? —Gané su atención y asentí.
— Tu princesa no consume coco, es alérgica, niño bonito.
Nicholas la quedó viendo como si no se lo creyera y eso solo aumentó mi incomodidad.
— Bueno, ya me tengo que ir. Los veo en la cena de Navidad. Amanda, conoces la dirección.
Me despedí con un apretón de manos y caminé hacia donde estaba la salida. Mis libros seguían conmigo, pero mi recuerdo se quedaba con ella. Todo se quedaba con ella, como siempre, como odiaba lo que causaba en mí.
Como odiaba amarla, como odiaba no haberla besado.
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