Cap. 15.- Nuevos planes.
— ¿Y cómo te sentiste con eso? —Fija, después de mucho, su iris marrón en mí. Suspiro.
— ¿Con Darla o con Amanda? —Trato de no verla al momento de preguntar, sé que me observa como si yo supiera qué hacer.
— Ambas.
— Darla me agradó, pero no creo que busque nada más.
— Por suerte —menciona el moreno que se recuesta a nuestro lado.
— Por suerte —repito.
— ¿Y con Amanda? —Insiste Nora.
Sí, volví a hablar con ella. Solo le escribí, le dije que necesitaba de mi amiga. A la media hora estaba ella tocando mi puerta junto a Gonzalo. ¿Sabías que Alana se volvió a Italia porque tuvo un problema con no sé quién? Gonzalo dice que su tóxico le pidió explicaciones de su viaje sin él. Bueno, si no lo sabías, ahora lo sabes.
— La amo —reafirmo con seguridad y escucho a mis amigos suspirar.
— Mierda, Williams —me reprocha Gonzalo.
— Déjalo —pide Nora y yo cierro los ojos.
— No. Es que no es así de sencillo. ¿Por qué te aferras tanto a ella? Hay más peces en el mar.
— Gracias por verme cara de pescado, Gutierrez —me quejo y suelto en un suspiro el aire que contenía.
— Sabes a lo que me refiero.
— ¿Sí? Pues, a lo mejor no estoy en el mar. ¿Lo has pensado? —Me siento, abro los ojos y lo observo—. Existe la pequeña posibilidad de que ella y yo estemos en una pecera y yo..., yo no esté dispuesto a salir de ahí.
— Eso solo me confirma lo idiota que estás.
— ¡Hey! —Nora se sienta a mi lado y le da un golpe en el pecho a Gonzalo el cual se sienta de inmediato—. Tampoco así de mal. Todos pasamos por un proceso y tú no puedes opinar. Nunca has tenido una relación ni un desamor y con David te va de maravilla.
— Sí —la apoyo—. No puedes opinar de un corazón roto si jamás te han roto el corazón. Menos de cómo sanarlo.
— Que fastidio con ustedes —menciona y se vuelve a recostar.
Oh, estamos en el piso de mi habitación, observamos el techo sin saber qué hacer o decir. El silencio no es incómodo, solo denso.
— ¿Y tus hermanos lo saben?
Habla nuevamente Gonzalo y mi mirada se concentra completamente en él.
— Bruno lo sabe. Amy no.
— ¡¿Bruno?! —Exclaman ambos y durante un segundo siento que lo gritan.
— Sí, ¿no quieren gritarlo?
— ¡SÍ! —Responden al mismo tiempo.
— ¿Por qué lo sabe Bruno y no Amy? —Indaga Nora y me encojo de hombros.
— Bruno puede ser más parcial, ¿sabes? Apenas convivió con ella. Amy... —hago una pausa y mi imaginación de pronto me regresa a cada instante de mi pequeña hermana y Amanda—. Fueron las mejores amigas, parecían más pareja entre ellas que entre Amanda y yo. Hicieron planes y se apoyaban en todo. Amy la odió mucho cuando supo que se había ido, Amy la odió más cuando me vio llorar tanto y durante cada segundo de nuestra relación, mientras veía cada problema.
Además, Amy fue la primera en decir que debía comenzar una relación con Nora y la que más rencor le guarda a mi ex. Sí, son puntos cruciales.
— Que problema —menciona finalmente con un suspiro.
— Lo sé.
— ¿Qué harás cuando se enteré? Porque se va a enterar y lo sabes —interviene Gonzalo.
— Sabré qué hacer cuando suceda, no puedo tomar decisiones sin conocer todos los detalles.
— Yo digo que Amy lo matará —añade Nora.
— Yo también. Amy no te perdonará haberle contado a Bruno y no a ella.
Cuando Gonzalo finaliza su frase, la puerta se abre de golpe y mi hermana nos observa con los ojos entrecerrados.
— ¿Qué le contaste a Bruno y a mí no? —Se cruza de brazos y veo mi vida pasar frente a mis ojos.
— Hermanita hermosa —le sonrío, pero no hace efecto.
— No comiences con tu labia, te conozco. Dime.
— Me —es lo único que alcanzo a decir.
Es como si mi cerebro hubiera dejado de funcionar. ¿Por qué cuando más rápido debes pensar es cuando a tu cabeza se le ocurre reiniciarse?
— Williams —enarca una ceja y observo a mis amigos en busca de ayuda.
— Bueno... como que me voy —dice Gonzalo y niego.
— Voy contigo —menciona Nora.
Malditos traidores abandónicos.
Se van como si la cosa no fuera con ellos. Amy ingresa completamente a la habitación y cierra la puerta tras ella. En menos de un minuto siento que estoy en un interrogatorio y no en mi lugar seguro. Juego con mis manos sin saber qué decir o hacer y ella suspira.
— Cuéntame —comienza a hablar y niego.
— No. ¿Para qué?
— Para saber. Jan, llevas cinco días así, mamá está preocupada, dice que la última vez que tuvo una comunicación contigo fue cuando comieron helado con Max y Sebas. Ha pasado una semana. Si sucede algo no tienes por qué estar solo con eso.
— ¿Y si sucede algo qué planeas hacer?
— Estar para ti, como nos enseñó papá. Somos Williams. Nos tenemos el uno al otro, ¿recuerdas que solía decirlo?
Trata de chantajear a mi corazón y, la verdad, funciona de maravilla. Pero igual no le digo nada.
— Papá también dijo que era el Williams más fuerte que había existido.
— No confundas ser fuerte con reprimir tus emociones. Papá no lo hubiera querido así.
— ¿Tú cómo sabes qué hubiera querido? Tenías siete años cuando murió.
— No me juegues esa carta —alza un poco la voz y desvío la mirada, quizá tratando de ignorarla.
— Tarde. Ya la jugué.
— Bien, quizá no lo conocí tanto como tú, pero sé que no estaría feliz por verte así.
— ¡Pues que cierre los ojos! Y tú igual.
— ¿Ves? Por eso las relaciones no te duran.
— No me juegues esa carta —me quejo y siento que la voz se me quiebra. Carajo.
— ¿Adivina qué? Ya la jugué.
— Vete a la mierda.
— ¡Tú igual!
No decimos nada. Tampoco hacemos nada. No nos vamos, porque somos hermanos. ¿Entiendes? Con tu pareja te peleas y cada quien se va a su casa. Ella es mi hermana, la veré en la cena y en el desayuno, con suerte en el almuerzo. De ella no puedo huir, su habitación está a lado de la mía.
— Odio tener que disculparme, pero... —comienza a hablar y la freno.
— Vi a Amanda. Salimos. Hablamos. Tiene pareja, la amo y duele no poder estar con ella, pero seguimos discutiendo por idioteces, sigue doliendo más estar en silencio con ella que escucharla hablar de otra persona.
Quizá esperaba que me grite o que me regañe, que me insulte. No sé. Esperaba todo menos sus brazos alrededor mío, pero fue justo lo que pasó. Mi hermana me abrazó y parecía entenderme. Era raro.
— Intenta. Escríbele. Enamórala —ordena y niego.
— ¿Disculpa?
— Sí. Si la quieres, lucha. Está aquí después de tanto tiempo, Jan. ¿Cuántas personas tienen oportunidades así? Pudiste enamorarla una vez. Sabes lo que no debes hacer. Si la amas tanto como dices, demuéstralo. Ve y lucha por amor, como un Williams.
— ¿Crees que vale la pena?
— No sé. Ve y prueba suerte. Y cuando termines —hace una pausa y me da un golpe en la nuca antes de separarse— No vuelvas a contarle nada a Sebastián antes que a mí. ¿Entendido?
— Claro —cercioro acariciándome la nuca entre quejidos.
— Dile que me debe un paseo a la playa. No me agrada ella del todo, pero lo prometido es deuda.
— Se lo haré saber. Gracias.
Abre la puerta y sale de la habitación gritándole a mamá que estoy bien, solo estoy en mis días.
Río tras escucharla y busco el celular. Me siento mentalmente listo para lo que haré. Mi hermana tiene razón, si la quiero debo hacer algo. Así funciona, ¿no? Quédate con la anécdota y no con las ganas.
De: Jandry Williams.
Para: Amanda Reyes.
Asunto: Sin asunto.
¿Tienes planes para el viernes? Quiero salir, pero todos tienen planes. Si no tienes ningún plan, hazme un hueco en tu agenda, girasol.
J.W
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