Cap. 13.- Darla
Salí con Darla a un café. Otro café. Era un poco menos sencillo que en el que estuve la última vez, no me conocían mucho ahí y me permití ir con unos vaqueros y la primera camisa negra que encontré tirada en un rincón.
Darla llegó a la hora acordada, porque sí, la contacté gracias a Amy la cual me amenazó durante cada timbre que dio el celular antes de que la otra mujer respondiera.
También fue vestida con unos vaqueros y una blusa, tenía un escote lindo en forma de corazón. Mentiría diciendo que lo primero que note al verla fue su hermosa mirada, no, jaja, vi su busto, su pecho llamó mi atención. Eso y la piel expuesta de sus senos que durante un pequeño segundo me dio ganas de besar.
No, le soy fiel a mi ex.
Tras media hora de charla ya nos llevábamos de maravilla. Era sumamente genuina, amigable y carismática. Era directa y algo cruel con sus chistes, pero era algo tan fácil de captar que me gustó. Darla era tan transparente con sus emociones que me encantó pasarla a su lado. Tuvimos química, bastante, pero no por eso quise casarme con ella o algo, no, solo fue agradable el momento que pasamos juntos.
A veces la vida te mete personas a fuerzas, pero eso de alguna forma te alegra la existencia.
— No creí que sería así estar contigo —dijo y dejé la taza de café a un lado.
Sí, tomé café, con mucha leche, pero café. Aún con toda la comodidad, no podía haber dicho que aceptaba un café y luego salir con que no me gustaba el café. Se llama imagen.
— ¿Así, cómo? —Cuestiono y la veo encogerse de hombros, sonríe.
— Las demás chicas dicen que eres algo amargado —asiento—. Suelen quejarse de que eres muy callado y te molestas con mucha facilidad. Te ven pocas veces por el lugar, pero cada que te ven estás discutiendo con alguien o gritando.
— Me estreso con facilidad —acepto.
— Pero eres una gran persona y sé que si te conocieran, podrían verlo. No eres malo, se te ve en la mirada —suelto una pequeña risa al no sentirme convencido de su respuesta, pero no digo nada al respecto.
— Quizá deberíamos conocernos, entonces. Organiza algo donde todos podamos asistir.
— ¿Cómo una fiesta?
— Como una salida.
— ¿Sería correcto salir con el hermano de la jefa?
— Mientras lo que planeen no sea un romance conmigo, Amy no pondrá una sola objeción.
— Me parece bien.
— ¡Tenemos planes! —Sonreímos y agarramos nuestras tazas para chocarlas entre sí.
Seguimos hablando sin un tema aparente, me cuenta de sus amigas, de su fin de semana, de uno de sus ex y lo egoísta que fue. Le cuento de Nora, le hablo de mi tío y de mi pony. Pasa menos de una hora cuando a la mesa de enfrente llega una pareja.
No debo escucharlos hablar ni verlos sonreír, no debo hacer nada y aun así logro identificar de quiénes se tratan. Sobre todo cuando se sienta casi delante de mío. Sonríe a su acompañante y se le marcan los hoyuelos. Lleva el cabello ondulado ligeramente, unos mechones se guardan tras sus orejas y parece sonrojarse por algo.
Agacha la cabeza mientras ríe y cuando levanta su mirada, sus ojos y los míos conectan. Y deja de sonreír.
Puedo ver cómo suspira a la distancia. El tiempo se detiene en ese mismo instante. ¿No te parece que a veces la vida te da escenas a fuerza? Te mete personas y escenas de cualquier manera, porque ¿Qué posibilidad había de que termináramos en el mismo lugar si tenemos en cuenta de que no solo hay dos cafeterías en la ciudad?
— ¿Jandry? —Veo a Darla ocupar mi campo visual y obligarme a romper el contacto con Amanda.
— Darla —le sonrío por inercia, pero no es tonta y encima es mujer, claro que se da cuenta de lo que sucede.
Voltea sin esperar más respuesta de mi parte y durante una fracción de segundo sé que mira de forma fija a Amanda. Voltea conmigo.
— ¿Te gusta? —Pregunta en un susurro lo suficientemente bajo para que nadie más la escuche, pero dejando que yo lo haga. Niego.
— Ni la topo —miento y ella ríe.
— ¿Sabes también por qué te conocen? —Vuelvo a negar—. Porque dicen que eres muy mentiroso, a veces.
— ¿Mentir? ¿Yo? No saben lo que dicen, soy mal mentiroso.
— No me convence, lo sabes, ¿verdad?
— Piensas cualquiera, Darla.
— Ya.
Cambiamos de tema no sin que ella me haga saber a cada segundo que no me cree en nada. Vamos, no debe ser tan evidente lo mal que puede ponerme aún esa mujer.
Es mi ex, debería odiarla, no querer besarla cada que la veo.
Es que no podía evitarlo, la mirada me jugaba en contra y al menor descuido ya me encontraba nuevamente observando cómo reía, porque a veces su cerebro también fallaba y desviaba la mirada hasta que nos encontrábamos solo los dos rodeados de gente. Y no te das una idea de cómo me emocionaba eso, verla, vernos, ser ambos en un minuto aunque nos perdamos al siguiente.
Me encantaba.
— Estoy a nada de invitarles cita doble —. Menciona Darla obligándome a volver a la realidad. Río.
— No es necesario. Ya deberíamos irnos.
— Bien, vamos.
Se pone de pie acomodándose el escote y, si te soy honesto, aquel movimiento no me llama la atención en lo más mínimo porque mi mente solo puede pensar en la chica que ama las mandarinas y huele a limón. Aunque cuando pasé toda la tarde junto a ella no recuerdo que oliera a limón. Quizá ya cambió sus fragancias y no me había dado cuenta. Quizá por eso lo nuestro no funcionó, porque nunca me di cuenta de nada. Mierda.
No lloraré... sí.
Pagamos y salimos junto a Darla, claro, pasando frente a la mesa de aquella poco oportuna pareja. Darla le sonríe a Amanda y ésta le devuelve el gesto de forma amable. Sé que en otro momento me hubiera llevado a una esquina para preguntarme quién era esa mujer y por qué habíamos ido a charlar, que de qué, si Amy la conocía y hace cuánto hablábamos. Sí. Tantito celosa, tantito, te lo aseguro.
Una vez fuera, Darla se despide con un beso en la mejilla y me siento tentado de volver al café, pero no lo hago. Veo el coche en la acera de enfrente, pero no me siento de humor para cruzar la calle y subir, así que comienzo a caminar, trato de huir. Voy calle abajo pensando en váyase a saber qué.
Quizá en ella. Quizá en su nueva relación. Quizá en Darla. Quizá en Nora. Quizá en aquello que una vez tuve. Quizá. Quizá.
Quizá hubiera sido mejor jamás haberla visto esa tarde.
Agacho la cabeza y me pierdo unos segundos en mis pensamientos a medida que avanzo. Saco el celular y de forma decidida pienso en contactar a alguien, quien sea. Quizá pueda escribirle a Nora y decirle que necesito de mi amiga; a Amy y pedirle que vayamos por helado; a mi tío y decirle que tenía razón en lo que sea que haya dicho; a Gonzalo y pedirle que salgamos a cualquier lugar, pero de pronto me veo marcando a la única persona que no creí contactar jamás.
Contesta al tercer timbre y logro escuchar cómo pausa la pista que tenía de fondo.
— ¿Jandry? ¿Todo en orden? —Su voz de alguna forma me relaja y lo odio por eso, porque su maldita forma de ser me recuerda a él. Nuestro padre.
— Bruno —menciono—. Vi a Amanda. Salimos ya. Tiene novio y no sé cómo gestionar eso. Me alegro por ella, pero...
— La extrañas.
— La extraño.
— Ven a casa, Max trajo Napolitano, tu favorito, y mamá está buscando películas.
— No quiero.
— No importa. Necesitas rodearte de personas que te quieran, sobre todo ahora que te sientes mal. Los Williams nos apoyamos. Ven.
Y con esa última orden, mi hermano cuelga. Ceso con mi caminar sin rumbo y volteo para encontrarme con el auto que me sigue. Le sonrío al chofer y me subo en la parte trasera.
La persona que va detrás me sonríe y me quedo en shock. Tanta es mi sorpresa que avanzamos y yo aún no sé reaccionar.
Finalmente, observo a Charles el cual me sonríe con inocencia al igual que Augusto. Parpadeo de forma lenta y observo a esos ojos marrones que tanto adoro.
— ¿Qué haces aquí, Reyes?
— ¿Quién era ella? —Responde y río.
— Dame tu dirección, te vamos a dejar.
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