Cap. 11.- Una salida de amigos.
Citas.
Todos en algún momento tendrán una cita. Quizá médica, quizá judicial, que ojalá no, quizá una romántica o una de negocios, pero todos tendrán una cita al menos una vez en la vida. No. No digo que lo mío sea una cita. Es una salida de amigos. Es solo un poco de tiempo compartido, una caminata como cualquiera.
Solo somos dos ex que no sienten nada el uno por el otro y pasaremos una linda tarde comiendo y paseando por el centro comercial. O al menos eso me repito cuando siento el auto detenerse y con una mirada pido ayuda de Augusto.
No, claro que no me ayuda, sonríe y desvía la mirada. Gruño como respuesta al notar su indiferencia cómica.
Bajo y lo primero que veo es a ella. Usa un vestido naranja con pequeñas flores amarillas esparcidas por doquier, en una de sus manos lleva las típicas pulseras que siempre llevaba, me pregunto si aún tiene aquella que lleva una J, la que un día compró pensando en mí, porque yo aún suelo utilizar el collar con una A que me dio una vez. No, no debo pensar en eso. El punto es que la veo.
Imagina conmigo.
Lleva el cabello mojado, como si hubiese salido corriendo de casa aunque yo sé que es muy puntual, solía arreglarse siempre una hora antes de salir, yo me bañaba diez minutos después de la hora indicada, ¿y te digo algo? Ella jamás se molestó conmigo por eso.
— Hola, Dry —menciona en forma de saludo y le sonrío.
Durante un segundo la imagen de Nora viene a mi mente, pero se desvanece tan rápido como aparece. No, no hemos hablado.
— Hola, girasol, ¿cómo estás?
Sí, comencé con mucha confianza.
— Bien, solecito, ¿y tú?
¿Sonreí? Sí y mucho.
— Bien.
— Me alegra.
— Igual.
Cualquiera pensaría que nos pusimos muy incómodos y al ratito ya nos queríamos ir, pero no. Todo se sintió muy normal de forma rápida. Cuando quise notarlo ya estábamos riendo y hablando mientras caminábamos fuera de cada almacén.
— ¿Y qué hace una vaca meditando?
— No comiences con tus chistes malos, Reyes —advierto fingiendo mal humor aunque la sonrisa ya me delata.
— ¡Leche concentrada! —Y suelta una risa, no es escandalosa ni muy fuerte, pero es suficiente para invitarme a unírmele. Pronto los dos reímos.
— No has dejado de hacer chistes malos, eh.
— Y tengo muchos más.
— No, ya cállate.
Entramos a un almacén de esos donde venden juguetes y en un par de minutos nos perdemos entre los pasillos jugando con cada peluche y cada carrito que encontramos.
Bueno, ella juega con los carritos, yo busco un pony y suelto pequeños gritos al ver los muchos modelos y colores que hay.
— ¿Compramos patines?
— No sé patinar.
— Yo tampoco, Reyes, pero es mejor quedarse con la anécdota que con las ganas.
— ¿Y si nos rompemos algo?
— Podremos advertirle a alguien más sobre cómo no se hace.
Siempre fuimos así, ella era mucho de pensar y planear, pero yo funcionaba mejor improvisando y diciendo que sí o que no a la mayoría de cosas.
Y compramos los patines. Y peluches. Y me compre un pony. Salimos y comimos helado. Ella pidió chocolate, yo pedí vainilla. Entramos a una dulcería. Ella pidió chocolates y gomitas. Yo agarré algunas paletas y caramelos.
Yo no comía mucho dulce, ella lo amaba.
Oh, también, ella ama el chocolate, yo solo lo soporto en algunos dulces. No me gusta.
¿No crees que éramos muy "los polos opuestos se atraen"? Porque te aseguro que lo éramos.
Y nos reíamos como dos niños, nos burlábamos de todo aunque ella a veces me regañaba por hacerlo. Amanda es muy amable, muy gentil, muy empática, yo no. Yo soy algo hostil a veces, muy directo y más cuando me consumen los nervios, yo soy poco sociable y algo amargado, pero eso ella lo ignora, yo era todo lo que ella no soportaba en los demás, pero le gustaba en mí.
Y ella era todo lo que a mí no me gustaba en nadie, pero le quedaba tan bonito que hasta me agradaba.
— ¿Y qué quieres estudiar? —Preguntó mientras esperábamos a Augusto.
— Economía, supongo.
— ¿Supones?
— Sí —suspiro—. Es lo que se espera de mí, ¿sabes? Quieren que me haga cargo de la empresa, debo saber un poco de lo que hago. Se lo debo a papá —siento un nudo en la garganta al terminar de hablar, pero le sonrío.
— Ya. ¿Y tú qué quieres estudiar? —Enarco las cejas al escucharla y niego.
— Ya te dije.
— No, me dijiste lo que debes estudiar, no lo que quieres. ¿Qué quieres estudiar, Williams?
Lo pienso un poco, pero no me atrevo a responder, supongo que jamás me había detenido a planteármelo bien. ¿Qué quería estudiar yo? Joder, que difícil eso de crecer.
Jamás pensé bien a qué me quería dedicar, la verdad, yo creí que tendría una esperanza de vida de 12 años, como máximo. Cuando de pronto me vi teniendo diecisiete, me asusté, lo admito, me tomó por sorpresa.
Supongo que no responder a ella le resulta suficiente respuesta. Nos subimos al coche una vez que éste frena frente a nosotros, entramos con algunas bolsas y puedo ver por el espejo a Charles y Augusto sonreír.
Con Nora no hacemos cosas así, somos más de salir, de convivir, de compartir momentos y guardarlos por siempre en la memoria. Es lo que hacen las personas efímeras como nosotros, generan todos los recuerdos posibles.
— ¡Conseguí un pony! —Les comento mientras río y me abalanzo entre ambos asientos, me siento un niño pequeño y por alguna razón eso se siente bien.
— ¿De qué color? —Pregunta Charles. Busco el pony entre las cosas, lo saco y se lo paso— Está bonito, señor Williams —. Menciona al sostener al animal de felpa entre sus manos. Es azul.
— ¿Algún otro lugar al que desee ir, niño Williams? —Cuestiona Augusto mientras me observa antes de arrancar.
Mi única respuesta es observar a Reyes.
— ¿Vamos a otro lado o ya tienes que irte?
— ¿Por qué tendría que irme? —Sonríe.
— A lo mejor tu novio te espera.
— A lo mejor tu novia también.
Suelto una risa y regreso la mirada hacia Charles. Él reprime una risa al igual que Augusto, puedo notarlo. Sonrío.
— Pues que espere —. Finalizo y con un asentimiento doy la señal para que nos lleven a otro lugar. El que sea.
— Pues que espere.
Quince minutos después, nos encontramos en un parque. Los cuatro. Los dos hombres nos observan desde el otro lado del extenso parque, nos cuidan mientras comen un helado. Con Amanda estamos en un banco. Yo observo un pájaro que juguetea en la copa de un árbol. Ella observa sus pies. Ahí se formó un silencio incómodo y aun así no pensé en salir corriendo.
— ¿Qué tal las cosas con Nicholas? —No me atrevo a mirarla, no sé si ella me mira.
— Bien, es una linda relación.
— ¿Es lo que buscabas?
— Sí, supongo, es agradable estar con él.
— ¿Supones? ¿Eso es bueno?
— Es sano, es lo que importa. Él es comprensivo y amable.
— ¿Y lo amas?
Pero no responde.
— ¿Tú la amas?
Claro, me cambia la perspectiva, no quiere responder y me cambia la pregunta.
— No —me sincero—. Me gusta, pero entre gustar y amar hay una delgada línea de acero que tú decides si se puede romper o no.
— ¿Y quieres que se rompa?
— Prefiero mantener su amistad.
Y ahí, señores, la cagué.
— ¿Amistad? ¿No es tu novia?
Mierda. Mierda. Mierda. O como decía mi padre, santa mierda.
— Debo irme —me pongo de pie sin decir nada más—. Llego tarde a cenar y mamá me mata.
— No pasan de las cinco —sonríe.
— ... —No sé qué responder, así que me río— ¡Debo ayudar en la cocina!
— ¿Ya sabes cocinar? —Ríe.
— Joder, Reyes, deja de llevarme la contraria.
— ¡Solo pregunto! —Se defiende sin dejar de reír.
— ¡¡Deja de preguntar!!
— ¡¿Por qué!?
— ¡Porque sí!
Y por alguna razón nos reímos. Y aun así hago una seña para indicarle a Augusto que vaya por el coche.
Mientras caminamos hacia él, ella vuelve a hablar.
— ¿Pero sí es tu novia?
— Que te calles, Reyes.
— Cállame, Williams.
Sonrío, quizá sonrojándome. Niego y le doy un golpecito en la cabeza, de pronto todo se siente normal, se siente muy cómodo, muy conocido. Como si nunca nos hubiéramos alejado, como si nada hubiese pasado, como si aún existiera un poco de esperanza para nosotros.
Maldita seas, mujer. Si supieras lo que aún generas en mí...
El día finaliza, ella no responde si lo ama, yo no respondo si es mi novia, pero justo cuando va bajando del carro, hablo.
— Reyes —llamo su atención y ella voltea a verme. No sé de dónde me sale lo que digo a continuación: — Quiero estudiar turismo o aeronáutica, pero algo que tenga que ver con aviones y viajes. Lo que sea, quiero salir de aquí y recorrer el mundo.
— Hazlo, yo estaré aquí esperando por ti. Y si se te hace difícil en algún momento y necesitas hablar, estoy a un correo de distancia.
Y me siento feliz porque ahí está ella. La chica dispuesta a estar para todos, la abnegada y altruista de la que en parte me enamoré, sigue ahí y aún me genera mariposas. Fue una buena salida de amigos, ¿no?
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