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✺ Capítulo 24 ✺

"Algo así llamado amor"

I think he knows - Taylor Swift.

Mallory:

El aire de finales de invierno me golpeó el rostro a pesar de llevar puesto el casco cuando Jasper aceleró.

En cuanto nos integramos a la avenida principal, pasando la división del sur hacia el norte, las luces de los edificios casi me dejaron ciega, pero no pudo importarme menos, entrelacé los dedos en su cintura y me deslicé un poco más cerca. Con los ojos cerrados y sintiendo el corazón en los oídos.

Llevaba al igual que yo su chaqueta de cuero negra, con su casco y el sonido del escape de la moto acompañándonos, me di cuenta de que estaba cumpliéndome una fantasía que hasta ese momento no supe que tenía.

—¿Cómoda? —preguntó en un grito para que pudiese escucharlo a través de los autos que pasaban. Negué con la cabeza y sentí como el cuerpo le vibraba por la risa.

Estaba tan embriagada, de él, no de alcohol, solo para dejarlo claro. No me creí que el plan con Izan realmente hubiese funcionado.

Buen juego, Capi, excelente juego.

Fue tan estúpido...

Al parecer verme bailar muy, muy pegada a su mejor amigo, fue el último cerillo cerca de su paciencia de papel, que logró incendiar todo su minúsculo autocontrol para que lanzara por la borda todas las razones que lo mantuvieron a raya en los días previos.

¡Joder! Fue el mejor premio que gané en mi vida y eso que todavía no lo tenía completo.

No supe cuando exactamente los sentimientos por mi mejor amigo comenzaron a cambiar, sabía que no estuvieron allí todo el tiempo, no, fueron apareciendo de poco a poco. Aquí y allá, dispersos, pequeños, que empezaron a madurar conforme nuestras interacciones dejaron de estar restringidas una vez que la barrera de separación de la preparatoria se desvaneció.

Nunca estuve tan agradecida por algo o alguien, hasta esa decisión. Mauro no sabía y jamás se enteraría de lo que su decisión provocó en mi vida.

Me puse a analizar lo que fue el semestre previo a mi ruptura con Mark, cuando Jasper ya se colaba en mi rutina aunque no supiese nada más allá de nuestros gustos. Las llamadas nocturnas, las videollamadas por las tardes cuando yo salía del trabajo y el de sus entrenamientos. Las salidas los fines de semana a escondidas, cuando conocí a los chicos por primera vez...

Mi vida, mi forma de ver el mundo, mi mentalidad, todo cambió por tenerlo de mejor amigo. Estaba segura de que no me arrepentía de ninguna de las decisiones que me llevaron a estar viviendo ese momento en particular.

¡Mierda! De verdad me gustaba. Como gustar, gustar en serio.

Estaba coladísima por el tipo. Como toda la preparatoria Weston.

Llegamos a otro nivel; podía describir punto por punto la sensación que me causaba su mirada, su tacto o su cercanía. Su preocupación o cuidado, su voz, su forma de ser... El hecho de ser la primera chica que logró acercarse lo suficiente para ver más allá de la fachada de desinteresado que le gustaba llevar, hizo que el ego se me inflara.

Porque ¡Joder! No me lo esperaba para nada.

No era del tipo imbécil que tu madre te prohibiría rotundamente meterlo a tu vida, vale, que sí que era un imbécil, pero de los inofensivos, del estilo que su mirada te contaba una historia que su boca tardaría en revelarte.

Alguien que debía ocultarlo, no que quisiera hacerlo.

Sentí una de sus manos apretar las mías, en mi periferia me di cuenta de que solo sostenía el volante de la motocicleta con una y lo hubiese regañado por estar actuando como un presumido a punto de matarnos, pero lo dejé pasar porque incluso la forma en la que me acariciaba los dedos era digna de enmarcar. Algo se me apretó en el estómago, no estaba segura de sí fue la expectación o solo el reconocimiento de estar aceptando lo que Jasper significaba realmente para mí, a quien carajo le importaba en ese momento, a mi sin duda no.

Tenía dieciocho años, estaba a tres meses y medio de graduarme e ir a la universidad, era capitana del equipo de porristas de mi escuela. Una de las mejores que Weston tuvo en su historia. Por primera vez en toda mi asquerosa vida tenía amigas. Amigas reales. Un grupo de amigos también cuyos chistes eran malísimos y guarrísimos pero que harían cualquier cosa por mí. Que me mostraron que los hombres si podían ser amigos y no solo me tratarían bien porque gustasen de mi o quisieran llevarme a la cama.

Y también, que tenía un mejor amigo del que estaba perdidamente enamorada. Y que aparentemente sentía lo mismo por mí.

¿En qué momento sucedió eso? Pareció que por fin, después de tanto sufrimiento, soledad y dolor, estaba obteniendo algo bueno del mundo. Aunque fuese momentáneo. Aunque pareciera un instante destacado con un asterisco en el libro de mi vida.

Sí eso era lo que realmente tenías que vivir y sentir en la preparatoria, no quería que se acabara jamás. Y fue extraño que yo pensara eso, porque tan solo dos meses atrás, la única razón que no me dejaba rendirme, era saber que podía visualizarme al otro lado.

Con el birrete, el diploma y una buena beca deportiva como porrista en la universidad de mis sueños.

Pero ahora quería vivir todo a pasos de tortuga, saborearlo, embotellarlo, encerrarlo en una capsula y meterme allí para quedarme por el tiempo que quisiera. No me di cuenta de lo rápido que los adolescentes vivimos, hasta que algo me hizo detenerme para poder admirar lo que estaba pasando en el presente.

Ni siquiera la ansiedad pudo arruinarme el momento, no se lo permití porque tenía motivos para no sobre pensar, al menos por esa noche.

Jasper comenzó a reducir la velocidad en cuanto nos acercamos al mirador famoso de Weston, en el área norte. Estaba en una colina, pasando varias residenciales en donde sabía vivían las personas más adineradas.

La ciudad se alzó ante nosotros, tan enorme y ruidosa, desde ese punto la separación no existía, la vista estaba iluminada por la luna menguante y las luces de los edificios a la distancia.

—¿Y bien?

—¿Me has traído a un mirador? —pregunté mientras me quitaba el casco igual que él, con una mano me saqué el cabello de la chaqueta y sacudí la cabeza, lo atrapé observándome así que le arqueé una ceja—, ¿Qué?

—¡Joder, Mallory! —Negó con la cabeza y se dio la vuelta, solté una risita y bajé de la moto solo para abrazarlo por la espalda, bajó la cabeza y me miró—, deja de verme así ¿Quieres?

—¿Así como, Cap? ¿Desde cuando eres tan penoso?

—¡Ughh! Maldita sea —gruñó mientras me tomaba con la guardia baja y se daba la vuelta para cargarme.

Solté un chillido por la sorpresa pero no perdí tiempo y entrelacé las piernas en su cintura, ladeé la cabeza y lo miré, divertida.

—¿Se puede saber que te pasa?

—Tu, Rockstar, tú me pasas.

A bueno, menos mal que lo explicó.

Caminó conmigo en brazos hacía una de las bancas que se encontraban en frente, yo no podía borrar la sonrisa estúpida que tenía en el rostro, le quería, realmente lo hacía.

Y era tan jodidamente guapo que no era justo.

Ni para mí ni para la comunidad masculina mundana en general, porque no me podía explicar como un idiota presuntuoso de dieciocho años podía tener esa cara y no poder hacer nada ante el inevitable hecho de que, de una forma u otra, terminaría atrapada.
Era su cabello castaño claro desordenado, o el mechón que siempre le caía por la frente y te daba la imagen perfecta de la cara que querías que tus futuros hijos tuvieran. Su mandíbula remarcada y fuerte, sus ojos, sus malditos ojos azules que no pude ver venir hasta que ya los tuve envenenándome el alma.

Sentía su nombre por todos lados. Gritándolo en susurros cada tres segundos, como un recordatorio de que le pertenecía. Existían dos versiones de Mallory, la que fui antes de él y la que era estando a su lado.

Honestamente la última me gustaba mucho más.

A mi ambas, pero entiendo tu punto hermosa.

—¿En qué estás pensando? —preguntó mientras me acomodaba a horcajadas sobre sus piernas, me pasó un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja y tarareó—, si esta no es la cara que tendrá nuestra hija, te prometo que la tiro a la basura.

Solté una carcajada mientras hacia la cabeza para atrás, ese hombre lo juro por dios.

—Eres un imbécil, ¿Qué te hace pensar que tendría hijos contigo, Jasper?

—¿Con quién más si no? —Arqueó una ceja y yo sacudí la cabeza, harta de él—, lo lamento.

—¿Por qué?

—Por hacerte esperar.

—Sí, no, eso te va a costar más que una vista increíble. —Señalé la ciudad con la cabeza y él resopló.

—Esa no es mi versión de vista increíble —confesó mientras acercaba el rostro, sacudió la punta de su nariz con la mía y yo contuve el aliento—, para que lo sepas.

Y me besó.

Fue lento. Torturadamente lento. Condenando nuestra vieja versión y construyendo una nueva con sus labios. Hubo tanto que ese beso dijo, tanto que se confesó y se dejó claro.

Que me quería. Que yo también lo hacía. Que me tenía y que yo lo tenía a él. Mío. El chico era mío por fin.

Cerré los ojos y me dejé llevar, me permití ser invadida por las sensaciones que todo mi cuerpo experimentaba ante el contacto, desde la piel erizada hasta la presión en la pelvis que dudé se fuese a ir rápido. La humedad de sus labios mientras abrazaba los míos una y otra vez pudo fácilmente matarme.

Estaba tan perdida.

—Esta es mi pequeña versión de la palabra increíble —dijo alejándose un poco, recargué la frente en la de él y sonreí—, y eso de ahí me lo confirma.

—¡Oh mierda! De verdad eres del tipo empalagoso, Henderson.

—Cierra la maldita boca, Rockstar, a ti te encanta.

—¿Estás muy seguro? —pregunté rodando los ojos, comencé a jugar con su cabello aprovechando que ya tenía las manos detrás de su cuello—, dudo que realmente me conozcas tanto.

—Sabes que lo hago, eso no está en discusión, es un hecho —Me lanzó una mirada presumida y el pecho entero se me calentó—, yo tenía razón.

—¿En el qué?

Se enderezó en la banca pero sin quitarme de encima.

Estábamos en un lugar público y yo llevaba falda, la imagen podía malinterpretarse demasiado, pero de nuevo, no pensé en absoluto respecto a nada más que no fuese él.

—El nosotros, Mallory, que suena muy bien.

Lo hacía ¿Verdad?

Sonreí y el me arremedó, no tenía mariposas en el estómago, la cosa que sentí fue como malditas abejas pinchándome con sus aguijones en todas partes.

—¿Lo viste venir? —La pregunta me salió más ansiosa de lo que pretendí, pero lo dejó pasar, no hizo burla al respecto y que bueno, era una duda seria.

De pronto, la ansiedad que tanto traté de ignorar, me atrapó.

¿Qué si me había imaginado todo?

Capaz y lo que sentí realmente no era en ambos lados, probablemente fui lo suficientemente estúpida como para dejar que mi corazón confundiera a mi mente, que quizá solo era la tensión.

Necesitaba salir de ahí, tenerlo tan cerca no me dejaba pensar, me tensé.

No iba a soportarlo, su rechazo sería devastador, sentí un ardor en la boca del estómago, como si hubiese pasado días sin comer, apreté los labios. Me quedaría completamente arruinada y humillada, quería decirle todo lo que estaba pensando, quería que realmente me añorara como yo lo hacía. Joder, fui estúpida, pinté todo como un juego en el que necesitaba que me atrapase, él solo lo veía como...

—Deja de pensar —Fue una orden, no una sugerencia.

No titubeó cuando llevó las manos hacía mis hombros, comenzó a bajarme la chaqueta y el tren de mil pensamientos terroríficos en el que me subí segundos atrás se detuvo. Mientras el cuero abandonaba mi cuerpo, las yemas de sus dedos rozaban la piel de miz brazos tan lentamente, que la respiración se me atascó.

Él de verdad sabía cómo sacarme de mi mente, como cambiarme el enfoque, como calmarme.

La realización me aplastó como un tráiler, porque como en el maldito infierno, me explicaban él que siempre supiera qué necesitaba. Mientras su roce me relajaba, recordé todas las veces en los últimos ocho meses, en las que Jasper, sin que yo lo quisiera notar, aprendió las tácticas necesarias para hacerme funcionar.

Ese maldito chico.

—Estás aquí conmigo, porque yo quiero que estés conmigo —Aplastó la primera inseguridad—, te traje aquí porque no quería que fuésemos directo a un lugar más privado y te desmoronaras por la ansiedad —Y luego otra—. He querido estar así contigo desde hace ya un tiempo, y sé que lo sabes, Rockstar, sé que lo tienes allí —Me tocó la sien con un dedo y su sonrisa de lado me golpeó en cuanto la percibí. Pude haberme desmayado—, esto nunca, pero de verdad jamás en la puta historia, fue solo un juego para mí.

Estaba tan, pero tan perdida.

—Me gustas, Mallory ¡Carajo! Son tantas cosas las que siento por ti que no creo que la noche me dure para decirlas todas —Me deshice por completo—. Dudo que me haya enamorado de ti desde el primer momento. Nuestra amistad existió, eso fue malditamente sólido. Como, si pasó.

Asentí sin siquiera saber por qué.

—Pero sí creo que mi corazón te perteneció desde ese instante.

¡Ay, maldita sea!

—¿A que... —Sacudí la cabeza y tragué saliva—. ¿A qué te refieres?

—Nunca me sentí tan calmado en presencia de otra persona —dijo soltando un suspiro—. Llevaba años, Mallory, años alerta, esperando que en algún momento todo lo bueno se me volteara y regresara a la etapa de agonía.

Se refería a la época del bullying. Lo sabía, todavía no me contaba muy bien todo lo que vivió, pero no podía culparlo, supe que fue muy duro para él y además, yo tampoco le había dicho nada mío, al menos no muy importante.

Y eso me jodió, porque de verdad quería, pero no creí que estuviese lista aún.

—¿Incluso con los chicos? —pregunté en un susurró.

—Incluso ahí. No estaba acostumbrado a que disfrutasen de mi compañía o a agradar en general y contigo... ¡Joder! Todo fue tan fácil, desde que te vi fue... Yo solo... En mi cabeza lo único que pensé fue, demonios, tengo que conocer a esta chica.

Me reí en bajito, sentí como se destensaba, no noté lo alerta que estaba por mí y mi estado de ansiedad hasta que sus hombros bajaron dos centímetros.

—Casi me mato. —murmuré.

—Pero no te pasó nada.

—Gracias a ti.

—Si, puedes decir eso.

—¡Vamos! La modestia no te va Jasper, nunca has sido modesto ni tímido conmigo y no vas a empezar a serlo ahora. —respondí regresando de a poco a mi estado natural.

—Claro, a ti te gusta que yo sea un imbécil. —añadió rodando los ojos.

—No, Jasper, no te equivoques —Le sostuve el rostro con ambas manos—, a mí me gusta que seas tú. Todo tú.

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