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✺ Capítulo 20 ✺

"Mi persona favorita"

Good Girls - 5 seconds of summer.

Feliz aniversario y feliz cumpleaños atrasado a Jaspersito. Nos volvemos a leer mañana, disfrútenlo y feliz navidad. ❤️

Mallory:

Mi reflejo en el espejo del pequeño baño dentro de la habitación, me golpeó en la cara como un bat de beisbol en cuanto salí de la regadera.

Las marcas de las ronchas empezaban a tinturarse de un color muy parecido al salmón que era imposible que pasaran desapercibidas por lo pálida que era mi piel, en ese momento, me invadió el miedo y la desesperación por lucir como alguien a quien acababan de picarle un montón de chinches.

Jesús...

¿En qué momento?

La realidad de aceptar que eso me estaba pasando de nuevo y que tenía control cero al respecto, fue tan brutal, que la idea de dejarme caer al suelo de rodillas para deshacerme en llanto, era demasiado tentadora como para descartarla a la primera.

No era una persona que acostumbrara a llorar por cualquier cosa, no creía que fuese sensible en mi vida cotidiana; pero cuando las primeras lagrimas empezaron a resbalarse por mis mejillas, el grifo se abrió y tampoco hice nada para intentar cerrarlo.

Mejor afuera que adentro ¿Cierto?

No sabía lo mucho que me podía dañar mi propia imagen corporal hasta que la vi tan cambiada en tan poco tiempo.

Un mes atrás no estaba así, y no entendía exactamente qué había pasado para que la dermatitis me regresara de esa forma, pero empecé a desear tener una máquina del tiempo para poder viajar al pasado y averiguar qué fue lo que me empezó a crear tanto estrés.

Había sido tan cuidadosa... estaba segura de ello.

Tenía que hacerme a la idea de que, por mucho que me disgustara, hasta que las ronchas dejaran de salir o se secaran y cicatrizaran por completo, me vería de esa forma. Lo difícil no era aceptarlo o hablarlo con la almohada, sino más bien no pensar en lo que los demás pensarían o me dirían cuando lo notaran.

Sabía que no se hablaba de los cuerpos ajenos, pero eso no me protegía de los demás.

Los últimos dos meses habían estado llenos de tantos cambios, que, en algún momento, se me olvidó que afuera de mi circulo de personas seguras, existía gente cruel a quien le encantaba perturbar a los demás sin pensar en las consecuencias de sus actos.

Me aterraba tanto lo que alguien me fuese a decir en ese momento, que se me olvidó todo lo que trabajé en terapía pasados los años, porque cuando el miedo te invadía, era imposible que pudieses ver más allá de él.

Era como estar privada de absolutamente todos tus sentidos.

Mientras las gotas de agua me escurrían por la piel y empezaban a formar caminos cada vez más largo desde las clavículas hasta la separación de mis pechos, lo único que podía pensar frente al espejo, era en la palabra "Fea" y en lo que esto significaba.

Para mí en ese momento, y en general.

¿Como una sola palabra era capaz de alterarte tanto la mente?

Como parecía justamente diseñada para dañar, para que una vez dicha se te incrustara profundamente en la consciencia, y batallaras hasta el cansancio y el llanto para sacarla de allí y debilitarla hasta que no te causara dolor.

Maldije a la persona cuya mente macabra pudo crearla y compartirla con el mundo para darle un mal uso.

Recordé que la primera vez que tuve un brote de dermatitis, una de las compañeras de trabajo de mi madre le dijo que quizá debía bañarme mejor porque esos eran signos claros de falta de higiene.

No volví a tomar un baño corto después de ese día, pero me di cuenta de que a veces los gilipollas utilizaban la libertad de expresión para soltar cualquier barbarie que les cruzara por la mente.

Mi padre solía decir que la mayoría de la gente estúpida no poseía filtro para las estupideces que soltaba, puras verdades.

—¿Rockstar? —La voz de Jasper resonó fuera de la habitación y el susto causó que me golpeara la cabeza con la puerta por el salto que di, agrandé los ojos y me coloqué la bata que había tirado en el suelo como pude.

Una ya no podía tener crisis existenciales en paz, dios mío.

En mal momento se me ocurrió darle una jodida copia de la llave, tendría que quitársela después sin que se diera cuenta, prefería que creyera que la perdió, a confesarle que en realidad me arrepentía de habérsela dado, y eso que no habían pasado ni tres día.

Sin juzgar por favor, estamos hablando de medidas extraordinarias aquí.

Yo no estoy hablando de nada.

—¡Mierda, mierda! —Tenía los ojos rojos por el llanto al igual que la nariz, sospechaba que si le decía que fue el shampoo, se atrevería a escupirme en la frente por mentirle tan cínicamente.

O peor, me haría decirle la verdad, hasta escalofríos me dieron solo de pensarlo.

No podía fingir frente a él, quizá días atrás hubiese funcionado ¿pero ahora? lo dudaba mucho, me leería tan rápido que muy probablemente terminaría asustándome y discutiríamos. Todavía no terminaba de procesar que tuviese a alguien como él y, para ser cien por ciento honesta, creía que si empezaba a aceptarlo, me despertaría y me daría cuenta de que todo había sido producto de mi imaginación.

Así éramos las que estábamos acostumbradas a autosabotearnos, repetía, sin juzgar por favor.

No me hacía falta discutir con él, no ese día, así que decidí ser lista y ponerle seguro al baño para que no pudiese entrar si es que de casualidad mi voz lo alertaba de alguna forma.

Todavía no sabía cómo le hacía siempre para saber cuándo me encontraba mal, me había salido brujo el niño, no había otra explicación lógica.

O quizá te quiere tanto, que saber todo de ti le parece importante.

Nah... la idea del brujo me gustaba más —y me asustaba menos—.

—En el baño —contesté alzando la voz—, está abierto.

Escuché crujir la madera bajo sus pies mientras entraba a la habitación y contuve la respiración hasta que vi su sombra debajo de la pequeña abertura de la puerta.

—¿Ya te has bañado?

—Acabo de terminar —Empecé a rezar a todas las deidades porque mi voz se escuchara lo más neutral posible y pudiese pasar desapercibida, aunque dudaba que Dios les concediera milagros a los idiotas—, las chicas se fueron hace unos veinte minutos.

—Me dijo Griffin que América le avisó que hubo un problema con las luces de la entrada ¿Pudieron solucionarlo o quieres que vaya a ver si puedo hacer algo para arreglarlo?

Una sonrisa tiró de una de las comisuras de mis labios de forma involuntaria, no creía que fuese a acostumbrarme a lo servicial que a veces era conmigo, no lo merecía...

—Tranquilo Míster Increíble, solo estaban dobladas en algunas partes, así que tuvimos que descolgarlas para acomodarlas y regresarlas a su lugar, pero todo quedó perfecto.

—¿Quedaste satisfecha? —Me lo imaginé arqueando una ceja y lo que comenzó siendo una pequeña sonrisa de lado, terminó convirtiéndose en una completa—, a veces puedes ser demasiado perfeccionista para la gente mundana.

Y ahí estaba el comentario que faltaba para que fuese el Jasper del que comenzaba a enamorarme como una maldita desquiciada, era vergonzoso y según para Harvey, muy predecible.

A la salida de la escuela, se acercó para pedirme disculpas por haberme enterado de lo de él con América y Griffin de esa manera tan... extraña —ya sabía, después hablaríamos de eso—, luego de prometerle por mis padres que todo estaba bien entre nosotros, me dijo muy directamente, que lo mío con Jasper era tan cliché, que le sorprendió que hubiésemos tardado tanto en darnos cuenta.

Y aunque no sabía exactamente en qué punto me encontraba con mi mejor amigo, el miedo por preguntarle y que me respondiera algo que me rompiera el corazón, me mantenía en un completo estado de pánico.

Conocía a Jasper, sabía que él no se enamoraba, sabía que no le gustaban las relaciones serías y que nunca había querido imaginarse con nadie de esa forma, pero... lo nuestro no era como nada que ninguno hubiese imaginado tener en el pasado.

O al menos así lo veía yo, y si lo conocía la mitad de bien de lo que él me conocía a mí, sospechaba que él también.

Igual estaba la opción de que solo me estuviese haciendo ilusiones, pero decidí ignorar esa posibilidad por el bien de todos.

—Haces que suene como un monstruo —respondí mientras rodaba los ojos—, solo me gusta que las cosas se hagan bien ¿Qué hay de malo con eso?

—Yo no dijo que fuese malo —contestó con un atisbo de gracia—, solo digo que, para los normales, a veces puede ser un poco... complicado.

—Complicado... vaya Henderson, jamás creí que me describirías como complicada.

—¡Por amor de dios, Rockstar! Eres la persona más complicada que he conocido jamás, no es la primera vez que te lo digo, no actúes sorprendida ahora.

O yo tenía un concepto de romanticismo muy dañado, o ya me había acostumbrado tanto a su sinceridad brusca que me parecía preciosa, no sabía cuál de las dos era la respuesta correcta, de cualquier forma, ambas me dejaban mal parada.

—¿Y al menos soy tu favorita? —pregunté en burla—, ¿O es que ni eso me hace ser la mejor?

—Eres mi persona favorita por ese motivo, Mallory —dijo sin pensar en mi pobre frecuencia cardiaca que estaba a dos de explotar y mandarme a urgencias—, por ser tan complicada que me hagas odiar las cosas sencillas, de eso que no te quepa duda.

Me congelé, olvidé por completo lo mal que me sentía tres minutos atrás y todo con lo que mi mente se encontraba luchando.

Sus palabras calaron tan fuerte en mi interior que me sentí capaz de derretirme como la mantequilla sobre sus brazos, fácil y rápido, sin pelear, sin batallar, sin ser difícil.

—¿Ya me vas a dejar verte? —preguntó en voz baja, me lo imaginé recargado en la puerta, porque a pesar de la falta de fuerza en sus palabras, las escuché fuerte y claro—, no me voy a ir hasta saber que estás bien, y no te dije lo anterior para que salieras, quiero dejarlo muy claro.

¡Jesucristo!

¿Quién carajo había educado a ese hombre y por qué coño parecía tan perfecto? ¿Por qué estaba interesado en mí?

En algún punto, comencé a vivir mi vida tan bien como para que nuestros caminos se cruzaran. Y quizá parecía una tontería absurda y poco realista, pero quería creer que conocernos no había sido porque sí.

—Si te digo que estoy bien ¿Me creerías?

—No —contestó en automático—, solo déjame verte.

—¿Por qué? —Di media vuelta lentamente para observarme una vez más en el espejo,  pude notar que mis ojos no reflejaban nada más que lo afligida que me encontraba.

La regadera estaba dividida por una cortina de plástico rosada y las paredes estaban adornadas de mosaicos cuadrados beige y azul cielo, era bonito y aunque no me había tomado el tiempo de decorarlo como el que se encontraba afuera, en la esquina del espejo rectangular se encontraba una foto que me había tomado con Jasper la primera vez que fuimos a la bolera, en su cumpleaños.

Era invierno, recordaba que había nevado y en ese entonces yo todavía seguía con Mark y Jasper se la pasaba rompiendo corazones por todas partes.

—Porque sí.

—Esa no es una respuesta real, Jasper —contesté mientras me llevaba una mano a la cara y empezaba a recorrerme el rostro con los dedos lentamente, no supe si fue inercia o impulso, pero no pude evitarlo.

—Solo... —Guardó silencio y esperé lo que quizá fueron dos minutos enteros que se sintieron como cinco horas. Evidentemente no aguanté y abrí la puerta abruptamente por la ansiedad que me dio el silencio.

Me golpeé de lleno con su rostro que se encontraba en blanco, y la valentía y chulería que me caracterizaban siempre que estaba con él, se me escapó por el trasero.

Sus ojos me recorrieron de arriba abajo, desde los pies descalzos hasta el cabello oscuro que todavía goteaba, se notaba tenso bajo la playera de compresión oscura que llevaba puesta, y su respiración parecía la réplica exacta de la mía.

Acelerada y desigual.

En ese momento me di cuenta de lo parecido que a veces solíamos ser sin querer, y de lo mucho que nos afectábamos.

Yo temía a lo que él fuese a sentir y él a lo que yo fuese a pensar.

—A veces rezo por ti —Definitivamente no eran las palabras que esperaba escuchar en ese momento y mi cara de confusión me delató, pero no retrocedió, en cambió se acercó dos pasos y yo tuve que esforzarme por no hacerme para atrás—, no soy una persona muy devota, pero mi abuela sí.

—¿Lo es? —Me obligué a preguntar.

Al menos eso me explicaba el gigantesco altar que tenían en el segundo piso de su casa y que había visto hace días cuando me llevó a conocerlos.

—Toda mi familia en general, pero cuando descubrí qué clase de persona era mi madre, me alejé de todo tipo de creencias, quiero decir, si Dios realmente existe ¿Por qué no la ayudó a ser mejor persona? —No sabía si estaba hablando conmigo o con él mismo, pero no pude interrumpirlo—, aun así, hace poco, mi abuela me aconsejo que quizá debía de hablar con alguien de ti si es que no quería o podía hacerlo con ellos.

—¿Le hablaste a Dios de mí?

Yo no tenía una buena relación con la religión, había pasado tantas cosas feas años atrás que la idea de Dios y todo lo que lo involucrara, dejó de ser algo a lo que le tuviera respeto.

Pero por algún motivo, eso se sintió tan profundo que me llenó el pecho de algo muy parecido a la adoración.

—Lo hice, o al menos eso creo, en realidad no sé muy bien que se tiene que hacer para ser escuchado, o si es que realmente alguien me escuchó, pude haber invocado algún demonio, así que no me hagas mucho caso.

Solté una carcajada que lo hizo sonreír de oreja a oreja, sus ojos brillaron de una forma que me hizo querer congelarlos en una fotografía para jamás olvidar como es que se veía al mirarme.

Él me estaba viendo, a mí, no a mis inseguridades, no a mis defectos, no a mis problemas, me veía a mí sobre todas esas cosas que me aterraban y no a través de ellas.

¿A eso se referían las personas cuando decían que cuando te tocaba, ni aunque te quitaras?

Me tomó el rostro con ambas manos y recargó la frente sobre la mía ocasionando que cerrara los ojos.

—¡Jesucristo, Mallory! —susurró—, si tan solo pudieras entender todo lo que he logrado mejorar gracias a ti, empezarías a aceptar que no eres tan terrible como a veces intentas creer que eres.

No pasé por alto que dijo "Gracias a ti" en lugar de "Por ti".

Llevó ambos pulgares hacía mis mejillas para poder limpiar las lágrimas que se me habían escapado.

—Pero no me importa tener que repetírtelo todos los días ¿Sabes? —Al abrir los ojos me di cuenta de la oscuridad de los suyos, no sabía que los iris eran capaz de expandirse de esa manera, pero me gustó tener el conocimiento de ello—, porque cuando se trata de hacerte saber lo que eres para mí, es imposible que me canse.

—Eso dices ahora...

—Quizá, puede que tengas razón, pero también puede que yo la tenga —Volvió a recargar la frente sobre la mía pero sin romper el contacto visual, yo tampoco lo hice—, y creo que eso es lo divertido de toda esta mierda del amor.

¿Él acababa de decir la maldita palabra con A?

Maldita sea, me iba a desmayar y no era juego, de verdad empezaba a sentir que el cuerpo se me hormigueaba.

—Nunca sabes lo que puede pasar —Una de sus manos que me sostenía el rostro comenzó a descender sobre mi cuello hasta el hombro, para al final empezar a recorrerme el brazo y terminar en mi mano, la entrelazó y la apretó—, puede que me rompas el corazón, puede que yo te lo rompa a ti, o puede que, al final, aceptes que eres capaz de ser querida a pesar de sentir miedo.

Tragué saliva con dificultad y me armé de valor para alejar la frente de la suya, le sostuve la mirada y solté un suspiro.

—¿Qué pasa si al final nada de esto vale la pena? —pregunté sin siquiera saber el motivo o la razón de la pregunta, o si de verdad quería escuchar la respuesta, pero esta vida no era para los cobardes.

Y por mucho que quizá fueran a dolerme sus palabras, necesitaba regresar a tierra y dejar de flotar en la nube en la que me había dejado su mención de la palabra amor.

Rockstar, es gracioso como piensas que no valdrías la pena, pero créeme, si incluso llegara a salir mal cualquier cosa que esté pasando entre nosotros, no me arrepentiría, de nada. —Aseguró— De ti, de mí, de lo que siento, de lo que estoy seguro de que tu sientes o de que me deje en la mierda tu partida, si es que en algún momento te das cuenta de que mereces todavía más de lo que yo soy.

—Jas...

—Creo que incluso vivir con el dolor de no tenerte, sería un logro para mí —resopló y negó con la cabeza, como si fuese todo muy absurdo—, porque todo lo que tiene que ver contigo, Mallory Hindsley, vale cada jodido segundo del día. Vale cualquier dolor que pueda sentir. Vales el tiempo, la pena, vales el esfuerzo.

Valía el esfuerzo... para el lo valía, no era simplemente un capricho como pensé al principio, él de verdad sentía cosas por mí, no le importaba lo llena de mierda que me encontraba o lo explosiva que podía ser cuando algo me causaba ansiedad y tambaleaba mis barreras.

No se sentía mal en lo absoluto.

Éramos dos personas que habían empezado a quererse desde los defectos, para después comenzar a atesorar nuestras distintas cualidades y aceptar que, aunque tuviésemos más personas alrededor, ninguna se comparaba a lo que somos el uno con el otro.

—Te traje un regalo —confesó señalando la caja blanca que se encontraba acomodada en mi cama, fruncí el ceño—, Izan me está esperando, pero te veo al rato ¿De acuerdo?

Me dio un beso tronado en la frente y salió de la habitación sin volver a mirarme.

—Y quiero que lo uses hoy, Hindsley, o me sentiré realmente ofendido —gritó antes de que escuchara la puerta de la entrada cerrarse.

El aire que no sabía había estado conteniendo, salió disparado por mi garganta y me acerqué a la cama temerosa de encontrar un maldito conjunto de ropa interior dentro de la caja, Jasper era capaz de hacerme ese tipo de obsequios.

Estaba adornada con un lazo de terciopelo rojo y tenía en la parte de en medio el MilMack escrito en letras doradas, casi se me salieron los ojos al ver que el regalo era de mis marcas favoritas. Era una racer jacket negra, blanca y roja de cuero, muy parecida a la que él utilizaba cuando iba en la moto, solo que la mía tenía estrellas como adorno por toda la espalda.

Necesitaba averiguar que se traía con las estrellas, o porque parecía que tenía mucho que ver con el apodo que me decía desde que nos conocimos.

Por más veces que intenté indagar en la web para dar con su significado, o había pasado horas de la noche con las chicas intercambiando teorías sobre qué quería decir, siempre terminábamos en blanco.

El Rockstar seguía siendo todo un misterio, pero la chaqueta era preciosa y no me atrevería a no utilizarla aunque fuese solo para joderlo, gritaba estilo Mallory en letras mayúsculas.

Sonreí por inercia al sostenerla sobre mí, frente al espejo de cuerpo completo que tenía clavado en la puerta y suspiré.

Yo:
¿Se supone que la tengo que utilizar sin nada debajo?
Por que creo que la idea no me disgusta para nada.

Yaz ❤️:
A veces se me olvida lo fácil qué haces que me arrepienta de darte nada.
Es para cubrirte del frio, Mallory, no para ocuparla de blusa.

Yo:
Piénsalo, puedo utilizar solo un bonito sostén debajo y hacer que se te pongan las bolas azules.

Yaz ❤️:
Te odio.
Haz lo que quieras, total siempre me ignoras.

Solté una carcajada y negué con la cabeza, pero antes de acercarme al armario para pasar una hora peleando con la ropa que tenía por no terminar satisfecha con nada de lo que me pusiera, algo dentro de la caja de regalo llamó mi atención.

Era una nota.

"La valiente siempre serás tú, lúcela y después déjame quitártela"

Pido seguns, por favor, compártelo.

Carajo, estaba sola y aun así las mejillas me explotaron de un color muy parecido al jodido magenta, ese tipo... ese guapo, alto, varonil, caballeroso y estúpido chico, me tenía más que estúpida, y lo peor del caso, es que ya no lo podía disimular.

—Wow, wow, wow ¿Ese es el outfit ganador? —preguntó Laura con los ojos muy abiertos en cuanto estuvo dentro del apartamento y pudo inspeccionarme mejor—, Mallory, tú quieres que Henderson mate a alguien hoy ¿Cierto?

Ojalá...

¿Ojalá qué?

—¿Te gusta? —cuestioné con una pizca de inseguridad, no estaba muy convencida de sí era mi look final, pero por alguna extraña razón, al ponérmelo, me sentí tremendamente guapa.

De esas veces en las que la ropa que elegías parecía la perfecta para la ocasión, y lograba que tus niveles de confianza se multiplicaran.

Y a pesar de que dejaría las marcas al descubierto cuando me quitara la chaqueta por el calor, en algún momento de la velada, estaba intentando no pensar en ello. Además, era de noche y la iluminación dentro de la bodega no era la mejor, estaba más o menos cubierta en ese aspecto.

Debía ser valiente ¿Cierto? No podía pasarme todos los días llorando por los rincones por cosas que se escapaban de mi control, era correcto aprender a decir basta, aunque diese pánico atreverse a veces.

—¿Qué si me gusta? —preguntó indignada— ¡Por supuesto que sí! Me encanta, eres una cabrona, te ves genial.

—No seas exagerada —contesté rodando los ojos, pero me cortó su mirada entrecerrada así que me contuve de empezar con la autocompasión tan temprano, sí, no sería esa persona, al menos no hoy—, lo siento.

—No seas payasa, estás que te cagas de buena, si no estuviera con James, ya te hubiese tirado los tejos.

—No digas mentiras, por más que te hagas la fuerte frente a él, todas sabemos que no lo cambiarías por nadie.

—Bueno, tampoco exageremos, somos la relación de colegio, puede tener un final muy trágico y traumante.

—Esa fue la mia —contesté intentando no reír, ella sí lo hizo por supuesto—, pero James ya te ha demostrado que no tiene nada de parecido con sus amigos.

—Y justo por eso me parece turbio que siga frecuentándolos —respondió encogiéndose de hombros—, en fin, hombres, nacieron siendo unos malditos tibios.

—Tú también te ves guapísima —No quería que comenzara a preocuparse por el circulo de James, así que cambié la conversación tan rápido como pude. Llevaba el cabello pelirrojo enrizado, tenía los ojos verdes cubiertos con un maquillaje de ojos azul marino en conjunto con un labial rojo carmín, su atuendo constaba de un top que se amarraba por el cuello plateado, y un short hasta la cintura negro junto con las botas altas vaqueras del mismo color, que nos habíamos comprado iguales esa misma tarde las cuatro—, hoy confirmo nuevamente mi bisexualidad.

—El mejor halago que me han dado nunca.

Se suponía que iríamos todas con la misma gama de colores. Plateado, negro y rojo, a petición de Salma quien, al parecer, podía ser demasiado quisquillosa, pero cuando se trataba de salir, le gustaba que pareciéramos una banda pop del 2016, no me quejé en lo absoluto.

Podía fingir que era la protagonista de una de esas novelas de Wattpad de antaño, en donde la chica que no se creía atractiva, conquistaba al popular de la escuela en una noche de fiesta y al final terminaba con más pretendientes que dedos en las manos.

Literatura pura, si me lo preguntaban.

—Fue toda una batalla lograr que no se me bajaran las malditas ondas, a veces detesto tener el cabello tan lacio —confesó Laura mientras se dejaba caer en el sofá—, ¿Estás segura de hacer esto?

—Sí.

—Bien.

—¿Por qué? —pregunté confundida—, ¿No crees que deberíamos?

En el pasado, si me hubiesen preguntado qué tipo de chica era cada una de mis amigas, no hubiese podido responder, porque para empezar, me negaba rotundamente a catalogarlas como amigas. Pero en este momento y después de lo cercanas que nos habíamos hecho en las últimas tres semanas, sabía exactamente como describirlas.

Laura era la creativa.

La visual, la que podía armar un país de las maravillas solo con popotes. Le encantaba todo lo que tuviese que ver con lo artístico, desde pintar un cuadro con acuarelas hasta explicarte la temática de la Met Gala en diapositivas de tres horas. También era una excelente consejera, decidida y contundente, si Laura pensaba en sacarte de su vida, ni por que te pusieras de cabeza lograrías convencerla de lo contrario.

América por otro lado, era la organizada.

De estas chicas multitareas que tenían la mayoría de las horas del día ocupadas en actividades, cursos, clubs y demás. Pero de la misma forma, también tenía tiempo para la sensibilidad y demostrarte lo mucho que te quería diciéndote miles de palabras de afirmación y dándote besos en la mejilla cuando menos te lo esperaras. Era gentil, nada problemática, aunque si se trataba de defender a los que quería, no le daba miedo sacar su lado puddle gruñón para ponerte en su lugar.

Y después estaba Salma...

Cuando entré a Weston, jamás hubiese esperado confesar lo que estaba a punto de decir, pero Salma Benson se había convertido en mi mejor amiga.

Sabía que Lau y Ame eran la mejor amiga de la otra, quería decir, se conocían desde que tenían cinco años y habían pasado demasiadas cosas juntas como para querer meterme entre ellas y separarlas, no por ello las quería menos, claro estaba. Pero Salma... con ella no necesitaba hablar para saber que si la necesitaba, ella estaría sentada en silencio a mi lado, con mala cara, bufando, pero sosteniéndome la mano a pesar de todo.

Ella, era la valiente.

La que no dejaba que nada la derrumbara, la determinada. La chica que cuando se propuso ser la mejor calificación de la clase, me destronó en un pestañeo —aunque solo sucedió en una ocasión porque la cabrona se aprovechó de mi mal momento en química para ello—. La de las ideas locas pero también paciencia corta. A la que no le daba miedo ir a la cárcel o meterse en problemas si se trataba de cuidar y defender a sus amigos. La chica que atesoraba más tus defectos que tus virtudes.

Habíamos formado un pequeño grupo muy bueno y solido del que me encontraba muy orgullosa y lamentaba mucho haberme resistido tanto al principio.

Me gustaba la soledad, pero a veces también era necesario salir de tu burbuja y disfrutar de la buena compañía.

—Creo que debiste de darle su merecido meses atrás —confesó sin pelos en la lengua, sonreí—, pero también creo que esta fiesta cambiará muchas cosas. En la secundaria fui esa chica a la que nunca invitaban a sus casas porque les parecía muy gritona o falsa. Así que, espero que esa chica en Weston, hoy se sienta integrada y acompañada.

—Odié la secundaria.

—Creo que es algo de mayoría, en fin ¿Estamos listos para juntar a Salma e Izan? —preguntó mientras una sonrisa macabra se formaba en su rostro, solté una carcajada—, lo de ponerla celosa puede terminar en tragedia, pero dudo que las risas vayan a faltar.

—Ella me va a odiar —dije rezando porque eso no se hiciese canon de golpe—, pero necesitamos empujarlos.

—Jasper sigue sin cooperar ¿Eh?

—No es que no coopere, es que me confunde —Me desplomé sobre los cojines forrados de gris y miré al techo, mientras pensaba en las cosas que me había dicho esa misma tarde—, pero en su defensa, yo tampoco he sido demasiado comunicativa.

—Pero es que a ti se te dificulta eso de expresar tus sentimientos, Molly, todos lo sabemos, si él de verdad quiere estar contigo, ya debió de haberlo dicho, yo pienso que se lo buscó.

—Solo lo dices porque amas el drama, Laura.

—Bueno, enciérrame, soy culpable.

Reímos al mismo tiempo mientras negábamos con la cabeza. Qué divertida podía ser la vida en la preparatoria a veces, y que complicados solíamos ser la mayoría de los adolescentes.

—Solo deseo que los chicos no vayan a hacer una tontería —dije—, necesitamos a Salma y Jasper lo más calmados posible antes de nada.

—¡Por Dios, Molly! Son tus chicos, obvio que harán una tontería.

—¿Quiénes harán una tontería? —preguntó América entrando por la puerta, llevaba el cabello rubio planchado y sus pómulos prominentes resaltaban todavía más por el colorete que se había puesto—, a que estoy para comerme sin sal.

—¡Uff! —dijo Laura poniéndose de pie de un salto, para después tomar de la mano a Amé para hacerla girar—, no entiendo cómo se supone que seguirás siendo la tierna del grupo con eso puesto.

Miré a América con una mano sobre la boca, intentando enmascarar la sonrisa cómplice que ella intentaba no revelarle a su mejor amiga.

No sabía que diría ni ella ni Salma cuando se enteraran de que, nuestra supuesta tierna amiga, estaba en una relación poliamorosa con dos de mis mejores amigos, pero calmadas no era precisamente como llegaba a imaginármelas.

—Soy una chica que piensa en todo —contestó Ame mientras nos guiñaba un ojo—, los vestidos son de fácil de acceso, y cuando digo fácil acceso me refiero a...

—Por favor, no lo digas en voz alta —Salma irrumpió en el salón entonces, con sus rizos rebeldes atados en un moño alto desordenado y mirada diabólica, o no había comido o solo estaba harta de la vida—, no quiero traumarme tan temprano.

—Disculpa, no sabía que te habías convertido en la Virgen María —dijo Laura rodando los ojos—, aunque dudo que la madre de Jesús acostumbrara a utilizar un trapo enrollado sobre las tetas, como tú comprenderás.

Salma llevaba un top de tubo que solo le cubría la parte del pecho, color negro, lo combinó con un pantalón plateado metálico. América optó por ser más práctica y utilizar un vestido, plateado también.

Sí, éramos la versión americana de Little Mix.

—¿Tu qué vas a saber, idiota? María encarnó al hijo de Dios, obviamente no se vestía con cualquier harapo —replicó Salma con una mueca de desagrado.

—Por favor, no profanemos una de las imágenes más respetadas de la religión por un top —Pedí mientras intentaba no reírme—, no deseo que nos caiga una maldición tan temprano.

—No creo que Dios aviente maldiciones —respondió América con la nariz pecosa arrugada—, aunque ya les voy diciendo, que eso de irte al infierno por cualquier tontería me parece turbio a morir.

—Todo lo que tenga que ver con la religión, es turbio, y te lo digo como alguien católica —dijo Salma—, larguémonos de aquí, estoy ansiando terminar combinando hasta perfume hoy.

—Dios... esto va a terminar horrible —respondimos Laura, América y yo al mismo tiempo, mientras Salma nos lanzaba un guiño y salíamos por fin del apartamento.

Dentro de la todo terreno naranja de Salma, el estéreo reventaba con "Good Girls" de 5 seconds of summer a todo volumen, mientras las cuatro deshacíamos nuestras gargantas por cantar a todo pulmón.

No creía que hubiese un mejor sentimiento, que el de ir cantando dentro de un auto con tus mejores amigas, mientras la ciudad pasaba como un borrón a nuestros costados y el aire nos despeinaba al entrar por las ventanas.

—Me importa una mierda, hoy voy a ser la definición de esa canción —gritó América mientras el segundo estribillo de la canción tomaba forma.

—Nosotras jamás hemos sido esa canción —contestó Salma—, eso nos haría mustias, y yo detesto a las mustias.

—Sí, porque tus padres saben lo que "Ir a la biblioteca" significa para ti —contesté intentando no reírme de su ceño fruncido.

—Idiota.

—¡Vamos Salma! Todas hemos sido mustias en algún momento de nuestras vidas —añadí—, no intentes pasar como la única y diferente aquí, porque eso es todavía peor.

—Yo no soy femenina, odio tener amigas mujeres, es mucho más fácil tener amigos hombres, ellos no te traicionan —contestó Laura en un tono nasal—, es más, de hecho, yo no me maquillo, pienso que ir al natural es mejor, no necesito tantas cosas para sentirme bonita.

—¡Mierda! Hasta nauseas me dieron —confesé con cara de horror.

—¡Claro que no! —chilló Salma con cara de horror—, yo no sueno así.

—¡Claro que sí! —Le gritamos las tres en juego.

—Perras, las detesto.

—Tu nos adoras —chilló América mientras abrazaba a la morena por detrás del asiento del conductor—, admítelo de una vez.

—Sobre mi precioso y musculoso cadáver, idiota, las tolero, es totalmente diferente.

—¡Nos amas! —Volvimos a decir a unísono, solo para terminar partiéndonos de la risa después.

Carajo, de verdad las adoraba con el alma.

La música se escuchaba desde la esquina de la cuadra, y al acercarnos más al lugar, nos dimos cuenta de que solo quedaba el espacio de estacionamiento que previamente habíamos guardado para nosotras vacío, toda la calle estaba abarrotada de autos.

¡Dios! Y yo que había creído que quizá nadie se aparecería, juzgué muy mal la mente del preparatoriano.

Pero justo cuando me encontraba cruzando la calle para encontrarme con los chicos que ya nos esperaban en la entrada adornada de la bodega, el ruido de un motor que conocía a la perfección, me detuvo.

Jasper se detuvo en la esquina y se quitó el casco con toda la intención de que pudiese ver su sonrisa presumida en aquel rostro inconfundible. Me recorrió con la mirada y sus ojos centellearon en cuanto se percató de que sí, estaba utilizando la misma chaqueta que él.

Me crucé de brazos y arqueé una ceja al mismo tiempo que él volvía a arrancar para acercarse, cuando estuvo a unos tres metros, comenzó a dar vueltas alrededor de mí, como si él fuese una especie de Tigre y yo su dulce y fácil presa.

Esta noche no presuntuoso...

No le despegué la mirada de encima y lo dejé hacer su teatrito de ridículo por mero amor al arte. Quería decir, era una idiotez, pero me causaba risa y él parecía estar conforme con la reacción.

¡Que idiota! Me encantaba.

—Luces bien, Hindsley.

—¿Ahora te dedicas a hacer espectáculos en tu motito, Henderson? —pregunté acercándome—, no sabía que querías convertirte en un cliché barato.

—¡Vamos! Esos son mis favoritos ¿Qué no lo sabías?

—En realidad no, pero es bueno estar al tanto del dato, si hubiese sabido antes, incluso me habría puesto unos anteojos.

—¡Uff! Tu sí que sabes cómo provocar —Solté una carcajada y rodeé los ojos—, ese no es un atuendo que utilizaría una chica de dieciocho años Capi.

—Y tu reacción tampoco, pero supongo que podemos romper el molde hoy ¿Cierto?

—Nada de juegos, Rockstar —dijo mientras se bajaba de la moto ya acomodada al lado de la camioneta blanca de Izan—, hoy no.

—No sabía que ya se te permitía poner reglas, Henderson.

—A mí me va más eso de romperlas.

—Estoy al tanto.

—¿Entonces? —preguntó mientras se recargaba en el asiento de la moto y me tomaba de la cintura para acercarme de modo que mi cuerpo quedara entre sus piernas, los músculos del estomago se me contrajeron ante el contacto.

Reacción que él no pasó por alto y lo hizo sonreír de lado y soltar una leve carcajada.

—¿Qué planeas hacerme hoy, Rockstar?

—Lo de siempre, cabrearte, ponerte celoso, y hacer que te arrepientas de no haber hecho ningún movimiento antes —Me alejé bruscamente tomándolo por sorpresa—, me pregunto ¿Qué collar me debería colgar al entrar?

—El verde.

—Te veo adentro, guapo.

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