✺ Capítulo 18 ✺
"La zona de no amigos"
So it goes - Taylor Swift.
•
Mallory:
Decidimos ir a la bodega que el amigo de mi padre me había prestado para la fiesta al salir de clases.
Solo Jasper, los chicos, Salma, Laura y América, no necesitábamos más personas por el momento.
Al otro día iríamos todos desde muy temprano a terminar la decoración y a comprar el alcohol y todo lo que se utilizaría.
Por el momento, Jasper y los demás bajaban mesas y algunas sillas de la camioneta, mientras que las chicas y yo lavábamos el suelo que parecía tenía siglos sin ser limpiado.
Escuchaba gritos, insultos, sillas estrellándose en el suelo, al igual que varios golpes por parte de los grandotes, pero no tenía ni una pizca de curiosidad por salir a averiguar si alguien había muerto.
Allá ellos y sus cosas.
—Pregunta.
Me pasé el brazo por la frente para limpiarme las gotas de sudor que me habían aparecido y miré a Salma, quien se encontraba observándome con el ceño fruncido.
Uy, ¿Ahora que había hecho?
A saber tú, yo con ella no me meto.
—Dale, aviéntala.
—¿Estás saliendo con Henderson? —El balde que tenía con agua y jabón se me resbaló de la mano, y cayó de lleno al suelo esparciendo todo el líquido y dejando un estruendo que chocó por el eco de las paredes—, vale, ya me respondiste.
—No estamos saliendo. —Me apresuré a responder.
<<Todavía>> pensé en decirle, pero me contuve.
—¿Por qué siento que mientes? —cuestionó Laura con una ceja pelirroja arqueada—, discúlpame, pero la tensión que emanan me hace sentir que todos estamos de más a su alrededor.
—No digas tonterías.
—Es cierto Molly —añadió América sin dejar de barrer el jabón que yo había tirado—, se siente en el aire, estoy segura de que si extiendo las manos y trato de agarrar un poco con los dedos, me calentaré.
—Son unas exageradas.
—¿Ellas? Por supuesto —respondió Salma—, pero ya para que yo me haya dado cuenta, no nos vengas con mierdas Molly, escúpelo.
Solté un suspiro y me dejé caer al suelo, me importó una mierda mojarme el culo o el uniforme, de todos modos llegaría a tomar una ducha a casa.
—Vale, vale, les diré.
Las tres chocaron las cinco y se sentaron frente a mí.
—Creo que comencé a sentir la tensión desde hace semanas, pero creí que era por el hecho de que ninguno dobla la mano, siempre hemos sido así —dije jugueteándome el cabello con nerviosismo—, desde que nos conocimos, es un juego, siempre ha sido un juego, yo lo ataco y él responde igual o peor o viceversa.
—Dudo mucho que a estas alturas siga siendo un juego —respondió Laura.
—Pues eso, yo no tenía idea, o al menos... no sé, quizá no me creí realmente su tipo como para llegar a creer que quizá existía una oportunidad.
—Yo a ti te mato —confesó Salma con mala cara, lanzándome un trapo a la cabeza, me lo quité rápidamente con cara de asco—. ¿Qué no eres su tipo? No jodas Molly, eres hasta el mío.
—Ahora me siento halagada.
—No bromeo idiota —contestó tan romántica como solo ella sabía ser—, que no hayas visto las señales, me da entender perfecto como es que hasta hace poco, seguías creyendo que no tenías amigas.
—Eso no tiene nada que ver —añadí—, es totalmente diferente.
—Yo no creo que lo sea —dijo Laura con una ceja arqueada—, si, por lo poco que vimos, nos dimos cuenta de que su amistad iba más allá de salir a beber un café. Pero... ¡Carajo, Molly! ¿Te has dado cuenta de cómo te ve?
—¿Cómo me ve? —pregunté genuinamente confundida—, vale, no tengo ni idea de que estás hablando.
—Cariño —murmuró América tomándome las manos—, hablamos de la forma en cómo te mira, cómo te observa, cómo te analiza.
—Analiza —repetí como si me hubiese descompuesto.
—Ya, te lo voy a poner fácil —dijo Salma rodando los ojos—, el noventa por ciento de los hombres ven a las mujeres como si pudieran desnudarlas con la mirada ¿Cierto?
Asentí poco convencida, porque ya para que Salma quisiera explicarlo, era porque en serio me veía muy perdida.
Quizá lo estaba.
A esas alturas quien sabia, a veces solo me daba cuenta de lo que tenía al alcance de la vista, porque indagar más de lo que me permitía, me haría sobre pensar o crearme escenarios imaginarios en la cabeza, que terminarían quitándome hasta el apetito.
No era sencillo ser analítica. No cuando tenía ansiedad. No cuando, incluso lo bueno, era capaz de creer que era malo.
Una persona podía estarme observando con la mejor de las intenciones y yo en automático pensaría que ya había descubierto todos mis defectos y que estaba a punto de gritárselos al mundo.
Así de jodida era la cosa.
—¿Pero Henderson? Empezando con que nunca lo he visto mirar a ni una otra mujer que no seas tú, y si lo hace, pone tan mala cara que seguro que a las pobres chicas no les quedan ganas de volvérsele a acercar.
—¡Yo también me he dado cuenta de eso! —exclamó América con los ojos muy abiertos—, incluso a nosotras, rara la vez nos da atención si no tiene que hacerlo o si no estás tu a nuestro alrededor. No digo que sea grosero, porque no lo es, pero... ya me entiendes.
—Pero eso es porque no le gustan las personas.
—Molly, a mí tampoco —dijo Salma—, y aun así, cuando tengo la obligación de hablar con alguien, no actúo como si me estuvieran torturando por interactuar.
—Eso es una mentira de mierda —respondió Laura rodando los ojos—, pero ya entendiste el punto.
Quizá notaron lo confundida que estaba, porque las tres soltaron un suspiro y arrastraron el trasero para acercarse aún más a mí.
—Vale, Molly, te lo voy a decir de una forma en la que puedas comprender ¿Sí? —preguntó América y solo pude asentir—, el chico te mira como si fueras todo su mundo, como si al perderte, él se perdería contigo.
—Es de estos que tienen la mirada tan intensa, que se siente cuando te está observando, es casi imposible que no notes la forma en la que se le ilumina el rostro cuando apareces en su radar —añadió Laura.
—Es demasiado cursi todo —dijo Salma tragando saliva—, pero es como si en ti, haya encontrado todo aquello que lo hacía sentir perdido en el pasado, y eso que yo no sé qué mierda fue de su vida antes de que lo conociéramos.
La revelación me dejó tan conmocionada, que no estaba segura de si seguía respirando.
—Y lo más revelador no es eso —murmuró América—, es que tú lo miras de la misma forma Molly, igual.
Bueno... sí que sabía cómo yo lo miraba.
Pero es que, ellas no lo comprenderían si intentaba explicarlo, o quizá sí, tenía que dejar de subestimar lo mucho que les importaba también.
La cuestión era que, Jasper no solo era importante en mi vida, fue la primera persona a la que pude decirle amigo en voz alta, amigo de verdad, no esos que solía creer lo eran en la secundaria.
Era la persona que solo con su forma de ser, me alentó a dar más, a intentarlo, a comenzar a comprender cómo era el mecanismo de una amistad sólida.
Lo quería, lo quería tanto que a veces me daban ganas de llorar por lo importante que era y el dolor que me causaría si llegaba a perderlo.
Y ese era mi mayor miedo, que un día de la nada, se esfumara y volviera a ser la chica solitaria y forastera.
—Él no va a dejarte ir —añadió Salma—, y ya hice una apuesta al respecto.
Pero que...
De pronto volví a tocar tierra y fruncí el ceño tan rápido que hasta la frente me dolió.
—¿Qué tú qué?
—Todos estamos en esa apuesta.
Tenía en la punta de la lengua decirle que otra apuesta estaba en juego y en la que ella era la protagonista pero me contuve.
Negué con la cabeza y rodeé los ojos.
—Eres una traidora.
—No, no, soy una excelente amiga que ve por tu felicidad, por supuesto que mi dinero va a ti.
—El de nosotras también —añadió Laura señalando a América—, no nos hagas perder cien dólares.
—¡¿Cien dólares?! Ustedes están enfermas.
—Llámanos inteligentes —dijo América lanzándome un guiño.
Después de la plática tan rara que tuvimos en el suelo, los chicos entraron a los minutos de habernos puesto de pie.
Estábamos acomodando las mesas, cuando escuché una maldición de Salma, y al girar la cabeza, me di cuenta de que estaba empapada hasta los pies.
¡Oh mierda!
—¡Voy a matarte hijo de puta! ¡Te voy a arrancar la maldita cabeza! —Se escuchó que gritó y entonces Izan apareció por las puertas, partiéndose de la risa y con los ojos brillándole cómo un crio travieso.
—Ese tipo es suicida —murmuró Laura tratando de reprimir una sonrisa.
—Lo de esos dos va a terminar o muy bien o muy mal. —dijo América.
—O en la cama. —respondí yo.
—También opino que en la cama —La voz de mi persona favorita en el mundo irrumpió de la nada, y sabía lo que haría incluso antes de que lo hiciera.
Me pasó los brazos por la cintura y me abrazó por detrás, para después recargar la barbilla en mi hombro.
Había contado las veces en las que me había tocado la cintura en el día, y no parecía que fuese a parar de hacerlo.
Tampoco iba a protestar honestamente.
¿Quién en su sano juicio lo haría?
—¿Cómo vas Rockstar?
—Estoy odiando cada segundo de esto.
—Pero tú querías vengarte, nadie te mandó.
—¡Oh cierra la boca! —Hice ademán de alejarme solo para que me pegara más a su cuerpo, sonreí—, eres un empalagoso.
—Me gusta como hueles —murmuró y yo no perdí de vista las sonrisas que tanto Laura como América intentaron ocultar agachando la cabeza.
Cabronas.
A eso le llamo verdadera amistad.
—Yaz, suéltame, estoy trabajando aquí.
—No quiero, hemos estado toda la maldita tarde separados, a cómo acepte una orden más de Ander, le voy a aplastar las piernas.
—Eso es lo que me gusta de ti, que seas tan tranquilo.
Ni bien terminé de decirlo, cuando me di cuenta del gigantesco error que cometí.
Tanto América como Laura echaron la estúpida excusa de que Ander las llamaba, y salieron de mi campo de visión más rápido que Dash, cuando encontró a su madre con un traje de superhéroe a su medida.
Traicioneras.
La sombra que tenía detrás se cernió sobre mí, solo para después sentir sobre las costillas como sus manos comenzaban a girar, lo que me indicaba que se pondría en frente.
Eso hizo, por supuesto.
Se sentó en la orilla de la mesa larga blanca que hasta hacía minutos me encontraba limpiando con las chicas, y abrió las piernas para después jalarme y que mi cuerpo quedara en medio.
—Entonces...
—¡Aghh! No empieces, es una forma de hablar. —Que mentirosa me había vuelto.
Más me valía terminar con ese hábito pronto, si mi madre supiera, seguro que me lanzaría un zapato a la cabeza.
Ella no me había educado para que fuese una falsa.
Pero tampoco me había preparado para tener en mi vida a alguien como Jasper, así que para ser justa conmigo misma, no podía culparme, si es que algún día se enteraba.
Esperaba que no.
—¿Una forma de hablar? —preguntó ladeando una sonrisa coqueta, si el tipo seguía sonriendo, perdería el control—, tengo una mejor idea ¿Y si nos saltamos la hablada y vamos a la parte en la que me besas? Eso sería genial.
—Ni en tus sueños más turbios, Henderson, no eres tan suertudo.
—Por supuesto que lo soy —Claro que diría eso, el maldito, me acercó aún más a él de golpe y disparé las manos a su pecho por inercia.
Aparentemente nos movimos de realidad, porque no fui consciente del lugar, el tiempo ni de las personas que se encontraban a nuestro al rededor.
Lo demás dejó de existir cuando nuestras respiraciones empezaron a acelerarse al mismo son.
No podía creer que incluso hasta la forma en la que nuestros corazones latían podía sincronizarse.
Eso no era nada normal.
—¿Qué de malo tendría?
—¿No se supone que la consecuencia de tu regla era la expulsión del equipo?
—Algo así.
—Ahí tienes tu respuesta.
Rodó los ojos al mismo tiempo que le golpeaba la punta de la nariz con el dedo.
—Eres el capitán Yaz, no puedes poner el mal ejemplo.
—No se me eligió capitán por la obediencia, te aclaro —Sus dedos comenzaron a acariciarme la parte baja de la espalda que por el top del uniforme, tenía descubierta—, y no contaba para mí.
—¿Acaso hay una cláusula que te exenta de ella? —pregunté arqueando una ceja, lo creía muy capaz—, porque si no es así, me daría mucha pena tener que ir a hablar con tu entrenador.
—Eso si es que puedes.
—¿Como por qué no podría según tu?
Enderezó la espalda para que su cabeza estuviese a la misma altura que la mía, y su respiración chocó con mi barbilla segundos después.
Sus iris estaban tan dilatadas que apenas y logré ver aquel color océano que lo caracterizaba, me di cuenta de como sus hombros comenzaban a bajar por lo relajado que se encontraba, y yo no podía explicar, cómo coño el tipo parecía fresco como una lechuga, y a mi estaban a punto de fallarme hasta los ovarios.
Tenía que pensar.
Tenía que calmarme.
Tenía que ganarle.
Debía mantener la mente en el juego, necesitaba encontrar una salida que me hiciera ganar, que lograra hacerlo caer de rodillas.
Porque yo no había venido a este mundo para ser una perdedora, y él lo sabía.
Arqueé una ceja y sonreí de lado.
—La única manera en la que pudiera no ir a delatarte con tu entrenador —murmuré acercando el rostro lentamente al suyo, noté como tragaba saliva pesadamente—, sería si logras convencerme de que las consecuencias valen la pena.
—Lo valen —contestó con voz ronca.
—No lo sé Jasper, un beso no me parece suficiente para eso, he dado muchos a lo largo de mi vida.
—Pero nunca has dado tu primer último beso, Rockstar.
¿Eso era una canción de One Direction?
Sí ¿Verdad?
Lo rápido que volvió a emparejar la jugada debía ser ilegal. Cabrón, no podía soltarme el nombre de una canción de One Direction y esperar que yo viviera para contarlo.
—Y eso es lo que tendrías conmigo —confesó rozando su nariz con la mía, un escalofrío me recorrió la espina dorsal y tuve que poner todo de mi para no estremecerme como una maldita serpiente—, porque no hay manera posible ni escrita, en la que te bese y permita en vida que alguien más lo haga después.
Vaya...
¡Mierda!
Ya por favor, por favor trágale la garganta.
¿Qué decía ahora? ¿Cómo lo detenía? ¿Cómo jodidos me detenía yo?
Fue imposible no sonreír, así que le di lo que quería, más cercanía, subí los brazos hacia su cuello y entrelacé los dedos detrás de su nuca mientras comenzaba a acariciarle el cabello.
—¿Estás seguro de que quieres ser eso, Yaz?
De pronto su temple cambió y la seriedad lo invadió tan rápido que tuve que parpadear varias veces para no desconcentrarme.
—Sí.
No, no, no...
Por favor no.
—Jasper...
—No seré quizá tú primera vez, ni tú primer beso y mucho menos tu primer novio o el primero que llevas a casa, Rockstar, pero sé que soy la primera persona que se ha llegado a ganar tu confianza —dijo mientras me acomodaba un mechón de cabello negro detrás de la oreja—, toda tu confianza.
>>Se que me convertí en alguien indispensable para ti, casi a la misma medida que tú lo eres para mí. Se que me quieres tanto como yo a ti, sé que nunca había tenido nada tan valioso en mi vida como tú —Soltó un suspiro y su agarre si intensificó, como si tuviese que hacer algo para confirmar que eso estaba pasando, que era real, que yo era real—, despierto todos los días temiendo que te vayas.
—Yaz...
—Pero quiero que sepas que me gustas más de lo que me aterra perderte —murmuró—, y quiero que llegues a ese punto también. Quiero hacerte ver que nada de lo que viviste en el pasado importa ahora, porque me tienes, ¡Coño! Te juro que me tienes.
Las manos comenzaron a temblarme y apreté el agarré en su cabello con más fuerza.
—Quiero hacer esto bien, quiero demostrarte que vale la pena, no estoy feliz con solo decírtelo, pero necesito hacerlo para prevenirte de lo que vendrá después, porque no quiero que sobre pienses al respecto y te estreses.
Este chico... ¡Dios!
¿Cómo lo superaba? ¡¿Cómo?! Esperaba poder mantenerlo conmigo toda la vida, porque si lo llegaba a perder, no sería capaz de recomponerme.
—Voy a cambiar esa parte de tu vida en la que solo escuchabas palabras bonitas vacías y no veías nada más después de eso —añadió—, y espero que me aceptes, en serio espero que me elijas.
¿Qué lo elija?
No tenía ni idea. No tenía ni jodida idea de lo que era para mí.
—El balón está en tu cancha ahora Jasper —murmuré pegando la frente sobre la suya—, depende de ti.
Pero antes de decir nada más, se puso abruptamente de pie y me giró bruscamente cubriéndome por completo con su cuerpo, gotas gigantes de agua comenzaron a caer por los costados.
Pero... ¿Qué mierda?
—¡Carajo! Está fría —gritó reventándome el tímpano, se dio cuenta de su error porque me tapó los oídos y no escuché muy claro, pero seguro que lo que dijo no fueron palabras de amor—, Salma, voy a colgarte de un puto poste.
—¡No era para ti!
—¡Estoy empapado hasta las pelotas!
—¡Que no era para ti!
Cuando me soltó, me alejé lo suficiente para notar que en efecto, estaba mojado hasta las zapatillas, y Salma tenía cara de mortificación por primera vez en su vida.
Pobre, la iban a colgar.
América y Laura intentaban aguantarse la risa. Harvey y Griffin no lo hicieron, Ander estaba grabando e Izan estaba oculto detrás de una pared.
Vale, ahora todo tenía sentido.
—¡Carajo!
—¿Qué coño pasó? —pregunté dejando notar lo poco que me había agradado que me alejaran de Jasper de esa forma—, a cómo no comiencen a limpiar esto para cuando de mi siguiente exhalación, las mantendré en la maldita banca gritando porras hasta el descanso de primavera.
—¿Pero nosotras qué culpa tenemos? —cuestionó Laura lanzándole su peor mirada a Salma—, todo por tus estupideces Salma.
—¡A mí no me digas nada! Aquel imbécil con la valentía de una maldita hormiga es el que tiene la culpa.
—¿Como acabas de decirme?
—Acércate para que te lo explique reventándote la nariz.
—Aquí lo único que se va a reventar, es mi paciencia —añadí—, y ustedes tres —grité en dirección a los chicos—, menos risas y más ayuda.
—Pero si fue Izan el que la cagó —gritó Griffin en protesta.
—Más vale que comiences a moverte Izan —añadió Jasper de un gruñido—, porque voy a hacer que laves los baños con la maldita lengua a cómo no limpies este desastre, y solo, los demás no tienen la culpa de que te guste picarle la cola al tigre.
—¡Pero si ella empezó!
—¡Parecen críos! —dije en un grito—, no te veo moviéndote Izan, y los demás, liberen el espacio para que don estupideces arregle su mierda.
—¡Esto es una porquería! Salmón fue quien mojó a Jasper.
—¡Que dejes de decirme así! —gritó Salma al mismo tiempo que abría la llave de la manguera de nuevo, le apuntaba y lo empapaba hasta las orejas—, ojalá fuera gasolina para quemarte vivo.
—¡¿Pero qué carajo te pasa?!
—Y da gracias de que no te haya ahorcado con ella en vez de mojarte, imbécil —Soltó la manguera de malas maneras y salió de la bodega con los demás detrás.
—En serio que tienes el instinto de supervivencia de una puta hormiga —Le dijo Jasper a Izan—, empieza a moverte.
—¡Que ya voy! Estoy empapado ¿Qué no ves?
—¿Tu no me ves a mí acaso? —preguntó—, o la besas, o te la follas o a ver qué mierda haces para deshacerte de tu puta frustración, porque ya me cansaste Izan, deja de molestarla.
—¡Ella es la que empieza!
—De ninguna forma Salma comenzaría algo contigo Izan —respondí negando con la cabeza mientras me acercaba a Jasper—, te jode que no te de atención y por eso estás actuando como un niño.
—Ustedes dos juntos, váyanse a la mierda.
—Tu primero —Le contestó Jasper muy maduro, para después alejarse hacia las puertas traseras.
Lo seguí intentando que la situación no me afectase, pero cuando lo escuché gruñir por tercera vez, lo perdí y comencé a partirme de la risa.
Se detuvo abruptamente y disparó la mirada en mi dirección.
—No da gracia.
—Se están volviendo locos.
—Es frustración sexual, están a dos de matarse, de matar a alguien, o de revolcarse en cualquier sitio que encuentren.
—Hay que admitir que son muy monos.
—¿Ellos dos? —preguntó negando con la cabeza—, son la reencarnación de pánico y pena.
—¿Cómo los de Hércules?
—Justo así, nada más hay que regalarles sandalias aerodinámicas y pasan por sus copias de carne y hueso.
Comencé a reír de nuevo, pero tres segundos después la risa se me atascó en la garganta cuando me di cuenta de que se estaba quitando la camiseta.
Mierda. Mierda. Mierda.
Gracias dios por tus bendiciones.
Parpadeé tantas veces como me fue posible, solo para caer en cuenta de que lo tenía sin camiseta, medio desnudo, frente a mí.
Y ni siquiera pareció notar que estaba alterándome cada fibra del cerebro.
¡Santa mierda!
La única vez que lo había visto sin camisa, no pude apreciarlo mejor de frente porque no dejaba de pensar en las cicatrices que le adornaban la espalda.
¿Pero en ese momento?
Fue como si mi lista de deseos de toda la vida tomara forma humana y me golpeara en la cara violentamente.
Tenía los tríceps y bíceps tan marcados que si no supiese que entrenaba más de lo que dormía, no entendería cómo es que le resaltaban tanto.
A simple vista parecía que tenía el pecho más sólido que un muro de ladrillos y tuve que contenerme para no estirar la mano y comenzar a acariciarlo como una loca. Al bajar un poco más la mirada, la hilera de cuadros sobre el abdomen me secó la garganta.
Intenté tragar saliva pero fue imposible.
¡Jesucristo!
Tenía que ser irreal. No podía ser cierto, nadie era capaz de verse tan jodidamente bueno, ni una sola alma.
—A estas alturas, ya ni me hace falta decirte que no soy penoso.
Para mi pesar y dolor, tuve que apartar la vista de su abdomen para chocar con su mirada cargada de curiosidad.
No me iba a quejar, el cabello mojado cayéndole por la cara, junto con su sonrisa de lado un tanto perversa, pudieron provocar que las piernas se me volvieran de gelatina.
—No puede ser verdad.
—¿El qué? —preguntó con un deje de gracia en la voz.
—Eso —dije señalándolo completo—, no puede, ¿Eres acaso una especie de súper humano?
—No digas tonterías Rockstar, aquí la única capaz de infartar a alguien, eres tú.
—¿Yo? —Estaba indignada, muy indignada—, ¿Es que tú no te has visto en un maldito espejo?
—Toda las mañanas y las noches.
—Te odio.
—Nah, no lo haces.
—Claro que sí, te detesto, te detesto demasiado.
Dio un paso hacia mí.
—Por supuesto que no.
Y uno más.
—Por supuesto que sí, seguro que eres una clase de fruta prohibida en otro universo.
Y otro.
—¿Y qué tendría de malo?
Y otro más.
—En realidad nada, por eso te odio —Estaba a centímetros de distancia cuando llevó sus manos a mis caderas y me acercó a él de golpe, olvidé por completo que estaba empapado, ni siquiera me importó—, todo es una ilusión.
Ni siquiera una ventisca podría pasar entre nosotros porque ya no había espacio libre para nada más que nuestros pechos rozándose.
—No lo es Rockstar —murmuró tomándome la barbilla con ternura para alzarme la cabeza—, ¿Qué te parece?
—Que necesitas dejar de utilizar ropa, eso me parece.
—¿Eso te gustaría? —Volvió a murmurar, de pronto dejé mis ensoñaciones a un lado, y me di cuenta de golpe de lo cerca que tenía su rostro del mío, tragué saliva pesadamente, el corazón me comenzó a palpitar con tanta fuerza que sentí que en algún momento me saltaría por la boca—, dime ojitos coquetos, ¿Eso te gustaría?
¿Cuál era la pregunta exactamente?
No pude apartar la mirada de la suya, no quería, no era capaz.
Fui poniéndome de puntillas lentamente, y subí los brazos hasta que los tuve detrás de su nuca.
—¿Estaría mal? —pregunté ladeando la cabeza—, ¿Me lo negarías?
—No te negaría nada que me pidieras Rory, nunca he podido y nunca podré.
¿Este era el momento?
Tenía un brazo sosteniéndome la espalda, y la palma del otro sujetándome el costado del cuello. Centímetro a centímetro fuimos acercándonos cada vez más.
—¿Jasper?
—¿Sí?
—¿Puedo pedirte algo?
—Lo que quieras.
—¿Me besas?
Y ni siguieras respondió cuando su mano que se encontraba en mi cuello, se apoderó de la parte de atrás de mi cabeza y me jaló hacia él.
Entonces nuestros labios se tocaron por primera vez, y todo lo que no tuvo sentido con nadie más, se aclaró con él.
Todo cayó en su lugar, en el espacio que correspondía. El tiempo se quedó atrapado en algún sitio lejos de nosotros, fuimos mucho más rápido que todo lo demás.
Con una mano le envolví la nuca mientras que colocaba la otra en su mejilla.
El contacto de sus labios carnosos y gruesos acariciando los míos encendió interruptores que no sabía que mi cuerpo tenía. Solté un gemido sin pensar y al escucharlo, tembló de expectación solo para abandonar mi espalda y bajar la mano hacia mis piernas para alzarme y que yo las entrelazara sobre su cintura.
Entonces supe que había tenido razón. Jasper era mi último primer beso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro