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✺ Capítulo 17 ✺

"Una entrada épica"

Can't hold us - Macklemore & Ryan Lewis.

Mallory:

La ansiedad me estaba matando y tan solo era finales de febrero.

La noche anterior tuve que dormir con un top delgado que me cubría los pechos y nada más, porque el pijama me incomodaba lo suficiente como para revivirme la picazón.

No sabía cómo le haría para entrar en parciales u organizar las coreografías de las competiciones sin quedarme calva, o sin tener que vivir un puto ataque en medio de un ensayo, pero no era algo que deseaba averiguar.

Así que cuando recibí la llamada de rutina de mi padre el lunes por la mañana mientras me arreglaba para ir a la escuela, la contesté segura de que tenía que ser sincera.

Por mucho que me molestara preocuparlos.

Bien sabían todos los que me conocían, que no había cosa que detestara más en la tierra, que mortificar a mis padres.

—¿Cómo está mi pequeño Saturno? —preguntó y pude imaginarme su sonrisa de dientes completos sin esfuerzo—. ¿Cómo fue tu viaje a casa de ese amigo tuyo? ¿Te trataron bien? Tu madre me avisó que saliste de Weston.

—Son personas muy agradables —confesé reproduciendo el recuerdo en mi mente una vez más, como lo había hecho antes de dormir y como seguí haciéndolo al despertar.

Podría decirse que fue uno de los mejores días que tenía desde hacía tiempo.

—En realidad papá, tengo que hablarte de algo, le mandé mensaje a mamá ayer pero no me ha respondido.

—Sí, salió de la ciudad, hubo avance en el caso ya sabes, no sabré hasta que llegue hoy por la tarde y me ponga al tanto.

Una sensación de entumecimiento me recorrió desde los talones hasta la cabeza y de pronto fui consciente de lo difícil que era pasar saliva.

—¿Algo nuevo?

—Nada importante al menos —Soltó un suspiro que imité—, siento que tengas que pasar por esto cariño, sé que no lo necesitas.

¡Dios! El nudo que tenía en la garganta se convirtió en una bendita bola de billar en un chasquido; me ahogaría si intentaba tragar.

Perfecto, simplemente encantador.

Necesitaba controlarme.

—Papá... no es su culpa, entiendo y lo sabes, además, yo fui la que decidió mudarse a pesar de todo.

—Aun así, deberíamos tener más tiempo juntos, ir a verte los fines de semana o que tú puedas venir sin que te dejemos sola por alguna emergencia —Escucharlo tan abatido me mataba.

Mis padres eran personas muy ocupadas, ocupadas arreglando problemas que no tenían la necesidad de reparar si la maldita jefatura de Clever hiciera mejor su trabajo.

Pero la incompetencia reinaba en el mundo de la política, eso mi madre me lo había enseñado desde muy pequeña.

Detestaba saber que estaban envueltos en nada más que trabajo, atados de manos y sin tener permiso a posponerlo para ver a su hija.

No los culpaba, jamás lo había hecho y no comenzaría a hacerlo en ese momento, pero aun así dolía.

Era una mierda.

Y lo odiaba, lo odiaba tanto que podía fácilmente arrancarme las uñas al rojo vivo con los dientes del puro estrés.

—Se lo mucho que se te complica hacer amigos —Él necesitaba callarse si no quería hacerme llorar.

De pequeña solíamos ser muy, muy cercanos, justamente por nuestra relación tan buena, nunca sentí la necesidad de buscar a más personas con las cuales compartir mi tiempo, porque ellos eran mis favoritos para todo.

Necesitaba encontrar algo lo suficientemente interesante que me mantuviera ocupada por lo que restaba de la semana, para no tomar el primer bus de la noche e ir a verlos para asegurarme de que todo estaba bajo control y no me estaban mintiendo.

Al menos ya le había enviado un mensaje a mi jefa, para que me aumentara una clase más al día en el estudio.

Normalmente solo daba dos, cada una de cuarenta minutos cuatro días a la semana, pero terminaba llegando a casa a las seis y tantos de la noche, y todavía quedaban horas disponibles para sobre pensar.

Que era lo que menos deseaba hacer.

No quería tiempo libre, mucho menos en ese momento, me quedaría en el gimnasio preparando las coreografías para el concurso hasta que las piernas me dolieran si era necesario, porque lo lunes el estudio no abría.

Y era lunes y yo necesitaba jodidos ocuparme.

—Ha vuelto la dermatitis en la espalda —confesé entonces cambiando el rumbo de la conversación—, Jasper me fue a comprar una pomada ayer por la mañana, que por cierto le tengo que pagar y... nada, solo quería que estuvieran al tanto.

Creí que había colgado, el silencio se prolongó tanto que me vi jugueteándome las manos una y otra vez para intentar que no me afectase su falta de reacción.

—Mallory —De repente la felicidad en su voz fue reemplazada por aquel tono neutro que lo caracterizaba como policía—, no te aparecieron las erupciones de la noche a la mañana ¿En dónde tenías la cabeza que no te diste cuenta?

Sí, tenía razón.

Era una excelente pregunta por supuesto, una que no tenía respuesta porque no había querido pensar en ella.

—Papá, no voy a hacer esto ahora, estoy a punto de irme al colegio —Me tumbé en el sillón mientras intentaba acompasar mi respiración y reteniendo todas aquellas cosas que quería decir pero que sabía no aportarían nada—, solo quería que supieran, es todo.

—No es todo Mallory Hindsley, no comiences a comportarte así y mucho menos a ocultarme cosas —ordenó y la piel se me erizó por la forma en la que los decibelios de su voz subieron de pronto—, en la espalda ¿De nuevo? ¿Qué tal los brazos? —preguntó—, ¿Y las piernas? ¿detrás del cuello? ¿debajo de los mulos? ¿en los pechos?

—No te puedes conformar solo con lo poco que te doy ¿Verdad? —cuestioné frunciendo el ceño—, si ya llegó a la espalda, es obvio que tengo todo tapizado de ronchas papá.

—¡Oh cariño! —murmuró y tuve que mirar al techo para no ceder a las lágrimas, porque ya me había puesto máscara sobre las pestañas y no deseaba para nada estropearme la cara y llegar pareciendo un mapache al colegio—, ¿Te duelen?

—Todavía no.

—Envíame el número de Jasper en cuanto cuelgues, por favor.

—No necesitas hablar con él —dije rápidamente—, y tampoco quiero.

—Mallory, ¿Acaso pasaste por alto la parte en la que te preguntaba si querías? Obedece.

Bien sabía que con Cesar Hindsley no se podía jugar y mucho menos cuestionar, no cuando te daba una orden así de directa.

No sabía si tenía que ver con su entrenamiento como policía, pero cuando quería, daba un miedo que te cagabas con solo una de sus miradas. Jamás experimenté a mi padre como los chicos de la estación, pero de un tiempo para acá, parecía que se le olvidaba que yo no era ninguno de sus malditos policías.

—A mí no me estés hablando así, papá —contesté—. No necesitas hablar con mi mejor amigo, te enviaré la foto de la receta para que por favor me repongas el dinero, es todo lo que pido, estoy a final de mes, si tuviera de sobra, ni siquiera te lo hubiera dicho, y no utilicé la tarjeta porque no fui yo quien la compró.

—No estoy intentando pelear contigo, hija —respondió sincero—, pero él es de tu confianza y necesito tener a quien llamarle cuando no te encuentre, porque sé que si la dermatitis te está molestando, no nos avisarás hasta que se controle o dejes de estar con tanto estrés.

—No necesitan preocuparse por eso.

—No es una necesidad, Mallory, es una obligación, una responsabilidad, una que no me pesa ni me apena cumplir como tu padre —Estaba explicándome las razones con detalle para no alterarme, lo amaba un poco más por eso y lo odiaba una pizca también por ser tan comprensivo cuando ni yo misma estaba intentándolo ser—, puedes ser lo independiente que quieras, pero sigues siendo una niña a la que se le tiene que cuidar, pero que es lo suficientemente obstinada como para creer que no necesita preocuparnos.

—¡Porque no lo necesitan! —grité apretando los ojos con fuerza, sentía todo el cuerpo pesado y agotado y eso que apenas eran las siete de la mañana.

No sabía cómo le haría para soportar las clases sin ponerme a gritar.

Considerar faltar a clase comenzó a parecerme una excelente idea, pero tenía un récord perfecto de asistencia, no podía joderlo nada más porque me daba la gana.

—Mallory no te lo voy a repetir, haz caso o veré la forma de dar con Jasper por mi cuenta y eso no te va a gustar —Tragué saliva pesadamente y asentí a pesar de saber que no me veía—, no me hagas moverme.

—No me amenaces.

—No es una amenaza cariño, es una advertencia, una que sabes voy a cumplir.

¡Carajo! Cómo odiaba que tuviera tantos contactos.

Si no lo creyera capaz de investigar hasta el maldito tipo de sangre de Jasper, lo ignoraría y lo mandaría a la mierda, pero no podía.

Una, porque era mi padre, que se preocupaba y se desesperaba porque su hija jamás había sido buena comunicándole cuando la estaba pasando mal.

Y dos, porque tampoco quería que se me apareciera el diablo en calzones y el tipo mandara a seguir a mi mejor amigo que también estaba mal de la cabeza y le faltaba una tuerca.

Seguro que se llevarían muy bien, no quería averiguarlo tan pronto de todos modos.

—De acuerdo comandante, se hará lo que diga.

—Y no me digas así, si no fuera porque te empeñas en cuidarte sola no tendría que hablarte como si fueras una bebé, me duele más que a ti y lo sabes.

—No estoy tan mal, solo... han sido estos días.

—No me importa Mallory, podrías solo tener una roncha, pero no es así, contacta a tu psicóloga y ordena tu horario para que recibas dos sesiones a la semana, del pago me encargo yo.

—De acuerdo.

—Le avisaré a tu madre sobre esto, así que ya sabes lo que va a pasar si no lo haces por tu cuenta.

—Que sí, que sí, ya te entendí.

—Te amo hija, por favor cuídate y ponte esa pomada, no te resistas a la picazón y si necesitas un permiso para tomarte el día, házmelo saber.

—No necesito nada.

—Mallory...

—Ya te dije que está bien, haré lo que me dijiste, no me pidas más.

La llamada se cortó entonces y cuando miré el registro me di cuenta de que habíamos excedido los quince minutos.

¡Carajo! Solo eso me faltaba.

Rodeé los ojos y me tomé unos minutos para arreglar mis pensamientos y emociones y tratar de tranquilizarme para que cuando llegara Izan, no me viera tan vuelta cagada.

El día iba a ser eterno si había comenzado de esa forma.

Llevaba desde las festividades sin ver a mis padres, y necesitaba tanto un abrazo de ambos que tan solo de imaginármelo me entraban incontrolables ganas de llorar.

Los chicos me esperaban recargados en la camioneta cuando salí del edificio, no pude fingir ni siquiera una sonrisa de labios apretados.

Pero no esperaba que fuesen igual de intuitivos que Jasper cuando se trataba de mí. Otra vez me equivoqué.

El primero que salió disparado fue Griffin, me sostuvo el rostro de forma brusca y comenzó a inspeccionarme con la mirada.

—¡Suéltame! Me vas a despeinar.

—Griff... —Escuché que murmuró Harvey detrás—, vale, ya.

—Algo está mal —preguntó el más pequeño de todos con sus casi dos metros de estatura, pareciendo mil veces más chico de lo que era por la preocupación, no había persona que conociera a la que se le viera tan bien el cabello rubio como a Griffin—, ¿Qué va mal?

—Nada.

—Eres una maldita mentirosa —Soltó Ander alejando a Griffin de malas maneras—, te va a crecer la nariz como pinocho.

—¡Uy! Tengo un trauma con esa película, ni siquiera te atrevas a mencionarla Ander, en serio.

—Tiene razón, eres horrible mintiendo —dijo Harvey arqueando una ceja pelirroja.

—Vale imbéciles, la están abrumando —Izan no se separó de la camioneta, pero sí que alzó un poco la barbilla en señal de pregunta, desvié la mirada hacia Ander.

—Jasper se va a enojar cuando se entere que vinimos por ti. —añadió negando con la cabeza—. Esto es una pésima idea Molly.

—Bueno, pues ya me las arreglaré yo con él.

—Molly... —murmuró Griffin—, en serio, ¿Qué pasó? ¿Mark de nuevo?

—Si vino a molestarte una vez más, juro que lo voy a matar. —amenazó Harvey y si estuviésemos en una caricatura, estaba segura de que su melena pelirroja se convertiría en fuego.

Camine hacia Izan sin regalarle a los demás ni una sola mirada, extendí la mano decidida y fue cuando el moreno frunció el ceño, negó con la cabeza y sacó el frasco de su chaqueta del equipo.

—Dice mi hermana que te lo apliques detrás de las orejas antes de dormir, se supone que está hecho a base de aceites naturales, debería ayudarte.

—Vale.

—Mallory —Me sostuvo del brazo cuando vio que intentaba dirigirme a la puerta del copiloto—, Jasper no sabe que nos contaste de esto y si se entera que...

—Jasper se preocupa demasiado por mí y se los está pegando, estoy bien, solo han sido días de estrés.

—Pues vaya estrés el tuyo —dijo Ander a mi lado con muy mala cara—, espero que al menos te hayas puesto la pomada que te compró ayer.

¿Cómo sabían lo de la pomada? Ni idea. Jasper era un chismoso.

—Lo hice.

—¿Y entonces? —preguntó Griffin—, ¿por qué parece que tuviste una noche dentro de un cuadrilátero?

Esos chicos...

Quería llorar de lo mucho que los quería.

No me gustaba no saber cómo manejarme con las personas, no estaba acostumbrada a estar tan vigilada ni mucho menos a que alguien más que mis padres se dieran cuenta que algo pasaba sin que yo soltase una palabra.

Ellos no necesitaban preocuparse por mí tampoco, demasiadas cosas importantes tenían para enfocarse, como en las ofertas de becas deportivas.

Por esa razón no le había pedido a Jasper que viniera a buscarme, sabía que yo amaba ir en bus al colegio y si elegí no hacerlo, las razones eran más fuertes de las que hubiese pretendido explicarle.

El tipo era capaz de encerrarme en el departamento hasta que se me ocurriera decirle la verdad.

Antes de dormir, tuve que mandarle mensaje a Izan para que por favor me ayudara a encontrar otra alternativa para ayudarme a dormir tranquila, y me dijo que su hermana también padecía ansiedad.

Pero Izan no era nada bueno con disimular cuando estaba preocupado, y una cosa llegó a la otra y al final terminó confesándome que los chicos le habían sacado la sopa.

Cuando se lo proponía, podía ser la persona más tenebrosa del mundo con una sola mirada; aun no llegaba a comprender que tan mal debió de haberse visto, para que tanto Ander como Harvey y Griffin lo hicieran hablar.

Ni pregunté ni quería hacerlo, seguro que alguien terminó con un golpe.

—Ya les dije que estoy bien, lo prometo.

—No me hagas promesas vacías —ordenó Ander—, y tampoco nos mientas.

—Deja de comportarte con ella como un imbécil —dijo Harvey golpeándole el hombro con un puño—, entiende que no quiere hablar.

—Lo que debería entender, es que nos preocupamos, eso debería de metérsele en la maldita cabeza —Se subió a la camioneta sin darme otra mirada y los cuatro soltamos un suspiro.

Bien, uno más vuelto mierda por el estrés, que hiciera fila.

—Tampoco es su mejor día —murmuró Griffin abrazándome por la espalda—, pero tiene razón Rockstar, nos preocupas.

—¿Pueden ya dejarla tranquila? —preguntó Izan arqueando una ceja—, cuando una persona no quiere hablar, no se le obliga, ahora súbanse a la mierda que tenemos que pasar por desayuno y después encontrarnos con la escuadra para el plan.

—¿Desayuno? —pregunté frunciendo el ceño—, eso no era parte del plan, no me dijiste nada.

—Ni tengo por qué, arriba —Abrió la puerta bruscamente y me entraron unas ganas incontrolables por reírme allí mismo, yo no sabía cómo dejarme cuidar y ellos no sabían cuidar sin perder la cabeza.

Vaya grupo que éramos. Las cosas se pondrían más interesantes cuando Jasper me viera llegar con ellos, estaba segura.

Al despertar, le avisé a las chicas que había llegado la semana en la que tendríamos que anunciar nuestra amistad con el equipo. El día cultural sería el viernes, y la fiesta de popularidad que le arruinaríamos a mi exnovio sería el miércoles, por lo que estábamos a contra reloj.

Debíamos hacer nuestra entrada con el equipo hoy.

—Gracias Izzi.

—Y no me digas así si no quieres que te patee el culo Mallory.

—Ja, pobre niñito débil, primero te desconfiguro la cabeza antes de que puedas tocarme un pelo.

—Mi dinero va para Molly —dijo Harvey adentrándose en la camioneta—, sería genial ver cómo te hace llorar.

—¿Ves lo que provocas? —Me murmuró en el oído—, no puedo contigo Rockstar.

—Nadie puede conmigo, soy como la resistencia.

—¿La resistencia de qué? —preguntó Griffin asomando la cabeza por el espacio entre los asientos.

—La de muevan el culo y apúrense, porque tengo hambre y voy a matar a alguien a como no tenga una dona en la mano en los próximos cinco minutos —añadió Ander tan lindo y calmado como siempre.

Y así Izan dio la vuelta para tomar su sitio detrás del volante y nos dirigimos a la primera cafetería cercana.

Cuando estábamos llegando a la que antes era la entrada Norte de Weston, la todoterreno naranja de Salma nos alcanzó y aprovechando el semáforo, la escuadra bajó de la batea, y el equipo —que habíamos recogido dos cuadras atrás— saltó de la de Izan para intercambiar lugares.

—Listo mugres —gritó Salma—, háganlo bien que solo tenemos una oportunidad.

—Deja de chillar, sabemos lo que tenemos que hacer —respondió Izan rodando los ojos al mismo tiempo que ella lo hacía.

—A ti no te lo estaba diciendo, imbécil.

—Eso te pasa por no hablar de forma clara Salmón.

—Voy a matar a este idiota —La escuché decir para después ver la mano de Laura aparecer desde los asientos de atrás, para apretarle los hombros y ayudarla a destensarse.

No lo lograría ni aunque se pusiera a rezar.

América que se encontraba en el asiento de copiloto, me lanzó una mirada cómplice que tanto Harvey como Griffin notaron.

—Veinte dólares a que se lían —murmuró Harvey en mi oído haciéndome reír.

—Veinte es muy poco, todos ya han hecho una apuesta al respecto y las cifras rebasan los cincuenta —confesó Griffin.

Ander seguía callado, con la cabeza apoyada en el cristal y los cascos puestos.

—Yo aposté doscientos —susurré regresando la mirada a ellos.

—¡Dios! Tú que si confías en tu chica —dijo Harvey.

Negué con la cabeza y bajé de la camioneta al mismo tiempo que lo hacía Izan para intercambiar lugares, al estar sentada en el asiento del piloto, lo acomodé de modo que mis pequeñas piernas pudieran alcanzar los pedales y solté el aire que había retenido en los pulmones.

—Bien chicas, van enfrente.

—Espero que el mugre equipo de Henderson no joda la parte de atrás de mi camioneta —añadió Salma—, acabemos con esto.

Arrancó y yo hice lo mismo, tomándome mi tiempo para quedar detrás.

Ander se había encargado de hackear el audio de la camioneta de Salma para que la canción que Harvey había puesto a reproducir en la de Izan, se sincronizara.

Ella me iba a matar después por ello.

Las primeras notas de My songs know whats you did in the dark de The Fall Out Boy retumbaba por las bocinas cuando entramos al aparcamiento Norte en donde —como siempre—, ya se encontraba todo el equipo de americano, recargados en sus malditos autos de niños mimados.

Su popularidad y estatus en la escuela tenía los días contados.

Había suficiente multitud en el césped como para captar las dos enormes camionetas repletas de los deportistas de Weston, que hacían ruido y golpeteaban los techos para llamar aún más la atención.

Una sonrisa de suficiencia tomó forma en mi rostro entonces.

Ambas estacionamos juntas y cuando Salma apagó la camioneta, me regaló un asentimiento y comenzaron a salir.

El equipo saltó de la batea de la gruñona para ayudar a varias de la escuadra a bajar, algunas ya traían las chaquetas de basquetbol puestas. Las risas y los golpeteos no cesaron y cuando noté la cabeza de Rita y Mark estirándose para ver quien manejaba la camioneta de Izan, asentí en su dirección y salió del asiento del copiloto para dar la vuelta y abrirme la puerta.

Cuando tuve los pies plantados en el asfalto, el gruñido de un motor ruidoso que conocía a la perfección llegó a nuestro canal auditivo, y todos nos reunimos en el césped para esperar al capitán.

Lo juraba, la situación pasó a reproducirse en cámara lenta.

De pronto los murmullos de los estudiantes cesaron y cuando Jasper apareció con su moto en la entrada, mi respiración se atascó.

Se estacionó en el espacio libre que dejamos en medio de las dos camionetas, y cuando sus dos piernas largas y gruesas dejaron la moto para estabilizarse en el suelo, me quise desmayar.

Se quitó el casco tan lentamente, que estaba segura de que mis bragas no eran las únicas que se estaban mojando.

Su cabellera castaña clara fue golpeada por la luz del sol haciéndola brillar y con la manos aun enguantadas, se repasó la melena para desordenarse el cabello.

—Hay que admitirlo —murmuró Salma a mi lado—, el cabrón tiene una presencia que te cagas.

—Cállate Salma, estoy viendo mi programa —murmuró América con los iris a punto de convertírsele en corazones.

Reprimí una sonrisa en el momento en el que aquel azul precioso con el que había soñado la noche anterior me interceptó.

Se llevó una mano a la boca y con los dientes desabrochó el guante para después quitárselo lentamente.

A este punto de la narración, sabía que nadie estaba respirando.

Se despojó del otro y cuando bajó de la moto, guardó el casco debajo del asiento, se quitó la chaqueta del equipo y comenzó a caminar en mi dirección.

Crucé los brazos por instinto y en mi periferia, noté al equipo de americano con las bocas abiertas por la sorpresa.

Para entradas icónicas, Jasper Henderson señoras y señores.

Cuando estuvo a unos pasos de distancia, una sonrisa de presunción apareció en su bello rostro lechoso y esculpido, y tomó la chaqueta con ambas manos para después detenerse.

Di media vuelta y fui consciente del cuero haciendo contacto con mi piel, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al sentir sus largos dedos rozándome el cuello al apartarme el cabello, para dejármela caer sobre los hombros.

—Te ves hermosa. —susurró.

—Creo que así luzco siempre, Henderson, puedes hacerlo mejor.

—Tienes razón —murmuró—, eras la única persona en la puta tierra que es capaz de hacerme creer que la ropa es innecesaria.

Ese era mi chico.

¿Tu qué?

Shhht.

—Así está mejor.

—Vale, ahora estoy caliente —murmuró Laura lo suficientemente fuerte para que tanto la escuadra como el equipo escuchara y se echara a reír.

Jasper me pasó un brazo por el cuello y me sostuvo la nuca con delicadeza con una mano mientras hacía círculos lentos debajo de mi oreja.

Carraspeé para aclararme la garganta y cuando alcé un poco la cabeza para mirarlo, me lanzó un guiño.

Un puto guiño.

Auxilio, no puedo más.

De no ser porque estábamos dando un espectáculo para joder a mi exnovio, ya me hubiese desmayado.

—Enseñémosles a estos cabrones ricos cómo es una verdadera entrada —ordenó Jasper—, andando.

Estiró el brazo libre para indicarme que avanzara primero.

—Después de ti capitana. —Lo obedecí sin rechistar y él no tardó en seguirme, todavía con la mano sosteniéndome la nuca.

Entonces los estudiantes comenzaron a esparcirse y nosotros entramos.

Fase uno lista.

Cuando el descanso llegó, nos dimos cuenta de la repercusión que había tenido nuestra entrada con el equipo de Henderson.

Era un caos.

Tanto en redes sociales como en los pasillos. Parecía que, al movernos con los chicos del Sur oficialmente, los demás estudiantes no supiesen que hacer y perdieran por completo la brújula de dirección.

No sabía el impacto que mi escuadra tenía con el alumnado, hasta que entramos a la cafetería del Sur y nos dimos cuenta de que no había ni siquiera sitio libre en el suelo de lo llena que estaba.

El Norte iba desapareciendo cada vez más rápido.

—Al parecer, y esto es porque lo escuché de algunas cotillas en el baño —dijo Salma sin dejar de caminar—, están asumiendo que Mark la cagó feo contigo para que todos nosotros nos pusiéramos del lado de Jasper.

—Si antes era el rey de su sector, con la mierda de la mañana son capaces de coronarlo como el rey del baile de graduación —añadió Laura—, James no sabe qué hacer.

—¿Por qué? —preguntó América frunciendo el ceño mientras se ataba la rubia melena en una coleta—, no tiene nada que ver con él.

—No, pero los demás no están de acuerdo con que siga conmigo ahora que anuncié que estoy con Henderson.

—Estúpidos —dijimos Salma y yo a la vez.

—Hombres, nada más que decir al respecto.

—Para el jueves desaparecerá la clasificación de sectores definitivamente Lau —confesé—, James está invitado el miércoles, le dijiste ¿Verdad?

—Sí, ya ni siquiera se habla con Mark a estas alturas.

—A Mark no debería de hablarle ni su madre —respondió Salma.

Bueno, en eso concordaba todo el mundo con Salma. Como siempre diciendo verdades.

Encontramos a los chicos y a la mayoría de la escuadra en las mesas del jardín, al parecer el equipo había movido algunas para que todos estuviésemos juntos. Parecía una película de comedia adolescente, de esas que te hacían reír y llorar a la vez por lo raras pero icónicas que eran.

Tomé asiento en el lugar vacío a lado de Jasper, y mis chicas eligieron los de enfrente.

Salma quedó a lado de Harvey, mientras que América y Laura en medio de Griffin y Ander.
Izan estaba en el otro costado del capitán sumergido en su móvil.

A saber que tenía ese ahora.

—Buenos días Rockstar —Sentí su aliento cálido recorrerme el cuello y su determinado toque en mi cintura cuando me abrazó por detrás para acercarme aún más a él me tenso hasta los músculos del culo—, tienes explicaciones que darme.

Y él tenía que parar de tocarme si no quería que falleciera.

Muerte por beso, me agrada la idea, la tomo.

Me enfoqué en mi plato de comida porque no quería mirarlo, quizá me infartaba, y honestamente morir en esa escuela no me parecía glamoroso.

Esto no era para nada algo a lo que estuviese acostumbrada, no me quedaba, no iba conmigo, yo era buena para contraatacar.

¿Qué carajo?

—¿Explicaciones? —pregunté girando el cuello mientras tomaba mil kilos de valor para enfrentar su mirada, pero no pensé en su barbilla recargada en mi hombro hasta que nuestras narices se rozaron.

Ambos tragamos saliva al mismo tiempo y cuando me lamí los labios inconscientemente, sus ojos cayeron de lleno en mi boca y lentamente comenzó a sonreír.

¡Ay Jesús!

No, ¡Ay Jasper!

Tu cállate.

Le aparté la cara de malas maneras.

—Explicaciones Hindsley —repitió lo suficientemente bajo para que solo yo escuchara, de todos modos los demás estaban en otras menos en nosotros.

Izan había dejado el móvil de lado y ahora peleaba con Salma de algo que solo ellos comprendían. Laura hablaba con Ander sobre Mica —sí, al parecer mi pelinegro favorito estaba realmente interesado en tragarle la boca a la chica—, y América estaba roja como un tomate por no sé qué cosa que se encontraban diciéndole Harvey y Griffin.

Vale, esa no me la vi venir.

—Es lo que se le da a una persona cuando se decide ocultarle algo tan importante como llevarse a sus amigos a escondidas, y convencerlos de esconderme cosas.

—Vale, retrocede cincuenta pasos —ordené frunciendo el ceño—, yo no obligué a nadie a hacer nada, en todo caso, no es mi culpa que sean tan obedientes.

—Rockstar...

—Es muy temprano para esto Henderson —Intenté volver a enfocarme en la charola, pero fue más rápido y me sostuvo de la barbilla para demandar de nuevo mi atención y girarme la cabeza—, Jasper que...

—Dame una razón para no tragarte la boca en este momento.

Fue cuando dejé de respirar.

De pronto sentí el aire de finales de invierno golpearme la espalda y por primera vez en todos mis años de animadora, me pareció que me sobraba el uniforme.

Madre de Cristo.

—Pero que...

—Si no quieres darme explicaciones, porque comprendo que no debes hacerlo y no es tu obligación, entonces dame motivos para no actuar como un animal territorial —Jesucristo, este hombre lo juraba por Dios—, y demostrarles a todos estos estúpidos que eres mía.

Que yo soy...

Ya se iba a enterar este tipo.

Ladee la cabeza al mismo tiempo que una sonrisa coqueta comenzaba a tomar forma en mi rostro.

No, ni de coña.

A mí no me iba aplicar la de perro orinón rabioso, que no hacía más que pelear por su poste marcado.

No iba a negar que me gustaba.

Por supuesto, me encantaba, pero hasta que al tipo no se le ocurriera decirme lo que sentía con verdaderas palabras, no iba a doblar la manita así de sencillo.

Igual estaba pidiendo demasiado, para ser justa con él, yo tampoco le había dicho nada directamente.

¿Pero ceder ante él? ¿Perder en su juego? No, primero me cortaba una teta.

—No tienes permitido besarme.

—¿Según malditas quién? —preguntó en un gruñido para después fruncir el ceño y acércame más.

No quería pensar en que me estaba tocando.

Porque entonces sería capaz de desmayarme.

Sus manos eran gigantes, apostaría todo el dinero que tenía en el banco, que era capaz de recorrerme toda la cintura completa con ambas.

Tragué saliva pesadamente pero disimulándolo como una campeona.

—Según tu —respondí rozando mi nariz con la suya para después rematar diciendo—, y la regla que añadiste a tu maldito reglamento de equipo.

Me quité bruscamente y me puse de pie para alejarme de una buena vez.

Necesitaba apartarme de ese chico.

No era el único que quería tragarle la boca al otro, Jesucristo, me enviarían al infierno sin pestañear si me atrevía a mentir al respecto.

Pero tampoco quería que sucediera en el colegio.

Deseaba con todas mis fuerzas poder decirle que me gustaba. Quería confesarle que no podía permanecer más tiempo diciéndole al mundo que solo éramos mejores amigos, porque yo había dejado de verlo como uno desde hacía tiempo.

Estaba tan hipnotizada por él, por su forma de ser, por sus ojos, por su voz, por su rostro, por todo lo que representaba...

Pero las cosas buenas tardaban su tiempo, y no nos convenía precipitar las cosas. Él dijo que me lo demostraría.

Entonces le permitiría hacerlo.

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