✺ Capítulo 16 ✺
"La familia Henderson"
Right Here - Chase Atlantic
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Mallory:
Fácilmente pude desmayarme allí mismo. Al pie de las malditas escaleras, solo para recordar que, si estuviese a punto de caer, el estaría allí para sostenerme.
Porque podía no estar segura de la mayoría de las cosas en mi vida, de lo que sabía y me faltaba aun por saber, pero de que él jamás me dejaría caer, no entraba en esa categoría.
Todo con Jasper era seguro.
Pero no de la clase de seguridad a la que te aferrabas porque era lo único que conocías. Sino la del tipo que, no importaba cuantas nuevas experiencias estuvieras a punto de vivir, a su lado, el miedo desaparecía.
La ansiedad cedía, la mente se me organizaba, y de pronto, años y años de pensamientos intrusivos se callaban.
¡Maldita sea!
¿En qué estaba pensando?
Muy valiente la señorita retando a su mejor amigo, como si no tuviera ya suficientes problemas.
¿Qué carajo había hecho?
Y es que, por más que lo pensaba, no comprendía en qué momento las cosas se me salieron tan rápido de las manos.
Yo puedo decirte el momento exacto.
En un instante estábamos hablando de cosas serias. Creí que él se abriría conmigo, estaba lista para hacerlo también, en serio me sentí preparada. Y de la nada, pareció que toda la habitación comenzó a arder en llamas.
Pero de esas incontrolables que los bomberos simplemente ven con pesadez desde afuera, porque no existía cantidad de agua suficiente para apaciguarlas.
No me podía mentir, el agarre de sus fuertes dedos bajo mis piernas me calentó al punto en el que estuve a dos segundos más, de quedarme sin bragas.
La tela no era aprueba de presuntuosos de ojos azules cuya forma de retarme siempre me llevaba la borde del abismo, eso me quedó muy claro.
¡Jesucristo! Debía ser ilegal ese hombre.
En la biblia llamaban a las tentaciones pecados, seguro que si a esas alturas, su nombre aún no estaba en el número uno, convocaría hasta al mismísimo obispo para discutir su mención honorífica en los pecados capitales.
Jasper El pecado Henderson, no sé tú, pero a mí me encanta como suena.
¡Carajo! A mí también.
—¿Sigues pensando en mí? —El sonido de su voz ronca llegó como una ráfaga de aire caliente y denso, que me atravesó el cuerpo lanzado vibraciones por todos lados. El cabrón era un vibrador de carne y hueso—, seguro que sí.
Su risa silenciosa me erizó la piel, y la temperatura de su pecho tan cerca de mi espalda, no hizo más que pulverizarme los pulmones.
¡Necesitaba tranquilizarme!
No podía perder así, no lo iba a permitir.
Sería una vergüenza, y lo peor del caso, era que perder no me parecía tan jodido, como saber lo mucho que tendría que aguantar su alardeo. Porque era presumido hasta las bolas.
Lo divertido era que, Jasper Henderson no estaba preparado para mi yo jugador.
Ni en un millón de años.
—No hablo con tipos que me monopolizan sin mi permiso.
—¡Vamos! ¿Lo dices en serio?
—No hablo con traidores.
—Rockstar... —Se escuchó derrotado, pero antes de siquiera poder hacer algo más, las puertas gigantes color blanco de la entrada, se abrieron de golpe, ocasionando que pegáramos un respingo.
Una diminuta figura de cabello largo, entró disparada hacia donde estábamos nosotros y se lanzó hacia al tipo de casi dos metros, que me causaba arritmias cardiacas.
Me alejé un poco, solo para ver a la chica y a Jasper, botados en el suelo; él abrazándola como si fuese el mejor regalo que le hubiesen dado nunca, y ella gritando como si estuviera en presencia de su persona favorita.
Esa debía ser Roberta.
A menos que no, en todo caso, no entendería nada de lo que estaba pasando.
—¡Oh mierda, Ronnie! —dijo Jasper como si le faltara el aire y confirmando que era su prima, gracias al señor—, ¿Por qué carajo siempre entras así?
—¡Cállate, cállate! —ordenó ella alejándose un poco mientras él le daba un beso tronado en la frente—, no tienes ni idea de lo mucho que te extrañé. Es qué ¡Mírate! ¡Mírate Yaz! Estás guapísimo.
—¿Verdad?
—¡¡Pero por supuestísimo que sí!! —Roberta volvió a jalarlo para abrazarlo, y solo estuve consciente del sonido de sus risas juntas.
La de ella era melodioso y delicada, mientras que la de Jasper era un poco grave y silenciosa.
Sonreí sin pensarlo.
—Las malas mañas nunca se van —Un hombre joven quizá de unos treinta y pico, entró seguido de otro, un poco mayor, ambos eran muy, muy atractivos. El primero tenía los ojos azules, como Jasper, y el segundo verdes musgo—, Roberta, párate del piso, pareces una chamaca de cinco años.
—Déjala en paz —contestó Jasper poniéndose de pie, pero sin soltar a su prima a quien ya cargaba. Roberta se acomodó sobre su pecho y cruzó las piernas detrás de la cintura de él para estabilizarse—, ella me ama, cosa que dudo sienta por ti.
—Chinga tu madre, Jasper.
—La tuya, pendejo. —contraatacó mi mejor amigo.
—¡Hey! Ese vocabulario señoritos —Su abuela salió de la nada, y solo pude retroceder aún más para no interferir en la reunión.
—Abuela —dijo el de los ojos azules, tenía el cabello oscuro, casi pegándole al negro, y unas cejas pobladas muy llamativas. Era de piel apiñonada, casi morena, y, sí, era muy bien parecido—, ¿Cómo está?
—Pues hasta antes de que llegaran, sola y tratando de no matar a tu tío, pero viva, gracias a dios.
—¿Por qué siempre tiene que mencionar que sigue viva? —preguntó el de ojos verdes, ese se parecía mucho más a Jasper físicamente, aunque tenía esta complexión de persona que no salía del gimnasio y semblante imperturbable.
No sabía a qué se dedicaban, pero vestían camisas y pantalones de vestir, todo pulcro y sin ninguna arruga.
Nada como Jasper, a quien no podía ni imaginar en traje, aunque la imagen mental fuese demasiado buena.
¿Cómo luciría formal y de negro? Seguro que mis ovarios jamás estarían preparados para presenciar algo así.
—Porque no soy eterna —dijo la abuela—, Roberta, bájate de Yaz y ven a abrazarme, hazme ese favor.
Roberta dejó a Jasper de lado, solo para correr hacia su abuela quien la apretujó como muñeca de trapo.
—¡No puedo respirar!
—Mal por ti, llevo meses sin verte, te aguantas —Jasper y sus primos rieron a costa de Roberta, que parecía a dos segundos de desmayarse por la falta de aire—, es que... estás tan grande Ronnie, ¿En qué momento te convertiste en una señorita?
—Tiene la estatura de un gnomo del bosque, abuela —añadió el de ojos verdes—, no le mientas.
—Dejen a su hermana en paz.
—Sí, déjenme en paz —contestó ella mostrándoles la lengua, haciéndome reír.
Pero no fui lo suficientemente discreta, porque la atención se desvió hacia mi cuerpo enterrado en una esquina, que creí me haría pasar desapercibida.
La casa era enorme, ¿Por qué carajo había tanto eco? No tenía ni puñetera idea.
—¡Oh! Veo que Ronnie no mentía, en serio trajiste a una chica. —dijo el de ojos azules, observándome con una ceja arqueada.
—¡Eres guapísima! Mi tío envío una foto tuya, pero te juro que creí que me estaba engañando, era imposible que Yaz tuviese a alguien tan precioso a su lado. —añadió Roberta genuinamente sorprendida.
—Bueno, gracias, Ronnie. —contestó Jasper rodando los ojos.
—Por nada.
—Descuida, incluso él a veces sigue sin creer que existo. —respondí picando un poco más la paciencia de mi mejor amigo.
Me golpeó el costado levemente con el codo, mientras me escrudiñaba con la mirada. Le lancé un beso, burlona.
—¡Vamos cabrón! ¡Es de las nuestras! —gritó el de ojos azules partiéndose de la risa.
—Ya era hora de que alguien viniera a poner en su lugar a este wey —contestó el de ojos verdes, acercándose para besarme la mano—, Camilo, pero tú puedes llamarme como desees.
—Cami, puede ser tu hermana menor. —dijo el padre de Jasper rodando lo ojos mientras bajaba las escaleras para unírsenos.
—Pero no lo es. —respondió lanzándome un guiño haciéndome reír.
—Y yo soy Valerio —añadió él otro reverenciando un poco la cabeza, casi me desmayo, casi—, el guapo, exitoso e inteligente de la familia.
—¿Inteligente? —preguntó Roberta—, no sabes ni usar un lavavajillas Val, deja de mentir.
—En mis tiempos ocupabas jabón y una puta esponja, no es mi culpa que me hayan educado en un rancho.
—No, esa es culpa de tu madre —añadió la abuela rodando los ojos—, estos son mis nietos mayores Molly, ¿Verdad que todos son muy guapos?
Asentí un poco nerviosa, y seguro que roja como una maldita cereza.
¡Mierda, mierda!
¿Esta era una presentación familiar? ¿De las del tipo formal? ¿De las que hacía una persona cuando otra es lo suficientemente importante como para que las personas más importantes de su vida la conocieran?
¡Carajo! Iba a matar a Jasper, no venía vestida para la ocasión.
—Ella es Mallory, mi mejor amiga. —contestó el aludido entonces.
Valerio y Camilo se carcajearon, provocando que mi presuntuoso favorito rodara los ojos y se acercara un poco más, hasta que nuestros hombros se rozaron.
Disparé una ceja al cielo, para que supiera que su intento de contacto no se me pasó.
—No dije ningún chiste.
—¿A sí se les dice ahora? —preguntó Camilo arqueando una ceja—, ¿Cómo es qué las llamaba el abuelo?
—Querinovias —añadió Valerio—, así les decía.
Tanto sus primos como su padre rieron a costa del cabreo que parecía Jasper intentaba controlar, yo no tenía ni idea de que hablaban, por lo que no reaccioné.
No hasta que la pequeña chica de ojos verdes, y pómulos redondos, captó mi atención y me miró de arriba abajo.
No fue una repasada que me hiciera sentir incomoda, aunque no evitó que los músculos de los hombros se me tensaran al grado en el que tuve que subirlos un poco.
Sabía que Roberta era importante para Jasper, quizá no me lo había dicho verbalmente, pero por cómo se saludaron tampoco hizo falta.
Quería agradarle.
Sabía que yo no era de la clase que los padres amaban. Siempre era demasiado callada, nunca me sentía realmente cómoda y se notaba, porque tampoco sabía cómo disimularlo.
Estaba al tanto de que los padres de Mark no me odiaban, pero creía que siempre esperaron más para la pareja de su hijo menor.
Su hermana mayor en cambio... bueno, a ella si le caía pésimo, aunque nunca entendí por qué razón, y tampoco me importó.
Pero con la familia de Jasper...
Al menos sabía que ya tenía ganada a su abuela y a su padre. Suponía que al menos era un avance.
—¡Dios! Son insoportables —dijo Roberta rodando los ojos, mientras se acercaba y yo perdía la función de la lengua—, no les hagas caso Mallory, tienen una neurona, y a veces parece que se les descompuso.
—¡Más respeto a tus hermanos mayores señorita! —ordenó Valerio.
—Es una irrespetuosa, Tita, si tan solo supieras cómo nos habla en casa. —confesó Camilo apoyando la cabeza en el hombro de su abuela, que lo miraba con una ceja arqueada—. Es una grosera.
—Mi niña no es ninguna grosera. —contestó ella apartando el hombro para que la cabeza de Camilo colgara en el aire, y provocara la risa de Jasper a mi lado.
Le extendí la mano a Roberta, que parecía ansiosa por la cercanía tanto como yo, pero al percatarse del gesto, lo ignoró y en cambio me sumergió en un abrazo que al principio me incomodó.
No estaba muy acostumbrada —o nada—, a las muestras de afecto físicas.
No es que mis padres no mes las dieran, por supuesto que lo hacían, pero era muy extraño que personas aparte de ellos lo hicieran.
Así que le regresé el abrazo lo mejor que pude, esperando que no me creyera una grosera.
—¡Lo siento! —dijo cuando se apartó—, soy alguien de abrazos, pero si no te gustan lo comprendo.
—No, no te preocupes.
—Roberta, ya la incomodaste —murmuró Valerio, y la pequeña muñeca en carne y hueso, me miró mortificada.
Era guapísima. De las chicas más hermosas que hubiese visto jamás en la vida.
—No, no, no —Me apresuré en decir—, no es cierto, solo me tomaste por sorpresa.
—Es educada, no te va a decir que fuiste intrusiva —añadió Camilo, y no supe si fue por lo poco que estaba acostumbrada al mecanismo de hermanos, porque yo era hija única, pero me dieron ganas de meter a Roberta, quien se encontraba roja como un tomate, en una cajita y jamás sacarla.
No parecían hablar en serio, se veía como una broma para meterse con su hermanita, pero por suerte, yo no era su hermana, y mucho menos alguien tímida.
—Son unos idiotas —murmuró Roberta—, Mallory yo...
—¿Sabes lo que dice mi madre como mantra? —Le pregunté ganándome su curiosidad, por el rabillo del ojo, vi a Jasper agachar la cabeza para intentar no reírse antes de tiempo—, que la decisión más horrible de la vida, fue darles derecho a opinar a los hombres.
Jasper lo perdió y comenzó a partirse la caja, sus primos me observaban con las bocas abiertas, su abuela río a lo abajo, su padre se tapó la boca para enmascarar la sonrisa, y Roberta me miró asombrada.
—Tu... —murmuró mientras me tomaba la manos—, eres mi nueva mejor amiga, mi ídolo ¿Sabes cuando fue la última vez que mis hermanos se quedaron sin nada que decir?
—Jamás —murmuró Jasper limpiándose las lágrimas que la risa le habían provocado—, ¡Dios! Rockstar, eres una maravilla.
—¿A qué les dije que les iba a encantar? —preguntó la señora Lorena lanzándome un guiño.
—Yo... —Valerio intentó hablar, pero lo único que le salió fue nada, Roberta se acercó a su hermano para cerrarle la boca y palmearle el pecho.
—Ni lo intentes, te mató.
—Pero es que... —intentó añadir Camilo, pero de nuevo, nada.
—¿Decían algo sobre ponerme en mi lugar? —preguntó Jasper—, porque creo que acaba de hacérselos a ustedes.
—Esto no se quedará así Mallory —añadió Camilo con los ojos entrecerrados—, vamos a ganar la siguiente.
—Esperaré, sentada, ya saben, por eso del cansancio.
Todos volvieron a reír, y la tensión y nerviosismo que sentí al principio, desapareció.
Nos encontrábamos sentados alrededor de la mesa del comedor principal, en donde Jasper me comentó, solo comían cuando venían sus primos o en las festividades.
Todavía no lograba asimilar que Jasper fuera de clase alta.
Y no porque me desagradara, en realidad me importaba un pepino, pero por como actuaba en Weston...
Su alma era Sur. Era libre, no le importaba decir lo que pensaba y plantarse ante las injusticias. Era popular porque era gracioso, guapo, talentoso, pero no tenía la pinta de agrandado ni de bullie.
Por muy cliché que sonara, no era el típico estereotipo del chico dorado de la preparatoria.
Nada más pensar en lo que había pasado... en lo que tuvo que vivir.
Al ver sus antiguas fotos en su vieja habitación, pude ponerme a llorar tan solo por reconocer lo cambiado que estaba.
Me hubiese gustado conocer a su antiguo él.
No conocía a las personas que lo habían llevado a creer que su antiguo yo necesitaba ser olvidado de la faz de la tierra, y esperaba jamás encontrármelos, porque no sería para nada amistosa, y probablemente les rompería la nariz sólo de verlos.
Quería saber todo... quería recompensarle las palabras de aliento que tanto acostumbraba a darme cuando creía que todo era demasiado. También quería ser un apoyo para él, pero comprendía que, aunque lo mío estaba jodido, lo de él venía de otro lado.
Eran problemas diferentes.
A él, sus cicatrices lo hicieron valiente, fuerte, listo, más intrépido, mucho más confiado.
A mí... me tumbaron, aparecieron en el peor momento de mi vida, hicieron que recordara que estaba en la mierda y que, desgraciadamente, podía estar mil veces peor.
Es que no eran ni remotamente iguales, pero, que compartiéramos el mismo sitio como nuestra mayor inseguridad... fue... mágico.
Si es que eso tenía algún gramo de sentido.
—Cuéntanos Molly —Roberta estaba sentada justo al otro lado, enfrente, me sonreía y me miraba con añoranza, era tan tierna, comenzaba a entender por qué Jasper era tan sobreprotector con ella—, ¿Cómo se conocieron?
Jasper estaba parado a mi lado, desenvolviéndome un tamal que yo no tenía ni idea de que se necesitaba quitarle la hoja para comerlo. Qué bueno que se ofreció a ayudarme, hubiera muerto de la vergüenza si lo partía con todo y hoja y así me lo tragaba.
Me explicaron que había dos tipos, esos, que eran estilo Veracruz, con las hojas de plátano verdes, y los otros, que eran más bien con hojas de maíz.
Su abuela dijo que el estilo Veracruzano era mejor, y le creía, ella sabía de qué hablaba, yo no tenía ni idea de nada sobre México, menos sobre la comida típica, pero cada vez me llamaba más la atención.
—¿Quieres que lo cuente yo? —Le pregunté a Jasper al tiempo en el que se llevaba un dedo a la boca para chuparse un poco de la salsa roja que le quedó allí.
Tragué saliva pesadamente, me miró, y la sonrisa de lado, casi imperceptible, que mostró, me dio a entender que se había dado cuenta de en donde se encontraban mis ojos.
¡Carajo!
—La verdad es que yo la cuento mejor —respondió él mirando a su prima—, chocó conmigo.
—¿Chocaron? —preguntaron todos al mismo tiempo.
—Sí, no sabe cruzar la calle, creo que se le olvida que los semáforos existen.
—¡Fue solo una vez! —contesté—, y no fue mi culpa, no tenía idea de que había una ciclovía allí.
—Rockstar, ¿Conoces el nombre de esas dos cositas que tienes en la cara que sirven para, no sé, ver? —preguntó golpeándome la nariz con el dedo—, sirven para que conozcas tu entorno.
—Ja, ja, chistoso —Desvié la mirada de su rostro, por mi bien, y me enfoqué en Roberta—, vivo en Clever, al Norte de Weston.
—¡Se donde es! —dijo Camilo llamando mi atención—, hay un lago ¿Verdad?
—Sí, aunque es de aguas negras, apesta horrible —respondí arrugando la nariz—, yo iba camino al bar del mejor amigo de mi padre, suelo trabajar allí en vacaciones, para salir un poco de la rutina.
—¿Y tus padres? —preguntó Valerio.
—¡Oh! Mi madre es abogada en un buffet, y casi siempre está ocupada, y mi padre es policía, así que también tiene muy poco tiempo, solo nos vemos a la hora de la cena.
—Lamento escucharlo cariño —dijo su abuela al otro lado, regalándome una sonrisa comprensiva—, tiene que ser difícil.
—La verdad es que no mucho —confesé—, desde muy pequeña mis padres me inscribieron en demasiadas actividades después de la escuela para que no sintiera tanto la soledad, y funcionó.
—Rockstar es la capitana de porristas del equipo Norte, Tita —añadió Jasper—, han ganado premios y varias competiciones, es genial.
—Lo es —contestó su padre lanzándome un guiño—, tuve la oportunidad de verla en el partido pasado de Yaz.
—¿Eres porrista? —preguntaron los hermanos de Roberta con la boca abierta.
Me sentí orgullosa.
Amaba ser porrista con mi alma, era mi más grande pasión y lo que me mantenía todos los días despierta. Sabía lo mucho que nos había costado como equipo, formar el legado que estábamos a punto de dejar en manos de la nueva generación, y era gratificante saber qué años y años de esfuerzo, habían valido la pena.
Estaba cumpliendo mi sueño, y si conseguía unirme a un All Star... con solo pensarlo se me erizaba la piel.
—¿Es que hay algo que esta mujer haga mal? —preguntó Ronnie—, eres como mi modelo a seguir Mallory.
—¿Practicas algún deporte? —Le pregunté, mientras partía un pedazo de tamal y me lo llevaba a la boca.
La mirada de expectación y el silencio que se apoderó del salón, mientras la familia Henderson esperaba mi reacción, fue de caricatura.
Pero al sentir el juego de la masa, junto con la salsa y la carne fue...
—¡Dios! —dije tapándome la boca—. ¡Esto está buenísimo!
—Aprobada. —dijo Valerio.
—Está adentro. —contestó Camilo.
—Nos la quedamos. —añadió Roberta.
—Ya es nuestra. —respondió la abuela.
—Que se cambie el apellido de una vez —dijo el padre de Jasper mientras todos los demás aplaudían y yo comenzaba a reír.
—¡Ay! Es que son unos exagerados —murmuró Jasper rodando los ojos—, no les hagas caso, el tema de los tamales es algo serio para ellos.
—También lo es para ti baboso —respondió Roberta—, y contestando a tu pregunta Molly, sí, juego al hockey.
—¿En serio? —pregunté asombrada—. ¡Eso es genial Ronnie! ¿Cómo es? ¿Es estupendo? ¿Es un equipo solo femenil?
Ella soltó una risita tímida, y se puso colorada de las mejillas, sus hermanos, ambos, le dieron un beso tronado en cada mejilla.
—Juega en un equipo de varones —añadió Camilo, mirando a su hermanita con orgullo—, y no son ni remotamente tan buenos como ella.
—Nash si lo es —confesó Roberta—, Nash es mi mejor amigo, Molly, él fue el que me convenció de hacer las pruebas hace un año, cuando recién llegué al país.
—Es un buen chico —dijo Jasper—, pero no tan guapo como yo.
—¡Eres un presumido! —contestó ella rondando los ojos—, y la verdad es que a los dos los veo horrendos.
—¡Ay no! —respondió la abuela—, Nash es un encanto, Molly, pero Jasper es más bien varonil.
—Gracias abuela.
—De nada cariño.
—Oigan, yo si quería que terminaran la historia de como conociste a este pendejo —añadió Valerio—, entonces ¿Lo pateaste? ¿Qué hiciste cuando chocó contigo?
—¡Yo no choqué con ella! —añadió Jasper en un grito—. ¿Por qué no me crees?
—Porque eres gigante wey, las personas así de altas son naturalmente torpes.
—Camilo, eres igual de alto que yo.
—Pero yo soy Doctor, tu no, así que cállate.
Al parecer tanto Camilo como Valerio eran médicos. Camilo era cirujano plástico, y Valerio era medico deportivo. Ambos muy talentosos según contó su abuela, y de nuevo, le creía.
Ojala me revisaran a mi...
Amén.
—Pues... sí, Jasper tiene razón, aunque no se si cuente como un choque, el me jaló para que no me atropellaran, y me caí al suelo llevándomelo conmigo —La mesa comenzó a reír de nuevo—, me di cuenta de que algo estaba mal cuando no me pude poner de pie al instante.
—¿No te sacó el aire? —preguntó Roberta mortificada.
—No, pero si me miró la entrepierna.
—¡Jasper! —grité con los ojos muy abiertos—. ¡Eso no es cierto!
—Pero claro que lo es —contestó con una sonrisa traviesa—, cuando le extendí la mano para ayudarla a ponerse de pie, me miraba la...
—¡Jasper! —gritamos las tres mujeres al mismo tiempo, escandalizadas, mientras su padre, sus primos y él, se partían de la risa.
Para ese punto de la conversación, no sabía en que pozo sin fondo tirarme, pero sentía las mejillas al borde de la ebullición por lo calientes que las tenía.
¡Maldito Jasper hablador! Me las iba a pagar en cuanto llegáramos a Weston.
—No estoy diciendo mentiras, así que no me mires con esa cara —respondió—, después, me llevó a un callejón oscuro.
—¡No mames! —gritó Valerio sin dejar de reír.
—Hermano te lo digo en serio, temí por mi virginidad inexistente.
—¡Oh por dios ya cállate! —chillé cubriéndome la cara con las manos—. ¡Eso no fue así!
—¿Acaso no me llevaste a un callejón oscuro?
—Pues sí pero...
—¡Uy Mallory! No te estás ayudando mucho —respondió Camilo.
—Pero es que yo...
—¿Qué pensaste wey? —Le preguntó Valerio—, hoy cena pancho, seguro.
—¿Quién iba a ser yo para negarme? —respondió el imbécil que tenía a lado.
—¡Mierda! Esto es buenísimo —murmuró Camilo—, quien fuera Jasper en un callejón oscuro con Mallory.
—¡Es que eso no fue así! —respondí al borde del colapso nervioso—, eres un baboso Henderson, al menos yo no le prohibí a mi escuadra acercarse a ti porque no podías soportar que tus compañeros me quisieran tirar le rollo.
—¡No te pases de verga! —gritaron Roberta, Camilo y Valerio al mismo tiempo, mientras Jasper cerraba la boquita, y se intentaba camuflar con la silla del comedor.
Merecido se lo tenía.
—¿Hiciste eso? —Le preguntó su padre intentando mantenerse serio, no le estaba saliendo muy bien.
—Claro que no.
—Por supuesto que sí —respondí lanzándole una mirada cargada de venganza—, resulta que mantenerse lejos de mí, forma parte del reglamento del equipo.
—¡No! —gritó Roberta partiéndose de la risa junto a su abuela.
—Jasper sabe cómo cuidar lo suyo —dijo su abuela negando con la cabeza sin dejar de reír—, que... ingenioso.
—¡Que yo no hice tal cosa!
—¡Claro que lo hiciste!
—Bueno, ahora sabemos que Jasper es del tipo posesivo —añadió Camilo llevándose una servilleta de papel a los ojos, para limpiarse las lágrimas—, en mi rancho te dirían toxico, pero este no es mi rancho.
—¡No soy toxico! —respondió rodando los ojos—, y no hice tal cosa, solo dije que...
Y cerró la boca abruptamente, metiéndose un trozo gigante de tamal.
Nunca quise tanto ser un tamal, como en ese momento.
Roberta, su abuela y yo, lo miramos con sonrisas cómplices.
—¿Solo hiciste, qué, cariño? —preguntó su abuela.
—Si Yaz, cuéntanos —añadió Roberta.
—Anda, seguro que tu explicación es buenísima —dije al tiempo en el que le pellizcaba la mejilla y se quitaba de golpe, mirándome como si estuviera planeando mi muerte.
Bueno, moriríamos al mismo tiempo entonces.
—Las tres, pueden perderse en un bosque tomadas de la mano —murmuró entre dientes, y de nuevo, todos comenzamos a reír por su evidente mal humor.
La había pasado tan bien con la familia de Jasper, que cuando llegó el momento de despedirme, casi me pongo a llorar.
Roberta si lo hizo.
Prometimos que nos escribiríamos cada tanto, he igual intercambié números con sus primos, ellos alegaron que nunca estaba de más por cualquier emergencia, y estuve de acuerdo. Su padre dijo que podía ir a verlos cuando quisiera, y su abuela me preguntó si no quería irme a vivir con ella.
Estuve tentada en aceptar la oferta.
Cuando estuvimos fuera de mi departamento, Jasper parecía genuinamente incomodo, sabía que conversación le rondaba por la cabeza, así que solo me recargué en el marco de la puerta y crucé los brazos.
—Lo siento —murmuró—, yo... se supone que no te enterarías.
—¿Eso es una disculpa, Henderson? —pregunté arqueando una ceja.
—Mallory —Se acercó y me tomó ambas manos, permaneció con la cabeza gacha hasta que lo escuché soltar un suspiro y la alzó solo para que me diera cuenta de que tenía las pupilas dilatadas, ¡Madre del amor hermoso! Que guapo era—, no me voy a disculpar. Conozco al equipo y se... sabía que se aprovecharían de tu ruptura, no quería que nadie te hiciera sentir incomoda, así que no, no lo siento.
—¿La regla también aplicaba para ti?
—No.
—¿Y hay alguna razón en especial? —Volví a preguntar, lo vi con la intensión de desviar la mirada, así que le solté una mano y lo tomé de la barbilla para obligarlo a verme—, contesta.
—Rockstar...
—Quiero oírlo Jasper.
—No, no quieres.
—Te estoy diciendo que sí.
—Créeme, no quieres.
—¿Por qué eres tan malditamente necio? —pregunté soltándolo y entrando a mi casa, frustrada.
Quizá estaba confundiendo todo. Quizá las señales que creí ver sobre nuestra amistad convirtiéndose en otra cosa, no eran reales y solo me las imaginé.
Pero... no tenía sentido.
Porque había algo dentro de mi pecho, que me indicaba que las cosas habían dejado de ser amistosas desde hacía varias semanas.
Quería que lo dijera... quería que me lo confirmara, para no creer que estaba loca.
Y quizá también para admitir, que no me molestaba en lo absoluto que mantuviera a su compañeros alejados, porque del único del que quería atención, era de él.
—Mallory, es más complicado que esto.
—De acuerdo.
—¿Te vas a enojar? ¿Me estás jodiendo? —preguntó, giré el cuerpo para estrellarme con su ceño fruncido, así que arremedé el gesto.
—No estoy enojada.
—Sí, el humo que te sale de las orejas me lo estoy imaginando.
—Pues eso espero, porque no soy una jodida caricatura.
—Mallory.
—Henderson.
—¡Aghhh! Deja de llamarme así.
—Ese es tu apellido.
—¡Mallory, ya! Te estás comportando como...
—¿Cómo qué, Jasper? —pregunté ya cabreada—. ¿Exactamente como qué? ¿Como una persona que merece una maldita explicación real? No me iba a acercar a tu maldito equipo, jamás lo hubiera hecho, no hasta que decidiste prohibírmelo, al parecer.
—¡Yo no te prohibí nada! Tu tenías la libertad de hacer lo que quisieras, y eso hiciste ¿No es cierto? —preguntó negando con la cabeza—, ¿O acaso no llevas coqueteando con Izan desde que terminaste con Mark?
¡Oh carajo!
Él estaba...
Yo creo que sí...
Arqueé una ceja y sonreí de lado entonces.
—¿Eso acaso son... celos, Jasper?
Se quedó callado y dio media vuelta, pero fui lo suficientemente rápida como para tomarle el brazo y jalarlo hasta que su pecho se estrelló contra mí.
Bajó la mirada lentamente, hasta encontrarse con la mia, y cuando subió la mano para acomodarme un mechón de cabello detrás de la oreja, dejé de funcionar.
Sentí como me convertía en papilla lentamente bajo su tacto; tan delicado y preciso que pude haberme desmayado. Nuestras respiraciones comenzaron a acelerarse a medida que nuestros rostros se quedaban sin espacio para acercarse.
La forma en la que me miró, como si nunca quisiera apartar sus ojos de los míos... me sentí tan hipnotizada.
¡Carajo! Me estaba enamorando de mi mejor amigo.
—¿Acaso tengo que ser más obvio? —preguntó en un susurro, mientras desviaba la mirada un milisegundo para observarme los labios, me pasé la lengua instintivamente, y cuando me percaté de la forma en la que tragaba saliva, quise desmayarme—, me estoy cagando de los celos, Mallory, no tienes ni puta idea de cuanto odio que se acerque a ti.
Soltó un suspiro, y el olor a menta me invadió las fosas nasales.
—Y estoy jodido por ponerme celoso de mi mejor amigo, pero me importa una mierda Mallory, me interesa un carajo, porque no tolero que le des atención, no soporto que le sonrías cuando podrías sonreírme a mí.
—Entonces haz algo Jasper, porque no soy adivina.
—¿Me lo estás diciendo en serio? —preguntó mientras parpadeaba perplejo—, jodeme, Mallory ¿Lo estabas haciendo para cabrearme?
—Eso ya lo sabías —dije mientras me alejaba de él y me acercaba a la puerta—, pero supongo entonces que ninguno fue lo suficientemente obvio.
—Rockstar... —Se acercó de nuevo y me tomó el rostro con ambas manos, intenté apartarme, pero el mantuvo el agarre—, dime que lo haga, suelta la rienda, dime que eso es lo que quieres. Dime que quieres intentarlo tanto como yo, dime que no me lo estoy imaginando.
—¿Quiero qué exactamente? —pregunté ansiosa, sabiendo de sobra que me arrebataría las palabras de la mente como siempre.
—Eso es lo que quieres... —murmuró con los ojos clavados en los míos, diciendo nada, pero a la vez, todo—, pues eso te daré.
Y salió por la puerta mientras yo me desplomaba en el sillón y me llevaba el cojín a la cara para gritar.
¡Mierda santa!
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