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Capítulo único


—¡Ah, la música! —dijo enjugándose los ojos—.
¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí!

J. K. Rowling – Harry Potter y la piedra filosofal.


En un mundo donde la tecnología había avanzado al punto de realizar viajes suborbitales, cualquier persona pensaría que el hecho de que dos almas gemelas se encontraran era algo de todos los días. Sin embargo, no era así. Que dos destinados se encuentren era tan raro que las personas pensaban que era un mito. Solo los más románticos seguían creyendo en las almas gemelas y aseguraban con fervor que muchas personas habían tenido la fortuna de encontrar a su otra mitad.

Izuku no era uno de esos románticos, pero le gustaban las leyendas y sabiendo el poder de atracción que generaban estas historias las aprovechaba para impartir sus clases de música. En su paso por la universidad había estudiado composición musical, pero al finalizar sus estudios se decidió por la docencia. Sin embargo, lo aprendido no se olvidaba y disfrutaba musicalizar historias fantasiosas. Aunque no tenía una buena voz, sabía entonar, lo que servía para hacer una demo de las canciones que luego interpretaría alguno de sus alumnos en una de las obras escolares.

Hitoshi era el típico profesor serio que al primer encuentro daba miedo a sus estudiantes, pero que luego de varias semanas se notaba que era muy bueno, y aunque fuera estricto con su materia, era de esos docentes que empatizaba con sus alumnos cuando estos se quejaban de otro profesor. Él siempre supo que tenía dos grandes pasiones, las matemáticas y la enseñanza. No tuvo que pensar mucho para decidir seguir ese camino.

Ninguno de los dos sospechaba de las intenciones caprichosas del destino, a quien poco le importaba si la gente creía en él o no. Los dados habían sido arrojados, el destino había hecho su movimiento y ya no había vuelta atrás. Dos almas gemelas se encontrarían una a la otra.

El despertador sonó anunciando el comienzo del primer día de escuela y primer día en su nuevo trabajo. Hitoshi llevaba dos años trabajando de profesor, ese año comenzaría en una nueva escuela. Estaba seguro de que a ningún alumno le haría gracia tener matemática a primera hora de la mañana un lunes, pero así eran las cosas.

Debido a la ansiedad que tenía no había podido dormir bien, lo cual se evidenciaba en su rostro con ojeras y ojos irritados. Gruñó frente al espejo del baño, no daría una buena primera impresión a sus alumnos.

Luego de asearse se dirigió a la cocina para preparar su desayuno, un café para lograr despertar y varias tostadas con queso para afrontar la larga mañana que tenía por delante.

Sus dos gatos, Pelusa y Pompón, se miraban con enojo uno a otro. Parecía que ellos también habían tenido una mala noche.

—No estén discutiendo tan temprano —advirtió a los felinos, pero parecía que lo estaban ignorando porque ni siquiera movieron sus orejitas. Un momento después estaban uno arriba del otro jugando de manera brusca, o eso quería pensar Hitoshi.

Decidió ignorarlos como ellos habían hecho con él y siguió tomando su desayuno.

Una vez terminó con el café y las tostadas lavó la vajilla usada, se despidió de sus mascotas y salió rumbo al trabajo.

Izuku salió muy apurado de su casa, pues, por algún motivo desconocido su despertador no había sonado y se quedó dormido. Por suerte había preparado todo lo que necesitaba el día anterior. No pudo desayunar adecuadamente, pero ya vería cómo se las arreglaba.

Cuando llegó a su trabajo se dijo que el sacrificio había valido la pena, llegó con el tiempo suficiente para pasar por la sala de profesores y firmar el libro de asistencia. Fue recibido por su amigo Katsuki.

—Llegás tarde Deku. —Izuku lo miró con molestia, Katsuki se carcajeó al ver su expresión de enojo. Estaba a punto de responder cuando Denki, el secretario, entró a la sala.

—¡Buenos días Izuku! Si hubieras llegado cinco minutos antes podrías haber conocido al nuevo profesor de matemática.

—Buenos días Denki —respondió con mejor humor—. ¿Qué tal es? ¿Agradable?

—Sí, y muy guapo. —movió sus cejas de arriba abajo. Izuku rio ante el gesto.

—Tu opinión no cuenta, a vos te gustan todos —comentó Katsuki con desdén. Denki lo miró ofendido, pero con las mejillas rosadas, pues algo de razón tenía.

—Kacchan hoy estás muy pesado —dijo mientras miraba a Denki con pena mientras el rubio salía molesto de la sala. Katsuki suspiró, su amigo de toda la vida lo conocía bien.

—Se rompió el calefón. No pude bañarme como siempre, el agua estaba muy fría.

Izuku sintió lástima por los estudiantes, a Kacchan no le gustaba para nada el frío. Iba a estar molesto todo el día. Se dijo que lo mejor era salir rápido de ese lugar, por lo que tomó sus cosas y partió al aula que le correspondía para su primera clase.

La primera hora del día pasó rápido, el comienzo de clases fue muy agradable. Por ser el primer día fue benevolente con la cantidad de tarea que les dio a los alumnos. Sin embargo, no haber desayunado empezaba a pasarle factura, por lo que corrió hasta el kiosco para comprar un jugo. Al menos tendría un poco de azúcar en su sistema. Eso hizo que se retrase para su siguiente clase, se apuró para llegar al salón.

Shinso se había quedado un rato más en el aula de su primera clase, pues, aunque había empezado con un repaso de temas previos, varios alumnos tenían dudas. Aprovechando que el siguiente profesor aún no había llegado se quedó despejando las dudas de sus estudiantes. Pero ya había terminado y se disponía a ir al salón de profesores.

Izuku entró al aula rápidamente, no vio que alguien estaba saliendo, por lo que se dio un fuerte golpe contra otra persona. Cuando levantó la cabeza para disculparse sus ojos verdes se encontraron con un par de ojos violetas que al igual que los suyos se abrieron con sorpresa. En ese momento una melodía suave comenzó a sonar, pero ninguno de los dos lo notó.

Hitoshi pestañeó un par de veces, aturdido por la belleza del chico que tenía frente a él y por la sensación extraña que sintió cuando lo miró a los ojos. Se disculpó y salió rápido del aula. Su corazón latía muy rápido, miró hacia atrás y pudo ver al chico de ojos verdes que todavía estaba en la puerta, mirándolo con los cachetes rosados. Casi se queda sin aire ante esa imagen.

En ese momento se dio cuenta de la música que estaba escuchando, pero le restó importancia, pensando que provenía del salón de música.

Camino rápido hasta la sala de profesores. Durante esa hora no tenía clase, pero en la siguiente sí, por lo que decidió pasar ese rato en el sector que les correspondía a los docentes. Allí se encontró con Denki, quien se preocupó un poco al verlo tan alterado, pero simplemente pensó que se debía a que su primera clase había sido un poco caótica. Por lo que solo le ofreció un vaso de agua que fue bien recibido.

Shinso se dijo a sí mismo que debía tranquilizarse. No entendía por qué había tenido esa reacción al haber chocado con un extraño, pero tampoco debía darle tanta importancia. No sería ni la primera ni la última vez que chocaría con alguien en su vida.

El secretario Denki era muy parlanchín y simpático, por lo que distraerse fue muy fácil en su compañía. Pronto su hora de descanso terminó y se dirigió a la siguiente clase.


Por su parte, a Izuku le fue más difícil concentrarse en sus actividades. Los alumnos ya lo conocían y se habían dado cuenta de su reacción al toparse con el profesor de matemática. Algunos chicos le hicieron bromas diciendo que casi se besaban o que hacían linda pareja. Eso solo había hecho que su sonrojo aumente y aunque sin perder más tiempo inicio su clase, le costó concentrarse.

Había conocido al profesor de matemática del que Denki le había hablado y había podido comprobar que sí era lindo. Sonrió para sí mientras escribía algo en el pizarrón, Kacchan tendría que tragarse sus palabras.

Durante la semana que siguió a su primer encuentro, Hitoshi e Izuku se encontraban seguido en la escuela. Entre clases, en la sala de profesores, en los pasillos. En cualquier parte. Habían sido presentados y también habían hablado algunas veces.

Hitoshi había descubierto que los ojos de Izuku brillaban como estrellas cuando hablaba de música, lo que hacía que todo su rostro brille y que él quiera mirarlo hasta cansarse.

Izuku había descubierto que Hitoshi no era muy hablador, pero era bueno escuchando y siempre lo hacía con una pequeña sonrisa que lo ponía un poco nervioso.

Ambos habían descubierto que cada vez que estaban juntos una suave melodía los acompañaba. Incluso desde antes de encontrarse, haciendo que la expectativa de ver al otro crezca en ellos. Y cuando por fin de veían se sentían felices. Izuku, que era muy expresivo, no podía ocultar esa felicidad. Hitoshi se emocionaba al pensar que a su colega le gustaba su presencia.

El resto de los docentes percibió la química entre ellos, parecía que se conocieran de toda la vida, por lo que no se involucraban mucho en sus conversaciones.

—Me gusta la música que practican tus alumnos —comentó un día Shinso. A Midoriya le pareció un poco extraño ese comentario, pues todavía no habían comenzado a practicar con los instrumentos. Estaba a punto de aclarar ese hecho, pero Shinso siguió hablando—. Sos muy buen profesor Izuku.

El hecho de que Hitoshi lo halague con su pequeña y misteriosa sonrisa y sus ojos violetas brillando hizo que Izuku tenga un cortocircuito. Su rostro se puso muy rojo y su corazón comenzó a latir desenfrenado. Se sintió abochornado y solo pudo emitir un susurro agradeciendo el halago, posterior a eso salió rápido del salón, a pesar de que todavía no era la hora de su próxima clase.

Shinso se quedó mirando la puerta, sorprendido por el actuar repentino de Izuku. Denki entró en la sala tarareando una canción, pero se calló al ver su expresión de sorpresa.

—¿Estás bien?

—Sí. Denki, ¿cómo se llama la canción que está practicando el grupo de Izuku? Quería preguntarle, pero se fue muy rápido.

—Creo que todavía no iniciaron con las prácticas —respondió con un gesto pensativo.

—¿No? Pero hace un rato se escuchaba la música.

—No hay nadie en el salón de música. Además, sería raro que estén practicando y que el profesor no los supervise —comentó Denki con un tono divertido.

Hitoshi se quedó callado, pensando en que tenía razón, ¿pero entonces de dónde provenía la música que escuchaba?

La primera semana de clases había llegado a su fin, volver al trabajo era agotador, Izuku se encontraba acostado en su cama mirando el techo y pensando en los sucesos de los días pasados.

Se había dado cuenta de que cada vez que Hitoshi estaba cerca o cuando estaban a punto de verse comenzaba a sonar esa melodía relajante que lo había acompañado toda la semana. Era una situación extraña. Además, los demás no escuchaban la música. ¿Acaso se estaba volviendo loco?

Con mucha pereza se levantó de la cama para ir al escritorio y buscar en Internet la posible causa de estar escuchando música de esa manera tan rara. La mayoría de los resultados que encontró confirmaban sus sospechas de estar padeciendo una enfermedad mental. Sin embargo, por algún motivo no quería conformarse con esa explicación. Siguió buscando hasta encontrar un foro donde una persona comentaba una situación similar a la suya y mencionaba que así había conocido a su alma gemela.

Eso sí había logrado sorprenderlo. ¿Qué no era un mito? Existían muchas leyendas que hablaban sobre las almas gemelas, no podía ser algo real. Sentado frente a la computadora se detuvo a pensar en Shinso.

No tenía dudas de que Hitoshi le gustaba mucho. Era lindo y agradable. Siempre lo escuchaba con atención y se reía de sus chistes malos. ¡Ni siquiera Denki se reía de sus chistes malos! Hitoshi le había dicho que no importaba el chiste en sí, sino la manera en que lo contaba. Él entendió que le dijo que era divertido y eso lo había hecho sentir en las nubes.

Cada vez que se reía por alguna de sus bromas tontas, sus ojos se hacían chiquitos, pero brillaban como si fueran dos pequeñas luces violetas de un árbol de Navidad. Por otro lado, se sentía cómodo y tranquilo a su lado, aunque quizás la música relajante que siempre oía influyera en eso.

Suspiró con fuerza y despeinó sus cabellos. La búsqueda en Internet no había servido, ahora estaba más confundido que antes. Lo mejor sería salir a caminar para despejar la mente. No entendía que estaba pasando, pero quería dejar de pensar en el chico de pelo violeta por un rato.


Shinso también había aprovechado el sábado para salir a despejarse. Su amigo Neito lo había invitado a tomar algo en la cafetería nueva del barrio. Él aceptó porque su cabeza era un remolino. No podía dejar de pensar en Izuku y en esa melodía que sonaba en su cabeza.

Al verlo tan trastornado, Neito le preguntó por su trabajo. Los adolescentes podían llegar a ser muy intimidantes.

—No es eso —respondió Hitoshi—. Está pasando algo raro —hizo una pausa, temeroso de la reacción de su amigo—. Desde que empecé a trabajar en esta escuela escucho música. Una música tranquila, de piano. Pero lo raro es que solo yo la escucho.

El rubio frente a él lo miraba escéptico.

—¿Y qué es lo que te tiene tan preocupado? Es obvio lo que está pasando.

—¿Me estoy volviendo loco?

—No tonto —respondió Neito con frustración—. Escuchás esa música porque encontraste a tu alma gemela. Seguramente es alguien que conociste hace poco, ¿quién es?

Fue el turno de Hitoshi de darle una mirada escéptica.

—¿Qué decís? ¿Comiste algo raro antes de venir?

—Yo sé lo que te digo. A Setsuna también le pasó.

—No sé quién es Setsuna, pero esas cosas no existen.

—Setsuna existe, es mi prima —acotó Neito mientras comía un macaron. Hitoshi chasqueó la lengua. No tenía sentido que Izuku sea su alma gemela. No existía evidencia científica de tal cosa.

Pero, como si una voz dentro de su cabeza le dijera que no todo podía ser explicado con la ciencia, esa melodía conocida empezó a sonar y él se encontró buscando con la mirada al muchacho de pelo verde que no podía sacar de su cabeza.


Izuku esperaba en la esquina el cambio de semáforo para cruzar la calle cuando comenzó a escuchar esa melodía de piano otra vez. La luz cambió de color indicándole que podía cruzar, pero él se quedó parado buscando a Hitoshi. Pasó un rato hasta que se convenció de que se estaba volviendo loco.

La segunda semana de clases había comenzado y como el lunes anterior, Hitoshi e Izuku se cruzaron al finalizar la primera hora. Aunque ese día se habían visto en la sala de profesores, cuando se cruzaron en la puerta del aula los recuerdos de su primer encuentro invadieron sus mentes. Las sonrisas bobas y las mejillas sonrosadas no se hicieron esperar. Claro que tampoco faltaron las risas burlonas de los estudiantes. Izuku se dijo que se vengaría de ellos dándoles mucha tarea.


La semana transcurrió casi igual a la anterior. Ambos profesores seguían conversando como si se conocieran de toda la vida. La música seguía sonando en sus cabezas cada vez que se veían o que estaban cerca. Aunque ni siquiera llevaban dos semanas de conocerse, ellos estaban habituados a esa melodía que les resulta reconfortante, y escucharla solo hacía crecer su expectativa por ver al otro.

El jueves llegó con cansancio y alivio por ser el anteúltimo día de la semana. Hitoshi terminó la jornada especialmente cansado, pues ese día le tocó trabajar todas las horas sin descanso. Además, un alumno de primer año quería consultarle algo, por lo que tuvo que quedarse un rato después de hora.

Cuando por fin había terminado con todo, se dirigía al salón de profesores para recoger sus cosas e irse a su casa. Caminaba con pereza por el pasillo cuando esa melodía tan conocida comenzó a sonar, pero esa vez era diferente, como si estuviera por fuera de su cabeza.

Esa era la primera vez que escuchaba el piano de esa manera, con energías nuevas caminó rápido siguiendo el sonido. Llegó hasta la sala de música, se detuvo un momento en la puerta. Tragó saliva con nerviosismo y sin hacer ruido abrió la puerta. La imagen que encontró lo dejó anonadado.

Izuku estaba sentado frente al piano, tocando esa melodía que llevaba casi dos semanas escuchando en su cabeza. La luz naranja del atardecer entraba por la ventana dando un aspecto mágico al salón.

Midoriya se veía muy concentrado en lo que hacía, no se había dado cuenta de que alguien lo miraba desde la puerta. Shinso no podía apartar sus ojos de él, estaba embelesado. Izuku parecía una deidad y él un ladrón que lo observaba a escondidas.

—Izuku —susurró tan bajito que ni él mismo pudo escucharse. Pero el piano se detuvo y Midoriya levantó la vista hacia él.

Se quedaron mirando por varios segundos, el tiempo parecía que se había detenido para ellos dos. Sus miradas cargadas de ilusión decían lo que ellos no podían expresar con palabras.

—Esa canción —habló Hitoshi en voz baja— la conozco. La escucho muy seguido.

Izuku no pudo evitar sentirse esperanzado al saber que Hitoshi también escuchaba esa música que solo sonaba en su cabeza. Se levantó del banquito y se acercó varios pasos.

—Yo también la escucho seguido. De hecho, desde que nos...

—¿Qué hacen acá? —Ambos voltearon hacia la voz desconocida que había interrumpido su conversación. Resultó ser uno de los guardias de la escuela—. Ya vamos a cerrar, tienen que irse.

Shinso quería reprocharle por ser tan grosero, pero Midoriya se le adelantó diciendo que estaban a punto de irse. Luego de eso el guardia siguió su camino, dejándolos solos.

—Mejor hablemos en otro lugar —explicó Izuku.

—Está bien, ¿te parece el sábado a las cuatro en Rikido?

—Perfecto.

Un momento después se dirigieron a la sala de profesores. La ansiedad por verse el sábado comenzó a formarse desde ese momento.

El día del encuentro planeado llegó, la ansiedad dio paso a los nervios. ¿Qué debían vestir? ¿Deberían llegar temprano o justo a tiempo? ¿Esto contaba como una primera cita? Si ese era el caso, ¿deberían llevar un regalo?

Izuku se convenció de que no era una primera cita pues hasta el momento estaban desarrollando una relación amistosa. Hitoshi se dijo que llevar un regalo sería algo abrumador, por lo que decidió no llevar nada.

Dado que habían intercambiado números cuando acordaron encontrarse en el café, Izuku le envió un texto a Hitoshi para hacerle saber que lo esperaba en una mesa del fondo. Un momento después llegó el muchacho de ojos violetas, vestido de manera casual con jean y remera. Se veía fresco y guapo.

Mientras esperaban que algún mozo les tome el pedido charlaron de cosas triviales como el clima o sus experiencias durante las primeras semanas de clases. Cuando ya tuvieron sus pedidos, Shinso no tardó en sacar el tema por el que se habían reunido.

—Hace rato estoy escuchando la canción que estabas tocando el otro día.

—Yo también —contestó Izuku—. Desde antes que llegaras.

Shinso asintió dando a entender que con él era igual.

—Sé que esto es raro, pero desde que nos conocimos no puedo dejar de escuchar esa música cada vez que te veo. —Mientras hablaba movía los dedos de manera nerviosa, había entrelazado sus propias manos y las miraba, se sentía avergonzado para mirar a Izuku. Pero él no decía nada, con muchos nervios levantó la mirada hacia él. Izuku lo miraba con un sonrojo importante en los cachetes, y aunque se veía adorable, Hitoshi pensó que lo estaba incomodando—. Perdón, no es que te esté echando la culpa, intento encontrar un sentido a esta situación tan rara.

—No, no pienso eso. Es que yo también escucho el piano desde que nos chocamos en la puerta del salón y al principio pensé que estaba loco. Porque los demás no parecían escuchar la melodía, pero después busqué en Internet y decía que probablemente seamos almas gemelas. Pero yo seguía pensando que estaba loco, hasta que vos me dijiste que conocías la canción y ahora pienso que sí podemos ser almas gemelas, pero no me animo a decírtelo. Aunque ya lo dije...

Shinso lo miraba con los ojos muy abiertos, sorprendido por la rapidez con la que hablaba. Midoriya siempre se veía muy calmado, no se imaginó que podía ponerse nervioso de esa manera.

Al ver que ya no seguía hablando parpadeó confundido. Lo miró con atención, sin dudas se estaba muriendo de los nervios, parecía que iba a salir corriendo en cualquier momento. Sus manos estaban en puños apoyados en la mesa. Se dijo que quería tranquilizarlo un poco antes de que le diera un ataque de nervios. Sin pensarlo más, puso una de sus manos encima de uno de los puños de Izuku.

Como si ese gesto fuera una petición para hablar, ambos se miraron a los ojos. Izuku aflojó su mano de a poco, acomodándola para que se acople con la mano de Hitoshi. Quizás era un momento para decir algo, pero ninguno de los dos podía decir nada. Estaban inmersos en una burbuja donde solo podían mirar los ojos brillantes del otro, sentir sus pieles cálidas y escuchar esa melodía que parecía aislarlos del mundo. Las palabras no eran necesarias en ese momento.

Pero, tal como se rompe una burbuja de jabón, su burbuja de amor se rompió con el sonido de un vaso rompiéndose.

Sin embargo, Hitoshi no permitió que eso lo distrajera de lo que quería decir.

—Yo también escuché sobre las almas gemelas. Realmente no estoy seguro acerca de eso, pero si los dos escuchamos la misma música al mismo tiempo, quizás sea cierto.

—Podemos averiguarlo —comentó Izuku entendiendo las intenciones de Hitoshi quien le regaló una sonrisa pequeña, haciendo que Izuku sienta que iba a morir de amor.


Esa tarde no pudieron hablar mucho, ambos estaban abrumados por las emociones que surgieron al encarar el tema y por estar sumergidos en un ambiente tan íntimo. No importaba que estuvieran en una cafetería con tanta gente alrededor, la música en sus cabezas les permitía concentrarse uno en el otro y olvidarse del mundo.

Luego de haber hablado sobre las almas gemelas y la música, Hitoshi e Izuku se volvieron aún más cercanos. Compartían la hora del almuerzo y al final de las jornadas laborales siempre se esperaban para despedirse.

Denki había notado ese acercamiento y siempre que podía los molestaba. Katsuki le había preguntado a Izuku directamente qué estaba pasando entre los dos. Midoriya le respondió que no pasaba nada, que solo eran amigos, pero Katsuki pudo notar el sonrojo y el nerviosismo al responder. Se dijo que mientras su amigo sea feliz todo estaba bien.

Verse en el trabajo no era suficiente para conocerse e interactuar tanto como les gustaría, por lo que para la tercera semana que llevaban escuchando ese piano incesante en sus cabezas comenzaron a salir en citas.

Cenar juntos después del trabajo, caminar por el parque aprovechando el clima caluroso, una salida al cine que termina con los dos sin recordar la película dado que sus manos se encontraron a la mitad de la función y desde ese momento solo pudieron pensar en lo que bien que sentía tomarse de las manos.

Al llevarse tan bien de manera natural, ninguno tuvo problemas para hablar de asuntos personales. Hitoshi le contó que era hijo único, había sido criado por su padre, ya que su madre murió cuando él era pequeñito y su padre no quiso volver a tener pareja. Izuku sintió que su corazón se estrujaba al escuchar esas palabras.

Se preguntaba cómo era Hitoshi de niño, se lo imaginaba con las mejillas regordetas y siendo el primero de la clase en aprender las tablas de multiplicar.

Izuku le dijo que él también era hijo único, que no tenía una gran relación con su padre porque cuando él era chiquito, viajaba mucho por trabajo y lo veía poco. Pero con su madre se llevaba muy bien. También le contó que conocía a Katsuki desde el jardín de infantes y que durante la pubertad no se llevaban bien, pero que habían superado sus diferencias y ahora eran amigos.

Ambos se dieron cuenta de que la química que tenían entre ellos no era solo por ser amigos y llevarse bien. Los encuentros parecían más cortos cada vez, el momento de separarse se volvía denso, buscaban excusas para extender la despedida y estar juntos unos minutos más.

—Tengo dos gatos —comentó Shinso en uno de esos momentos, Midoriya lo miró sorprendido ante ese comentario espontáneo—. ¿Te gustaría ir a mi casa el sábado? Para conocerlos.

—¡Sí! —Izuku había respondido con tanta alegría que Hitoshi no pudo evitar reír.

El sábado siguiente, como habían quedado, Izuku visitó el departamento de Shinso, había llevado mochis con diferentes rellenos para la hora del té.

Al momento de llegar, Hitoshi le presentó a sus gatos, los dos eran muy peludos y bastante parecidos, ya que eran hermanos. Izuku dijo que los dos eran muy bonitos, lo que había hecho que Hitoshi se sienta orgulloso, pues a todos les gusta recibir elegios de sus mascotas.

Luego del almuerzo se sentaron en el sillón para estar más cómodos. Izuku todavía no había terminado de acomodarse cuando Pelusa se subió encima de él y se sentó encima de sus piernas, reclamándolo como propio.

—Perdón, ya lo saco. Va a llenarte de pelos —comentó Shinso.

—No te preocupes, no me molesta —dijo Izuku. Sin embargo, Hitoshi hizo el ademán de agarrar a su gato, pero el felino quiso morderlo. Se sorprendió mucho por ese comportamiento, Pelusa siempre había sido el más tranquilo de los dos. Izuku se rio ante la cara de Hitoshi que mostraba una mezcla de sorpresa e indignación. Comenzó a acariciar al gato, quien ronroneó en respuesta y él sonrió feliz—. Creo que le caigo bien.

Hitoshi sintió que volvía a enamorarse al verlo sonreír de esa manera mientras acariciaba a uno de sus gatos. Si ese chico de verdad era su alma gemela, le había tocado el chico más lindo del mundo.


Como siempre que estaban juntos, la conversación fluyó de manera natural. Hablaron sobre la relación entre la música y la matemática, sobre su decisión de ser profesores, cómo se habían dado cuenta que esa era su verdadera vocación. Hitoshi le contó sobre la adopción de Pelusa y Pompón y otras cosas de su vida como padre de dos felinos. Izuku lo escuchaba con atención y admiración. Le gustaba mucho escuchar su voz profunda.

—¿Realmente pensás que somos almas gemelas? —preguntó Midoriya una vez que el tema "gatos" hubo concluido.

—No sé. Pero tampoco me importa, porque tu compañía me gusta mucho y ya me acostumbré a escuchar ese bendito piano —habló con calma, sus ojos miraban a Izuku con amor.

—A mí también me gusta tu compañía —respondió con los ojitos brillantes—. También me gustás como persona, o sea como hombre, o chico. Como novio quiero decir.

Se estaba moviendo un poco por los nervios que sentía en ese momento, lo que hizo que Pelusa se vaya a dormir a otro lugar. Hitoshi se movió en el sillón para acercarse a él, le habló acariciándose el pelo con mucha ternura.

—Cuando murmurás así te ves adorable, pero entiendo la mitad de las cosas que decís.

Al estar tan cerca, Izuku sintió que no podía esperar más y se armó de valor. Lo tomó por el cuello de la camisa para sujetarlo y lo besó con los labios cerrados, tan solo contactando sus bocas.

Hitoshi reaccionó un par de segundos después, pero cuando lo hizo apoyó sus manos en los hombros de Izuku. Acarició la zona haciendo círculos, lo que hizo que Midoriya se relaje, suelte su camisa y le rodeé el cuello con sus brazos.

Las manos de Shinso bajaron un poco por la espalda de Izuku, deteniéndose justo debajo de los omóplatos. Los labios de ambos parecían moverse por sí mismos. Se probaban entre ellos succionando y acariciándose.

El beso se volvió más pasional cuando uno de los dos abrió su boca como si estuviera haciendo una invitación para conocerla. Izuku sintió que se derretía en brazos de Hitoshi y emitió un gemido que hizo que el abrazo se vuelva más apretado.

Sin que se dieran cuenta terminaron acostados en el sillón, Izuku encima de Hitoshi, mientras sus bocas seguían conociéndose y sus manos recorrían todo lo que estuviera a su alcance.

Se separaron un momento, aunque seguían dándose besos cortos. Abrieron despacio los ojos, viendo el desastre en que se habían convertido en pocos minutos.

—No puedo negar que me gustaría ir más lejos —habló Shinso con la voz más ronca de lo normal mientras acariciaba las mejillas rojas de Midoriya—, pero creo que lo mejor sería que vayamos más despacio.

—No quiero ir despacio —respondió Izuku con un gesto de disgusto que parecía un puchero. Hitoshi se sorprendió mucho, por su apariencia tierna e inocente nunca hubiera adivinado que fuera así de atrevido. Solo pudo reír suavemente y darle un pequeño beso.

Todo lo que hicieron esa tarde fue besarse y darse mimos en el sillón. Estaban tan concentrados en eso que ninguno se dio cuenta de que la música había dejado de sonar.

Después de haberse besado por primera vez les costó mucho mantener la compostura en el trabajo. Sobre todo a Izuku, no perdía la oportunidad de besar a Hitoshi. A veces solo sacaba trompa para recibir un beso y aunque Shinso se hacía el duro diciéndole que estaban en el trabajo, no podía ocultar la diversión en sus ojos y siempre terminaba complaciendo los deseos de Midoriya.

Por supuesto que sus colegas se dieron cuenta rápidamente de la situación. Denki siempre les sonreía cómplice, y hacía comentarios bobos comentando lo bello que era el amor. Katsuki más de una tuvo que presenciar sus besos y siempre les decía que no hagan eso frente a él.


Cuando terminó la semana, de nuevo estaban en la casa de Shinso, acostados en el sillón donde se besaron por primera vez. Pompón había terminado aceptando a Izuku, en ese momento estaba durmiendo sobre el sweater que tiró al piso sin cuidado cuando Hitoshi y él ingresaban al departamento sacándose la ropa en medio de besos apasionados. Mientras que Pelusa estaba durmiendo en su camita.

Dado que el sofá era angosto, tenían que acomodarse uno encima del otro para poder estar cómodos, pero no les importaba. Izuku siempre era el que quedaba encima, alegando que Hitoshi era una almohada perfecta.

Shinso acariciaba con pereza la espalda de su novio, se estaba quedando dormido. Pero Midoriya lo sacó del sueño.

—Estoy muy seguro de que somos almas gemelas —dijo con determinación.

—¿Vos decís?

—Sí. ¿Te diste cuenta de que la melodía se detuvo? Ya no la escucho —dijo levantando la cabeza para poder mirarlo.

—Sí, me di cuenta. Pero no pude decírtelo antes porque siempre estás pidiendo besos.

—Y vos siempre me los das —respondió Izuku sonriendo con diversión.

Hitoshi no podía resistirse a esa sonrisa, sosteniendo su rostro lo besó lentamente. Succionaba sus labios tan despacio que resultaba tortuoso. Cuando usó su lengua para acariciar los labios hinchados, Izuku no pudo contener un gemido necesitado.

—Sos irresistible —mencionó Hitoshi con la voz gruesa—. No puedo negarte nada. Y no me importa si somos almas gemelas o no. Lo único que me importa es estar con vos. Pero, ya que querés saber mi opinión... —Izuku asintió con la cabeza, lo cual le causó ternura—. Los dos escuchábamos la misma música al mismo tiempo y solo paró en algún momento después de besarnos. Entonces quizás sí estábamos destinados a encontrarnos.

Izuku sonrió, le dio un beso y volvió a apoyar la cabeza en el pecho de Hitoshi, él volvió a acariciar su espalda con mucha lentitud. Ambos pensaban si sería demasiado pronto para decir "te amo".


Si el destino fuera una persona se sentiría muy satisfecho por haber hecho un buen trabajo al juntar a dos personas que no creían en las almas gemelas.


Fin ✨

Esta fue mi primera vez participando de un intercambio. Fue muy divertido, pero también muy estresante porque me tocó escribir para Hitzuji, aunque no la conozco sí la sigo en Wattpad y en otras redes y realmente la admiro mucho. Así que me estresé yo solita pensando que quizás no iba a poder cumplir sus expectativas. Expectativas que yo misma me inventé, aclaro. Es que ella escribe muy bieeennn 😫 Sus historias son preciosas, realmente te las recomiendo 😁

Dejando de lado eso, disfruté mucho crear una historia ShinDeku con la música uniendo sus vidas. Amo la música y aunque busqué info sobre la relación entre la música y la matemática no entendí nada 😳 así que por eso no pude incluir esa parte en la historia. Realmente no entiendo la música, solo la escucho y la disfruto jaja.

Bueno, espero que te haya gustado este relato. Estuve tres días planeando la historia (descartando ideas en el proceso) y luego me llevó dos semanas escribirlo y varias horas corregirlo. Así que si te gustó no dudes en dejar una estrellita, lleva menos de un minuto y a mí me motiva un montonazo 👉👈 Besitos 😚

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