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9 | «Estamos locos»

—Dos chivitos, cuatro cervezas y dos porciones de flan —Repito el pedido mientras lo anoto en la mini libreta que Nick me dio.

La semana ha sido extremadamente agotadora y aunque todavía no termina, estoy en paz porque ya es viernes. Colapsé muchas veces durante estos días y en todas acabé llorando escondida en el baño para que nadie me hiciera preguntas. No sé por qué supuse que se me iba a hacer fácil adaptarme a esto cuando jamás en mi vida siquiera he tocado una escoba; paso ocho horas diarias llevando pedidos de un lado al otro y al acabar tengo que dedicar mi tiempo a limpiar el baño de hombres porque por ser "la nueva" mis compañeros han decidido que eso es lo que me toca.

—Este para la mesa seis —Dejo la notita encima del mostrador para que Nick la envíe a la cocina y tomo la bandeja para la mesa uno—. Espero que ahora las papas estén lo suficientemente calientes.

Nick se persigna agrandando los ojos y yo le sonrío dándome media vuelta. He tenido que traer y llevar el pedido dos veces porque para el señor, las humeantes papas que sugerían arrancarte un pedazo de la lengua ni bien ponerlas en tu boca, estaban demasiado frías.

Dejo la bandeja encima de la mesa y aguardo unos segundos hasta que el señor asiente y me agradece. Ni bien giro sobre mi eje para volver a la barra mis ojos dan con los de Lena que va entrando al bar y alzo la mano en el aire para saludarla.

—Mesa tres —dice Nick apenas me acerco y luego se dispone a saludar a Lena que apoya sus codos sobre la barra y le sonríe.

Entrego los platos y regreso manteniendo mi vista fija en ella.

—Hola, Dak —Me da un beso en la mejilla a la vez que yo tomo otra bandeja con el número nueve en ella.

—Hola —respondo y le hago una seña con la cabeza para que me siga—. ¿Qué haces aquí?

—Harry me invitó a comer. Está buscando un lugar donde dejar mi auto —Camina detrás de mí—. ¿Cómo va todo?

—Bien, al menos por ahora —A no ser por el señor y su exquisitez por la temperatura de las papas fritas, todo esta noche ha salido excelente.

—Nick nos dio la mesa diecisiete, ¿es tuya? —pregunta y yo niego a la vez que dejo los platos encima de la mesa correspondiente y les sonrío a los clientes.

—De la diez a la veinte son de Louis —explico mientras regresamos a la barra.

—¿Te queda mucho para acabar? —Saca su celular y empieza a escribir en él.

—Hasta que cierre el bar —Ambas nos sentamos frente a la barra.

Nick me hace una seña indicando que por ahora no hay pedidos y siento el alivio en mis pies. Es ilógico que antes podía pasar la noche entera bailando o caminando alrededor del escenario sin cansarme y ahora al tercer trayecto desde la barra a las mesas estoy pidiendo a gritos una silla donde sentarme.

—El domingo no trabajas, ¿o sí? —frunce el ceño.

—No, es mi día libre.

—La banda toca aquí, imagino que Giulia y tú vendrán a vernos. ¿No?

Yo me encojo suavemente de hombros mientras niego con la cabeza.

—No sé. Creo que voy a pasarme el día entero durmiendo, me hacen falta unas cuantas horas de sueño profundo.

—Casi no te hemos visto esta semana, Dak —suelta con un tono de queja—. Incluso llegué a pensar que quizá habías cambiado de opinión y decidiste marcharte sin decirnos nada.

—No haría eso, Lena —me muerdo el labio negando con la cabeza—. No voy a irme, al menos no por ahora.

Barstow no es mi hogar y no creo que jamás llegue a serlo porque aquí no están las personas que amo, pero es mi refugio, en eso se convirtió, y aquí voy a quedarme tanto tiempo como la mentira de Dakota me dure.

Siento una mano posada en mi hombro y al girar mi cabeza veo a Harry sonriendo hacia abajo. Me da un beso en la mejilla y se sienta en el taburete a mi lado para después pedirle una cerveza a Nick.

—Tenemos la mesa diecisiete —Lena estira su cuerpo hacia adelante para poder verlo—. ¿Vamos?

—Ve tú, ahora te alcanzo —dice él y ella lo mira con el ceño fruncido—. Pídeme lo de siempre, por favor.

Ambos tienen la mirada fija en el otro y se mantienen serios, o al menos es así hasta que Lena sonríe y luego se pone de pie comenzando a caminar hacia la mesa.

—¿Viniste en tu camioneta? —pregunta Harry ladeando la cabeza y yo asiento—. Me sentí un idiota el otro día por no haber pensado en eso.

—Te diría que no eres uno, pero te estaría mintiendo —Me encojo de hombros sonriendo y él me mira con los ojos entornados.

—Muy graciosa —rueda los ojos divertido—. ¿Te gustó alguna casa de la lista?

Nick pone una bandeja encima de la barra y nos sonríe a ambos como si pidiera disculpas por interrumpirnos.

—¿Mesa seis? —pregunto viendo los chivitos y él asiente—. Ya regreso, Harry.

Me envió la lista a los veinte minutos de habérsela pedido y la vi esa misma noche, pero no he tenido el tiempo suficiente como para poder estudiarla a profundidad.

Entrego el pedido y al regresar a la barra traigo conmigo los trastes de la mesa ocho. Ni bien hago el intento de subir una pierna encima del taburete, Nick me pide que lo ayude así que cargando con la pesadez en mi cuerpo me pongo detrás de la barra y comienzo a servirle vino a un señor con un sombrero extraño.

—Dak, ¿la lista? —Harry le da otro trago a su cerveza.

—Sí, la vi —El tipo me sonríe cuando le entrego su copa y se marcha caminando a paso suave—, pero no creo que me sea útil, todas son demasiado caras.

—¿Te gustó alguna?

—La que tiene un balcón con vista al bosque, pero se sale completamente de mi presupuesto, buscaré otra.

—Esa es mi favorita —comenta con una sonrisa en sus labios.

—Puedes quedártela, no voy a pelear por ella.

—Ni yo —niega con la cabeza—. Además, con la compra de muebles y los gastos básicos se me hace imposible.

—Yo ni siquiera había pensado en eso —agrando los ojos.

No sé que creí, en mi mente la casa ya estaba equipada con todo lo necesario. Cuando me mudé sola un decorador se encargó de todo, lo único que tuve que hacer fue poner el dinero para cubrir los gastos y ya.

—Ya veré que hago —asiento repetidamente—. Si me pongo a pensarlo un sofá puede ser una cama, pronto comenzará a nevar así que no necesitaré refrigerador y bueno... no necesito una cocina si tengo un pedernal y un poco de acero.

Harry ríe en silencio haciendo que sus hombros se muevan y luego niega con la cabeza.

—Creo que iré con Lena —señala con su pulgar hacia atrás—. Nos vemos luego, Dak.

—Adiós —le sonrío mientras lo veo alejarse con dirección a la sección de Louis.

—Cuando termines de deleitarte llévale la cuenta a la mesa diez —Nick me codea las costillas a la vez que guiña un ojo.

—No me estaba deleitando con nada —entorno los ojos ladeando la cabeza.

Tomo el recibo y me encamino a la mesa repitiendo las palabras de Nick con voz aguda. ¿Deleitándome? Por favor. Como si verlo por más de dos segundos significara algo. ¿Tanto les cuesta entender que solo somos amigos?

—La amistad entre el hombre y la mujer sí existe —suelto al regresar a la barra—. Si tú no crees en eso no es mi problema —dejo el dinero encima del mostrador justo al lado de las manos de Nick.

—Sé que sí, era solo una broma, Dakota —Él se encoge de hombros riendo—. No te lo tomes tan a pecho.

—Phebe ya me detesta por haber ocupado su lugar en la banda, si cree que voy detrás de Harry va a arrancarme los ojos.

Una mujer posa sus brazos sobre la barra y ordena un coctel de frutilla que de inmediato Nick se pone a preparar.

—Phebe no tiene nada oficial con Harry, todo el mundo lo sabe —me mira mientras corta algunas frutas encima de la tabla de madera—. No dejes que te intimide.

—No le tengo miedo, pero tampoco quiero problemas con ella —Es lógico—, con nadie en realidad. Para mí estar aquí es una oportunidad de ser alguien nuevo y no quiero empezar con el pie izquierdo.

—Nunca vas a agradarle a todo el mundo y está bien. La vida es una, haz lo que quieras y a quien no le guste que no te mire.

Yo solía agradarle a todo el mundo, o al menos a todos los que me rodeaban y formaban parte de mí mundo. Es injusto que por las mentiras de alguien lo haya perdido todo, haya apostado a perderlo todo y no puedo evitar preguntarme qué habría pasado si jamás hubiera visto el mensaje de Dylan. Lo que Robin dijera iba a hundirme completamente y salir a flote sería imposible; morir fue la mejor decisión que pude haber tomado y aunque me duela no estar cerca de mamá y de mi familia, no me arrepiento.

—No es tan fácil —niego con la cabeza.

—Sí lo es —Él asiente—. Te lo asegura alguien que se vio obligado a salir del closet porque su hermanastra decidió que era buena idea contarle a sus amigas que lo encontró teniendo sexo con un chico.

Lo dice con tono de chiste, pero en sus ojos puedo ver cuanto le costó poder hablar sobre ello.

—Soy gay, y al que no le guste que no me mire —se encoge de hombros.

—Perdón que te lo diga así, pero tu hermanastra es una hija de puta.

—Mi hermanastra es Phebe —Apenas él termina de hablar yo cubro mi boca deseando no haberla abierto jamás—. Tranquila, a mi tampoco me cae muy bien, pero sé por qué actúa como lo hace y créeme que a veces la entiendo. Solo tenle un poco de paciencia, al final siempre termina ablandándose.

—No tenía ni idea de que estaban relacionados... Si lo hubiera sabido no habría...

—No te preocupes, Dakota —ríe negando con la cabeza—. Me gusta que seas honesta.

Trago grueso mientras él se dispone a servirle el coctel a la mujer. Si tuviera que clasificarme a base de puros adjetivos «Honesta» es el único que no podría usar, ¿con qué cara lo haría? si desde que llegué lo único que he dicho son mentiras, mi jodida existencia es una mentira.

—Menos charla y más trabajo —dice Louis en tono de broma dejando una bandeja sobre la barra.

Nick le hace una seña con la cabeza restándole importancia y luego regresa a mí.

—Tiene un poco de razón, tú ve a ver si necesitan algo en tus mesas y yo llevaré esto a la cocina.

Asiento poniéndome en marcha. La siguiente hora me la paso caminando de un lado a otro, o en el baño cambiando el papel higiénico; lo he hecho tantas veces que comienzo a creer que la gente decide llevarse el rollo tras usarlo, así como si fuera un souvenir. Las palabras de Nick regresan a mí en varias oportunidades y la culpa intenta consumirme, pero no la dejo; está claro que no puedo decirles quien soy en realidad, tuve la tremendísima suerte de que nadie me reconociera y no puedo arriesgarme a vivir mi vida entera huyendo solo para hacer desaparecer este sentimiento de mi pecho.

Estoy detrás de la barra sirviendo un shot de tequila a unas chicas cuando Lena y Harry se acercan y me piden una cerveza cada uno.

—Tu turno acaba en quince minutos, ¿cierto? —Lena me sonríe mientras yo asiento—. ¿Ves? —Agranda los ojos mirando a Harry—. Anda, no voy a tener esta oportunidad otra vez.

—¿Qué pasa? —frunzo el ceño.

—¿Puedo regresar a casa de Giulia contigo? —pregunta viendo a Lena con mala cara—. Lena iba a llevarme, pero ahora va a dejarme de lado para ir a ver a un tipo.

—No es cualquier tipo —Me asegura negando con la cabeza—. Harry no entiende de estas cosas, pero tú sí, ¿verdad?

Yo me encojo de hombros sonriendo levemente. 

—Ay, ya no importa —Sacude la mano frente a su rostro—. Puedes llevarlo, ¿sí o no?

—Sí, obvio —miro a Harry—. Si quieres puedes esperarme en la camioneta.

—Gracias, Dak —sonríe hacia abajo y el gesto se me hace tierno—. Tú sí eres una buena ami...

Lena no lo deja terminar porque antes de que lo haga le entierra el codo en las costillas y él comienza a reír.

—No se te ocurra —lo sentencia con el dedo—. Soy capaz de no volver a hablarte si dices que soy una mala amiga porque bien sabes que no es así. Soy la mejor amiga que te pudo haber tocado.

Harry ladea la cabeza formando una línea con su boca como si no estuviera completamente seguro de lo que dice Lena y se gana otro codazo en las costillas.

—Está bien, está bien —dice rendido—. Eres la mejor, anda, vámonos.

Se pone de pie y la empuja por los hombros dirigiéndola fuera del bar. Yo me apresuro a acabar con las tareas que me quedan y una vez estoy lista para marcharme recojo todas mis cosas y abandono el bar suspirando.

Encuentro a Harry una calle más abajo recostado en la parte trasera de mi camioneta con un cigarrillo entre sus dedos y el humo nublando su alrededor.

—Fumar mata —comento abriendo la puerta del lado del conductor.

Tiro mi bolso encima del freno de mano y me meto dentro de la camioneta.

—Me gusta arriesgar mi vida —dice él subiéndose en el lado del copiloto—. Estar sentado aquí es prueba de ello.

Yo lo miro de boca abierta entornando los ojos y él sonríe.

—Estoy segura que de todas las personas que conoces soy la que mejor conduce —Enciendo la camioneta y mientras espero a que el motor caliente la imagen de Wanda y yo escapando de paparazis viene a mi mente.

—Lo dudo, Mike te da mil vueltas y en medio segundo hace que pierdas el norte.

—Bueno, la segunda mejor entonces.

—Puedo cederte ese lugar, pero me cuesta, Dakota.

—¿El segundo lugar lo tienes tú? —pregunto y él me enseña las palmas de sus manos en un acto totalmente egocéntrico—. Creo que después de todo vamos a terminar peleando a muerte, pero no por la casa, sino por quien conduce mejor. Yo quiero el segundo puesto.

—Dije que iba a cederte el lugar —Se abrocha el cinturón—. Pero si quieres pelear, con gusto voy a hacerlo.

—Mejor no, estoy agotada —niego con la cabeza—. Otro día peleamos.

—¿Vas a revisar tu agenda y luego me avisas? —imita mi voz y entonces recuerdo el momento exacto en que le dije algo muy similar.

—Mi agenda está a tope —Finalmente arranco la camioneta y nos ponemos en marcha—. Voy a pasar el domingo entero buscando una casa y probablemente también frustrándome porque tendré que trabajar como burro para poder pagarla.

—Sobre eso...

—¿Qué? ¿Tienes una casita del perro en la que puedas dejarme vivir un tiempo? 

Él ríe bajando la cabeza.

—Lamento decepcionarte, pero no —se encoge de hombros—. Había pensado que quizá sí puedas vivir en la casa que te gustó, la del balcón...

—El sueldo del bar no me alcanza para pagar la casa y comprar todo lo demás. Tendría que trabajar el doble de lo que trabajo ahora y eso sería una catástrofe.

—O puedes nada más ocuparte de la mitad de los gastos y ya...

—¿Y la otra mitad? —lo miro sonriendo—. ¿Me consigo una casa embrujada y hago que los fantasmas también colaboren con el dinero?

—Yo puedo ocuparme de la otra mitad —Sus ojos se clavan en los míos y el silencio reina dentro de la camioneta.

—¿Qué? —frunzo el ceño, pero no por confusión, sino por sorpresa.

—No sé, pero tú estás buscando casa y yo también, a ambos nos gustó la misma y a ninguno nos da para costear los gastos por sí solo, no sé, pensé que quizá...

—¿Me estás diciendo que podríamos vivir juntos?

—Básicamente —sonríe hacia abajo.

—No me conoces, Harry —mi ceño sigue fruncido—. Llevo dos semanas en tu vida, perfectamente podría ser una asesina en serie o una loca con tendencias psicópatas y todavía no lo sabrías.

—Te dije que me gusta arriesgar la vida —se encoge de hombros y yo le golpeo el brazo suavemente—. De todas formas, era solo una idea para que ambos consiguiéramos lo que queríamos, pero pensándolo bien es estúpido, nadie querría compartir hogar con un completo extraño. Solo bórralo de tu mente.

Armé mi muerte en menos de una hora y mandé todo mi futuro a la mierda en dos segundos sin pensar en nada más que en los sentimientos que me estaban abrumando en el momento, vivir con él no es nada comparado a lo que ya he hecho guiada de puros impulsos.

—¿Puedo tener la habitación del balcón? —La forma en la que me mira, como sus ojos brillan al notar lo que la pregunta significa, algo en él me hace sonreír y recibir el mismo gesto de su parte.

—Yo estoy loco por ofrecerte vivir juntos y tú estás aún más loca por aceptarlo —niega con la cabeza cerrando los ojos sin dejar de sonreír—. Estamos locos.

—Aún no he aceptado —Detengo el auto frente a casa de Giulia y ambos nos quedamos dentro viéndonos a los ojos—. Que lo haga depende de si puedo tener el balcón o no.

—¿Puedo fumar ahí cuando no estés?

—Solo si no vas a reprocharme por el desorden que seguramente habrá en la habitación.

—Entonces es toda tuya —extiende su mano y yo se la estrecho sin replanteármelo.

A partir de hoy voy a autoproclamarme soberana en tomar decisiones impulsivas. Si mamá supiera que estoy accediendo a vivir con alguien que conozco hace dos semanas sin duda me diría que tengo la cabeza fuera de lugar, mi madrina se sentiría orgullosa y mi padrino probablemente me interrogaría hasta la carta astral de mi compañero.

—Tengo la mitad del dinero que piden en la página —recuesto mi cabeza en el respaldo del asiento—. No sé tú, pero yo quiero mudarme cuanto antes.

—¿Está todo bien en casa de Giuli? —frunce el ceño.

—Sí, pero siento que ya he abusado de su confianza y no quiero que Emily o Sofía puedan llegar a pensar que me estoy aprovechando de ellas.

—Bien, el domingo podemos ir a ver la casa y la semana que viene mudarnos.

—Juntos —suelto un suspiro largo.

—Esto es una locura, no pensé que fueras a decir que sí —Sus dedos golpetean en el borde de la ventanilla—. Eres consciente de lo que haremos, ¿no?

—He hecho peores cosas, Harry —suelto un suspiro—. Solo espero que esto salga bien.

—Tengo el presentimiento de que así será.

—Tiene que serlo porque no hay forma de que yo vaya a buscarme otro lugar al mes de haberme mudado a esa casa y tampoco puedo pagarla sola, así que estás obligado a quedarte conmigo.

Gira su cabeza hacia mí y por un milisegundo noto como su mirada recorre mi rostro para después posarse en mis labios antes de finalmente subir hasta mis ojos.

—No se siente como obligación si quiero hacerlo —Una sonrisa se dibuja en sus labios—. Quizá deberías hacer algo que me moleste así la idea deja de agradarme tanto.

—Voy a evaluar mis opciones —Mi celular vibra y al sacarlo de mi bolso veo que Giulia está llamándome—. ¿Pasa algo?

Digo tras responder y poner la llamada en altavoz. 

—Pasa que tengo sueño, ya entren de una vez —bufa—. ¿Qué tanto tienen qué hablar?

—No quieres saber —dice Harry y me guiña un ojo cómplice.

Giulia me dijo que todas las amigas que ha tenido siempre intentan tener algo con Harry, por mínimo que sea, cualquier acercamiento les sirve. Y a pesar de que él no les haga caso, a Giulia le molesta que se acerquen a ella únicamente en busca de una interacción con su primo.

—¿Qué hicieron? —Su voz somnolienta cambia a una que no deja ver ni una pizca de cansancio

—Nada —aseguro yo—. Ya entramos.

Cuelgo la llamada y recojo mis cosas disponiéndome a salir de la camioneta de una vez.

—¿Crees que le moleste? —No conozco lo suficientemente bien a Giulia como para suponer cuál será su reacción y eso me da miedo.

Sin importar la experiencias que ya ha tenido con sus otras amigas debe saber que Harry para mí es un amigo y que no importa qué pase seguiremos siendo eso.

—Quizá un poco, pero no porque vayamos a vivir juntos, sino porque va a sentirse excluida —se encoge de hombros y sale de la camioneta.

Caminamos a la casa y ni bien abrir la puerta nos encontramos a Giulia de brazos cruzados.

—¿Qué hicieron? —pregunta seria mientras Harry y yo intercambiamos miradas.

—Técnicamente no hemos hecho nada aún —suelto yo y Giulia entorna los ojos con desconfianza.

—Dakota está buscando casa, yo también y a ambos nos gustó la misma, no es muy difícil la ecuación.

—¡¿Van a vivir juntos?! —grita y Harry la acalla agrandando los ojos—. Perdón, es que, Dios, esa no me la esperaba.

Y yo que temía que fuera a molestarle.

—¿Cuál es la casa? —Me toma de la mano y tira de mí hacia las escaleras sin darme tiempo siquiera a despedirme de Harry—. Cuéntamelo todo.

Mientras subimos y hasta que llegamos a su habitación le comento lo que hasta ahora he hablado con Harry, que tampoco es mucho, y al acabar noto la luz en su mirada.

—¿Ves como tengo razón? —ladea la cabeza.

—¿Razón en qué? —Mi ceño se frunce.

Mientras hablaba no ha dicho absolutamente nada, así que no sé a qué se refiere.

—En que esto es destino. ¿Cuándo vas a dar el brazo a torcer?

—Tienes un trauma con el destino, Giuli —niego con la cabeza abriendo la puerta de su habitación—. Ya me iré a dormir, estoy muerta. Hasta mañana.

Se deja caer a cuerpo completo encima de la cama y me hace una seña para que apague la luz antes de cerrar la puerta.

Al salir de su habitación me planteo caminar hasta el final del pasillo y golpear la puerta de la habitación en donde sé que duerme Harry para despedirme, pero lo siento tan lejos que mis piernas se niegan a obedecerme y en contra de mis deseos me obligan a meterme en mi habitación. Mientras me quito los zapatos las palabras de Giuli rebotan en mi cabeza; no creo en el destino, soy yo quien maneja mi vida, pero admitiré que en el hipotético caso de que mi camino ya esté escrito debo agradecerle a quien lo haya hecho.

Dejar morir a Melody fue la mejor decisión porque sin duda alguna, Dakota tiene una mejor historia que contar.


Holii

Bo, hace poco empecé a escribir con calendario, corte, anotar escenas que quiero escribir, frases, canciones y demás, todo ahí y como quien no quiere la cosa terminé teniendo la historia completa ordenada cronológicamente. Es un re tip si escriben, porque de verdad les facilita mucho la vida. Onda, es como planificar, pero más tranqui supongo, ah.

Igual tipo, yo antes de arrancar a escribir ya sabía la extensión que iba a darle a la historia de Melody, pero el calendario me sirvió banda para onda situarlo (?) todo y a medida que voy escribiendo tener una visión más amplia de lo que tengo que hacer para llegar al final que quiero.

Eeeeese final, muchiiachaaaaaa.

Según mis cálculos (pero cálculos matemáticos, no los que tengo en la vesícula), el libro va a rondar los 30 capítulos, así que ya saben; o se alegran o se alarman, no hay punto medio.

Bueno, nada, eso. Espero que anden bien, les mando un besote enorme en la kola y me despido hasta el proSimo domingo.

Fea la que lea. (y si sos hombre también sos fea me escuchaste)



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