29 | «Moor brilla más que nunca»
Gracias al cielo los padres de Lena accedieron a prestarnos su camioneta con espacio para ocho personas, de otra forma, jamás habríamos podido hacer este viaje los siete juntos e inevitablemente nos habríamos perdido de toda la diversión que las dos horas de ruta nos ofreció. No voy a negarlo, hubieron momentos incómodos en los que Mike y Giulia se sostenían la mirada como desafiándose el uno al otro a dar el primer paso, o como cuando Phebe a modo de prenda le preguntó a Lena qué se siente ser la tercera en discordia en una relación y aunque no mencionó a Abraham, él se removió completamente incómodo delatándose por si solo. A pesar de eso, las risas fueron más que suficientes para hacernos olvidar esos momentos tan rápido como aparecían.
—Este hotel es más grande que toda la ciudad entera —dice Mike alzando la mirada en un intento de ver el edificio completo—. Ni siquiera se aprecia donde acaba.
—Lo mejor para los mejores —Phebe rueda los ojos y se abre paso entre nosotros para meterse en el hotel.
Ni bien entrar, un grupo de tipos con trajes rojos se acercan y toman nuestras maletas cargándolas en pequeños carros permaneciendo a nuestras espaldas a la espera de que hagamos el check-in para poder seguirnos hasta nuestras habitaciones.
—Hola —Lena se acerca al enorme mostrador en donde una chica le sonríe—. Soy Lena Fallin, tengo un reservación de dos habitaciones a mi nombre...
—Sí, sé quien eres —La chica asiente—. Estás son tus llaves y las habitaciones son la 703 y 908.
Lena le agradece sonriéndole por última vez antes de comenzar a caminar hacia nosotros. Le lanza una llave a Mike que la atrapa en el aire y luego baila moviendo sus manos de un lado a otro en una especie de festejo.
—Podríamos pedir la cena a la habitación —sugiere Abraham—. Vengan a la nuestra eso de las ocho y cenamos todos juntos.
—Eh —Giulia nos sonríe—. Perdón que los interrumpa, pero voy a bajar a la playa un rato antes de que oscurezca...
—Compárteme tu ubicación —le dice Harry mientras ella se voltea y sale del hotel.
—Tenemos que dormirnos temprano —Phebe nos sentencia con el dedo regresando la atención al tema—. Mañana tenemos que hacer prueba de sonido temprano y luego maquillarnos, peinarnos y lo que sea necesario para que todo salga a la perfección.
—No te olvides de disfrutarlo —Mike agranda los ojos y ella lo fulmina con la mirada—. Pónganse cómodas chicas y luego nos vemos en nuestra habitación...
Hace una seña militar con sus dedos y se da media vuelta rumbo al ascensor con los tipos de traje rojo caminando detrás de él. El resto de nosotros compartimos miradas sonrientes y luego le seguimos el paso. Al llegar al piso siete los chicos se despiden de nosotros y una vez las puertas del ascensor se cierran, Lena se voltea hacia Phebe con los ojos abiertos como platos.
—¡¿Por qué mierda tenías que preguntarme lo de ser la tercera en discordia?!
El tipo de traje y yo compartimos miradas enseriadas.
—¿Qué tiene? —Phebe se encoge de hombros—. Fue solo una pregunta y no di nombres, jamás dije, ¿Qué se siente ser la tercera en discordia entre Abraham y Zoe? ¿O sí?
—Da igual, no voy a seguir follando con él y cuando se lo dije me pidió que no le contara lo que pasó a nadie —niega con la cabeza y yo y el tipo volvemos a mirarnos—. ¿No podías quedarte callada?
—Fue solo una pregunta —repite rodando los ojos.
—¿Acaso yo te pregunto qué se siente haber engañado al único chico que te ha querido de verdad?
El tipo agranda los ojos removiéndose incómodo y yo niego con la cabeza—. Ya está, no nos peleemos ahora.
—La verdad no ofende —Phebe vuelve a encogerse de hombros—. No voy a pelearme con ella porque me diga algo que sé que hice.
Las puertas del ascensor se abren y el tipo es el primero en salir, como si necesitara desesperadamente una bocanada de oxígeno después de haber estado allí adentro. Camina hasta la puerta a paso apretado y aguarda a que nosotros lo alcancemos; Lena pone la tarjeta que hace de llave en la pequeña pantalla encima del picaporte y tras leerla la puerta se destraba.
Ella se mete en la habitación mientras Phebe y yo esperamos a que el tipo lo haga para que de una vez por todas pueda marcharse; con lo del ascensor ya ha tenido suficiente de nuestra parte. Él baja las maletas del carrito y le sonríe a Phebe que saca un billete de diez dólares de su bolsillo y se lo da devolviéndole la sonrisa.
—Tengo las piernas entumecidas —suelto dejándome caer sobre la primera cama.
—En otra situación eso sería bueno —Phebe alza las cejas sonriendo y a mi me toma un segundo entender que esa ha sido una referencia sexual.
Sube su maleta encima de la cama y abre el cierre de un solo movimiento.
—Debería ducharme antes de ir a comer con los chicos —Lena arruga la nariz rascándose la cabeza—. Sí, definitivamente voy a ducharme, ahora mismo podría freír un huevo en mi cabello.
Se mete en el cuarto de baño y cierra la puerta detrás de sí sin decir mucho más. Dos horas después estamos las tres sentadas en la cama donde dormirá Phebe esperando a que Giulia termine de alisarse el pelo para ir a la habitación de los chicos.
—¿Creen que me me vería mejor con rulos? —pregunta Giulia y las tres la fulminamos con la mirada.
—Lo único que creo es que sea lo que sea que vayamos a comer ya se está enfriando —Phebe agranda los ojos—. Y si soy sincera, está comenzando a molestarme —Se pone de pie encaminándose hacia la puerta, pero antes de abrirla voltea a vernos sobre su hombro—. ¿Vienes conmigo, Dakota?
Lena rueda los ojos de mala gana y esa es mi señal para ponerme de pie y seguirle el paso a Phebe. Caminamos por el pasillo en silencio y no volvemos a hablar sino hasta estar en el ascensor.
—¿No te parece demasiado todo esto? —pregunta ella.
La forma en que sus ojos se iluminan me hacen ver a través de ella, a través de esa fachada de chica ruda que quiere llevarse el mundo por delante sin importar qué.
—De ser una simple mesera pasé a ser la vocalista de una banda, definitivamente es demasiado.
—Tocar en este festival es un enorme paso en nuestra carrera, esto va a abrirnos muchas puertas, va a darnos a conocer... es muy importante para todos.
Las puertas del ascensor se abren en el octavo piso y un chico de cabello castaño entra cantando una canción como si estuviera completamente solo en la cocina de su casa a las tres de la madrugada. Phebe y yo nos miramos intentando aguantar la risa y volvemos a enseriarnos en cuanto el chico voltea su cabeza hacia nosotras frunciendo el ceño.
—Eres Phebe, ¿cierto? —dice y nosotras volvemos a compartir miradas.
—¿Tu quien eres? —pregunta ella alzando las cejas y esa coraza vuelve a aparecer.
Termina de voltearse completamente y le extiende la mano—. Soy Kilian Mason, habitación 814, cuando gustes.
Phebe baja la mirada a su mano y arruga la nariz antes de volver a subir sus ojos a los del chico. Entonces, las puertas del ascensor se vuelven abrir y ella no duda en salir caminando con elegancia.
—¿Siempre es así? —me pregunta el chico y yo aprieto mis labios.
—La mayor parte del tiempo —sonrío.
—Me gusta.
Niego con la cabeza y abandono el ascensor corriendo hacia Phebe que ya está de pie junto a la puerta de la habitación de los chicos. Golpea repetidas veces hasta que finalmente Mike es quien nos abre sonriendo ampliamente y hace una seña con su brazo para que entremos.
—¿Lena y Giulia no vienen? —pregunta Abraham comenzando a fruncir el ceño.
—Giulia está peinándose —explica Phebe dejándose caer sobre la cama en donde él está sentado—. Desde que volvió de la playa ha estado produciéndose.
—¿Creen que se enojen si comenzamos a comer? —Mike se tira de espaldas en la cama vacía mientras yo camino hacia la que Harry está recostado.
—Ya esperaron un montón —digo y me siento al lado de Harry—. No van a morirse de hambre por esperar unos minutos más.
—Estoy de acuerdo con Dakota —Phebe voltea a verme—. No vamos a morir de hambre, pero sí del aburrimiento, ¿no tienen ni siquiera una maldita televisión en este lugar?
—Si quieres cambiar el aburrimiento por ansiedad ponte a pensar en que mañana estaremos tocando frente a miles de personas, más que cuando participamos en el concurso de bandas y claramente más personas de las que van cada domingo al bar —Mike suelta un largo suspiro.
—Si pudieran regresar en el tiempo, ¿cambiarían algo de lo que han hecho? —Phebe frunce el ceño—. Yo creo que no, todo lo que pasó nos trajo hoy aquí...
—Oh, no —Mike niega con la cabeza—. Yo sin dudas cambiaría la vez que me cagué, literalmente, en frente a mi novia de sexto grado... fue humillante y está demás decir que no me volvió a hablar.
—Pero no me refiero a cosas equis que te pasaron en la vida, sino a las que estaban involucradas a la banda... Por ejemplo, comenzar a tocar en el bar, invitar a Dakota a unirse, no sé, cosas importantes.
—Que tú te enojaras y ella tuviera que ayudarnos —Harry alza las cejas—. ¿Eso lo cambiarías?
—No —Ella se encoge de hombros —. Así solo hubiera retrasado que notaramos su talento.
—Se están llevando... —Mike nos señala a ella y a mí—; como que muy bien últimamente, ¿no?
—Tenemos ideas parecidas —vuelve a encogerse de hombros—. ¿Por qué declararnos la guerra si podemos aliarnos? ¿No?
Escuchamos pequeños toquecitos en la puerta y Mike es quien se pone de pie para ir a abrir. Una vez estamos todos en la habitación, acomodamos las camas y nos disponemos a cenar el sushi que los chicos encargaron mientras continuamos hablando de lo loco que es tocar en este festival y Mike cuenta historias de hace mil años con orgullo.
Siendo las nueve y media de la noche, Phebe es la primera en ponerse de pie y empezar a chocarle las manos a los chicos a modo de despedida. Yo la imito, pero en vez de choques, les doy un beso en la mejilla a cada uno.
—¿Ya nos vamos? —pregunta Giulia y ambas asentimos.
—Tenemos muchas cosas por hacer temprano —digo yo.
—Es temprano todavía —Giulia arruga la nariz.
—Las chicas tienen razón —Harry se pone de pie caminando hacia la puerta—. Las acompaño hasta su habitación.
Abre la puerta haciendo una seña con la cabeza para que salgamos. Caminamos los cinco por el pasillo en silencio y al meternos en el ascensor es Phebe quien aprieta los botones; yo la miro con el ceño fruncido cuando la veo apretar el botón del piso ocho y ella parece notarlo porque me guiña un ojo y eso es suficiente para hacerme entender que va a ir a la habitación del chico que nos encontramos en el ascensor.
Todos la miran extrañados cuando baja en el piso ocho y camina por el pasillo sin decir nada, pero enseguida las puertas del ascensor vuelven a cerrarse y se encogen de hombros restándole importancia.
Al llegar a la habitación Lena abre la puerta y Giulia es quien entra primero. Yo le sonrío a Harry por última vez dispuesta a seguirle el paso a Lena, pero entonces, me toma por la muñeca haciéndome retroceder para pegar mi espalda en la pared del pasillo y cerrar la puerta dejándonos fuera de la habitación.
—Hace nueve días me preguntaste cuánto tiempo más necesitaba —susurra acercando su boca a la mía—. Ya está, todo en mi cabeza vuelve a estar bien y quiero volver.
Sonrío acortando la distancia entre nuestras bocas para besarlo a la vez que mis manos suben a su cabello y se quedan ahí.
—Después de que todo esto pase voy a regresar a casa —Me da un beso corto en los labios y luego llena mi rostro de besos haciéndome sonreír.
—Voy a estar esperándote —le doy otro beso escurriéndome entre su cuerpo y la pared y abro la puerta—. Hasta mañana, Harry.
—Duerme bien, petit monstre.
[🎤]
Las luces, las cámaras, la gente gritando, aclamando a la banda, a los chicos, a una última canción antes de abandonar el escenario; todo se siente tan irreal que por un segundo no pareciera que ya he hecho esto otras decenas de veces.
Todos miramos al tipo junto al escenario que es quien tiene la última palabra con respecto a si cantamos una canción más o no y él niega con la cabeza; me molesta, pero en el fondo, lo comprendo. Se supone que nuestra última canción sería hace veinte minutos y desde entonces él nos ha estado dejando extender el show solo porque la gente lo pide.
—Fue un placer tocar para ustedes, Los Ángeles —dice Abraham alzando el micrófono en lo alto.
Los chicos se nos unen al frente del escenario tomándonos las manos y hacemos una reverencia al público mientras este estalla en gritos.
—Nos vemos pronto —grita mientras nos marchamos del escenario con todo el público gritando a coro el nombre de la banda.
Mi corazón, y seguramente el de todos, late tan rápido que temo que pueda romperse algún músculo. Mike, que fue el primero en bajar del escenario, nos espera de brazos abiertos y todos nos reunimos en un abrazo cargado de emociones y sueños.
—¡Este es el verdadero comienzo de nuestra historia! —grita Phebe.
Uno de los tipos de seguridad nos conduce hasta la salida mientras nuestro oídos son deleitados con el bello sonido de un «Moor, Moor, Moor» que proviene del público. Sin duda, poder presenciar las sonrisas esperanzadas en los rostros de los chicos, la luz en sus ojos y como sus sueños se hacen realidad valieron la pena el riesgo.
Y a fin de cuentas, todo parece haber salido perfecto.
Moor brilla más que nunca.
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