26 | «¿Harry no ha llegado?»
Me remuevo en la cama al escuchar el sonido lejano de mi celular, pero no le doy mucha importancia y simplemente continuo durmiendo. Anoche, al salir del bar, Harry, Box y yo volvimos caminando a casa y al llegar nos entretuvimos viendo el Titanic. Me parece increíble cómo, a pesar de ser una película de los noventa, no hay persona en la faz de la tierra que no la haya visto, y si dicen lo contrario seguramente estén mintiendo.
Me remuevo ahora algo molesta al sentir el sonido insistente, pero me acurruco contra Harry decidida a ignorarlo; si es algo importante seguramente volverán a llamar y además, nadie te llama un domingo por la mañana si no es con intenciones de molestar.
—¿Qué? No entiendo —La voz de Harry eclipsa el ringtone del teléfono—. No, mi nombre es Harry Bianchi, no conozco a ninguna Melody.
Tras escuchar mi nombre todas las alarmas dentro de mí se encienden y me siento en la cama de un solo movimiento agrandando tanto los ojos que temo que puedan desorbitarse. Volteo mi vista hacia él y sin pensarlo le arrebato mi teléfono de las manos colgando la llamada sin siquiera ver el número en pantalla.
—¿Está todo bie...
—¿Por qué atendiste? —pregunto lanzando el teléfono a los pies de la cama—. Yo no toco tus cosas...
—¿Es el tuyo? —voltea a ver a la mesa de luz y luego regresa los ojos a mí apretando los labios—. Creo que tenemos el mismo tono de llamada, perdón, no me di cuenta...
—Tendrías que haberte fijado —trago grueso—. Estúpido ringtone.
—¿Estás bien, Dak? —Él me mira con el ceño fruncido—. No lo hice a propósito, en serio, perdón, estaba medio dormido y pensé que era el mío...
Fijo mi vista en él intentando sonreír, pero ni siquiera eso puedo hacer. Harry se pone de pie y sale de la cama en busca de sus jeans que dejó encima de la cajonera; se los pone y luego, mientras busca la remera, me mira con curiosidad.
—Era una mujer, dijo su nombre ni bien atendí... Erika o algo así —dice y yo vuelvo a tragar grueso—. Preguntó por una Melody y parecía estar bastante convencida de que este era su número.
Esto es mi culpa. Durante estas casi tres semanas desde que decidí llamar a mamá, he vuelto a hacerlo un par de veces y siempre me ruega que llame a Eri, que está desesperada por hablar conmigo y que me extraña, sin embargo, no he encontrado el tiempo para hacerlo y debí suponer que tarde o temprano se cansaría de esperar.
—La gente a veces se equivoca, no conozco a nadie que se llame así o remotamente parecido —me encojo de hombros—. Si vuelve a llamar le diré que es un error.
—Podrías habérselo dicho ahora si no hubieras reaccionado así —dice él mientras se coloca la remera—. ¿Qué pensaste? ¿Qué te estaba revisando el celular? —En su expresión se nota lo absurdo que eso suena.
—No —niego con la cabeza—. Solo se me hizo raro que alguien más respondiera por mí, no debí reaccionar así, perdón.
—Te perdono, pero por le susto que me diste —sonríe—. Parecías una loca viéndome con los ojos enormes y el cabello todo despeinado.
—Soy horrible en las mañanas, por eso siempre me despierto primero que tú —vuelvo a recostarme escondiendo mi cabeza debajo de la almohada y a los pocos segundos siento la presión de su cuerpo sobre el mío.
—Eres hermosa, no importa el momento del día —deja un beso en mi hombro y vuelve a alejarse—. Iré a almorzar con mamá, dijo que estabas invitada, pero no sabía si querías venir así que no le confirmé nada.
Me quito la almohada de encima negando con la cabeza—. Tengo algunas cosas que hacer, pero puedes llevarte a Box en mi reemplazo —finjo una sonrisa amplia y él me mira con los ojos entornados.
—No te olvides que tenemos ensayo con la banda a las cuatro —me sentencia con el dedo—. ¿Quieres que te pase a buscar?
—Ya le dije a Giulia que pasaría por su casa —saco mis pies de la cama dispuesta a levantarme—. Tranquilo, nos vemos allí.
Me pongo de pie y juntos salimos de la habitación. Ni bien poner un pie en las escaleras y hacer rechinar la madera, Box aparece eufórico moviendo la cola de un lado a otro y sube las escaleras corriendo para volver a bajarlas al segundo siguiente y quedarse girando sobre su eje en espera a que nosotros lo alcancemos.
Harry se encamina hacia la puerta y descuelga la correa de Box del perchero—. ¿No vas a ducharte? —pregunto frunciendo el ceño.
—Lo haré en casa de mamá, Ander instaló una tina con agua climatizada a vapor o algo así y mamá quiere que la pruebe —se encoge de hombros—. Supongo que no quieren hacerlo ellos en caso de que se electrocuten o algo por el estilo.
Yo sonrío acercándome a él para darle un beso. Sostengo la puerta con una sonrisa en mis labios mientras los veo a él y a Box alejarse en dirección al auto y una vez se han marchado cierro la puerta soltando un enorme suspiro.
Subo las escaleras corriendo y me meto en la habitación cerrando la puerta detrás de mí como si así pudiera crear una barrera de protección para lo que pienso hacer. Tomo mi celular y le doy al botón de llamar llevándome el aparato a mi oreja.
—Hola, madrina —digo ni bien Eri me responde.
—¡¿Quién fue el chico que me atendió?! —pregunta exaltada—. Lo acabo de buscar en Google y dice que es sobrino de Lucca Bianchi...
—¿Conoces a Lucca? —mi ceño se frunce.
—Su madre le compró algunas piezas a Sam hace muchos años, pero no importa... ¿Qué hace ese chico atendiendo tu teléfono?
—¿No vas a preguntarme cómo he estado? ¿Si me siento bien...
—Eso ya lo sé por tu madre, porque está claro que de tí no puedo esperar nada. En dos meses no te dignaste a llamarme siquiera una puta vez, Melody Corbyn Kein.
—Estuve ocupada, madrina, perdón...
—Estás perdonada —Las cosas con ella siempre son así de fáciles—. Ahora, ¿qué haces con ese chico y por qué parecía tener voz de que recién se acababa de despertar?
—Es mi novio —suelto y luego aprieto los labios esperando su respuesta.
—Harry Bianchi es tu novio —Puedo imaginarla con los ojos cerrados procesando mis palabras—. Y estaba con voz de dormido, así que estaban juntos, pasaron la noche juntos... ¿Estás teniendo sexo con ese chico?
—Sí —Hablar de este tipo de cosas también siempre ha sido demasiado fácil con ella—. Pero no te preocupes, nos estamos cuidando y todo va bien.
—¿Cuántos años tiene?
—Cumple veinte el veinticinco de febrero —sonrío—. ¿Encontraste fotos suyas?
No sé siquiera por qué lo pregunto, está claro que el tiempo transcurrido entre que colgué y volví a llamarla fue suficiente para que hiciera un rastreo a profundidad de Harry en internet.
—Es un rubio básico que toca en una banda pueblerina, no te merece —La escucho gruñir y una risa escapa de mi garganta—. Parece buen chico y si me los imagino juntos me gusta lo que veo en mente...
—Es lindo, madrina —suspiro—. Y no solo por fuera, también por dentro.
—No sé en qué momento creciste tanto, hace poco más de un año estaba explicándote como ponerle un condón a un plátano para tu primera vez con aquel bueno para nada y ahora...
—Harry no es como Robin —Una sonrisa boba se forma en mis labios—. ¿Recuerdas la teoría de los dos amores de la que me hablaste una vez? —Ella asiente con un casi inaudible sonido de su garganta—. Bueno, creo que puedo confirmarla.
—¿Sientes que ese chico es el que va a acompañarte para el resto de tu vida?
—Sí, y de alguna forma lo sé —me encojo de hombros—. Deberías vernos, es todo tan perfecto.
—Podría verte si no te hubieras marchado del día a la noche sin dar explicaciones —golpea algo y el sonido me aturde—. Voy a matarte cuando vuelva a verte, ¿en serio tenías que tirar un kilo de coca debajo de un camión? ¿no podía ser solo tu auto? Camille me hizo dormir una semana entera en el sofá porque creyó que te la había regalado para que la consumieras tú.
—Todavía queda un poco en el penúltimo cajón de mi closet —suelto riendo—. Está detrás de la caja rosa de perfume.
—¿Es en serio? —En su voz se nota la sorpresa.
—Lo prometo —La escucho removerse y frunzo el ceño—. ¿Qué haces?
—Nada, estoy tomando mis llaves, voy a salir. Te llamo luego, patito, te amo...
—¿Vas a ir en busca de la coca? —pregunto con la mandíbula colgándome por el piso—. Creí que querías hablar conmigo...
—Bien dices, «quería», pero como me colgaste se me fueron las ganas de hacerlo —A pesar de no poder verla sé que se ha encogido de hombros y ahora mismo ha de tener las cejas alzadas—. Aquella coca era para una fiesta en el club de Uriel y cuando te hiciste la loca y decidiste fingir tu muerte tuvo que pagar una cantidad absurda de dinero a su dealer para que le consiguiera más...
—¿Hizo la fiesta a pesar de que se supone que había muerto? —entorno los ojos.
—No asistió, pero tampoco podía cancelarla, iban a haber socios importantes y tenía que asegurar ese dinero para el bar, no te ofendas... Tu muerte, o eso que hiciste, nos afectó a todos y a muchos de nosotros nos dejó en el piso por días.
—Perdón....
—No, no —De fondo puedo escuchar el terrible sonido del ascensor de su apartamento—. No tienes que pedirle perdón a nadie, eso ya te lo dejó claro Sam. Escucha, llámame a la noche, Cam quiere hablar contigo, ¿si?
Yo asiento y luego, al darme cuenta de que no puede verme, lo confirmo con palabras.
—Voy en busca de mi droga —suelta—. Hablamos luego, patito.
—Te amo, madrina.
—Te amo —Y con eso cuelga la llamada.
Dejo el celular encima de la cama y me dispongo a buscar ropa para ducharme. Una hora después estoy entrando al bar con una libreta, lapiceras y mi celular en la mano; últimamente he estado más inspirada que lo usual y sé a que se debe, por eso quiero aprovechar este pico de inspiración para escribir y guardarme los resultados para mí, como si fueran un secreto.
—¿Hoy trabajas? —Nick frunce el ceño cuando me estiro por encima de la barra para saludarlo—. Hoy no tienes turno, Dakota, ¿qué haces aquí?
—Vine a trabajar —alzo la libreta para enseñársela—. Pero en mis cosas, no como mesera.
—¿Te alcanzo algo? —sube y baja las cejas—. ¿Una cerveza? ¿Un café con ron? ¿Un whisky con cola?
Yo niego con la cabeza—. Creo que por ahora un café será suficiente.
Ruedo los ojos sonriendo y me doy media vuelta para ir en busca de una mesa. Saludo a Louis cuando me trae el café y me distraigo hablando con él hasta que inevitablemente debe irse a seguir con su trabajo; mantengo mi mirada fija en su espalda mientras se marcha y luego, de reojo, veo algo que llama mi atención y me aparta de todo lo que estaba haciendo. Nick va saliendo de los baños de chicas con el rostro rojo mientras se acomoda el cabello que está totalmente despeinado y detrás de él, solo unos segundos después, sale Evan acomodándose los pantalones.
—No puede ser —niego con la cabeza poniéndome de pie y camino hacia la barra sin poder creer lo que mis ojos han visto.
Al llegar lo miro seria y él parece ponerse nervioso al notar que he descubierto su pequeño secreto.
—¿Evan es el chico del que me hablabas? —pregunto y a cambio gano un golpe de su parte.
—Shhh —agranda los ojos—. No quiero que medio mundo se entere de eso.
—¿Fingía salir con Madeline mientras estaba contigo? —bajo mi voz todo lo que puedo, pero por dentro estoy gritando. ¿Cómo es que no lo noté antes? Jamás dio siquiera una maldita señal.
—No está listo para salir del closet y yo respeto eso —dice él mirándome serio—. Así que por favor, has como que no has visto nada porque si esto se sabe...
—Solo será un rumor, como lo de Louis y la señora aquella —Apenas termino de hablar noto como su manzana de Adán sube y baja y al segundo siguiente aparta la mirada de mis ojos—. Nick...
—Nadie puede saber de esto, los padres de Evan jamás van a aceptar que su hijo es homosexual y mucho menos que sale conmigo —vuelve a tragar grueso—. En cambio, a Louis no le afecta y ese rumor ya casi nadie lo recuerda...
—No escucharon a Louis follando en los baños, fue a ti —asiento con la cabeza y luego arrugo la nariz por el asco—. Dejaste que todos hablaran mal de él para cuidar a un chico que no te valora...
—Sé que estuve mal, pero...
No me quedo a escuchar lo que tenga por decir, simplemente me doy media vuelta y me encamino de regreso a mi mesa. Paso el resto de la tarde intentando escribir, pero para cuando llega la hora de marcharme, lo único que tengo en mi libreta son borrones y palabras sin sentido. Me marcho del bar por primera vez sin despedirme de Nick y con un sabor salado en la boca que me es imposible de borrar; no puedo creer que haya traicionado la confianza de un amigo de esa forma.
—¿En qué piensas? —pregunta Giulia mientras caminamos desde el auto a la casa de Phebe.
Los últimos tres ensayos han sido en su casa por cuestión de mejorar el acústico y también porque su garaje tiene más espacio que el de Emily y Sofía.
—En nada, cosas del trabajo —me encojo de hombros.
Giulia golpea la puerta y es la madre de Phebe quien nos abre indicándonos que pasemos directamente al garaje. Al entrar, Lena deja su bajo en el soporte y viene corriendo a abrazarnos a ambas; después de la pequeña discusión por las diferencias de edades vino a casa a pedirme perdón por su comportamiento y arreglamos las cosas con ayuda de algunas copas de vino.
—Toma el micrófono y sigamos —dice Abraham cuando lo saludo.
—¿Harry no ha llegado? —pregunto frunciendo el ceño.
—Dijo que no vendría, que no lo esperemos —Phebe se encoge de hombros—. Y también que nadie toque su batería.
—Yo tengo la pista que grabamos el otro día —Mike alza su teléfono—. Estamos usando esto para guiarnos con los tiempos.
—¿Seguimos? —Abraham me tiende el otro micrófono y yo lo tomo frunciendo el ceño.
—Desde el inicio —dice Mike dándole «play» a la pista en su celular.
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