12 | «No confío en ti, Dakota»
Ayer cuando regresé de trabajar desactivé todas y cada una de mis alarmas. Había decidido que iba a dormir el día entero, necesitaba reponer todas las horas que había malgastado despierta durante la semana y mi cama se prestaba para la idea, pero por algún motivo, apenas comenzó a amanecer me desperté. Intenté de mil maneras volver a dormirme, pero no hubo caso. Es como si tuviera un maldito reloj incrustado en mi cabeza que se adaptó a la rutina de mi trabajo y se niega a romperla.
Frustrada y con ganas de que un rayo me cayera encima, me levanté y obligué a mis pies a arrastrarse hasta la ducha. Eso pareció despertar a Harry que para cuando salí del baño ya tenía el desayuno listo y me esperaba sentado para comenzar a comer. Llevamos cuatro días viviendo juntos y hasta ahora todo ha estado perfectamente; Giulia se quedó a dormir el jueves y el viernes por la mañana fui yo quien la llevó al colegio, me sentí como una hermana mayor todo el rato y debo admitir que me gustó.
Harry se marchó poco después del almuerzo; hoy presentarán la canción en el bar y Lena quiere ensayarla tantas veces como puedan antes de que el momento llegue. Así que aprovechando la soledad de la casa, llamé a mi padrino quien con entusiasmo me escuchó mientras le contaba lo que he estado haciendo los últimos días.
Pasé el resto del día aburrida como un hongo yendo de un lado a otro de la casa sin saber qué hacer. Giulia estaba en casa de una de sus tías y Lena con la banda, así que eso reducía mis amistades libres a un cero redondo. No pienso negármelo a mi misma, en momentos como estos extraño a Wanda; apenas un mensaje bastaba para que a los quince minutos estuviera entrando por la puerta de mi casa con una sonrisa de oreja a oreja dispuesta a cualquier plan que tuviera en mente.
Estaba por irme a dormir negándome a seguir viendo fijamente el techo de la sala como idiota cuando mi celular vibró en alguna parte debajo de mí y apenas encender la pantalla mis labios se curvaron.
No dudé ni medio segundo en responder y ni él en regresarme el mensaje.
Ni bien leí su último mensaje me levanté del sofá de un salto y corrí a mi habitación para arreglarme; eran las once y media de la noche, el bar cerraba pronto y no tardarían en aparecer así que tenía que estar presentable antes de que llegaran.
Hice todo a una velocidad extrema y por eso ahora, mientras espero sentada en el sofá y los escucho aparcar sus autos en la entrada, mi pecho se mueve agresivamente de adelante hacia atrás. La puerta se abre y enseguida Lena asoma por el pasillo.
—¡Hola, Dakota! —grita alzando un cajón de cerveza por encima de su cabeza—. Vamos a divertirnos mucho.
—Vas a lastimarte —Abraham niega con la cabeza intentando quitarle el cajón, pero ella le saca la lengua y hace el cajón a un lado evitándolo—. Hola, Dakota.
—Hola, chicos —me pongo de pie y camino hacia ambos para saludarlos con un beso en la mejilla.
También saludo a Phebe que entra en la sala cruzada de brazos, pero sorprendentemente con buena cara. Mike me da un beso en la mejilla y se queda con su brazo por encima de mi hombro manteniéndonos unidos.
—Casi no te vemos, mujer —me pecha la cabeza con la suya—. Jefferson te consume todo el tiempo.
—Mi tiempo a cambio de dinero —me encojo de hombros—. Es lo justo.
—Por eso nosotros no vamos a trabajar —comenta haciendo una seña con la cabeza hacia Abraham—. Los cinco vamos a vivir de la música, cantando en cada ciudad, llenando estadios enteros, siendo felices.
Giro mi cabeza hacia él con lentitud mientras mis labios comienzan a curvarse en una sonrisa.
—¿Qué? —pregunta sonando ofendido—. Si me dices que no suena hermoso no voy a creerte.
—Es hermoso, no iba a decir lo contrario —comento riendo.
—Mas te vale, porque aunque ahora parezca muy lejano, algún día vamos a lograrlo —asegura y yo asiento—. Cuando le das tu alma entera a algo tienes que ver buenos resultados, el universo no puede ser tan hijo de puta.
—Estás raro, Mikel Harrington —digo frunciendo el ceño.
—Se fumó medio porro con unas chicas y creo que estaba mezclado con algo más —Abraham niega con la cabeza evidentemente molesto—. Nos dijeron que cada vez va a quedar más tonto, que es normal.
A él sí que se le da bien lo de hermano mayor.
—En mi defensa —Mike alza su índice en el aire, pero no alcanza a decir nada porque Phebe habla en su lugar.
—No tienes como defenderte, eres idiota —le entorna los ojos a la vez que aprieta los labios.
—Es que eran muy lindas...
—¿Alguna te dio su número? —Phebe alza una ceja y Mike niega con la cabeza—. ¿Ves? Idiota.
—Ya, ya —Lena deja el cajón junto al sofá y se acerca a nosotros para abrazar a Mike—. No ataquen al idiota...digo, a Mike.
—No vuelvas a decirme Mikel —me mira serio—, o tendré que sacar un «Preciosa» de la manga de mi buzo y no va a gustarte.
Nos quedamos mirándonos serios unos segundos hasta que él es el primero en reír.
—¿Harry vino con ustedes? —pregunto al notar que todavía no ha entrado.
—Está fuera fumando —Abraham recoge el cajón de cervezas y sale de la sala con dirección a la cocina.
—Cuéntanos, Dakota —Mike se tira encima del sofá—. Cómo va la convivencia.
Lena le golpea las piernas para que se haga a un lado y toma asiento junto a él. Miro a Phebe y cuando sus ojos dan con los míos señalo el sofá con la cabeza invitándola a sentarse; yo pasé la tarde entera encima de él, lo último que quiero es seguir aplastándolo. Ella me sonríe ladeando un poco la cabeza y el gesto se me hace tan raro que mi ceño se frunce un poco.
—Por ahora todo bien —comento arrimando una silla al sofá para poder sentarme cerca de ellos.
—¿Harry no te ha asustado todavía? —Lena ríe—. Una vez comience a esconderse detrás de las puertas, debajo de la cama o en lugares oscuros y asustarte con gritos vas a odiarlo.
—No va a hacer eso —aseguro negando con la cabeza.
—No voy a asustarla —afirma él entrando en la sala—. ¿Quieres que me corra de la casa? —mira a Lena sonriente y ella le hace una mueca.
—Lena y yo tuvimos que soportarte haciendo eso durante años, es justo que con Dakota sea igual —dice Phebe y él le sonríe de lado.
—Cuando me quiera y le de pena dejarme durmiendo fuera será cuando su infierno comience.
Yo lo miro seria y él me guiña un ojo, como si con el gesto asegurara que las cosas no van a cambiar con el tiempo.
—¿Llevaste las cervezas a la cocina, Abraham? —grita Lena poniendo mala cara—. ¡Tráelas aquí, idiota! ¿Crees que las compramos para guardarlas?
Se pone de pie soltando un bufido y sale de la sala, supongo que en busca de Abraham.
—¿Me ayudas, Dak? —pregunta Harry posando una mano en mi hombro—. Tengo algunas cosas en la maleta de mi auto...
Yo me pongo de pie y comienzo a caminar detrás de él saliendo de la sala y por el pasillo. Al llegar a su auto abre la maleta y dentro encontramos dos sofás de tela enormes color negro.
—Phebe parece estar de buen humor, ¿no? —comento tomando uno de los sofás.
—Veamos cuanto le dura —Harry sonríe cargando el otro sofá en una mano para poder cerrar la maleta con la otra—. Escucha, no te pedí que vinieras solo para ayudarme...
—¿Pasa algo?
—Faltan cuatro días para tu cumpleaños —Lo miro con el ceño fruncido—. ¿Qué quieres que te regale?
Apenas termina de hablar comienzo a negar con la cabeza.
—Nada, en serio, no es necesario —No haré que gaste en un regalo—. Si de verdad piensas quedarte el día entero en casa eso es más que suficiente.
—¿Hablaste con Jefferson para que te diera el día libre?
Nos detenemos frente a la puerta y yo agrando los ojos mientras me cubro la boca con una mano.
—No pensé en eso.
—¿Alguna vez piensas en algo? —rueda los ojos riendo.
—Jamás, solo actúo y ya —me encojo de hombros—, pero mañana hablaré con él, gracias por recordármelo, Harry.
Abro la puerta y me meto en la casa cargando el sofá hasta la sala en donde lo dejo caer y me tiro encima de él. Harry hace lo mismo, pero en vez de sentarse en su sofá, se sienta a mi lado.
—¿Ya saben a qué jugaremos? —pregunta Lena entrando en la sala.
Se sienta entremedio de Mike y Phebe dándoles una cerveza a cada uno. Abraham aparece justo detrás de ella y nos tiende una a Harry y a mi para después dejarse caer encima del sofá al lado de nosotros.
—Lena trajo un mazo de cartas —dice Abraham señalándola con la cabeza y ella saca el mazo del bolsillo de su chaqueta—. Todos tomamos una carta y el que tenga la más alta debe responder una pregunta o cumplir un reto, si no quiere hacerlo tiene que beber. Yo tengo una botella de tequila en mi camioneta, voy a buscarla.
No espera a que alguien le de luz verde, simplemente abandona la sala.
—Básico —Phebe rueda los ojos—, pero divertido.
Se pone de pie y toma el mazo para luego dirigirse a la mesa y voltear a vernos con desagrado.
—¿Qué esperan? —agranda los ojos—. Empecemos de una vez antes de que Mike se duerma.
Los cuatro nos ponemos de pie caminando hacia ella que ya está tomando lugar en la cabecera. Nos sentamos alrededor de la mesa a la espera de Abraham que vuelve a aparecer al cabo de unos minutos con no una, sino dos, botellas de tequila y las deja en el centro de la ronda.
—La primera tiene que ser suave —advierte Abraham cruzándose de brazos mientras Phebe se dispone a repartirnos una carta a cada uno—. Y nada de escribirle mensajes sexuales a personas que conocemos.
—No seas aburrido, Abraham —Lena lo codea—. Si no quieres hacer algo, bebes y ya.
—Tenemos que tener un límite de shots seguidos, porque conociéndolo él no querrá hacer nada —Harry señala a Abraham—. No más de dos.
—Tiene razón —apoya Phebe—. Solo puedes beber dos veces seguidas, a la tercera debes responder o hacer lo que sea que te reten.
—Ya empecemos de una vez —Mike rueda los ojos y uno de sus párpados tiembla—. Si ponen muchas reglas acabarán peleando como siempre.
Phebe le hace una mueca y finalmente deja el mazo de cartas junto a las botellas de tequila, indicando que el juego ha comenzado. Ella es la primera en voltear su carta y sonreír victoriosa por obtener un uno de picas, le sigue Mike que tiene un siete de tréboles, Lena da vuelta un uno de corazones y le sonríe a Phebe con suficiencia, Abraham festeja ante un cuatro de diamantes y Harry lo acompaña con un seis de corazones. Yo giro mi carta y sonrío al dar con un dos de tréboles.
—Suelten cualquier cosa, voy a hacerlo sin importar lo que sea —Mike abre los brazos a la vez que cierra los ojos—. Vamos.
—Ese es el espíritu —Phebe le aplaude—. ¿Alguna idea, Abraham?
—Que le diga a Cristal que solo saldrá con ella en el festival de invierno —dice él y Mike lo mira con suficiencia.
—¿Crees que es difícil hacer eso? —saca su celular y se pone a escribir—. Ahí lo tienes, más fácil que darse cuenta de que Phebe es géminis.
Le pasa el celular a Abraham para que chequee el mensaje mientras es fulminado por Phebe con la mirada.
—Aquí vamos de nuevo —dice ella y vuelve a repartir—. Démosle vuelta a la misma vez.
Nos miramos entre todos y luego giramos las cartas a la vez. Lena vuelve a festejar con un uno mientras Harry se cruza de brazos echando adelante la carta de Alejandro Magno, el rey de tréboles.
Lena y Mike comparten una mirada de complicidad y luego él entorna los ojos en dirección a Harry.
—Te reto a que le des un beso a cualquier persona de esta mesa —dice Mike y Harry alza las cejas.
Sus ojos primero van a Phebe que lo mira sonriendo, pero pasan de ella y juro que por un segundo se clavan en mí antes de continuar hacia Abraham.
—¿Abraham, en serio? —Lena asiente sin poder creerlo.
—No debería sorprenderte —Mike se encoge de hombros—. El verano del festival, antes de que empezara a salir con Zoe, se comieron la boca bestialmente.
—Eh, que tampoco fue así —interviene Abraham abriendo las manos—. Harry, diles, no fue así.
—Estaba borracho, no recuerdo —sonríe hacia arriba encogiéndose de hombros—. Igual no iba a besarte a ti, tienes novia.
Mira a Mike y su sonrisa se ensancha.
—Por mí está bien —Mike le regresa la sonrisa—, pero levántate tu porque yo no tengo ganas.
Harry se pone de pie apoyando sus manos en la mesa y se estira por encima de esta hasta llegar a Mike al otro lado. Apenas rozan sus labios, pero eso es suficiente para desatar los gritos ahogados de Lena que los apunta con la cámara de su celular.
—¡Lo tengo grabado! —chilla alzando el aparato en el aire—. Ahora podré chantajearlos con esto hasta que mueran.
—Súbela —la reta Harry—. Así no solo nos seguirán chicas.
—¡Claro! —Mike le choca la palma sonriendo—. Anda, súbela y nos etiquetas.
Phebe rueda los ojos y vuelve a repartir. Ahora es a ella a quien le toca un nueve de corazones siendo esta la carta más alta. Lena, que será quien ponga el reto o haga la pregunta, mira a Harry y él se encoge de hombros, como si estuviera respondiendo a una especie de mensaje telepático.
—Phebe Thomson —comienza a decir Lena—. Te reto a que aceptes la propuesta que Abraham y Harry nos hicieron.
—Voy a beber —dice Phebe y toma la botella de tequila.
Se sirve un shot y lo bebe sin quitar los ojos de encima de Lena, viéndola con desagrado y me atrevería a decir que hasta con rabia.
—Si voy a aceptar es porque yo quiero hacerlo, no por un estúpido reto —golpea el vaso en la mesa y vuelve a tomar el mazo de cartas para repartir.
Las siguientes rondas son regulares y en todas me salvo de ser yo quien tenga la carta más alta, estoy anonadada con mi suerte hasta que una aguja parece pinchar la burbuja protectora que me rodeaba y por primera vez me toca Atenea, la reina de picas.
—Pregunto yo —anuncia Phebe antes de que alguno pueda hacer siquiera un amague—. ¿Por qué la placa de tu camioneta es de New York si tú eres de Dakota?
Me quedo helada.
—Ay, Phebe, ¿Qué son esas preguntas? —Lena rueda los ojos—. Pregunta cosas normales, por Dios.
—Es que se me hace extraño, dice haber pasado su vida entera en Dakota, pero su camioneta es de New York.
—La compré en un lugar de autos usados —niego suavemente—. El antiguo dueño debió ser de New York, no tengo ni idea.
—¿Quién se fija en eso, Phebe? —Harry la mira con el ceño fruncido a la vez que niega con la cabeza.
Él mismo junta las cartas y se dispone a repartir. Vuelve a tocarme la más alta y cuando Phebe abre la boca para hablar, suelto un suspiro inconsciente. Jugar a esto sabiendo que tengo muchas cosas que ocultar fue una pésima idea.
—Si pudieras enrollarte con cualquier persona en esta mesa, ¿con quién lo harías? —pregunta y cruza sus manos encima de la mesa.
—Eso sí es una buena pregunta, Phebe —Mike sonríe.
Yo tomo la botella y la destapo para servirme un shot mientras Lena me mira de boca abierta.
—Ahora tengo curiosidad —Lena ladea la cabeza.
—La curiosidad mató al gato —Abraham la mira serio—, pero yo también quiero saber.
Me bebo el shot tirando la cabeza hacia atrás.
—Van a tener que quedarse con la duda.
Esta vez soy yo quien reparte las cartas y mantengo esa responsabilidad hasta Mike se niega a nadar desnudo en la piscina y Abraham se enfada porque según él, Mike siempre es igual. Así terminamos los seis viendo el techo de la sala sentados en los sofás.
—Creo que estoy borracha —dice Lena tocándose la frente con la palma de la mano—. Todo me da vuelta, chicos.
—Ya deberíamos irnos —Abraham se pone de pie—. Harry y Dakota querrán dormir.
—Ni que fuera tan tarde —Mike saca su celular y al ver la pantalla agranda los ojos—. Bueno, son las tres y media de la madrugada.
—Abraham tiene razón —Lena también se pone de pie—. Ya es hora de irnos.
Ella tira de los brazos de Mike para levantarlo mientras él se queja y refunfuña por no querer irse todavía. A duras penas consigue que camine hacia la salida con Phebe, Harry y yo detrás de ellos pisándoles los talones.
Una vez fuera, Mike y Lena suben en el auto de Abraham y Phebe se nos queda viendo a Harry y a mí.
—¿Necesitas que te lleve? —le pregunta Harry.
—Quiero que lo haga Dakota —me mira sonriendo y el gesto se me hace extraño—. ¿Puedes?
Yo comienzo a asentir, pero entonces Harry pone un brazo delante de mí y niega con la cabeza.
—Yo te llevo.
—Quiero que me lleve Dakota.
—Yo no tengo problema, en serio —poso mi mano en el brazo de Harry quitándolo de delante de mí—. Nada más déjame ir en busca de mis llaves, ya regreso.
Me meto a la casa y siento a Harry caminando a mis espaldas.
—Voy a estar despierto hasta que regreses, Dak —me sonríe de lado—. Ve con cuidado.
—Suenas como una madre, Harry —río al cruzar junto a él—. Te avisaré cuando regrese, tranquilo.
—Voy a estar esperando —dice, otra vez caminando detrás de mí.
Abro las puertas y dejo que Phebe se meta primero en el lado del copiloto para después subirme yo también. Ni bien salir a la calle y poner la dirección de su casa en mi GPS, enciendo la radio preparándome para el terrible silencio que me espera.
—Escucha —Quizá hablé muy pronto—. Ambas somos personas adultas, maduras y que gracias a la evolución podemos razonar, así que voy a preguntarte algo y quiero que me respondas la verdad.
Esto fue una mala idea.
—¿Qué pasa, Phebe? —Mantengo mis ojos fijos en la calle, no puedo voltear a verla porque temo que si lo hago pueda encontrar en mi mirada todos los secretos que tengo ocultos.
—¿Pasa algo entre Harry y tú? —Noto como traga grueso.
—¿Qué? —Ahora sí volteo a verla—. No, ya se los he dicho, solo somos amigos.
—Él no quiere ser solo tu amigo, Dakota. ¿Qué no te das cuenta de cómo te mira? ¿Cómo te estuvo mirando toda la noche?
—No me mira de ninguna forma, Phebe.
Esto es absurdo.
—Sé que lo mío con él es historia —aparta la vista de mí—. La cagué y por mucho que lo ame no volverá a verme de la misma forma, pero quiero seguir a su lado.
—Me conoce hace menos de un mes, Phebe, quizá tiene curiosidad, pero nada más. Por mí no tienes que preocuparte.
—Él te conoce desde hace un mes y yo lo conozco desde toda la vida, créeme que debo preocuparme —Se cruza de brazos—. No somos amigas y no creo que lleguemos a serlo, pero tampoco quiero pelearme con quienes sí lo son por tu culpa, así que voy a aceptar su propuesta. Tú ganas, Dakota.
—No sé de qué hablas...
—Harry quiere invitarte a cantar con la banda en el festival de invierno, la propuesta fue en conjunto con Abraham, pero sé que fue él quien dió la idea.
—Pero si el festival es en menos de una semana...
—Querían decírtelo esta noche. Desde el inicio me negué, pero porque primero quería hablar contigo. Él me ha dicho que no ha pasado nada entre ustedes y que tampoco cree que llegue a pasar, así que quiero confirmar que sea cierto.
—Si, lo es —asiento—. Puedo asegurarte que solo somos amigos.
—Sé que Harry se merece alguien mejor que yo, pero también sé que tú no eres esa persona —me mira seria—. No confío en ti, Dakota.
—No esperaba que lo hicieras —niego con la cabeza—. No me conoces.
—Y tú tampoco a mí —alza las cejas—. ¿Quieres follar con él? Hazlo. ¿Quieres hacerle un oral? Todo tuyo. ¿Él te hace uno a ti? Perfecto, no me molesta, yo y él no somos nada, pero no lo lastimes.
Irónico viniendo de su parte.
—Harry siente y siente demasiado, cuando quiere lo hace de verdad y he visto como te mira. No importa cuanto tiempo lleves en su vida, te quiere y el sentimiento va a seguir creciendo así que vuelvo a repetírtelo, no lo lastimes.
El GPS me ordena detenerme al doblar la cuadra y eso hago.
—No soy la villana que crees, Dakota. Solo no quiero que vuelva a sufrir por amor, porque de todas las personas en el mundo es quien menos se lo merece.
Lleva la mano a la manija de la puerta y la abre colando un pie fuera.
—Si me hubiera dado cuenta antes quizá ahora no tendría que verlo enamorándose de otra chica.
Sale de la camioneta y me regala una sonrisa algo nostálgica antes de empezar a caminar hacia su casa.
Mientras conduzco de regreso mi mente es bombardeada una y otra vez por las palabras de Phebe, pero no les presto atención porque de hacerlo también tendría que prestársela a la melodía que tengo atascada en mi cabeza desde la primera vez que mis ojos dieron con Harry encima del escenario y eso me da miedo. Le temo porque nunca antes la había escuchado, incluso estando con Robin, y su significado me da miedo.
Al llegar a casa me detengo junto al umbral de la puerta y lo miro a él recostado en el sofá con los ojos cerrados.
—¿Estás durmiendo? —pregunto en voz baja.
—Ahora que llegaste sí —responde sin abrir los ojos—. Creo que voy a quedarme aquí, no tengo fuerzas para subir.
—Bien, entonces supongo que nos vemos mañana.
—Dale un beso a Booboo de mi parte.
Sonrío negando con la cabeza y subo las escaleras para después meterme en mi habitación. Me siento en la cama y me dejo caer de espaldas sobre el colchón, una vez recostada mis ojos dan con Booboo sobre mi almohada y sonrío.
—Te lo envía Harry —le digo mientras me quito la ropa y me meto bajo la manta.
Holiiii, acá ando otro domingón.
Hace rato quería darles una escena de Dak y Phebe a solas para que de una vez por todas la comprendieran, insertar audio de tiktok * no es malo, solo quiere ser él mismo*
Bueno, nada, espero que hayan tenido un lindo día y que lo terminen de igual forma, besotes en la kola con k de kieeeee olor que tené muchaaachoo.
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