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Parte tres

JungKook tenía la cabeza gacha, tocando tristes melodías con su lira, mientras seguía al Dios a lo que sería la entrega del inframundo.

Con la muerte de TaeHyung, su mundo se volvió blanco y negro.

¿Qué sentido tenía hacer las canciones más bellas, si TaeHyung no estaba ahí para apreciarlas?

Hermes intentaba no verse afectado por las melodías de aquel mortal, pero en el fondo, le dolía escuchar tan lamentables melodías.

Sentía esas melodías tan lamentes.

─Hemos llegado ─avisó el Dios de los mensajeros─. Buena suerte Orfeo.

JungKook vió como Hermes se desvanecía, hacía tiempo que nadie lo llamaba con ese nombre.

Ignoro aquello, acercándose a Caronte, el barquero, quien no se molestó en verlo.

JungKook, que no era tonto, tocó la melodía más triste y armoniosa, que logró conmover al Caronte. A pesar de las estrictas reglas del Hades, Caronte lo dejo pasar por el río Estigia, cuyas aguas
separan el reino de la luz del reino de las tinieblas.

Agradeciendo a Caronte por el viaje, divisó su otra prueba, la entrada, en donde un perro de tres cabezas ahuyentaba a cualquier espíritu que se atreviera a cruzar la entrada sin permiso.

Se acercó sin temor, ¿qué tenía que perder? TaeHyung ya se había ido, y estaba ahí para recuperarlo.

Cerbero gruñó al verlo, dispuesto a lanzarse sobre él.

Pero JungKook fue más rápido, acercó su mano a las cuerdas de su lira, empezando a tocar una de las melodías que había compuesto para TaeHyung.

El perro dejó de gruñir, sus tres cabezas balanceándose al ritmo de la música. Más calmado, el can se hizo a un lado, dándole libre camino a JungKook, quien avanzó.

Siguió avanzando, y todo se volvía cada vez más oscuro. A la distancia, pudo ver a dos figuras sentadas en tronos.

Supo que eran Hades y su esposa, Perséfone, justo a su lado. Los reyes del inframundo estaban ahí.

En cuanto Hades lo vió, pudo divisar una notable ira en sus ojos, jurando ver fuego a través de ellos.

─¿Cómo te atreves a invadir mis dominios mortales? Dime tu motivación, o sufrirás en el tartaro por toda la eternidad ─exclamó furioso el Dios.

JungKook, se llenó de valor. La presencia del Dios de los muertos era aterradora.

─Oh Dios y Diosa del inframundo, he venido hasta aquí para recuperar a mi amado TaeHyung, que se me fue arrebatado en vida.

Hades no suavizo su mirada.

─Han llegado hasta aquí los rumores de tu talentoso don para la música.

JungKook sujeto con firmeza a su lira, tocando una de las más tristes melodías que había compuesto de camino al reino.

Todo el inframundo detuvo su accionar para escuchar aquel canto, Sísifo dejó de arrastrar su piedra, las fieras olvidaron un rato de castigar a los pecadores, e incluso la diosa Perséfone estaba conmovida por tal melodía.

Hades también se sintió conmovido, una lágrima de hierro resbaló por su mejilla en cuanto el canto del mortal finalizó.

─Oh amado mío ─exclamó Perséfone, quién tenía el corazón ablandado por tan bella melodía─. Dejemos que el mortal se vaya con su amado al reino de los vivos, su talento y su dolor es tan grande que merece ser feliz junto al hombre que ama.

Hades no dijo nada, acariciando con su pulgar la mano de su esposa.

─Traigan el espíritu de TaeHyung ─ordenó el Dios del inframundo.

JungKook sintió sus ojos picar, haciendo varias reverencias y agradecimientos a los dioses.

Pronto, un espíritu regresó con TaeHyung, su TaeHyung.

Al conectarse la mirada de ambos amantes, corrieron a abrazarse. Un reencuentro de llantos y pequeñas risas de alegría, al igual que besos.

Los presentes sonrieron conmovidos por tal demostración de amor.

─Podrán irse, pero hay una condición. ─Ambos amantes voltearon a ver al Dios─, JungKook, irás caminando primero y TaeHyung te seguirá, por ningún motivo debes mirar atrás antes de que salgan del túnel y hasta que el cuerpo de tu esposo esté bañado por la luz del sol. Solo de esa manera estarán juntos, si no lo cumples, lo perderás de nuevo y esta vez para siempre.

JungKook y TaeHyung asintieron, y agradecieron de nuevo a ambos dioses.

Un túnel se abrió, y JungKook tomó la mano de TaeHyung, empezando a caminar por aquel túnel. Hizo caso a las indicaciones, y en ningún momento volteó a ver a su esposo.

Tuvo cuidado de donde pisaba, e incluso pensó que posiblemente estaba caminando muy rápido, ¿y si TaeHyung no podía seguirle el ritmo?

Quiso voltear, pero se detuvo, no podía perder de nuevo a su esposo.

Siguieron caminando, JungKook a lo lejos pudo divisar una luz. Era la luz del día.

Apresuró su paso, cada vez estaban más cerca. Justo cuando estaban por llegar, dejo de sentir los pasos de TaeHyung. Su sangre se heló, ¿acaso se había quedado atrás?

Miró la salida, les quedaba muy poco para llegar, unos tres pasos y él ya estaría afuera. La tentación pudo con él, y volteó a ver a su esposo.

Pero en cuanto la mirada de ambos se cruzaron, unas sombras se llevaban de nuevo a TaeHyung.

─¡No!

Gritó, alcanzando a tomar la mano de TaeHyung, quien también trataba de aferrarse a él, pero las sombras eran más fuertes y lograron separar a los amantes.

JungKook avanzó, dispuesto a volver a entrar al inframundo, sin embargo, una mano en su hombro lo detuvo.

Volteó, encontrándose al Dios mensajero, Hermes; este mismo negó, y JungKook cayó al suelo, destrozado.

Había perdido oficialmente a TaeHyung.

Lloró, de rodillas en el piso, con las lágrimas resbalando por sus mejillas, soltó un grito que dejó su garganta desgarrada.

Había perdido su motivación.

[ . . . ]

JungKook tocaba la lira con la cabeza cabizbaja. La melodía solo reflejaba su tristeza.

Habían pasado ya dos meses desde la muerte de TaeHyung, pero su corazón dolía como el primer día que vio su muerte, y como el primer día que vio como se lo llevaban de nuevo al inframundo.

La melodía solo expresaba el dolor del artista.

Frente a él, había un grupo de mujeres, sacerdotisas de Dioniso, el Dios del vino. Las mujeres estaban borrachas, y se acercaron a él.

─Oye lindo, ¿no quisieras pasar una linda tarde con nosotras?

JungKook las ignoro, continuando con su labor de tocar la lira, misma lira regalada por su padre.

─¡Oye! Te hicimos una pregunta.

La voz de la sacerdotisa era mucho más enojada.

Pronto, las mujeres frente a él estaban furiosas, al ver que sus intentos por acostarse con el atractivo joven eran ignorados.

Las muchachas empezaron a tirarle cosas, pero la música de JungKook desviaba los objetos.

Aún mas irritadas, las muchachas empezaron a gritar y a hacer sonar campanas, buscando que la música del joven sea tapada.

Logrando su objetivo, lo despojaron de su lira, pero a JungKook no podía importarle menos.

─¿Muy machito no? ─Hablo una.

JungKook no les hizo caso, logrando que las muchachas finalmente comenzarán su atroz acto.

Las jóvenes siguieron lanzando piedras, ramas y algunas lanzas al ahora indefenso joven. JungKook no hizo nada para detenerlas, ni siquiera cuando una de ellas clavó una lanza en su abdomen.

JungKook tosió, la sangre brotaba de su estómago.

Las mujeres tomaron el cuerpo del joven, y sin ningún cargo de consciencia lo tiraron al río, en el cual también tiraron su lira.

Un trueno sonó en el cielo, y a las mujeres se les bajo el alcohol en cuestión de segundos.

─¡Ingratas mujeres, ¿cómo se atreven a hacerle eso al joven Orfeo?! ─Gritó Zeus, el dios de los dioses.

Las mujeres se arrodillaron, empezando a pedir disculpas entre sollozos.

Sin embargo, fueron ignoradas, siendo Apolo testigo de cómo pagaban su castigo. El Dios, apenado por la muerte de su hijo y junto a Zeus, tomó la lira de JungKook, colocándola en una constelación.

Así, su hijo sería recordado por muchos siglos más.

[ . . . ]

JungKook caminó con cuidado por el césped, sus pies descalzos se sentían indefensos en ese lugar.

Su juicio había dictaminado que había sido un buen hombre en vida.

─¿JungKook?

El joven artista se paralizó, alzando la mirada para encontrarse con la persona que amaba.

TaeHyung estaba frente a él, vistiendo de blanco y con una sonrisa en su rostro.

JungKook se acercó rápidamente a su amado, y lo abrazó. Lo abrazó tan fuerte como pudo, lloro en su hombro, y empezó a darle vueltas en el aire.

TaeHyung reía, acariciando el cabello de su esposo.

─Te extraño tanto, amor mío.

Murmuró JungKook, uniendo sus labios con los de TaeHyung. Ambos sintieron su interior cálido.

Ambos se sentían de nuevo en paz.

Ahora mismo, estarían juntos otra vez, estarían juntos para siempre, y nadie los iba a separar está vez.

De ahora en adelante, Orfeo y Eurídice se amarán hasta el final de los tiempos.

Fin.

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