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Capitulo 7 Descubierta

— ¿He oído bien? ¿Acaso la llamaste Cristine? — dijo Richar, con incredulidad, señalando a Erik y luego a mí, que me escondía detrás de mi amo, dejándole el problema solo para él.

— Habrá escuchado mal... estábamos hablando de otra Cristine... — intentó explicar Erik, y al oírlo me golpeé el rostro. Definitivamente, la falta de sueño estaba estropeando su cerebro para mentir adecuadamente.

— No, no escuché mal — dijo Richar, avanzando con paso firme mientras negaba con un dedo acusador. — Ella definitivamente no es Daphne — dedujo, acercándose a mí, pero Erik se interpuso, actuando como un caballero decidido a protegerme.

— Con el debido respeto, señor, le pido que no intente poner sus manos sobre mi hermana — ordenó Erik, su tono frío pero cargado de autoridad. Pude notar la tensión en sus ojos y hombros, aunque Richar no dudó y estiró su mano, arrancando finalmente el antifaz de mi rostro.

— Lo sabía — dijo Richar, con una sonrisa de satisfacción. Sin embargo, antes de que pudiera disfrutar de su victoria, Erik le propinó una bofetada — Insolente — exclamó Erik, su voz llena de furia.

Richar se llevó la mano al rostro enrojecido y mirando a mi amo con desprecio.

— ¿Quién es ella? — preguntó, señalándome con el dedo y observándome.

— No es de su interés — refutó Erik, su mirada fiera.

— Oh, claro que lo es. Si no me dices quién es, les diré a todos lo que Daphne está haciendo en Juno, y la imagen de tu querida hermana quedará tan dañada como la economía de su querida familia.

— No se atreverá — lo desafió Erik, sin apartar la mirada de él.

— Pruébeme, señor Erik — dijo Richar, mirándolo con odio. Luego, volvió su atención hacia mí, una sonrisa curvando sus labios. — Ya pensaba yo que sus manos eran demasiado ásperas para las de una señorita. ¿Que eres? ¿Mucama, sirvienta, dama de la no...

— Al parecer, desea que continúe lacerándolo — añadió Erik con una calma glacial, manteniendo su postura protectora.

— Ya veo. Es "tu" dama nocturna — comentó Richar con burla, pero Erik no mostró la más mínima reacción.

— Toco para él — respondí, mis palabras saliendo con firmeza. — El violín, el piano...

— No tienes que darle explicaciones a este ser — me ordenó Erik, colocando su mano frente a mí para evitar que siguiera hablando.

— ¿Podría ser un caballero y devolverme mi antifaz? — le pedí a Richar, mi tono irónico, pero sin perder la compostura. Él dio un paso hacia mí tendiéndome el antifaz mirándome, pero la mano de Erik llegó antes.

— Lárguese de mi vista — ordenó Erik, su voz cargada de amenaza.

— Será todo un placer, pero recuerde Erik, su falta de sueño aumentará de ahora en adelante, porque no perdonaré esta ofensa — aclaró Richar, su tono lleno de veneno, antes de alejarse, dejando a mi señor y a mí en un completo silencio.

Erik volteó hacia mí, su expresión grave, y con una mano cuidadosa volvió a colocar el antifaz en mi rostro.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? — preguntó, tomándose el puente de la nariz en un gesto que ya se había vuelto habitual en él, uno que indicaba su cansancio, pero también su preocupación.

***********

La noche fue larga. Mi amo apenas pudo dormir dos horas antes de que me regañara y ordenara descansar, para no ser él también regañado luego por su madre.

Eran las tres de la tarde cuando Dolores me pidió que lleve al salón una bandeja de pasteles pero, la figura de un invitado peculiar me turbo.

Me asomé a la mesa dejándolos con cuidado pero al notar el rostro de este, un escalofrío recorrió mi espalda. Era el mismísimo señor Richar.

Notandome él se enderezó sobre el sofá, dejando su taza en la pequeña mesa, mientras sus ojos peligrosos no se apartaron de mí con una sonrisa de victoria.

— ¿A qué debemos el honor de su visita? — preguntó la señora Damaris.

— ¿El señor Erik está en casa? — inquirió Richar, por fin apartando su mirada de mí.

— Cristine — me llamó — ¿Serías tan amable de solicitar la presencia de mi hijo? — pidió

— Enseguida madam — dije, haciendo una pequeña reverencia antes de darme la vuelta.

A pasos firmes, avancé por la casa hasta llegar a la habitación de mi amo. Mi respiración se aceleraba mientras mis pasos resonaban en el pasillo, hasta que finalmente abrí la puerta sin siquiera tocar.

Erik estaba frente a un espejo, con la espalda descubierta, sosteniendo una camisa en la mano.

— Cristine — me llamó, al ver mi reflejo en este, sorprendido por mi presencia.

— Señor Erik — dije, mi voz temblorosa por la ansiedad.

— ¿Qué ocurre? — preguntó, girándose hacia mí sin ningún reparo.

— Eh... el señor... el señor Richar... — apenas podía hablar, el miedo se había apoderado de mí.

Él no dijo nada, solo avanzó, tiró de mi mano y me hizo entrar en su habitación, cerrando la puerta con firmeza. Me quedé rígida contra la pared, tratando de recuperar el aliento mientras llevaba una mano a mi pecho.

— ¿Qué hay con él? — insistió Erik, sus ojos fijos en los míos, buscando respuestas.

— Está en el salón... con la señora — logré decir, finalmente, mientras sentía que mis piernas temblaban.

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