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Capítulo 30

Georgie apenas pudo dormir, recordando cada palabra de la conversación con Brandon. Lo que más le torturaba era la posibilidad de que todo lo dicho fuese cierto, y que no existiera nada que objetársele a Brandon. ¿Había minado su sentir por él, bajo la falsa percepción de que no la merecía? ¿Se había olvidado de su amor y aceptado a James, creyendo a Brandon capaz de hacer algo que en realidad nunca había hecho? ¡Qué desesperada se sentía! Luego comenzó a recordar con serenidad las evidencias: la carta que había leído; por más que Brandon intentara justificarla, era cierto que no más avanzar por las primeras líneas ella ya estaba convencida… ¿Cometió un error? ¿Sus hermanos estaban tan confundidos como ella?

Lo que más le había alarmado era conocer que el Conde de Rockingham no tenía escrúpulos. ¿Cómo se había atrevido a chantajear a Brandon? Más aun, ¿cómo fue capaz de mandar a publicar algo que pudo haber causado no solo la ruina de Brandon sino también la de su propio hijo? Aquello le preocupaba sobremanera, porque no entendía cómo un hombre tan ruin había sido aceptado por James y su esposa después de lo que había hecho. Ella los había visto juntos y parecían una familia corriente, sin nada que hiciese pensar que el conde los había abandonado en el pasado y tuviera una amante con la que vivía en Wessex.

Georgie se vistió y de inmediato fue al encuentro de sus hermanos. Gregory estaba en el salón, charlando con Prudence, con una expresión muy seria. Ella lo había puesto al corriente de lo poco que sabía: cómo Georgie se había encontrado con Brandon en la fiesta y al parecer habían conversado. El enfrentamiento con los Condes de Rockingham y el hecho cierto de que Georgiana no hubiese dicho ni una palabra durante el regreso ni después, lo alarmaron mucho.

Gregory se levantó en cuanto la vio y corrió a abrazarla.

—¡Lo siento tanto! Lamento no haber estado allí para haberte evitado ese momento tan duro. ¿Qué sucedió?

Georgie se sentó, esforzándose en hallar las palabras adecuadas.

—Brandon lo niega todo —resumió—, salvo que Pasaje de Baco es en verdad la representación del poema de lord Douglas. Quedó muy afectado tras el juicio contra Wilde, por la amistad que se profesaban, pero alega que el sentir de Thomas por él no fue reciprocado por su parte.

—¿Qué esperabas? —prorrumpió Gregory—. No iba a admitirlo… ¿Olvidas la carta que le escribió?

—No, no lo olvido —contestó Georgie—, pero infiere que la hemos malinterpretado. Me ha dicho que él juzga, como pintor, la belleza de una manera objetiva y que sus palabras en la misiva no reflejaban una inclinación de otra naturaleza distinta a una amistad.

Gregory se enfureció, al advertir lo ciega que estaba.

—¡Eso no es cierto, Georgiana! —exclamó—. Apenas leíste el comienzo de la carta, pero Edward y yo lo hicimos varias veces; incluso James también la leyó. ¡El lenguaje no daba lugar a dudas! Brandon apela ahora a tu ingenuidad para convencerte con su discurso.

Georgie también se puso de pie, incómoda porque la consideraran tan poco inteligente.

—Le he escuchado y albergo dudas… Su razonamiento no es del todo equivocado tratándose de un artista, pero tampoco puedo acusarle o asumir que miente.

—A James no le gustaría escucharte hablar así —le increpó con su dedo—. Eres injusta.

—¡James tampoco me ha dicho toda la verdad! ¿Sabías que fue el conde quien mandó a publicar esa nota en The Post? ¿Estabas enterado de que chantajeó a Brandon? ¿Sabías que es un hombre sin escrúpulos al punto de abandonar a su familia para vivir con su amante?

Gregory se quedó desconcertado, sin saber qué decirle.

—Eso es cierto —admitió al fin—, pero lord Wentworth ha cambiado y tampoco merece ser juzgado de manera tan severa.

Georgie iba a replicar cuando James apareció en la puerta de la habitación. Apenas había dormido, pues cuando llegó al Waldorf sus padres le esperaban angustiados para narrarle lo que sucedió. ¡Estaba tan preocupado por lo que podría pensar Georgiana! Temía tanto que Brandon hubiese logrado revertir la situación a su favor…

Prudence fue quien, dirigiéndose a James, habló primero:

—Pienso que debería regresar después —le aconsejó—, Georgie ahora está un tanto… —no sabía qué decirle—, abrumada con lo que ha pasado.

James no se marchó, la miraba a los ojos desde la distancia, como quien necesita leer en ellos que todo va a estar bien. Para su pesar, no encontraba en ellos ningún mensaje claro.

—Quiero hablar con él —dijo Georgie—. Por favor, déjennos solos.

Gregory dudó, pero James avanzó en la estancia con ese objetivo y finalmente los hermanos se retiraron, no muy convencidos de haber hecho lo correcto. Habían escuchado a Georgie y sabían que estaba muy confundida. A James le dolería mucho verla así…

James se acercó a ella, agradecía el espacio de intimidad, y le tomó una mano –la misma en la cual llevaba su anillo–. Ella no lo rechazó, le sostuvo la mirada, pero se notaba muy turbada y eso le angustió, sabiendo cuán cercanos estaban aún los recuerdos de su pasado compromiso, y cuán frágil podía llegar a ser Georgiana.

—Lamento mucho lo que sucedió —comenzó—. Experimenté un presentimiento anoche, como si supiera que debía acompañarte.

Georgie liberó su mano y se sentó.

—No soy una niña pequeña que necesite supervisión constante —le respondió—. Es cierto que fue duro, pero supongo que Brandon y yo nos debíamos una conversación y eso tuvimos. Tal vez no fueran las mejores condiciones para sostenerla, pero finalmente he escuchado su versión de los hechos.

Georgie hablaba con una distancia que afectó a James, pero esta vez no intentó acercamiento alguno; estaba demasiado preocupado porque su precipitación en algún sentido le hiciese perder a Georgiana.

—¿Y cuál es su versión de los hechos? —preguntó con calma.

—Brandon alega que no es responsable de lo que te ocurrió —dijo al fin—. Me lo juró. Tampoco es responsable de lo que le sucedió a tu padre…

James asintió.

—Jamás te dije que estuviera seguro de ello —le recordó—. Cuando hablamos te confesé que no tenía los argumentos suficientes para considerarle culpable, aunque la lógica nos indicara que era el único con interés para haberlo hecho.

—Él insiste en que no. Se había señalado tanto con el artículo de The Post que renunció a adquirirla. Yo le creo, Brandon jamás ha sido un hombre sin escrúpulos.

—Si prefieres creerle en ese aspecto, no me sentiré ofendido. Si no existen pruebas que verdaderamente le condenan, ¿por qué pretender que lo juzgues sin verdaderas evidencias? Yo prefiero desconfiar de él, tengo motivos e indicios para ello, pero no le puedo creer culpable a priori. Tampoco exigírtelo a ti.

Ella asintió, al menos en ese punto estaban de acuerdo.

—Hay algo que Brandon me confió que me dejó muy afectada…

James suspiró, levantándose para caminar por la estancia, más alterado de lo que hubiese querido manifestar.

—Sé que tu padre es el responsable de que se haya publicado ese artículo en The Post. Chantajeaba a Brandon, tenía un estilo de vida más que censurable… ¿Eso es cierto? —La voz se le resquebrajó.

James acudió a ella, con el corazón en un puño, y volvió a tomarle las manos.

—Es cierto —afirmó con dolor—. Mi padre estuvo ocho años fuera de casa. Es algo de lo que no me enorgullezco, así que perdóname por no habértelo dicho; intentaba que me quisieras por lo que soy yo, no que me despreciaras por los errores de mi familia.

Georgie se levantó y se colocó junto a la ventana.

—Si te acepté incluso después del secreto de Thomas que nos separaba, ¿cómo crees que no hubiera entendido mejor lo de tu padre?

Él se alegró un poco, al ver que de forma indirecta hablaba de su relación.

—Porque Thomas jamás ha sido indigno de nuestro apellido —respondió con calma—. No puedo condenarle por sus afectos. Es mi hermano y sé de su buen corazón, pese a que en ocasiones se muestre independiente e irreflexivo, lo que es propio también de su juventud. En cuanto a mi padre… Él sí ha errado mucho. Me siento avergonzado de decírtelo ahora, por eso evité hacerlo en el pasado, aunque tus hermanos están muy bien enterados de lo que hizo. Abandonó nuestro hogar y vivía con una amante en Wessex; me chantajeó a mí y a Percy con aquella carta, y al no ceder a su extorsión, planeó publicar una nota en The Post que nos instara a darle el dinero que solicitaba.

—¡Qué horror! —exclamó Georgie, sin poder evitarlo.

James suspiró, aterrado ante la posibilidad de perderla.

—Mi padre fue herido en penosas circunstancias. Aquel hombre que intentó comprarle la carta, sedujo a su mujer. Fue así que él, sintiéndose engañado, sacó un arma para enfrentarle, pero su contendiente fue más rápido y disparó primero. Luego quemó parte de la casa, y hace poco supimos que nuestro agresor está en la cárcel, enfrentando cargos por asesinato tras haber matado a la amante de mi padre con la cual había huido. ¡Es un hombre violento!

—Eso que dices es terrible —articuló Georgiana, aunque por él mismo sabía parte de la historia—, pero Brandon insiste en que no contrató a ese hombre.

—Está bien —accedió él—, supongamos que es inocente… Lo cierto es que esa experiencia que vivió mi padre le hizo comprender los errores que había cometido en el pasado. La vida le ofrecía una nueva oportunidad que no podía desaprovechar. Fue Gregory quien le encontró herido y solo, y lo trajo de regreso a Londres, como ya te expliqué. Mi madre lo acogió sin reservas y cuidó de él; supongo que siempre lo querrá a pesar de todo. La transformación que hemos advertido en él es asombrosa, y eso lo comprendí cuando me entregó la carta de Brandon, sin condiciones, para poder aspirar a tu amor. Mi padre renunció a lo único que tenía a su favor, inspirado por un sentimiento generoso, y agradecido de la acogida que había recibido en casa. Desde entonces, sé que es un hombre distinto, incluso quemó la carta frente a mí cuando tus hermanos la devolvieron.

—Ese es otro aspecto importante al que se ha referido Brandon —continuó Georgie, ofuscada—. Alega que el lenguaje utilizado en la misiva es el propio de un artista dirigiéndose a otro.

—¡Eso no es cierto! —Aquella tergiversación de la realidad, exasperó a James.

—Tú leíste la carta completa —insistió Georgiana—, es probable que en varias ocasiones. ¿Existía en ella alguna alusión explícita a un sentimiento distinto al afecto entre mentor y discípulo? ¿Hablaban de un encuentro que no fuese solo para contemplar la pintura ya terminada? Necesito que seas preciso…

La expresión de James le asustó. Jamás lo había visto con tan poco dominio de sí mismo.

—¡En ocasiones las cosas no son tan expresas, Georgiana! —profirió—. Menos aun cuando el asunto puede ser censurado y peligroso. Para un caballero el lenguaje no podría tener otra interpretación que la que le dimos nosotros: mi padre, tus hermanos, yo…; incluso tú misma cuando la tuviste delante.

—¡Pero él es un artista! —exclamó Georgie en su defensa—. Acostumbra a hablar de belleza sin prejuicios; aunque se tratara de un joven, pudo haberlo valorado con la objetividad de un pintor, no con los ojos de un hombre…

James estaba pasmado ante la manipulación de Brandon. Ella estaba tan impresionada y él tan desesperado por revertir la situación, que no sabía cómo hacerlo.

—Entre ellos existía un afecto distinto a la amistad o a la camaradería entre artistas, Georgiana.

—Brandon me confesó que sí, que eso percibió respecto a tu hermano, pero que él nunca le reciprocó ese sentir. Por ello rompió la amistad, por eso Tommy se desesperó tanto, porque sabía que su inclinación no era correspondida.

—¡Sí, sí fue correspondida, Georgiana! —gritó él—. No solo fue correspondida, sino alentada… Percy es mucho mayor que Tommy, más de diez años… ¿No crees que tenía la madurez suficiente para advertir lo que sucedía y consentirlo? ¿Acaso no comprendes que huyó a Nueva York porque se sentía perdido y asustado? —consideró—. ¿Por qué opinas que Tommy vino tras él? ¿Acaso una amistad no correspondida merecía tamaño viaje? Tommy vino a América con un propósito claro, y al parecer lo alcanzó. Supe por Eastman Johnson que Brandon le presentó a mi hermano cuando llegó, y fue él quien le recomendó que expusieran los dos en San Francisco. ¿Todavía quieres creer en Brandon a pesar de ello?

—Él no me ocultó que hubiese visto a tu hermano, pero se apartó de él cuanto pudo en San Francisco…

James se rio con tristeza.

—¡Sí, mis padres me advirtieron sobre ello! Ya sé lo que alegó Brandon al respecto, y tú prefieres creerle a él, sin importar lo que yo pueda decirte.

Esta vez fue Georgie quien se acercó a él, le tendió las manos, pero James no se las aceptó.

—¿Ya no me amas? —le preguntó él—. ¡Te noto tan confundida y tan defensora de Percy que tengo miedo de mirarte a los ojos!

—No digas eso… —contestó ella—. Sabes que sí te amo —intentó tranquilizarle—, pero es cierto que estoy confundida con lo que Brandon me dijo. He preferido darle el beneficio de la duda, creer que no ha mentido, y eso me coloca en una posición terrible…

—No te entiendo…

—Si todo fuera en verdad un malentendido, si Brandon jamás correspondió a los sentimientos de tu hermano ni es responsable de las agresiones que sufrieron ustedes, la resolución de poner fin a mi compromiso la adopté bajo argumentos que no eran ciertos ni de peso. Aunque ya no le ame, me siento culpable de haber tomado una decisión tan poco meditada sin darle la oportunidad de expresarse, como lo hizo anoche.

—¿Te sientes culpable? —repitió él, airado como pocas veces—. ¿Crees que nuestro compromiso fue una precipitación, un error?

—No, pero…

James no la dejó continuar, avanzando con rapidez hasta la puerta.

—¡No puedo escucharte más, Georgiana! Siempre ha existido Brandon entre los dos como un fantasma, que pone en riesgo tu felicidad y la mía. He intentado hacer valer mi amor por ti, pero no ha sido suficiente. Los errores de mi padre para ti parecen más graves que la deshonestidad de Percy. Prefieres creer en él ciegamente que confiar en el buen juicio de las personas que te quieren y con ello no me refiero solo a mí, sino a tus hermanos. ¿Acaso crees que hubiesen alentado nuestra relación en contra de un amigo tan antiguo y cercano como Percy? ¡Lo hicieron convencidos de sus defectos de carácter y a su vez reconociendo mi valía frente a él! Cuánto me lastima que tú no seas capaz de hacer lo mismo. Hoy tu actitud me decepciona y no imaginas el dolor que siento…

James cerró la puerta al marcharse y Georgie cayó desplomada en el diván, ocultando su rostro entre las manos. Las lágrimas bajaban por sus mejillas en abundancia, y pocas veces en su vida se había sentido tan desesperada.

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