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El Tesoro Génesis

"La agonía, el destino, el olvido. Nunca lo olvides, a todos nos reclama, tarde o temprano."

Susurró Vulcano a Mugh al oído, su padre poco a poco empezaba a desvanecerse, se debilitaba a medida que un roto nuevo Señor de la Sangre, Mugh, obtenía el título. Sus palabras aunque marcadas al rojo vivo en la mente de Mugh, fueron más tarde las que le dieron vueltas en la cabeza. Ahora, tras haber asesinado a su padre, no le quedaba más que seguir adelante pero no era el único motivo para estar destruido.

El Ritual de Ascensión a Señor de la Sangre culminó con los poderes de Vulcano adhiriendose al cuerpo de Mugh, elevándolo, pero a la vez sus emociones estaban completamente destruidas. Estaban en un coliseo, demostrando que estaba listo para gobernar, aun así y con todo, Mugh no podía derramar ni una sola lágrima por su padre, no podían ver a su Señor como alguien débil.

Apretó los dientes mientras estaba arrodillado, respiró profundo ahogando su quebrada alma y se levantó gritando de rabia y furia. La gente lo ovacionó creyendo que era su ferviente deseo de gobernar pero no podían estar más equivocados, Mugh volteó su mirada hacia ellos consumido en rabia, le habían arrebatado a su padre.

"¡El Señor de la Sangre exije obediencia! ¡El Señor de la Sangre exige poder! ¡El Señor de la Sangre exige sacrificios! ¡Yo exijo sangre!"

Mugh entonces ahora con sus nuevas sombras las extendió a toda velocidad y gritando de rabia atravesó a múltiples de sus plebeyos, no para esparcir su Don Oscuro como era costumbre de los Señores de la Sangre para crear su nueva prole, sino para devorarlos y adquirir más poder, la sangre de sus adeptos alimentó el cuerpo de Mugh que yacía sumergido en la cólera, sin embargo, lo necesitaría para su siguiente misión.

"Yo no soy mi padre, no conocerán en mí la benevolencia, no conocerán en mí la virtud de la paciencia. Cualquiera que desobedezca mis leyes caerá en el peor destino de todos, una tortura interminable sin conocer jamás la muerte."

La gente entonces guardó silencio cuando lo entendió, el poder cambió y algo oscuro y tiránico se esparció en las mentes del pueblo del Señor de la Sangre, el aura de Mugh se mostró por primera y única vez como una horrenda abominación llena de dientes, ojos y apéndices que se retorcían entre sus sombras.

Helia entonces le habló una última vez.

"Bien Mugh, quiero que consigas el Ecuarum, permanece en la Cofradía del Custodio hacia el norte en Brevalthia, deberás declararles la guerra para obtener un artefacto tan raro, dudo mucho que quieran entregártelo de otro modo, ese es el desafío que deberás cumplir para mí, obten el artefacto, demuéstrame tu valor Señor de la Sangre."

Helia podía salvar a su madre con el Ecuarum, la enfermedad que la estaba torturando lo dejaba con culpa por sentirse inútil, incapaz de ayudarla, ahora que su padre Vulcano se había ido, solo le quedaba salvar a su madre, cueste lo que le cueste.

Aquel viejo recuerdo asaltó a Mugh al ver el largo pasillo por donde caminaban ahora, tras ese encuentro recordó haberse encaminado por allí mismo, donde llegó hasta el final y se arrodilló ante la puerta, apretó las manos y golpeó el suelo con rabia en soledad. Las marcas aún yacían en el suelo, pudo rememorar vividamente el odio que le tenía a su pueblo cuando era joven.

Aun así, una vez devuelto a la realidad sospechó que no hubieran guardias, levantó la vista de suelo y miró la perilla hablándole a Blessed.

"Abre la puerta."

Blessed tomó la perilla, temeroso y abrió la puerta para ver en el interior de la habitación. La puerta cedió, y pronto desvelaron lo que había en su interior, incontables tesoros recopilados que parecía había conseguido la mujer de Mugh a lo largo de múltiples expediciones.

"La erosión la ha enloquecido, se ha consumido en una cólera depravada y maldita, Solánide... ¿cómo podría una criatura, haberse destruido tanto a sí misma en sus maquiavélicas intenciones?"

Declaró Mugh, observando todos los extraños artefactos que había conseguido. Artefactos antiquísimos que resguardaban cantidades inconmensurables de poder. Mugh arrancó la puerta, para evitar problemas y entró a la habitación con Blessed.

"Mi señor, tal parece que el Señor de la Sangre se ha armado con poderosos artefactos ¿Cómo piensa combatirla ahora?"

Mirando las estanterías, Mugh pudo ver el Cráneo de Crisálida Dextina encima, al lado de otras posesiones que pertenecían a otras criaturas. Un reloj de la extinta raza de los Dioses Demonios, un arma arcana de los Kua'Xhar, una llave que pertenecía a una de las perdidas ciudades de los Apocalipsis, un rosario de los Iyushan, un fragmento de altar de los Exkólidos, y finalmente el artefacto de los Génesis.

Blessed lo vio, y de inmediato interpretó que era.

"Eso no es un arma, mi señor, la única arma que tienen aquí es la de los Kua'Xhar, pero parece inactiva y olvidada por el tiempo. Estos objetos, todos pertenecen a algunas de las razas de los Dioses... Y el artefacto de los Génesis es un..."

"Catalizador tecnológico."

Complementó Mugh las palabras de Blessed, ambos se mostraron sorprendidos.

Mugh caminó mientras veía el objeto, cuestionándose ¿Qué clase de tecnología quería usar? Pronto se acercó a una altar, con un trono y una figura en él. Mugh no reconoció la criatura que yacía en ese trono hecho con cadáveres, pero al leer el nombre, supo bien quien era.

"Býrae, Solánide fue capaz de atravesar el Desierto Sagrado, y llegó a la gran tierra de la Profecía... Ella encontró a Býrae..."

Susurró Mugh, con la voz temblorosa. Con una profecía de Býrae, Solánide era prácticamente invencible.

"Býrae, aquel que lo sabe todo, quien conquistó y exterminó él solo a los Dioses Demonios... Sus profecías marcan el destino, no hay profecía de Býrae que no se cumpla, cualquiera que sea bendecido por una de ellas será invencible pues tendrá el destino a su favor."

Mencionó Blessed temblando ante tal implacable proeza, toda una raza de Dioses sometidas por un solo ser, un Horror Deificado creían ellos.

"Hay que largarnos de aquí, Blessed. No tenemos nada más que hacer aquí."

Blessed estuvo de acuerdo, y caminó hacia afuera. Una de las sombras de Mugh tomó el Cráneo Crisálida Dextina y lo arrastró hacia su abrigo sin que Blessed se diera cuenta de su movimiento.

Pronto, Mugh reparó la puerta con sus sombras y se adentraron nuevamente al pasadizo.

"¿Qué hará para vencer la profecía de un Horror Deificado como Býrae, mi señor?"

El ex Señor de la Sangre sabía bien que no era algo que debía tomarse a la ligera, pero ni siquiera sabía cuál era la profecía que le había hecho a Solánide. Býrae al igual que las otras criaturas de las cuales se había enterado hacía poco, como Yishaer o Nyandrak eran seres que escapaban completamente de la escala del tablero.

¿Cómo podía Mugh, equilibrar la balanza? Cuando descendió hacia la fosa, encontró conocimientos de Yishaer y Nyandrak, entidades que seguramente estarían como mínimo, al nivel de Býrae.

Pensó en descender nuevamente a la fosa, y encontrar algún secreto que le pudiera otorgar una ventaja pero, en el fondo sabía que esas viejas pinturas apenas ofrecerían algo adicional de conocimiento.

Necesitaba más poder, y una forma de tener un plan de contingencia si las cosas se salían de control.

Nuevamente llegaron al viejo edificio, y Mugh habló con Blessed.

"Has sido de utilidad, basura. Pero todavía te necesito para mis planes futuros, así que no te irás de aquí."

Mugh golpeó a Blessed y lo clavó a la pared dejándolo inmóvil y empalado. Allí no tenía forma de escapar.

"Mi señor, permítame seguirle a donde vaya, así podrá asegurarse de que no iré a ningún lado."

Mugh lo sabía, su teatro había terminado pues ahora, al herirlo, ni siquiera había mostrado una mueca de dolor tras atravesar su cuerpo con una enorme estaca.

"Tengo mis propios asuntos pendientes Blessed, por ahora tendrás que esperarme aquí. Por otra parte, si te llegas a escapar, no me importa a donde vayas, cuando termine con esto te buscaré hasta en el último rincón de cada dimensión para matarte."

"Mi señor, no podría, soy su servil siervo."

"Eso lo veremos, pequeña basura."

Mugh se encaminó nuevamente a la Abadía para prepararse. Una vez allí se encontró con Ykaen, Apsu y Tiamat.

"¿Cómo te fue, Señor de la Sangre?"

Mencionó Apsu, con un tono tenuemente burlesco.

"He aprendido bastante del Señor de la Sangre, y necesitaré duplicar mis esfuerzos para combatirlo."

Apsu se sorprendió, por primera vez parecía que era realmente honesto.

"¿Hay algo que podamos hacer por ti, Mugh?"

Mugh por primera vez notó palabras un poco más claras de Apsu.

"Sí, necesito un arma para combatir las profecías y el destino."

Apsu se sorprendió de la declaración de Mugh, y Tiamat se echó a reír a carcajadas.

"¡Pero que suerte tienes Señor de la Sangre! Tenemos algo que puede ayudarte ¡Y que suerte tienes!"

Mugh asombrado se dio vuelta dándole las espaldas, nadie pudo ver su rostro de sorpresa y pronto lo guardó para darse la vuelta.

"¿Y qué pueden hacer ustedes, para combatir el Destino?"

Tiamat carcajeó más fuerte, y sacó un bisturí. Cuando lo observó, rápidamente su risa se apagó.

"¿Qué no podemos hacer, Mugh?"

Contestó ella, Mugh tuvo un horrible presentimiento que escaló por su espalda hasta su nuca mirando su rostro cambiar de manera fugaz, Tiamat se había vuelto bastante seria. Ykaen tragó saliva.

"Mi señor, no debería arriesgarse..."

Mugh observó a Ykaen y le dirigió la palabra.

"Tú y yo debemos conversar, hay algo con lo que necesito que me ayudes y tú eres el único que puede, pero debemos hablarlo a solas."

Ykaen se sorprendió y se mostró decidido.

"Lo que desee, lo acompañaré gustoso, marcharía con usted hacia la muerte si fuera necesario mi señor."

Mugh puso la mano encima de su hombro, y tras una palmada lo dejó sentarse.

"Díganme ¿Cómo pueden cambiar el Destino?"

"Mugh, el Destino no es algo que esté plenamente fijado. El Destino se fija por nuestra personalidad y percepción del mundo, solo nosotros nos predestinamos a que las cosas nos ocurran como ocurren. Aun así, también hay artefactos que pueden cambiar el Destino, y tanto Tiamat como yo poseemos uno pero evidentemente no será gratis usarlo."

"¿Qué más quieren, a parte del Cráneo?"

Preguntó a Apsu.

"El poder para matar un Dios."

Mugh se sorprendió ante la declaración porque él no sabía cual era el poder para matar un Dios.

"¿Y qué necesitas para obtener ese poder?"

"Un fragmento de un Horror Deificado."

Mugh guardó silencio unos momentos, las criaturas de las que había escuchado, Býrae, Nyandrak, Yishaer, entidades que entraban en esa o categorías superiores.

"No poseo nada similar, sin embargo, sí poseo información sobre entidades que se les asimilan o superan a algunos Horrores Deificados."

Los ojos de Apsu se abrieron de alegría, y sus venas negras se engruesaron mostrando su emoción colérica y malvada.

"Espero que sea buena información, Señor de la Sangre."

Apsu materializó una enorme guadaña hecha de una columna vertebral horrenda y deformada, la Guadaña Cadáver de Dios. Parecía que aún palpitaba con cierta vida, y parecía retorcerse un poco. Tan vomitiva como parecía, Mugh se cuestionó a que clase de criatura se la habían extraido, pero mostraba unas cualidades casi sobrenaturales y un aura divina que para Mugh, difícilmente lo dejaban indiferente, era totalmente incuestionable.

"¿Qué cosa es eso?"

Mencionó Mugh, con cierta aversión y malestar, retrocediendo ante el artefacto.

"Es un arma capaz de cambiar el destino Mugh. En una situación normal puede ayudarme a enfrentar cualquier tipo de adversidad, sin embargo, esta arma por sí sola no es suficiente para matar a un dios."

Apsu tenía un rostro de ojos abiertos, y se mostraba ciertamente fascinado y feliz a partes iguales.

"Me imagino que usar algo como eso no atraerá precisamente pura buena suerte."

Escuchó Apsu de Mugh, quien le contestó.

"En efecto Mugh, no tientes al Destino, no juegues demasiado con la Causa y el Efecto porque el Dios Dragón Daw'Zovni vendrá a buscar y te arrastrará a una dimensión de la cual jamás nadie ha vuelto. También podrías encontrarte con su contraparte, la Muerte Predestinada que no suele dejar a nadie indiferente."

La mente de Mugh se llenó de dudas, todo el poder que necesitaba pero a tan alto riesgo ¿Iba a tomar el destino entre sus manos, para conquistarlo todo? 

Sus manos temblaron, el riesgo era inmenso pero si no corría el riesgo no podía vencer, no había otro modo. Su padre, todo lo que le había heredado, tanto tiempo que le costó dejar de lado su odio por su gente, tanto que le costó aceptar que él era el legítimo heredero, que no había otra forma más que dejar ir a su padre. Él debía mantener el sello del Primer Señor de la Sangre, era su deber como el legado de su padre, el deber como heredero de la voluntad de Yshtax, el tiempo pasaba y las probabilidades cada vez jugaban más en su contra. Debía tomar una decisión, inclusive con los poderes que escapaban de su comprensión.

"He leído viejos relatos de la existencia de Yishaer, el Daeva Dragón y su existencia en el plano dimensional último, donde la realidad se vuelve porosa y frágil, donde se filtran poderes desconocidos que pueden sacudir todos los multiversos. Tanto Yishaer que habita y resguarda el todo, como Nyandrak que es una de las entidades que se filtra de ese lugar son entidades que superan el poder de un Horror Deificado. Nyandrak el Dios Exterior fue quien creó a los Señores de la Sangre, si obtienes su favor puedes obtener el poder para matar a un Dios. No sé donde queda pero puedes encontrarlas en el Final de Todas las Dimensiones y Todas las Branas Últimas."

Le mencionó Mugh tomando la horrible guañada entre sus manos.

"También, más allá del Desierto Sagrado existe una leyenda..."

Apsu siguió.

"Býrae..."

"Sí, el actual Señor de la Sangre lo encontró, Býrae es real, pero para llegar a él..."

Tiamat le comentó.

"No por nada su existencia es un mito ¡Býrae existe! Y es que, no por nada, es un mito, no puedo creer que exista, con razón necesitas..."

Mugh aceptó con la cabeza, miró la horrenda guadaña y la guardó entre sus sombras. Solo la usaría si era necesario, y no estaba dispuesto a encarar a Daw'Zovni ni a la Muerte Predestinada, ya tenía suficientes problemas con el Primer Señor de la Sangre, así que apenas terminara todo esto se la devolvería.

Mugh se acercó entonces a Ykaen, y caminó con él hacia el exterior de la abadía para conversar.

"Ykaen, el Señor de la Sangre..."

"Lamento no habérselo comentado desde un principio, mi señor. Pensé que le afectaría saber que era Solánide..."

"La verdad, al comienzo no lo recordaba. Pronto la imagen se fue aclarando en mi mente y mis recuerdos se fueron recuperando hasta que la vi y supe que esos recuerdos no eran falsos. No importa que haya pasado Ykaen, Solánide tiene un artefacto catalizador de alta tecnología, y desconozco para que lo va a usar. Necesito tu ayuda, eres el único que puede auxiliarme en este momento."

Ykaen sonrió, pero intentó mantenerse sereno, diría que orgullo era lo que pasaba por su cuerpo, su voz tembló al contestarle a Mugh.

"Por supuesto, mi señor, sus deseos son órdenes, dígame que anhela y conquistaré toda la dimensión para conseguirlo. Para ser honesto, me hace feliz saber que puedo ayudarte Mugh, lo siento por salirme de la etiqueta. Desde que éramos niños te he visto sufrir por culpa de tu linaje, las horribles clases que te hacían, las órdenes de tus tutores, todo lo que debías estudiar, por eso siempre te escapabas del palacio. Me acuerdo cuando nos pillaron robando fruta en el mercado, tu padre estaba furioso."

Mugh le sonrió a Ykaen.

"Es cierto, esa vez estuve castigado un mes entero, mi padre me decía "Es una vergüenza que el futuro Señor de la Sangre robe fruta a su pueblo, las tutorías serán más exigentes" y me miraba con esa mueca que tenía cuando se enojaba."

Ambos se rieron, Ykaen lo miró.

"Me alegra que después de todas las cosas que han pasado encontraras la forma de perdonar a tu pueblo, e inclusive que ahora estés intentando salvarlo."

"No sé si intento salvarlo Ykaen, o si intento recuperar mi prestigio que me pertenece por derecho. No sé si aún quiero castigarlos por haberme hecho perder a mi padre, no estoy seguro Ykaen, pero hay poderes muy importantes en juego, aún estoy disgustado, por mi esposa, por mi padre, por mi gente, por lo que era mío, por la traición."

Mugh apretó los dientes y su ceño se frunció en disgusto, en rabia.

"¿Sabes? Siempre quise encontrar un lugar a donde pertenecer, cuando nos conocimos te volviste mi familia, mi mejor amigo, te transformaste en alguien que esperaba acompañar hasta el final. No siempre los finales son buenos, no todos los sacrificios son suficiente, a veces las cosas son una mierda y ya. Siempre he querido pagarte lo mucho que hiciste valer la pena cada momento que vivimos juntos..."

Antes de que Ykaen continuara, Mugh lo detuvo con un gesto de su mano.

"Yo les fallé, y debo vivir con ello. Pero ahora no es tiempo ni momento para arrepentirme ni sentirme mal por ello. Te recompensaré como se debe Ykaen, no me he olvidado de todo el apoyo que me has dado."

Ykaen le sonrió, notando que había evitado el tema para seguir manteniéndose fuerte.

"Gracias, no hay mayor gloria que trabajar a tu lado, mi Señor."

Mugh suspiró poniendo la mano en el hombro de Ykaen, pronto llegaría el momento y sabía que lo más difícil aún no comenzaba.

Guadaña Cadáver de Dios:

Esta arma, tan poderosa e ilimitada fue arrancada del cuerpo de un Génesis. Se retuerce como si aún estuviera en su cuerpo, y posee tintes sangrientos escabrosos, su portador puede escuchar susurros que lo empujan hacia la locura.

Se cuenta que inclusive después de arrancarla de su cuerpo, la criatura a la que pertenece aun sigue viva, y transmite su influencia a través de esta arma que aún porta su esencia.

Los Génesis poseen la capacidad de alterar el Destino a su gusto, pero aunque pueden alterar el destino mismo no pueden cambiar por completo su configuración si poderes mayores a ellos se ven involucrados. La esencia de los Dioses solo es superada por criaturas horrendas que están por encima de ellos.

Nadie en su sano juicio portaría esta arma por demasiado tiempo, la esencia del horrible monstruo que la poseía en un comienzo absorbe hasta el destino de su portador, en el mejor de los casos puede atraer solamente a la Muerte Predestinada, y en el peor al Dios de la Causa y el Efecto Daw'Zovni. Naturalmente nadie desea lidiar con los dioses que escriben como funciona la causa y la muerte.

"Un grito desgarrador se escuchó de esa arma que parecía agitarse, él la arrastraba como si no escuchara nada, su trance estaba acompañado de las venas negras en su cuerpo ¿Era un arcángel caído y maldito? ¿O era una abominación atraída por la mala suerte? El Devorador de la Sangre Negra ha escogido como arma la columna vertebral de un Dios Dimensional, lo que lo ha vuelto implacable."

Desconocido.

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