25- ÚLTIMO CAPÍTULO. Dragones y mazmorras.
«Cercenemos los miembros gangrenados de nuestra comunidad en Cristo. Es preciso que sacrifiquemos algunas vidas para salvar las almas de muchos. Con este escrito, y en mi calidad de Santo Padre, os concedo plenos poderes para que exorcicéis al diablo y destruyáis a todos aquellos que contribuyan a su propagación».
Bula Summis desiderantis affectibus,
del Papa Inocencio VIII [*].
—Dime, Willem, ¿por qué no me has soltado? —El periodista observaba a su rival con gratitud mientras este lo ayudaba a levantarse—. ¿Por qué no me has dejado caer de la torre? Así tendrías a Dan solo para ti. Contabas con la excusa perfecta, solo necesitabas argumentar que mi mano se había resbalado de la tuya.
—Porque, aunque tú no me creas, Nathan, yo te aprecio. —Y le palmeó la espalda—. Eres mi adversario por el amor de Danielle, pero también te considero mi amigo desde que estuvimos en Japón. ¡Si hasta compartimos tatuaje! Sé que te he acusado de muchas cosas, pero soy consciente de que siempre puedo contar contigo en los peores momentos. —Se interrumpió para analizar a la médium—. ¡Mírala! —La señaló con el pánico pintado en el rostro—. ¡Para salvarme ha permitido que el demonio le entre en el cuerpo! ¡Dios mío! —Y por los gestos parecía que le dolía a él.
Porque el mafioso todavía sentía en carne propia la agonía que embargaba a la muchacha al combatir el Mal dentro de sí. Aún experimentaba la sensación, que debía de ser similar a cuando un salvaje guerrero te cortaba en trozos cada parte del cuerpo. Se le habían grabado a fuego en el alma el miedo al perder poco a poco la identidad, el horrible hedor del azufre, el dolor al estirarse los huesos, los músculos y los tendones al cambiar de forma el organismo, el horror al comprender que era inevitable, que no disponía de medios para combatir el asedio, y, por último, la impotencia de haberse convertido en la presa de un depredador más fuerte y más sabio que él. Se acercaron enseguida, pero no sabían qué hacer.
—¡Anthony! —Aulló Rockwell, desesperado—. ¡Da Mo! ¡Por favor, venid rápido, alguien tiene que ayudarla!
El rostro de la chica mostraba decisión mientras impedía que Satanás se hiciese dueño de cada músculo, de cada pequeña porción de piel, de cada minúsculo pensamiento. El esfuerzo era evidente porque el sudor se le deslizaba a raudales por la cara.
—¡Da Mo es mi maestro y siempre estaré de su lado! —gritaba, segura—. ¡Ninguna de tus mentiras cochinas podrá cambiar esto! ¡Da Mo es mi mentor y siempre estaré del lado del Bien!
Los dos hombres caminaban en círculos alrededor de la joven. Temían intervenir por si le quitaban la concentración, pues cualquier diminuto fallo le acarrearía graves consecuencias a la mujer que ambos amaban.
—¡Tú puedes con él! —exclamó Will, enérgico.
Se notaba que pretendía sonar convincente, aunque no creyera en las palabras que pronunciaba. El haber experimentado los cambios que implicaba tener en el interior a este engendro le brindaba pocas expectativas de salvación. Porque el ser malévolo lo derrotó en segundos y se esfumó en la nada —igual que si estuviese muerto— y poseía un poder imposible de igualar hasta por Danielle.
Al principio —cuando se empezó a posicionar dentro de él— la maldad que desprendía significó lo mismo que un puñetazo directo al cerebro. El Mal sin límites no era una circunstancia atribuible al mero azar, sino una obligación. La forma de expresión natural, el credo a mantener vivo siglo tras siglo. Por comparación el delincuente se sintió inmaculado —casi tan puro como un bebé—, pues se encontraba a años luz de la perversidad de Satanás... Y también supo que el Diablo quería a Danielle por sobre todas las cosas de este y de otros mundos.
—¡Lucha, Dan, tú puedes vencerlo! —Nathan sí confiaba en las posibilidades de su esposa—. ¡Lo derrotas porque eres más fuerte que él, le resulta imposible hacerse con el control de tu cuerpo y de tu mente! Recuerda, mi amor, que permitiste que Da Mo y que Taira no Masakado estuviesen dentro de ti y nunca dejaste de estar ahí. ¡Y ellos sí que son poderosos, a diferencia de este bufón! ¡Claro que tú puedes con él, corazón! ¡Combátelo con todas tus armas!
—¡Es verdad! —dijo Gerberga a viva voz—. ¡Y nosotras, tus hermanas, te apoyamos!
Al mismo tiempo que hablaba se enfrentaba a la cabra negra, que intentaba embestirla con la cornamenta. Nathan se estremeció, pues era idéntica a la que se burló de ellos cuando estuvieron perdidos en el pasado. Recordó las pústulas negras y los cadáveres, el hedor a muerte y una arcada le subió por la garganta, pero controló su fobia.
—¡Sí que puedes, hermana! —Lady Alice se unió a los gritos para motivarla, mientras sus rayos de fuego caían sobre el Satanás gigantesco una y otra vez—. ¡Eres más fuerte que nosotras, no ha conseguido engañarte! ¡Lo vencerás!
Todos supieron que Danielle escuchaba lo que ellos le decían porque la necesidad de vencer se le hizo más patente en el rostro.
—¡Da Mo es mi maestro y siempre me protege! —rugió ella, convencida—. ¡Tú jamás lo serás porque no estás a su altura, aunque puedas aumentar de tamaño! ¡Y sí que soy una bruja, pero nunca caeré en tus redes!
De repente, oyeron un crujido. Era ensordecedor, tal como si la montaña se partiese en dos o igual que si un tsunami arrasara la Isla de Rodas y barriese el castillo y las ruinas del templo.
—¡El ruido proviene de esta rata! —Willem, incrédulo, lo señaló.
Y, en efecto, así era. El coloso se resquebrajaba en millones de minúsculas partículas.
—¡No! —bramó Satanás, intentaba llevarse las manos al cuerpo para protegerlo—. ¡Esto es imposible! ¡Nunca me ha pasado algo así!
—¡No solo es posible, engendro, sino que ahora mismo lo experimentas! —Danielle lanzó una carcajada—. ¡Cuánto más grande eres, más fácil te destruyes! ¡Ningún espíritu es más poderoso que las brujas cuando nos unimos en un lazo de hermandad! ¡Te hemos vencido, maldito engendro, reconócelo!
No se percató de que Gerberga y de que lady Alice intercambiaban una mirada pasmada, que incrementó el nivel de incredulidad cuando la cabra negra se esfumó en el aire y la versión gigante del demonio se rompió en infinitos trozos y cayó a tierra. El hedor a huevos podridos apenas se percibía y el aire había recuperado el aroma a mar y a hierbas habitual.
—¡Vamos, todas juntas! —exclamó la hechicera en dirección a las demás con la energía renovada—. ¡Ayudemos a nuestra hermana y todas seremos libres!
Y giraron alrededor de la muchacha cogidas de la mano. Eran tantas que tuvieron que dividirse en varias ruedas, unas dentro de las otras. Los dos hombres se quedaron encerrados en el centro, no estaban dispuestos a apartarse de la chica.
Las brujas repetían sin descanso:
No eran esclavas, hasta que llegó Satanás
y las engañó.
La Magia Más Insondable hablar con los muertos le permitió a una de ellas, primero,
y luego unirlos a todos ellos
y la vida le devolvió.
La espada de los dioses protegió
y a otros del fuego,
mientras las agujas del reloj van hacia adelante y hacia atrás.
Vive, vive y vive
que el mundo continuará girando
y todas con él iremos rodando.
Escucharon un zumbido. Al principio era débil, pero con el paso de los segundos el volumen se incrementó. Millones de abejas avanzaban y conquistaban la acrópolis. Las brujas al principio estudiaron a los insectos con recelo. Y se quedaron más tranquilas al apreciar que rodeaban a Danielle, a Nathan y a Will.
—¡Da Mo es mi mentor y premia mi fe en él! —La muchacha, feliz, levantó los brazos hacia el cielo—. ¿Ves cómo siempre puedo contar con él, Satanás? ¡Mis amigas las abejas están aquí y consiguen romper tus barreras! ¿Qué mayor prueba necesitas para darte por vencido? ¡Te ganamos, fantasma!
Y las brujas al comprender que no era una ilusión, sino que de verdad serían libres, cantaron con más ímpetu:
No eran esclavas, hasta que llegó Satanás
y las engañó.
La Magia Más Insondable hablar con los muertos le permitió a una de ellas, primero,
y luego unirlos a todos ellos
y la vida le devolvió.
La espada de los dioses protegió
y a otros del fuego,
mientras las agujas del reloj van hacia adelante y hacia atrás.
Vive, vive y vive
que el mundo continuará girando
y todas con él iremos rodando.
—¡Vete, engendro! —Danielle se sacudió como si sufriese un ataque epiléptico—. ¡Este cuerpo es mío, jamás lo conquistarás!
No bien terminó de pronunciar estas palabras millones de abejas se posaron sobre ella. Y la bruma oscura salió, disparada, del cuerpo.
—¡Es imposible! —Oyeron la voz de Satanás, colérica, provenía de una niebla que cada vez era menos consistente.
—¡Vete, aquí no hay lugar para ti! —exclamó Danielle—. ¡Porque tú no eres nada! ¡Dios es nuestro pastor y a él le debemos fidelidad!
Los insectos se colocaron en masa y construyeron con sus cuerpos una cúpula, que también protegía a las brujas.
—¡No! —Perdía potencia, la voz era un susurro que apenas se oía—. ¡Todas ellas son mías! —Pero se oyó una diminuta explosión y la bruma ligera se esfumó.
—¡Lo han vencido! —Se asombró el delincuente.
Todas se soltaron y escudriñaron en diferentes direcciones, no se atrevían a bajar la guardia.
—No hay que confiarse. —Gerberga analizó cada pequeño detalle de la tierra, del mar y del aire—. Volverá cuando haya recargado energías. Lo conozco, es terco como una mula y no se dará por vencido.
—¡Llevémosla con nosotras! —chillaron las brujas a coro, contentas—. ¡Es nuestra hermana! ¡Si no quiere venir por las buenas que sea por la fuerza!
—¡Un momento! —Lady Alice levantó la mano y las frenó—. ¡Aquí nadie obligará a nadie a hacer nada! ¡No nos hemos deshecho de Satanás para luego convertirnos en un clon de él! —se aproximó a Danielle y argumentó con entonación segura—: Mis hermanas tienen razón en que debes venir con nosotras. Él volverá reforzado y las próximas horas serán las de mayor peligro para ti. Te doy mi palabra de que luego volverás con los tuyos.
—¡No! —gritaron las otras, decepcionadas—. ¡No puedes hacer eso, ella es una bruja! ¡Tiene la obligación de quedarse con nosotras!
—¡Silencio, sabéis que mi palabra es la ley! —La aristócrata recorrió a las otras mujeres de una en una y clavó en ellas la gélida mirada: causó un efecto inmediato, todas se quedaron calladas—. ¿Qué dices, Danielle? ¡Piénsalo porque tu vida y tu libertad dependen de ello! ¿Venís con nosotras?
—¿Venís? Entonces la invitación nos incluye a todos. —Se asombró la muchacha—. ¿Iremos nosotros tres?
—No, los dos: tú y tu esposo —Lady Alice apuntó a Willem con el dedo índice y le anunció—: Pronto llegarán tus hombres, mientras tanto las abejas te protegerán.
—¡De ninguna manera, donde vayan ellos iré yo! —se enfadó el mafioso—. ¿Cómo puedo estar seguro de que no es una trampa para secuestrar a Danielle y a Nathan! ¡No me fío ni un pelo de vosotras!
—Si fuese una trampa poco podrías hacer tú, careces de poderes y de sentido común. —Gerberga le clavó con desprecio los ojos negros y sin pupilas—. Has hecho encallar el barco y los has puesto a todos en extremo peligro.
La médium se acercó a su exnovio y le pidió:
—Yo sí me fío de la palabra de Alice Kyteler y de Gerberga, Will. Hazme el favor, regresa con los demás y cuida a los niños. Tranquiliza a mi abuela, a Cleo y a Chris, que sepan que el problema se ha solucionado —giró la cabeza en dirección a la hechicera y le preguntó—: ¿Estarán a salvo?
—Siempre que en las próximas horas no salgan del mar —después se alzó de hombros y continuó—: Pasados dos días seréis libres. Tú has vencido a Satanás en su propio terreno y él no podrá haceros daño.
—En la lucha entre el Bien y el Mal hay líneas que no se pueden cruzar. Reglas y pactos firmados que deben respetarse —intervino Alice con voz firme—. Poseíste a Satanás y fuiste más fuerte que él en la batalla de voluntades. Y cuando intentó matar a tus hijas rompió el acuerdo que selló con nosotras. Eran nuestras hermanas y nunca debió traspasar está frontera. Al vencerlo tú, todas nos liberamos.
—¡No sé yo si quería esta libertad! —susurró una de las hechiceras, pero no la escucharon—. Ser buena es aburridísimo.
—No siento que lo haya vencido. —Danielle clavó la mirada en su interlocutora—. Estoy segura de que volverá a la carga.
—¡Sí que lo has vencido, jamás lo dudes! —Lady Alice puso el mayor de los énfasis en las palabras—. Es la primera ocasión, desde los albores del tiempo, que alguien se resiste a su posesión. ¡Pero, encima, eres tú quien lo ha poseído a él! Expulsarlo de dentro por ti misma es una hazaña que solo tú has conseguido, hermana, nunca desmerezcas tu logro.
—¡Gracias, amiga! —La chica se inclinó con gratitud.
—Por favor, lord Nathan, sujete a su esposa —le rogó la aristócrata y él enseguida le cogió la mano derecha.
—¡Yo también voy! —El mafioso intentó agarrar la izquierda.
Pero las abejas que protegían a la muchacha y a su marido volaron en masa hasta él y lo cubrieron —sin hacerle daño— de manera que impedían que la rozara siquiera.
—¡Vuelve con los demás, Willem! —exclamó la chica—. ¡Por una vez en tu vida haz lo que se te pide sin rechistar!
Y tanto ella como el periodista y las brujas se esfumaron en el aire.
—¡Te prometo que volveré con los demás! —gritó el belga, aunque se quedó con la duda de que Danielle lo hubiese escuchado.
—¡Jefe! —lo llamó Brad Hopkins—. ¡Estamos aquí! ¡Hemos llegado!
—Volvamos al yate, amigo —y luego el malhechor, con tristeza, añadió—: Aquí ya no hay nada que hacer. He metido la pata hasta el fondo y no hay modo de arreglarlo.
Mientras tanto, la médium y el resto de sus acompañantes se materializaron dentro de una torre medieval, que se hallaba acondicionada de forma espartana.
—¿Estamos en el castillo de los Caballeros de San Juan? —se desconcertó el periodista—. No lo recuerdo así, Dan.
—No, cariño, esta es una torre normanda —le aclaró ella mientras le acomodaba la cabellera.
—Estás en lo cierto. —Lady Alice asintió con la cabeza—. Permitidme que os presente a quien la mandó construir y quien es su actual propietario, Richard de Clare, segundo conde de Pembroke.
Un hombre entrado en la cuarentena se acercó a ellos. Vestía una túnica en tonos marrones y un manto a juego. Y olía a panal de abejas.
—Richard —prosiguió la dama con las presentaciones—, ella es lady Danielle, duquesa de Pembroke, la bruja de la que tanto te hemos hablado. Lord Pembroke es su esposo.
Los ojillos turquesa del noble brillaron al contemplarla.
—Encantado de teneros en mi humilde morada, ¡sed bienvenidos! —Efectuó una reverencia hasta rozar el suelo—. Podéis llamarme por mi apodo, Strongbow, si os apetece. Todos los amigos de lady Alice sois mis amigos. ¡Y más vosotros dos, que habéis alejado al Mal de nuestras vidas! Ella me ha explicado cuáles son vuestras circunstancias así que podéis residir aquí todo el tiempo que necesitéis.
—¡¿Conde de Pembroke?! —Nathan no salía de la estupefacción y recorría al hombre con la vista para analizar el extraño atuendo.
—Por lo que me aclaró Gerberga nuestros títulos no guardan relación ni somos familia—comentó él como de pasada—. Vos sabéis quién soy y dónde estamos, ¿verdad?
—Por supuesto, Richard —repuso Danielle al momento—. Nos encontramos en Irlanda, en el castillo de Kilkenny.
—¿Tanto nos hemos desplazado? —Se asombró el periodista—. ¡¿Desde Grecia hasta Irlanda?!
—Me temo que tu experiencia es más completa, cariño. —Danielle le sonrió con ternura—. También hemos viajado en el tiempo. Nos encontramos entre mil ciento setenta y dos y mil ciento setenta y seis.
—¡Asombroso! —exclamó Strongbow y dio un pequeño salto—. ¿Cómo lo sabéis?
—En mil ciento setenta y dos se construyó esta torre, la primera del castillo —le contestó la chica al momento—. Y en mil ciento setenta y seis...
Y se interrumpió, no podía explicarle al noble que los acogía que era la fecha de su fallecimiento, pues cometería una ingratitud.
Así que le mintió:
—... hubo otras modificaciones y ya no lucía de este modo.
—Pues como os decía antes, sois bienvenidos. —Él movió la mano derecha y señaló alrededor—. Incluso si os apetece más quedaros en el pasado que volver a vuestra época.
Al agitar el brazo rozó el collar de madera que le adornaba el cuello. En él lucía repujada la figura de un dragón encerrado en una mazmorra. Se dio cuenta enseguida de que Danielle fijaba la mirada en el colgante.
—Así habéis dejado a Satanás. —Richard acarició el adorno—. Lo habéis encerrado en la mazmorra de vuestro cuerpo. Supongo que aún no sois consciente de la magnitud de vuestra hazaña porque creéis que habéis derrotado a un fantasma en lugar de al propio Señor del Infierno. Ignoráis que habéis liberado a las brujas de un captor que todos consideraban invencible. ¿Acaso suponéis por un segundo cuántas tretas fueron necesarias por parte de ese ser perverso para que ellas firmasen con la propia sangre? Algunas mientras vivían, la mayoría después de muertas. ¡Millones de promesas les hizo y no cumplió ni la primera!
—Gracias, conde, por sus palabras —repuso la chica y lo observó con gratitud—. Sin embargo, me cuesta pensar que lo hemos derrotado...
—En esto estáis en lo cierto, el Mal siempre vuelve, pero de otra manera. Por eso las demás brujas hacen guardia alrededor del castillo y en el bosque cercano —señaló a lady Alice y a Gerberga y agregó—: Lo que más os agradezco es que hayáis despertado a mis dos queridas amigas y que vuelvan a ser las mismas de antes.
—¿Por qué era necesario que nos trajerais aquí? —le preguntó Nathan a la hechicera—. ¿No bastaba con alejarnos de la Isla de Rodas? Podríais habernos transportado al castillo en el presente.
Lady Alice le echó un vistazo a Gerberga, que volvió a levantar los hombros para acceder a que hablase, y les explicó:
—No era suficiente. Las próximas cuarenta y ocho horas son críticas para Danielle. Ignoramos si Satanás podría hacerse con el control en caso de hallarla.
—¿No lo sabéis? —la interrogó el periodista, intrigado.
—Sabemos que cuando Satanás posee a una víctima y un exorcista lo arroja fuera del cuerpo los siguientes dos días son cruciales, pues le resulta más fácil regresar que en la primera posesión —le explicó Gerberga y se aproximó a él—. Pero en este caso la situación es inédita, no hay datos disponibles. Se ha liberado ella sola, y, además, ha sido Danielle quien lo ha poseído. Por esto tomamos las mismas precauciones. Nos pareció lo más sensato alejarla geográfica y temporalmente de él. Y nosotras también necesitábamos ponernos a buen recaudo, intentará vengarse.
—¿Por qué? —La médium la cogió de la mano y en esta oportunidad no surgió ninguna llama al entrar en contacto—. ¿Por qué nos protegisteis de él?
—Satanás nos engañó, no cumplió sus promesas, y tú has luchado del lado de nosotras —la ilustró ella—. Aunque no esté de acuerdo con lady Alice porque creo que deberías permanecer con las brujas y con las hechiceras por toda la eternidad. Pero ella te ha dado su palabra y la cumpliremos. Pasadas las cuarenta y ocho horas volverás con los tuyos. Espero que no olvides que eres nuestra hermana, por tu bien y también por el nuestro. Si ignoras quién eres y de dónde vienes les das más fuerza a los adversarios. ¡Y más a Satanás, que siempre utiliza tus debilidades en tu contra! Recuerda que es el Enemigo de Dios, el Mal Absoluto, el Diablo y siempre estate prevenida.
—Me parecen de lo más pertinentes estas aclaraciones. —Richard sonrió y le dio a Gerberga un par de palmaditas amistosas en el hombro—. ¿Pero qué os parece si os muestro vuestros aposentos? Habéis tenido un día agotador, lo mejor es que repongáis las fuerzas y que descanséis.
—Estoy de acuerdo con usted, conde. —Se notaba a la legua que Nathan deseaba estar a solas con su mujer.
Recorrieron las distintas estancias y analizaron los detalles, al fin y al cabo no todos los días visitaban la Edad Media. La construcción no era muy amplia —el castillo apenas empezaba a esbozarse—, pero después de las arduas pruebas de las últimas jornadas para ellos era el paraíso.
Cuando se quedaron solos Danielle se acercó a su esposo, le pasó los brazos alrededor del cuello y se apretó contra él.
—¡No me abraces, mi vida, huelo a rayos! —Se separó un poco de ella—. Podría contagiarte la peste bubónica. Satanás nos envió al pasado y varias personas me rociaron con el contenido de sus bubas.
—Tenemos defensas, corazón, no nos contagiaremos. —Lo volvió a ceñir, más fuerte aún.
—¡Pensaba que te perdía, Dan! —Y la apretó y permitió que sus sentidos se colmasen de ella.
—Yo también, cariño. —Danielle se aferró a él con ternura—. Cuando te he visto colgado del muro del castillo he creído que una parte de mí se moría contigo. Siento no haber podido rescatarte.
Puso la cabeza sobre el pecho masculino y le acarició la mejilla. La presencia del marido —como siempre— la ayudaba a poner los pies sobre la tierra. Todavía necesitaba reflexionar sobre lo acontecido, analizar los hechos y llegar a algunas conclusiones, pero lo haría cuando pudiese ser objetiva y se alejara un poco de la estremecedora experiencia.
—Hay algo de lo que debemos hablar, vida mía. —El periodista la contempló con amor, una mirada que se reflejaba en los ojos de la chica—. Eres inmortal. Y no escondas la cabeza en la arena ante esta realidad. Supongo que te harás cargo de lo que esto significa: todos envejeceremos y moriremos, pero tú seguirás aquí. Debes prepararte o sufrirás tanto que se te desgarrará el corazón.
—No lo creo, cariño —replicó ella al momento—. Ha sido un hecho puntual, las ningyos me trajeron de nuevo a la vida. Esto no significa que vuelva a repetirse...
—No solo te ayudaron las sirenas japonesas. Los bebés también. —Le pasó la mano por la frente y por las mejillas.
—¿¡Los bebés!? —La chica se quedó con la boca abierta.
—Sí, no sabemos muy bien cómo, pero estoy seguro de que gracias a ellos has vuelto —le respondió con ternura—. Como estoy seguro, también, de que sí eres inmortal.
—Lamento contradecirte, sol mío, pero con más razón creo que solo he vuelto esta vez. —Danielle le acarició la nuca—. Si algo así me sucede en el futuro es improbable que vuelva... No deseo hablar de esto ahora. Te prometo que no me comportaré como un avestruz, pero dame un respiro.
Nathan comprendió que se encontraba agotada y no insistió, aunque se hallaba convencido de lo contrario. Le dio pequeños besos en la cabellera rubia, en la frente, detrás de la oreja. Habían dejado en la estancia una bañera de madera, que se hallaba adornada con el mismo diseño del dragón dentro de la mazmorra que lucía el collar de Richard.
—¿Qué te parece si nos damos un baño, mi vida? —la interrogó y le efectuó un guiño sensual.
—¡Claro, cielo! —exclamó la joven con tono burlón—. ¿Cómo desaprovechar tanta agua después del trabajo que da traerla aquí?
Y cuando ella comenzaba a desabotonarse la blusa y lo observaba con descaro, el hombre se lo impidió:
—No, permite que lo haga yo.
Nathan se recreó en la tarea y con lentitud le desprendió el primer botón. Le rozaba la piel mientras lo hacía, de modo que la médium entraba en ebullición. Y le pasaba la lengua con delicadeza.
Le quitó la parte de arriba y la tiró encima del arcón que había a los pies de la cama con doseles. Procedió, luego, a desabrocharle el sujetador y le miró con atención el pecho, el cuello, los senos.
—¡Estás intacta! —La frotó con la yema de los dedos—. Es como si tu piel se hubiese regenerado, se te han borrado hasta las pecas. ¡Estás inmaculada igual que un bebé!
Las palabras del esposo le hicieron añorar a sus trillizos. Intentó no pensar en ellos cuando introdujo al ser maligno dentro, porque no tenía intención de proporcionarle más armas contra ella.
—¿Qué pasa? —la interrogó Nathan al notar que se había puesto tensa.
—¿Crees que nuestros bebés estarán bien? —le respondió con otra pregunta.
—Nuestros bebés están ahora en las mejores manos. —Y la contempló con adoración—. Te amo, Dan, nunca me cansaré de sentirlo ni de decírtelo. Estaré a tu lado siempre, mientras tú así lo desees. Y, aunque sea el único de los dos que envejezca, contarás conmigo.
[*] La bula es del 5 de diciembre de 1484. Se estableció en contra de la herejía, pero sirvió de base para el resto de las persecuciones. Citada en la página 145 de Las putas del diablo, de Erik Durschmied, Starbooks, España, 2006.
https://youtu.be/usNSd1b938g
Nathan se salva por los pelos.
Para protegerlos los llevan al castillo de Kilkenny.
Lord Nathan intenta que Danielle comprenda que es inmortal, pero ella todavía no desea pensar en este tema.
Willem —una vez en el yate— graba un vídeo muy optimista en el que rememora la aventura. ¿O tanta sonrisa se debe a que recuerda lo que sucedió con Danielle cuando Satanás estaba dentro de su cuerpo?
https://youtu.be/bI7O40OEHRg
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