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23-El secuestrador de futuros niños.

«Procura que tus palabras sean mejor que el silencio».

Proverbio japonés.

 Lady Helen escuchaba con la máxima atención las noticias. Veía el televisor recostada sobre una montaña de almohadas y tapada hasta el cuello. Intentaba extraer alguna información sobre su nieta entre las mentiras que volcaban los medios de comunicación de masas, pero resultaba complicado encontrar una certeza mezclada entre los embustes y las verdades a medias.

—¿Qué haces, nena? —se materializó Anthony y le preguntó.

     En un parpadeo apareció al lado de la señora y sobre las cobijas del lecho.

—¿Qué va a ser, Tony? —le replicó ella, ansiosa—. Intento saber algo de mi Danielle. Pero por más que cambio de canal solo hablan de las pruebas nucleares de Corea del Norte y nada en absoluto de Japón.

—Tranquilízate, cariño —le pidió el fantasma—. El problema está solucionado. Danielle ha salido exitosa de esta misión igual que siempre.

—¿Me lo juras? —Y lo miró con emoción.

—Te lo juro —él le acarició el rostro y luego agregó—: He vuelto a estropearte el pelo, nena.

     La mujer tenía puestos unos rizadores en la cabeza. Y cuando su amigo le acarició la cara despidieron pequeñas chispas, pues la cabellera se puso tensa y no podía elevarse. Lady Helen se los quitó uno a uno con destreza. Los rizos se hallaban tan apretados que —al quedar libres— por más que la anciana tiraba de ellos no conseguía alisarlos. Daba la impresión de que unos diminutos caracoles de tierra anidaban allí.

—¡Ay, Tony! —se lamentó y enseguida largó una carcajada—. ¡Estaré un mes así! Me veré obligada a usar peluca como la vez anterior porque de lo contrario pareceré una estatua de la Antigua Roma.

—O puedes ponerte una boina inclinada, pequeña. —Él rio también—. Te verás très chic. Siento mucho regalarte de nuevo un rizado de larga duración.

—Disculpas aceptadas, mon cher ami. —Ella se desternilló de la risa—. Pero no me dejes en ascuas. ¡Cuéntamelo todo acerca de mi nieta!

—Te lo muestro, mejor. —El espíritu movió el brazo con energía.

     Ante ellos apareció la imagen de Danielle mientras abría el portón de su mansión con el mando. Los dos curiosos se sintieron transportados hacia el interior de la escena. Olían los aromas de la hierba en crecimiento, de la resina y de los ambientadores a limón de las mansiones de esta calle del barrio Belgravia. Y los acariciaba la misma brisa que hacía mover los arces. Además, veían a sir Nathan y a Van de Walle bajar de la limusina que los traía, cada uno de los hombres arrastraba una maleta de la muchacha.

—¿Deseas que me quede? —le preguntaba este último, sensual, en tanto la chica lo analizaba como si estudiase un jeroglífico.

¡De eso nada, Dan tiene que descansar! —lo cortaba Rockwell enseguida—. También me podría quedar yo en su casa, ¿sabes? Pero soy más considerado que tú y no intento imponerle mi presencia.

Y te lo agradezco, Nat, estoy exhausta. —Ella le acariciaba el hombro con cariño.

     El mafioso los contemplaba con furia y dejaba la valija al costado. Luego se marchaba al vehículo para sentarse a esperar allí.

—Así que mi nieta pronto estará en Londres. —La anciana batió las palmas, contenta—. Lo primero que hace al regresar de cada viaje es venir a saludarme. ¿Y si me muestras ahora qué ha pasado con el samurái? Tengo mucha curiosidad.

—En pocos minutos sucederá lo que acabamos de ver —y luego el espíritu se lamentó—: Más difícil es saber qué ha ocurrido con Masakado. Ha estado tres días con él encima de un portahelicópteros, pero no hemos podido acceder a las imágenes. Da Mo y yo lo hemos intentado todo y aun así nada ha funcionado. Le salvó la vida, sobre esto no hay la menor duda. Estuvo a punto de morir en el incendio de tu sueño. Luego la poseyó y este es un detalle preocupante. No sabemos las consecuencias, pero malo no debe de ser porque ella está genial. ¡Nunca se ha sentido mejor!

—Sí, la veo más hermosa que antes, incluso. —Lady Helen, embelesada, la examinó—. A pesar de lo acontecido, Japón le ha sentado de maravilla. ¡Pero yo he pasado tanto miedo por culpa de aquella vieja malvada y de su nieto!

—Lo sé, cariño, lo sé. —El fantasma le rozó la mano con ternura: los rizos de la mujer intentaron desenroscarse y giraron sobre sí mismos a toda velocidad, pero sin conseguirlo—. ¡Lo siento, lo he hecho de nuevo! —Y se apartó un poco de ella—. Esta era la primera novedad que tenía para mostrarte.

—Sigamos, entonces —lo apuró la anciana.

     Anthony permitió que las imágenes avanzaran. Vieron cómo Danielle se despedía de sus dos admiradores y luego recogía decenas de cartas del buzón.

     Se detenía y murmuraba:

Mi madre de nuevo, seguro que necesita dinero. No le alcanza con el que le saca a la abuela.

     Al entrar dejaba a un costado las dos maletas. Cerraba la puerta y se sentaba en el sofá.

     Pronunciaba en voz alta:

Bla, bla, bla, dinero, aquí está, ¡como si no la conociera! Y esto sí que tiene gracia: «Pídeles a tus fantasmas que dejen a tu padre en paz. Bastante ya tiene el pobre con estar detenido injustamente en la cárcel de Leyhill como para que, encima, deba dormir en el suelo. ¿No posees ni un ápice de compasión? Estoy segura de que tú eres culpable de que su cama flote todas las noches en el techo». Pues para lo que él hizo es muy poco. Tengo que decirle a Anthony que se esmere más. ¡Gracias, mamá, por recordármelo! Y todavía usa el papel blanco con el membrete del título, se olvida de que la duquesa ahora soy yo. —Lady Helen y su amigo no pudieron controlar la risa.

     Pasaron varios minutos hasta que la anciana acertó a decir:

—Mi nieta tiene toda la razón, Tony. Creo que con los años eres tú el que se ablanda. ¿Solo haces que la cama flote? ¡Me parece increíble! ¿Por qué mejor no te empleas a fondo? ¡Dale una lección que nunca olvide!

—Es tu yerno, nena, creí necesario tratarlo con cierta consideración —se defendió el espectro.

—¡No seas considerado con ese mequetrefe! —lo recriminó ella con dureza—. Quizá le haga caso a Danielle y deje de darle dinero a mi hija, tal vez así pida el divorcio.

—No funcionaría, tienen millones de libras escondidas en bancos de Suiza y en las Islas Caimán —le advirtió él, realista—. No lo dejaría. Y no es porque lo quiera, sino porque Diane es demasiado orgullosa y espera recuperar su antigua posición cuando él salga de prisión. Cosa que, en confianza, te diré que nunca sucederá.

—Mejor cambiemos de tema, Tony —le rogó lady Helen—. Diane siempre me agobia. Es una persona insensible, que no sabe lo que es el amor.

—Al menos tu nieta te da satisfacciones, cariño —le recordó, apenado.

—Sí, estoy tan orgullosa de ella que lo demás ya no importa. —La anciana suspiró—. Sigamos con las novedades.

     Anthony movió la mano. Pudieron ver a Danielle en Pembroke Manor mientras buscaba algo en un armario repleto de abrigos antiguos.

—Son las pieles de mis padres —murmuró la señora.

—Las recuerdo, nena, tan viejo no soy —gruñó él y después, cuando la muchacha cogía un álbum, exclamó—: ¡Las fotos, ahora estamos metidos en un buen lío!

     En el holograma gigante Danielle acariciaba las fotografías mientras pasaba las páginas y musitaba:

—¡¿Qué es esto?!

—¡Me olvidé de llevármelas cuando le regalé la mansión, no me extraña que esté sorprendida! —Y lady Helen señaló al fantasma con el dedo índice—. Pero ahora no puedes cambiar esto, tarde o temprano debía saberlo.

—¿Estás segura de que las olvidaste o quizá deseabas que supiese la verdad? —Él la analizó con cara de sospecha—. Aunque debo reconocer que yo sí me olvidé de ellas.

     A medida que pasaba las hojas el asombro de la chica aumentaba.

¡Anthony, ven aquí de inmediato! —gritaba, enfadada—. ¡Necesito saber por qué estás en todas las fotos de mi familia!

     Pero los minutos pasaban y el espíritu no aparecía a su lado.

—¿No irás, cobardica? —se burló lady Helen.

—¡Por supuesto que no! —Se notaba que se hallaba un poco avergonzado—. Esperaré a que pasen unos días para que se le vaya el malhumor. Mejor que se entere de lo demás primero y ya luego hablaré con ella y solucionaremos todos los problemas juntos.

—¿De lo demás? —lo interrogó la mujer, intrigada.

—Sí, mira.

     Y el fantasma sustituyó el holograma anterior por otro del pasado. Pudieron contemplar a Danielle junto al samurái.

—Falta que me digas solo una cosa, Masakado —y luego de una pausa la joven, impaciente, le preguntaba—: ¿Cuándo me devolverás los óvulos?

—¡Jamás he estado cerca de ellos, Danielle! —le confesaba él, la miraba fijo y le ponía las manos sobre los hombros—. Deseaba que tú lo creyeras para que perdieses la concentración o para que abandonaras Japón. Pero ¡cuidado! Quien te los robó es una persona en la que confías. Alguien muy cercano a ti. Pídele a Noah Stone que te diga el nombre. Yo no puedo hacerlo, no sería apropiado en estos momentos.

—¡Pues sí que pudiste ver algo del guerrero, Tony! —Lady Helen lucía pasmada—. ¡La trata con una cortesía exquisita, pero asusta!

—¡Y eso que no te lo he presentado enfundado en su ropa de guerra! —refunfuñó el fantasma y después de acomodarle las almohadas enseguida agregó—: Solo pudimos enterarnos de esto. ¡Prométeme que no te enojarás conmigo y te sigo mostrando!

—¡Te lo prometo! —Ella, intrigada, se removió en la cama—. Sé que deseas lo mejor para nosotras dos. Te quiero, Tony, y mi nieta te adora.

     El fantasma se emocionó tanto que prefirió que las imágenes cambiasen para no contestar. Observaron que Danielle hablaba con Stone. Se encontraban sentados uno junto al otro sobre el césped, debajo del arce más antiguo de Pembroke Manor.

     El agente le explicaba:

Necesitaba confirmar el dato varias veces antes de decírtelo, Danielle. No deseaba que pensaras que malmetía.

—Este joven sigue estando muy guapo y muy cachondo —susurró lady Helen con ojo apreciativo—. Y se le cae la baba por mi nieta. No le vendría mal darse un meneo con él para aclararse las ideas.

—¡Shhh, contrólate, nena! —la regañó el fantasma; con un movimiento hizo aparecer un recipiente lleno de palomitas de maíz y se lo pasó a la anciana—. Toma, ¡come! Deseo escuchar la conversación.

—Gracias. —Ella se llevó unas cuantas a la boca—. Ahora sí que parece que estamos en el cine y entretenidos con una película, ¿verdad? —y al observar que Anthony se llevaba el índice a los labios, añadió—: No interrumpo más, fantasma gruñón.

Fue Operaciones o alguien del MI6, ¿verdad? —le preguntaba la chica a Noah; a pesar del intento por parecer profesional se notaba que el hombre se hallaba prendado de Danielle—. Desde que el samurái me dijo que él no me los robó he llegado a la conclusión de que el ladrón es alguien que intenta servirse del don en su propio beneficio. No te olvides de que justamente esto hizo Joseph Black conmigo.

Me temo que para ti será peor, Danielle. —Y el espía, nervioso, se rascaba la frente—. El Secret Intelligence Service nada tiene que ver con el robo de tus óvulos. ¡Y menos el Gobierno Británico!

¡No des más rodeos, Noah, dime de una vez por todas quién es el maldito traidor! —Lo cogía de la mano y se acercaba más a él, le rogaba una respuesta también con la mirada.

Willem Van de Walle, la persona de la que sospeché desde el principio. —Él le acariciaba los hombros para consolarla—. Era evidente, sabes qué opino de ese sujeto así que no es necesario que te lo repita.

—¡Pues no me asombra nada, Tony! —explotó lady Helen colérica—. No entiendo por qué mi nieta parece tan dolida si era obvio. ¡El agente tiene toda la razón del mundo! Un malhechor como ese no cambia nunca. Deberá ser ella la que siga su camino y que lo deje atrás. Lo que no entiendo es por qué no le advertiste que era Van de Walle el ladrón de óvulos. ¿Y por qué no se lo dijo el samurái? Tampoco lo comprendo.

—Sigamos, mejor —y le pidió a la anciana—: Respira hondo y no te enfades tanto, todas las respuestas llegarán a su debido tiempo.

     La escena volvió a cambiar. Danielle se encontraba en una zona con picos elevados. En concreto, al borde de un precipicio que horrorizó a la anciana.

—¡Dios mío, qué peligro! No entiendo. ¿Estará en Inglaterra en los próximos días, sí o no? Este sitio parece del Lejano Oriente...

—Tranquila, nena —la calmó el fantasma—. Es largo de explicar así que confórmate con la versión corta: tu nieta medita de una forma creativa. ¿Podemos continuar con la función?

—Vale, Tony, no interrumpo más. —Y se llenó la boca de palomitas.

     Volvieron a contemplar el paisaje montañoso donde Danielle y su maestro dialogaban. Los dos curiosos no perdían detalle de lo que sucedía allí. Y sintieron, también, que la paz los inundaba cuando el aroma a tierra y a maleza de las montañas les llenó las fosas nasales.

Eres mi discípula, por supuesto que te diré lo que necesitas saber. —Da Mo la observaba cariñoso—. Estoy en deuda contigo por la manera en la que me has ayudado.

No me debes nada, Gran Maestro —le replicaba ella enseguida—. Mi vida será demasiado corta para devolverte todo lo que has hecho siempre por mí. ¡Te debo tanto!

Pues ninguno le debe nada al otro, entonces —continuaba el monje—. Dime: ¿qué preguntas necesitas que te responda?

Quiero saber quién robó mis óvulos y quién mató a Black —contestaba la muchacha al momento—. Sospecho que se trata de la misma persona. Es hora de que deje de engañarme y de que reconozca lo que tengo delante de los ojos.

Y no te equivocas, Danielle. —Despejaba la incógnita el shaolin—. El agente Stone te ha dicho la verdad.

—¿Willem se llevó mis óvulos y mató a Lucifer? —insistía ella, mientras las lágrimas se le deslizaban por las mejillas—. ¿Tan ciega he vuelto a estar con él?

No te culpes —la consolaba su mentor y la abrazaba—. En ocasiones querer a alguien hace que obviemos sus acciones. El amor ciega y no permite ver la realidad. Buscar la armonía interior y conservarla es una tarea que dura toda la vida y más allá también. Por desgracia, siempre nos esperan muchas decepciones. Y esto no es necesariamente negativo, sino parte del aprendizaje. Además, a veces detrás de hechos que parecen execrables se esconde una razón fundamental dentro del plan infinito y por esto permitimos que sigan su curso.

—Creo, Tony, que Danielle es la única que no se da cuenta de que ese hombre está siempre detrás de alguna de sus desgracias. —Lady Helen interrumpió de nuevo—. Porque esto yo me lo veía venir desde el principio y no entendía por qué tú lo protegías tanto. Aunque después de ver estas imágenes ahora lo tengo muy claro.

—Sabía que me entenderías, nena, alguien debía robar esos óvulos. —Anthony se hallaba más tranquilo al apreciar que la anciana no lo culpaba—. ¿De verdad que ahora me entiendes?

—Por supuesto, era la única manera. —La señora se pasó la mano por los caracoles de la cabellera—. Necesitaban pensar en el futuro, cuando ni mi nieta ni yo estemos...

—La única, por desgracia —le aclaró el espíritu, serio—. No me gusta actuar así con mi niña ni maquinar a sus espaldas, pero si no actuábamos jamás sería madre. Veíamos el futuro muy claro en este sentido.

—Lo sé, Tony, lo sé —y a continuación intentó consolarlo—: Al final te entenderá, no te preocupes.

—¡Ojalá! —Dudó el espectro—. Y por más que trato de ver ese momento no me resulta posible. Desde que Danielle salió para Japón está todo muy confuso. Algo ha cambiado y no sabemos qué es.

—Me gustaría que me pusieras otra película. —La anciana volvió a tirarse de los rizos, que parecían de hierro y apenas se movían—. Hay algo que desearía ver.

—¿Qué te gustaría ver, cariño? —la interrogó él enseguida, solícito.

—A Danielle cuando encare al mafioso —le contestó ella—. ¡Robarle los óvulos ha sido algo demasiado mezquino hasta para este personaje!

—Pronto sucederá si el presente sigue en esta línea —analizó Anthony con rostro dubitativo—. Ella no quería decirle ni media palabra hasta tener la conversación con Da Mo. Te lo puedo mostrar, pero debo recordarte que quizá nada de lo que veamos sea definitivo.

—Aun así muéstramelo, Tony, me arriesgaré —le pidió lady Helen—. Dudo que mi nieta lo perdone. Podrán cambiar muchos acontecimientos, pero el final de esta relación está cantado. ¡La conozco como nadie!

—Lo mismo dijiste cuando cotilleamos la vez anterior, después de que la secuestró, y no solo lo perdonó, sino que se fueron a vivir juntos —le recordó él con tono irónico.

     Anthony no esperó a que le respondiese. Empezó a girar los brazos en el sentido de las agujas del reloj, cada vez más rápido. Y un nuevo holograma sustituyó al anterior. Pudieron ver a la joven en la mansión que el delincuente tenía en Londres.

Dime, Willem, ¿cómo has podido ser tan falso conmigo? —le decía Danielle con énfasis y se acercaba más a él—. ¿Cómo has sido capaz de hacerme esto?

—¿Después de todo lo que me has hecho tú me reclamas algo? —se enfadaba él—. Me dejaste tirado para que la policía me detuviera. Luego te enrollaste con el japonés y con tu jefe. ¡No puedes hacerme una escena solo porque haya hecho un trío con las dos modelos! Y estoy seguro de que te lo pasaste mejor que yo, porque lo mío fue un fiasco total, solo podía pensar en ti.

—¡Capullo! —exclamó la anciana, furiosa, y lo apuntó con el dedo índice como si este fuese una pistola—. Me da igual lo que pienses de ese tipejo, Tony, ¡es un sinvergüenza!

—Volvamos a las imágenes, nena, no pares la acción —la regañó el fantasma—. ¡Esta noche estás alborotada, no dejas de interrumpir!

—Lo siento. ¡Pero es que no lo soporto!

Imagino que te lo ha dicho Rockwell —gruñía Van de Walle—. Prometió que me daría tiempo para que yo te contase lo de las modelos, pero no se ha podido contener y te ha ido con el cuento. Intenta quedar bien ante ti. ¡Yo a ese lo mato!

No me refería a este tema, pero gracias por confesármelo. Así me entero de todo de un tirón. —La muchacha mantenía el tono de calma fría que el fantasma tanto temía: para no escucharlo se mantendría apartado de ella un poco más de lo que había calculado al principio—. Te preguntaba cómo has sido capaz de ordenar que robaran mis óvulos y de matar a Joseph Black en la cárcel si sabías que yo lo quería con vida para que sufriese. Pero es positivo asumir que cualquier mujer te da igual. No me toma por sorpresa, ya me lo imaginaba. —El mafioso no le contestaba, se hallaba anonadado.

     Ella continuaba:

—¿Recuerdas lo que me decías, Willem? Me querías convencer para que congelase los óvulos cuando sabías que ya lo había hecho. «Quizá odies ser madre ahora, Danielle, pero tal vez dentro de unos años quieras y no puedas».

     Se acercaba más a él y le recriminaba:

Eso me decías, Willem, ¿te acuerdas? Porque yo sí lo recuerdo muy bien. Solo deseabas tirarme de la lengua para que me confesara mientras tú hacías planes por tu cuenta.

¡¿Crees que justo yo soy el falso, Danielle?! —Y el delincuente se quitaba la máscara—. ¿Cuando siendo mi pareja has ido a hacerte el tratamiento sin decirme nada, sin ignorar cuántos deseos tengo de ser padre? ¡Tú nunca has sido sincera conmigo! ¡Solo deseabas atraparme en tus redes para quedar bien con el MI6! ¡Nunca hemos tenido una relación en serio!

Ahí te equivocas, Willem, sí que te he tomado muy en serio —lo contradecía la chica—. Pero a ti como soy no te basta, quieres convertirme en una mujer tradicional. Necesitas cambiarme, encerrarme en tu mansión. Igual que los cuadros de pintores famosos que has robado, esos que tienes en Seychelles y que solo puedes ver tú.

¡No es así! —La cogía por los brazos—. Yo deseo comprometerme al máximo contigo mientras que lo único que haces tú es poner obstáculos. ¡Deseo que nos casemos, ser tu esposo, el padre de tus hijos! ¡Te necesito a mi lado, mi vida sin ti es vacía! Pero tú no tienes esta necesidad, cuando surge algún problema siempre está Rockwell o cualquier otro hombre para calentarte la cama y con eso te basta.

¿Por qué me alejas, entonces, con crueles mentiras? —lo interrogaba la joven y se soltaba con brusquedad—. Lo siento, Will, pero hemos terminado. Esto es algo que jamás te perdonaré. ¿Sabes por qué? Porque mientras luchaba contra los Taira no me podía concentrar, angustiada por la desaparición de mis óvulos. Al enemigo lo tenía muy cerca: ¡eras tú! Y los que yo pensaba que eran mis adversarios me han salvado la vida. ¿Qué serías capaz de hacer en el futuro? ¡De ti me espero cualquier traición!

—¡Al fin! —Lady Helen aplaudió sin control.

—¡Piénsalo bien, Danielle, antes de tomar una decisión tan drástica! —Y él la señaló con el índice—. ¡Porque no estoy dispuesto a volver a suplicarte! ¡Si dices que se acabó, se acabó!

     Y, de improviso, el holograma se esfumó.

—Lo siento, cariño, no consigo mostrar más —se disculpó Anthony.

—¡Qué momento tan intenso, Tony! —Lady Helen se abanicó con las manos, estaba colorada como un tomate a causa de la emoción—. Espero que a partir de ahí todo sea como debe ser y que le dé una oportunidad a sir Nathan.

—Nena, mira que Willem no es tan malo como parece —lo defendió el fantasma—. La quiere muchísimo, daría su vida por ella.

—No, amigo, te equivocas. ¡Ese hombre es peor de lo que me imaginaba! —lo contradijo la abuela de Danielle y se le revolvieron los caracoles de la cabeza—. Lo importante no es que te quieran mucho, sino que te quieran bien. ¿Recuerdas cómo me amaba Trevor? El polo opuesto de esto que hemos visto. ¡Ni siquiera sé qué nombre darle a eso! ¿Obsesión, quizá?

—Trevor era muy especial —le recordó el espíritu.

—¿Podemos ver qué sucede a continuación? —La anciana acomodó las almohadas—. ¡Estoy muy intrigada!

—Lo intentaré, cariño. —Y el movió de nuevo los brazos como si fuesen las aspas de un molino—. Antes era muy sencillo, no sé por qué desde que fuimos a Japón se ha complicado.

     Poco a poco los colores primarios se movieron por la habitación como si ejecutasen una danza. Y —con extrema lentitud— compusieron otro holograma.

—A veces el futuro suele comportarse así, de manera caprichosa —se disculpó Anthony, sin dejar de mover las extremidades de forma sincronizada—. En ocasiones cuesta que las imágenes salgan nítidas. Tenemos que esperar unos segundos.

     Al final pudieron observar a Danielle y a sir Nathan abrazados y tirados sobre el sofá de la casa de él. La chica, en ropa interior, le lanzaba una mirada seductora.

—No sé si quiero ser testigo de un momento tan íntimo. —La anciana se tapó los ojos.

—Tranquila, si lo vemos es apto para todo público. —El fantasma sonrió—. Sé cómo se comporta nuestra nena, así que le he colocado a mis hologramas el mismo filtro que utilizan los padres para que los niños no pongan programas con contenido explícito.

Nathan, ¿quieres casarte conmigo? —La chica lo besaba en los labios.

—¡¿Qué?! —Lady Helen, atónita, se atragantó con las palomitas de maíz.

     Tosía y tosía por lo que Anthony se vio obligado a parar la escena a fin de darle palmaditas en la espalda. Pero el fantasma al mismo tiempo analizaba las imágenes con el mismo rostro de pasmo que la anciana.

     Luego, cuando la señora se recuperó, él le puntualizó:

—Esto es imposible, cariño, no lo festejes todavía. ¡Qué mal funciona hoy la conexión fantasmal! Espera un momento.

     Comenzó a girar el brazo derecho y comprobó que el ángulo era el correcto. Después efectuó la misma comprobación con el izquierdo, mientras dejaba el otro quieto y calculaba al milímetro. Una vez realizada la verificación comenzó a moverlos juntos otra vez.

—Ahora sí veremos las escenas correctas. Lo otro debió de ser un sueño de Danielle. —Anthony le sonrió a la anciana—. ¡Que le pida matrimonio es tan imposible como que le salgan alas!

     Pero cuando el holograma se compuso contemplaron a la chica en el sofá con Rockwell mientras le preguntaba:

Nathan, ¿quieres casarte conmigo?

—¡No hay error, Tony, qué alegría! —Lady Helen, feliz, palmeaba hasta lastimarse las manos—. ¡Aleluya, se casarán al fin! ¿Cómo dudarlo si están hechos el uno para el otro? ¡Creí que moriría sin verlo!

—Te recuerdo, nena, que el futuro es muy volátil, puede que esto no sea lo que en realidad suceda —y luego, en broma, enfatizó—: Además Nathan bien puede negarse. ¡Yo todavía alucino y no me lo creo! Aunque, no sé, que veamos dos veces lo mismo quizá sirva de indicador...

—¡Imposible que él se niegue! —Lady Helen se enfadó—. ¡Recuerda la conversación que mantuvimos cuando me invitó a aquel restaurante! Si no fuese porque el pérfido mafioso se entrometió igual en estos momentos serían marido y mujer.

—Pero mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquel encuentro. Si no fuese por la hermana de Nathan nuestra nena se quedaba a vivir con Tokugawa para siempre en Japón. —Anthony necesitaba contener a la mujer porque de lo contrario se pondría a organizar la boda antes de que Danielle le pidiera matrimonio a su jefe.

     Pero ambos se sorprendieron cuando vieron que el rostro del hombre se ponía muy serio. Se alejaba de Danielle como si ella lo hubiese apaleado en lugar de estar contento.

     Luego, firme, puntualizaba:

Antes de darte una respuesta debemos mantener una larga conversación.

¿Una conversación, Nat? —se extrañaba la joven.

     Y él le replicaba:

Sí, primero tenemos que hablar, Dan, no es tan sencillo.

—Yo veo esto y alucino, nena. —Anthony se hallaba en estado de shock.

—¡Y yo, Tony, y yo! —Lady Helen, ansiosa, comía palomitas sin apenas respirar y con riesgo de volver a atragantarse.

     Desde que escuchó que Danielle le pedía matrimonio a sir Nathan masticaba con la boca abierta y se olvidaba de los buenos modales.

     Intentaron curiosear más, pero les resultó imposible, el futuro se había cerrado a cal y canto. Especularon durante horas con las distintas posibilidades que se abrían a partir de lo que cotillearon. La pregunta «¿será verdad?» los rondó durante el resto de la noche, igual que los mosquitos que volaban a lo ancho y a lo largo de la campiña durante el verano. 


Nathan en la versión del holograma, cuando iba en la limosina con Willem y con Danielle.



Noah no entiende por qué Danielle nunca sospechó de Willem si era tan evidente.



Lady Helen y Anthony ven algo distinto en Danielle, pero no saben qué es: ignoran que tiene dentro de sí la magia de las ningyos



Está en ropa interior cuando le propone matrimonio a sir Nathan, pero ¿será cierto?


1- Se busca una morena, se casa con ella y la llena de hijos.



2-  Llora durante varios meses y no encuentra consuelo.



3- Cambia el chip. Piensa «¡Al cuerno las mujeres, son muy complicadas!» y se vuelve gay.



4- Deja su imperio empresarial y se pone a trabajar de boy  para olvidarla,  mientras se acuesta con todo lo que se mueve.



5- Le pide a Operaciones que lo ayude a enrolarse como marinero en la Royal Navy




https://youtu.be/WA4iX5D9Z64

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