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15- Mensaje en una botella.

«Ganar primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes».

Yamamoto Tsunetomo [1].

—¿Sabes, Nat? —le susurró Danielle en el oído y le frotó la cara con la suya.

     Mientras, el hombre le acariciaba la mano y la contemplaba con nostalgia a los ojos. Descansaban en uno de los asientos del paseo marítimo de Shimonoseki y desde allí divisaban la zona de la costa donde lucharon días antes contra los samuráis.

—Dime —la apremió él, intrigado, en tanto la besaba en la mejilla.

—Tenías razón. He llegado a la conclusión de que no debo serle fiel a nadie ni cambiar mi forma de ser por compartir la vida con alguien. No puedo ser desleal conmigo misma. —Le acomodó a su jefe unos cabellos que se le habían desarreglado—. No solo por principios, sino también porque soy espía y me debo a las misiones.

—¡Al fin te has despertado! —Pendiente de sus palabras, le rozaba la muñeca con delicadeza—. ¿Sabes por qué? Porque los que más exigen fidelidad a sus mujeres suelen ser los más infieles. El ladrón siempre cree que todos son de la misma condición. ¡No permitas que nadie te corte las alas, Dan!

—¿Lo dices por algo en especial que sabes? —lo interrogó la chica, curiosa.

—Sí, pero de la relación de hechos no te enterarás por mí. —Puso delante la palma de la mano para frenar su curiosidad—. Es más, si Van de Walle no se hubiera comportado de una manera tan rastrera hubiese dejado que te enteraras por ti misma. ¿Puedes creer que vetó mi asistencia a la fiesta de los Shinode para acapararte de nuevo? No entiendo por qué lo hizo si al final el Secret Intelligence Service  lo ha averiguado.

—¡¿Qué me cuentas?! —Se asombró la muchacha—. ¡¿Prohibió tu asistencia?!

—En efecto. Y cómo será su poder por aquí que ni siquiera mis contactos del periódico ni los del MI6  consiguieron una invitación para mí. Ten mucho cuidado y no te involucres demasiado con sus socios en los negocios —le advirtió muy serio—. No conozco hombres fieles y Willem no es ninguna excepción. Por eso vive la vida que solo son dos días. El que te quiere de verdad jamás te pediría que cambies tanto, Dan. Es más, nadie debería cambiar para aferrarse a otra persona. Mi única preocupación es que conozcas a otro hombre acaparador y que le permitas que te aleje de mí otra vez.

—Te juro, cielo, que nunca volverá a suceder. —Danielle le pasó los brazos alrededor del cuello y lo besó en los labios con familiaridad—. ¡Es una promesa! No me di cuenta de que te echaba tanto de menos hasta que te vi en la boda de Cleo.

—Lo sé. —La examinó para convencerse de la seriedad del juramento.

—Conocer a Axel y esta experiencia me han hecho poner los pies sobre la tierra —le confesó la médium y lo besó de un modo más apasionado—. Me había perdido dentro de un laberinto y no encontraba la salida.

—Te entiendo y me alegro de que hayas refrescado la memoria. —De verdad la comprendía, pues era Danielle en versión masculina.

     Nathan efectuó una pausa, se rio y luego bromeó:

—Por este motivo he engañado a Willem con ayuda del MI6  y ahora nos busca cerca del monte Fuji. Con suerte se perderá en el Mar de Árboles[2] y los fantasmas lo retendrán por un tiempo. ¡Hasta un demonio podría reclutarlo como acólito!

     Los dos sonrieron. Pasarían la noche en Shimonoseki porque regresarían a la casa de Sato Daike, la persona que había encontrado hacía tres décadas la que se suponía era la espada imperial. Shinode Shunsuke, el yacuza, no se había equivocado.

     El anciano pescador vivía en las afueras de la ciudad, en una vivienda que desde el portón olía a antiséptico para las heridas. La construcción era sencilla por fuera, pero en el interior disponía de todas las comodidades modernas, pues estaba enfermo y no se valía por sí mismo. Necesitaba de un par de enfermeras que lo atendían durante las veinticuatro horas del día. Fue una de ellas la que les rogó que volviesen a la jornada siguiente porque le preocupaba que las fuerzas de Daike no le alcanzaran para más conversaciones.

—No estamos solos. —Danielle clavó la mirada en la negra arena—. Acaba de aparecer Noriko, la esposa de Axel. Creo que desea hablar conmigo.

—¿Quieres que te acompañe? —Se ofreció Nathan con gesto interrogante.

—¡Claro que sí! —aceptó ella enseguida.

     Demoraron algunos minutos en bajar hasta el sitio donde los esperaba el espectro.

     En cuanto arribaron junto a ella, el espíritu le preguntó a Danielle:

—¿Por qué no le has dicho a mi marido que también combatí?

—Porque tú podrías habérmelo pedido y no lo hiciste. No sabía si deseabas que él lo supiera. —La chica era sincera—. No me gusta entrometerme en los temas de pareja.

     Por respuesta su interlocutora hizo aparecer una botella en cuyo interior había un barco antiguo. Nathan, asombrado, lanzó un silbido cuando Noriko se la entregó a Danielle, pues para él flotaba sola en el aire.

     La chica leyó en voz alta:

HSM Victory, mil ochocientos cinco. Un navío muy interesante. ¿Qué significa?

—Es mi mensaje en una botella, Axel lo entenderá. —La mujer se mantuvo hermética—. Sé que se reunirá con vosotros por la mañana y me gustaría que se lo dieras.

—Por supuesto, se lo daré encantada —aceptó la médium de inmediato—. Pero no hay ningún mensaje dentro. ¿Estás segura de que él lo entenderá?

—Segurísima —le informó Noriko y señaló el interior de la botella—. Mira aquí.

     La muchacha se percató en ese instante de que cada una de las velas de la embarcación estaba decorada con caracteres japoneses kanji [3].

—Se lo daré, cuenta con ello —le juró la muchacha, seria.

—Sé que lo harás. —Noriko sonrió triste.

—De hecho, estoy impaciente por dárselo porque imagino que encontrará consuelo en tu obsequio —añadió con firme entonación.

     El espectro dio pequeños pasos alrededor de la joven mientras la escrutaba.

—Me gustas, Danielle, es una pena que esta realidad cambiara. Si hubiese seguido su curso sin interferencias hubieras encontrado la felicidad al lado de Axel. Te juro que estaba dispuesta a hacerme a un costado y a seguir mi camino —le confesó la mujer fantasma y le acarició el rostro, mientras enfocaba la mirada en Nathan como si lo recriminase.

—Lindo peinado, Dan. —La halagó él—. ¡Estilo punk!

     El fantasma dejó de observarlo y continuó:

—A veces una pequeña acción tiene consecuencias impredecibles y altera nuestro destino.

—¿Te refieres a los universos paralelos? —le preguntó Danielle, confusa.

—Sí —le respondió ella—. Me refiero a la cadena de decisiones que tomamos cada día y que nos llevan hacia futuros alternativos.

—¿Universos paralelos? —Se sorprendió el periodista, y, sin interrupción, añadió—: Es un tema fascinante, Dan. Estoy de acuerdo con que nuestro universo es parte de una realidad múltiple, compuesta por muchos otros universos. Y, después de contactar con mi hermana, todavía más. Multiverso sería la palabra apropiada. Mecánica cuántica, teoría de las cuerdas. Es fascinante cómo surgen realidades cuánticas alternativas que evolucionan en paralelo y que se pueden reflejar matemáticamente de una manera sólida[4].

—No te enrolles, Nat, que lo que me tiene que decir Noriko es importante —lo cortó la chica, antes de que el hombre expusiera hasta el final sus teorías.

—Sí, los destinos cambian —asintió la mujer—. Si hubiese seguido en Kyoto en lugar de ir a Fukushima de visita yo aún viviría. Pero opté por hacer una escapada hacia allí y mi cuerpo se perdió en el océano. Sirvió para alimentar a otras criaturas. ¿Entiendes a qué me refiero? Una simple decisión es capaz de alterarlo todo.

—¡¿Te ahogaste en el tsunami?! —Se sorprendió Danielle—. No lo sabía.

—Axel no suele hablar de ello. —Movió la cabeza de izquierda a derecha—. Hasta hace poco ni siquiera admitía que estuviese muerta y cada vez que sonaba el timbre pensaba que era yo la que regresaba... No habla conmigo y no me escucha porque mantiene viva la esperanza.

—No podrá escucharte, pero sí te presiente —la consoló Danielle y la cogió del brazo, con lo que su cabellera volvió a elevarse—. Desde la batalla del otro día en Shimonoseki ha estado muy extraño conmigo. Creo que se ha dado cuenta de que habéis luchado juntos contra la Bruja de los Yōkais.

     En respuesta Noriko enfocó la vista en sir Nathan y le mintió:

—Será por eso.

     El periodista se mantenía en silencio e ignoraba que la mujer fantasma no lo había delatado.

—¿Os puedo ayudar? —le preguntó Danielle, ansiosa—. ¿Hay algo que yo pueda hacer, además de llevarle el mensaje?

—Ya no hay nada que puedas hacer, pero gracias —se lamentó ella—. Cada uno es dueño de su destino y Axel lo será del suyo... Debo irme.

—¿Volveremos a vernos? —le preguntó la médium, apenada de que tuviesen que separarse.

—Muy pronto —le respondió el espectro—. Recuerda que siempre estaré de tu parte y de la de Da Mo. ¡Jamás lo dudes, pase lo que pase!

—Gracias por... —Pero no le dio tiempo a terminar la frase porque el espíritu desapareció en un abrir y cerrar de ojos y la dejó con la palabra en la boca.

     Danielle cogió a Nathan por el brazo y le pidió:

—Volvamos a nuestro asiento, corazón. La conversación ha finalizado.

     Caminaron con lentitud, de la mano y enfrascados en sus pensamientos. El hombre reprimió los deseos de hacerle cientos de preguntas porque comprendió que no era el momento. Además, le bastaba con aspirar el magnífico perfume de Dan mientras se concentraba en poner un pie delante del otro con cuidado. Los granos de arena volcánica se les introducían dentro del calzado. Ambos reflexionaron —como si estuviesen conectados— que era extraño que no hubieran reparado en este detalle el día de la batalla contra Taira no Masakado y los suyos.

     Volvieron a perder la mirada en el mar antes de subir al paseo. Lucía normal, sin aletas y sin voces del pasado. Era fácil sugestionarse e imaginar que todo aquello fue un sueño.

     Al llegar al asiento donde reposaron poco antes, la joven le advirtió:

—Tenemos nueva compañía, Nat.

—Fantasmal, supongo —le replicó él y sonrió—. Porque yo sigo sin ver nada.

—Supones bien, cariño.

     La Geisha Esqueleto  ocupaba el espacio en el que Danielle poco antes se había acomodado. No la veía desde el día de la fiesta de los Shinode.

—Tengo información para ti, niña —le comunicó antes de que pudiese abrir la boca—. Es importante. Te traigo el nombre del que le compró la espada al pescador. Se llama Hashimoto Kaito.

—Gracias, tu ayuda nos vendrá muy bien. —Danielle se acomodó a su lado—. Ponte aquí, Nat. Acaban de decirme quién ha comprado la espada.

—¡Genial! Así ganamos tiempo —se alegró él y luego permaneció en silencio mientras la comía con la mirada.

—Llevo días intentando averiguarlo —prosiguió la geisha—. Por eso no contactaba contigo. Recién ahora acabo de dar con la respuesta.

—Y yo te lo agradezco —y luego le preguntó en tanto la analizaba—: ¿No temes que Masakado se entere de que me has ayudado?

—No tiene por qué enterarse. —El espíritu efectuó un ademán—. Ni yo obligación de mantener ningún secreto, me han echado del clan. La Bruja de los Yōkais  hizo que me declararan proscrita. Dijo que me había visto cuando me acostaba con un samurái vivo. Ahora hago lo que me viene en gana, igual que antes de conocer a Taira no Masakado. ¡No les debo ninguna lealtad!

—Te entiendo y no sabes, además, cuánto te lo agradezco. —La muchacha le sonrió—. Pero háblame de Masakado, ¿cómo se tomó que te viesen con alguien más?

—De nada sirvió que negase una y otra vez que hubiera hecho el amor con otro, no me creyó —se enfureció la geisha—. ¿Cómo podía exigirme tanto si tenía esposa y otras concubinas? Hizo traer esa espada maldita y me tocó con ella. Y tan mágica era que me forzó a decirle la verdad, que había recaído. Masakado me echó, sin importarle que durante cien años me hubiese alejado de los vivos y estado solo con él. Fue la Bruja de los Yōkais  la que lo convenció de que yo no era fiable.

—Y estoy de acuerdo con Takiyasha-Hime, se trata de una chica muy perspicaz —le replicó Danielle con dureza y la señaló con el índice—. Eres una mentirosa compulsiva. ¿Acaso no hacía décadas que te habías alejado del clan Taira? Masakado se hizo con la espada hace algunos días, ¿cómo resulta posible que te tocase con ella años atrás? Es obvio que también nos mientes a nosotros. La pregunta es: ¿por qué? Y, lo más relevante: ¿qué pretendes?

     La geisha no esperó a dar explicaciones, solo se desvaneció en el aire como si fuese humo.

—Se ha ido.

     Sir Nathan, por respuesta, la abrazó.

—¿Qué te parece, Dan, si nos vamos al hotel y nos bebemos unas copas de algo fuerte? —la invitó mientras la ceñía con vigor—. Así damos por finalizado este día tan agitado.

—No podría estar más de acuerdo contigo —coincidió con él y suspiró—. Vámonos ya, corazón.

     Antes de presentarse en lo del pescador alquilaron dos habitaciones japonesas en el Hotel Nishi-nagato Resort, que se encontraba cerca del Puente Tsunoshima Ohashi, así que no demoraron mucho en llegar.

—¿Beberemos o comeremos algo en el bar o mejor llamamos al servicio de habitaciones? —le preguntó Nathan para no presionarla cuando se hallaban en el vestíbulo, si por él fuese correrían hasta la suite.

—Vamos a tu habitación, estoy harta de ver gente —pronunció Danielle enseguida.

     Él no dijo nada, pero los ojos le brillaron y una sonrisa pícara se le dibujó en el rostro.

—Cuidado, cariño —lo regañó la muchacha—. Disimula que se te notan las intenciones.

—Igual que a ti cuando llegabas a la oficina y te me sentabas en la falda. —El periodista lanzó una carcajada—. Tu inconsciente hablaba, pero tú no lo escuchabas.

     Media hora después saboreaban la segunda ronda de Martinis. Cada copa llevaba hielo, una rodaja de limón y la aceituna de rigor.

     Danielle le delineó la nariz y le comentó:

—Me percaté de cuanto me quieres, Nat, al verte en el mar sin que te importaran los tiburones y las orcas.

—Willem hizo lo mismo —le recordó su jefe, humilde.

—No es lo mismo. —Y era sincera—. Él tiene experiencia con este tipo de criaturas, mientras que tú lo más cerca que estuviste de una situación parecida fue de pequeño en la bañera con los pececitos de goma. Dime: ¿por qué lo hiciste?

—Es obvio, ¿no? —Nathan se acercó a ella, estaban en el suelo sobre el futón.

     Luego clavó los ojos grisáceos en los azules de la chica, sin parpadear, y le recalcó:

—Porque te quiero muchísimo y tú lo sabes mejor que nadie.

—¡Y yo a ti, Nat! —después de darle un sorbo a la copa insistió—: Pero dime, no te escabullas: ¿cómo conseguiste vencer tu miedo a los tiburones? Me intriga muchísimo.

—Cuando me tiré al mar me olvidé de ellos y después al acordarme solo restaba nadar y rezar. —Largó una carcajada—. También confiaba en tu habilidad como domadora de fieras y esperaba que esos enormes bichos se rindieran a tus pies como los potros, aunque olfateasen comida fresca.

—¿Sabes? Por desgracia existen fieras a las que es imposible domar. —Y pensó en el mafioso, que la decepcionaba una y otra vez.

—El error es tuyo, mi amor, por no buscar animales domésticos —se mofó el dueño de The Voice of London  mientras la apretaba entre los brazos—. ¿No te gustaría tener un mastín cerca en lugar de un tiburón blanco como Van de Walle?

—Él no es un tiburón, sino un megalodón prehistórico. —Lo besó sobre los labios y se los recorrió con la lengua de manera sensual.

     Danielle pilló enseguida el sentido de las palabras de sir Nathan, pues un mastín decoraba el escudo heráldico de los Rockwell desde hacía trescientos años. Simbolizaba la lealtad de la familia hacia la corona, además de su valentía, motivos por los cuales los habían premiado con el título de baronet. Y, para sorpresa suya, descubrió que la idea de ser más cercanos que antes le agradaba.

—Sabía que íbamos a hacer el amor desde que decidimos venir juntos a hablar con Sato, Dan —afirmó el periodista y, reacio, dejó la boca de la chica—. Pero me siento en la obligación de preguntar: ¿estás segura?

—Segurísima, mi cuerpo también te extraña. —Danielle le dio un mordisquito cariñoso en el labio inferior—. Al llegar a la oficina va solo y se te echa encima. Me di cuenta de que tiene vida propia cuando Cleo me comentó que a la agente Green le pasaba lo mismo con Chris, se le tira a los brazos sin darse cuenta. Me ha costado mucho distanciarme de ti de forma física, Nat, de verdad te quiero y me encanta hacer el amor contigo.

     Por respuesta él la recostó sobre el futón y se le puso encima, mientras le recorría la boca con pasión.

—Te deseo, Dan. —Hizo un alto y le clavó la vista.

—Y yo también te deseo, sir Nathan, mi perro mastín —le replicó Danielle y le desabrochó los botones de la camisa calipso, que resaltaban la sexy mirada.

     Le recorrió el pecho con la lengua y aspiraba su perfume a madera de sándalo, que se mezclaba a la perfección con el de la bronceada piel. «¡Qué tonta he sido!», pensó cuando las manos masculinas le recorrían la figura. ¿Cómo había permitido que la apartaran de él si se complementaban de maravilla?

     Ante todo eran amigos. Y nunca se deja a un amigo en la estacada por ir detrás de un novio absorbente.

[1] HagakureEl Camino del Samurái, obra de Yamamoto Tsunetomo (1659-1719), Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2015.

[2] Se lo llama de varias maneras: Mar de Árboles, Aokigahara, Bosque de los Suicidios. Según la mitología japonesa está poblado de demonios y de fantasmas.

[3] Son caracteres de origen chino.

[4] Os invito a leer Universos paralelos. Realidades múltiples y dimensiones ocultas, RBA, España, 2015, páginas 8, 16 y 17.


Hacía mucho que Nathan y Danielle no pasaban una tarde relajados y sin la vigilancia del mafioso.



¿Cuál será el mensaje de Noriko a Axel?



Un pequeño recorrido por el Hotel Nishi-nagato Resort.



¿Qué mensaje le quiere dar Noriko a Axel?



https://youtu.be/mwBGGh2fhfU







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