14- La Geisha Esqueleto.
«Si no entras en la madriguera del tigre, no puedes coger sus cachorros».
Proverbio japonés.
—¿Cómo se ha enredado tanto mi matrimonio? —se desespera Cleo; mientras, yo me refresco la cara con el agua del grifo porque a punto me hallo de entrar en combustión espontánea—. ¡Por Osiris, pensaba que mi estadía en Japón sería idílica! Pero en nuestra luna de miel Chris y yo vigilamos a la agente Green en su habitación de hospital porque me ha robado el cuerpo. ¡Y mi marido ni siquiera puede verme!
—¿Cuántas veces te advertí que debías mantenerte alejada de mí si no querías mezclarte en mi guerra? —No le recuerdo que el cuerpo era propiedad de Aline Green para no hurgar en la herida y porque, pese a su cabezonería por venir aquí, me siento culpable—. De cualquier forma no vale la pena insistir con lo mismo, lo importante ahora es buscar soluciones.
—Y por eso estoy parado al lado del wáter, Danielle. —Intenta tranquilizarme sin éxito Noah Stone, el agente del Secret Intelligence Service que me introdujo en el espionaje y que también fue uno de mis numerosos amantes—. Para ayudarte a encontrar estas soluciones. Siempre que me prestes un poco de atención, claro, imagino que los fantasmas te reclaman.
—¡Y no os olvidéis de mí, he venido a ayudar! —La Geisha Esqueleto se hace notar—. Pero primero lo primero, hay que corregir a Danielle. Está patética con esa indumentaria y con la forma de comportarse. Corrección número uno: debes caminar dando pasitos delicados y hacer que los dedos de los pies apunten hacia adentro. ¡Ya sé, ya sé! Parece antinatural, pero créeme cuando te digo que es lo más apropiado en una geisha de renombre. ¡Y esa indumentaria, por favor! ¡No es de maiko ni de geiko ni de nada! ¡Y el pelo, un horror! Cada parte debe untarse con aceite y entrelazarse en el postizo. ¡Y rubio no, por supuesto, negro azabache! ¿Y qué me cuentas de los zapatos? ¡Unos okobos! ¡Yo alucino! ¿Cómo has podido ponértelos con este kimono? Y con respecto a tus aptitudes debes mostrarme cuáles son porque hasta ahora no he visto ninguna. ¿Dominas el teatro kabuki, el taiko o sabes tocar shamisen? [1]
Pongo pausa porque la situación se ha vuelto surrealista, y, si no lo hago, corréis el riesgo de perderos en el medio de tanta cháchara. Porque el baño de la mansión del hijo de Shunsuke se encuentra tan superpoblado como un nido de hormigas. No deja de resultar curioso que media hora antes me enrollase en este sitio con mi mafioso. Poneos en mi lugar, ¿cómo iba a sospechar que, poco después, me montarían este pollo y que la noche se descontrolaría?
Pero empecemos por el principio y por lo que sé que a vosotros, cotillas, os interesa más saber. Al volver de la conversación con el jefe yacuza mi ligue —¿o mi novio?— y yo nos hemos mirado y no ha hecho falta más. Me ha cogido de la mano, y, con disimulo, me ha guiado hasta este aseo. Por fortuna no había nadie.
—¡Al fin solos! —Ha trancado la puerta y ha soltado un suspiro; el resto de los asistentes contemplaban una obra de teatro kabuki en la sala.
—¿Y por qué querrías estar a solas conmigo, cielo? —He caminado hacia él con pasos sensuales, movía las caderas de una forma erótica que anticipaba lo que anhelaba hacerle.
Will no me ha respondido. Se ha agachado frente a mí y ha comenzado a acariciarme las piernas desde los tobillos hacia arriba. He aspirado su aroma a salitre y a algas —se mezclaba con el cítrico del ambientador del servicio— y he cerrado los ojos. Lejos de intimidarse ante mi inmovilidad, ha subido a lo largo de ellas como si anhelara amarrarse a mí por toda la eternidad.
—¡Qué placer! —he exclamado ante sus atrevidos toques, no había ropa interior por debajo del kimono que nos separase.
—¡No te imaginas, Danielle, cuánto extrañaba sentir que te ponías húmeda por mí! —Y me abría a él como los pétalos de las dalias al sol—. Deseaba acariciar tu piel de nuevo, no soportaba que estuviésemos separados.
Se ha perdido en mis ojos, como si pretendiese bucear en mis pupilas igual que en el mar, y me ha confesado:
—Podrán pasar muchas personas por mi vida, aunque ninguna significará para mí lo mismo que tú. ¡Y ni siquiera me servirán de sucedáneos!
He permanecido en silencio, pues ¿qué podía yo agregar? En estas últimas fechas he sentido la tentación de dejarme arrastrar por la paz de Axel, de olvidarme de nuestras diferencias irreconciliables y de intentarlo en otro sitio con un hombre espiritual y de talante zen. Si no lo hubiera observado al lado de su esposa muerta quizá ver a Willem y a Nathan no hubiese sido suficiente. Tengo por norma jamás interponerme en medio de una pareja y era evidente que ni siquiera la muerte había cortado el vínculo entre Axel y Noriko, actuaban como un matrimonio bien avenido al luchar contra una amenaza externa.
¿Pero para qué dar explicaciones que estropeasen los instantes mágicos? He borrado los pensamientos y le he desabrochado el pantalón a mi mafioso. Le he bajado el bóxer, y, en lugar de prestarle atención al miembro —la apremiante erección me lo rogaba— le he palpado el interior de los muslos y he disfrutado al apreciar cómo se estremecía.
Luego le he acariciado con delicadeza desde el glande hasta la base mientras recordaba cómo hacíamos el amor sobre la arena de su isla privada de las Seychelles...Y un calor extremo me ha subido desde los dedos de los pies hasta la coronilla.
—¡Amo tu polla! —le susurrado en el oído y luego le he mordido el lóbulo de la oreja—. ¡Cuántas ganas tengo de saborearla!
—¡Te deseo ahora mismo! —Gimió mi mafioso con verdaderas ansias—. No soporto más preliminares, tengo que entrar en ti.
—Pues tendrás que apañarte para hacerme lo que planeas sin quitarme el kimono, corazón. —Y le he mordido el labio inferior—. ¡Sería incapaz de ponerme todo esto de nuevo!
Will me ha subido la falda mientras me devoraba los labios. Y me ha colocado sobre el mármol del amplio lavabo. Tal como me ha prometido, ha entrado en mí sin más trámites y me ha calentado hasta el alma con sus delicados bombeos. Se ha separado un poco para analizar mi reacción, sin detener del todo las elegantes embestidas. Luego ha dirigido la vista hacia el espejo que se hallaba detrás de mí.
Emocionado, ha reconocido:
—¡Esto es perfecto! ¡Yo amo verte reflejada en el cristal!
La pasión no nos ha permitido conversar. Hemos eternizado el instante mediante la variación de la suave música amorosa anterior a un ritmo frenético similar al del rock. Pronto las acometidas se hicieron más rápidas todavía y llegamos al clímax. El desborde de feromonas era tal que me ha extrañado que no explosionaran los cristales que nos reflejaban. Encima, nuestras fragancias se combinaban a la perfección con el perfume del sexo. Sentía que la desbordante alegría que me producía al oler nuestra mezcla me mareaba... Y después del acto no nos hemos separado. Hemos permanecido quietos. Disfrutábamos al notar cómo me llenaba. Es más, me embargaba la sensación de que hacía un siglo que no nos poseíamos.
Así hasta que una voz femenina nos ha interrumpido:
—¡Perdón por haberos observado! Me declaro culpable, hacer el amor es una de mis actividades favoritas. ¡Además, niña, soy la respuesta a tus rezos! Porque puedo ayudarte a ser una buena geisha y a solucionar tu problema con el samurái testarudo. ¡Siempre que tú también me ayudes, claro!
—¿Qué pasa? —me ha preguntado Willem al apreciar que yo me separaba de él.
—Tenemos compañía fantasmal, lo siento. —Le he dado un último pico, reacia—. ¿Te importa que permanezca en el baño para escuchar qué necesita de mí? Es mejor que tú regreses a la sala. Me parece una falta de respeto que los dos desaparezcamos durante mucho rato.
—¡Claro que sí, mi amor! —Se ha acomodado la ropa y después me ha dado un beso que me ha dejado sin aliento, aunque se notaba que se hallaba decepcionado por la interrupción—. Nos vemos pronto, Danielle.
Al quedarnos a solas me he enfrentado a la geisha y le he advertido:
—No te conozco de nada. ¿Por qué debería aceptar tu ofrecimiento? No me gusta tu actitud escurridiza, creo que no debería fiarme de ti. Reconocerás que entrometerte mientras practico sexo no es la mejor carta de presentación.
—Te he seguido durante días y me he escabullido de tus amigos. —Ha caminado con pasos diminutos de un extremo al otro del baño sin dejar de analizarme—. Piensa: puedo ayudarte en lo que tus colegas fantasmas se niegan. Yo tampoco comprendo por qué siempre te responden «consigue la información tú misma». ¿Acaso no saben que te enfrentas a Taira no Masakado, una leyenda inigualable?
—Así que es cierto que me has espiado. Pero no te equivoques, geisha, yo sí que entiendo por qué se resisten a facilitarme la tarea. Aunque tampoco puedo evitar desesperarme en algunas ocasiones. —He efectuado una mueca—. Sostienen, con razón, que el cerebro es como un músculo y que si no lo entreno y me descanso en ellos se me atrofiará.
—¡Me expliques lo que me expliques no lo comprendo! —bufó, molesta—. ¿Acaso desean que te venzan tus enemigos?
—¿Estás segura de que eres una geisha? —le he preguntado, incrédula.
—¿Por qué lo dudas? —Ha girado con brusquedad hacia mí.
—Porque no eres débil como se supone que debes ser. Y mucho menos humilde, sumisa y silenciosa. —La he imitado al analizarla—. ¿Quién eres tú en realidad?
—Para que lo sepas —ha pronunciado enfadada, mientras me señalaba con el dedo índice—, mis padres eran tan pobres que no tenían qué llevarse a la boca. Por este motivo me dejaron en un okiya[2] de Kyoto, para que no pasara necesidad como ellos. Estuve algún tiempo primero como criada, antes de ser maiko y geiko. Después de convertirme en geisha me fui de allí, tenía un par de protectores que me regalaban casas y que satisfacían hasta mis más pequeños caprichos. ¡Así que deja de fastidiarme, niña maleducada! ¡Sé de lo que hablo!
—Acepto que eres una geisha, entonces. —Aún no sabía si me convenía aceptar su ayuda y confiar en ella, me daba mala espina y no la conocía.
—Sí que me conoces —me ha contradicho después de leerme los pensamientos—. Soy La Geisha Esqueleto.
Enseguida he recordado su historia, a la que los japoneses llaman Botan Doro. La leyenda cuenta que muchos años atrás un samurái joven y guapo se enamoró de una geisha. La encontró de noche cuando paseaba por la calle, y, cegado por su hermosura, al momento se le declaró. A partir de ahí ella se presentaba en su casa al caer el sol para hacer el amor. Sin embargo, el drama se desencadenó cuando llegó un amigo y lo vio mientras tenía sexo con una calavera.
El guerrero —horrorizado— le pidió ayuda a un monje, quien le proporcionó un amuleto para que pusiera en la puerta del hogar. Este apoyo mágico impidió que la mujer entrase, pero igual que las sirenas en el mar, lo convenció de que le permitiera el acceso. Y al otro día hallaron su cadáver dentro de una tumba, abrazado a un esqueleto. Poneos en mí lugar, saber quién era la hacía menos fiable todavía.
—Sí, esa soy yo. —Avergonzada, ha bajado la vista—. Al principio me costó aceptar la inmutable realidad de la muerte y me aferraba a lo que quedaba de mi cuerpo y a los goces terrenales. Hacer el amor era mi mayor afición, como te he comentado. Pero ahora ha pasado el tiempo y he aprendido a adaptarme. Por eso sé que puedo ayudarte, he sido la concubina de Taira no Masakado. ¡Conozco cada una de sus debilidades!
Me ha proporcionado tanta información que dudaba acerca de cómo reaccionar y solo he argumentado:
—¿La concubina de Masakado? ¡Si es muy anterior a tu época!
—¡Es verdad, niña! —Ha sonreído al recordar—. Nos conocimos después de mi muerte, a mediados del siglo XVIII. Cuando lo vi por primera vez dejé de obsesionarme por los samuráis vivos y solo quería estar al lado de él para servirlo.
—¿Y qué haces aquí conmigo, entonces? —Sus argumentos no tenían ningún sentido—. ¿Pretendes ayudarlo a derrotar a los míos?
—¡Qué niña tan maleducada! —ha soltado fastidiada—. ¡Hace décadas que Masakado no quiere saber nada de mí! Su hija, Takiyasha-Hime, tejió una telaraña y me resultó imposible salir de ella. Después de haber estado juntos dos siglos me echó de su lado y desde entonces lo he espiado de lejos. Si tú me ayudas a volver con él, yo te echo un cable para que encuentres la espada.
—¿Lo harías? —Me he asombrado—. ¿Estarías dispuesta a traicionarlo para regresar con él? ¡No lo entiendo!
—Porque por culpa de la espada nos separamos —me ha explicado por encima—. Pero no te cuento más, aún no aceptas ayudarme.
—Si me cuentas por qué Taira no Masakado no quiso convocar la espada mágica cuando Da Mo y yo estábamos presentes acepto ayudarte ahora mismo. —Y la he observado sin parpadear.
—No lo sé, lo siento. —Ha enfocado la vista en el suelo, como si allí estuviese la respuesta a mi pregunta.
—¡Sí que lo sabe! —ha exclamado Cleopatra mientras se materializaba—. Pero oculta ese as en la manga. No me da buenas vibraciones, ¡por Osiris que no!
—¡¿Justo tú, quejica, te atreves a juzgarme?! —La Geisha Esqueleto se ha colocado delante de mi amiga y la ha señalado—. Has lloriqueado toda la noche en el baño. —Y luego la ha imitado, debo reconocer que a la perfección—: ¡Ay, Danielle, ayúdame que Chris está solo, pobrecillo, montando guardia en la habitación de hospital de Green! Sabe que estoy con él porque se le para el vello, pero no me escucha. ¡Ay, lo extraño, algo se podrá hacer! Y así cada segundo. La hacías ir y venir de la fiesta y te olvidabas de que está aquí para solucionar tu problema. ¡Le has puesto piedras en el camino una y otra vez! ¡Menudo fracaso eres como amiga! ¿No sabes, acaso, que Danielle está preocupada por lo de sus óvulos y que espera una llamada?
—Visto así, fantasma entrometido, tienes razón. Lo siento —se ha disculpado conmigo—. Solo he pensado en Chris y en mí. ¿Alguna novedad acerca de los óvulos?
—Nada aún —suspiro resignada—. He vuelto a llamar al centro y me han contestado que es imposible que mis óvulos no estén ahí, que ya han mirado y que los recipientes estaban llenos. Los he amenazado con hacer pública su desidia en The Voice of London para que me prometan que revisarán el contenido uno por uno. ¡Creen que estoy loca!
—¡Y yo también lo creo! —se ha espantado Cleopatra—. ¡¿Cómo se te ha ocurrido dejar tus óvulos a disposición de cualquiera?! ¡Tienes demasiados enemigos poderosos!
—¡Lo sé, pero se suponía que era un procedimiento muy seguro! —le he replicado mientras me pasaba la mano por la cabellera y me la despeinaba—. Anthony me convenció. Además, pensé que era algo natural. Facebook se lo paga a sus empleadas en las coberturas del seguro, para que no se frustren sus logros profesionales y que puedan dilatar el momento de ser madres. Y así muchas empresas, The Voice of London también.
—¡Ya sé, ya sé! —ha exclamado Cleo y luego ha repetido mis palabras—: Y también lo cubre la seguridad social de algunos países antes de un tratamiento de quimioterapia o de radioterapia, ya me sé tu explicación de memoria. Solo puedo darte un consejo, Dany: no te preocupes, si Anthony te lo propuso esto significa que al final todo se resolverá.
—Sí, lo mismo me repito. —He intentado calmarme, pero no funcionaba—. Y también le he pedido ayuda a Noah Stone, por si acaso.
—¡¿A Stone?! —Se ha asombrado la reina—. ¿Te parece prudente? No sé si es lo indicado. ¿Todavía confías en él?
—¡Por supuesto que sí! No sé si le será leal a los demás, pero ha mí sí —le he comentado y he efectuado un gesto de desconcierto—. Le he pedido que indagara por ahí si hay movimientos extraños relacionados con el centro que ha congelado mis óvulos. Quizá me preocupo por nada y es imposible que alguien me los haya robado, ¿verdad?
—Tú has visto demasiado —ha intervenido la geisha—. ¿Te parece que algo sea imposible en el mundo fantasmal? —Y, por desgracia, he tenido que reconocer la validez de su argumento.
—¡Deseo saber de una buena vez! —He recorrido el servicio a grandes pasos, como si fuese una pantera acorralada—. Es muy molesto tener a Nathan y a Willem encima, me preguntan cada dos segundos por qué estoy tan preocupada. Puedo disimular mucho, pero esto me cuesta.
—Yo no sé nada de tus óvulos —interviene la Geisha Esqueleto y luego ha jurado—: ¡De lo contrario te lo diría!
Cleopatra la ha apuñalado con su mirada escéptica, pero se ha mantenido en silencio porque el móvil que yo llevaba escondido en el obi se ha puesto a vibrar. He atendido enseguida.
—¿Diga? —he preguntado, impaciente.
—¡Cuéntame qué te dicen! —Me ha apremiado Cleo.
—Danielle, tengo noticias. —He escuchado la voz de Stone, mi examante—. Mis contactos me han comunicado que el centro mueve piedra sobre piedra para indagar acerca de tus óvulos, así que no te preocupes. En cualquier momento se comunican contigo para explicarte qué ha sucedido.
—¡Gracias, Noah! —No ha sido la calma total, pero sí que me he sentido más aliviada—. Se lo han tomado en serio, Cleo.
—¿Dónde estás? —me ha preguntado el agente acto seguido.
—En una fiesta de Kyoto —le he respondido.
—Esto ya lo sé —y con tono risueño ha agregado—: Lo que te pregunto es en qué sitio de la mansión de Shinode te has refugiado. Acompaño a su sobrina en misión para el MI6. Sé que imaginabas que lo ignoraban, pero al servicio no se le escapa nada. Estoy aquí por si en algún momento necesitas algún tipo de apoyo. Animo la fiesta, además, me he puesto a cantar porque esto estaba aburridísimo.
De este modo Noah Stone ha terminado encerrado en el baño conmigo y con dos fantasmas femeninos a los que no puede ver. Y espera, también, la llamada que nos esclarezca qué ha sucedido con mis óvulos.
En el momento de pensarlo vuelve a vibrar el teléfono y yo contesto con un nudo en el estómago.
—Soy el doctor Jones. —Es el director del centro, el mismo que se negaba a hablar conmigo después de nuestra primera charla—. Lamento decirle, duquesa, que usted tenía razón. Hay óvulos, pero no son los suyos. Además, estoy en condiciones de asegurarle que no ha sido un error involuntario: se trata de un sabotaje exterior. Ya hemos interpuesto la denuncia en Scotland Yard porque queremos llegar hasta el fondo de este asunto. No solo para su tranquilidad, sino también por la nuestra.
El hombre expulsa una retahíla de palabras para justificar su incompetencia y el rechazo anterior hacia mis legítimos argumentos. Mientras, yo siento cómo un puño helado me aprieta con saña el pecho. Tal como me lo había insinuado, Taira no Masakado ha secuestrado a mis futuros bebés.
[1] El teatro kabuki es el teatro japonés tradicional. El taiko es un tipo de tambor y el shamisen otro instrumento musical típico.
[2] Un okiya es el sitio en el que viven juntas las maiko —aprendiz de geisha— y las geiko —geishas— mientras dura su contrato.
Cleopatra atosiga a Danielle porque extraña a Chris, su marido.
Y Noah canta para amenizar la fiesta, antes de encerrarse en el baño con Danielle y los fantasmas.
Danielle no tiene ninguna habilidad como geisha. Con espadas puede hacer maravillas, pero si utiliza abanicos igual termina con ellos.
Dame tu opinión: ¿estás de acuerdo con Cleo o te fías de La Geisha Esqueleto ?
Al menos a Danielle no se le ha aparecido así... Un punto a favor.
La Geisha Esqueleto salía a la caza de samuráis, necesitaba hacer el amor como cuando estaba viva.
https://youtu.be/-oqAU5VxFWs
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