6- ¿Y si nos enrollamos, Ms. Williams?
El aire seco y desértico de Nouakchott me derrite la piel.
—Allá hay que tener mucho cuidado, hay arenas movedizas.
Stone señala la zona de la costa a través de la ventana de la pequeña casa... Si es que se le puede llamar casa a la pocilga en la que estamos —los dos solos— mientras esperamos a que anochezca. Según él lo mejor es ocultarnos para pasar inadvertidos, pues con nuestra apariencia de extranjeros en la capital de Mauritania destacaríamos más que el alumbrado de Navidad londinense.
—Ser absorbidos por arenas movedizas no puede resultar peor que este calor —me quejo y me abanico con el folleto turístico.
—Puede quitarse la ropa. —Efectúa un ademán y me clava los ojos—. ¿No le parece?
—Por supuesto —le respondo con ironía—. Ya mismo me desnudo, Stone. Y me pongo en la posición del retrato mío que compró. ¿Por dónde quiere que empiece? Dígamelo así procedo. ¿Por arriba o por abajo, qué prefiere?
—Por donde quiera. —Sonríe apenas—. Siempre que comience ahora... ¿No cree, ya que vamos a acostarnos, que es hora de que nos llamemos Noah y Danielle?
—¡Qué bromista! —Lanzo una carcajada—. Olvida el motivo por el que estamos aquí, Stone. ¡Y eso que lleva largo tiempo persiguiéndome!
—Nunca bromeo con el sexo. —Me pasa el dedo por la blusa blanca a la altura de los pechos—. ¿Qué tiene de malo que nos enrollemos mientras esperamos?
—Me he acostado con muchos chicos malos, pero usted es el peor. —Le cojo el dedo y me lo quito de encima—. Le gusta ser espía y ejercer como tal, debe de haber visto muchas películas de James Bond y se le ha pegado su arrogancia. ¿O es que mis fantasmas lo han hecho pasar demasiada hambre sexual?
—A usted le pasa lo mismo, pequeña espía. —Se mesa el pelo—. ¡Hay que ver el coche que tiene! Estamos en el mismo barco, somos tal para cual... ¿Y? No hay necesidad de esperar. ¿Qué tal si empezamos ya? Acaba de decir que de todos los chicos malos con los que se ha acostado soy el peor. Se le ha escapado un acto fallido, su inconsciente da por hecho que se acostará conmigo... ¿No? —Analiza mi semblante—. Pues me pongo la camisa, entonces. ¡Vaya desperdicio!
Imagino que, al igual que yo, os preguntáis qué diantres pinto aquí. Encima, en este país africano donde en pleno siglo XXI todavía hay esclavitud, al punto de que los hijos heredan la condición de los padres. Donde gran parte de la población llena las embarcaciones que luego se hunden en el Mediterráneo. Pensáis bien: me trajo la lealtad. Estoy aquí porque hace un par de semanas me abordó Alice, el fantasma. Pero aún no sé qué sucederá ni cuál será mi cometido, es la primera vez que actúo como agente de campo.
—Necesito tu ayuda. —Alice atravesó la ventana con el cuerpo como si esta no existiera; luego me acarició con dulzura la cabeza con la mano transparente y la cabellera se me elevó igual que si hubiera puesto los dedos en el enchufe.
—Claro —prometí y reí encantada—. Sabes que nunca os digo que no.
—Soy la madre de Walter, uno de los periodistas secuestrados y necesito que tú vayas a liberarlo. A él y a su compañero, es la única forma de que salgan con vida de este problema.
—¡¿Yo?! —Puse cara de pasmo—. ¿Estás segura? Sabes que antes recabé información, ¿no querrás decir que le pase al MI6 los datos que tú me proporciones?
—No, cariño, has escuchado bien. Necesito que vayas a Mauritania —insistió, afectuosa—. Pero no debes indicarles el lugar de destino... Les dirás que tienes que ir acompañada de un espía que te designen en un vuelo de línea hasta Berlín.
—¿A Berlín? —Me asombré.
—Sí, los dos iréis hasta Berlín —recalcó y aumentó el volumen—. Desde allí cogeréis el próximo vuelo hasta Nouakchott. Esperaréis que anochezca en una casa de seguridad que tiene el MI6 cerca de la costa. No te preocupes, yo te guiaré.
—Por supuesto —acepté sin dudar—. ¡Cuenta conmigo!
Me extrañó el pedido. Mi mala experiencia con Black me enseñó que, hoy en día, es una tarea casi imposible esconderse de alguien que te busca, si ese alguien dispone de los medios del MI6.
—No te preocupes. —Me tranquilizó con una sonrisa al leerme los pensamientos—. Nosotros los distraeremos.
—¡Ah! —exclamé, encantada—. Pensáis despistarlos haciendo que la tecnología no funcione.
—Algo así —admitió Alice y soltó una risita—. Aunque vamos a dejar al MI6 y sus ascensores en paz, haremos una especie de tregua.
—¡Qué pena! —Me reí—. Era muy divertido ver las noticias.
—¡Es verdad! —Lanzó una carcajada—. Hay que despistarlos porque si saben dónde estáis enviarán una unidad a rescataros y mi hijo y su amigo morirán. Y mucha más gente.
—Entiendo. —Moví de arriba abajo la cabeza—. El Gobierno Británico tiene como política no negociar con secuestradores. Menos mal que no les hice caso antes.
—Y The Times tampoco negocia —me ilustró y esbozó un gesto de pesar—. Es más, hace un tiempo publicó un artículo en el que criticaba a los gobiernos que sí lo hacen y les dan dinero.
—Lo leí —y luego le pregunté—: ¿Puedo hacerme la difícil y ponerles condiciones para ayudar? Tengo que mantener la imagen actual, al principio se burlaron de mí. Luché sola contra el mundo y si no fuera por vosotros a ver dónde estaba. Ceder fácil es un síntoma de debilidad, nunca volverían a tomarme en serio, y me costó mucho llegar hasta aquí.
—¡Claro que puedes! —Alice me palmeó la espalda y volví a quedar estilo punk—. ¡Además, nos encantan los requisitos que les exigirás!
—¡Y yo que todavía ni siquiera los he pensado! —Batí las palmas—. Con vosotros la línea entre el pasado, el presente y el futuro es muy laxa.
—¡Gran verdad! —Estuvo de acuerdo—. Piénsalas rápido porque mañana a última hora te abordará Stone cuando salgas del periódico. Ve preparada.
Poco trabajé el resto de la jornada, pues me dediqué a elaborar la lista. ¿Sabéis cómo la hice? Pensé en lo que más me molestaba. Encabezaba el listado que Smith y Hamilton continuaran en funciones para el MI6. También me enervaba la respuesta vergonzosa de los gobiernos en la lucha contra el virus del ébola. No hicieron nada durante décadas mientras la enfermedad mataba a los africanos y recién se preocuparon de manera ineficiente cuando corría el riesgo de extenderse a occidente.
Al día siguiente, al salir de The Voice of London me esperaba Noah Stone al costado de la entrada principal.
—¿Podemos hablar? —me preguntó sin demostrar ninguna emoción.
—¡Claro! —Señalé del otro lado de la calle—. Vamos a la cafetería que está ahí a la vuelta.
Cuando bebíamos nuestras tazas de té le extendí mi lista:
—Aquí tiene, estas son mis condiciones.
—¿Sus condiciones? —leyó y con tono incrédulo añadió—: ¿Que el MI6 despida a Smith y a Hamilton y que se lo prueben? ¡No me lo creo! ¿Que hará verificar los despidos con sus amigos fantasmas? ¡¿Que le paguen un millón de libras esterlinas?! ¡No entiendo nada! ¡¿Usted ha enloquecido o pretende extorsionar al MI6?!
—No se escandalice, Stone, solo soy excéntrica. —Le efectué un guiño—. Locos son los que no tienen dinero y nadie los conoce, la vida es así de injusta. Además, tampoco os extorsiono. No reclamo una fortuna por liberar a los secuestrados, yo no rapté a nadie.
—¡Pues casi! —Todavía lucía desconcertado y seguía con la mirada perdida en el papel que yo le había dado.
—Usted sabe que cobro muchísimo por mis colaboraciones —le aclaré muy tranquila—. Si quieren contar con mis servicios hay que pagarlos. Soy una persona libre, nadie me obliga a hacer lo que no quiero. Usted, Stone, limítese a darle la lista a su jefe del MI6. Si no están de acuerdo, perfecto. Así me dejan de molestar, lo que me piden encierra un extremado riesgo personal, prefiero la vida cómoda.
A la jornada siguiente, al salir del periódico me volvía a esperar Noah Stone. Se hallaba clavado al lado de la puerta como si fuese parte de los adornos de la fachada del edificio The Voice of London. O uno de los Queen'Guard de Buckingham Palace.
—Han aceptado sus condiciones. —No demostraba ninguna emoción—. ¿Vamos a la cafetería y seguimos hablando?
—No es necesario. Dígales que designen a un agente de campo para que me acompañe y que compren dos pasajes en un vuelo de línea con destino Berlín.
—¡¿Qué?! —Levantó el tono y perdió su pose de indiferencia—. ¿Piensa ir a liberar a los periodistas? ¡No me lo puedo creer!
—Escucha a la perfección. Yo solo sigo instrucciones. —Mi entonación era misteriosa—. Repito lo que mis amigos fantasmas me han solicitado. Usted transmítaselo a su jefe.
—¡En fin! —Se alzó de hombros—. Supongo que también dirá que sí a esto... ¿Le puedo preguntar algo?
—Por supuesto, Stone.
—¿Qué va a hacer con el dinero?
—Se trata de un asunto privado —le respondí y descarté su curiosidad con un simple movimiento de la mano—. Usted sabe que nunca se tiene demasiado. Mire La Lista Forbes si no me cree, todos los ricachones quieren más y más. Yo también soy muy ambiciosa.
En realidad, pensaba dárselo a la ONG Médicos sin fronteras para que lo utilizara en sus proyectos contra el virus del ébola en África y en sus centros de salud de Mauritania, en Fassala y en Mbera.
Stone me regresa al presente de una forma sensual: me coge del brazo y me acerca a su cuerpo.
—¿En qué piensa? —inquiere con voz sexy—. Se ha quedado muy seria. ¿Está reflexionando en mi proposición de que nos enrollemos?
—En lo que acaba de decir acerca de mi inconsciente. —Me sacudo los cabellos—. En ningún momento lo he considerado como posible amante, rollo o lo que sea. ¡Lo siento! Soy inmune a su atractivo.
—Entiendo. —Y suena escéptico—. Es decir que ni siquiera me considera como posibilidad para matar ahora el tiempo.
—¿Y si mejor hablamos de otra cosa? —Intento cambiar de tema—. Esta es mi primera misión. Cuénteme algo acerca de los procedimientos.
Pero el espía no solo no me suelta, sino que me acerca más aún a su cuerpo y me besa. Lo hace genial. No tiene nada que envidiarle a Nathan, que en mi clasificación personal es el mejor amante, puntuado con un quince en una escala del uno al diez. «¡Maldito Stone! ¿Qué más da si nos entretenemos un poco? La espera es agobiante. ¡Ni que vaya a perder la virginidad!», pienso, tentada.
—¿No ve que así se lleva mejor la monotonía? —me susurra en el oído y me acaricia con la lengua la oreja. —No le contesto, aunque estoy tan aburrida después de horas encerrada que también lo beso.
Entonces él insiste:
—¿Esto significa un sí, Danielle?
—¿Por qué tienes la manía de hacer preguntas en los momentos menos apropiados? —Lo tuteo por primera vez—. Bésame en silencio y sobre la marcha veremos qué pasa.
Me introduce la lengua en la boca con pasión y lo imito. No sé quién domina a quién ni cuál de los dos lleva el control. Le desprendo los botones de la camisa negra y le acaricio el pecho. No está depilado, menos mal, es una moda que detesto. Me gusta que los hombres sean masculinos. Nunca he repetido después de acostarme con alguien que estuviera depilado, porque era como encamarse con una gallina desplumada.
—Parece que, después de todo, no eres tan inmune a mi atractivo. —Los ojos oscuros le lanzan destellos.
—Y parece, también, que mi inconsciente tenía razón. —Le delineo el rostro con el dedo.
—Sí. —Me desabotona la blusa—. Es lo que pasa en este tipo de misiones, se forman las parejas más extrañas.
—Ya veo. —Me deja solo con el sujetador y me baja la cremallera del pantalón—. Aunque más que pareja somos una asociación libre y momentánea.
—Danielle, lamento interrumpirte. —Se materializa Alice al lado de nosotros—. ¡Ya es la hora!
Me suelto de Noah y me acerco a ella. El espía nota que algo sucede y no me detiene.
—¿Sí? ¡Al fin! ¿Y qué hacemos? —le pregunto mientras me pongo la blusa y me acomodo el pantalón.
—Tenéis que ir en esa dirección. Yo voy delante y les allano el camino. —Señala justo la zona donde mi compañero ha indicado que no debíamos andar.
—¿Qué pasa? —me interroga Stone al verme el gesto.
—Que tenemos que avanzar en dirección a las arenas movedizas —le explico, tranquila—. Pero no te preocupes porque mi amiga va delante.
—Ya —se acomoda la camisa, e, irónico, agrega—: Era evidente que teníamos que ir por ahí.
—Adviértele que dónde vamos hay ollas a presión —me pide Alice.
—Quiere que te transmita que hay ollas a presión en nuestro lugar de destino —le comento y no puedo evitar burlarme—: Se ve que mi amiga no confía en tus dotes de cocinero.
—Esto solo indica una cosa —me previene: saca una ametralladora ligera del maletín y me la coloca entre las manos—. ¿Sabes usarla?
—Sí. —Las películas de guerra son muy instructivas y entre los deportes que practico está el tiro al plato; él se esconde otra igual y deja sobre la mesa un fusil de asalto—. Apunto y disparo... ¿Y qué indica que haya ollas a presión, si se puede saber?
—Que sea donde sea que vayamos, alguien prepara un atentado con explosivos. Tenemos que ser muy cautos e ir por delante de ellos.
El calor de Mauritania le ha hecho mella a Stone:
pronto ha terminado sin camisa...
Y bobeando, bobeando, Danielle se ha quedado en sujetador...
¿A que está guapo Noah?
¿Os parece sexy mi Noah Stone? Y digo «mi» porque cada uno lo imagina a su manera, es lo bueno de ser lector.
La ceremonia del cambio de guardia en Buckingham Palace.
https://youtu.be/TYxhB-oLNU8
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro