Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

25- Alta Traición.

Observo cómo lord Sardina aparca el coche al lado del intercomunicador exterior de la mansión de Willem y que pulsa el botón digital. No me sitúo tan cerca, pero su hedor a pescado podrido me llega hasta la nariz.

—Tengo una cita con Van de Walle. —Altanero, clava la vista en el guardia.

—Lo espera, lord Salmond, pase. —Y abre el portón, que se asemeja a los de las cárceles de alta seguridad.

     Al apreciar tanta ceremonia, me da la sensación de que bajan el puente levadizo de una fortaleza medieval.

     Corro hacia la parte trasera, mis amigos fantasmas han anulado allí las cámaras. Sin embargo, creo que «anular» no es el verbo apropiado, pues estos aparatejos muestran todo excepto a mí. Por si me descuido, me he puesto una vestimenta estilo ninja que también me esconde el rostro. Es la que utilizaron en Hawai los subordinados de mi mafioso cuando los hombres de Kruger intentaron matarnos.

—No te descuidarás. —Papá aparece y me tranquiliza—. Y estarás de acuerdo conmigo en que luce mucho mejor de esta manera, parece que haces algo importante. ¿A qué esperas, nena? ¡Trepa por la pared de una santa vez!

     Pongo los ojos en blanco. Me acerco al muro, y, mediante un salto de tigresa, me impulso hasta el otro lado a pesar de la altura. «Gracias, Da Mo», pienso. Debo comportarme como una sombra porque no puedo dejar fuera de combate a ningún miembro de la guardia pretoriana de Will. Si lo hiciera mis actos delatarían el paso de presencia ajena. Lo positivo es que los conozco al dedillo y sé cuáles son sus costumbres. Las he registrado en la memoria.

     Espero cinco minutos a que Brad Hopkins efectúe una vuelta completa. Cuando gira —antes de que se aleje del todo— levanto la ventana que da a la sala pequeña y me cuelo por allí.

—¡Esto está chupado! —murmuro, satisfecha.

—Porque yo he desatascado primero la ventana. —Desinfla Anthony mi ego.

     Me deslizo por la pared hacia la sala principal de la mansión, el sitio de donde provienen las voces. Detrás de unas cortinas me camuflo.

—No necesitas tener tanto cuidado, nena —se burla mi padre adoptivo—. El ejército al completo de Van de Walle se halla en el frente, cerca de la caseta de seguridad. Piensan que esta zona trasera es inexpugnable porque está repleta de cámaras. Y en la casa solo permanecen ellos dos.

—¡No sé para qué me habré puesto este disfraz ni tomado tantas molestias, papá, salvo para actuar en tu película! —murmuro, enfadada—. Podría sentarme en uno de estos sillones y dedicarme a beber una taza de Prince of Wales.

—Me alegro de que me reciba hoy, Willem, sé lo ocupado que está —lo saluda lord Sardina con tono humilde: por suerte el perfume a algas y a salitre de mi mafioso se superpone al desagradable del pez—. Sus empleados se han esmerado a fondo al revisarme, ¿desconfía de mí?

—Desconfío de usted y de todos. Por teléfono me adelantó que tenía algo importante que decirme, lord Salmond, vayamos al grano. —La voz de mi amante es gélida y remarca la distancia al tratar al otro hombre por su título nobiliario—. ¿Tiene noticias de su agente del MI6?, ¿ha podido reunirse con él?

—No, este no es el motivo de mi visita —le responde veloz—. Cuando salga de aquí me veré con él, jefe, no se preocupe.

     Todas las alarmas me repican en el cerebro. Al final tendría que darle la razón a Operaciones, que insistió tanto en que siguiera a lord Sardina desde su hogar hasta el de Will, un acontecimiento inusitado según él.

     Mi jefe del MI6  me lo pidió esta mañana con gesto reflexivo:

—Necesito que vaya esta noche, lady Danielle. No confío en ninguno de mis agentes, yo mismo en solitario le he hecho escuchas a lord Salmond. Por este motivo, es de vital importancia que reserve para usted misma este cometido. Sé que es muy amiga de Cleopatra, pero, por favor, no le comente nada. Christopher Kendrick era una persona muy cercana a la antigua agente Green, no sé si me entiende.

     Al apreciar mi gesto de sorpresa y sin darme tiempo a contestar, continuó:

—Sí, sabemos que eran amantes, y, por tanto, Kendrick es nuestro primer sospechoso. ¡Qué extraño, lady Danielle! ¿No me contradice?

—Si pensaba que le iba a llevar la contraria, Smith, se equivoca de cabo a rabo —reconocí a mi pesar y me acomodé el pelo—. Me preparo para las sorpresas desagradables, esta situación huele muy mal.

—No tendrá ningún inconveniente en colarse en la mansión de Van de Walle. —Operaciones lucía seguro—. Aún no me repongo del shock por cómo consiguió en Brujas burlar su vigilancia y la nuestra. Y se introdujo en mi habitación, inclusive, sin que la detectase. ¿Sabe? Solo usted lo ha conseguido.

—¡Me lo imagino! —y no logro frenar la broma—: De lo contrario no dormiría disfrazado de Batman.

     Soltó una carcajada y prosiguió:

—En esta oportunidad cuenta, además, con la ventaja de que conoce el sitio, ha estado muchas veces allí.

—Es una pena que no haya citado a lord Salmond en una de mis visitas —me quejé.

—Jamás lo recibiría en su presencia. —El jefe de Operaciones movió la cabeza de izquierda a derecha—. No mezcla su vida privada con los negocios. Mantiene los dos mundos muy separados.

—Sí que lo hizo una vez en Ciudad del Cabo —lo contradije y sonreí satisfecha.

—Nada importante —me refutó y volvió a girar la cabeza—. Era una simple reunión con los abogados, una excusa para ver qué hacía usted con sir Nathan... No se olvide, no debe decirle nada de esto a Cleopatra.

     Supongo que ahora estoy tan acostumbrada a mentir que me sale de forma natural, pues no me costó demasiado callar mi secreto esa misma tarde cuando me reuní con la reina. Además, ella estaba tan enamorada de Chris que, como el agente le tendiera la mano sin recelo o pronunciase un «te quiero», lo ponía al tanto de todo creyéndolo inocente. O quizá Operaciones y yo nos equivocábamos, en el pasado Cleopatra había sido una gran estadista.

     Fue llegar, sentarme y empezarme a hablar de su tema recurrente sin parar. Sí, no os equivocáis: ¡Christopher, Christopher, Christopher!

—¡Tenías que haber visto, Danielle, la cara de Christopher al mostrarme este periódico! —exclamó a todo volumen.

     Yo había conseguido que las fotos de ella con el duque de Wellington salieran en las páginas de sociales de The Voice of London, a todo color y destacadas. ¡¿Pero cómo había logrado lady Henrietta que se publicasen en la portada de The Sun?!

     Leí el titular:

結婚式¿Próximo enlace del duque de Wellington? 結婚式

Según fuentes cercanas la feliz pareja está inmersa en los preparativos de la boda.

—Lady Henrietta nunca deja de asombrarme. —Mi cara era de perplejidad.

—Christopher me recriminó: ¿Por eso no estabas en casa a la hora en la que quedamos?, ¿me dejaste plantado para ir con este fulano?, ¡¿cómo puede ser que regreses a la vida y ya quieras comprometerte con alguien?!

—¿Y tú qué le respondiste? —Me invadía la curiosidad, los rifirrafes de Cleo con el agente eran adictivos, tanto lady Henrietta como yo estábamos enganchadas a su culebrón.

—Que por eso mismo, que he estado sola más de dos mil años. Y que según él solo somos amigos, nunca quedábamos en nada porque aparecía y desaparecía cuando se le daba la gana y que yo también tenía mis planes. Los celos nunca fallan, ¡por Osiris que no, Danielle!

     ¿Y si Christopher Kendrick era el cuarto topo? La relación acabaría antes de empezar. Pero si la respuesta resultaba afirmativa, ¿por qué no me había delatado ante lord Sardina? No tenía sentido. Todos los miembros que integraban mi unidad sabían a la perfección en qué misiones había participado y conocían mi relación con el mundo paranormal, al igual que la de Cleopatra. ¿Por qué no nos había delatado? No tenía sentido, por eso especulaba la mayor parte del tiempo que el traidor no era uno de los míos.

     Regreso al presente al escuchar la voz gélida de mi mafioso:

—El tema del espía es un asunto que hay que cerrar a la velocidad de la luz —le advierte al pez—. O él está con nosotros, lord Salmond, o ya sabe usted lo que debe hacer. Si me dice el nombre, incluso, podría facilitarle la tarea. Le enviaría a uno de mis hombres o iría yo mismo.

—No se preocupe que de ese agente me encargo yo, jefe. —Intenta tranquilizarlo lord Sardinaᅳ. Usted ya tiene bastante al lidiar con Kruger y con sus esbirros.

—Aún no hemos dado con él, lord Salmond, pero pronto lo haremos. Siempre atrapamos a los traidores —enfatiza con dureza—. Cuando lo encontremos servirá de alimento a los tiburones blancos, igual que su pseudo comandante.

     Siento que me estrello contra un iceberg  porque fui yo la que le entregó al afrikaaner  cuando estábamos en Big Island. O sea, soy la responsable de que los pobrecillos escualos se convirtiesen en devoradores de hombres.

     Pero enseguida pienso: «¿Por qué asombrarse de estas palabras? Es ridículo que me tomen por sorpresa. ¿No sabía, acaso, quién era Willem Van de Walle desde el principio? El delincuente al que el MI6  me mandó investigar. Solo mi objetivo. No es mi amante, sino alguien con el que me acuesto para robarle información». Sin embargo, las tripas se me revuelven porque no reconozco a la persona que se encuentra en la otra sala, es como si lo hubiesen abducido.

—Resulta imprescindible, jefe, su afrenta es de las que no se perdonan, de lo contrario mostraríamos debilidad. —Lord Sardina recibe el mensaje oculto y los nervios se le descontrolan, la voz lo delata—. Quizá también sea Kruger el que mandó que me atropellaran con una furgoneta negra.

—Algo he escuchado acerca de su percance. —Hay un matiz extrañado en el tono de mi mafioso—. Pero creo que los rumores son infundados.

—¿Infundados? —le pregunta el pez—. ¿Qué le han dicho?

—Me dijeron que lady Danielle se tiró sobre usted y que le salvó la vida —añade, perplejo.

—Y no lo han informado mal, jefe ᅳle comunica lord Sardina, exultante—. Se lanzó sobre mí en el instante justo en el que el vehículo iba a arrollarme... Dicho sea de paso: ¿lo suyo con lady Danielle va en serio?

—¡Por supuesto que no, lord Salmond! ¡¿Por quién me ha tomado?! —exclama Willem, molesto—. ¡Ni que fuera la única mujer con la que me acuesto! ¿Por qué me lo pregunta?

—Porque lo veo siempre con ella para todos lados, y, si no le importa —le explica el parlamentario, con mucho tacto—, desearía invitarla a salir.

—¿Por qué le interesa tanto? —lo interroga Van de Walle, glacial, parece que ha venido el invierno.

—Porque soy muy amigo y socio del padre y llevo años cortejándola —le responde de un tirón—. Desde antes de que la presentaran en sociedad.

—Se está volviendo demasiado sensible y romántico, lord Salmond —y le advierte—: La sensibilidad no se admite en nuestro trabajo.

—¿Esto es un sí o es un no? —lo interroga lord Sardina, directo y valiente por primera vez.

—Es «un haga lo que le venga en gana», pero no la fastidie otra vez. Errores tan graves como los suyos se pagan caro —lo previene, frío como un témpano—. Y recuerde que el socio es el padre, no ella. ¡Ni una palabra de nuestros negocios! Lady Danielle se vincula laboral y sentimentalmente a Nathan Rockwell y cualquier filtración nos pondría en peligro, ya sabe cómo él husmeó en nuestros asuntos. ¿Por qué cree que me he vuelto tan cercano a ella? Como es obvio, para obtener información. He ido a visitarla a The Voice of London, pues nuestros intentos de hacer escuchas han resultado infructuosos. ¿Podrá cumplir esta tarea? Piénselo bien. ¿Alguna vez ha estrechado sus relaciones con lady Danielle? Lo dudo. Dígame: ¿se ha acostado también con ella?

     No creáis que soy ingenua, Joseph Black me descubrió la perfidia humana, pero debo reconocer que no me esperaba tanta crueldad y tanta capacidad de manipulación. Y por eso con cada palabra mi rabia aumenta.

     Poneos en mi lugar. El mafioso me propuso vivir juntos o casarnos con el único objeto de que fuera su fuente de noticias. Si hubiese aceptado la proposición quizá hubiera seguido adelante con esta siniestra finalidad. Y cuando me tuviera confianza, años después, ¿querría que como la Jane de Lucifer torturase a quien hiciera falta?

—No, jamás me he acostado con ella, pero fue el propio lord Pembroke el que me prometió a su hija en matrimonio —puntualiza lord Sardina—. Y el padre me lo repite cada día, aunque por desgracia la muchacha es muy terca... Si lo analiza en profundidad, la unión sería muy conveniente para nuestros negocios.

—Desconozco ese dato. —El mafioso parece molestoᅳ. Pero creo que se engaña, lord Salmond. Yo que usted hacía otros planes.

—Es absurdo, al final accederá. —La ira desborda al pez—. No es que quiera despreciar su percepción sobre el tema, pero la familia le ha dado la espalda por este motivo. Hará lo que deba hacer si no desea seguir siendo una paria y que la deshereden. Solo mantiene contacto con la loca de su abuela. Se podrá imaginar que después de que nos casemos las visitas a esa vieja y a ese periodicucho serán historia.

—No conozco a la abuela, pero me han hablado mucho de ella. Dicen que es escritora y una anciana muy excéntrica. ¡Cómo será que para que lo cuelgue en su despacho le ha regalado un Degas que vale millones! Y esto nadie me lo ha comentado, lo he visto yo mismo —y luego, meditabundo, agrega—: De ahí debe de haber heredado su rareza, esa falta de sentido común de la que Danielle hace gala... Sabrá que lo suyo son las relaciones abiertas, ¿verdad? Y los tríos y las orgías. También le va el sadomasoquismo... La sádica es ella, por supuesto. ¿Cree que lo dejará en buen lugar en la sociedad londinense y en el Parlamento Británico? La Cámara de los Lores debe de haber evolucionado bastante, entonces, para que ahora no importe la vida privada.

—¡Madre mía! —Se horroriza el otro hombre—. Por supuesto que una vez que nos casemos yo me ocuparé de que esas aberraciones terminen y se comportará de acuerdo con nuestro rango. Y no tendrá amantes, ¡aunque deba controlarla las veinticuatro horas del día!

—Creo, lord Salmond, que ya le hemos dedicado demasiado tiempo a esa mujer. Aún no me ha dicho por qué era tan urgente que nos reuniéramos. ¿O solo lo ha hecho para marcar su territorio? Sabe que nadie me dice lo que tengo que hacer, ¿de acuerdo?

—Es verdad, lo siento, por supuesto que no era por eso —se disculpa lord Sardina enseguida—. Se relaciona con la remesa de armas a Kenia. Ese general de nombre impronunciable me ha llamado para que aceleremos el envío. Es uno de nuestros clientes más importantes.

—El general Kipchirchir Kimobwa, lo conozco muy bien, hemos compartido algunas guerras. —Articula con corrección Van de Walle—. Pero me temo que es imposible. Ni siquiera podemos cumplir con la fecha pactada después de los contratiempos que hemos tenido. Le habrá comentado algo de esto, lord Salmond, ¿verdad?

—Sí, pero le urge —insiste el pez—. Ya sabe cómo está aquello, no necesito mencionarlo. Quizá podríamos poner para atrás otro pedido y darle prioridad a este.

—Me alegro de que me ahorre el tema de las religiones, me harta escuchar de conflictos acerca de un Dios que ni siquiera existe —comenta el belga, satisfecho—. Usted sabe, lord Salmond, que estamos comprobando algunos datos preocupantes antes de reanudar el negocio por la ruta principal a África. Nos llevará un par de días más. Si su agente le confirma la versión que le ha dado Green, retomamos la actividad esta misma semana.

—Me parece muy bien, jefe. Estoy seguro de que nuestros problemas los ha originado Kruger y que Interpol  y el MI6  nada tienen que ver —pronuncia con énfasis el parlamentario—. Ya ve que tanto por su lado como por el mío tenemos la misma información.

—No se olvide de que falta escuchar al otro topo —y le recomienda—: No sé hasta qué punto nos podemos fiar de ese individuo. Si sus excusas no son válidas, remátelo ahí mismo. Sé que no le gusta ensuciarse las manos, pero hay mucho en juego... Me entran unos deseos incontrolables de extraerle ese nombre de la cabeza. Podría hacerlo seguir, incluso, para dar con él. Porque me gusta resolver este tipo de problemas por mí mismo y sin dejar cabos sueltos.

—Si me sigue el topo no se presentará, es muy minucioso —lo previene—, por algo es espía. Y nos interesa escuchar lo más rápido posible lo que tenga que comunicarnos. Es él el que se ha puesto en contacto conmigo y no al revés... Con respecto a lo de extraerme la información, jefe, yo le cuento todo, sería una pérdida de tiempo.

—Le tengo aprecio, lord Salmond, por eso no lo hago. —Escucho un sonido similar a cuando se palmea una espalda—. Confío en su criterio a pesar de los fallos que ha tenido en las últimas fechas, llevamos muchos años haciendo negocios juntos. Mi abuelo le tenía confianza y también a su padre. Por este motivo le permito tener algún secretillo y no utilizo los medios de los que dispongo. No hace falta recordarle qué avanzados estamos en cuanto a últimas tecnologías, ¿verdad?

—¡Ninguna falta! —Lord Sardina se muestra preocupado—. No se olvide de que he sido yo mismo en la Cámara de los Lores el que ha patrocinado muchos de estos inventos mentales, por algo estoy en el Comité de Defensa. Me los conozco desde la letra a hasta la z.

—¡Perfecto! —exclama Van de Walle con calma fría—. Solo deseaba recordarle la deferencia que siempre tengo con usted.

—¿Y qué le contesto al general? —lo interroga el parlamentario.

—Que le daremos prioridad a su pedido. —La voz es resuelta—. Y hágale hincapié en lo importante que resulta para nosotros no relajarnos con el tema de la seguridad. Para que no se le dé por pedirlo siempre, que entienda que hacemos una excepción en atención a las circunstancias. Y por única vez.

     Me recuerdo, irónica, que el tema de la seguridad el mafioso no lo tuvo presente al ir montado en elefante camino a Phetchaburi. O cuando lo ato a los barrotes de la cama y le doy con el látigo siempre que él me lo pide. ¡Le encanta! ¡Maldito Anthony que no responde a mis interrogantes!

—No te enfades conmigo, nena. —Papá trata de calmarme—. Sabes que siempre hay motivos para no revelarlo todo.

—Te entiendo, pero en esta ocasión me dificultas demasiado la vida. —Respiro hondo para calmarme, pero no funciona—. Prefiero no pensar en su traición ahora.

—Bueno, me voy, jefe. —Lord Sardina da por finalizada la visita.

—Lo acompaño hasta la puerta.

     Aprovecho para ir hacia la ventana.

—Puedes salir, cariño —me anima mi padre adoptivo con ternura.

     Salto al exterior y efectúo el recorrido inverso, trepo el muro desde dentro. Una vez fuera corro hacia el coche alquilado, un Volkswagen Golf.

—Lord Salmond se dirige a su casa —y luego me ordena—: Tú ve en dirección a Ivory House. Aparca lo más cerca posible del muelle de St. Katherine Docks. Atracará allí con un pequeño yate que se llama Hope. Ve tranquila que todavía tardará un par de horas. Primero tomará precauciones para que Van de Walle no lo siga.

Hope, «esperanza», ¡cuánta ironía! ¿Y qué hago de mientras? —Le tiro un beso de agradecimiento.

—Yo te diré cómo proceder, tú tranquila. —Sonríe para darme ánimos, sabe que me he llevado una gran decepción con el mafioso.

     Pero no le vuelvo a preguntar acerca de Van de Walle, ahora es tema tabú. Porque me embarga la ira al rememorar sus palabras hirientes. Me alegro de no haberme acostado con el belga en mi despacho, por grande que fuera la tentación. Le puse una excusa porque me pareció rastrero caer bajo su influjo en los dominios de mi jefe.

—Baja ahora del coche y ve hacia el muelle, el pez podrido acaba de llegar —me ordena papi más tarde—. Acércate al camarote trasero por fuera, ve con cuidado.

     Obedezco y vuelvo a deslizarme, en esta oportunidad a lo largo del atracadero. ¡Vaya detalle curioso, un ninja en Londres! Llego rápido hasta la embarcación. No destaca por nada en especial, es igual al resto.

     Observo por el ojo de buey y casi me caigo al agua al descubrir quién es el cuarto topo: ¡no me lo puedo creer! Porque se trata de un hombre al que conozco de modo íntimo.

     Operaciones estará encantado conmigo cuando le entregue las grabaciones de las conversaciones de las que seré testigo. Esta es la noche marcada por la Alta Traición del mafioso y por la de mi compañero de célula del Secret Intelligence Service.


Danielle se disfraza de ninja para cumplir con la misión.



 El titular con la noticia de la boda de Cleopatra. ¡Vaya celos los de Chris!


Lord Sardina da por hecho que se casará con Danielle. ¿Te parece que es ingenuo?



¿Pensáis que Danielle se olvidó de qué clase de persona es  Willem y que la conversación se lo recuerda?



Lord Sardina espera en su embarcación al cuarto topo en St. Katharine Docks.




https://youtu.be/MoN9ql6Yymw










Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro